Una vez que finalmente me quedé solo en la oficina, empecé el proceso de la forma en que lo hacía siempre, con páginas limpias y puntas afiladas. Cogí dos blocs nuevos y cuatro lápices del armario de material. Los afilé y me puse a trabajar.
Vincent había separado el caso Elliot en dos carpetas. Una contenía el caso de la fiscalía y la segunda, más delgada, contenía el caso de la defensa. El peso de la carpeta de la defensa no me preocupaba: esta jugaba con las mismas reglas de revelación que la fiscalía. Cualquier cosa que iba a parar a la segunda carpeta iba al fiscal. Un abogado defensor experto sabía mantener la carpeta fina. Guardaba el resto en la cabeza u oculto en el disco del ordenador si era seguro. Yo no tenía ni la cabeza de Vincent ni su portátil, pero estaba seguro de que los secretos de Jerry Vincent estaban escondidos en alguna parte de la copia en papel. La bala mágica estaba allí. Sólo tenía que encontrarla.
Empecé con la carpeta más gruesa, el caso de la fiscalía. Lo leí todo de principio a fin, página a página, palabra por palabra. Tomé notas en un bloc y tracé un gráfico de tiempo y acción en el otro. Estudié las fotografías de la escena del crimen con una lupa que saqué del cajón del escritorio. Elaboré una lista de todos los nombres que encontré en el fichero.
A partir de ahí, pasé a la carpeta de la defensa y volví a leer todas las palabras de todas las páginas. El teléfono sonó dos veces, pero ni siquiera miré el nombre en la pantalla. Me daba igual. Estaba en una búsqueda sin tregua y sólo me preocupaba una cosa: encontrar la bala mágica.
Cuando hube terminado con los expedientes de Elliot, abrí el de Wyms y leí todos los documentos y el informe que contenía, un proceso que llevaba su tiempo. Puesto que Wyms fue detenido después de un incidente público que había atraído a varios agentes uniformados y del SWAT, la carpeta era gruesa. Contenía atestados de las diversas unidades implicadas y el personal en la escena, de las transcripciones de las conversaciones con Wyms, así como los informes de armas y balísticos, un largo inventario de pruebas, declaraciones de testigos, registros del centro de operaciones e informes de despliegue de patrullas.
Había montones de nombres en el archivo y cotejé cada uno de ellos con la lista de nombres del expediente de Elliot. También crucé todas las direcciones.
Tuve una vez a una clienta. Ni siquiera conocía su nombre, porque estaba seguro de que el nombre con el que constaba en el sistema no era el suyo. Era su primer delito, pero conocía el sistema demasiado bien para ser primeriza. De hecho, lo conocía todo demasiado bien. Fuera cual fuese su nombre, ella había manipulado el sistema y figuraba como alguien que no era. La acusación era de robo de una morada ocupada, pero había mucho más detrás de esa única acusación. A esta mujer le gustaba buscar habitaciones de hotel donde dormían hombres con grandes cantidades de dinero. Ella sabía cómo elegirlos, seguirlos, luego abrir las puertas y las cajas fuertes mientras dormían. En un momento de sinceridad —probablemente el único en nuestra relación— me habló de la inyección de adrenalina que notaba cada vez que el último dígito caía en su lugar y oía que las palancas electrónicas de la caja de seguridad del hotel empezaban a moverse y abrirse. Abrir la caja y encontrar lo que había dentro nunca era tan bueno como el momento mágico en que las marchas empezaban a chirriar y ella sentía la velocidad de la sangre moviéndose en sus venas. Nada antes o después era tan bueno como ese momento. Los trabajos no eran una cuestión de dinero, eran una cuestión de velocidad de la sangre. Asentí cuando ella me contó todo esto. Nunca había entrado en una habitación de hotel mientras alguien estaba roncando en la cama, pero sabía cómo era el momento en que las marchas empezaban a entrar. Sabía de la velocidad.
Encontré lo que estaba buscando en mi segunda revisión de los archivos. Había estado delante de mí todo el tiempo, primero en el informe de detención de Elliot y luego en el gráfico de tiempo y acción que yo mismo había trazado. Llamaba a ese gráfico el árbol de Navidad, pues siempre empezaba siendo básico y sin adornos; sólo los hechos pelados del caso. Luego, al continuar estudiando el caso y haciéndolo mío, empezaba a colgar luces y ornamentos; detalles y declaraciones de testigos, pruebas y resultados de laboratorio. Pronto el árbol estaba encendido y brillando. Todos los elementos del caso estaban allí para que yo los viera en el contexto de tiempo y acción.
Había prestado particular atención a Walter Elliot al trazar mi árbol de Navidad. Él era el tronco y todas las ramas partían de él. Tenía sus movimientos, afirmaciones y acciones señaladas por tiempo.
12.40. WE llega a la casa de la playa.
12.50. WE descubre cadáveres.
13.05. WE llama al 911.
13.24. WE vuelve a llamar al 911.
13.28. Agentes llegan a la escena.
13.30. WE esposado.
14.15. Llega Homicidios.
14.40. WE llega a la comisaría de Malibú.
16.55. WE interrogado, lectura de derechos.
17.40. WE trasladado a Whittier.
19.00. Prueba RD.
20.00. Segundo interrogatorio, rehusado, detenido.
20.40. WE transportado a la prisión central.
Algunas de las horas eran estimadas, pero la mayoría procedían directamente del atestado de detención y otros documentos del expediente. En este país no hay nada más importante que el papeleo en el trabajo policial. Siempre se puede contar con el caso de la fiscalía para reconstruir un cronograma.
En la segunda pasada usé lápiz y goma y empecé a añadir decoraciones al árbol.
12.40. WE llega a la casa de la playa.
puerta delantera sin cerrar con llave
12.50. WE descubre cadáveres.
puerta de la terraza abierta
13.05. WE llama al 911.
espera fuera
13.24. WE vuelve a llamar al 911.
¿qué demora?
13.28. Agentes llegan a la escena.
Murray (4-alfa-l) y Harber (4-alfa-2)
13.30. WE esposado.
puesto en coche patrulla
Murray / Harber registran la casa
14.15. Llega Homicidios.
primer equipo: Kinder (#14492) y Ericsson (#21101)
segundo equipo: Joshua (#22234) y Toles (#15154)
14.30. WE llevado al interior de la casa, describe hallazgo.
14.40. WE llega a la comisaría de Malibú.
Joshua y Toles lo transportan
16.55. WE interrogado, lectura de derechos.
Kinder principal interrogador
17.40. WE trasladado a Whittier.
Joshua / Toles
19.00. Prueba RD.
TC Anita Sherman
Transporte laboratorio, Sherman
20.00. Segundo interrogatorio, Ericsson dirige, WE rehusa,
se espabila.
20.40. WE transportado a la prisión central.
Joshua / Toles
Al construir el árbol de Navidad elaboraba una lista separada en otra página de cada ser humano mencionado en los informes del sheriff. Sabía que se convertiría en la lista de testigos que entregaría a la fiscalía la semana siguiente. Como norma, hacía una cobertura exhaustiva del caso, citando a cualquiera que se mencionara en el registro de la investigación por si las moscas. Siempre podía recortar la lista de testigos en el juicio. En ocasiones añadir a alguien a ella podía suponer un problema.
A partir de la lista de testigos y el árbol de Navidad, podría inferir cómo desarrollaría el caso la fiscalía. También podría determinar qué testigos estaba evitando el equipo de la fiscalía y posiblemente por qué. Fue mientras estaba estudiando mi trabajo y pensando en estos términos cuando sentí que las marchas empezaban a entrar y el dedo frío de la revelación bajó por mi columna. Todo quedó claro y brillante y descubrí la bala mágica de Jerry Vincent.
Se habían llevado a Walter Elliot desde la escena del crimen a la comisaría de Malibú para sacarlo de en medio y retenerlo mientras los detectives continuaban con su investigación sobre el terreno. Hubo un breve interrogatorio a Elliot antes de que este le pusiera fin. Fue trasladado al cuartel general de Whittier, donde se llevó a cabo un test de residuos de disparo y sus manos dieron positivo en nitratos relacionados con pólvora. Después, Kinder y Ericsson volvieron a intentar interrogar al sospechoso, pero Elliot tuvo la sensatez de negarse. Fue entonces detenido formalmente y enviado a la prisión central del condado.
Era el procedimiento estándar y el informe de detención documentaba la cadena de custodia de Elliot. Fue llevado únicamente por los detectives de Homicidios en su traslado de la escena del crimen a la comisaría y luego al cuartel general y el calabozo. Pero fue el procedimiento previo a su llegada a la comisaría lo que captó mi atención. Fue allí donde vi algo que se me había pasado antes, algo tan sencillo como las designaciones de los agentes uniformados que respondieron en primer lugar a la llamada. Según los registros, los agentes Murray y Harber tenían las designaciones 4-alfa-l y 4-alfa-2 detrás de sus nombres. Y había visto al menos una de esas designaciones en el expediente de Wyms.
Saltando de un caso a otro y de un archivo a otro, encontré el informe de detención de Wyms y rápidamente examiné el texto, sin detenerme hasta que mis ojos llegaron a la primera referencia a la designación 4-alfa-l.
El agente Todd Stallworth tenía esa designación escrita a continuación de su nombre. Era el agente originalmente llamado a investigar la denuncia de disparos en el Creek State Park de Malibú. Era el agente que conducía el coche al que disparó Wyms, y al final de la tensa espera, fue el agente que formalmente puso a Wyms bajo arresto y lo llevó a prisión.
Me di cuenta de que 4-alfa-l no se refería a un agente específico, sino a una zona de patrulla o responsabilidad específica. El distrito de Malibú abarcaba las enormes áreas no incorporadas del oeste del condado, desde las playas de Malibú hasta el otro lado de las montañas y las comunidades de Thousand Oaks y Calabasas. Supuse que era el cuarto distrito y que alfa era la designación específica de una unidad de patrulla: un coche en concreto. Parecía ser la única explicación de por qué los agentes que trabajaban en turnos diferentes compartían la misma designación en diferentes informes de detención.
La adrenalina estalló en mis venas y mi sangre echó a correr cuando lo comprendí todo. En un momento me di cuenta de lo que Vincent había estado planeando. Ya no necesitaba su portátil ni sus blocs. No necesitaba a su investigador. Sabía exactamente cuál era la estrategia de la defensa.
Al menos lo pensaba.
Saqué el móvil y llamé a Cisco. Me salté las galanterías.
—Cisco, soy yo. ¿Conoces a algún agente del sheriff?
—Uh, a unos cuantos, ¿por qué?
—¿Alguno trabaja en la comisaría de Malibú?
—Conozco a un tipo que trabajaba. Ahora está en Lynwood. Malibú era demasiado aburrido.
—¿Puedes llamarlo esta noche?
—¿Esta noche? Claro, supongo. ¿Qué pasa?
—Necesito saber qué significa la designación de patrulla cuatro-alfa-uno. ¿Puedes averiguarlo?
—No creo que haya problema. Te volveré a llamar. Pero espera un momento, Lorna quiere hablarte.
Esperé mientras ella se ponía al teléfono. Oí ruido de televisión de fondo. Había interrumpido una escena de felicidad doméstica.
—Mickey, ¿sigues en la oficina?
—Aquí estoy.
—Son las ocho y media. Creo que deberías irte a casa.
—Yo también lo creo. Voy a esperar a tener noticias de Cisco (está verificando algo para mí) y luego creo que iré a Dan Tana’s a comer un bistec con espaguetis.
Ella sabía que iba a Dan Tana’s cuando tenía algo que celebrar. Normalmente un veredicto favorable.
—Te has comido un bistec para almorzar.
—Entonces supongo que esto cerrará un día perfecto.
—¿Las cosas han ido bien esta noche?
—Eso creo. Francamente bien.
—¿Vas a ir solo?
Lo dijo con compasión en la voz, como si ahora que había encontrado a Cisco, estuviera empezando a sentir pena por mí, solo en el mundo.
—Craig o Christian me harán compañía.
Craig y Christian trabajaban en la puerta de Dan Tana’s. Me cuidaban tanto si iba solo como si no.
—Te veré mañana, Lorna.
—Vale, Mickey. Pásalo bien.
—Ya lo estoy pasando.
Colgué y esperé, paseando por la sala y pensándolo todo otra vez. Las fichas de dominó caían una detrás de otra. Todo cuadraba, todo encajaba. Vincent no había tomado el caso Wyms por ninguna obligación con la ley o con los pobres o desamparados: estaba usando a Wyms de camuflaje. En lugar de avanzar en el caso hacia el obvio convenio declaratorio, había metido a Wyms en Camarillo durante tres meses, manteniendo de este modo el caso vivo y activo. Entre tanto, bajo la bandera de la defensa de Wyms, había recopilado información que usaría en el caso Elliot, ocultando de este modo sus movimientos y estrategia a la fiscalía.
Técnicamente tal vez estuviera actuando dentro de los límites, pero éticamente era artero. Eli Wyms había pasado noventa días en una instalación del estado para que Vincent pudiera construir una defensa para Elliot. Elliot se beneficiaría de la bala mágica mientras a Wyms le daban el cóctel del zombi.
Lo bueno era que no tenía que preocuparme por los pecados de mi predecesor. Wyms había salido de Camarillo y, además, no eran mis pecados. Simplemente podía aprovecharme de la revelación de Vincent e ir a juicio.
Cisco no tardó en llamar.
—He hablado con mi hombre en Lynwood. Cuatro-alfa es el coche principal de Malibú. El cuatro es por la comisaría de Malibú y el alfa es por alfa. Como el perro alfa, el líder del grupo. Las llamadas calientes (las llamadas prioritarias) normalmente van al coche alfa. Cuatro-alfa-uno sería el conductor, y si iba con un compañero, el compañero sería cuatro-alfa-dos.
—¿O sea que el coche alfa cubre todo el cuarto distrito?
—Eso es lo que me ha dicho. El cuatro-alfa tiene libertad para moverse por el distrito y sacar la crema del pastel.
—¿Qué quieres decir?
—Las mejores llamadas. Los casos gordos.
—Entendido.
Mi teoría se confirmó. Un doble homicidio y disparos cerca de un barrio residencial ciertamente merecerían las llamadas de coches alfa. Una designación, pero diferentes agentes respondiendo. Diferentes agentes respondiendo, pero un solo coche. Las fichas de dominó se situaron y cayeron.
—¿Te ayuda, Mick?
—Sí, Cisco. Pero también significa más trabajo para ti.
—¿En el caso Elliot?
—No, no es Elliot. Quiero que trabajes el caso Eli Wyms. Descubre todo lo que puedas de la noche de su detención. Consígueme los detalles.
—Para eso estoy.