Capítulo 5

Una vez en el pasillo, Derek dio media vuelta.

—Chicos, id a ver si encontráis un nuevo dormitorio para Tori. Yo me largo a pillar más donuts.

Simon y yo intercambiamos una mirada. Por mucho que a Derek le gustase comer, la última cosa que en ese momento se le pasaría por la mente sería llenar el estómago. Lo que nos quería decir era «coged a Tori y lleváosla de aquí, así podré oír lo que se diga en esa reunión». Su oído de hombre lobo le permitiría seguir la conversación desde la cocina.

—Píllame uno de chocolate —dijo Simon, llevándonos a Tori y a mí escaleras arriba.

—Se supone que tú no has de…

—Sólo te estaba vacilando —le sacudió Simon—. Vamos, Tori. Encontremos una habitación para ti sola.

* * *

Al final resultó que Tori prefería quedarse conmigo. No es que lo verbalizase, por supuesto. Revisó las demás opciones, refunfuñó quejándose de lo polvorientas que estaban y de cómo, al parecer y después de todo, estaba ligada a mí. Yo me ofrecí a escoger otro dormitorio. Ella me halagó por ser tan maja y por cómo había aprendido a valerme por mí sola. Decidí que era el momento de darme una ducha.

Una ducha también me daría la oportunidad de quitar el teñido temporal de mi cabello. Cuando huimos de la Residencia Lyle le dijeron a mi padre sólo eso: que había huido. Él no tenía ni idea de que me atraparon casi de inmediato ni de que había sido llevada al laboratorio del Grupo Edison. No sabía qué era el Grupo Edison ni qué era un nigromante. Para él, su hija esquizofrénica se había escapado de su residencia de terapia y en esos momentos vivía por las calles de Búfalo. Así que ofreció una recompensa. Una recompensa de medio millón de dólares.

Quería hacerle saber que me encontraba bien. Dios, cómo deseaba hacerlo. Pero tía Lauren dijo que él estaría más seguro si ignoraba la verdad, y Derek estuvo de acuerdo. En consecuencia, la verdad era que, de momento, me esforzaba en no pensar en lo preocupado que debería de estar. Le mandaría un mensaje en cuanto fuese seguro hacerlo. Mientras tanto, su recompensa era un problema.

Mi color rubio frambuesa era inconfundible, y más con las mechas rojas que le había añadido antes de ser enviada a la Residencia Lyle. Por eso Derek me compró tinte temporal. Tinte negro. Mi cutis era demasiado pálido para que le quedase bien el negro, y en ese momento yo tenía exactamente el aspecto que cualquiera supondría propio de un nigromante: tez blanca y un crudo cabello negro. Una gótica de las que visten de negro hasta para ir a comprar el pan. Pero entonces, gracias a Dios, el color se iba desvaneciendo. O eso me parecía a mí.

Tori me siguió pasillo abajo, ofreciéndome consejos para quitar el tinte, haciendo de doña Amable dos minutos después de haberme llamado pelele. Aquellos días eso parecía lo habitual con Tori. Ella misma comenzaba a realizar pequeños avances hacia la amistad, y después recordaba que se suponía que debíamos ser enemigas mortales.

En ese momento se encontraba en el modo amistoso.

—No lo laves más de tres veces o tu pelo parecerá paja. He visto que ahí tienen acondicionador. Asegúrate de ponerte un poco y dejarlo actuar.

—En este preciso instante, tener el cabello pajizo es mejor que tenerlo negro mate.

Simon asomó la cabeza por la entrada de su habitación.

—¿Vas a quitarte el tinte?

—Tan rápido como pueda.

Dudó. La expresión de sus ojos me indicó que estaba a punto de decirme algo que en realidad no deseaba decir.

—Sé que quieres quitártelo de la cabeza, pero… Si salimos…

—En tal caso, prefiero el arresto domiciliario al pelo negro.

—No te queda tan mal.

Tori susurró en tono de cachondeo:

—Simon cree que la pinta de gótica te queda de lujo.

La fulminó con la mirada.

—No. Yo sólo quiero… —le echó una mirada impaciente a Tori, pidiéndole que se perdiese. Como ella se quedó donde estaba, él se inclinó hacia mi oído, entrelazando sus dedos con los míos—. Sé que quieres librarte de ese tinte. Le pediré a Andrew que te consiga un color más adecuado. Mira, no me importa cómo te queda el pelo; sólo quiero que estés a salvo.

—Eso es tan dulce —dijo Tori.

Simon se desplazó para situarse entre nosotras, dándole la espalda a ella.

—Puedes escogerlo con Andrew. Quizás esté exagerando…

—No, no exageras. Yo necesito de veras esa ducha, pero no voy a intentar quitarme el tinte.

—Bueno. Ah, y Derek dijo que preguntaste por lecciones de defensa personal. ¿Qué te parece hacer algo después?

La verdad es que no estaba de humor para eso, pero él sonreía y, resultaba evidente, estaba ansioso por hacer algo amable por mí tras oponerse al arreglo de mi pelo. No era probable que tuviésemos nada mejor que hacer, así que contesté:

—Por supuesto.

—Eso suena bien —intervino Tori—. Sí, lo sé, no me estáis invitando, pero ambas podemos sacar partido del entrenamiento. Y, no, no intento entrometerme entre vosotros, chicos. He terminado contigo. Pienso que Chloe y tú hacéis la pareja más asquerosamente mona del mundo. Pero ya podréis miraros a los ojos con mirada tierna en otra ocasión, porque en este momento necesito lecciones de defensa personal. Así que me reuniré con vosotros en la parte de atrás.

Después se dirigió a las escaleras añadiendo:

—Y, de todos modos, no habría sido una sesión privada durante mucho tiempo. Estoy segura de que Derek se habría unido a vosotros en cuanto terminase de escuchar a escondidas.

* * *

Choqué con Derek al salir del cuarto de baño.

—¿Se acabó la reunión?

—Pues sí.

Simon asomó la cabeza por la puerta de su habitación y Derek le indicó que saliese al pasillo.

—¿Dónde está Tori? —preguntó.

—Fuera. Nos está esperando, creo, así que no deberíamos tardar mucho.

—Entonces, ¿cuál es el veredicto? —espetó Simon.

—Gwen y Andrew confían en nosotros. Margaret sospecha que podamos haber malinterpretado la situación y sacado la conclusión equivocada respecto a que Liz, Brady y Amber hubiesen sido asesinados. Sólo Russell cree que mentimos a propósito.

—Un patán. ¿De dónde habrá salido ese…?

Derek le fulminó con la mirada. Simon echó la cremallera y le hizo un gesto a Derek para que continuase.

—Establecieron una videoconferencia con un par de otros miembros veteranos y… —Derek me miró, y yo leí la respuesta en el modo en que su mirada se hundió en la mía—. Quieren aflojar el paso, obtener primero más información. Van a enviar a un equipo a Búfalo para llevar a cabo labores de reconocimiento.

Simon frunció el ceño.

—Pues claro, adoptar un ritmo lento y constante mientras Rachelle y la doctora Fellows pueden ser… —Me miró—. Lo siento.

Nos quedamos un minuto más allí, hirviendo a fuego lento.

Me dirigí a Derek:

—¿Qué deberíamos hacer?

—¿Por ahora? Hacer tiempo —su voz era un gruñido de frustración—. No hay nada más que podamos hacer. Tenemos al Grupo Edison tras los talones intentando darnos caza. Debemos quedarnos.

* * *

Encontramos a Tori en la parte de atrás. Yo me disculpé por haber tardado tanto; ellos no. Simon apenas había comenzado a enseñarnos una sujeción de muñeca cuando Andrew nos convocó dentro.

Russell ya se había marchado.

—Huyó —murmuró Simon—, así no tendrá que mirarnos a los ojos después de haberles dicho a los demás que mentimos.

Gwen también se había marchado, pero sólo a buscar provisiones y cosas para cenar. Sí, ya era hora de cenar. Al habernos levantado tan tarde nos saltamos la comida.

Comimos con Andrew, Gwen y Margaret. Detallaron su plan con términos optimistas, por supuesto; sólo iban a realizar una rápida ronda de reconocimiento como estrategia previa a la operación de rescate.

—Así que, muchachos —dijo Andrew—, durante los próximos días vuestro trabajo tendrá tres aspectos. Descansar. Contarnos todo lo que podáis acerca del laboratorio. Y entrenaros un poco.

—¿Entrenarnos? —eso avivó a Tori. A mí también.

Gwen sonrió.

—Para eso estamos aquí Margaret y yo.

—Yo trabajaré con Simon —añadió Andrew—, aunque sé que tu padre te entrenó durante años.

—Estoy segura de que puede sacar provecho de la práctica —terció Tori.

Simon le mostró su dedo corazón. Andrew simuló no haberlo visto.

—En cuanto a Derek… —prosiguió Andrew.

—Ya, ya sé. No hay maestros de licantropía.

—Cierto, pero tenemos a alguien. Thomas, un miembro semidemonio que vive en Nueva Jersey. Tal vez lo recuerdes de cuando vivías en el laboratorio. Era miembro del equipo responsable de la sección de licántropos dentro del proyecto.

¿Fue una imaginación mía o Derek se estremeció? No lo culparía si lo hubiese hecho. Derek vivió en el laboratorio hasta que el padre de Simon se lo llevó y esa parte del experimento fue desechada. Los otros tres hombres lobo ya habían sido asesinados. Encontrarse con uno de sus «cuidadores» no sería, desde luego, una reunión agradable.

—Thomas se retiró después de que dejases el laboratorio, sobre todo porque no estaba de acuerdo con el modo en que se trataba a los niños. Pero sabe más de licántropos que cualquiera que yo conozca. Tu padre lo empleó como un recurso para criarte.

Los hombros de Derek se relajaron.

—¿Ah, sí?

—Está fuera por razones de negocios, pero regresará la semana que viene. Si todavía entonces estamos esperando para actuar, y espero que no, eso te permitirá disponer de alguien con quien hablar y a quien formular cualquier pregunta que puedas tener.