Capítulo 27

Abro los ojos y me echo a llorar. Los sollozos me sacuden todo el cuerpo. Estoy en la cama de Rhys, en un rincón; han debido de trasladarme. Han instalado una mampara, lo que me da algo de intimidad. Rhys entra en la alcoba, y al verlo algo se agita en mi interior. Lo busco y él me busca. Entierro la cara en su hombro y lloro y lloro y lloro. Y no en razón de la jaqueca residual, los pinchazos pulsantes allí donde la banda me tocaba la piel. Es porque el horror que él sintió es ahora el mío. Aún experimento la tensión del gatillo, la lanza que se clavaba en su vientre por cada muerte que causaba. La pérdida empequeñece cualquier cosa que haya sentido hasta ahora. Ese dolor es la única razón por la que no he huido a la carrera y gritando del apartamento, la razón por la cual no lo he alejado de mí, asqueada. Por imposible que pueda parecer entiendo lo que hizo y por qué lo hizo.

—Ahora lo ves —dice.

—Los mataste —digo.

—Sí. Lo hice.

—Nos habrías matado…

—Si no hubierais descubierto la verdad vosotros mismos o yo no os la hubiera podido demostrar a tiempo…

Sus recuerdos siguen conmigo, pero se hacen menos vívidos hasta que puedo respirar normalmente de nuevo. Rhys me abraza todo el tiempo. Quiero preguntar dónde está Noah; sé que aquí no. De otro modo lo tendría a mi lado. Afuera, la mañana se ha convertido en tarde. El reloj marca las 3:47. He pasado horas con sus recuerdos, aunque a mí me parecieron minutos.

—¿Porque somos diferentes? —pregunto.

Su aliento me cosquillea la oreja cuando habla.

—Tu equipo fue el primero que se crió fuera de la influencia de los «padres». Llegaste un año después que nosotros, y el actual equipo Beta otro año más. Acaso fue la influencia de los creadores lo que impidió que mis compañeros vieran la verdad, algo que no tuvisteis durante vuestro crecimiento.

Se aparta. Me gustaría esconder mi hinchado rostro, pero pasa una mano firme por mi mejilla.

—Tu equipo nunca me conoció —dice—. Si ha habido otras versiones de mí, nunca las encontré. Acaso sea especial o puede que extirparan mi clon de tus recuerdos.

Se detiene, frunce las rubias cejas y prosigue:

—Pero eso no explica por qué has utilizado la banda de memoria y los otros no… —menea la cabeza y exhala aire por la nariz—: No sé. Lo que sí sé es que el tatuaje de los Beta se implantó poco después de que me marchara. Era solo cuestión de tiempo que también os controlaran a vosotros.

Me limpio la nariz con su sábana negra.

—Y entonces no estábamos aquí para luchar.

—Exactamente.

Espera unos momentos para que me componga; me sorbo los mocos y me limpio las lágrimas de las mejillas.

—¿Me odias? —dice.

La pregunta me sobresalta.

—No.

Balanceo las piernas en uno de los lados de la cama. Él se levanta.

—¿Dónde están Noah y Olive? —inquiero.

—Los he enviado a que recuperen mi reserva de H9 y de dosis de memoria. Robé una cantidad suficiente para que nos durara.

—H9 —digo.

—El compuesto que utilizamos para destruir sus laboratorios. Ya estás familiarizada con él.

El fuego que consumió mi casa. Sí, estoy familiarizada.

No intenta ocultar el dolor de sus ojos; puede que le dé igual que yo lo perciba. No puedo imaginarme cómo tiene que resultar encontrarse con nosotros, una copia exacta de su equipo. El equipo que exterminó para librarlos del destino de ser monstruos. Me siento incapaz de asimilarlo: tiene que haber otro modo. Lo único que tendría sentido es que acabara también con nosotros antes de permitir que nos capturaran.

—¿Dónde conseguiste la banda de memoria? —pregunto, dando de lado al horrible pensamiento.

—La robé. Lo viste, en el despacho de la señora North. Junto con una buena cantidad de suero de memoria, y unas cuantas armas, y H9 procedente de la armería del equipo Beta. Desde entonces he estado vigilando a los dos equipos, esperando la oportunidad de hacer mi jugada, viendo en quién podía confiar.

Confianza. Qué raro resulta el concepto cuando le doy la vuelta. Mi instinto ha estado gritando todo el tiempo que no confíe en él, simplemente porque no lo conozco. No me detuve a considerar si tal vez tendríamos que ganarnos su confianza. Quiero luchar contra ese extraño vínculo que ahora me ata a él. Pero no creo que pueda hacer eso ni un ápice más que luchar por dejar de ser yo. Ahora tengo un fragmento suyo en mi interior. No hay vuelta atrás, no hay forma de suprimir los recuerdos compartidos.

—No te alarmes —dice—. Pero el enrojecimiento de tus ojos se ha acentuado. La máquina funciona así…

—¿Cómo?

—Te pincha el cráneo con agujas microscópicas, creo, demasiado finas para ser visibles. Una vez que está conectada a todo tu cerebro recrea tus recuerdos como si fuesen verdad. Supongo que incluye los ojos.

La idea de unas agujas pinchándome los ojos no mejora precisamente el estado de mi estómago.

—Y la pusieron a punto para crear diferentes versiones de nosotros. Para almacenar nuestras identidades.

—No se me ocurre ninguna otra cosa para lo que pudiera utilizarse.

—Oh, estoy segura de que pueden encontrársele todo tipo de usos inicuos, incluyendo algunos que ni siquiera pueden pensarse. ¿Les enseñarás esto a los demás?

Menea la cabeza y se sienta en la cama de nuevo.

—No, ni tampoco se lo contaré. No hasta que no esté terminado.

—Solo enseñárselo; a mí me lo has mostrado.

Sigue meneando la cabeza mientras hablo.

—La primera vez es demasiado doloroso. Físicamente. O para mí lo fue. Si esta noche vamos a ir tras Peter, necesitan estar relajados, y no quiero distraerlos. Tal vez no se lo tomen tan bien como tú.

—¿Me lo estoy tomando bien?

Se encoge de hombros y contesta:

—Todavía estás aquí.

Asiento con la cabeza. De repente me siento turbada por estar con él en esta alcoba aislada. Sus sentimientos hacia la otra Miranda fluyeron a través de mí al recordarlos. La quería mucho, como a una hermana.

—No te preocupes —dice—. Sé que no eres la Miranda que conocí. Lo sé.

—De acuerdo —digo; se me ocurre algo—: ¿cómo te llamas?

—Rhys.

—Tu apellido —digo.

Tensa la boca:

—El apellido de mi padre era Noble. La tontería de la brújula procede de una misión de entrenamiento de cuando éramos niños. Imagino que tu equipo realizó la misma misión, la que empezaba con cada uno en un punto distinto del mapa. Yo nunca tuve un rumbo. Soy sencillamente Rhys.

No recuerdo la misión.

—¿Y la señora North?

Casi sonríe:

—Así nos hacían los creadores que los llamáramos: la señora North, el señor West. Adivina por qué no nos confiaban sus auténticos nombres. Supe el verdadero apellido de mi padre porque me lo dijo la noche antes de que desapareciera.

—¿Qué pasó?

—Se fue una mañana. Se esfumó. Nos dijeron que había muerto. Ninguna otra explicación.

La puerta del apartamento se abre; Rhys tiene el revólver en la mano medio segundo después. Ver el arma de nuevo me pone enferma. Nunca lo he tocado, pero sé exactamente qué sensaciones produce.

Son Noah y Olive, que llevan enormes bolsas negras de lona. Noah me ve y suelta la bolsa.

—¿Estás bien? —dice deteniéndose a cierta distancia. Mira a Rhys echando chispas por los ojos—. No quería dejarte.

—Estoy bien —digo—. Estoy bien.

Pero no es cierto.

—¿Qué viste? —pregunta Noah.

Meneo la cabeza:

—Después. Tenemos que centrarnos.

—Miranda…

—Necesito que confíes en mí, Noah. Por favor.

Parece a punto de añadir algo cuando Rhys da unas palmadas y dice:

—Eso está mejor.

Se levanta y se acerca a la mesa de la cocina, donde Olive cuenta bloques de H9.

—Confío en que todos tengáis nociones de escalada —comenta.

1

Nos administramos otra dosis de memoria y hablamos de lo que esperamos lograr.

Rhys quiere quemar el edificio hasta los cimientos, esperando poner en un brete a los creadores.

Olive más o menos lo mismo, para que nada parecido a esto pueda repetirse jamás.

Noah quiere liberar a Peter, y más respuestas sobre de dónde venimos y cuál es nuestro propósito, dado que la doctora Conlin pareció sugerir que teníamos usos aún no desvelados.

Yo lo quiero todo. Quiero ser libre. Pero lo más importante es que quiero que Peter vuelva al lugar al que pertenece, con nosotros. Si para ello tengo que echar por tierra un rascacielos y matar a los creadores de todo esto, que así sea. Peter debería pasar la noche sin problemas, pero estamos de acuerdo en que le negarán sus dosis a fin de eliminar sus recuerdos y poder usarlo de nuevo. Me llevo a Olive aparte mientras Rhys y Noah discuten sobre cómo accederemos al interior de la Torre.

—¿Cómo vas? —digo. Saca una botella de agua de la nevera y toma un sorbo.

Se encoge de hombros.

—Bien, supongo. Recuerdo retazos. Te recuerdo a ti y Noah me resulta familiar. ¿Qué puedo hacer sino dejarme llevar?

Sonrío:

—Lo sé. Así fue para mí al principio.

—Supongo que el no tener nada con lo que compararlo lo hace menos difícil. Esto parece… normal. Pero está volviendo más, tal vez porque no pasé mucho tiempo sin una dosis, ¿sabes? Recuerdo al doctor Tycast y recuerdo ir contigo llevando cada una una moto negra, potente, por una carretera de muchas curvas. ¿Te acuerdas?

—Sí que me acuerdo. Fue un día divertido. Bueno, en realidad no lo recuerdo, y lo deseo tanto que duele.

No parece creerme:

—Lo haremos de nuevo cuando esto termine, ¿no?

—Trato hecho.

Vuelvo a la mesa; Noah hace gestos de no estar convencido.

—La escalada nos dejará exhaustos. De ninguna manera podemos entrar, colocar las cargas y salir sin que nos detecten.

—¿Alguna otra idea? —dice Rhys, reclinándose en su silla y cruzando los brazos.

—Sí. Subimos desde el interior abriéndonos camino con los explosivos. Utilizamos las escaleras como harían las personas cuerdas.

Rhys menea la cabeza:

—No conocéis la seguridad como yo. Escalamos un lado del edificio o no entramos en absoluto. No tenemos que subirlo todo, Noah, solo lo necesario. Obviamente estarán vigilando el vestíbulo.

Noah comenta:

—Mira, no me gusta nada lo de quedar expuesto en el lateral del edificio, oscuridad o no.

Rhys se encoge de hombros:

—Hay otras entradas, claro. Todas vigiladas por cámaras.

Me siento a la mesa.

—¿Y cómo salimos? —digo.

—Paracaídas —contesta Rhys. Podría muy bien haber añadido «¡qué si no!».

Noah pregunta:

—¿Cómo sabes que es allí donde hacen la clonación? Tal vez dispongan de un laboratorio especial.

—No lo sé —contesta Rhys—, pero las madres y los padres están allí. Allí investigan; aunque tal vez haya más laboratorios en el sótano, sí. Recuerdo haber bajado cuando era un niño.

No tiene que explicarlo: «madres y padres».

Nuestros «padres».

Olive dice:

—Me gusta la idea de destruir lo que podamos mientras buscamos a Peter, pero tal vez no debiéramos tentar a la suerte quedándonos después. ¿Qué hacen los lobos? Mutilan a las presas y esperan a que se debiliten antes de acabar con ellas.

—¿Los lobos hacen eso? —pregunta Noah.

—En realidad acabo de inventármelo. La cuestión es que volar la cubierta del edificio no va pasar precisamente desapercibido. Querer abarcar mucho podría terminar volviéndose en contra nuestra.

—Tomo nota —dice Rhys, cogiendo un rotulador. Su tono dice que no iremos a ninguna parte hasta que terminemos el trabajo, lo que me parece muy bien. Se acerca al gran ventanal que muestra una panorámica de la ciudad. Veo luces de emergencia destellando en la distancia, y unos cuantos Humvees camuflados que transitan por la carretera. Traza sobre el cristal una línea que señala dónde termina la Torre y comienza la cubierta.

—La base va de aquí hacia arriba: el primer nivel era nuestra zona de vivienda; el segundo, un laboratorio. El tercero, la zona de entrenamiento. Traza una línea vertical de la cubierta a la parte inferior y añade:

—Y este es el sótano. Ignoro lo que sucede allí, pero sé que hay un ascensor. Un ascensor que el resto del edificio no puede utilizar.

—¿Destruirá todo el edificio el H9? —digo.

Rhys tapa el rotulador y se golpea los dientes con él:

—No tendría por qué, pero es propiedad de ellos, así que a quién le importa. Si todo sale bien solo se derretirá la cubierta. Haremos un trabajo de limpieza de primera, pero el edificio permanecerá estructuralmente intacto.

Hace girar el rotulador en su mano y se da la vuelta.

La Torre se cierne en la distancia, desdibujada por el humo de fuegos que aún arden. Esperándonos.