El martes, mi turno con el detective Kinder no llegó hasta tarde, después de que el fiscal pasara varias horas más extrayendo los detalles de la investigación en el interrogatorio directo. Este hecho jugaba a mi favor. Pensé que el jurado —y Julie Favreau me lo confirmó mediante un mensaje de texto— se estaba aburriendo con las minucias del testimonio y recibiría de buen grado una nueva línea de preguntas.
El testimonio directo se había referido principalmente a las labores de investigación que se produjeron después de la detención de Walter Elliot. Kinder describió en extenso cómo había hurgado en el matrimonio del acusado, el hallazgo de que el contrato prematrimonial había vencido recientemente y los esfuerzos que hizo Elliot en las semanas anteriores a los crímenes para determinar cuánto dinero y control de Archway Studios perdería en un divorcio. Mediante un cronograma, Kinder pudo establecer a través de las afirmaciones de Elliot y los movimientos documentados que el acusado no tenía coartada creíble para la hora estimada en que se cometieron los crímenes.
Golantz también se tomó su tiempo para preguntar a Kinder sobre cabos sueltos y ramas de la investigación que resultaron ser secundarias. Kinder describió las numerosas pistas infundadas que se examinaron diligentemente, la investigación de Johan Rilz en un intento por determinar si había sido el principal objetivo del asesino y la comparación del doble homicidio con otros casos similares y no descubiertos.
En general, Golantz y Kinder parecían haber hecho un trabajo concienzudo para colgarle a mi cliente los crímenes de Malibú, y a media tarde el joven fiscal estaba lo suficientemente satisfecho para decir:
—No hay más preguntas, señoría.
Por fin era mi turno, y había decidido ir a por Kinder en un contrainterrogatorio que se concentraría en sólo tres áreas de su testimonio directo para finalmente sorprenderlo con un inesperado puñetazo en el estómago. Me acerqué al atril para llevar a cabo mi interrogatorio.
—Detective Kinder, sé que lo oiremos del forense en un momento posterior del juicio, pero ha testificado que le informaron después de la autopsia de que la hora de la muerte de la señora Elliot y el señor Rilz se calculaba entre las once y el mediodía del día de los crímenes.
—Exacto.
—¿Era más cerca de las once o más cerca del mediodía?
—Es imposible decirlo a ciencia cierta. Es el margen de tiempo en que ocurrió.
—Muy bien, y una vez que tenía este marco, procedió a asegurarse de que el hombre al que ya habían detenido no tenía coartada, ¿correcto?
—Yo tampoco lo expresaría de este modo.
—Entonces, ¿cómo lo expresaría?
—Diría que era mi obligación continuar investigando el caso y prepararlo para el juicio. Parte de esa diligencia debida sería mantener una actitud abierta a la posibilidad de que el sospechoso tuviera una coartada para los crímenes. Al cumplir con esta obligación, determiné, según múltiples entrevistas, así como a partir de los registros en la verja de Archway Studios, que el señor Elliot salió del estudio, conduciendo él mismo, a las 10.40 de esa mañana. Eso le dio tiempo de sobra para…
—Gracias, detective. Ha respondido la pregunta.
—No he terminado mi respuesta.
Golantz se levantó y preguntó al juez si el testigo podía terminar su respuesta, y Stanton lo permitió. Kinder continuó con su tono de abecé de homicidios.
—Como estaba diciendo, esto dio al señor Elliot mucho tiempo para llegar a la casa de Malibú dentro de los parámetros de la hora estimada de la muerte.
—¿Ha dicho mucho tiempo para llegar allí?
—Tiempo suficiente.
—Antes describió que había hecho el trayecto en varias ocasiones. ¿Cuándo fue eso?
—La primera vez fue exactamente una semana después de los crímenes. Salí de la verja de Archway a las 10.40 de la mañana y me dirigí a la casa de Malibú. Llegué a las 11.42, dentro de la horquilla temporal del crimen.
—¿Cómo sabía que estaba tomando la misma ruta que el señor Elliot?
—No lo sabía, así que tomé la que consideraba la ruta más obvia y rápida que alguien podía tomar. La mayoría de la gente no coge la ruta larga, sino la corta: la menor cantidad de tiempo de su destino. Desde Archway me dirigí por Melrose a La Brea y luego de La Brea a la Diez. En se punto me dirigí hacia el oeste por la autovía del Pacífico.
—¿Cómo supo que el tráfico que encontró sería el mismo que encontró el señor Elliot?
—No lo sabía.
—El tráfico en Los Ángeles puede ser muy impredecible, ¿no?
—Sí.
—¿Por eso hizo la ruta varias veces?
—Es una razón, sí.
—Bueno, detective Kinder, testificó que recorrió la ruta un total de cinco veces y llegó a la casa de Malibú cada vez antes de que la horquilla temporal se cerrara, ¿correcto?
—Correcto.
—En relación con esas cinco pruebas de recorrido, ¿cuándo fue la vez que llegó antes a la casa de Malibú? Kinder consultó sus notas.
—Eso sería la primera vez, cuando llegué a las 11.42.
—¿Y cuál fue el peor tiempo?
—¿El peor?
—¿Cuál fue el trayecto más lento que registró en sus cinco viajes?
Kinder volvió a mirar sus notas.
—Lo más tarde que llegué fue a las 11.51.
—Muy bien, así que su mejor tiempo fue en el último terció de la horquilla temporal establecida por el forense para la comisión de los asesinatos, y su peor tiempo dejaría al señor Elliot menos de diez minutos para entrar en la casa y matar a dos personas. ¿Correcto?
—Sí, pero podría haberse hecho.
—¿Podría? No suena muy convencido, detective.
—Estoy convencido de que el acusado tuvo tiempo para cometer estos homicidios.
—Pero sólo si los homicidios se cometieron al menos cuarenta y dos minutos después de que se abriera la horquilla temporal, ¿correcto?
—Si quiere mirarlo así.
—No se trata de cómo yo lo miro, detective. Estoy trabajando con lo que nos ha dado el forense. Así pues, para resumírselo al jurado, está diciendo que el señor Elliot salió de su estudio a las 10.40 y fue hasta Malibú, se coló en su casa, sorprendió a su mujer y su amante en el dormitorio del piso superior y los mató a los dos, todo antes de que se cerrara esa horquilla a mediodía. ¿Es todo eso correcto?
—Esencialmente, sí.
Negué con la cabeza como si hubiera mucho que tragar.
—Vale, detective, avancemos. Por favor, dígale al jurado cuántas veces empezó la ruta de Malibú pero la interrumpió cuando supo que no iba a llegar antes de que la horquilla se cerrara a mediodía.
—Eso no ocurrió nunca.
Hubo una ligera vacilación en la respuesta de Kinder. Estaba seguro de que el jurado la había captado.
—Detective, responda sí o no: si presentara registros e incluso un vídeo que lo muestra empezando en la verja de Archway a las 10.40 de la mañana en siete ocasiones y no en cinco, ¿esos registros serían falsos?
La mirada de Kinder buscó los ojos de Golantz y luego otra vez se fijó en mí.
—Lo que está sugiriendo que ocurrió, no ocurrió —respondió.
—No está respondiendo la pregunta, detective. Una vez más, sí o no: si presento registros que muestran que llevó a cabo sus estudios de tiempo de trayecto al menos siete veces, pero ha testificado que sólo lo hizo cinco veces, ¿esos registros serían falsos?
—No, pero yo no…
—Gracias, detective. Sólo había pedido una respuesta de sí o no.
Golantz se levantó y pidió al juez que permitiera al testigo dar una respuesta completa; sin embargo, Stanton le dijo que podía pedírsela en la contrarréplica. En ese momento vacilé. Sabiendo que Golantz iría tras la explicación de Kinder en la contrarréplica, tenía la oportunidad de obtenerla en ese momento y posiblemente todavía controlarla y sacar ventaja. Era una apuesta, porque en ese momento sentía que lo había magullado bastante, y si continuaba con él hasta que la sesión concluyera, entonces los jurados se irían a casa con la sospecha de la policía infiltrándose en sus cerebros. Eso nunca estaba mal.
Decidí arriesgarme y tratar de controlarlo.
—Detective, díganos cuántos de estos tests interrumpió antes de llegar a la casa de Malibú.
—Dos.
—¿Cuáles?
—El segundo y el último, el séptimo.
Asentí.
—Y los interrumpió porque sabía que nunca llegaría a la casa de Malibú en la horquilla temporal del crimen, ¿correcto?
—No, es muy incorrecto.
—Entonces, ¿cuál fue la razón de que terminara con los tests de conducción?
—Una vez me llamaron de la oficina para llevar a cabo un interrogatorio de alguien que me esperaba allí, y la otra, estaba escuchando la radio y oí que un agente pedía refuerzos. Mí desvié para ayudarle.
—¿Por qué no los documentó en su informe sobre la investigación de tiempo de trayecto?
—No creía que fueran significativos, porque eran tests incompletos.
—¿Así que estos incompletos no están documentados en ningún punto de ese grueso archivo suyo?
—No.
—¿Y entonces sólo tenemos su palabra sobre lo que causó que los interrumpiera antes de llegar a la casa de Elliot en Malibú?
—Eso sería correcto.
Asentí y decidí que ya lo había azotado bastante. Sabía que Golantz podría rehabilitar a Kinder en la contrarréplica, quizás incluso presentar documentación de las llamadas que habían apartado a Kinder de la ruta de Malibú. Pero esperaba haber planteado al menos una sombra de desconfianza en las mentes de los jurados. Me llevé mi pequeña victoria y seguí adelante.
Después martilleé a Kinder sobre el hecho de que no había recuperado el arma homicida y que su investigación de seis meses de Walter Elliot nunca lo había relacionado con arma de ningún tipo. Lo golpeé desde varios ángulos para que Kinder se viera obligado a reconocer que una parte clave de la investigación y acusación nunca se había localizado, aunque si Elliot era el asesino había tenido muy poco tiempo para esconder el arma.
Finalmente, frustrado, Kinder dijo:
—Hay un océano muy grande ahí.
Era un pie que había estado esperando.
—¿Un gran océano, detective? ¿Está insinuando que el señor Elliot tenía un barco y arrojó el arma en medio del Pacífico?
—No, nada de eso.
—¿Entonces?
—Sólo estoy diciendo que la pistola podría haber terminado en el agua y que la corriente podría habérsela llevado antes de que nuestros buzos llegaran allí.
—¿«Podría haber terminado» allí? ¿Quiere arrebatar la vida y el sustento del señor Elliot por un «podría haber», detective Kinder?
—No, no es lo que estoy diciendo.
—Lo que está diciendo es que no tiene una pistola y no puede conectar una pistola con el señor Elliot, pero nunca ha vacilado creyendo que es su hombre, ¿correcto?
—Tenemos un examen de residuos de disparo que dio positivo. En mi opinión, eso relaciona al señor Elliot con un arma.
—¿Qué arma era esa?
—No la tenemos.
—Ajá, ¿y puede sentarse ahí y decir con certeza científica que el señor Elliot disparó un arma el día que su mujer y Johan Rilz fueron asesinados?
—Bueno, no una certeza científica, pero el test…
—Gracias, detective Kinder. Creo que eso responde la pregunta. Sigamos.
Pasé la página de mi bloc y estudié el siguiente grupo de preguntas que había escrito la noche anterior.
—Detective Kinder, en el curso de su investigación, ¿determinó cuándo se conocieron Johan Rilz y Mitzi Elliot?
—Determiné que ella lo contrató para sus servicios de decoración de interiores en otoño de 2005. Si lo conocía de antes, no lo sé.
—¿Y cuándo se hicieron amantes?
—Eso nos resultó imposible de determinar. Sí sé que la agenda del señor Rilz mostraba citas regulares con la señora Elliot en una u otra casa. La frecuencia se incrementaba unos seis meses antes de su muerte.
—¿Le pagaron por alguna de estas citas?
—El señor Rilz mantenía libros muy incompletos. Fue difícil determinar si le pagaron por citas específicas, pero en general los pagos de la señora Elliot al señor Rilz se incrementaron cuando se incrementó la frecuencia de las citas.
Asentí como si esta respuesta encajara con una imagen más amplia que estaba viendo.
—De acuerdo, y también ha testificado que averiguó que los homicidios ocurrieron sólo treinta y dos días después de que venciera el contrato prematrimonial entre Walter y Mitzi Elliot, dando por lo tanto a la señora Elliot una opción plena a las posesiones financieras de la pareja en el caso de un divorcio.
—Exacto.
—Y ese es su móvil para estos asesinatos.
—En parte, sí. Lo llamaría factor agravante.
—¿Ve alguna inconsistencia en su teoría del crimen, detective Kinder?
—No.
—¿No era obvio para usted a partir de los registros financieros y la frecuencia de citas que había algún tipo de relación romántica o al menos una relación sexual entre el señor Rilz y la señora Elliot?
—No diría que era obvio.
—¿Ah, no?
Lo dije con sorpresa. Lo tenía acorralado. Si decía que la relación era obvia, me estaría dando la respuesta que sabía que quería. Si decía que no lo era, aparecería como un bobo porque el resto de los presentes en la sala pensaban que era obvia.
—En retrospectiva podría parecer obvio, pero en ese momento pensé que no era aparente.
—¿Entonces cómo lo descubrió Walter Elliot?
—No lo sé.
—¿El hecho de que usted fuera incapaz de encontrar un arma homicida indica que Walter Elliot planeó estos asesinatos?
—No necesariamente.
—Entonces, ¿es fácil esconder un arma de todo el departamento del sheriff?
—No, pero como le he dicho, podría simplemente haberla tirado al océano desde la terraza trasera y las corrientes se la habrían llevado desde allí. Eso no requeriría demasiada planificación.
Kinder sabía lo que yo quería y adónde estaba tratando de ir. No podía llevarlo allí, así que decidí darle un empujoncito.
—Detective, ¿no se le ha ocurrido que si Walter Elliot conocía la aventura de su esposa tendría más sentido simplemente divorciarse de ella antes de que venciera el contrato prematrimonial?
—No había ninguna indicación de cuándo se enteró de la aventura. Y su pregunta no tiene en cuenta cosas como las emociones y la rabia. Es posible que el dinero no tuviera nada que ver como factor motivador, podría haberse tratado simplemente de traición y rabia, pura y simplemente.
No había obtenido lo que quería. Estaba enfadado conmigo mismo y lo achaqué a que estaba un poco oxidado. Me había preparado para el contrainterrogatorio, pero era la primera vez que iba a cara a cara con un testigo con experiencia y cauteloso en un año. Decidí retroceder y golpear a Kinder con el puñetazo que no vería venir.