Cuando Nicole abrió los ojos, Richard estaba sentado a su lado en la cama. Tenía una taza de café en la mano.
—Dijiste que te despertáramos a las siete —indicó Richard.
Nicole se incorporó y cogió la taza que él le tendía.
—Gracias, querido —dijo—. Pero ¿por qué no has dejado que Linc…?
—Decidí traerte yo mismo el café… Otra vez hay noticias de la planicie Central. Quería comentarlas contigo, aunque sé lo poco que te gusta que te hablen nada más despertarte.
Nicole bebió lentamente un trago de café. Sonrió a su marido.
—¿Cuál es la noticia? —preguntó.
—Esta noche ha habido dos incidentes más con los zancudos. Eso hace casi una docena en lo que va de semana. Se dice que nuestras fuerzas defensivas destruyeron a tres zancudos que estaban «hostigando» a los miembros del equipo de ingeniería.
—¿Intentaron luchar los zancudos?
—No. Al sonar los primeros disparos, se apresuraron a huir al otro hábitat por el agujero practicado… La mayoría escapó, igual que anteayer.
—¿Y sigues creyendo que son observadores remotos, como los biots arañas de las Rama Uno y Dos?
Richard movió afirmativamente la cabeza.
—¿Y puedes imaginar qué clase de idea se están haciendo de nosotros los Otros…? Disparamos sin previa provocación contra criaturas desarmadas… reaccionamos de modo hostil a lo que, sin duda alguna, es un intento por contactar…
—Tampoco a mí me gusta —murmuró Nicole—. Pero ¿qué podemos hacer? El Senado autorizó expresamente a los equipos de exploración a defenderse.
Se disponía Richard a contestar cuando se dio cuenta de que Benjy estaba en la puerta. El joven mostraba una amplia sonrisa.
—¿Puedo entrar, madre? —preguntó.
—Desde luego, querido —respondió Nicole. Abrió los brazos de par en par—. Ven a darme un fuerte abrazo de cumpleaños.
—Feliz cumpleaños, Benjy —dijo Richard, mientras el muchacho, que era más corpulento que la mayoría de los hombres, se subía a la cama y abrazaba a su madre.
—Gracias, tío Richard.
Luego, Benjy preguntó lentamente:
—¿Iremos hoy de excursión al bosque de Sherwood?
—Sí, desde luego —respondió su madre—. Y por la noche celebraremos una gran fiesta.
—Hurra —exclamó Benjy.
Era sábado. Patrick y Ellie continuaban durmiendo porque no tenían clase. Linc sirvió el desayuno a Richard, Nicole y Benjy mientras los adultos veían las noticias de la mañana en la televisión. Hubo unas breves imágenes de la reciente «confrontación con los zancudos» en las proximidades del segundo hábitat, así como unas declaraciones de los dos candidatos a gobernador.
—Como llevo ya varias semanas diciendo —indicó Ian Macmillan al reportero de la televisión—, debemos incrementar nuestros preparativos de defensa. Por fin hemos empezado a dotar de armas más poderosas a nuestras tropas, pero debemos actuar más audazmente en este terreno.
Una entrevista con la directora meteorológica puso término al noticiario matutino. La mujer explicó que el reciente tiempo, insólitamente seco y ventoso, se había debido a un «error de modelado» en su simulación por ordenador.
—Durante toda la semana —dijo—, hemos estado tratando infructuosamente de crear lluvia. Ahora, naturalmente, como estamos ya en el fin de semana, hemos programado sol…
—No tienen ni la más mínima idea de lo que están haciendo —gruñó Richard, al tiempo que apagaba el televisor—. Están forzando el sistema y generando caos.
—¿Qué es ca-os, tío Richard? —preguntó Benjy.
Richard vaciló unos instantes.
—Supongo que la definición más sencilla es ausencia de orden.
Pero en matemáticas la palabra tiene un significado más preciso. Se utiliza para describir respuestas ilimitadas a pequeñas perturbaciones. —Richard se echó a reír—. Disculpa, Benjy. A veces hablo en jerga científica.
Benjy sonrió.
—Me gusta que me hables como si fuese nor-mal —le contestó lentamente—. Y a ve-ces en-tien-do un po-co.
Nicole parecía preocupada mientras Linc retiraba de la mesa los platos del desayuno. Cuando Benjy salió de la habitación para ir a limpiarse los dientes, se inclinó hacia su marido.
—¿Has hablado con Katie? —preguntó—. No contestaba al teléfono ayer por la tarde, ni por la noche.
Richard movió negativamente la cabeza.
—Benjy se sentirá destrozado si ella no viene a su fiesta… Le diré a Patrick que vaya a buscarla esta mañana.
Richard se levantó de la silla y fue hasta el otro lado de la mesa. Le cogió la mano a Nicole.
—¿Y qué hay de usted, señora Wakefield? ¿Ha incluido algún rato de descanso y relajación en algún lugar de su atareado programa? Después de todo, es el fin de semana.
—Voy a ir esta mañana al hospital para colaborar en las clases del personal auxiliar. Luego, Ellie y yo saldremos de aquí con Benjy a las diez. Por el camino, me pasaré por el tribunal; aún no he leído los informes presentados para los casos del lunes. Tengo una rápida reunión con Kenji a las dos y media y mi clase de patología a las tres… Para las cuatro y media debería estar en casa.
—Lo cual te dará el tiempo justo para organizar la fiesta de Benjy, Tienes que disminuir el ritmo, querida. Al fin y al cabo, no eres un biot.
Nicole dio un beso a su marido.
—Mira quién habla. ¿No eres tú el que trabaja veinte o treinta horas seguidas cuando estás volcado en un proyecto interesante? —Hizo una pausa y se puso seria—. Todo esto es muy importante, querido… Siento que estamos en un momento culminante de los asuntos de la colonia y que lo que yo estoy haciendo es realmente importante.
—Sin duda alguna, Nicole. Estás ejerciendo una influencia decisiva. Pero nunca tienes tiempo para ti misma.
—Eso es un lujo —replicó Nicole, abriendo la puerta de la habitación de Patrick—. Ya lo saborearé a la vuelta de los años.
Cuando salieron de entre los árboles al extenso prado, conejos y ardillas escaparon precipitadamente ante ellos. Al otro extremo del prado, comiendo sosegadamente en medio de un conjunto de altas flores color púrpura, había un joven ciervo. Volvió su astada cabeza hacia Nicole, Ellie y Benjy, que se aproximaban a él y, luego, dando un salto, se internó en el bosque.
Nicole consultó su mapa.
—Tiene que haber unas mesas por aquí cerca, junto al prado.
Benjy estaba arrodillado en el suelo, mirando un grupo de flores amarillas sobre las que se aglomeraban las abejas.
—Miel —dijo con una sonrisa—. Las abe-jas hacen miel en sus col-me-nas.
Al cabo de unos minutos, localizaron las mesas y extendieron un mantel sobre una de ellas. Linc había puesto en las bolsas varios sandwiches —a Benjy le gustaban con mantequilla de cacahuete y jalea—, además de naranjas y uvas de las huertas próximas a San Miguel. Mientras comían, llegó otra familia al extremo opuesto del prado.
—Esas per-so-nas no saben que es mi cum-pleaños —dijo.
—Pero nosotras, sí —respondió Ellie, al tiempo que levantaba su vaso de limonada para brindar—. Felicidades, hermano.
Poco antes de que terminaran la comida, pasó sobre ellos una pequeña nube y los brillantes colores del prado se oscurecieron por unos momentos.
—Es una nube insólitamente oscura —le comentó Nicole a Ellie.
Instantes después, la nube había pasado y la hierba y las flores volvían a quedar bañadas por la luz del sol.
—¿Quieres la tarta ahora? —preguntó Nicole a Benjy—. ¿O prefieres esperar?
—Vamos a jugar un poco primero —respondió Benjy.
Sacó de la bolsa su equipo de béisbol y le dio un guante a Ellie.
—Vamos —dijo, al tiempo que echaba a correr por el prado.
Mientras los dos niños se echaban uno a otro la pelota, Nicole retiró los restos de la comida.
Se disponía a reunirse con Ellie y Benjy cuando oyó la alarma de su radio de pulsera. Pulsó el botón de recepción y la hora digital que mostraba la pequeña pantalla fue sustituida por una imagen de televisión. Nicole subió el volumen para poder oír lo que Kenji Watanabe tenía que decirle.
—Siento molestarte, Nicole —indicó Kenji—, pero tenemos una emergencia. Se ha presentado una querella por violación y la familia quiere un procesamiento inmediato. Es un caso delicado, en tu jurisdicción, y creo que deberías ocuparte de él enseguida… No quiero decir nada más por la radio.
—Estaré ahí dentro de media hora —respondió Nicole.
Al principio, Benjy se sintió dominado por el abatimiento al ver que su excursión iba a terminar tan pronto. Sin embargo, Ellie convenció a su madre de que ella podía perfectamente quedarse en el bosque con Benjy durante un par de horas más. Al marcharse del prado, Nicole entregó a Ellie el mapa del bosque de Sherwood. En aquel momento, otra nube, más oscura que la anterior, pasó ante el sol artificial de Nuevo Edén.
No había ninguna señal de vida en el apartamento de Katie. Patrick se quedó por unos momentos sin saber qué hacer. ¿Dónde debía buscarla? Ninguno de sus amigos de la universidad vivían en Vegas, así que no sabía realmente por dónde empezar.
Llamó a Max Puckett desde un teléfono público. Max dio a Patrick el nombre, la dirección y un número de teléfono de tres individuos que conocía en Vegas.
—Ninguna de esas personas es de la clase de las que tú querrías invitar a cenar en casa con tus padres, si entiendes lo que quiero decir —indicó Max, con una carcajada—, pero son de buena pasta y probablemente te ayudarán a encontrar a tu hermana.
El único nombre que Patrick reconoció era el de Samantha Porter, cuyo apartamento estaba a sólo unos cien metros de la cabina telefónica. Aunque era ya primera hora de la tarde, Samantha estaba todavía en bata cuando finalmente abrió la puerta.
—Me había parecido que eras tú, al mirar en el monitor —dijo con seductora sonrisa—. Eres Patrick O’Toole, ¿verdad?
Patrick asintió con la cabeza y, lleno de embarazo, movió azoradamente los pies durante un largo silencio.
—Señorita Porter —articuló por fin—. Tengo un problema…
—Eres demasiado joven para tener un problema —le interrumpió Samantha. Rio alegremente—. ¿Por qué no pasas y hablamos de ello?
Patrick se ruborizó.
—No, señora —respondió—, no es esa clase de problema… Es sólo que no puedo encontrar a mi hermana Katie y pensé que usted podría ayudarme.
Samantha, que había empezado a volverse para que Patrick entrase en el apartamento, se volvió otra vez y miró al joven.
—¿Para eso has venido a verme? —exclamó. Meneó la cabeza y se echó a reír de nuevo—. ¡Qué decepción! Creía que habías venido a divertirte un rato. Así podría decirle a todo el mundo, de una vez por todas, si realmente eres un alienígena o no.
Patrick continuó moviéndose nerviosamente en la puerta. Al cabo de unos segundos, Samantha se encogió de hombros.
—Creo que Katie se pasa casi todo el tiempo en el palacio —dijo—. Ve al casino y pregunta por Sherry. Ella sabrá cómo encontrar a tu hermana.
—Sí, sí, señor Kobayashi, entiendo. Wakarimasu —estaba diciendo Nicole al caballero japonés que se hallaba en su despacho—. Me hago cargo de lo que debe usted de estar sintiendo. Puede tener la seguridad de que se hará justicia.
Acompañó al hombre a la sala de espera, donde se reunió con su mujer. La señora Kobayashi tenía los ojos hinchados por el llanto. Su hija Mariko, de dieciséis años, se encontraba en el hospital de Nuevo Edén, sometida a un exhaustivo reconocimiento médico. Había sido brutalmente golpeada, pero su estado no era crítico.
Cuando terminó de hablar con los Kobayashi, Nicole llamó al doctor Turner.
—Hay semen reciente en la vagina de la muchacha —aseguró el médico— y magulladuras en casi cada centímetro cuadrado de su cuerpo. Además, está destrozada emocionalmente… La violación es, decididamente, una posibilidad.
Nicole suspiró. Mariko Kobayashi había señalado a Pedro Martínez, el joven que había actuado con Ellie en la función teatral de la escuela, como el violador. ¿Sería posible? Nicole se movió con su silla a través del despacho y accedió a través de su ordenador a la base de datos de la colonia.
MARTÍNEZ ESCOBAR, PEDRO… nacido el 26 de mayo de 2228, Managua, Nicaragua… madre soltera, María Escobar, doncella, criada, con frecuencia en paro… padre probablemente Ramón Martínez, negro, cargador de muelle de Haití… seis medio hermanos y medio hermanas, todos menores… condenado por venta de kokomo 2241, 2242…violación, 2243… ocho meses en el correccional de Managua… preso modelo… trasladado a Casa de la Alianza en Ciudad de México, 2244… IE 1,86, SC 52.
Nicole leyó dos veces la breve nota del ordenador antes de hacer pasar a Pedro a su despacho. A indicación de Nicole, el muchacho tomó asiento y clavó la vista en el suelo. Un biot Lincoln permaneció durante toda la entrevista en un rincón, registrando cuidadosamente la conversación.
—Pedro —dijo Nicole en voz baja. No hubo respuesta. Ni siquiera levantó la vista del suelo—. Pedro Martínez —repitió ella, con voz más fuerte—, ¿comprendes que se te acusa de haber violado anoche a Mariko Kobayashi? Estoy segura de que no necesito explicarte que se trata de una acusación muy grave… Tienes ahora la oportunidad de responder a su acusación.
Pedro permaneció en silencio.
—En Nuevo Edén —continuó finalmente Nicole— tenemos un sistema judicial que tal vez sea distinto del que tú conociste en Nicaragua. Aquí, los casos criminales no pueden pasar a fase de procesamiento a menos que un juez, después de examinar los hechos, crea que existen razones suficientes para el procesamiento. Por eso es por lo que estoy hablando contigo.
Tras un largo silencio el joven, sin levantar aún la vista, murmuró algo inaudible.
—¿Qué? —preguntó Nicole.
—Ella miente —respondió Pedro, en voz mucho más alta—. No sé por qué, pero Mariko miente.
—¿Quieres darme tu versión de lo sucedido?
—¿Para qué? De todas maneras, nadie va a creerme.
—Escúchame, Pedro. Si, sobre la base de una investigación inicial, mi tribunal llega a la conclusión de que no existen razones suficientes para continuar con la acusación, tu caso puede quedar archivado… Naturalmente, la gravedad de la acusación exige la práctica de una detenida investigación, lo que significa que tendrás que efectuar una declaración completa y responder a algunas preguntas muy delicadas.
Pedro Martínez levantó la cabeza y miró a Nicole con ojos tristes.
—Juez Wakefield —dijo en voz baja—, Mariko y yo tuvimos acceso sexual anoche… Fue idea de ella…, dijo que sería divertido ir al bosque… —El joven calló y volvió a clavar la vista en el suelo.
—¿Habías hecho ya antes el amor con Mariko? —preguntó Nicole al cabo de unos segundos.
—Sólo una vez; hace unos diez días —respondió Pedro.
—Pedro, lo que hicisteis anoche… ¿fue extremadamente físico?
Las lágrimas le desbordaron a Pedro los ojos y le rodaron por las mejillas.
—Yo no le pegué —exclamó apasionadamente—. Yo nunca le habría causado daño…
Mientras hablaba, sonó un ruido extraño a lo lejos, como el restallido de un largo látigo, pero mucho más intenso.
—¿Qué fue eso? —exclamó Nicole.
—Parecía un trueno —respondió Pedro.
El trueno se pudo oír también en el poblado de Hakone, donde Patrick se hallaba sentado en un lujoso salón del palacio de Nakamura, hablando con su hermana Katie. Ésta llevaba un costoso atuendo de seda azul.
Patrick hizo caso omiso del sorprendente ruido. Estaba furioso.
—¿Me estás diciendo que ni siquiera intentarás ir a la fiesta de Benjy de esta noche? ¿Qué le voy a decir a madre?
—Dile lo que quieras —respondió Katie. Sacó un cigarrillo de su pitillera y se lo puso en la boca—. Dile que no has podido encontrarme. —Encendió el cigarrillo con un encendedor de oro y exhaló el humo en dirección a su hermano.
Éste trató de apartarlo con la mano.
—Vamos, hermanito —exclamó Katie, con una carcajada—, no te preocupes, que no te va a matar.
—No inmediatamente —replicó él.
—Mira, Patrick —dijo Katie, al tiempo que se ponía en pie y empezaba a pasear de un lado a otro de la sala—. Benjy es un idiota, un retrasado mental. Nunca hemos tenido mucha relación. Ni siquiera se dará cuenta de que no estoy a menos que alguien se lo diga.
—Te equivocas, Katie. Es más inteligente de lo que crees. Continuamente me pregunta por ti.
—Tonterías, hermanito —replicó Katie—. Me dices eso sólo para hacer que me sienta culpable… Mira, no voy a ir. Quizá me lo pensara si se tratase sólo de ti y Benjy y Ellie, aunque ésta se ha vuelto insoportable desde su «maravilloso» discurso. Pero ya sabes lo que es para mí estar cerca de madre. La tengo siempre encima.
—Está preocupada por ti, Katie.
Katie rio nerviosamente y dio una larga chupada para terminar el cigarrillo.
—Que te lo has creído, Patrick… Lo único que realmente le preocupa es que ponga a la familia en una situación embarazosa.
Patrick se puso en pie para marcharse.
—No hace falta que te vayas ya —dijo Katie—. ¿Por qué no te quedas un rato? Me vestiré y podemos bajar al casino… ¿Recuerdas cuánto solíamos divertirnos juntos?
Katie echó a andar hacia el dormitorio.
—¿Consumes drogas? —preguntó de pronto Patrick.
Ella se detuvo y clavó la vista en su hermano.
—¿Quién quiere saberlo? —exclamó Katie, con tono desafiante—. ¿Tú o la señora cosmonauta doctora gobernadora juez Nicole des Jardins Wakefield?
—Yo quiero saberlo —respondió en voz baja Patrick.
Katie cruzó la estancia y le puso a Patrick las manos en las mejillas.
—Soy tu hermana y te quiero —dijo—. Ninguna otra cosa importa realmente.
Los negros nubarrones se habían congregado sobre las pequeñas y onduladas colinas del bosque de Sherwood. Soplaba el viento por entre los árboles, alborotando los cabellos de Ellie. Brilló un relámpago y casi inmediatamente retumbó un trueno.
Benjy retrocedió y Ellie lo atrajo hacia sí.
—Según el mapa —indicó—, estamos a sólo un kilómetro, aproximadamente, del borde del bosque.
—¿Cómo de lejos es eso? —preguntó Benjy.
—Si andamos de prisa —gritó Ellie para hacerse oír por encima del ruido del viento—, podemos salir dentro de unos diez minutos. —Cogió de la mano a Benjy y estiró de él al tiempo que avanzaba por el camino.
Un instante después, un rayo alcanzó uno de los árboles que tenían al lado y una gruesa rama cayó sobre el sendero. La rama golpeó a Benjy en la espalda y lo derribó. Casi todo su cuerpo quedó sobre el sendero, pero la cabeza cayó encima de las plantas y la hiedra existentes en la base de los árboles del bosque. El fragor del trueno le ensordeció.
Permaneció tendido unos segundos en el suelo del bosque, tratando de comprender qué le había pasado. Finalmente, se puso en pie con esfuerzo.
—Ellie —exclamó, al ver la postrada forma de su hermana al otro lado del sendero. Tenía los ojos cerrados—. ¡Ellie! —gritó ahora Benjy, medio caminando y medio arrastrándose hacia su lado. La agarró de los hombros y la sacudió ligeramente. Sus ojos continuaron cerrados. El bulto que tenía en la frente, encima y al lado del ojo derecho, era ya del tamaño de una naranja grande—. ¿Qué voy a hacer? —exclamó Benjy en voz alta. Casi en el mismo momento percibió el olor a quemado y levantó la vista hacia los árboles. Vio cómo el fuego saltaba de rama en rama, impulsado por el viento. Hubo otro rayo, se oyeron más truenos. Ante sí, a lo largo del camino en la dirección que Ellie y él habían estado siguiendo, Benjy vio que un gran incendio avanzaba por los árboles a ambos lados del sendero. Empezó a invadirle el pánico.
Sostuvo a su hermana entre los brazos y le dio unas palmaditas en la cara.
—Ellie —dijo—, despierta, por favor.
Ella no se movió. El fuego se extendía rápidamente a su alrededor. Pronto, toda aquella parte del bosque se convertiría en un infierno.
Benjy estaba aterrorizado. Trató de levantar a Ellie, pero tropezó y cayó al intentarlo.
—No, no, no —gritó al tiempo que, poniéndose nuevamente en pie, se agachaba para echarse a Ellie sobre el hombro. El humo se iba haciendo cada vez más denso, Benjy avanzó lentamente por el sendero, con Ellie a cuestas.
Estaba exhausto cuando llegó al prado. Depositó nuevamente a Ellie sobre una de las mesas de cemento y se sentó en un banco. El fuego ardía incontroladamente en el extremo norte del prado «¿Qué hago ahora? —pensó. Sus ojos se posaron en el mapa que asomaba del bolsillo de la camisa de Ellie—. Eso puede ayudarme». Cogió el mapa y lo miró. Al principio, no pudo entender nada y de nuevo empezó a sentirse dominado por el pánico.
«Tranquilo, Benjy —oyó decir a su madre con voz suave—. Es un poco difícil, pero puedes hacerlo. Los mapas son muy importantes, Nos dicen a dónde debemos ir… Lo primero que hay que hacer siempre es orientar el mapa para poder leer lo que tiene escrito. Mira. Eso es. Generalmente, la dirección hacia arriba se llama norte. Éste es un mapa del bosque de Sherwood…»
Benjy dio vueltas al mapa entre sus manos hasta que las letras quedaron derechas. Continuaban los truenos y los relámpagos. Un repentino cambio en la dirección del viento le introdujo humo en los pulmones y tosió. Trató de leer las palabras que figuraban en el mapa.
Oyó de nuevo la voz de su madre. «Si no reconoces la palabra al principio, entonces toma cada letra y pronúnciala, muy despacio. Luego, vete haciendo que los sonidos se junten hasta formar una palabra que puedas entender».
Benjy miró a Ellie, tendida en la mesa.
—Despierta, oh, por favor, despierta, Ellie —dijo—. Necesito tu ayuda.
Ella continuó inmóvil.
Se inclinó sobre el mapa y pugnó por concentrarse. Con trabajosa lentitud, Benjy fue pronunciando todas las letras una y otra vez, hasta convencerse de que la mancha verde del mapa era el prado en que se encontraba. «Las líneas blancas son los senderos —se dijo—. Hay tres líneas blancas que penetran en la mancha verde».
Benjy levantó la vista del mapa, contó los tres senderos que salían del prado y sintió crecer su confianza en sí mismo. Pero instantes después, una ráfaga de viento llevó hasta el prado una nube de pavesas que prendieron en los árboles del lado sur. Benjy se movió con rapidez.
—Debo irme —dijo, al tiempo que volvía a echarse a Ellie a la espalda.
Sabía ahora que el incendio principal estaba en la parte norte del mapa, hacia el pueblo de Hakone. Benjy volvió a mirar el papel que tenía en la mano «O sea que debo quedarme en las líneas blancas de la parte de abajo», pensó.
El joven avanzó por el sendero mientras otro árbol se incendiaba a gran altura sobre su cabeza. Llevaba a su hermana sobre el hombro y sujetaba en la mano derecha el mapa salvador. Benjy se detenía cada diez pasos a mirar el mapa, verificando cada vez que continuaba en la dirección correcta. Cuando finalmente llegó a una bifurcación de caminos, Benjy depositó con cuidado a Ellie en el suelo y siguió con el dedo las líneas blancas del mapa. Al cabo de un minuto, sus labios se distendieron en una amplia sonrisa, cogió de nuevo a su hermana y echó a andar por el sendero que llevaba al pueblo de Positano. Fulguró una vez más el rayo, retumbó el trueno y un violento aguacero empezó a caer sobre el bosque de Sherwood.