La furgoneta del señor Bae estaba aparcada a poco más de un kilómetro y medio de distancia, en un centro comercial. La había comprado un mes antes empleando una identidad falsa, así que el rastro del vehículo no llegaría nunca hasta él, y todo parecía indicar que había estado viviendo en el vehículo. Tiró su saco de dormir y una nevera a la parte trasera y nos metimos todos dentro.
No sé dónde terminamos. Creo que en Pennsylvania. Nadie lo preguntó. A nadie le importó. Fue un viaje largo, largo de verdad, y silencioso. Yo viajaba en la parte posterior con tía Lauren y, aunque sentía a Derek volverse para mirarme con ansiedad, no tardé en caer dormida con el murmullo de Simon y su padre como música de fondo.
Me desperté cuando el señor Bae se desvió hacia un motel situado al borde de la carretera. Alquiló dos habitaciones y nos dividimos. Las chicas fuimos a una y los chicos a otra. El señor Bae anunció que había pedido pizza para todos y que luego hablaríamos. Tía Lauren le pidió que no se apresurase. Nadie tenía hambre, y yo estaba segura de que los chicos querrían pasar un rato a solas con su padre.
Al parecer, Liz y Tori suponían que yo también deseaba pasar cierto tiempo a solas con mi tía Lauren. Liz se desvaneció, diciendo que iba a vagar por ahí y que estaría de regreso por la mañana. Tori dijo que sentía el estómago revuelto después de un viaje tan largo en coche, así que iba a sentarse un rato fuera y tomar un poco de aire fresco. Tía Lauren le pidió que lo hiciera en la parte trasera del motel, de modo que nadie que pasase en coche pudiese verla.
Entonces fue cuando de verdad comprendí la situación: no volvíamos a casa; todavía no, en cualquier caso. Y tendríamos que acostumbrarnos a pensar siempre en cosas como ésa, como quién podría estar observando.
Me senté sobre la cama, junto a tía Lauren, y ella me pasó un brazo alrededor de los hombros.
—¿Cómo lo llevas? —preguntó.
—Bien.
—Lo que pasó ahí… En el laboratorio…
No terminó la frase. Sabía a qué se refería; a matar al doctor Davidoff. Y también sabía que si se lo mencionaba iba a decirme que en realidad no lo había matado yo. Pero lo había hecho. No sabía cómo me sentía al respecto, pero no era con tía Lauren con quien debía hablar sobre ese asunto, pues ella procuraría hacer que me sintiese bien, pero no me ayudaría a superarlo. Para eso necesitaba hablar con Derek, así que le dije:
—Estoy bien. —Y luego—: Sé que ahora mismo no puedo ir a casa, pero me gustaría que papá supiese que estoy bien.
—No estoy segura de que eso sea…
—Tiene que saberlo. Aunque no pueda decirle nada de la nigromancia, ni del Grupo Edison. Él tiene que saber que estoy a salvo.
Dudó un momento, pero al ver mi expresión acabó asintiendo.
—Ya encontraremos la manera.
* * *
Cuando encontré a Tori, se limitaba a estar sentada, sin hacer nada, como aquella noche en el almacén, cuando supo que su padre la había traicionado. Estaba allí, con la mirada perdida en la lejanía, abrazándose las rodillas.
Aquello tenía que resultar muy duro para ella. Los chicos habían recuperado a su padre, yo había recuperado a tía Lauren. ¿Y Tori? Ella había visto morir a su madre. No importaba cuán horrible hubiese sido la señora Enright, no importaba cuánto la hubiese llegado a odiar Tori: era su madre.
Tori no estaba sola en el mundo. Aún tenía a su padre, en cualquier caso a uno biológico, si bien estaba segura de que el señor Bae no se apresuraría a confesárselo. Eso sonaría tan raro como decir: «Lamento que hayas perdido a uno de tus progenitores, pero aquí tienes uno de repuesto».
Me senté a su lado.
—Siento lo de tu madre —dije.
Una carcajada breve y amarga.
—¿Por qué? Era una zorra malvada y asesina.
—Pero era tu zorra malvada y asesina.
Tori soltó una risa ahogada; después asintió. Vi una lágrima deslizándose por su mejilla. Sentí la tentación de pasarle un brazo alrededor, pero sabía que odiaba esas cosas, así que me limité a acercarme más. Se tensó, y yo creí que iba a apartarse, pero entonces se relajó y se apoyó en mí. Podía sentir su cuerpo estremeciéndose mientras lloraba. Aunque no hizo ni el menor ruido, ni siquiera un lamento.
Una sombra enorme dobló la esquina. Derek salió con la cabeza inclinada examinando el aire. Sus labios se arquearon al verme, curvándose en una sonrisa torcida.
—Hola —dijo—. Creí que ha…
Tori levantó la cabeza, se frotó los ojos con una manga y Derek se calló.
—Lo siento —dijo con aspereza, y comenzó a retirarse.
—Ya ha pasado —dijo ella, poniéndose en pie—. Mi sesión de pena ha terminado. Ahora ya te la puedes quedar.
Mientras ella se alejaba de nosotros, caminando de regreso a la habitación, Derek permaneció allí en pie, de nuevo con aspecto inseguro. De nuevo ansioso. Le indiqué con un gesto que se sentara a mi lado, pero negó con la cabeza.
—Ahora mismo no puedo —dijo—. Mi padre me ha mandado a buscarte.
Me dispuse a levantarme, pero se me había dormido un pie y trastabillé un poco. Derek me tomó por los brazos y no me soltó. Se inclinó, como si fuese a besarme, pero se detuvo.
¿Siempre iba a ser así? Estaba a punto de tomarle un poco el pelo por eso, pero parecía tan serio que no me atreví.
—Tu tía… —empezó a decir— ¿ha dicho algo acerca de vuestros planes?
—No.
Una vez más se inclinó hacia mí, y volvió a detenerse.
—¿No ha dicho nada? ¿Ni siquiera si irás o no a casa?
—Yo no. No podemos, al menos mientras el Conciliábulo aún esté rondando por ahí fuera. Supongo que nos quedaremos con vosotros, si eso es lo que tu padre tiene en mente. Probablemente sea lo más seguro.
Exhaló como si hubiese estado conteniendo la respiración, y al final comprendí por qué estaba tan ansioso. Suponía que el hecho de que hubiéramos huido del Grupo Edison y regresáramos con nuestras familias, implicaría que tomáramos caminos divergentes.
—Yo, desde luego, espero que nos quedemos con vosotros —dije.
—Yo también.
Me deslicé más cerca, para sentir sus brazos a mi alrededor, estrechándome. Nuestros labios se tocaron…
—Derek —llamó su padre—. ¿Chloe?
Derek gruñó y yo retrocedí sin poder reprimir la risa.
—Parece que esto nos pasa demasiado a menudo, ¿no? —dije.
—Demasiado. Después de comer nos vamos a dar un paseo. Un larguísimo paseo. Lejos de toda posible interrupción.
Levanté la cara para que viera mi amplia sonrisa.
—Eso suena como un plan.
* * *
Hablando de planes, el señor Bae los tenía a montones. Mientras nos zampábamos la pizza, confirmó lo que yo ya sospechaba: íbamos a volver a ser fugitivos, esta vez huyendo del Conciliábulo.
—Entonces todo lo que hicimos ahí, en el laboratorio… ¿No ha servido de nada? —dije.
—Probablemente sólo para cabrear al Conciliábulo —murmuró Tori.
—No, sí ha servido —repuso el señor Bae—. El Grupo Edison no se recuperará de este golpe en breve, ni mucho menos, y al Conciliábulo le llevará algún tiempo poner todo eso en orden y trazar un plan de búsqueda. Por fortuna, al tratarse del Conciliábulo, tendrán un montón de cosas en su lista de tareas pendientes, y nosotros no estaremos a la cabeza. Sois valiosos y querrán que regreséis, pero tendremos cierto margen de maniobra —echó un vistazo a mi tía—. Lauren, vivir como una fugitiva quizá no fuese lo que tenías en mente, pero voy a insistir en la propuesta de que Chloe y tú vengáis con nosotros. Deberíamos mantenernos unidos.
Derek me miró, tensándose como si estuviese preparado para saltar con argumentos en caso de que mi tía Lauren se opusiera, pero se relajó cuando ella dijo:
—Creo que es lo mejor que podemos hacer.
También yo me sentí aliviada. Simon me sonrió y me hizo un gesto alzando los pulgares. Miré a Tori. Parecía estar conteniéndose, mostrándose tan tranquila como podía, con el rostro rígido, sin dejar que afloraran sus sentimientos.
—Tori también vendrá con nosotros, ¿no? —pregunté.
—Por supuesto —el señor Bae le sonrió—. Aunque supongo que debería asegurarme de que ella está de acuerdo. ¿Te quedarías con nosotros, Tori?
Asintió, y me dedicó una media sonrisa.
—Tendremos que estar quietos durante algún tiempo —prosiguió el señor Bae—. Tengo algunas ideas respecto a lugares a los que podríamos ir. Simon dice que Tori tiene una lista de los demás elementos. Nos pondremos en contacto con ellos. Tienen que saber lo que está pasando… Y lo que ha pasado. También buscaremos a Rae. No hay problema si está con su madre, pero debemos asegurarnos de eso. No queremos dejar a nadie atrás.
Aquello era abrumador, pero me hacía sentir bien saber que no estábamos solos, saber que podíamos ayudar a los demás. Teníamos una inmensa tarea por delante, pero también un montón de aventuras. De eso estaba segura.
* * *
Derek y yo salimos a dar un paseo después de cenar. Solos.
Había un descampado detrás del motel y hacia allí nos dirigimos. Al final, cuando nos encontramos lo bastante lejos del motel, Derek me llevó a un pequeño bosquecillo. Entonces dudó, inseguro, sosteniéndome sólo de la mano. Aunque cuando avancé y me situé frente a él, su otra mano rodeó mi cintura.
—Parece que estarás conmigo durante una temporada —dije.
Sonrió. Una verdadera sonrisa que iluminó todo su rostro.
—Bien —dijo él.
Me atrajo hacia él. Después se inclinó y su aliento calentó mis labios. Mi pulso cabalgaba a tal velocidad que apenas podía respirar. Estaba segura de que volvería a detenerse y me tensé, esperando con mariposas en el estómago. Sus labios tocaron los míos, y yo aún esperaba que se retirase.
Sus labios presionaron los míos y después se apartaron. Me besó. Me besó de verdad; estrechándome entre sus brazos, con su boca moviéndose contra la mía, firme, como si hubiese decidido que eso era lo que quería y no fuese a retirarse de nuevo.
Deslicé mis brazos alrededor de su cuello. Los suyos se tensaron a mi alrededor y tiró de mí, alzándome en el aire, besándome como si nunca fuese a parar, y yo le devolvía el beso del mismo modo, como si no quisiese que acabara nunca.
Fue un momento perfecto, de aquellos en los que nada más importaba. Todo lo que podía sentir era a él. Todo lo que podía saborear era su beso. Todo lo que podía oír era el martilleo de su corazón. Él era en lo único en que podía pensar, y en cuánto deseaba aquello, y en lo afortunada que era al tenerlo, y con cuánta fuerza lo pensaba retener.
Eso era lo que yo quería. A ese chico. Esa vida. Esa yo. Nunca iba a recuperar mi antigua vida, y no me importaba. Era feliz. Estaba a salvo. Estaba justo donde quería estar.