Todas mis obras han girado en torno al tema central de la libertad humana. Tengo, en este punto, la convicción de que, si bien cada disciplina posee su propia autonomía e integridad, en el análisis final todas las ciencias y enseñanzas de la actividad humana están interrelacionadas y pueden integrarse en una «ciencia» o disciplina de la libertad individual. He expuesto, en concreto, en mi Man, Economy, and State (2 vols., 1962) un estudio global de la economía de libre mercado. Aunque se trataba de un análisis eminentemente práctico, no vinculado a unos determinados principios, y no se propugnaban directamente conclusiones políticas, resultaban obvias para todo lector inteligente tanto las grandes virtudes del libre mercado como los males provocados por las intervenciones coactivas en el mercado. En la obra siguiente, Power and Market (1970), se desarrollaron, desde diversos ángulos, los planteamientos de Man, Economy, and State: a) un análisis sistemático de los diversos tipos de injerencias de los gobiernos en la economía mostraba claramente las miríadas de desdichadas consecuencias de esta intervención; b) en los primeros tiempos de la moderna literatura política económica se había diseñado un modelo del modo como podría funcionar con éxito una economía de mercado sin la presencia del Estado y, por tanto, absolutamente libre (o anarquista); y c) se llevó a cabo una crítica basada exclusivamente en las realidades prácticas, no sujeta, por tanto, a unos determinados valores, sobre la falta de sentido y de coherencia de los diversos tipos de ataques éticos contra el libre mercado. Esta última sección se desplazaba ya desde la economía pura a la crítica ética, pero aún no incluía dentro de sus límites la libertad entendida como un valor y no conseguía estructurar, por tanto, una teoría ética positiva de la libertad individual. Tenía yo, con todo, clara conciencia de que era poco menos que desesperadamente necesario acometer esta última tarea, pues, como se irá viendo a lo largo de las páginas de este libro, nunca he creído que ningún análisis —sea economista o utilitarista (la filosofía social estandarizada de los economistas)— que prescinda de los juicios valorativos puede proporcionar base suficiente para defender la causa de la libertad. La economía puede contribuir aportando numerosos datos en favor de una posición libertaria, pero no es capaz de implantar por sí sola esta filosofía política. Para emitir juicios políticos se requieren juicios de valor, de donde se sigue que la filosofía política es necesariamente ética y que, por tanto, es preciso implantar un sistema ético positivo para defender con sólidos argumentos la causa de la libertad individual.
Resultaba, por otra parte, evidente que nadie había emprendido hasta entonces la tentativa de cubrir aquella patente necesidad. Por un lado, hasta fechas muy recientes no ha habido de hecho en este siglo auténticos filósofos libertarios. E incluso en el mucho más libertario siglo XIX, tan sólo la gran obra de Herbert Spencer Social Statics (1851) desarrolló una teoría sistemática y coherente de la libertad. En For A New Liberty (1973) conseguí trazar por vez primera las grandes líneas de mi teoría de la libertad y describir y defender de una manera más sólida que en Power and Market el credo político «anarcocapitalista». Pero aquel libro tenía un carácter más divulgativo que científico y se centraba sobre todo en la aplicación del credo libertario a las importantes áreas de los problemas socioeconómicos de la sociedad norteamericana. Seguía, pues, sin colmarse la gran laguna de una teoría sistemática de la libertad.
Éste es el vacío que la presente obra pretende cubrir, desarrollando una teoría ética sistemática de la libertad. Pero no es una obra sobre ética per se, sino tan sólo sobre los puntos de la ética relacionados con la filosofía política. No pretende, por tanto, demostrar o fundamentar la ética o la ontología de la ley natural que sienta las bases de la teoría política propugnada en este libro. Por lo demás, los filósofos éticos han sabido presentar y defender con sólidos argumentos los fundamentos de la ley natural. Por consiguiente, la primera parte, o Introducción, se limita a trazar las líneas de la ley natural en que se inspiran estas páginas, sin intentar una defensa en toda regla de esta teoría.
En la segunda parte se expone mi teoría de la libertad y en ella se encuentran, por consiguiente, los elementos esenciales del libro. Comienza, al igual que han hecho los mejores tratados económicos, con la descripción de un mundo «robinsoniano», salvo la particularidad de que en estas páginas no se analiza la situación y las acciones de Robinson Crusoe con el objetivo de fijar los conceptos de la economía, sino los de la moralidad de los derechos naturales —más en concreto los de la esfera natural de la propiedad y la posesión, base y fundamento de la libertad—. El modelo Crusoe permite analizar las acciones del hombre vis a vis del mundo externo que le rodea, antes de entrar en el estudio de las complicaciones de las relaciones interpersonales.
La clave de la teoría de la libertad es la clara delimitación de los derechos de la propiedad privada. Sólo es posible, en efecto, delimitar la esfera en que las acciones de los individuos concretos están justificadas una vez bien fijados y establecidos sus derechos de propiedad. Sólo entonces puede definirse y analizarse con precisión el «delito» como invasión violenta o agresión contra la justa propiedad (incluida la propiedad sobre su propia persona) de otros individuos. La teoría positiva de la libertad se convierte así en un análisis de qué es lo que puede ser considerado como derecho de propiedad y también, a la inversa, qué es lo que se puede entender como delito. Podrán entonces diseccionarse algunos problemas difíciles, pero de vital importancia, tales como los derechos de los niños, la genuina teoría del contrato como transferencia de los títulos de propiedad, las espinosas cuestiones de la aplicación de la ley y el castigo, y muchas otras. Dado que los problemas de la propiedad y el delito son esencialmente legales, nuestra teoría de la libertad implica necesariamente una teoría ética de lo que las leyes deberían ser en el terreno de las realidades concretas. En resumen, como toda teoría de la ley natural debería hacer, expone una teoría normativa de la ley —en nuestro caso una teoría de la «ley libertaria»—. Aunque el libro fija las nociones generales de un sistema de ley libertaria, se trata tan sólo de un bosquejo, de unos prolegómenos que confío lleguen a ser plenamente desarrollados en un futuro Derecho Civil libertario. Es de esperar que surgirán en el futuro juristas y teóricos del derecho que elaboren a fondo y con todo detalle el sistema de la ley libertaria. Será necesario un código legal de este tipo para que funcione con eficacia la que confiamos puede ser la sociedad libertaria del futuro.
Esta obra centra su interés en la teoría ética positiva de la libertad y en los conceptos básicos de la ley libertaria. No se requiere, para la discusión de estos temas, un análisis o una crítica pormenorizada del Estado. La III Parte expone brevemente mi punto de vista sobre el Estado como enemigo innato de la libertad y, por tanto, de la ley genuina. Se dedica la IV Parte al estudio de las teorías modernas de mayor relieve entre aquellas que intentan formular una filosofía política de la libertad, más concretamente las de Mises, Hayek, Berlin y Nozick. No pretendo llevar a cabo una revisión detallada de sus obras, sino más bien centrarme en lo que entiendo son los puntos débiles de sus argumentos, con el propósito de establecer una ideología de la libertad. La V Parte acomete, en fin, la tarea, prácticamente pionera, de iniciar el desarrollo de una teoría de la estrategia de cómo desplazarnos desde el sistema actual hacia un mundo de libertad. Enumero en esta sección las razones de mi elevado grado de optimismo acerca de las perspectivas de alcanzar a largo plazo —e incluso a corto— el noble ideal de una sociedad libertaria.