A diferencia de los Estados Unidos, Gran Bretaña no dispuso de revistas de ciencia ficción antes de la segunda guerra mundial. Hasta ese momento habían existido tres publicaciones. «Scoops», un semanario más bien juvenil, apareció brevemente en 1934 y fue olvidado, si cabe, con más rapidez, Walter Gillings, un aficionado de Ilford, logró interesar a los editores de «World's Work» para incluir un título de ciencia ficción en su serie «Master Thriller». Así, en el verano de 1937, nacía «Tales of Wonder». Tras el primer número de prueba, la revista mantuvo una periodicidad trimestral. El primer rival surgió en 1938 cuando Newnes, que había estado acariciando el proyecto durante varios años, publicó «Fantasy». La nueva revista duró sólo tres números. T. Stanhope Sprigg, su director, se encontraba en situación de reserva en las RAF y, debido a la guerra, fue movilizado; su marcha significó la muerte de la publicación. «Tales of Wonder» fue menguando progresivamente, pero sobrevivió dieciséis números antes de desaparecer en la primavera de 1942.
Walter Gillings sirvió en el ejército, pero por poco tiempo. Afectado por una psiconeurosis, volvió a vestir «de paisano» en 1944 y se unió a un viejo amigo, Benson Herbert. Éste había vendido varios relatos a «Wonder», de Gernsback, a partir de 1931, y, entre ellos, una novela, The Perfect World (El mundo perfecto), publicada en inglés en 1936, en rústica, con el título Crisis! - 1992 (¡Crisis! - 1992). Herbert tenía, además, un título científico por sus experimentos radiofónicos. En 1944 organizó Utopian Publications Ltd., con Walter Gillings como director, y ambos iniciaron la publicación de opúsculos de coste muy reducido, el primero de ellos Girl in Trouble (Muchacha en apuros) de E. Frank Parker. La escasez de papel configuraba una situación idéntica a la de los Estados Unidos: todo material impreso se vendía al instante, fuese lo que fuera. Herbert y Gillings no tuvieron problema alguno en vender sus publicaciones, sobre todo cuando las cubiertas, cosa frecuente, incluían damiselas muy ligeras de ropa. Y todo ello teniendo en cuenta que el material nuevo escaseaba: en su mayor parte se trataba de reediciones de publicaciones estadounidenses. En algunos casos las revistas podían considerarse como exclusivamente dedicadas a la reedición, en particular «Strange Tales», que saco dos números en febrero y marzo de 1946. Las que incluían material de primera mano y nombres como Ray Bradbury, Clark Ashton Smith, Robert Bloch, John Beynon (Wyndham) y otros, se agotaban al momento y ahora son piezas de coleccionista de gran valor.
En 1946, cuando la guerra, por fin, era tan sólo un mal recuerdo, los editores intentaron restablecerse, pese a que la escasez de papel era tan agobiante como antes. Puesto que se vendía todo el material impreso, era lógico suponer que muchas cosas de poca calidad serían tan bien recibidas como si no lo fueran. La ciencia ficción padeció este proceso. Durante 1946, Hamilton & Co., editores londinenses, produjeron un enjambre de revistas infantiles de gran formato. La primera, «Strange Adventures», ofreció tres relatos de N. Wesley Firth, especialista en gangsters, que prácticamente desconocía la ciencia ficción. Después apareció «Futuristic Stories», publicación hermana de la anterior; el segundo número de ambas salió a finales de aquel mismo año. Afortunadamente, las dos desaparecieron. Y sí algún lector conoció la ciencia ficción a través de ellas, es lógico que pensara que el género era un subproducto literario apropiado para niños. Por fortuna, los lectores fijaron su atención en «New Worlds».
La suerte sonrió, por fin, a Edward John Carnell (1912-1971). Ya en 1940, Carnell había participado en intentos para crear una revista profesional de ciencia ficción, pero sin que tales intentos llegaran a materializarse en nada concreto. En enero de 1946, recién salido del ejército, Carnell se encontró en Londres con Frank Edward Arnold, un viejo conocido. Arnold acababa de convencer a un editor secundario para que publicara diversos títulos de ciencia ficción. El encuentro fue providencial para Carnell y sus proyectos en torno a la fracasada «New Worlds». Pendulum Publicatons era la editorial, y Stephen Francés, que después sería más conocido como el original Hank Janson, el hombre que la dirigía. Francés se mostró entusiasmado con la idea y superó los problemas respecto al papel y la impresión. Carnell montó rápidamente el primer número y «New Worlds» apareció en julio con el subtítulo de «Fiction of the Future» y al precio de dos chelines. Este primer número incluyó como obra principal la novela corta de Maurice G. Hugi (1904-1947) The Mili of the Gods (El molino de los dioses), y la fantasía de intriga The Three Pylons (Los tres pilones) de William F. Temple. (En otro volumen de esta serie ofrecimos The 4-Sided Triangle [El triángulo de cuatro lados],[3] obra clásica de Temple). El número se completaba con cuatro relatos de John Russell Fearn, el escritor inglés más prolífico en el campo de la ciencia ficción, apodado «El portento de Blackpool», figura destacada de la ciencia ficción estadounidense entre 1933 y 1946.
Las ventas del primer número fueron desastrosas: sólo tres mil ejemplares de una edición de quince mil. Carnell atribuyó el fracaso, por una parte, al poco interés de Pendulum, y, por otra, a la difusa ilustración de la cubierta, obra de Robert Wilkin, artista de Pendulum. El mismo Carnell diseñó la del segundo número, y la ilustración final corrió a cargo de Víctor Caesari Se trataba de una astronave dibujada basándose en las cubiertas de dos revistas estadounidenses antiguas. La edición se puso a la venta en octubre y se agotó, provocando cierta reacción por parte de Pendulum, que sustituyó la cubierta de Wilkin del primer número, apenas vendido, por la de Caesari Nuevamente en las librerías, este primer número también se agotó. La lección para los coleccionistas es que deben comprobar si poseen o no el primer número: si la portada es la de Caesari, no es el primer número.
New World obtuvo un buen éxito en su lanzamiento, y los planes para el tercer número siguieron adelante. Los entusiastas de la ciencia ficción cobraron nuevos ánimos cuando, antes de la Navidad de 1946, surgieron otras dos revistas. La primera de ellas se presentó en octubre, coincidiendo con el segundo número de «New Worlds», y fue una publicación de pequeño formato llamada «Outlands», «una revista para mentes aventureras». Su cubierta, un paisaje fluvial superpuesto en un fondo azul, con cierto tono bucólico, a duras penas podía llamar la atención del entusiasta. Pero lo llamativo fue el ampuloso «Pre-Natal» de John Russell Fearn, ocupando la parte superior de la cubierta. Una vez más, el omnipresente Fearn aparecía en una publicación y, en esta ocasión, más cerca del hogar.
«Outlands» fue dirigida por Leslie J. Johnson desde su casa de Liverpool. Johnson, como recordarán si leyeron el volumen anterior, colaboró en la creación de la British Interplanetary Society en el año 1933. Anteriormente había escrito relatos de ciencia ficción junto a John Russell Fearn y Eric Franc Russell, destacando entre ellos Seeker of Tomorrow (El buscador del mañana), escrito en colaboración con el segundo y publicado en «Astounding» en 1937. (Este relato fue reeditado en el anterior volumen de esta serie).[4] A través de «Outlands» presentó una revista madura, con una literatura fantástica muy interesante, obra de autores como Charnock Walsby, George C. Wallis (un auténtico veterano entre los escritores británicos) y Sydney J. Bounds. La primera obra de este último, Strange Portrait (Extraño retrato), una especie de Dorian Gray de nuestros días, apareció en «Outlands». El primer número de la revista ofreció igualmente la nota necrológica de H. G. Wells, muerto el 13 de agosto de 1946, un mes antes de cumplir los ochenta años de edad. El hombre que, casi en solitario, había popularizado la ciencia ficción en Gran Bretaña y que otrora soñó en las maravillas que la ciencia podría ofrecer, vivió lo bastante para presenciar los horrores de la bomba atómica. Su fallecimiento señaló el fin de los buenos tiempos y abrió el telón de la era nuclear.
En diciembre se anunció la aparición inminente de un segundo número de «Outlands», pero nunca salió a la venta porque las principales cadenas de distribución negaron su colaboración. Con todo, aquel mismo mes los aficionados vieron el primer ejemplar de «Fantasy».
No se trataba de una resurrección de la «Fantasy» publicada por Newnes antes de la guerra. La nueva, de formato reducido y pulcra presentación, fue obra de Walter Gillings y editada por Temple Bar Publishing Company, ubicada en la Store Street de Londres. Gillings había estado preparando la revista desde 1943 y reunido material suficiente para nueve números. Mientras «New Worlds» se vendía bien, Temple Bar lanzó el primer número de «Fantasy», que también se agotó. Aquí volvía a estar John Russell Fearn, con el relato principal, Last Conflict (El último conflicto), y, hecho más notable, Arthur C. Clarke con Technical Error (Error técnico).
Antes de la guerra, Arthur C. Clarke había publicado un par de artículos científicos en «Tales of Wonder». Reclutado por las RAF en 1941, Clarke colaboró en los experimentos con el radar y, posteriormente, escribió un artículo breve para «Wireless World», con el título de Extra-Terrestrial Relays (Estaciones extraterrestres), que se refería a tres satélites en órbita terrestre utilizados por la red mundial de televisión. El Telstar se convirtió en realidad diecisiete años más tarde. Cuando Clarke supo que Gillings solicitaba material para una nueva revista, le envió diversas narraciones, algunas de las cuales fueron aceptadas. Al ir transcurriendo el tiempo sin que «Fantasy» saliera al mercado, Gillings devolvió algunos de los relatos y sugirió a Clarke que probara a venderlos en los Estados Unidos. El escritor aceptó el consejo. John W. Campbell compró dos para «Astounding»: Loophole (Abertura), que apareció en abril de 1946, y el ya famoso Rescue Party (Partida de rescate, mayo de 1946), en el que unos extraterrestres exploran una Tierra evacuada horas antes de que el Sol se convierta en nova.
En abril de 1947 apareció un segundo número de «Fantasy», encabezado por Relic (Reliquia), la fascinante narración de Eric Frank Russell que expone el aterrizaje de una antigua nave espacial y las exploraciones subsiguientes de su robot-tripulante. Clarke también estuvo presente con un relato corto, Castaway (Náufrago), usando el seudónimo de Charles Willis. Como E. G. O'Brien, otro de sus seudónimos, escribió The Fires Within (Los fuegos internos), incluido en este volumen, y que fue publicado por vez primera en el tercero y último número de «Fantasy» (agosto de 1947). Pese a que todas las ediciones se habían agotado, la revista fue abandonada: las restricciones de papel forzaron a los editores a concentrarse en publicaciones más lucrativas.
También «New Worlds» provocó la incertidumbre de los lectores de ciencia ficción. ¿Qué había sido de la revista? Los dos primeros números aparecieron en rápida sucesión, pero ahora, al cabo de un año, había desaparecido del mercado. Por fin, terminando el mes de octubre de 1947, se puso a la venta el número 3. Pendulum tenía problemas financieros, habiendo pasado a depender de la administración judicial. Pese a la rápida venta de este número, no hubo respiro posible, La edición incluyó como tema principal una novela corta, Dragon's Teeth (Los dientes del dragón), de John K. Aiken, y Fantasía Dementia, el relato póstumo de Maurice Hugi, ya que el escritor murió a principios de 1947 a la temprana edad de cuarenta y tres años. El alias de Arthur C. Clarke, Charles Willis, volvió a estar presente con Inheritance (Herencia). Este relato corto, que trata de un hijo sobreviviente en el futuro previsto por su padre, también fue comprado para «Astounding» por John W. Campbell. Por aquel entonces, esta última revista se vanagloriaba de seguir una línea contraria a las reediciones, y la aparición de Inheritance en septiembre de 1948 fue la única ocasión en que «Astounding» imprimió un relato ya publicado con anterioridad. La carrera de Clarke, como puede verse, había empezado con los mejores auspicios.
El campo de la ciencia ficción británica quedó desierto en la Navidad de 1947 como resultado del revés editorial. Irónicamente, prosiguieron las ediciones británicas de revistas estadounidenses. Durante el invierno de 1946-1947 habían aparecido dos números de «Amazing Stories», en reediciones compiladas accidentalmente. «Astounding» había estado en el mercado con bastante regularidad desde 1939, al igual que «Unknown», antigua compañera de la primera. Ello fue posible gracias a Atlas Publishing Co., la distribuidora británica más metódica, que reducía el número de relatos en la edición británica, de esta forma prolongada mucho tiempo después de que la edición materna se hubiese cerrado. Cuanto Atlas, tras publicar cuarenta y un números, acabó con todos los relatos disponibles, inició la edición británica de «Thrilling Wonder», una auténtica necesidad. Así, los entusiastas que no podían adquirir las ediciones estadounidenses originales, y aun careciendo de «Fantasy» o «New Worlds», pudieron saciar sus anhelos con versiones inglesas abreviadas.