5 de abril de 2007, 14.15 horas
Jack se encogió al sentir un pinchazo de dolor en la rodilla recién operada. Mientras cogía el vaso de agua de la mesilla de noche había olvidado dónde estaba. El dolor general de fondo no había desaparecido, pero el bendito calmante lo había reducido hasta el punto de que Jack podía no hacerle caso. Le habían puesto una cánula intravenosa que le permitía controlar la cantidad de calmante que tomaba. De esta manera, estaba seguro de administrarse menos, que era su objetivo. Sabía que todos los calmantes fuertes tenían un coste que se pagaba más adelante, aunque fuese con algo tan sencillo como un resfriado.
A partir del mediodía, Jack había estado muy ocupado, o sea que había estado mirando la televisión y hojeando revistas al mismo tiempo. Llevaba material de lectura más serio, pero sospechaba que no podría leer hasta el día siguiente o el otro, o quizá nunca. Prefería relajarse ahora que había pasado la gran tensión. La intervención ya era historia, y el doctor Anderson había aparecido alrededor de las once para informarle de que todo había ido como una seda. Solo había un problema: Laurie había dicho que iría sobre el mediodía y hasta el momento ni había aparecido ni había llamado.
A la una, Jack había llamado a la OCME, al suponer que se había retrasado, quizá retenida por un número mayor de autopsias de las que hacía habitualmente. Pero se enteró de que el día había sido normal. Riva le había dicho que Laurie había estado en su despacho alrededor de las siete pero que nadie la había visto desde entonces. Al creer que podría haberse ido a casa, llamó allí, y al no tener respuesta había dejado un mensaje para que ella lo llamara. Sin más ideas de adónde debía de haber ido, Jack no podía hacer otra cosa más que esperar. Ahora que eran las dos pasadas, comenzó a preocuparse de verdad.
Jack bebió un par de sorbos de agua; se disponía a volver a la lectura de las revistas y a mirar la tele cuando entró Lou Soldano. Se mostró muy atento cuando vio el artilugio al que estaba sujeta la pierna operada de Jack con cintas de velcro. El aparato flexionaba y extendía la rodilla, algo que el teniente supuso que debía de provocar un dolor constante. Después de asegurar al detective que no le molestaba, Jack le preguntó si había visto o tenía noticias de Laurie.
—Por eso estoy aquí —manifestó Lou con voz grave. Acercó una silla.
—Creo que es mejor que me digas qué está pasando.
—Esta mañana hubo un extraño tiroteo mientras tú estabas bajo la cuchilla. Ocurrió debajo mismo de tu ventana. La víctima es un hombre del que sabemos muy poco porque llevaba una identificación falsa.
Jack asintió. No se le ocurría de qué modo Laurie podía estar relacionada con aquello.
—Como sabes, los neoyorquinos son tíos bastante duros, y cuando se produjo el tiroteo no fueron muchos los que se detuvieron, aunque aparecen más testigos a medida que transcurre el día. De aquellos que se detuvieron, no hemos conseguido información consistente. Pero lo que parece seguro es que el individuo perseguía a una mujer que acababa de salir por la parte de atrás del hospital.
—¿La mujer disparó al tipo?
—No, no fue la mujer, sino un hombre que saltó de una furgoneta seguido por otros tres. Ese tipo disparó al hombre que iba a matar a la mujer, al menos eso dicen un par de testigos, y para corroborarlo, la víctima llevaba una pistola de calibre nueve milímetros con silenciador envuelta en una toalla.
—¿La víctima ha muerto?
—No. Se encuentra en estado crítico.
—¿Has podido hablar con él?
—No. Lo están interviniendo de urgencia cerca de aquí, en el Beth Israel.
—¿Qué hay de la mujer? ¿La has interrogado?
—De nuevo, no. A la mujer se la llevaron en una furgoneta blanca los cuatro hombres, que se hicieron pasar por policías de paisano. Como te he dicho, es un caso muy extraño.
—¿Cómo relacionas todo esto con Laurie? —preguntó Jack, aunque no estaba muy seguro de querer saberlo.
—Las descripciones de la mujer, aunque no son muy exactas, podrían corresponder a Laurie, algunas más que otras.
Jack miró a Soldano. Su mente, un tanto obnubilada por la anestesia, intentaba asimilar la información que le estaba dando Lou. No le gustaba lo que escuchaba pero quería mantener la esperanza.
—A ver si lo he entendido bien —dijo—. ¿No puedes relacionar con seguridad a la mujer supuestamente secuestrada con Laurie?
—Con seguridad, no —confirmó Lou—, solo la coincidencia en las descripciones. Eso y el hecho de que nadie sabe dónde está Laurie en este momento. Me refiero a que nadie en el trabajo, y desde luego tú tampoco.
—¡Dios bendito! —murmuró Jack—, y yo convertido en un inválido con una rodilla inútil.
Lou se levantó y dejó la silla en su lugar. Se acercó a la cama, donde la máquina flexionaba y extendía continuamente la rodilla con un sonido chirriante. Apretó el brazo de Jack.
—Solo quiero que sepas que tengo a un montón de personas, y me incluyo entre ellas, trabajando en esto a jornada completa. Hemos detenido diversas furgonetas blancas que circulan por la ciudad.
Jack asintió. Aunque la rodilla no le molestaba, en aquel momento estaba dominado por el miedo.