Gwen llegó después del desayuno, para comenzar el entrenamiento, y se suponía que Margaret iba a presentarse en cualquier momento. Simon y yo nos encontrábamos en el pasillo cuando llegó Gwen, teléfono móvil en mano.
—Muchachos, ¿Tori está con vosotros? —preguntó.
—Creo que todavía está en la cama —respondí—. No quería desayunar. Iré a desper…
—Está bien. Acabo de recibir una llamada del trabajo. Alguien avisó de que está enfermo y quieren que me ocupe de la galería. Decidle a Tori que regresaré alrededor de las cuatro. —Comenzó a marcharse, pero entonces se detuvo y se volvió para decirle a Simon—: Ayer, cuando Andrew dijo que yo era una bruja, pareciste sorprendido. ¿No podrías haberlo sabido?
—Esto… No.
—Genial. Supongo que esa parte de la modificación ha funcionado.
—¿Cómo?
Ella sonrió y nos condujo con una seña hacia la sala de estar; después se dejó caer sobre una butaca enorme, se descalzó de dos patadas y se sentó sobre sus pies cubiertos con calcetines sin mostrar ninguna prisa, era obvio, por marcharse a trabajar.
—Yo puedo saber que eres un hechicero sólo con mirarte. Es un rasgo hereditario. Los hechiceros pueden reconocer a las brujas, y viceversa. Andrew dijo que querían librarte de eso cuando manipularon tus genes.
—¿Por qué?
—La corrección política entra en escena. Creen que brujas y hechiceros desarrollaron esa característica como mecanismo defensivo. —Mostró una amplia sonrisa—. Conoce a tu enemigo.
—¿Enemigo? —tercié.
Ella miró a Simon.
—¿Qué has oído decir de las brujas?
—Pues no mucho.
—Vamos, no seas tan majo. Habrás oído decir que somos inferiores como lanzadoras de hechizos, ¿verdad? Lo mismo oímos nosotras de los hechiceros. Es una rivalidad absurda cuyas raíces se remontan a los tiempos de la Inquisición. Ambas categorías somos buenas lanzadoras de hechizos, cada una con sus especialidades. Sea como fuere, Andrew dice que el Grupo Edison tuvo la idea de que si podían deshacerse de ese radar interno, nos llevaríamos bien.
Puso sus ojos azules en blanco.
—Personalmente, pienso que es un gran error. Esa identificación tiene un propósito evolutivo perfectamente válido: impedir reproducciones accidentales.
—¿Entre brujas y hechiceros? —pregunté.
—Exacto. Es una mezcla inestable y… —se detuvo de pronto, con las mejillas sonrojadas—. Ya basta de charla. El trabajo me llama, por mucho que me gustaría evitar el requerimiento —comenzó a levantarse y se detuvo—. ¿Os gusta la pizza?
—Pues claro.
Nos preguntó de qué las queríamos.
—También traeré el postre. —Miró a Simon—. ¿Puedes comer repostería?
—Puedo comer un poco de cualquier cosa que traigas.
—Bien —dijo, y después bajó la voz—. Hacedme saber cualquier cosa que deseéis que os traiga, chicos. Esto no es exactamente una casa pensada para adolescentes, y supongo que debéis de estar volviéndoos locos, tú preocupado por tu padre, Simon, y tú por tu tía, Chloe. De verdad espero… —otra mirada, y otro punto más bajo en el volumen de su voz—. Ya se convencerán. Andrew los dirigirá en la dirección adecuada y yo haré lo que pueda para ayudar.
Se lo agradecimos. Nos preguntó qué revistas nos gustaba leer para poder traernos alguna. Después Andrew llamó a Simon; era la hora de su lección. Le dijo a Gwen que le chiflaban los tebeos, de cualquier clase que encontrara, y después se marchó. Yo le pedí un número de Entertainment Weekly, publicación que suponía fácil de encontrar.
Luego, antes de que se marchase, le pregunté:
—¿Qué dijiste acerca de mezclar brujas y hechiceros? ¿Es peligroso?
—¿Quieres decir…?
—Puede que alguien que conozco se encuentre en ese caso. Sonrió.
—Intuyo que estamos pensando en la misma persona, pero ninguna de las dos quiere ser la primera en decirlo por si acaso la otra no lo sabe. ¿Se trata de alguien que lleva el nombre de una reina muerta?
Asentí y Gwen suspiró exageradamente de alivio.
—Andrew no estaba seguro de si lo sabíais, muchachos, y no quería ser yo a la que pillasen chismorreando.
Intenté decirle que Tori no lo sabía, pero ella puso la directa.
—Sí, esa combinación presenta varios problemas. Añade un estímulo extra y vosotros, chicos, por lo que he oído decir, la verdad es que no necesitáis nada de eso. Pero el grupo dijo que ni Diane ni Kit eran unos lanzadores de hechizos especialmente poderosos, así que…
—¿Di-dices Kit? ¿El padre de Simon?
Nos quedamos mirando la una a la otra. Los labios de Gwen vocalizaron una muda maldición mientras hacía un gesto de dolor.
—Supongo que en realidad sí estoy propagando chismes. Es típico —soltó una carcajada temblorosa, mientras miraba su teléfono—. Probablemente no sea cierto. Aunque incluso la parte esa de que su padre sea un hechicero puede que tampoco sea verdad. No es que yo lo sepa… Nunca trabajé para el Grupo Edison y no conozco ni a Kit ni a Diane. Sea como fuere, con sangre de hechicero o sin ella, estoy segura de que a Tori todo le irá bien. Dile que…
—¡No! Quiero decir que ella no sabe nada de esos rumores. Ninguno de ellos sabe nada. Lo de que su padre es un hechicero es algo que oí sin querer en el laboratorio.
—Bueno, entonces no se lo diré a ella. Y tú tampoco deberías hacerlo.
¿El padre de Tori era Kit Bae? No podía ser. Kit Bae era coreano, y uno podía verlo con claridad en Simon. Y en cambio no en Tori.
Claro, la genética a veces hace cosas raras; como con el pelo rubio de Simon. Pero si Diana Enright se había quedado embarazada a propósito para gestar el vástago de un hechicero, como afirmó el semidemonio, escoger a Kit Bae era como elegir a un pelirrojo cuando ni ella ni su esposo son pelirrojos. Existiría una gran posibilidad de que el padre de Tori descubriera que la niña no era suya.
Así que no, Simon y Tori no compartían padre. Pero si todos los demás creían que sí, Tori y Simon podrían oír el rumor, y ésa era una complicación que no necesitábamos.