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La fiesta de reunión fue un éxito. Benjy abrazó a su amada Simone en cuanto ésta entró en el apartamento. Antes de que hubiera transcurrido un minuto, Katie tenía a Patrick inmovilizado contra el suelo.

—Mira —dijo—, todavía puedo vencerte.

—Pero no por mucho —replicó Patrick—. Me estoy haciendo más fuerte. Más vale que te andes con ojo.

Nicole abrazó a Richard y a Michael antes de que la pequeña Ellie corriera hasta ella y saltara a sus brazos. Era de noche, dos horas después de la cena en el reloj de veinticuatro horas utilizado por la familia, y Ellie estaba a punto de acostarse cuando llegaron su madre y sus hermanas. La niña regresó a su habitación después de demostrar orgullosamente a Nicole que ya sabía leer «gato», «perro» y «niño».

Los adultos dejaron que Patrick siguiera levantado hasta que quedó exhausto. Michael le llevó a la cama y Nicole le arropó.

—Me alegro de que hayas vuelto, mamá —dijo—. Te he echado mucho de menos.

—Yo también a ti —respondió Nicole—. No creo que vuelva a estar fuera tanto tiempo otra vez.

—Espero que no —dijo el niño, de seis años—. Me gusta tenerte aquí.

Para la una de la mañana, todos menos Nicole estaban dormidos. Nicole no se sentía cansada. Después de todo, acababa de pasarse cinco semanas durmiendo. Tras permanecer tendida en la cama junto a Richard durante treinta minutos sin poder conciliar el sueño, decidió dar un paseo.

Aunque el apartamento propiamente dicho no tenía ventanas, el pequeño pórtico situado ante el vestíbulo de entrada tenía una ventana exterior que ofrecía una impresionante vista de los otros dos vértices de El Nódulo. Nicole entró en el pórtico, se puso el traje espacial y se situó ante la puerta exterior. No se abrió. Sonrió para sus adentros. «Quizá tenga razón Katie. Quizá no somos aquí más que unos prisioneros». Ya desde el principio había quedado claro que la puerta quedaba cerrada intermitentemente: el Águila había explicado que era «necesario» impedirles ver cosas que «no podían entender».

Nicole miró por la ventana. En aquel momento, un vehículo lanzadera, de forma similar a la del que trece meses antes les había llevado a ellos a El Nódulo, se estaba aproximando al centro de transporte del Módulo de Alojamiento. «¿Qué clase de maravillosas criaturas contienes? —pensó Nicole—. ¿Y están tan asombrados como nosotros la primera vez que vinimos?».

Nicole nunca olvidaría aquellas primeras vistas de El Nódulo. Tras salir de El Apeadero, toda la familia pensaba que llegarían a su siguiente destino al cabo de unas horas. Se equivocaban. Su separación de la iluminada nave Rama había ido aumentando lentamente hasta que, seis horas después, no podían ya verla en absoluto, allá a su izquierda. Detrás de ellos, las luces de El Apeadero se iban debilitando. Estaban todos cansados. Finalmente, la familia entera se había quedado dormida. Fue Katie quien les despertó.

—Ya veo a dónde vamos —gritó excitadamente y con tono triunfal. Señaló por la ventanilla delantera de la nave, un poco a la derecha, donde una luz intensa iba aumentando paulativamente de tamaño y dividiéndose en tres.

Durante las cuatro horas siguientes la imagen de El Nódulo fue creciendo y creciendo sin cesar. Desde aquella distancia, constituía un espectáculo impresionante, un triángulo equilátero con tres relucientes esferas transparentes en sus vértices. ¡Y qué dimensiones! Ni siquiera su experiencia en Rama les había preparado para la grandiosidad de aquella increíble creación de ingeniería. Cada uno de los tres lados, en realidad largos corredores de transporte que comunicaban entre sí los tres módulos esféricos, tenía más de ciento cincuenta kilómetros de longitud. Las esferas de cada vértice medían veinticinco kilómetros de diámetro. Aun desde gran distancia, los humanos podían percibir actividad en muchos de los distintos niveles existentes en el interior de los módulos.

—¿Qué va a pasar ahora? —preguntó ansiosamente Patrick a Nicole, cuando la lanzadera modificó su rumbo y empezó a dirigirse hacia uno de los vértices del triángulo.

Nicole cogió en brazos a Patrick.

—No lo sé, cariño —dijo suavemente a su hijo—. Tenemos que esperar a ver.

Benjy estaba completamente atemorizado. Permaneció horas enteras contemplando el gran triángulo iluminado en el espacio. Simone se situó varias veces a su lado, cogiéndole de la mano. Cuando la lanzadera realizó su aproximación final a una de las esferas, sintió que se tensaban los músculos del niño.

—No te preocupes, Benjy —dijo tranquilizadoramente Nicole—, todo irá bien.

La lanzadera penetró en un angosto corredor abierto en la esfera y atracó luego en una dársena situada en el borde del centro de transporte. La familia abandonó cautelosamente la nave, llevándose las bolsas y el ordenador de Richard. Luego, la lanzadera volvió a partir inmediatamente, inquietando incluso a los adultos con su rápida desaparición. Antes de que transcurriera un minuto, oyeron la primera voz desencarnada.

—Bien venidos —dijo con tono desprovisto de toda modulación—. Han llegado al Módulo de Alojamiento. Caminen en línea recta hacia delante y deténganse al llegar a la pared gris.

—¿De dónde viene esa voz? —preguntó Katie, y en sus palabras vibraba el temor que todos ellos sentían.

—De todas partes —respondió Richard—. Está encima de nosotros, alrededor de nosotros, incluso debajo de nosotros.

Escrutaron todos las paredes y el techo.

—Pero ¿cómo sabe inglés? —preguntó Simone—. ¿Hay otras personas aquí?

Richard rio nerviosamente.

—No es probable —respondió—. Seguramente, este lugar ha estado de alguna manera en contacto con Rama y tiene algún algoritmo maestro para idiomas. Me pregunto si…

—Avancen, por favor —interrumpió la voz—. Están ustedes en un complejo de transporte. El vehículo que les llevará a su sección del módulo está esperando en un nivel inferior.

Tardaron varios minutos en llegar hasta la pared gris. Los niños nunca habían estado en un medio de ingravidez ilimitada. Katie y Patrick se pusieron a saltar en el andén, dando brincos y volteretas. Viendo su jolgorio, Benjy trató de imitar sus cabriolas. Infortunadamente, no sabía cómo utilizar el techo y las paredes para volver al andén. Para cuando Simone le rescató, se encontraba totalmente desorientado.

Cuando todos los miembros de la familia y sus equipajes quedaron adecuadamente situados ante la pared, se abrió una amplia puerta y entraron en un recinto de pequeñas dimensiones. Sobre un banco se hallaban ordenadamente dispuestos ceñidos trajes, cascos y zapatillas.

—El centro de transporte y la mayoría de las áreas comunes de El Nódulo —dijo la voz, con su tono monótono— no tienen la atmósfera adecuada para su especie. Necesitarán llevar estas ropas siempre que no estén en el interior de su apartamento.

Cuando se hubieron vestido, se abrió una puerta existente en el lado opuesto del recinto y entraron en el vestíbulo principal del centro de transporte del Módulo de Alojamiento. La estación era idéntica a la que más tarde encontrarían en el Módulo de Ingeniería. Nicole y su familia descendieron dos niveles, tal como había ordenado la voz, y caminaron luego alrededor de la periferia circular hasta el lugar en que estaba esperando su «autobús». El cerrado vehículo era cómodo y estaba bien iluminado, pero no pudieron ver nada del exterior durante la hora y media que permanecieron circulando por un dédalo de pasadizos. Finalmente, el autobús se detuvo y se abrió su parte superior.

—Tomen el corredor de su izquierda —les indicó otra voz similar tan pronto como se encontraron los ocho sobre el metálico suelo—. El corredor se divide en dos pasillos al cabo de cuatrocientos metros. Tomen el pasillo de su derecha y deténganse ante la tercera señal cuadrada de la izquierda. Ésa es la puerta de su apartamento.

Patrick echó a andar rápidamente por uno de los corredores.

—Ése no es el corredor indicado —anunció la voz, con tono carente de inflexiones—. Vuelvan al andén y tomen el siguiente corredor a la izquierda.

No había nada que ver en el camino desde el andén hasta su apartamento. A lo largo de los meses siguientes recorrerían muchas veces aquel camino, bien para ir a la sala de ejercicios, bien para, ocasionalmente, someterse a pruebas en el Módulo de Ingeniería, y nunca verían nada más que paredes y techos y las cuadradas señales indicadoras que acabarían reconociendo como puertas. Evidentemente, el lugar se hallaba sujeto a cuidadosa observación. Desde el primer momento, tanto Nicole como Richard tuvieron la seguridad de que algunos, quizá muchos, de los apartamentos de su área se hallaban ocupados por alguien o algo, pero nunca vieron a ninguno de los Otros en los corredores.

Tras encontrar la puerta de su apartamento y entrar en él, Nicole y su familia se quitaron las ropas especiales en el pórtico y las guardaron en los armarios instalados con esa finalidad. Los niños se turnaban para contemplar por la ventana los otros dos módulos esféricos mientras esperaban a que se abriesen las puertas interiores.

Minutos después, vieron por primera vez el interior de su nuevo hogar.

Quedaron anonadados. En comparación con las condiciones relativamente primitivas en que habían vivido en Rama, el apartamento de El Nódulo era un paraíso. Cada uno de los niños tenía su propia habitación. Michael disponía de una suite en un extremo de la unidad; el dormitorio de Richard y Nicole, con una cama de gran tamaño, se hallaba en el extremo opuesto del apartamento, junto al vestíbulo de la entrada. Había cuatro cuartos de baño en total, más una cocina, un comedor e, incluso, un cuarto de juegos para los niños. Los muebles de cada habitación eran sorprendentemente adecuados y estaban diseñados con gusto. El apartamento contenía cuatrocientos metros cuadrados de espacio útil.

Hasta los adultos estaban atónitos.

—¿Cómo diablos han podido hacer esto? —preguntó Nicole a Richard aquella primera noche, cuando los alborozados niños no podían oírles.

Richard paseó una aturdida mirada a su alrededor.

—Sólo puedo conjeturar —respondió— que todos nuestros actos en Rama han estado siendo observados y teletransmitidos aquí, a El Nódulo. Deben de haber tenido también acceso a nuestras bases de datos y de ese conjunto de informaciones han extraído la forma en que vivimos. —Richard sonrió—. Y, naturalmente, incluso desde aquí, si tienen receptores sensibles, podrían estar captando señales de televisión de la Tierra. ¿No resulta embarazoso pensar que estamos representados por tan…?

—Bien venidos —interrumpió otra voz idéntica los pensamientos de Richard. De nuevo el sonido parecía proceder de todas las direcciones—. Esperamos que todo sea satisfactorio en su apartamento. Si no lo es, les rogamos que nos lo digan. Nos es imposible responder a todo lo que todos ustedes digan en todo momento. Por consiguiente, se ha establecido un sencillo régimen de comunicación. En la repisa de su cocina hay un botón blanco. Nosotros supondremos que todo lo que un individuo diga después de pulsar el botón blanco está dirigido a nosotros. Cuando hayan terminado su comunicación, vuelvan a pulsar el botón blanco. De ese modo…

—Yo tengo una pregunta —exclamó Katie. Corrió a la cocina para pulsar el botón—. ¿Quiénes son ustedes?

Una pequeñísima pausa de quizás un segundo precedió a la respuesta.

—Nosotros somos la inteligencia colectiva que gobierna El Nódulo. Estamos aquí para ayudarles, para hacerles sentirse cómodos y para suministrarles todos los elementos esenciales para la vida. Y también, de vez en cuando, les pediremos que realicen ciertas tareas que nos ayuden a conocerles mejor…

Nicole no podía ver ya la lanzadera que había estado observando desde la ventana. De hecho, había estado tan profundamente sumergida en los recuerdos de su llegada a El Nódulo que se había olvidado temporalmente de los recién llegados. Ahora, al retomar al presente, se representó mentalmente una congregación de extrañas criaturas desembarcando en un andén y sorprendiéndose al oír una voz dirigirse a ellas en su lengua nativa. «La experiencia de la admiración debe ser universal —pensó—, propia de todas las combinaciones químicas conscientes».

Levantó los ojos del terreno próximo y los fijó en el Módulo de Administración, a lo lejos. «¿Qué sucede allí? —se preguntó Nicole—. Desventuradas criaturas, nosotros nos movemos de un lado a otro entre Alojamiento e Ingeniería. Todas nuestras actividades parecen estar organizadas de un modo lógico. Pero ¿por quién? ¿Y para qué? ¿Por qué ha traído alguien a todos estos seres a este mundo artificial?».

Nicole carecía de respuesta para aquellas infinitas preguntas. Como de costumbre, le hacían sentirse intensamente consciente de su propia insignificancia. Su impulso inmediato fue volver a entrar y abrazar a uno de sus hijos. Se echó a reír de sí misma. «Ambas imágenes son auténticas indicaciones de nuestra posición en el cosmos —pensó—. Somos desesperadamente importantes para nuestros hijos y, a la vez, absolutamente nada en el gran designio de las cosas. Se necesita una enorme sabiduría para comprender que no existe contradicción entre ambos puntos de vista».