—Madre, padre, despertad. Quiero hablar con vosotros.
Nicole había estado soñando. Caminaba por el bosque que se extendía detrás de la villa familiar en Beauvois. Era primavera y las flores se encontraban en todo su esplendor.
Tardó unos segundos en darse cuenta de que Simone estaba sentada en su cama.
Richard alargó el brazo y besó a su hija en la frente.
—¿Qué ocurre, querida? —preguntó.
—Tío Michael y yo estábamos rezando nuestras oraciones esta mañana y me he dado cuenta de que estaba preocupado. —Los serenos ojos de Simone se pasearon lentamente de uno a otro—. Me ha contado todo sobre vuestra conversación de ayer con El Águila.
Nicole se incorporó rápidamente, mientras Simone continuaba:
—He tenido ya más de una hora para pensar detenidamente en todo. Sé que sólo soy una niña de trece años, pero creo que tengo una solución a este problema de… distribución, que hará feliz a toda la familia.
—Mi querida Simone —respondió Nicole, alargando los brazos hacia su hija—, no es responsabilidad tuya resolver…
—No, madre —le interrumpió suavemente Simone—. Escúchame, por favor. Mi solución entraña algo que ninguno de los adultos consideraría siquiera en ningún momento. Sólo podría proceder de mí. Y, evidentemente, es el mejor plan para todos los afectados.
Richard había fruncido el ceño.
—¿De qué estás hablando? —preguntó.
Simone hizo una profunda inspiración.
—Quiero quedarme en El Nódulo con tío Michael. Me convertiré en su esposa y los dos seremos la «pareja reproductora» de El Águila. No es necesario que se quede nadie más, pero a Michael y a mí nos encantaría conservar a Benjy con nosotros.
—¿Quée? —gritó Richard. Estaba atónito—. ¡Tío Michael tiene setenta y dos años! Tú no has cumplido aún los catorce. Es absurdo, ridículo… —Quedó súbitamente en silencio.
La madura joven que era su hija sonrió.
—¿Más absurdo que El Águila? —replicó—. ¿Más ridículo que el hecho de que hemos recorrido una distancia de ocho años luz desde la Tierra para acudir a una cita con un gigantesco triángulo inteligente que ahora va a enviar en dirección opuesta a algunos de nosotros?
Nicole miró a Simone con respeto y admiración. No dijo nada, pero alargó las manos y abrazó con fuerza a su hija. Había lágrimas en los ojos de Nicole.
—No te preocupes, madre —le dijo Simone cuando finalizó el abrazo—. Cuando te repongas de la sorpresa inicial, comprenderás que lo que estoy proponiendo es, con mucho, la mejor solución. Si tú y padre hacéis juntos el viaje de regreso, como creo que debéis hacer, entonces o Katie o Ellie o yo debemos quedarnos en El Nódulo para aparearnos con Patrick o Benjy o tío Michael. La única combinación genéticamente válida es o Katie o yo con tío Michael. He examinado todas las posibilidades. Michael y yo estamos muy unidos. Tenemos la misma religión. Si nosotros nos quedamos y nos casamos, entonces cada uno de los demás niños tiene libertad para elegir. Pueden quedarse aquí, con nosotros, o regresar al sistema solar contigo y con papá.
Simone apoyó la mano en el antebrazo de su padre.
—Papá, sé que, en muchos aspectos, esto será más duro para ti que para madre. Aún no le he mencionado mi idea a tío Michael. Ciertamente, él no la sugirió. Si tú y madre no me apoyáis, no puede resultar. Este matrimonio ya será suficientemente difícil para Michael aunque vosotros no os opongáis.
Richard meneó la cabeza.
—Eres asombrosa, Simone. —La abrazó—. Déjanos algún tiempo para pensarlo. Prométeme que no dirás ni una palabra de esto hasta que tu madre y yo hayamos tenido oportunidad de hablar.
—Lo prometo —aseguró Simone—. Muchas gracias. Os quiero —añadió desde la puerta del dormitorio.
Se volvió y caminó por el iluminado corredor. Los largos cabellos negros le llegaban casi hasta la cintura. «Te has hecho una mujer —pensó Nicole, mientras contemplaba los gráciles andares de Simone—. Y no sólo físicamente. Eres mucho más madura de lo que sería propio por tu edad». Nicole imaginó a Michael y Simone como marido y mujer y se sintió sorprendida al no encontrar ningún reparo a ello. «Teniendo todo en cuenta —se dijo a sí misma Nicole, comprendiendo que, después de sus protestas, Michael O’Toole sería muy feliz—, puede que tu idea sea la opción menos insatisfactoria en nuestra difícil situación».
Simone no flaqueó en su decisión ni aun cuando Michael manifestó su firme oposición a lo que él llamaba su «ofrecido martirio».
Le explicó pacientemente que su matrimonio con él era el único posible, ya que, según opinión general, Katie y él eran personalidades incompatibles y, de todos modos, Katie no era todavía más que una niña, a la que aún faltaban un año o dieciocho meses para llegar a su madurez sexual. ¿Prefería que se casara con uno de sus medio hermanos y cometiera incesto? «No, no», respondió él.
Michael asintió al ver que no había otras opciones viables y que ni Richard ni Nicole oponían grandes objeciones al matrimonio. Richard, desde luego, formuló su aprobación con la expresión «en estas circunstancias», pero Michael se daba cuenta de que el padre de Simone había aceptado por lo menos parcialmente la idea de que su hija de trece años se casara con un hombre lo bastante viejo como para ser su abuelo.
Al cabo de una semana, se había decidido, con la participación de los niños, que Katie, Patrick y la pequeña Ellie realizaran con Richard y Nicole el viaje de regreso en Rama. Patrick se sentía reacio a separarse de su padre. Pero Michael O’Toole convino benévolamente en que su hijo de seis años tendría probablemente una «vida más interesante y satisfactoria» si permanecía con el resto de la familia. Eso dejaba solamente a Benjy. Al adorable chiquillo, cronológicamente de ocho años, pero con una edad mental equivalente a tres, se le dijo que sería bien recibido tanto en Rama como en El Nódulo. Él apenas si podía entender lo que le iba a suceder a la familia y, ciertamente, no estaba preparado para tomar una decisión tan trascendental. La decisión le asustaba y le aturdía; se sentía totalmente confuso y cayó en una profunda depresión. Como consecuencia de ello, la familia aplazó la discusión del destino de Benjy hasta una época indeterminada del futuro.
—Estaremos fuera un día y medio, quizá dos —dijo El Águila a Michael y los niños—. Rama está siendo reacondicionada en unas instalaciones situadas a unos diez mil kilómetros de aquí.
—Pero yo quiero ir también —exclamó Katie, malhumoradamente—. Yo también tengo varias buenas ideas para el módulo terrestre.
—Participarás en fases posteriores del proceso —le aseguró Richard—. Tendremos un centro de diseño aquí mismo, en la sala de conferencias.
Finalmente, Richard y Nicole terminaron sus despedidas y se reunieron con El Águila en el vestíbulo. Se pusieron sus trajes especiales y penetraron en el área común del sector. Nicole se dio cuenta de que Richard estaba excitado.
—Te encanta la aventura, ¿verdad, querido? —dijo.
Él afirmó con la cabeza.
—Creo que fue Goethe el que dijo que todo ser humano puede ser dividido en cuatro componentes: amor, aventura, poder y fama. Nuestra personalidad resulta moldeada según la cantidad de cada componente que busquemos. Para mí, la aventura ha ocupado siempre el primer lugar.
Nicole estaba pensativa cuando entraron con El Águila en un coche que les estaba esperando. Se cerró la tapa sobre ellos y no pudieron ver nada durante todo el trayecto hasta el centro de transporte. «También para mí es muy importante la aventura —pensó Nicole—, y de joven la fama era mi máximo objetivo. —Sonrió para sus adentros—. Pero ahora lo es sin duda alguna el amor… Seríamos aburridos si no cambiáramos nunca».
Viajaron en una lanzadera idéntica a la que originariamente les había llevado a El Nódulo. El Águila iba sentado delante y Richard y Nicole en la parte posterior.
Detrás de ellos, la vista de los módulos esféricos, los corredores de transporte y todo el triángulo iluminado resultaba absolutamente sensacional.
Se desplazaban en dirección hacia Sirio, el elemento dominante en el espacio que rodeaba a El Nódulo. La grande y joven estrella blanca relucía a lo lejos, con un tamaño aparente aproximadamente igual al de su sol nativo visto desde el cinturón de asteroides.
—¿Cómo eligieron este emplazamiento para El Nódulo? —preguntó Richard a El Águila cuando llevaban una hora de viaje.
—¿Qué quiere decir?
—¿Por qué aquí, por qué en el sistema de Sirio, en vez de en algún otro lugar?
El Águila rio.
—Esta ubicación es sólo temporal —respondió—. Volveremos a desplazarnos en cuanto se marche Rama.
Richard se mostró desconcertado.
—¿Quiere decir que El Nódulo entero se mueve? —Se volvió y miró en dirección al triángulo que brillaba débilmente en la distancia—. ¿Dónde está el sistema de propulsión?
—Hay posibilidades de propulsión en cada uno de los módulos, pero sólo se utilizan en caso de emergencia. El transporte entre emplazamientos temporales se realiza por medio de lo que ustedes llamarían remolcadores; se sujetan a unas aberturas existentes en los costados de las esferas y proporcionan virtualmente toda la velocidad de cambio de trayectoria.
Nicole pensó en Michael y Simone y se sintió preocupada.
—¿Adónde irá El Nódulo? —preguntó.
—Probablemente no está determinado con exactitud aún —respondió vagamente El Águila—. De todos modos, es siempre una función estocástica que depende de cómo se desarrollen las diferentes actividades. —Tras un largo silencio, continuó—: Cuando finaliza nuestro trabajo en un lugar concreto, la configuración entera, Nódulo, Hangar y Apeadero, es trasladada a otra región de interés.
Richard y Nicole se miraron en silencio en el asiento trasero. Les costaba aprehender toda la magnitud de lo que El Águila les estaba diciendo. ¡El Nódulo entero se movía! Resultaba difícil de creer. Richard decidió cambiar de tema.
—¿Cuál es su definición de una especie viajera del espacio? —preguntó a El Águila.
—Una que, bien por sí misma, bien a través de sus enviados robots, se ha aventurado fuera de la atmósfera sensible de su planeta natal. Si su propio planeta no tiene atmósfera, o si la especie no tiene planeta natal, la definición es más complicada.
—¿Quiere decir que hay criaturas inteligentes que han evolucionado en un vacío? ¿Cómo puede ser eso posible?
—Es usted un chauvinista atmosférico —replicó El Águila—. Como todas las criaturas, limita a entornos similares al suyo las formas en que la vida podría expresarse.
—¿Cuántas especies viajeras por el espacio hay en nuestra galaxia? —preguntó Richard un poco después.
—Ése es uno de los objetivos de nuestro proyecto, responder con exactitud a esa pregunta. Recuerde que hay más de cien mil millones de estrellas en la Vía Láctea. Un poco más de la cuarta parte de ellas están rodeadas de sistemas planetarios. Si solamente una de cada millón de estrellas con planetas albergase una especie viajera del espacio, todavía habría veinticinco mil de estas especies solamente en nuestra galaxia.
El Águila se volvió y miró a Richard y Nicole.
—El número estimado de viajeros de la galaxia, así como su densidad en cualquier zona concreta, es información de nivel tres. Pero puedo decirles una cosa. Hay zonas en la galaxia en las que el número de viajeros espaciales alcanza una media superior a uno por cada mil estrellas.
Richard lanzó un silbido.
—Es asombroso —dijo excitadamente a Nicole—. Eso significa que el milagro evolutivo local que nos produjo a nosotros constituye un paradigma común en el universo. Somos únicos, desde luego, pues en ningún otro lugar se habría repetido exactamente el proceso que nos produjo. Pero la característica verdaderamente especial de nuestra especie, nuestra capacidad para modelar nuestro mundo, comprenderlo y comprender también dónde encajamos nosotros en su proyecto global…, ¡esa capacidad deben de poseerla miles de criaturas! Pues, sin ella, no habrían podido convertirse en viajeras del espacio.
Nicole estaba anonadada. Recordó un momento similar, años antes, cuando ella estaba con Richard en la sala de fotografías de la madriguera de los aracnopulpos en el interior de Rama, en que había pugnado por abarcar la inmensidad del universo en términos de contenido total de información. Comprendió ahora de nuevo que todo el conjunto de conocimientos existentes en el ámbito humano, todo lo que cualquier miembro de la especie humana ha aprendido o experimentado jamás, no era más que un grano de arena en la vasta playa que representaba cuanto habían conocido todas las criaturas sensitivas del universo.