Capítulo 36

Consideramos la idea de hacer que Liz reconociese el lugar en busca de un paso seguro, pues estábamos enfrentándonos a hechizos y alarmas de alta tecnología; cosas que un fantasma no podía poner en marcha. Y teníamos que suponer que el perímetro estaba bien cerrado.

También suponíamos que durante el día, cuando disponían de Andrew, Margaret y los otros dos nuevos para vigilarnos, no iba a estar cerrado con tanto empeño. Ése sería el momento de escapar.

Hasta entonces necesitábamos seguirle la corriente a su plan. Andrew nos había utilizado, y ahora lo utilizaríamos nosotros. Aunque hacerlo implicaba liberarlo. Nos estrujamos las neuronas para hallar otra solución, pero no la había. Para escapar teníamos que convencerlos de que todo iba bien. Y para lograrlo, Andrew tenía que estar justo allí donde esperaban que estuviese.

No íbamos a compartir con él nuestro plan, por supuesto. Lo dejaríamos en el sótano hasta la mañana y después le anunciaríamos lo decidido: el único modo de acabar con el Grupo Edison era seguir su plan.

Una vez llegada la mañana, cuando se hubiesen presentado Margaret y los demás, nos encontrarían impacientes por ponernos en marcha. Dicha actitud les haría bajar la guardia, o en eso confiábamos, y sería entonces cuando pensábamos enviar a Liz a asegurarse de que había una ruta de escape despejada.

Si eso fallaba, nos abriríamos paso peleando. Y luego llamaríamos al señor Bae.

* * *

Eran casi las seis cuando terminamos de trazar nuestros planes; es decir, disponíamos de al menos un par de horas antes de que se presentase Margaret. Tori continuó trabajando en el ordenador de Andrew. A esas alturas ya no esperábamos extraer nada más de él, pero la tarea le proporcionaba un objetivo. Los chicos vigilaban a Andrew. Eso les proporcionaba a ellos un propósito. ¿Y a mí? Yo estaba perdida. Asustada, perdida y frustrada. Y herida. Y, además, no podía evitar pensar en Derek, por mucho que intentase evitarlo.

Encontré un cuaderno y un bolígrafo y me fui al salón para convertir la caminata por el bosque de esa noche en la escena de una película. No había escrito una sola línea desde el momento en que había llegado a la Residencia Lyle. Y justo en ese instante sentía una desesperada necesidad de evadirme.

Estaba esbozando la escena cuando se abrió la puerta. Levanté la vista y allí vi a Derek.

Intenté adoptar una expresión neutra.

—¿Hmmm?

—Tengo algo para ti —sostuvo una vieja videocámara de ocho milímetros—. La encontré ahí abajo. No funciona, pero quizá pueda arreglarla.

¿Una videocámara? ¿Para qué podía utilizarla? ¿Para grabar nuestra gran fuga? Diría que no, pues no era ése el propósito. Era un regalo, una manera de decir: «Sé que la he pifiado y lo siento».

Sus ojos me rogaron que la aceptase. Sólo cógela. Perdónalo. Olvida lo que ha pasado. Comienza de nuevo. Y eso era lo que quería hacer; aceptar su regalo, sonreír y ver esa chispa en sus ojos…

Cogí la cámara y la posé sobre la mesa.

—Hace frío, aquí —dijo Derek—. ¿Funciona el radiador? —se acercó a él y puso sus manos encima—. No muy bien. Voy a coger una manta.

—No necesito…

—Sólo tardaré un segundo.

Salió. Volvió un minuto después y me tendió una manta doblada. La extendí sobre mi regazo. Él miró a su alrededor, cruzó la sala y fue a sentarse en el sofá.

Tras unos instantes de silencio, me propuso:

—¿Por qué no vienes aquí? Se está más cómodo que en esa silla. También más caliente, estarás más cerca del radiador.

—Estoy bien.

—Es difícil hablar contigo si estás ahí.

Se desplazó hasta el extremo del sofá, aunque ya hubiese espacio de sobra para mí. Puso un brazo siguiendo el respaldo. Intentó dibujar una sonrisa y, la verdad, no llegó a conseguirlo, pero, a pesar de todo, mi corazón aún dio un pequeño vuelco.

«Está arrepentido, Chloe. Es un muchacho dulce, de verdad. No manejes este asunto como una bicharraca. Y no la pifies. Tú sólo ve hasta allí. Dale una oportunidad, y enseguida habrás olvidado todo lo sucedido».

Y precisamente por esa razón me quedé en mi silla. No quería olvidarlo todo, pues en tal caso no tardaría en estar de nuevo en el tejado, poniendo su vida en peligro.

—No te va hacer eso —dije, al final.

—¿Hacer qué? —respondió preguntando con bastante inocencia, pero bajó un poco la mirada—. Lo siento. Eso es lo que intento decirte, Chloe. Que lo siento.

—¿Por qué razón?

Levantó la mirada, confuso.

—Por hacerte cabrear.

No contesté, sólo me levanté para marcharme. Logré desplazarme hasta llegar a la puerta. En ese momento se me acercó por la espalda y puso su mano en mi codo. No me volví a mirarlo. No me atreví. Pero me detuve y escuché.

—Cuando yo me cabreé porque te habías marchado —empezó—, no se debió a que te creyese idiota o pensase que no ibas a tener cuidado.

—Sólo estabas preocupado por mí.

Suspiró, aliviado porque lo comprendiese.

Descarao.

Me volví.

—Porque crees que lo merezco.

Colocó sus dedos bajo mi barbilla.

—Sin ninguna duda creo que lo mereces.

—Pero en cambio no crees que tú sí.

Su boca se abrió. Y se cerró.

—De eso se trata, Derek. No permitirás que nos preocupemos por ti porque crees que no mereces la pena. Pero yo sí me preocupo. Me preocupo mucho.

Me alcé de puntillas, pasé mis manos alrededor de su cuello y tiré hacia abajo. Cuando nuestros labios se encontraron, ese primer relámpago… Era todo lo que no había sentido con Simon, todo lo que quería sentir.

Sus manos pasaron alrededor de mi cintura, acercándome a él…

Los pasos de Simon resonaron por el pasillo. Nos separamos de un brinco.

—Y luego dice que yo tengo un asqueroso sentido de la oportunidad —masculló Derek. Enseguida preguntó—: ¿Qué pasa?

—Andrew dice que necesita ir al baño —respondió Simon al llegar junto a nosotros—. Yo soy partidario de decirle que lo siento en el alma, pero…

—De acuerdo. Yo me ocupo —dijo Derek—. Chloe, ¿querrías…?

—Tengo que hablar con Simon.

Me miró de un modo extraño al oírme, pero sólo durante un instante, y no como si estuviese celoso, sino molesto porque no saltaba alegremente y le acompañaba.

—Es importante —añadí—. Aunque, bueno, puedes llevarte a Tori. Ella te puede ayudar con Andrew.

Asintió y se marchó.