Somber salió del Cubil del Vicio tras los guardaespaldas de Arch y atravesó una calle polvorienta hasta un taller de reparación de jaimas que a su vez necesitaba reparación. Blister se apostó a un lado de la entrada, Ripkins al otro, y el bonetero apartó la antepuerta para entrar.
—Somber Logan —dijo el rey Arch.
El bonetero calculó rápidamente sus probabilidades: Arch; el propietario nervioso encorvado sobre una máquina de parchear; los dos asesinos junto a la salida; probablemente refuerzos cerca. No era una situación óptima, pero de peores había salido Somber.
—¿Dónde están los ganmedas con los que tengo que negociar?
—No han podido venir. Pero yo tengo la autoridad para negociar en su nombre. Supongo que usted la tendrá para negociar en nombre de su reina, ¿no?
Somber no le dio a entender ni una cosa ni la contraria.
—¡Ripkins! —gritó Arch, y cuando el guardia a quien llamaba entró en la jaima, le dijo—: Acompaña a nuestro anfitrión al otro lado de la calle para que se tome una copa.
—N… no, estoy bien —dijo el propietario—. No tengo sed. —Pero Ripkins ya se le había acercado y lo había asido del brazo—. Quiero decir, que no tengo idea de la sed que tengo. A veces no me doy cuenta de lo sediento que estoy hasta que me tomo una copa, y entonces siento que podría beberme todo un…
Las palabras del propietario se perdieron en el exterior. Somber y Arch estaban solos. Los refuerzos no llegarían a tiempo. Bastaba con que Somber hiciese un simple movimiento de muñeca para que el rey fuese hombre muerto.
—Me pregunto cómo reaccionaron Alyss y los demás al enterarse de que el gran capitán de la bonetería había engendrado a una niña —reflexionó Arch.
—Y yo me pregunto cómo lo sabe el gran rey Arch.
Arch se rió.
—Ésa es una pregunta que pronto tendrá respuesta, amigo bonetero. Me gustan las preguntas con respuestas concretas, ¿a ti no? Las prefiero a las que son abstractas y están relacionadas con el sentido y el propósito de la vida y patatín y patatán. Sin duda te complacerá saber que están cuidando adecuadamente de tu hija.
—Quiero verla.
—Y yo también querría, de estar en tu lugar. Por desgracia, no está en mi mano concederte ese deseo. Los ganmedas son taimados. Me han pedido que negocie en su nombre, pero no me han dicho dónde la retienen.
—Esos supuestos secuestradores ganmedas no existen —replicó Somber con la mandíbula tensa—, a menos que estén trabajando para usted.
—¿No? Vaya, les sorprenderá enterarse de su inexistencia. Pero, si tan seguro estás, ¿por qué no me haces prisionero y me obligas a confesar?
Lo mismo se estaba preguntando Somber.
Arch adoptó un aire benévolo.
—¿Sabes, Somber, que a menudo me preocupo por ti? Temo que no estés sacando el máximo partido a tu destreza e inteligencia. Has trabajado en contacto muy estrecho con dos reinas, así que conoces los entresijos del arte de gobernar. Cuentas con el respecto y la lealtad de todos los que sirven en el ejército de Marvilia. Me sorprende que el soberano de Marvilia no seas tú.
—Nací bonetero.
—No seas tan anticuado. Naciste para reinventarte a ti mismo las veces que lo desees, como todo el mundo. ¿Cómo era aquello que decía la reina Genevieve? ¿«La libertad radica en la imaginación»? Raras veces estoy de acuerdo con una mujer, pero en este caso debo concederle valor a la pequeña máxima de Genevieve suscribiéndola. ¿Por qué no ser un bonetero y a la vez un soberano? No estás siendo muy imaginativo, Somber.
—No he venido a hablar de mis fracasos personales con usted.
—Pero ¿no incluirías a Molly la del Sombrero entre dichos fracasos?
Somber se llevó la mano a la chistera como si lo hubiesen agredido físicamente. Deslizó los dedos por el ala, una vacilación que salvó la vida a Arch. El rey tendría que esperar a que Molly estuviese a salvo para recibir su merecido.
—Como has estado apartado de tus obligaciones oficiales —dijo Arch mientras el bonetero bajaba la mano a su costado—, tal vez no lo sepas, pero he desarrollado un arma capaz de destruir toda Confinia, Marvilia, Morgavia, Bajia y vete a saber qué más. Yo la llamo ADELA, las siglas de Arma de Destrucción, Exterminio Letal y Aniquilación. También resulta ser el nombre de una de mis exesposas, a quien hubo que sacrificar debido a su carácter rebelde. Sin duda ya te imaginarás que no tengo la menor intención de destruirme a mí mismo o a mi país. Sin embargo, sé que para mejorar la calidad de vida de todos y en aras de mi grandeza, mi reino debe expandirse y anexionar el tuyo y los demás. Pero, para que esto ocurra, ADELA debe estar en perfecto estado operativo y mi amenaza de usarla debe ser creíble, pues de lo contrario ni tu reina ni los «soberanos» de Morgavia y Bajia tendrán motivos para someter sus gobiernos al mío. Hay un pequeño detalle muy interesante en todo esto, y es que para desarrollar al máximo la fuerza potencial de ADELA, te necesito a ti. Ya te explicaré por qué y de qué manera en un futuro cercano. Pero primero, quisiera invitarte a formar parte de mi tribu. No es algo que le ofrezca a todo el mundo. Deberías sentirte halagado.
—¿Es ésa tu condición para dejar en libertad a Molly? ¿Si me «uno» a tu tribu la dejarás ir, sana y salva?
Arch, que había estado yendo y viniendo por la jaima durante su explicación sobre ADELA, se detuvo ante la salida. Le hizo señas a alguien del exterior para que se acercara.
—Creo que descubrirás más motivos para unirte a mí que el de garantizar la seguridad de Molly.
Dicho esto, el rey salió. Ocupó su lugar una aparición, una ilusión, un deseo: Weaver. Somber no supo cuánto tiempo duró el silencio.
—Creía que… —murmuró al fin, incapaz de acabar la frase. «Creía que habías muerto».
—¿Encontraste el diario que te dejé? —preguntó ella.
Él asintió.
—Pero no entien…
—¡Oh, Somber!
Corrió hacia el hombre de la Bonetería, que estrechó contra sí el amado cuerpo que creía que nunca volvería a abrazar, aspirando su aroma y esperando que se apoderasen de él la alegría y el alivio de verla inesperadamente con vida. Sin embargo, tenía demasiadas preguntas, las mismas preguntas insistentes y obsesivas que lo asediaban desde sus días solitarios en lo alto del Pico de la Garra.
Con delicadeza, retiró los brazos de Weaver de su cuello. Ella tenía los ojos llorosos. Adivinó lo que él estaba pensando.
—No fui tan irresponsable como parece —dijo—. El campamento de los alysianos en el bosque Eterno… Sabía que Molly estaría en muy buenas manos. Tenía… tenía que dejarte un mensaje sobre nuestra hija, y tenía que dejarlo en un sitio seguro donde sabía que lo recibirías con independencia de lo que nos pasara a mí, a Molly o a la causa alysiana.
—Pero ¿qué haces aquí, con Arch?
—Eso —respondió ella, sonriendo— fue una coincidencia afortunada. Uno de sus guardias, Ripkins, me vio casualmente entrar en el túnel que subía hasta nuestra cueva en el Pico de la Garra. Me siguió y me oyó grabar el diario. Yo creí que era un soldado de Roja que venía a matarme, pero él, sin decir una palabra, me pasó uno de sus comunicadores. Arch, que estaba esperando para hablar conmigo, me dijo que sabía que Roja estaba dando caza a todos los que estábamos relacionados con la Bonetería y que, si me parecía bien, Ripkins me llevaría a Confinia, donde estaría a salvo. Al principio me resistí a irme con él, pero después pensé… Me preocupaba que si Roja averiguaba quién era Molly, nos mataría a las dos, así que pensé que la mejor manera de salvarla era mantenerme alejada de ella. Dime que tomé una buena decisión. Dímelo, por favor.
Estaba llorando de nuevo. Somber le sujetó el rostro entre las manos y le secó las lágrimas con los pulgares.
—Tomaste una buena decisión, Weaver.
Ella apoyó la cabeza en su hombro.
—Me temí lo peor cuando Roja arrasó el cuartel general de los alysianos. Pero Arch vino a verme en cuanto nos enteramos del secuestro de Molly. Me prometió hacer todo cuanto estuviera en su mano para rescatarla. Ha sido una suerte que los ganmedas lo eligieran como mediador.
—¿De verdad crees que Molly la secuestraron unos ganmedas?
—Los he visto. La he visto a ella.
Somber se quedó perplejo.
—¿Dónde? ¿Cuándo?
—En Confinia. No sé exactamente dónde habíamos acampado, pero… fue durante el último eclipse de una luna de Turmita. Ha crecido tanto… Más que nada estaba confundida. Respecto a nosotros. No tuve oportunidad de pasar mucho tiempo con ella.
Somber ya no la escuchaba. Así que Molly estaba en Confinia, probablemente no muy lejos. Arch deseaba tenerla cerca. Sin duda el rey estaba escuchando cada una de sus palabras y las de Weaver. A menos que supiera algo sobre ella que Somber ignoraba. En ese caso no habría necesidad de tener micrófonos ocultos en la jaima.
—Antes de hablar con Arch —dijo el bonetero— sospechaba que los secuestradores ganmedas eran un invento. Ahora que me he reunido con él, estoy convencido de ello.
—Pero ¿de qué hablas? Acabo de decirte que yo los vi.
—Están a las órdenes de Arch.
—¡Eso es ridículo! ¿Crees que, después de todo lo que Arch ha hecho por mí, la ha secuestrado? ¿Por qué iba a…?
—La está utilizando, y a ti también, para ganarse mi voluntad por alguna razón. ¿Quién más sabe que ella es hija nuestra? Dices que su guardaespaldas te oyó grabar el diario.
—¡Se topó conmigo por casualidad, Somber! —Cruzó los brazos e inclinó la cabeza ligeramente hacia delante, mirándolo desde debajo de su entrecejo fruncido: se estaba enfadando—. Le debo la vida a Arch —aseguró—. Ha sido de lo más amable y servicial conmigo.
—¿Cuándo ha sido el rey Arch amable y servicial con alguien sin algún motivo oculto?
—Como bonetero sospechas de todo el mundo. Eres muy inteligente en temas militares; ¿por qué no puedes serlo también al juzgar a otras personas? No vuelvas a acusar a Arch. Es mi amigo.
Discutir con ella no lo llevaría a ningún sitio. O le habían lavado el cerebro, o la tensión que había supuesto para ella durante los últimos años haber renunciado a su hija la predisponía a confiar en la buena fe de los demás, incluidos aquellos que no habían demostrado la menor tendencia a la bondad.
—¿De verdad crees que necesitamos a Arch para que nos devuelvan a Molly con vida? —preguntó Somber.
—Sí.
—¿Y te fías de él?
—Casi tanto como de ti.
Somber la besó.
—Espérame aquí.
No había decidido lo que iba a hacer cuando salió de la jaima y se encontró con Arch, Ripkins y Blister, que lo esperaban. ¿Debía matarlos ahora, o dejarlo para después? Le costaba decidirse. Pero al hallarse frente al rey, fue como si su cuerpo decidiera por él. Tal como había hecho en el pasado cuando mostraba su respeto a Genevieve o Alyss de Corazones, se postró ante Arch.
—Si sigue en pie vuestra invitación, Majestad —dijo—, para mí sería un honor unirme a vuestra tribu.