¡FUUUMP!
La mayoría de quienes viajaban por el Continuo tenían que concentrarse en sus destinos para evitar salir disparados por un portal especular en algún lugar alejado de aquél al que se dirigían. Los portales estaban instalados por toda Marvilia; los canales interconectados que generaban podían resultar lentos para el viajero sin experiencia que entraba en un portal con la intención de visitar, por ejemplo, el Museo de Historia Sobrenatural, en la otra punta de la ciudad, sólo para verse expulsado por un portal situado al final de su calle. Navegar por el Continuo requería tiempo y práctica. Sin embargo, aquel día en particular, incluso los viajeros más experimentados estaban perdidos. Los que regresaban a casa después de una larga jornada de trabajo, las familias que volvían de visitar a amigos o parientes, se encontraban viajando por la red de continuos cristalinos del Continuo cuando de pronto se vieron lanzados por el espejo más cercano como balas de cañón, agitando brazos y piernas frenéticamente como intentando asirse a algo, a lo que fuera.
Marvilópolis se sumió en el caos: los gritos de los heridos; los susurros de aliento y gritos de apremio de quienes prestaban primeros auxilios; los lloros de los niños asustados; los lamentos y rezos de los supersticiosos que creían que aquella lluvia de marvilianos anunciaba el fin del mundo. La conmoción, el desconcierto y el dolor se apoderaron de la ciudad, en medio de la cual yacía la joven que había desencadenado aquello, inconsciente, desatendida e inadvertida para todo el mundo salvo para dos confinianos enviados en una misión ilegal por su rey.
¡Fuuump!
Una energía abrasadora y deslumbrante dejó sin sentido a Molly mientras las pocas astillas que quedaban del hermoso cofre se le caían de las manos. Despedida por un espejo instalado en la avenida Theodora, se golpeó con fuerza contra el asfalto salpicado de cuarzo y pirita, delante de una tienda de animales en la que se oían los graznidos de los lucirgueros y los chillidos de los lagartos. Incluso antes de que su sombrero saliera rodando del Continuo en pos de ella, cuatro rastreadores empezaron a volar en círculo en el cielo, señalando su posición.
Sin hacer caso de los marvilianos heridos diseminados por las calles, invadidas por la desesperación, sin fijarse en nada salvo en los rastreadores, Ripkins y Blister llegaron a la avenida Theodora y avistaron a su presa. Al acercarse y verla con mayor claridad, Ripkins se sorprendió de lo joven que era, aún con mofletes de niña.
—¿Para qué diablos la querrá Arch?
Blister no dijo una palabra, pues no era dado a intentar adivinar los motivos de Arch, a diferencia de Ripkins. ¿Qué le importaban los motivos, mientras pudiera utilizar su poder para hacer daño a la gente con sólo tocarla? Reparó en el sombrero de Molly, que estaba en el suelo, y lo recogió. Nunca había visto un sombrero de la Bonetería en acción, pero con el instinto de alguien con dotes militares, le dio una sacudida y…
¡Fuap!
Se aplanó, transformándose en un escudo de borde afilado.
Ripkins escrutó los alrededores; nadie los miraba. Mejor para ellos.
—¿Se supone que esto tiene que impresionarnos? —se mofó Blister, devolviendo el sombrero a su forma original.
Ripkins levantó el cuerpo laxo de Molly en brazos, se la echó al hombro y siguió a Blister por las callejuelas de la ciudad. Los asesinos no se pusieron en contacto con su rey hasta que hubieron cruzado la frontera de Confinia. El monarca estaba en su palacio con sus ministros cuando sonó la señal de alerta y el cetro de Blister apareció flotando ante él.
—La tenemos —dijo el sicario.