Me reuní con ellos fuera de la sala, lejos del coágulo de periodistas que rodeaban al resto de protagonistas del juicio al salir. Hayley me abrazó y yo me sentí abrumado por el hecho de que hubiera venido. Vi un banco de madera vacío y nos sentamos en él.
—¿Cuánto tiempo lleváis aquí? —pregunté—. No os había visto.
—Lamentablemente, no mucho —respondió Maggie—. Su última asignatura hoy era educación física, así que decidí tomarme la tarde libre, recogerla temprano y venir. Hemos visto la mayor parte del contrainterrogatorio del agente.
Miré de Maggie a nuestra hija, que estaba sentada entre nosotros. Tenía el mismo aspecto que su madre: pelo y ojos oscuros, piel que mantenía el bronceado hasta entrado el invierno.
—¿Qué te ha parecido, Hay?
—Hum, creo que era muy interesante. Le has hecho un montón de preguntas. Parecía que se estaba enfadando.
—No te preocupes, lo superará.
Miré por encima de su cabeza y le hice un guiño a Maggie.
—¿Mickey?
Me volví y vi que era McEvoy del Times. Se había acercado con bloc y bolígrafo preparados.
—Ahora no —dije.
—Sólo tengo unas preguntas rápi…
—He dicho que ahora no. Déjeme solo.
McEvoy se volvió y se dirigió a uno de los grupos que rodeaban a Golantz.
—¿Quién era? —preguntó Hayley.
—Un periodista. Hablaré con él después.
—Mamá dice que hoy salía un gran artículo sobre ti.
—En realidad no era sobre mí, era sobre el caso. Por eso esperaba que vinieras a verme un rato.
Miré a mi exmujer y le di las gracias con la cabeza. Ella había dejado de lado cualquier resquemor que tuviera conmigo y había puesto a nuestra hija por delante. Al menos siempre podía contar con ella para eso.
—¿Vas a volver a entrar? —preguntó Hayley.
—Sí, es sólo un pequeño descanso para que la gente pueda beber o ir al lavabo. Tenemos otra sesión más y luego nos iremos a casa hasta mañana.
Ella asintió y miró por el pasillo hacia la puerta de la sala. Yo seguí su mirada y vi que la gente estaba empezando a entrar de nuevo.
—Papá, ¿ese hombre mató a alguien?
Miré a Maggie y ella se encogió de hombros como diciendo: «Yo no le he dicho que te lo pregunte».
—Bueno, cielo, no lo sabemos. Está acusado de eso, sí, y mucha gente cree que lo hizo. Pero todavía no se ha probado nada y vamos a usar este juicio para decidirlo. Para eso es el juicio. ¿Recuerdas que te lo expliqué?
—Sí, me acuerdo.
—Mick, ¿es su familia?
Miré por encima del hombro y me quedé helado al encontrarme cara a cara con Walter Elliot. Estaba sonriendo afectuosamente, esperando una presentación. Poco sabía quién era Maggie McFiera.
—Eh, ah, Walter. Esta es mi hija, Hayley, y su madre, Maggie McPherson.
—Hola —dijo Hayley, tímidamente.
Maggie saludó con la cabeza y pareció incómoda.
Walter cometió el error de tenderle la mano a Maggie. Si ella podía actuar con más rigidez, yo no podía imaginarlo. Estrechó la mano de Walter Elliot una vez y luego la retiró rápidamente. Cuando la mano del acusado se movió hacia Hayley, Maggie literalmente dio un salto, puso las manos en los hombros de nuestra hija y la separó del banco.
—Hayley, vamos deprisa al lavabo antes de que vuelva a empezar la sesión.
Se llevó a Hayley hacia el lavabo. Walter los observó irse y luego me miró, todavía con el brazo estirado. Me levanté.
—Lo siento, Walter, mi exmujer es fiscal. Trabaja para la fiscalía del distrito.
Levantó mucho las cejas.
—Entonces, supongo que entiendo por qué es exmujer.
Asentí sólo para que se sintiera mejor. Le dije que volviera a entrar en la sala y que yo le acompañaría enseguida.
Caminé hacia los lavabos y me encontré con Maggie y Hayley cuando salían.
—Creo que nos vamos a casa —dijo Maggie.
—¿En serio?
—Tiene muchos deberes y creo que ya ha visto bastante por hoy.
Podría haber protestado el último punto, pero lo dejé estar.
—Muy bien —dije—. Hayley, gracias por venir. Significa mucho para mí.
—Vale.
Me agaché y la besé en la cabeza, luego la atraje para abrazarla. Sólo era en momentos como ese con mi hija cuando la brecha que había abierto en mi vida se cerraba. Me sentía conectado a algo que importaba. Miré a Maggie.
—Gracias por traerla.
Ella asintió.
—Por si sirve de algo, lo estás haciendo muy bien.
—Sirve de mucho. Gracias.
Maggie se encogió de hombros y dejó escapar una pequeña sonrisa. Eso también fue bonito.
Las observé caminar hacia la zona de ascensores, sabiendo que iban a la que había sido mi casa y preguntándome por qué había estropeado tanto mi vida.
—¡Hayley! —dije en voz alta a su espalda.
Mi hija se volvió a mirarme.
—Hasta el miércoles. ¡Crepés!
Ella estaba sonriendo cuando se unieron a la multitud que esperaba un ascensor.
Me fijé en que mi exmujer también estaba sonriendo. La señalé mientras volvía hacia la sala.
—Tú también puedes venir.
Ella asintió.
—Ya veremos —dijo.
Un ascensor se abrió y avanzaron hacia allí.
—Ya veremos.
Esas dos palabras lo representaban todo para mí.