Giré sobre mis talones esperando ver a Andrew, pero allí no había nadie.
Un fantasma apareció delante de mí, tan cerca que caí de espaldas. Derek me agarró del brazo para sujetarme.
—Creo que se ha ido —señaló Derek—. ¿Has oído algo?
Levanté la vista hacia el rostro barbudo de Todd Banks, crispado de furia, con ojos de bordes enrojecidos e inyectados en sangre.
—Es el do-doctor Banks.
—¿Te parece que esto sea un juego? —gritó el doctor Banks—. ¿Quién te habló de Royce? ¿Pensabas que sería divertido eso de llamarlo para que se presentase y ver si está tan loco como decían?
Derek se inclinó hacia mi oído.
—Libéralo. No merece la pena nada de lo que pueda decirnos.
Negué con la cabeza. A Derek no le gustó, pero se conformó con fruncir el ceño y mantener su agarre alrededor de mi brazo, como si fuese a sacarme de un tirón fuera de la sala si las cosas se ponían feas.
Parte de la ira del doctor Banks pareció abandonar sus ojos tras observarme con atención.
—Chloe Saunders —susurró—. Tú debes de ser Chloe Saunders… —miró a Derek—. Y el chico licántropo…
—Sí —dije—. Y él es Derek.
La ira volvió a surgir, sus ojos parecieron volverse locos.
—No debes invocar aquí, niña. Deja a mi sobrino en paz. Pero acuérdate de él, pues ése es tu destino. El poder crecerá en ti hasta que te consuma y dejes a un monstruo en tu lugar. Te obligará a hacer cosas que jamás podrías imaginar, cosas tan terribles que…
Se tambaleó, como si luchase con los recuerdos. Sus manos se cerraron alrededor de mis brazos, y me di cuenta de que Derek se había situado a mi espalda. Podía sentirlo allí, fuerte y sólido, con sus cálidas manos frotando la piel de mis brazos.
—Déjalo ir, Chloe —indicó—. No tienes por qué escuchar lo que esté diciendo, sea lo que sea.
—Sí —dijo el doctor Banks—. No lo entiendes. Todo salió mal. Cometimos errores. Un error de cálculo…
—¿Con las modificaciones genéticas?
—Sí, sí —desdeñó mi interrupción con un gesto—. Se lo dije. Se lo dije a ellos. Pero hicieron las pruebas y todo pareció salir bien. Pero no salió bien. Manipularon los datos.
—¿Manipularon los datos?
Eso llamó la atención de Derek.
—¿Qué datos?
—Para las modificaciones —respondí—. ¿Qué significa eso?
—Cambiaron los datos para que dieran los resultados adecuados —dedujo Derek.
—Sí —dijo el doctor Banks—. Correcto. ¿Ves? Incluso un niño es capaz de comprenderlo. Pero ellos no pudieron.
—Así que el doctor Davidoff manipuló los datos… —comencé a decir.
—¿Davidoff? —resopló el doctor Banks—. Un cachorrillo adulador que hace cualquier cosa que se le ordene.
—Entonces, ¿quién manipuló los datos?
El doctor Banks continuó como si no hubiese oído nada:
—Los experimentos. Ay, Dios, los experimentos. Prueba esto y prueba lo otro, fuerza los límites para ver qué podía crear y qué podía vender. Menudos sueños. Locos y grandiosos sueños de conocimiento y poder, y la fantasía de proporcionar una vida mejor a los de nuestra especie. Tontos es lo que fuimos, nos lo creímos y le concedimos plena potestad. No le importábamos. Y no le importas. Por eso tiene una importancia enorme que vosotros… —comenzó a difuminarse—. La magia en este lugar. Vas a necesitar volver a sacarme.
Lo hice, con suavidad al principio, pero continuaba desapareciendo.
—Más fuerte. Chloe. Debo decirte…
Acabó de difuminarse antes de que pudiese entender el resto. Volví a invocarlo. Titiló dentro y fuera, pero yo apenas entendí algunas palabras, y ninguna de ellas significaba nada fuera de contexto.
—Lo están alejando —dije.
—Déjalo —dijo Derek—. Tenemos suficiente.
—Estaba intentando decirme algo.
Derek resopló.
—¿No lo hacen todos? Debe de ser una de las reglas del manual del buen fantasma; en caso de correr peligro de evaporarte, asegúrate de estar en medio de una declaración tremenda.
Me quité el collar de un tirón. Se lo tendí a Derek, pero él me lo metió en el bolsillo.
—Quédatelo tú, ¿vale?
El doctor Banks llegó entonces con más facilidad, pero no iba a quedarse mucho tiempo. Al aplicar más fuerza, dijo:
—No, Chloe. Traerás a Royce —se difuminó, y su voz se hizo vibrante, primero audible y después no—. Otro… intenta… Despeja tu mente… concéntrate en mí… No tires… sólo concéntrate.
Lo hice. Él continuó hablando, diciéndome que me relajase, que me concentrase en no hacerlo llegar de un tirón, sino invitándolo.
Empecé a sentir un dolor punzante en la parte posterior del cráneo. Continué hasta que un dolor agudo y repentino me hizo dar un grito ahogado. Esperé a que Derek me preguntase cuál era el problema, pero se limitó a quedarse sentado, mirándome.
Otra punzada a través de la parte posterior de mi cráneo. Después un chorro de agua fría como el hielo corrió por mis venas e intenté chillar, pero no pude. No podía moverme. No podía hacer ningún ruido.
—¿Chloe?
Oía a Derek, pero no podía llevar los ojos en su dirección.
—¿Quieres mi ayuda? —susurró el doctor Banks—. Necesitas recibirme.
¿Recibirlo? ¿Dónde? Apenas me había planteado la pregunta cuando comprendí la respuesta.
Intentaba entrar en mi cuerpo.
Luché, intenté echarlo con un empujón mental, cerrando mi cerebro, bloqueándole el paso, pero ese hielo continuaba extendiéndose a través de mí. La mano de Derek se cerró alrededor de mi hombro al estirarse para sacar el collar de mi bolsillo. Me desplomé hacia atrás como una estatua.
Logré ver algo en movimiento, como si Derek hubiese dado una zancada hacia mí, pero todo resultaba confuso. Incluso su voz sonaba distante y ahogada. Las únicas palabras que podía oír eran las del doctor Banks cantando con suavidad dentro de mi cabeza.
—Relájate —susurró—. No te haré daño. Sólo voy a tomar prestado tu cuerpo. Necesito arreglar esto. Tomé el camino fácil al matarme antes de haber puesto fin a los horrores que yo mismo creé.
Mi madre me había advertido contra el doctor Banks, diciéndome que se había vuelto loco por lo que hizo Royce, y por su responsabilidad en el asunto. Y ahora estaba dentro de mí.
Sentí al suelo arañando mi espalda y vi el techo moviéndose deprisa por encima de mí, como si Derek me estuviese arrastrando por los tobillos. La habitación parpadeó y se hizo la oscuridad. Al volver la luz yo estaba con la vista fija en el techo.
—¿Qué ha pa-pasado?
Sentía mis labios moviéndose y oí mi voz, pero nadie me respondió. Me puse en pie.
—Chloe, vamos —dijo Derek a mi espalda—. Di algo.
—¿Que diga qué?
Me volví. Estaba acuclillado al otro lado de la sala. Un par de piernas estiradas, zapatillas de deporte señalando al techo. Mis zapatillas. Mis piernas.
Me acerqué corriendo. Allí estaba yo, en el suelo, mientras Derek intentaba con torpeza pasarme el collar por encima de la cabeza. Levanté una mano. Era mi mano; todavía estaba cubierta por los arañazos sufridos en el bosque la pasada noche.
—¿Derek?
No respondió. Le toqué el hombro.
Mis dedos lo atravesaron limpiamente.
Yo era un fantasma.
Entonces se abrieron mis ojos… Los ojos de mi cuerpo, en el suelo. Los labios se curvaron dibujando una pequeña sonrisa que en nada se parecía a la mía.
—Hola, tú —la voz llegaba desde esos labios que eran míos, pero el tono y la inflexión no lo eran.
Derek frunció el ceño, y de nuevo intentó ponerme el collar.
El otro yo le apartó la mano de un golpe.
—No necesito eso.
—Sí, lo necesitas.
—No, no lo necesito.
Derek me apartó la mano con una palmada y dio un tirón para hacer pasar el collar alrededor de mi cabeza. El colgante tocó mi piel y sentí el golpe, cálido como un hierro de marcar candente, y respiré agitadamente; mi cuerpo y yo, respirando a la vez. Un destello de oscuridad. Después me encontré de nuevo mirando el techo.
El rostro de Derek apareció, con sus ojos verdes oscurecidos por la preocupación.
—¿Chloe?
Respiré. Eso era todo lo que podía hacer. Inhalar. Exhalar. Sentí las manos de Derek alrededor de las mías y me concentré en eso.
—¿Qué ha pasado? —preguntó.
—Yo… Yo… Yo…
Una voz rió detrás de Derek.
—¿Crees que no puedo volver a meterme dentro de ti? Lo haré. Y entonces ayudaré a tus amigos a detener al Grupo Edison —el doctor Banks se alzó sobre mí, con su cara sobre la mía y sus ojos destellando de locura—. Daremos caza a los demás sujetos y acabaré con sus sufrimientos, y después acabaré con tus amigos. Una vez se hayan marchado, tú serás la siguiente, y podréis estar todos juntos… En la Otra Vida. Yo acabaré con esto.
—No, no lo harás —dije, levantándome.
Sonrió.
—Tienes poder, Chloe, pero no tienes ni idea de cómo emplearlo.
—Sí la tengo.
Me lancé hacia delante y lo empujé; lo empujé con mi mente y con mis manos, poniendo toda mi rabia en ello y, por un instante, juraría que llegué a palparlo. Después salió por los aires, deslizándose de espalda, chillando mientras desaparecía.
—¿Chloe?
Derek tocó mi hombro y yo quise volverme, desplomarme sobre él y contárselo todo. Pero me hice fuerte contra ese impulso y respiré profundamente.
—Tenemos que salir de aquí —dije—. En cuanto podamos.
* * *
Al final, resultó que nos marchamos antes de lo que esperábamos. Andrew había regresado, solo. Russell se había ido. Había recogido sus cosas y había abandonado su apartamento antes de que Andrew llegase.
Pudimos oír a Andrew y a Margaret hablando con los demás miembros empleando el teléfono en modo de multiconferencia. Estaba claro, decía Margaret, que éramos más de lo que estaban en condiciones de manejar, y el mejor modo de librarse de la carga era entregarnos a otra gente; en concreto a tía Lauren y al padre de Simon, si lograban encontrarlo.
No me importaba que la motivación de Margaret fuese puramente egoísta; en ese momento deseé entrar en la sala y abrazarla.
Nos íbamos al día siguiente, en dirección a Búfalo. Había llegado el momento de hacer planes en serio. Andrew me pidió que le proporcionase detalles del laboratorio. Lo intenté, era el momento con el que había soñado, pero cada palabra fue una lucha. Era como si alguien me hubiese cortado el flujo de energía. Estaba completamente exhausta y entumecida.
Los muchachos contribuyeron; Simon dibujando el plano del laboratorio según le iba explicando, Derek me ofreció un vaso de agua helada. Incluso Tori me preguntó en un murmullo durante un receso en la conversación:
—¿Estás bien?
Sólo Margaret parecía ajena, interrogándome hasta que al fin tuvo suficiente y nos despidió. Me fui al salón, caminé sólo hasta llegar a una butaca y me acurruqué encima de ella. Caí dormida en el instante en que se cerraron mis ojos.
* * *
Al despertar aún me encontraba en la butaca, con una manta puesta a mi alrededor y mi vaso de agua esperando sobre la mesa. Derek estaba sentado en el sofá, a escasa distancia de mí, ensimismado mientras hacía guardia. Para qué hacía guardia fue algo que no supe. No importaba. Con amenaza o sin ella, fue bueno verlo allí al despertar.
Y mientras lo observaba caí en la cuenta de qué bien sentaba eso. Todos mis rechazos eran sólo eso, rechazos, pues hubiese sido más fácil si sólo fuésemos amigos. Pero no era así, no para mí.
Quería caminar hasta allí. Quería acurrucarme junto a él, inclinarme sobre él, hablarle. Quería saber en qué estaba pensando. Quería decirle que todo iba a ir bien. Y quería convencerme a mí misma de que era cierto. No me importaba de momento si era cierto o no, sólo quería decirlo, oírlo, sentir sus brazos a mi alrededor, oír el murmullo de sus palabras, aquella ronca risa entre dientes que me hacía que se me acelerara el pulso.
Se volvió hacia mí, y yo estaba tan absorta en mis pensamientos que, por un instante, no lo advertí. Entonces me di cuenta de que tenía la mirada fija en él y la aparté enseguida, con las mejillas ardiendo. Podía sentirlo mirándome. Frunciendo un poco el ceño, como si intentase averiguar algo. Bebí mi vaso de agua tibia antes de que pudiese hacerlo y dije:
—Debe de ser casi la hora de comer.
Era un comentario estúpido, pero fue lo único que se me ocurrió. Tardó un momento en contestar, encogiéndose de hombros y diciendo:
—Puede ser. —Después añadió—: ¿Estás bien?
Asentí.
—¿Quieres hablar de lo que pasó ahí abajo, con Banks?
Asentí de nuevo.
—Debería ir a buscar a Simon —dijo—. Querrá saberlo.
Otro asentimiento, pero no se movió, sólo me observaba mientras yo seguía sorbiendo el agua tibia.
—Chloe.
Me tomé mi tiempo antes de levantar la mirada, segura de que él había averiguado en qué estaba pensando y estaba a punto de decepcionarme, pero con suavidad. No diría nada parecido a: «Lo siento, no me gustas».
Eso sería impropio de Derek, demasiado impertinente, pero encontraría algún modo de transmitir el mismo mensaje, como hiciera yo con Simon. «Me gustas. Pero no de ese modo».
—¿Chloe?
Levanté la vista, y lo que vi fueron sus ojos… Mis manos tentaron en busca del vaso y lo tiré, haciendo que el agua se derramase sobre mí, empapándome los vaqueros. Me apresuré a agacharme antes de que el vaso tocase el suelo, cosa que conseguí por poco, apoyada sobre una rodilla y con el trofeo agarrado con firmeza en la mano. Y aún estaba allí cuando sentí que tiraban del vaso para quitármelo de entre los dedos. Miré hacia arriba y vi a Derek acuclillado frente a mí, con su rostro a pocos centímetros del mío. Se inclinó hacia delante y…
—¿Qué habéis perdido?
La voz de Simon llegó procedente de la puerta, y nos levantamos tan deprisa que chocamos.
—¿Qué estáis buscando? —preguntó Simon, entrando en la sala—. Espero que no sea tu collar.
—No. Es sólo que de-dejé ca-caer mi va-vaso —hice un gesto señalando mis vaqueros. Después eché un vistazo hacia Derek, que estaba allí plantado, con las manos embutidas en los bolsillos.
—Estaba a punto de… —iba a decir que estaba a punto de explicar qué había pasado con el doctor Banks. Pero no quise hacerlo. Aún no. Quería rebobinar la cinta de la vida, volver a ese momento en el suelo, rogarle a Simon que no se presentase hasta pasado otro minuto más, sólo el tiempo suficiente para averiguar si lo que creía que iba a suceder sucedería. Pero no. Entonces no. El momento ya había pasado.
—Yo de-debería ir a cambiarme los pantalones.
—Claro —Simon se derrumbó sobre el sofá.
Me dirigí a la puerta y entonces Derek me llamó:
—Chloe…
Me volví, y pareció como si él estuviese intentando pensar en algo que decir, quizá buscando un pretexto para acompañarme, y quise ayudarle, ofrecerle alguno, y creo que lo habría aceptado si hubiese podido hacerlo, pero no pude. Bien sabe Dios que lo intenté, pero no pude, y tampoco pudo él, así que farfulló:
—¿Quieres una manzana, o algo así? Iré por ella mientras te cambias.
Respondí que sí, claro. Y eso fue todo.