Fingiendo que había salido a dar un paseo, Somber pasó por bazares, calles y comedores comunitarios de barrios exclusivos y no tan exclusivos, escrutando cada sitio con ojo experto con la esperanza de encontrar alguna pista sobre el paradero de Molly. Realizaba estas excursiones siempre que podía, a veces en compañía de Weaver, que creía que él sólo pretendía familiarizarse mejor con la vida en Confinia.
Un ministro de información cuyo deber consistía en mantener a Somber bajo una vigilancia constante se le acercó.
—El rey reclama tu presencia —dijo.
Somber siguió al fatalsino y poco después se encontraba sentado en la jaima real, donde Arch caminaba de un lado a otro frente a su habitual camarilla de ministros de información.
—Como escolta de la reina Alyss… —empezó el rey.
—Molly la del Sombrero es la escolta de la reina, Majestad —repuso Somber.
Arch sonrió.
—Sí, lo había olvidado. Ahora estás con nosotros. Como exescolta, pues, tanto de la reina Genevieve como de la reina Alyss, gozas de acceso ilimitado a todos los rincones del reino, más que cualquiera, excepto tal vez Jacob Noncelo o la propia Alyss, y puedes viajar a cualquier lugar situado dentro de las fronteras de Marvilia sin despertar sospechas. Por razones obvias, no puedo encargarle a Alyss la tarea que voy a encomendarte, y Jacob Noncelo no posee las cualidades físicas necesarias. Tú eres el único marviliano que tiene tanto el acceso que dicha misión requiere como la destreza de un bonetero para llevarla a cabo. —Se dirigió a sus ministros—: Dádsela.
Le entregaron a Somber una madeja de hilo envuelta en una tela.
—Lo que tienes ahora entre las manos —dijo Arch— es seda de la oruga oráculo verde de Marvilia, de un peso equivalente al de un ala de güinuco. Debes llevarla al palacio de Corazones. Una vez allí, escalarás la torre más alta. En la punta, reconocerás fácilmente mi Arma de Destrucción, Exterminio Letal y Aniquilación. Debes entretejer toda la seda verde con el arma siguiendo este patrón. —Arch le alargó al bonetero un holocristal de bolsillo en el que había un diagrama con lo que parecía el centro de una telaraña terrícola—. Tienes que reproducir el patrón con toda exactitud. Si, por el motivo que sea, no haces exactamente lo que te pido, o si se lo revelas a alguien, ni tú, ni Weaver ni nadie volverá a ver a Molly con vida. Una vez cumplida la misión, ponte en contacto conmigo de inmediato. Pero hay un límite de tiempo. Si no tengo noticias tuyas después de dos ciclos de la luna de Turmita, nunca volverás a saber de tu hija. —Arch echó un vistazo a su muñeca, en la que no llevaba reloj—. Y ahora, señor Logan, te recomiendo que te pongas en marcha.
Suponiendo que estaría bajo vigilancia mientras permaneciera en los dominios de Arch, Somber cruzó la frontera con Marvilia antes de renunciar a fingir que pretendía cumplir con la misión del rey. Se ocultó en la quebradiza maleza de la Ferania Ulterior a esperar a que el último viajero concluyese sus trámites para pasar al otro lado legalmente. En cuanto los naipes soldado se quedaron solos, Somber sacó unos puñales de su mochila y los lanzó contra uno de los postes de la barrera fronteriza.
¡Clanc! ¡Clonc, clang!
Los soldados giraron sobre sus talones, alerta. Somber se les acercó corriendo a toda prisa y, con las manos desnudas, los dejó inconscientes antes de que pudieran verlo. En el lado confiniano de la frontera: cinco guardias.
¡Fap!
Somber aplanó su chistera para transformarla en las cuchillas giratorias, y se disponía a eliminar a los guardias cuando se dio cuenta de que cualquier alboroto podía poner a Arch sobre aviso. Más valía dejar los menos rastros posible de su reentrada en Confinia.
Siempre en el lado marviliano de la barrera fronteriza, Somber avanzó unos doscientos pasos hacia el valle de las Setas, luego activó las cuchillas de su muñeca derecha y las apretó contra el suelo. Salieron volando piedras pequeñas, tierra y arcilla. Empujó las cuchillas giratorias de forma que se hundieron más en el suelo mientras con la mano izquierda echaba a un lado los desechos hasta que hubo excavado un túnel que pasaba por debajo de la barrera y acababa en el lado de Confinia. En el menor tiempo posible, regresó al campamento de Arch. Se acercó desde la dirección en que se ponían los soles, para que cualquier confiniano que lo avistase por casualidad lo viera sólo como una silueta irreconocible. A unos cien metros del campamento, se quitó la chistera de la cabeza, la aplanó con un movimiento de la mano y plegó las cuchillas en un bloque compacto que se guardó en el bolsillo interior de la chaqueta. A continuación, se la quitó y la enterró junto con su mochila. Marcó el sitio con una roca del tamaño de un melón en la que practicó una hendidura con las cuchillas de su muñeca.
Somber alzó la vista al cielo. Ya había transcurrido medio ciclo de la luna Turmita, y él ni siquiera había vuelto al punto de partida. Pero tuvo suerte. Al entrar en el campamento de los fatalsinos, se encontró con un tendedero en el que había varias prendas y se llevó unos pantalones holgados, una camisa con muchos bolsillos y una chaqueta con capucha; la vestimenta que solían usar los jornaleros. Era un camuflaje necesario, porque si alguien lo reconocía, podía dar a su hija por muerta.