Después de cenar, Andrew nos advirtió de que a las diez se apagarían las luces. Hasta entonces él iba a dedicarse a su trabajo y, mientras tanto, nosotros podíamos entretenernos como nos pareciese.
El problema era que no queríamos entretenernos. Ni pasar una buena noche de sueño. Queríamos recuperar nuestras vidas; detener al Grupo Edison, liberar a tía Lauren y a Rae, encontrar al padre de los muchachos y hacerle saber al mío que me encontraba a salvo. Sentarnos alrededor de un tablero para echar partidas de lo que fuese sería una tortura…, y eso fue justo lo que propuso Andrew, pues, aparte de eso, la casa carecía de cualquier clase de diversión.
Tori y yo subíamos, dirigiéndonos a nuestra habitación, cuando Gwen apareció en el pasillo para despedirse.
—¿Puedo preguntarte un par de cosas antes de que te vayas? —le dijo Tori mientras se apresuraba escaleras abajo—. Soy nueva en toda esta historia de brujería, y ya sé que mañana vamos a comenzar las lecciones, pero si tuvieses tiempo para unas pocas preguntas…
Gwen esbozó una amplia sonrisa.
—Siempre. Por aquí yo suelo ser la aprendiza, así que estoy deseando que empiece todo esto. Vamos al cuarto de estar y charlaremos.
Sentí una punzada de envidia. Yo también tenía preguntas. Toneladas de preguntas. ¿Y a quién tenía como maestro? Margaret no pertenecía exactamente a las del tipo «vamos a charlar un rato». Por no mencionar el hecho de que ella era una de las que dudaban de nosotros.
Subí las escaleras con paso trabajoso y no advertí que la puerta de la habitación de los chicos aún estaba abierta hasta que Derek se estiró hacia fuera para acariciarme el codo con los dedos.
—Hola —saludé, esforzándome por sonreír.
—¿Estás ocupada? —preguntó, con la voz poco más alta que un susurro.
—Ya me gustaría. ¿Qué pasa?
Echó una mirada a la puerta del cuarto de baño. Se veía luz brillando por la rendija inferior. Se acercó un paso, bajando aún más el volumen de su voz.
—Creo que, si no estás haciendo otra cosa, podríamos…
La puerta del cuarto de baño se abrió de par en par y Derek dio un respingo. Salió Simon.
—Me alegro de verte, Chloe —dijo—. ¿Qué vamos a hacer? Esta vez no voy a perderme la aventura.
—Todas nuestras aventuras son por accidente —dije yo—, y nos hubiese hecho muy felices habernos perdido la mayoría de ellas —levanté la mirada hacia Derek—. ¿Qué me decías?
—Nada. Sólo que no deberíamos hacer demasiado.
—Vale. Entonces, ¿qué es lo que sí vamos a hacer?
—Nada. Sólo… Qué más da —y se retiró a su cuarto.
Miré a Simon.
—Descarao, está raro. Hablaré con él. Te veré en cosa de unos minutos.
Reemprendía el camino a nuestra habitación cuando llegó Tori. Entramos e iniciamos una conversación incómoda hasta que, gracias a Dios, Simon golpeó nuestra puerta.
—¿Estáis visibles? —preguntó, y comenzó a abrir.
—Oye, perdona —dijo Tori—, ¿podrías al menos darnos la oportunidad de responder?
—Era una advertencia, no una pregunta. Estaba siendo educado.
—Ser educado significa esperar a que…
Levanté la mano. Eso fue suficiente para detener la pelea.
—He encontrado algo —anunció Simon mientras entraba. Sacó del bolsillo una llave de aspecto antiguo y me dedicó una sonrisa—. Estaba sujeta con cinta adhesiva en el cajón de mi ropero. ¿Qué os parece? ¿Un tesoro oculto? ¿Un pasaje secreto? ¿La habitación donde mantenían encerrada a la vieja chiflada de tía Edna?
—Es probable que abra otro ropero —dijo Tori—. Uno que quizá tiraran hace cincuenta años.
—Es trágico haber nacido sin imaginación. ¿Hacen maratones televisivos para ayudar a quienes lo padecen? —Se dirigió a mí—. Chloe, ayúdame con esto.
Cogí la llave. Era pesada y herrumbrosa.
—Sin duda es antigua. Y estaba escondida —levanté la vista hacia él—. Aburrido, ¿verdad?
—Hasta las lágrimas. Entonces, ¿vendréis a explorar?
Tori puso los ojos en blanco.
—Me parece que voy a tumbarme y soñar con que estoy en casa, con chavales que no consideren divertido andar buscando una puerta cerrada con llave.
—Ya te dije que no molas —dijo Simon—. Y cuanto más tiempo pasas con nosotros, menos molas. —Me miró—. ¿Vienes?
Como no contesté de inmediato, añadió:
—¿No? —la decepción apagó su voz antes de que él la animase con una sonrisa forzada—. Vale. Estás cansada…
—No es eso. Es sólo… Deberíamos identificar al chaval ése que vi y averiguar si tiene alguna relación con esta casa.
—¿Qué chaval? —preguntó Tori.
Le expliqué lo del fantasma y luego añadí:
—Sé que Derek dijo que no deberíamos hacer mucho esta noche, pero…
—Pero, al parecer, esa advertencia sólo se aplica a nosotros, porque ahora mismo él está fuera buscando pistas acerca del chico ése. No quiere que le ayudemos. Dice que parecería sospechoso si anduviésemos todos husmeando por ahí.
Entonces, ¿Derek estaba investigando sin mí? Sentí una punzada de… No sé de qué, de decepción, supongo. Después pensé en la situación anterior, en el pasillo. ¿Intentaba invitarme a ir con él? La decepción se hizo más fuerte.
—¿Qué hay de esas lecciones de defensa personal? —preguntó Tori.
—Claro, supongo… —respondió Simon—. Es mejor que nada.
—En realidad sí hay algo que debería hacer —dije—. Vosotros continuad, chicos.
Me miraron como si les hubiese propuesto que nadasen entre tiburones. Una analogía no muy desacertada, por cierto. Simon y Tori practicando juntos técnicas de defensa personal estaba abocado a terminar en derramamiento de sangre.
—¿Qué te llevas entre manos? —preguntó Simon.
—Sólo… Bueno, mi tía… Lo que vi anoche… Me gustaría…
—Intentar invocarla —Tori terminó la frase por mí—. Ver si está muerta, ¿verdad?
Simon la censuró con la mirada por ser tan franca, pero yo asentí.
—Verdad. Y Liz. Quiero contactar con Liz. Ella viene muy bien para buscar pistas. El problema está en que si la invoco puedo llamar a ese otro chaval.
—Y por esa razón no deberías hacerlo sola —dijo Simon—. Me quedaré.
—Yo también —anunció Tori—. Si consigues invocar a ese chaval semidemonio, quizá le haga hablar.
Extendió una mano. Una bola de energía comenzó a girar.
—De acuerdo —dije.