Capítulo 48

El señor Bae levantó una mano, agitándola con despreocupación, como si acabara de entrar y nos encontrara en animada charla. Me debatí y Derek me soltó.

—Hola, Kit —dijo la señora Enright. Volvió el arma hacia él.

El hombre chasqueó la lengua.

—¿Ésa es la impresión que quieres causar, Diane? ¿Demostrar a todos los aquí presentes que una bruja necesita un arma para combatir a un hechicero?

Bajó el arma y en su lugar alzó una mano, con los dedos echando chispas.

—Ahí —dijo él—. Eso está mejor. Ahora acércate y muéstrame lo mucho que me has echado de menos.

Ella lanzó un rayo de energía. La mano del señor Bae salió disparada y el rayo de ella se detuvo en seco, estallando en el aire. El guardia avanzó hacia tía Lauren, apuntándola con su arma una vez roto el hechizo.

Simon avanzó una zancada hacia ellos, pero su padre le hizo una seña para que corriese. Simon continuó. Derek lo sujetó por el hombro. Bajó la mirada hacia mí, después su vista fue de la puerta a su padre, atrapado entre el impulso de protegerlo a él y el de protegernos a nosotros.

—Lucha —susurré, y eso fue todo lo que tuve que decir. Derek soltó a Simon y me empujó hacia la puerta. Tori bloqueó al guardia con un hechizo de sujeción y le gritó a tía Lauren que me siguiese. Mi tía saltó, agarró el arma del guardia y lo golpeó con ella en la cabeza, al tiempo que Derek embestía al doctor Davidoff y lo proyectaba por el aire.

Tori lanzó un hechizo, y después otro más. No sé lo que eran, sólo que las paredes comenzaron a temblar. Las grietas de antes se hicieron mayores. Llovió yeso.

Quería hacer algo, cualquier cosa, pero Derek me vio y gritó que retrocediese. Entonces uno de los hombres trajeados lo golpeó con un hechizo, derribándolo de bruces antes de que su padre sacudiese al tipo con un rayo de energía. Me quedé donde estaba, consciente de que, por mucho que desease ayudar, lo único que lograría sería poner a los demás en peligro al tratar de protegerme.

El edificio continuó temblando, mientras las debilitadas paredes y el techo se agrietaban. Llovía polvo blanco, envolviéndonos a todos, y a través de él sólo podía ver retazos de la situación.

Tori enfrentándose a su madre.

Liz corriendo hacia la señora Enright, con un tablón roto en la mano.

El guardia tumbado inconsciente a los pies de la gente.

Derek enfrentándose con el jefe de los trajeados, y Simon y su padre ocupándose del otro.

Tía Lauren en pie encima del doctor Davidoff, con el arma apuntando a su nuca.

Entonces, con un crujido ensordecedor, el techo cedió. Cayeron grandes trozos de yeso y madera rota. Del ático llovieron cajas, embalajes y archivadores. El techo continuó ondulándose y crujiendo, y levanté la mirada a tiempo de ver cómo se abría justo encima de mi cabeza. Derek gritó. Me golpeó, derribándome en el suelo y sujetándome bajo él mientras el resto del techo se desplomaba.

Cuando por fin el pasillo dejó de retumbar, oí al señor Bae llamar a Derek.

—¡Aquí! —respondió—. ¡Con Chloe!

Me sacó de debajo y me ayudó a levantarme. Me puse en pie, tosiendo y parpadeando. Podía distinguir a Simon y al señor Bae a salvo en la esquina donde se habían escondido antes.

—¿Tori? —oí decir a Liz—. ¡Tori!

Entorné los ojos y me dirigí hacia la voz; Derek aún me sujetaba del brazo, manteniéndose cerca. Liz estaba encorvada sobre Tori.

—¡Tori! —chillé.

Levantó la cabeza, pasándose una mano por la cara.

—Esto-toy bien.

Mientras se levantaba, miré frenética a mi alrededor en busca de tía Lauren. Entonces la vi, tumbada bajo una pila de escombros entre Tori y yo. Salté hacia ella, pero Derek me hizo retroceder.

—Chicos, quedaos ahí —ordenó el señor Bae—. Tori… —hizo una pausa y, cuando lo miré, lo vi con la vista fija en ella, como si sólo entonces la hubiese visto, como si sólo entonces la hubiese visto de verdad.

—¿Papá? —llamó Simon.

El señor Bae se sacudió la sorpresa y dijo, despacio:

—¿Tori? Ven hacia mí. El techo no tiene buena pinta.

Miré hacia arriba. Sobre nosotros se mecían gruesos trozos de yeso y madera rota. Las cajas se balanceaban al borde.

Tori miró a su alrededor. El guardia y los dos tipos de los trajes estaban casi enterrados bajo los escombros. El doctor Davidoff yacía boca abajo, sin moverse. Junto a ella yacía otro cuerpo; el de su madre, con los ojos abiertos, boca arriba.

—Talán-talán, la bruja está muerta —dijo Tori. Se balanceó. Después emitió un extraño sonido, como si hipase, con los hombros encorvados—. Mamá…

—Tori, cariño… —llamó el señor Bae—. Necesito que te acerques aquí, ¿vale?

—Tía Lauren —dije—. Está atrapada…

—La tengo —dijo Tori pasándole una manga por el rostro. Se inclinó y comenzó a quitar escombros de encima de mi tía.

Un madero salió volando de la pila situada detrás de Tori. Los ojos del doctor Davidoff estaban abiertos, lo había guiado con la mente. Abrí la boca para chillar un grito de aviso y Liz corrió a sujetarlo, pero el madero se inclinó hacia abajo y golpeó a Tori en la parte posterior de la cabeza. Cayó de bruces sobre los escombros. Tía Lauren se levantó como pudo, apartando los últimos trozos de escombros. Entonces se detuvo. El doctor Davidoff se levantó tras ella, con el arma apoyada contra su nuca.

Liz agarró el madero con que él había golpeado a Tori, pero él lo vio moverse y dijo:

—No, Elizabeth —movió el arma hacia Tori—. A menos que quieras tener compañía allí donde estés.

Liz dejó caer el madero.

El doctor Davidoff llevó de nuevo el arma hacia tía Lauren.

—Por favor, Elizabeth, vuelve a recoger ese madero y muévelo delante de mí para que pueda ver dónde estás.

Lo hizo.

—Y ahora, Kit, voy a darte cinco minutos para que cojas a tus chicos y te marches. Las modificaciones parecen haber tenido éxito con Simon. Y Derek, a pesar de lo fuerte que es, parece normal para tratarse de un licántropo. Otro éxito. Los problemas son Chloe y Victoria, pero te aseguro que se les dará un buen cuidado. Coge a tus chicos y…

—Yo no voy a ninguna parte —dijo Derek—. No sin Chloe.

Se puso tenso, como si esperase que yo me opusiera, pero apenas los oía hablar. La sangre me zumbaba en los oídos y se me revolvía el estómago ante la conciencia de lo que debía hacer, esforzándome por superar todos los instintos que chillaban en contra.

Los ojos del doctor Davidoff se movieron hacia Derek. Frunció el ceño, evaluándolo, y asintió.

—Muy bien. No desperdiciaré la oportunidad de mantener al único licántropo que nos queda. Entonces, Kit, llévate a tu hijo.

—Me llevaré a mis hijos, a ambos —replicó el señor Bae—. Y a Victoria, a Chloe y a Lauren.

El doctor Davidoff rió entre dientes.

—Todavía no sabes cómo cortar por lo sano, ¿verdad? Creí que diez años huyendo te habrían enseñado la lección. Piensa en todo a lo que renunciaste, sólo porque yo quería recuperar a Derek. Estoy seguro de que Simon hubiese sido mucho más feliz si tú no hubieses sido tan obstinado.

—La obstinación es buena —intervino Simon—. Y es un rasgo de familia. Yo tampoco voy a ninguna parte hasta que los liberes también a ellos.

Derek me frotó la parte posterior de los hombros, confundiendo la tensión con el miedo, y no atribuyéndola a la concentración. Simon miró con ansiedad hacia mí en cuanto vio el sudor corriendo por mi rostro. Cerré los ojos y me concentré.

—Vete, Chloe —dijo tía Lauren—. Tú sólo vete.

—No es así como funciona —terció el doctor Davidoff—. Puedo dispararte a ti o a Tori antes de que Simon o Derek puedan derribarme. Decídete, Kit. Un equipo del Conciliábulo se encuentra de camino, si es que no ha llegado ya. Corta por lo sano y lárgate.

Una forma se levantó a espaldas del doctor Davidoff. Derek tomó aire, lo exhaló despacio y después susurró entre dientes, animándome. Simon y el señor Bae se apresuraron a apartar la mirada del doctor Davidoff, para evitar que éste se volviese.

—Apenas dispones de unos minutos, Kit —insistió el doctor Davidoff.

—Recoge el arma —dije.

El hombre rió.

—Tu tía es demasiado lista para arrojarse por un arma que tiene a tres metros de distancia, Chloe.

—Al doctor Davidoff —dije.

—¿Cómo?

—Dispárale.

Frunció el ceño, abriendo la boca. El cadáver de la señora Enright se balanceó. Sus ojos se encontraron con los míos, ojos cargados de ira.

—He dicho…

Disparó. El doctor Davidoff se quedó allí, moviendo la boca, con un agujero atravesándole el pecho. Después cayó. Cerré los ojos con fuerza y liberé el alma de la señora Enright. Al abrirlos, tía Lauren se encontraba acuclillada junto al doctor Davidoff, con los dedos en su cuello. El fantasma del hombre se encontraba en pie, junto a ella, mirándola con fijeza, confuso.

—Ha muerto —le dije—. Yo… Estoy viendo su espíritu.

Alguien gritó. Pudimos oír pasos de pies calzados con botas.

—Tenemos que marcharnos —dijo el señor Bae—. Lauren…

—Estoy bien.

—Derek, coge a Tori y sígueme.

Llegamos corriendo a la puerta justo cuando unas voces resonaron a nuestra espalda. El señor Bae les gritaba a Simon y a tía Lauren que saliesen al otro lado saltando el muro, mientras nos ayudaba a Derek y a mí a llevar a Tori. Me encaramé en la cima, después me agaché junto a Simon, y entre los dos ayudamos a Derek mientras Liz corría por delante, gritando que la zona estaba despejada.

Al descender, el señor Bae se quedó en pie sobre el muro, dispuesto a lanzar hechizos contra cualquiera que apareciese por allí. Pero nadie salió; los escombros y los cuerpos los ralentizaron lo suficiente para que pudiésemos huir. Para entonces Tori ya estaba consciente y corrimos, todos, alejándonos tan rápido como pudimos.