10. Autonomía

Incluso durante las décadas de 1930 y 1940, en las que los mercados nacionales de ciencia ficción escaseaban en Gran Bretaña, el país había producido varios escritores notables que habían tomado por asalto los Estados Unidos. Primero fueron John Russell Fearn y John Beynon Harris, luego Eric Frank Russell, William F. Temple, Arthur C. Clarke y John Christopher, John Benyon Harris había sido recientemente rebautizado como John Wyndham, obteniendo grandes alabanzas tras el éxito de su libro The Day of the Triffids (El día de los trífidos). Era significativo que Gran Bretaña pudiera producir tales talentos con un mercado nacional insignificante. El hecho de que se editaran varias revistas británicas no era, pues, nada extraordinario.

A principios de 1954, Gran Bretaña disponía de cinco revistas importantes. Por fortuna, todas las publicaciones de ciencia ficción de la firma Spencer desaparecieron durante aquel mismo año, y tan sólo «Supernatural Stories», más legible y escrita casi en su totalidad por Robert Lionel Fanthorpe, seguía editándose. Otras revistas poco importantes hicieron esporádicas apariciones, como «Space Fact and Fiction» de Gerald Swan, que prácticamente sólo ofreció reediciones y con un aspecto más juvenil incluso que las producciones «naturalizadas» de Spencer; y también «Worlds of the Universe», de la que se publicó un solo número y en el que destacaba el relato de fondo de Mark Denholm (J. R. Fearn), Waters of Eternity (Aguas de eternidad), pero con sólo tres narraciones no pudo ofrecer suficientes pruebas de su valor. Así pues, quedaban «New Worlds», «Science Fantasy», «Authentic», «Nébula» y una nueva publicación, que presentó su primer número en enero de 1954, «Vargo Statten Science Fiction Magazine».

Entre la plétora de publicaciones británicas de ciencia ficción en rústica editadas a partir de 1950, unas buenas, otras malas, se mantuvo firme un nombre: Vargo Statten. Se trataba del seudónimo contractual de John Russell Fearn, que había encontrado en aquella época un mercado más próximo al hogar y muy remunerativo…, en el sentido de que podía vender todo lo que escribiera, con tanta rapidez como pudiera escribirlo, Fearn tenía fama de emplear infinidad de seudónimos, y la mayoría de libros británicos de ciencia ficción aparecían igualmente firmados con seudónimos. No es de extrañar, por lo tanto, que se atribuyeran a Fearn numerosas obras. Producciones atroces, con nombres tan espantosos como su contenido (Marco Garrón, Vector Magroon, Aston del Martia), sirvieron únicamente para denigrar a Fearn…, ¡pese a que él no había escrito ninguna de ellas!

No obstante, la popularidad de los libros de Statten, leídos por un público más juvenil, menos crítico, y por personas poco acostumbradas a los conceptos básicos de la ciencia ficción, produjo ventas extraordinarias. Las producciones de Statten superaron en ventas a todas las demás. En consecuencia, los editores, Scion Ltd., de Avonmore Road, Londres, se animaron a lanzar la revista. En formato de tipo barato y vulgarmente impresa, fue dirigida por el director general de la Scion, Alistair Paterson (y no por Statten), siendo enfocada hacia un público joven. El primer número estuvo formado fundamentalmente por obras de Fearn firmadas con seudónimos, pero también estuvo presente E. C. Tubb, otro fijo de la Scion. Tubb no escribía para jóvenes: su trabajo se caracterizaba por una tendencia hacia la realidad más cruda. Contribuyó con una novela corta, The Inevitable Conflict (El conflicto inevitable), que fue publicada en folletín en los tres primeros números. ¡Se iniciaba con una sangrienta escena en la que un hombre saltaba de un tejado y caía cerca de un viandante accidental! La producción mejoró tremendamente y, con un cambio a tamaño de bolsillo, el título de la revista se convirtió en «Vargo Statten British Science Fiction Magazine» a partir del número 4. La subsiguiente historia de la revista la explicará detalladamente y por vez primera mi colega Phil Harbottle, extraordinario aficionado a Fearn:

Luego se produjo un cataclismo. Scion Ltd., como la mayoría de las editoriales británicas, publicó una avalancha de novelas del oeste y de gangsters. Las primeras eran inocuas, pero las segundas, siguiendo la moda popularizada por Hank Jansen, eran relatos erótico-sádicos, crudamente escritos, tal como había señalado anteriormente Gordon Landsborough. Muchas de ellas fueron demasiado lejos para la censura, más bien conservadora, del momento y las editoriales responsables debieron pagar las consecuencias. Se inició la campaña de limpieza, una reacción natural del estómago ante la lujuriosa basura ofrecida por cínicos editores. Scion había sido tan culpable como cualquier otra firma, pero evitó elegantemente el descalabro. Los directores discutieron a quién concernía la responsabilidad del fracaso, siendo así que los libros ofensivos databan en realidad de una época administrativa anterior. Scion había sido una empresa próspera y presentó una atractiva propuesta a un conglomerado denominado Henry Squire Co. Ltd., que estaba anexionándose diversas casas editoriales de menor importancia. Esta firma relanzó Scion Ltd. como Scion Distributors Ltd, y Alistair Paterson siguió encargándose de los títulos de ciencia ficción. Paterson trató de proseguir las actividades de las varias empresas que Squire había adquirido. Incluso se intentó lanzar una reedición británica de «Tops in SF», pero el asunto no resultó, puesto que la revista sólo publicó dos números en los Estados Unidos.

Pero los tiempos estaban cambiando. Con Penguin, Pan y Corgi Books a la cabeza, el nivel editorial se elevaba. Se acercaba el fin de la ciencia ficción vulgar, y de las novelas de gangsters y del oeste de baja calidad. La firma Squire se encontró con que había heredado un cáncer. La situación se agravó por el hecho de que la editorial adeudaba una importante suma monetaria a una empresa llamada Dragón Press, de Luton, que había impreso numerosos libros baratos, y que no había sido pagada por las anteriores compañías. Así fue desarrollándose la siguiente etapa, que conduciría al desgaste y muerte final del imperio de la «Vargo Statten».

Para compensar la deuda, la Squire Company entregó sus mejores valores, la revista y libros «Vargo Statten» a Dragón Press. El mismo Fearn, aún ligado a la Scion, formaba parte de la operación. Se hizo cargo de la edición de la revista a partir del sexto número, con el que pasó a denominarse simplemente «British Science Fiction Magazine».

La revista efectuó un viraje bajo la dirección de Fearn. Paterson había encolerizado al fandom haciendo que sus autores escribieran para lectores juveniles. Con Fearn, la revista se orientó abiertamente hacia el fandom, desarrollando la sección «Inquísitor» dirigida por el superaficionado A. Vincent Clarke. Harry Cohn (Dave Cohén, un seguidor de Manchester) se encargó de otra sección titulada «Personalices in Fandom». La literatura fue mejorando conforme se animaba más a los escritores noveles, tales como Barrington J. Bayley, que más tarde sería figura destacada en el desarrollo de la ciencia ficción en Gran Bretaña. La revista adquirió una personalidad definida, pero Fearn estaba afrontando una causa perdida, trabajando en las desventajosas condiciones impuestas por la editorial.

Dragón no eran, en realidad, editores, y malinterpretaron un descenso en la circulación de la revista (el «establecimiento» natural en un nivel fijo). Aterrorizados, rebajaron el presupuesto de Fearn en más de un cincuenta por ciento. Pagando doce chelines y seis peniques por cada mil palabras (¡y por todos los derechos!), Fearn no tenía posibilidad alguna frente a los editores de otras revistas, que ofrecían un mínimo de veinticinco chelines por millar de palabras y únicamente por los primeros derechos británicos.

Así, mientras contribuían numerosos autores noveles, eran pocos los escritores de fama que hacían lo propio, debido a la miserable retribución. El prolífico E. C. Tubb continuó apareciendo, pero insistió en utilizar un seudónimo. Hasta Fearn dejó de colaborar con relatos inéditos y muy astutamente recompuso sus narraciones estadounidenses de la época de la guerra, utilizando diversos seudónimos. Se adoptó una cubierta fija en favor de la economía, y con un nuevo cambio de título, «The British Space Fiction Magazine», la revista se las arregló para llegar hasta febrero de 1956 y alcanzar el decimonoveno número. Una huelga general de artes gráficas aceleró entonces su desaparición. Con la muerte de Vargo Statten, que inició y terminó el boom, el panorama británico de la revista de ciencia ficción se redujo a una lenta mejoría impuesta por la necesidad de igualar el nivel ascendente del conjunto de las publicaciones inglesas.

Y entretanto, ¿qué había sido de los autores importantes que habían publicado sus obras en las otras cuatro revistas?

Al iniciarse la década de 1950 los principales escritores británicos (Clarke, Wyndham, Russell Christopher) habían desertado virtualmente del mercado británico. Pronto se uniría a ellos Charles Eric Maine, cuyas novelas, como The Mind of Mr. Soames (La mente del señor Soames) y The Tides Went Out (Las mareas cesaron), le han convertido en un autor de primera fila. Maine (que se llama en realidad David Mcllwain) era técnico de radio y director de una revista técnica. Su tremendamente famosa obra radiofónica Spaceways (Rutas del espacio) fue llevada a la pantalla y publicada después en forma de libro. También aparecía en revistas de ciencia ficción en aquella época, siendo su primera obra el relato corto sobre los transmisores de materia, Repulsión Factor {Factor de repulsión) («Authentic», septiembre de 1953).

Con todo, muchos autores siguieron escribiendo para las revistas. El inteligente escritor escocés I. T. McIntosh se presentó en el número de «Astounding» de diciembre de 1950 con The Curfew Tolls (Las campanadas del toque de queda) y pronto sus obras iban a publicarse en ambos lados del Atlántico. En 1952 escribió el primer folletín de «New Worlds» The Esp Worlds (Los mundos esp)[9], en el que un telépata es enviado a un mundo gobernado por mujeres expertas en telequinesia. En 1953, McIntosh se unió a la tendencia estadounidense antitabú con su relato Made in USA (Fabricado en los Estados Unidos) («Galaxy», abril de 1953), en el que un hombre pide el divorcio basándose en que su esposa no le reveló que era una androide hasta la noche de bodas.

Ian Wright hizo sus primeras ventas a las revistas de la Spencer, pero su presentación tuvo lugar en «New Worlds» (enero de 1952) con Operation Exodus (Operación Éxodo), que narra el traslado del exceso de población terrestre a otro sector del espacio, coincidiendo con que una nave espacial extraterrestre se interesa por la misma zona. Wright pronto se hizo famoso en las revistas de la Nova, sobre todo a mediados de aquella década, con su serie en torno al embajador Dawson y sus humorísticas aventuras diplomáticas, que fue precursora de la serie Retief de Keith Laumer en la década de 1960.

En la actualidad es muy frecuente que se asocie el nombre de J. F. Burke a sus libros Hammer Horror Omnibus, pero su primera obra publicada fue Chessboard (Tablero de ajedrez) («New Worlds» enero de 1952), en torno a ciudadanos condicionados en el futuro. Estuvo a punto de presentarse diez años antes al lograr que «Tales of Wonder» le comprara un relato, pero la revista desapareció antes de publicarlo, (Posteriormente, Burke se convirtió en figura principal de «Authentic»).

El número de enero de 1952 de «New Worlds» constituyó una auténtica plataforma de lanzamiento para escritores noveles. Aparte de presentar a Ian Wright y Jonathan Burke, significó también el bautismo literario para James White con Assisted Passage (Viaje sufragado). El centro de este cuento es el ejército y el primer cohete tripulado… ¡por un piloto equivocado! White, irlandés, estaba obsesionado por los detalles auténticamente científicos, y sus numerosos relatos subsiguientes le permitieron lograr una gran reputación entre los círculos británicos. En realidad, logró el éxito que se merecía en 1957, al iniciar su serie sobre un hospital espacial con Sector General (General del sector).

Otro irlandés, Bob Shaw, también está firmemente establecido en nuestros días, aunque no retornó a las publicaciones hasta mediados de la década de 1960. Su verdadera presentación tuvo lugar con un relato muy logrado, Aspect (Aspecto), en el número de agosto de 1954 de «Nébula», describiendo la exploración de un planeta por un equipo terrestre que descubre que otra raza extraterrestre ha estado allí anteriormente.

En 1953 se produjo la aparición de John Brunner en una revista, siendo dicho autor uno de los escritores británicos actuales que más premios han ganado. Brunner había vendido un libro de bolsillo en 1951, cuando todavía era estudiante, pero su título es un secreto celosamente guardado. (¡Brunner tiene su propia sensibilidad!). En marzo de 1953, cuando aún no había cumplido los veinte años, apareció en «Astounding» como John Loxmith con Thou Good and Faithful (Tú, perfecto y justo), y también vendió una novela, The Wanton of Argus (El libertino de Argos) —cuya acción transcurre en otro planeta, en el marco de una sociedad feudal— a «2 Complete Science Adventures Books». Brunner se convirtió en pocos años en un nombre que había que tener en cuenta.

Kenneth Bulmer, que había publicado varias novelas de bolsillo, entró por fin en el mundo de la revista con el número de abril de 1954 de «Authentic»; su relato se titulaba First Down (Primer alunizaje). Resulta algo anticuado para nuestra época, pero esta obra de acción, en torno a dos hombres que ocupan un cohete individual, ambos resueltos a ser el primer humano que llega a la Luna, fue bien acogida. A partir de entonces, Bulmer mantuvo una producción constante de excelentes relatos, fundamentalmente novelas cortas, que vendió a las cuatro revistas de vanguardia. Junto al investigador químico John Newman formó el equipo literario Kenneth Johns. Los artículos científicos de ambos fueron secciones regulares de todas las revistas, sobre todo de «New Worlds» y «Nébula».

Pero en la actualidad, el nombre más asociado con la ciencia ficción británica es el de Brian Aldiss. Su primera venta fue T, una misteriosa entidad encerrada en un proyectil espacio-tiempo dirigido a nuestro sistema solar y programada para activarse cuando alcance la Tierra. Con todo, la obra no se publicó hasta noviembre de 1956 en la revista «Nébula». Su primer relato publicado fue A Book in Time (Un libro oportuno), ofrecido por el «Bookseller» el 13 de febrero de 1954. Entró en el campo de la revista de ciencia ficción en el número de julio de 1954 de «Science Fantasy» con Criminal Record (Grabación criminal), cuento diestramente narrado sobre las lecciones aprendidas de una grabación procedente del futuro. Aldiss se convirtió rápidamente en un desafiante autor novel.

En 1953 hubo un autor británico que logró un impacto especial: Bryan Berry, que vendió varias novelas a Hamilton, en las condiciones entonces prevalecientes, es decir, todos los derechos por, aproximadamente, cuarenta libras. Hamilton logró vender las obras a Fiction House, y aparecieron en la publicación barata «2 Complete Science Adventures Books». Berry no recibió ningún pago adicional por la reedición, en tanto que los editores se embolsaron cerca de trescientas libras. Protestó a Fiction House y obtuvo disculpas, pero ni un solo céntimo. Pese a ello, la editorial se interesó por algunos de sus relatos cortos. Berry envió una selección y «Planet Stories» publicó en enero de 1953 tres de las narraciones, todas firmadas con su nombre real. No era anormal que los autores tuvieran más de un cuento por número, pero por lo general aparecían con seudónimos. Esto provocó cierta acritud entre los lectores, pero Berry quedó satisfecho al haber recibido una retribución adecuada, y mucho más cuando Clifford Simak le envió una carta elogiando su trabajo. Tal como señaló Simak, el enfado de los lectores no emanó de los relatos en sí mismos, ¡sino más bien de su incapacidad para vender ni siquiera uno! Por desgracia, Berry murió poco después y su indudable talento nunca se manifestaría en su plenitud.

El escritor británico más fecundo durante la década de 1950 fue sin ninguna duda E. C. Tubb, que con su propio nombre e infinidad de seudónimos llenó muchas veces una revista entera. Basta con echar un vistazo a su bibliografía para comprobar cuan omnipresente era. ¡Y asi siguió durante toda la década! Como ejemplo de su excelente trabajo, reflejando la grandeza de su contribución al género, incluimos en este libro su relato The Wager (La apuesta) («Science Fantasy», noviembre de 1955).

A finales de 1955 empezó a gestarse un cambio en «Authentic». H. J. Campbell no podía seguir dirigiendo la revista y continuar su trabajo de investigación al mismo tiempo. Por tal razón se entregó el timón a la experta mano de E. C. Tubb coincidiendo con el número 66 de la publicación (febrero de 1956).

Cerca ya de la tercera década de la historia británica de ciencia ficción, Gran Bretaña disponía por fin de cuatro revistas altamente interesantes y de estimable éxito: «New Worlds», «Science Fantasy», «Nébula» y «Authentic». Y en consecuencia, se mantenía una saludable producción de autores británicos de excelente calidad. La primera mitad de la década fue testigo de su aprendizaje, practicando, experimentando estilos y perfeccionando sus ingenios. Y un nuevo talento estaba también madurando con el florecimiento de la ciencia ficción en el país, un talento que mostraría sus propias tendencias e intenciones. Saldría a la luz con el número de diciembre de 1956 de «Science Fantasy», que ofrecía Prima Belladonna de J. G. Ballard. El curso de la ciencia ficción británica, guiado por las revistas y sus escritores, estaba a punto de revolucionar la ciencia ficción en todo el mundo.