La razón nos dice que todos hemos nacido iguales por naturaleza, es decir, con iguales derechos respecto de la propia persona y, por consiguiente, también con iguales derechos en lo referente a su preservación… y dado que todos los hombres son propietarios de su propia persona, también son propiamente suyos el trabajo de sus cuerpos y la labor de sus manos, una propiedad sobre la que nadie tiene derecho sino sólo él; de donde se sigue que cuando aparta una cosa del estado que la naturaleza le ha proporcionado y depositado en ella, mezcla su trabajo con ella y le añade algo que es suyo, convirtiéndolo así en su propiedad… Y dado que todos los hombres tienen un derecho natural sobre (o son propietarios de) su propia persona, sus acciones y su trabajo —lo que llamamos propiedad—, se sigue con toda certeza que ningún hombre puede tener derecho a la persona y la propiedad de otro. Y si todos los hombres tienen derecho a su persona y su propiedad, tienen también derecho a defenderlas… y tienen, por tanto, derecho a castigar todas las ofensas a su persona y su propiedad.
Rev. Elisha Williams (1744)