4. El principio del «boom»

Los Estados Unidos volvieron a la normalidad antes que Gran Bretaña. Coincidiendo con la crisis temporal en este último país, el mar de la ciencia ficción estadounidense empezó a agitarse. «Amazing» ya había vuelto a ser mensual y, a finales de 1946, todas las demás publicaciones aparecían bimestralmente, excepto «Planet Stories», que siempre había sido trimestral.

En febrero de 1947 apareció en las librerías una revista completamente nueva dedicada a la ciencia ficción, la primera de carácter periódico publicada en los Estados Unidos desde que «Uncanny Stories» naciera y muriera con su primer número en abril de 1941. Se llamaba «Fantasy Reader», aunque es normal que se la mencione como «Avon Fantasy Reader», puesto que su nombre estaba estrechamente vinculado al de los editores, Avon Books, de la calle 57 Oeste de Nueva York. Durante toda su existencia se la aceptó como revista, cosa que podría discutirse, pues el mismo Donald Wollheim, su director, la presentó como una serie de antologías en rústica en el primer número. La revista no tenía nada de común: su tamaño era reducido (digest), estaba guarnecida con una sobrecubierta y su precio era de treinta y cinco centavos. Hasta entonces, «Astounding» y «Amazing», las revistas más apreciadas, se habían vendido a veinticinco centavos, ¡y algunas a tan sólo quince! Las ventas de «Fantasy Reader» demostraron la existencia de un público ávido de lectura.

Donald Wollheim era el director ideal para un proyecto de este tipo. Como director de la primera antología de ciencia ficción en rústica, había logrado ya una gran popularidad para el género. The Pocket Book of Science Fiction (Antología de ciencia ficción) había sido publicado en mayo de 1943 por Pocket Books Inc., de Nueva York, y constituyó un gran éxito. El libro reeditó diez narraciones, abarcando desde By the Waters of Babylon (En los ríos de Babilonia) de Stephen Vincent Benet, publicada originalmente en el «Saturday Evening Post», hasta A Martian Odyssey (Una odisea marciana)[5] de Stanley G. Weinbaum, procedente de «Wonder Stories». Las revistas de ciencia ficción estuvieron bien representadas, puesto que la mitad de los relatos provenían de ellas, y, más concretamente, tres habían sido publicados en «Astounding».

En 1946 Wollheim trabajaba para «Ace», las revistas baratas (pulp) de A. A. Wyn, pero se decidió a escribir para Avon Books, confiando en que esta editorial añadiera un título de fantasía a sus series habituales de misterio y aventuras (western). El director, Herbert Williams, se mostró entusiasmado y contrató a Wollheim para que compilara un número de «Fantasy Reader». No se estableció ningún tipo de periodicidad, publicándose un nuevo número cuando las ventas del anterior resultaban satisfactorias. Gracias al gran éxito de «Fantasy Reader», Wollheim aceptó el ofrecimiento de entrar en el equipo de Avon. Williams dimitió poco después y Wollheim pasó a ser el director de todas las publicaciones de Avon.

En «Fantasy Reader» Wollheim demostró la misma habilidad de selección que con sus antologías anteriores. El primer número iba encabezado por The Power Planet (El planeta poderoso) de Murray Leinster, obra clásica de intriga en una estación espacial, extraída de «Amazing» (junio de 1931). Otros autores presentes fueron William Hope Hodgson, A. Merritt, H. G. Wells, August Derleth, Clark Ashton Smith, H. Russell Wakefield y Lord Dunsany; un reparto estelar y obras que comprendían desde la ciencia pura hasta seres grotescos. Al terminar el primer año Wollheim había logrado reeditar, en cuatro publicaciones, una soberbia colección de los principales autores y obras clásicas reconocidas en los campos de la ciencia ficción, fantasía y horror. «Fantasy Reader» se iba convirtiendo en una revista tremendamente solicitada.

En el verano de 1947 surgieron dos rivales, con pocas posibilidades competitivas pero marcando un hito. Hasta entonces las revistas de ciencia ficción se habían publicado en Nueva York o Chicago, mientras que las nuevas revistas lo fueron en la costa oeste del país.

«The Vortex» fue una publicación de gran categoría y aspecto profesional. La editaban dos estudiantes de San Francisco, Gordon M. Kull y George R. Cowie, ¡y la distribución era gratuita! En una hojita de papel adjunta se indicaba que los editores aceptarían agradecidos donaciones voluntarias de veinte centavos. Las ochenta páginas, formato reducido, de la revista ofrecían unas cinco narraciones, un poema y varios artículos. Fantasía y ciencia ficción se repartían el contenido, aunque ninguno de los autores era muy conocido. (Tal vez se tratara de seudónimos.) Cada una de las lustrosas páginas portaba una espiral en colores como símbolo de «The Vortex», y el costo de este proyecto debió de ser suicida. Aunque sólo sea por tal razón, no es de extrañar que la revista desapareciera para siempre. Un ejemplo de la devoción maníaca de los entusiastas.

Los Angeles, a más de seiscientos kilómetros al sur de San Francisco, es el hogar natal del entusiasta William L. Crawford, nombre que quizá recuerden, si leyeron el primer tomo, por sus revistas semiprofesionales «Marvel Tales» y «Unusual Stories». Por entonces volvió a la carga con «Fantasy Book», revista de gran formato cuyas cuarenta páginas se vendían a veinticinco centavos. Crawford, nacido en septiembre de 1911, se había mostrado activísimo en el fandom de la ciencia ficción durante la década de 1930, pero desapareció al estallar la guerra. Nada se supo de él hasta 1945, año en que publicó un opúsculo, «The Garden of Fear», compilación de cinco relatos procedentes de «Marvel Tales», entre ellos el que daba nombre al cuaderno, obra de Robert E. Howard, y Celephais de H. P. Lovecraft. La publicación obtuvo buenas ventas y Crawford, teniendo ya distribuidor asegurado, decidió sacar partido de la situación y editar una revista. ¡Ay!, antes de tener preparado el primer número de «Fantasy Book», el distribuidor cerró el negocio y Crawford quedó sin recursos. En consecuencia, con una tirada de tan sólo mil ejemplares, muy pocos llegaron a los quioscos fuera de California, y la mayoría se vendió mediante suscripciones y a través de vendedores especializados.

Crawford pudo utilizar los relatos que había adquirido para «Marvel Tales». Por ejemplo, el primer número se iniciaba con People of the Cráter (El pueblo del cráter) de Andrew North. Éste era el seudónimo de la famosa escritora Andre Norton, que había entregado el manuscrito original a Crawford en los primeros años de la década de 1930, junto con una continuación, Garan of Yu-Lac. El manuscrito se perdió, pero fue redactado de nuevo. People of the Cráter fue impreso, por fin, en este primer número de «Fantasy Book», en tanto que Garan of Yu-Lac ¡tuvo que esperar hasta 1969 para ser publicado, e incluso entonces, incompleto! Tales son los peligros de editar y escribir ciencia ficción.

Sería exagerado decir que «Fantasy Book» era una revista «pulcra». Su apariencia era tosca, y su presentación, más bien vulgar. Pero en el primer número se encontraban Robert Bloch y A. E. van Vogt, este último con su impronunciable The Cataaaaa, y otras cuatro historias más. Contenía pocas ilustraciones pero bien ejecutadas, e incluía la obra de Charles McNutt, que posteriormente se haría famoso como escritor con el nombre de Charles Beaumont.

Con el segundo número, todavía en gran formato, la presentación de «Fantasy Book» decayó. Pero el contenido fue interesante, sobre todo una obra clásica de A. E. van Vogt, The Ship of Darkness (La nave de las tinieblas), que se inicia con un viaje a través del tiempo hasta el año 3000000 y el descubrimiento de una misteriosa nave. Es interesante señalar, para los coleccionistas, que este número tuvo dos cubiertas distintas, correspondientes a sendas impresiones. La más fácil de obtener es la edición en papel de libro con una cubierta, más bien horrible, de Lora Crozetti, y que se vendió a treinta y cinco centavos. La segunda, que se vendió en los quioscos y fue mucho menos difundida, se puso a la venta a tan sólo veinticinco centavos, y la cubierta, de bastante más calidad, fue obra de Roy Hunt. Pero esta última edición se imprimió en papel barato (pulp) de calidad inferior y ahora resulta difícil encontrarla.

Crawford, resuelto a publicar la revista regularmente, inició en la segunda «Fantasy Book» el ambicioso proyecto de publicar un serial: The Machine-God Laughs (La máquina-dios ríe), del escritor británico Festus Pragnell. Su pobre argumento, desarrollado en torno a un superrobot y agentes chinos, apenas logró mantener el interés de los lectores por las tres partes que se publicaron a lo largo de diez meses.

«Fantasy Book» pasó a tamaño reducido con el tercer número, pero la cubierta y las ilustraciones interiores, la mayoría obra de Crozetti, eran espantosas. Todavía impreso en papel barato, su pobre apariencia no fue mejorada en lo más mínimo. Para el número 4, no obstante, Crawford decidió, acertadamente, suprimir las ilustraciones interiores y reeditar un bonito dibujo de Neil Austin en la cubierta, el mismo que había acompañado a The People of the Cráter en el primer número. La presentación fue mejorando a partir de entonces, llegando a su punto más alto en el número 6 (enero de 1950). Esta edición redujo aún más su tamaño, presentó una cubierta de Jack Gaughan, inicio profesional de éste, y constó de ciento doce páginas, conteniendo una novela corta, The Scanners Live in Vain (Los exploradores viven en vano), que señaló el principio de la sorprendente carrera de Cordwainer Smith. La novela, de gran rudeza, relata la dura existencia de los exploradores, cuyas vidas están dedicadas a la salvaguardia de la humanidad. Su lectura dejó una impresión imborrable en las mentes de los aficionados, aumentada aún más por el hecho de que el enigmático Cordwainer Smith no reapareció en las revistas hasta 1955. Smith era el seudónimo de Paul M. Linebarger (1913-1966), un profesor estadounidense de política asiática y consejero militar. Estaba doctorado en artes y filosofía, hablaba chino, alemán, francés y español y leía ruso, portugués y holandés. El que una personalidad así apareciera en una revista de ciencia ficción escasamente difundida y con una novela que desde entonces se ha convertido en legendaria, subraya aún más las innumerables sorpresas e intrigas del mundo de la ciencia ficción.

En enero de 1948 surgió otra publicación: «The Arkham Sampler» de Arkham House editores, Wisconsin. Arkham House fue creada en 1939 por August Derleth y Donald Wandrei con la intención de perpetuar la obra de H. P. Lovecraft. La aventura fue un gran éxito, y en 1947 «Sampler», dirigida por Derleth, pasó a ser trimestral, ofreciendo las novedades de Arkham House y publicando literatura de misterio y ciencia ficción, tanto originales como reediciones. Allí vio la luz The Dream-Quest of Unknown Kadath (La búsqueda onírica del desconocido Kadath), un clásico de la fantasía de H. P. Lovecraft. Actualmente, se recuerda más a «The Arkham Sampler» como la cuna de innumerables y valiosísimas reseñas de libros y comentarios editoriales, con artículos de Lovecraft, Moskowitz, Bioch y muchos otros. Por lo que a literatura se refiere, allí estaban firmas como las de Van Vogt, John Beynon Harris y Ray Bradbury, por citar sólo algunas. Después de publicar ocho números trimestrales, la insuficiente cuantía de las ventas obligó a Derleth a cerrar «Sampler». En la actualidad, los ejemplares de esta revista alcanzan precios muy elevados.

Puesto que «Fantasy Reader» y «Arkham Sampler» contenían básicamente reediciones, y «The Vortex» y «Fantasy Book» lograron una difusión escasa, ninguna de ellas puede considerarse como decisiva al evaluar el inicio del segundo boom de las revistas de ciencia ficción. Su existencia prueba que había un mercado, pero su importancia fue secundaria. Las más poderosas salían de Street & Smith, Ziff-Davis, Standard y Popular, y cualquier movimiento en su favor vaticinaba el resurgir de una tendencia hacia las publicaciones de ciencia ficción.

Ziff-Davis fue la prueba de ello cuando el escándalo Shaver, algo sin precedentes, contribuyó a que «Amazing», primero, y «Fantastíc Adventures», después, reanudaran su aparición mensual. Además, la emprendedora dirección repitió su experiencia durante la guerra, encuadernando conjuntamente tres números mensuales consecutivos y vendiéndolos como trimestrales, cosa que se inició en el invierno de 1947-1948 y que prosiguió hasta 1951.

Pero el primer indicio auténtico del boom surgió en la Popular. Antes de la guerra, ésta había publicado un ramillete de títulos de ciencia ficción, fracasando todos, con la excepción de «Famous Fantastic Mysteries» («FFM»), a causa de la escasez de papel. Superadas ya las restricciones, nació una revista hermana de la anterior, «Fantastic Novéis». Esto acentuó la popularidad de «FFM», ya que durante la guerra se había duplicado, hasta cierto punto, con «Novéis», reeditando obras completas. El renacimiento de «Fantastic Novéis» podría, pues, parecer superfluo, pero fue recibida con los brazos abiertos. Se adoptó, una vez más, el viejo estilo de novela científica de «Argosy/All-Story», en tanto que «FFM» seguía reeditando material procedente de publicaciones en cartoné.

El primer número de la renacida «Fantastic Novéis», de nuevo con Mary Gnaediger como directora, apareció en marzo de 1948, y se iniciaba con The Ship of Ishtar (La nave de Ishtar) de Merritt. Ya en 1942, esta novela había sido presentada en forma de serial por «Argosy», y en 1938 una encuesta realizada por dicha revista entre los lectores la proclamó como el relato más popular publicado en ella. En 1926, sin embargo, una edición en cartoné se había vendido con dificultad. Para la nueva generación de lectores de la posguerra se trataba, por lo tanto, de un clásico perdido que bien valía la pena resucitar. Se comprende, pues, que a «Fantastic Novéis» le fuera relativamente fácil alcanzar el éxito. Restablecer una revista con una línea establecida ya familiar para los lectores no era tan difícil o arriesgado como lanzar un nuevo proyecto. Los simpatizantes de «FFM» estarían dispuestos a comprar también la publicación hermana y, confiando en ello, la firma Popular editó también «Fantastic Novéis» bimestralmente, alternándola con «FFM». A. Merritt volvió a constituir la base del proyecto y, a decir verdad, había motivos para pensar que las ventas del autor no podían llegar muy lejos. En efecto, en diciembre de 1949 la Popular puso a la venta la «Merritt's Fantasy Magazine», encabezada por Creep, Shadow! (¡Arrástrate, sombra!), la última novela del autor, publicada en 1934. «Merritt's Fantasy» duró sólo cinco números, pero no fue únicamente el empacho de Merritt lo que condujo a su fracaso. Más adelante explicaré cuáles fueron las otras razones.

Ya con «Fantastic Novéis» en el buen camino, la Popular revisó otros títulos suspendidos y decidió resucitar «Super Science Stories». En un principio, esta revista había sido idea de Frederik Pohl, allá por el año 1939, cuando habló con Rogers Terrill, de la Popular, y trató de convencerle respecto a editar una revista de ciencia ficción. «Super Science» y su compañera «Astonishing Stories» habían tenido un gran éxito hasta que las restricciones de papel y la partida de Pohl al ejército durante la guerra las hirieron de muerte. Pohl no regresó a la firma Popular. Al terminar la guerra se estableció como agente literario y el trabajo le iba moderadamente bien. Así las cosas, Alden H. Norton, editor asociado de la Popular, buscó los servicios de Ejler Jakobssen, el hombre que había cubierto el hueco en los números finales de «Super Science Stories». Jakobssen era un finlandés nacido en diciembre de 1911 y que había llegado a los Estados Unidos en 1926. En la década de 1930 se dedicó a la literatura tipo pulp y en 1943 se unió a la Popular. En 1948 era jefe de departamento y se encargaba, pues, de «FFM». En el verano de aquel mismo año, Jakobssen se tomó unas vacaciones. El mismo relata lo que sucedió entonces: «Me encontraba a ocho kilómetros del teléfono más cercano, flotando de espaldas en la templada agua de un lago, en un día caluroso, insoportable, cuando apareció un chico en la orilla y gritó: «¡Llame a su despacho!». Recorrí con él los inevitables ocho kilómetros hasta llegar a una granja, llamé, y Al Norton me dijo que «Super Science Stories» había sobrevivido y que quedaba a cargo de mi departamento».

La revista reapareció en enero de 1949, destacando en ella The Black Sun Rises (Nace el sol negro), novela corta de Henry Kuttner. Esta obra había sido presentada a «Super Science Stories» en la primera época de la revista y, al cesar su publicación, fue incluida en la edición canadiense, iniciada en agosto de 1942. Dicha edición siguió apareciendo bimestralmente durante la guerra, alcanzando los veintiún números hasta su muerte en diciembre de 1945. La nueva «Super Science» también se imprimió inicialmente en Canadá.

«Super Science Stories» ha tendido a ser despreciada por los coleccionistas. Pero en su época fue una revista muy competente y ofreció una plétora de relatos interesantes y amenos de todos los principales autores. Ray Bradbury apareció allí con regularidad, publicando relatos tan clásicos como I, Mars (Yo, Marte), en el que describe la grotesca situación de un hombre que se encuentra solo en el planeta rojo, y Changeling (Variable), en el que un hombre dispone de varios androides, duplicados de sí mismo, para satisfacer a sus amantes. Arthur C. Clarke apareció en las páginas de la revista con The Wall of Darkness (El muro de oscuridad), un rompecabezas al estilo de Möbius. Poul Anderson, en rápida carrera hacia la fama, contribuyó con varias narraciones, entre ellas Earthman, Beware! (¡Cuidado, terrestre!), que se reedita en el presente libro, Y «Super Science Stories» fue, además, la primera en publicar un relato de Chad Oliver, The Land of Lost Content (La tierra de la satisfacción perdida), en noviembre de 1950. También constituyó un terreno abonado para John D. MacDonald, el gran escritor de temas policíacos y de misterio, que en los quince números de la revista firmó diecinueve relatos con su propio nombre y dos seudónimos.

La preocupación de «Super Science Stories» por los entusiastas se manifestó en la sección «Fandom's Corner» (El rincón del fandom), que dirigía un fan famoso, James V. Taurasi, y que reseñaba las publicaciones y actividades de los restantes. Además, Frederik Pohl se encargaba regularmente de la sección de crítica bibliográfica. Durante muchos números, Damon Knight colaboró con Ejler Jakobssen en la edición, Jakobssen seleccionaba y compraba los relatos, en tanto que Knight elaboraba los números. Ambos experimentaron en las páginas de la revista y animaron a los autores a que se aventuraran en nuevas direcciones. Casi despreciada, fue «Super Science Stories», sin embargo, la que constituyó el necesario lazo de unión entre «Astounding» y la nueva ola de revistas que iban a sucederse. Ella proporcionó aquel ansiado aire fresco en el que los autores pudieron adaptar su estilo y puntos de vista a lo que se aproximaba.

La cercanía de Canadá a los Estados Unidos podría indicar la existencia de un interés razonable hacia la ciencia ficción, Pero no parece que ésta sea la realidad. Sí, los escritores nativos canadienses son escasos, y las revistas originales del país, una rareza. Existieron ediciones canadienses de revistas estadounidenses, como el caso de «Super Science Stories» que acabamos de mencionar, o versiones muy similares de «Science Fiction», «Weird Tales» y «Uncanny Tales». Usualmente se trataba de reediciones acompañadas por una parte ínfima de nuevos relatos de autores estadounidenses. Se comprende, pues, la extrañeza que causó en marzo de 1949 la aparición de una revista canadiense totalmente original y, lo que es más, en francés, idioma de un tercio de la población.

«Les Adventures Futuristes» nació en Montreal, provincia de Quebec, donde un ochenta por ciento, aproximadamente, de la población habla francés. Es sorprendente que una publicación así no hubiera surgido antes, y lo es mucho más el que cuando por fin apareció lo hizo con una periodicidad quincenal. «Les Adventures Futuristes» consistía fundamentalmente en aventuras centradas en torno a dos superhéroes, y contenía creaciones tan grotescas como un hombre esférico y plantas parlantes. Después del sexto número, la revista pasó a ser mensual, desapareciendo sin dejar rastro en septiembre de 1949, tras haber publicado el número 10. En la actualidad, los ejemplares de esta revista son muy escasos y se la recuerda en los anales de la ciencia ficción como una novedad fascinante.

Al cabo de uno o dos años más nació otra revista canadiense» «Brief Fantastic Tales» era la más pequeña de todas, con un formato aproximado de 14 × 9 cm, 64 páginas y tan sólo cuatro relatos en su interior. Se editó en Studio Publications de Toronto (Ontario) y costó únicamente diez centavos, Después del primer número no se la volvió a ver más.

En 1949 se produjo un acontecimiento especial, precursor de todo lo que iba a venir. Los superhéroes habían formado parte integral de la ciencia ficción a lo largo de dos décadas. Durante la de 1930, numerosas publicaciones nuevas habían nacido en torno a uno de tales héroes, normalmente dedicando una novela a sus aventuras. «Doc Savage», sin duda alguna, fue la más famosa en el campo de la revista barata, Street Smith presentó el primer número en marzo de 1933, manteniendo una periodicidad mensual durante la guerra. Muchos de los relatos más importantes, casi todos escritos por Lester Dent (1904-1959), han reaparecido desde entonces en ediciones estadounidenses en rústica, y también existe una edición británica. Con un total de ciento ochenta aventuras, es indudable que a los interesados les queda aún mucho por leer. En 1975, además, se estrenó una película sobre Doc Savage de George Pal, maestro en el cine de ciencia ficción. Doc Savage poseía una fabulosa combinación de habilidad científica, magia mental y poderío físico, dedicándose a prestar ayuda a personas inmersas en extravagantes trances, «Doc Savage» estaba considerada una de las publicaciones fuertes de las revistas baratas, pero en 1947, ante la incredulidad de muchos lectores, empezó a fallar algunos meses, paso a ser trimestral y desapareció con el número de verano de 1949. Había muerto la última de las grandes revistas de héroes.

Y la principal causa de su desaparición fue el sorprendente crecimiento de la industria del cómic. Los héroes del cómic, en particular Superman y Batman, habían sido un producto de la ciencia ficción justo antes de la guerra, y numerosos escritores y artistas de ciencia ficción trabajaron para ellos. Mortimer Weisinger, director de «Thrilling Wonder» desde 1936 hasta 1941, abandonó la revista para convertirse en director de «Superman» y, posteriormente, de toda la serie de cómics asociados. En 1949 estos superhéroes, con sus ilustraciones y bocadillos «fáciles de seguir», eran los que gozaban de las simpatías de los lectores juveniles y de los jóvenes de corazón. En comparación, la lectura de toda una novela era pesada. Su éxito produjo un declive similar en las ventas de revistas baratas, sobre todo en las de héroes.

El final de «Doc Savage» dejó un vacío que los cómics llenaron con prontitud. Pero Popular Publications, en una especie de pataleo innecesario, tomó la decisión de resolver la crisis mediante un héroe moderno, el capitán Zero. Se trataba de un hombre al que una explosión atómica había convertido en invisible, aunque poseía algunas cualidades antihéroe ¡puesto que era chapucero, miope y despistado! La Popular encargó a G. T. Fleming-Roberts que escribiera las novelas principales, apareciendo la primera de ellas, City of Deadly Sleep (La ciudad del sueño mortal), en noviembre de 1949. Fleming-Roberts era un acérrimo escritor de este tipo de temas, que había publicado regularmente en la mayoría de revistas de misterio y terror desde principios de la década de 1930. Aportó al héroe propio de estas publicaciones una dosis de humor que hacía mucha falta, pero fracasó. «Captain Zero» no llamó la atención, y al cabo de tres números la revista se convirtió en tan invisible como su héroe.

Con todo, Henry Steeger, presidente de la Popular, merece ser felicitado. Con «Fantastic Novéis», «Super Science Stories» y «Captain Zero» los editores habían sido audaces y se habían lanzado a la aventura. «Captain Zero» fue un riesgo que fracasó, pero las otras dos publicaciones prosperaron. Esto, unido al éxito de las revistas de ciencia ficción ya creadas, significó la luz verde hacia el futuro.

El final del verano de 1949 fue con mucho la víspera de la tormenta. En el siguiente período de un año aparecerían doce nuevas revistas, dos de las cuales estaban destinadas a pasar a la historia. Por lo tanto, antes de zambullirnos en este torbellino, sería oportuno citar algunos de los nuevos autores que habían hecho su aparición en las revistas de ciencia ficción en los tres años posteriores a la guerra, así como algunas narraciones de entre las más famosas que habían aparecido.

Ya he mencionado a Arthur C. Clarke y Poul Anderson, dos de los nombres principales inmediatamente después de la guerra. Otro de ellos era William Tenn, seudónimo de Philip Klass, un estadounidense nacido en Londres, que también se inició en «Astounding», revista que mantenía su impresionante marca en cuanto a cultivar talentos en embrión. Alexander the Bait (Alejandro el cebo) (mayo de 1946) fue escrita tan sólo tres meses después del final de la segunda guerra mundial. Cuando Tenn trabajaba en calidad de editor técnico para las fuerzas aéreas. El relato emplea este entorno como base de un esfuerzo convenido para llegar a la Luna. La continuación fue Child's Play (Juego infantil) (marzo de 1947), que se inicia cuando un hombre de nuestros días recibe un obsequio navideño procedente del año 2153, hecho que provoca consecuencias escalofriantes.

En abril de 1947, «Astounding» presentó el primer relato de H. Beam Piper, Time and Time Again (Una y otra vez). Se trataba de un químico cuya conciencia retrocedía treinta años en el tiempo, ocupando su propio cuerpo juvenil pero conservando todos sus recuerdos futuros. Esta situación se producía como resultado de una droga contra el dolor que se había administrado al protagonista tras resultar herido en la tercera guerra mundial. Esta narración obtuvo el primer lugar en una encuesta realizada entre los lectores, superando a A. E. van Vogt, el gigante de la época, y su novela corta Home of the Gods (El hogar de los dioses). La carrera de Piper se inició triunfalmente, y el escritor aseguró su popularidad con una segunda narración, He Walked Around the Horses (Apareció entre los caballos) (abril de 1948), que comenzaba con la histórica desaparición del inglés Benjamin Bathurst ocurrida en Prusia en 1809. Piper postuló que Bathurst se había desvanecido en un mundo paralelo, y la trama prosigue a partir de ahí. Desde entonces la obra ha sido reconocida como un clásico menor.

Un nombre más venerado en el campo de la ciencia ficción, pese a sus esporádicas apariciones, es el de T. L. Sherred, que se presentó en «Astounding», mayo de 1947, con una joya de los viajes en el tiempo, E for Effort (E de esfuerzo). La narración se basa en un par de científicos que logran una fortuna produciendo películas en tres dimensiones sobre acontecimientos históricos. También se la cita como un clásico menor. Y lo mismo sucede con una obra de Wilmar Shiras, una escritora, titulada In Hiding (Oculto) («Astounding», noviembre de 1948), que narra los problemas de un psiquiatra enfrentado a un niño supranormal de diez años. Wilmar Shiras fue una de las diversas escritoras que empezaban a llamar la atención dentro de la ciencia ficción. Antes se habían registrado pocos casos, destacando C. L. Moore (esposa de Henry Kuttner), Leigh Brackett (casada con Edmond Hamilton) y Leslie F. Stone. Luego, el número de «Astounding» de junio de 1948 presentó That Only a Mother (Sólo una madre) de Judith Merril. Este relato, en torno a un mutante, un niño prodigio al que su madre considera perfectamente normal, es uno de los más sobrecogedores dentro del género. Otra escritora que hizo su aparición en esta época fue Katherine MacLean, cuyo Defense Mechanism (Mecanismo de defensa) también apareció en «Astounding» (octubre de 1949).

También los británicos, aparte de Arthur C. Clarke, estaban distinguiéndose en los Estados Unidos, Peter Phillips, nacido en Londres, creó un relato de gran originalidad, Dreams Are Sacred (Los sueños son sagrados) («Astounding», septiembre de 1948), en el que un psicólogo se proyecta en la mente de su paciente para curarlo. El número de «Astounding» de febrero de 1949 significó la primera aparición de Christopher Youd con Christmas Tree (Árbol de Navidad), un agudo relato en torno a la Navidad pasada lejos de la Tierra, C. S. Youd era el nombre auténtico del escritor que pronto se haría internacionalmente famoso con libros como Death of Grass (La muerte de la hierba): John Christopher, que durante un período iba a rivalizar con Arthur C. Clarke como principal escritor británico de ciencia ficción. Había vendido un relato corto a Walter Gillings en 1946, para la revista «Fantasy», pero dicho relato, Monster (Monstruo), no se publicó hasta 1950. Los mejores escritores británicos de la época anterior a la guerra iban haciendo también su reaparición, tras volver a vestir el «traje de paisano». Así, Eric Frank Russell presentó un serial increíble, Dreadful Sanctuary (El santuario terrible), publicado en «Astounding» durante el año 1948. Se inicia con el fracaso de todos los cohetes lunares para despegar con éxito de la Tierra, ¡y prosigue revelando que la Tierra es en realidad una casa de locos de la Galaxia! Si fuera precisa, esta obra sería la muestra indudable del talento y la habilidad de Russell, el escritor había recibido ya innumerables manifestaciones de apoyo por su novela corta Metamorphosite (Metamorfosista) (1946), que examinaba los cambios de la especie humana a lo largo de un milenio en el futuro, y estaba poniendo los cimientos a una carrera que le llevaría a ser uno de los escritores de ciencia ficción más respetados en la década de 1950.

También John Wyndham se había reintegrado al género. Firmando como John Beynon, escribió Adaptation (Adaptación) («Astounding», julio de 1949), que trataba sobre una niñita especialmente dotada para la supervivencia en condiciones extrañas.

Aquel mismo número de «Astounding» contenía la primera obra de ciencia ficción del escritor estadounidense James H. Schmitz. Antes, en 1943, Schmitz había publicado una fantasía en «Unknown Worlds», pero Agent of Vega (El agente de Vega) constituyó su entrada arrolladora en el género, El relato rebosaba de acción y brillantez, y la intriga se centraba en la poderosa fuerza policial y los agentes de la inmensa Confederación de Vega, En diciembre, también en «Astounding», apareció su siguiente trabajo, The Witches of Karres (Las brujas de Karres), tres muchachas con formidables poderes psi.

Julio de 1949 vio igualmente la aparición de Kris Neville con The Hand From the Stars (La mano de las estrellas) en «Super Science Stories», y la de Cyril Kornbluth con The Only Thing We Learn (La única cosa que sabemos) en «Startling Stories». Kornbluth, ya antes de cumplir los veinte años y tal como detallamos en el anterior volumen, había escrito y vendido multitud de relatos a numerosas revistas en los primeros años de la década de 1940, pero había empleado infinidad de seudónimos. La mayoría de ellos ya han sido olvidados, aunque Kornbluth pasó a formar parte de la leyenda tras su muerte, acaecida en 1958 cuando sólo contaba treinta y cinco años de edad.

Jack Vance fue, probablemente, el autor nuevo más notable que iba a publicar fuera de «Astounding». The World-Thinker (El creador universal) había aparecido en «Thrilling Wonder» del verano de 1945, Vance continuó siendo un sostén principal de las revistas de la Standard en el transcurso de los siete años siguientes, produciendo memorables aventuras planetarias, en especial su serie Magnus Ridolph. Al igual que ahora, muchas de estas obras tempranas poseían elementos de fantasía en sus argumentos. Por ejemplo, en The World-Thinker, parte de la acción se desarrolla en el planeta de Laoome, el creador universal. En una escena, Laoome pierde el control de sus creaciones y se producen resultados extravagantes, entre ellos la conversión del Sol en una babosa gigantesca que se arrastra por el firmamento ¡hasta ser cercada entre inmensos pilones que han brotado del suelo!

La falta de espacio sólo permite aquí una rápida mención de la obra de los escritores ya consagrados de este período. Hay que citar la pericia continuada del equipo de los Kuttner, marido y mujer, escribiendo originalmente como Lewis Padgett. Durante el año 1947, «Astounding» publicó dos seriales suyos, Tomorrow and Tomorrow (Mañana y mañana), relato de ritmo trepidante que se desarrolla en el futuro, y Fury (Furia) (con el seudónimo Lawrence O'Donnell), impresionante aventura en el marco de un Venus turbulento. Jack Williamson, nombre importante en la ciencia ficción a partir de 1928, escribía mejor que nunca. Su relato largo The Equalizer (El compensador) («Astounding», marzo de 1947) se desarrollaba en torno a un invento que podía transmutar cualquier elemento. En julio del mismo año apareció With Folded Hands… (Con las manos cruzadas…), un clásico de robots que ha sido reeditado a menudo. Este relato, en torno a robots que invaden la Tierra en su superfilantrópico deseo de ayudar a la humanidad, está considerado actualmente la narración definitiva de su género. Williamson escribió una continuación en forma de novela, … And Searching Mind (…Y mente penetrante), que fue señalizada en «Astounding» durante el año 1948.

El incansable E. E. Smith ofreció Children of the Lens (Los hijos de la lente), señalizada en «Astounding» (¿sorprendidos?) a partir de noviembre de 1947, en un período en el que Isaac Asimov prosiguió presentando nuevos relatos de sus series de robots y Fundación. A. E. van Vogt estaba en la brecha con la continuación, largo tiempo esperada, de World of Null-A (El mundo de los no-A), es decir, The Players of Null-A (Las aventuras de los no-A), publicada por «Astounding» a partir de octubre de 1948. Sin embargo, The Weapon Shops of Isher (Las armerías de Isher) su relato culminante de la serie Weapon Shop, apareció en «Thrilling Wonder» (febrero de 1949), cosa que nos recuerda la mejora en calidad de dicha revista y los esfuerzos de su director para convertirla en una digna rival de «Astounding». A finales de 1949 casi podría afirmarse que todas las revistas principales se hallaban en su mejor momento, aunque para los nostálgicos la época dorada seguirá siendo la de «Astounding» al iniciarse la década de 1940.

También era cada vez más evidente el hecho de que el público en general aumentaba su aceptación de la ciencia ficción como literatura, pese a que el género aún debía recorrer un largo trecho antes de perder el estigma que lo asociaba con las llamativas revistas de aventuras baratas y sus cubiertas. La ciencia ficción estaba siendo compilada regularmente en libros de antologías, sobre todo por editores como Donald Wollheim y Groff Conklin, y un hito importante lo constituyó la creación de una serie anual conteniendo la mejor ciencia ficción del año, una invención todavía popular en nuestros días. Los coleccionistas Thaddeus E. Dikty y Everett F. Bleiler fueron los creadores de tal innovación. Bleiler acababa de hacerse famoso entre los entusiastas de la ciencia ficción merced a su formidable obra bibliográfica The Checklist of Fantastic Literature (Catálogo de literatura fantástica) (1948), recogiendo unas cinco mil obras de fantasía y ciencia ficción. Después, en septiembre de 1949, Frederick Fell Editores, de Nueva York, publicó The Best Science Fiction Stories: 1949 (Las mejores narraciones de ciencia ficción: 1949), obra conjunta de Dikty y Bleiler. Contenía doce relatos, diez de ellos publicados originalmente por revistas del género, abarcando desde Mars is Heaven! (¡Marte es el cielo!) de Ray Bradbury («Planet Stories») hasta Knock (Choque) de Fredric Brown («Thrilling Wonder»). Para resumir, seis provenían de «Astounding», tres de «Thrilling Wonder», una de «Planet» y dos de fuera del campo. En agosto de 1950 apareció una segunda serie anual que incluía doce narraciones de 1949: tres de «Astounding» y «Thrilling Wonder», y una de «Startling», «Planet» y «Fantastic Adventures». De las tres narraciones restantes, ¡dos procedían del mismo número del «Saturday Evening Post»!

El «Saturday Evening Post» fue una de las principales publicaciones periódicas en la década de 1940, una revista generalmente «pulcra». El hecho de que publicara relatos de ciencia ficción escritos por autores asiduos de las revistas del género constituía un indicador definitivo de lo que se aproximaba. El «Post» había publicado ciencia ficción antes, pero producto de escritores de moda que hicieron una incursión ocasional en el campo de la fantasía y que, debido a su condición social, proporcionaron a aquélla un aspecto de respetabilidad. Entre ellos hay que citar nombres como los de Stephen Vincent Benet, Gerald Kersh y Aidous Huxley. Fue algo aceptable. Murray Leinster, utilizando su nombre auténtico, Will F. Jenkins, era igualmente aceptable. Jenkins era un respetado escritor de novelas del oeste, género que, de alguna forma, gozaba de mayor consideración, y había ganado premios y concursos por sus relatos cortos, entre ellos uno publicado por la prestigiosa revista «Liberty». Pero ¿y Robert A. Heinlein? Era un nombre que procedía directamente de las revistas baratas de ciencia ficción. Heinlein había hecho caso del consejo de Murray Leinster. Él mismo lo explica: «Hace varios años, Will W. Jenkins me dijo, "Te diré un secreto, Bob. Cualquier relato, sea de ciencia ficción o no, puede venderse a revistas normales, con tal que esté bien escrito. Entre los lectores de ciencia ficción, Heinlein se había ganado el número uno, ¿Por qué no probar con el público en general? Así lo hizo…, y triunfó al momento. The Green Hills of Earth (Las verdes colinas de la Tierra) apareció el 8 de febrero de 1947 en «The Saturday Evening Post», y narró el sacrificio realizado por un poeta ciego, Rhysling, para salvar una nave espacial. A partir de entonces, y en rápida sucesión, Heinlein vendió relatos a «Argosy», «Town and Country» y «The American Legión Magazine».

Pisando los talones a Heinlein estaba Ray Bradbury, que había colocado una fantasía corta, The Invisible Boy (El muchacho invisible), en «Mademoiselle» (1945). Muy pronto, empezó a vender relatos de fantasía, y otros que no lo eran, a numerosas revistas «pulcras». Luego logró publicar relatos de ciencia ficción como Dwellers in Silence (Los moradores del silencio) en la «MacLean's» canadiense (15 de septiembre de 1948) y The Silent Towns (Las ciudades silenciosas) en «Charm» (marzo de 1949), formando parte, ambos, de sus Crónicas marcianas. El mercado canadiense de la revista «pulcra» se mostraba muy receptivo a la ciencia ficción y, así, John Russell Fearn había estado vendiendo regularmente al «Star Weekly» de Toronto, empezando con The Golden Amazon (La amazona dorada) en abril de 1945.

Revistas como «Saturday Evening Post» y «Collier's», que a partir del 6 de enero de 1951 publicaría The Revolt of the Triffids (La rebelión de los trífidos) de John Wyndham, empezaban a considerar la ciencia ficción desde una nueva perspectiva. Esto fue el resultado casi exclusivo de la aproximación de la era nuclear, que había excitado el interés de los lectores hacia la ciencia y el futuro de la humanidad, otorgando a la ciencia ficción una nueva respetabilidad. Y ello, combinado con la nueva generación de escritores de ciencia ficción que habían perfeccionado la literatura del género en oposición a los tratados científicos en forma de ficción que prevalecían en la década de 1920, o a las numerosas y descabelladas aventuras juveniles de antes de la guerra. Leinster y Heinlein abrieron las puertas, Bradbury demolió el muro. A partir de entonces, los escritores sabían que podían entrar en los mercados «pulcros» más lucrativos, siempre y cuando retinaran su estilo. Y que podían vender ciencia ficción en su forma más básica. Para el lector del género no había nada excepcional en los relatos de Heinlein publicados por el «Post»; de hecho, eran más bien vulgares. Lo que interesó a los editores fue la destreza del escritor.

¿Qué quedaba para las publicaciones baratas? De repente, sus principales escritores habían abierto un mercado que este tipo de revistas no podía igualar en términos de prestigio o recompensa financiera. Pero la cruda verdad era que, pese al creciente aprecio de las revistas «pulcras» por la ciencia ficción, exigían que las obras fueran realistas. Cualquier escrito demasiado experimental o atrevido era rechazado, por más que la fraternidad de ciencia ficción lo considerara aceptable. La publicación barata seguía proporcionando sus servicios especializados. El siguiente paso lógico era destruir la imagen de este tipo de publicaciones. Así surgió la seria «Magazine of Fantasy and Science Fiction».