Sólo se presentó Margaret. Andrew anunció que Gwen debería de estar con su novio, pues tenía el móvil apagado, y yo estuve segura de que eso no le hacía ninguna gracia. ¿Tomó ella parte en la conspiración para librarse de Derek? Confiaba en que no.
Si hubiéramos esperado ver la misma indignación en Margaret que la mostrada por Andrew, nos habríamos decepcionado. Aunque sí se molestó y se preocupó. Ya era algo, de momento.
Al salir de la ducha encontré un trozo de papel deslizado por debajo de la puerta. Era un jeroglífico, un mensaje de Simon similar al que me había dejado en el almacén. Comenzaba con un fantasma a modo de saludo, ésa era yo, y terminaba con una nube de bruma y la luz de un relámpago, ése era él. En cuanto al mensaje en sí, era un poco más complicado que el último, y me llevó un rato resolverlo.
El primer símbolo era un trozo de papel con «será tu deseo…» escrito en el encabezamiento. El segundo era un perro y el resto la letra «O». Después dos manos, una poniendo algo en la palma de la otra. Y, al final, la nota musical mi. ¿Querrás «perrdarmi»?… ¿Perderme?
Me quedé mirando las dos manos, intentando imaginarme la palabra perdida hasta que un fuerte suspiro retumbó desde el otro lado de la puerta.
—O la respuesta es horrible, o mis jeroglíficos dan grima.
—Un momento —me vestí deprisa y abrí la puerta.
Simon estaba apoyado contra la pared.
—¿Y? —preguntó.
—Tengo problemas con una parte —señalé las manos.
—Donar —dijo.
—Ah —leí la nota—. ¿Querrás perr… donarme? —levanté la mirada hacia él—. Creo que eso debería preguntarlo yo.
—No, tú hiciste lo correcto. Comprendiste que eso no era lo que querías, y lo expresaste. Yo soy el patán que se piró pisando fuerte y dejándote sola en el bosque. Lo siento. Lo siento de veras. —Hizo una pausa—. Entonces, ¿todo bien?
El alivio hizo que me temblasen las rodillas.
—Todo bien. Pero me sorpre…
Levantó una mano para interrumpirme.
—No puedo cabrearme contigo por confirmarme algo que ya sospechaba. Le di un pase. No funcionó. No voy a decir que me sienta bien con el resultado, pero… —se encogió de hombros—. Me gustas, Chloe. Y no me gustas al estilo de «o es mi novia o no es nada», así que espero que dejemos atrás la etapa «intentamos salir y la cagamos» y volver a ser lo que éramos, si estás de acuerdo.
—Estoy de acuerdo.
* * *
Bajamos al piso inferior; Andrew ya se había marchado. Supusimos que habría ido a enfrentarse con Russell, pero Margaret, destinada en la retaguardia con labores de niñera, no llegó a confirmárnoslo. ¿Era así como marcharían las cosas? ¿Apartados al margen mientras lo mayores se ocupaban de la acción? Esperaba que no.
Simon y yo encontramos a Derek en la cocina. Simon quería coger una manzana y dirigirse a un lugar donde pudiésemos planear nuestro siguiente movimiento, fuera del alcance de los adultos, pero Derek le tendió su aparato medidor sanguíneo y el suministro de insulina y luego sacó huevos y beicon del frigorífico. Simon suspiró y Derek le echó una mirada inequívoca.
—Confío en que no esperes que yo haga eso —dije.
Entonces me tocó a mí recibir la mirada.
—Sólo decía…
—No todos crecimos en casa con criadas —espetó Derek.
—No necesito desayunar —replicó Simon—. Tenemos que hablar.
—¿Hablar de qué? —preguntó Derek.
—Esto… ¿De salir de aquí? —respondió con ironía—. Alguien ha intentado mataros. A ambos.
—Y la única novedad en eso es que no pertenecían al Grupo Edison —dijo Derek—, que es probable que también se encuentre tras nuestros pasos, esperando que hagamos algo estúpido como volver a salir corriendo —colocó unas cuantas tiras de beicon en la sartén—. Nos quedamos. Al menos hasta saber qué pretenden hacer a continuación.
—Quiero invocar a Royce —dije.
Derek volvió la cabeza lo bastante rápido para provocarse un traumatismo cervical.
—¿Cómo?
—Quiero establecer contacto con Royce. Si tengo suerte, en vez de él será su tío o su primo, pero lo más probable es que sea Royce y, además, tendremos que manejar ese asunto. Necesitamos saber qué pasó aquí, y necesitamos saberlo cuanto antes.
—Tiene razón —convino Simon. Y después, enfrentado a la mirada de su hermano, añadió—: Y sabes que la tiene.
La mandíbula de Derek se movió mientras digería todo aquello. Al final dijo:
—Con una condición. Nada de Tori. Lo último que necesitamos es que le lance una bola de fuego a Royce.
—De acuerdo.
* * *
Subí al piso de arriba para decirle a Tori que bajase a desayunar. Me confié en ella y le pedí que me ayudase manteniendo a Margaret ocupada y nos hiciese saber si aparecía Andrew. Prefería asistir a la invocación, pero pareció conformarse.
Tras el desayuno decidimos hacer la invocación en el sótano, lejos de Andrew y sin los peligros del tejado. Y, tengo que admitirlo, Simon y yo estábamos impacientes por echar un vistazo allá abajo.
Por primera vez en mi vida bajé a un sótano y me estremecí a causa de una verdadera corriente de aire. Era exactamente tal como Derek lo había descrito: dos estancias grandes y llenas de cosas, y un pequeño taller. Simon gastó bromas acerca de pasadizos secretos, pero Derek le fastidió la idea.
Yo hice lo que solía, cerré los ojos y me arrodillé. Podía imaginarme al doctor Banks porque había visto su foto. Austin resultaba más difícil, pues yo continuaba viendo su cuerpo ensangrentado, y eso no me ayudaba a relajarme. Así que me concentré sobre todo en el doctor Banks, prestando mucha atención a ese punto donde podía sentir la alarma interna preparada para saltar, indicándome que no era seguro ir más allá.
—Nada —dije.
—¿Estás segura? —preguntó Simon—. Tuviste como un temblor.
—Inténtalo de nuevo —propuso Derek.
Lo hice, y aun así seguía sin suceder nada, pero Simon dijo:
—Descarao, sin duda eso ha sido un temblor. Tus párpados se han movido como si vieses algo.
La siguiente vez que lo intenté sí que lo sentí, como un pequeño chispazo que me hizo estremecer. Suspiré y me erguí.
—Tómate tu tiempo —susurró Simon—. Nadie se irá a ninguna parte.
Invoqué luchando contra el impulso de dar otra vuelta de tuerca. Allí había un espíritu. Sentía esa misma hiperconciencia que apreciaba con los cadáveres, como si me esforzase por oír una voz demasiado suave para que la detectasen mis oídos. Me estremecí.
—Voy a quitarme el collar.
Me preparé para una discusión acalorada, pero Derek se limitó a asentir.
—Pásalo despacio por encima de tu cabeza y mantenlo en tus manos, de momento. Veamos si eso supone alguna diferencia.
Cerré los ojos y agarré el collar.
—¡No!
Pegué un brinco, después miré a Simon y a Derek, aunque sabía que no fue ninguno de ellos.
—Ha vuelto —dije—. La mujer.
La sensación, entonces más fuerte, regresó al invocar de nuevo y requirió el empleo de toda mi fuerza de voluntad el lograr resistirme a dar un tirón y sacar al espíritu de una vez.
—Cuidado —susurró la voz.
—¿Pu-puedo verte, po-por favor? —me temblaba la voz. Me aclaré la garganta y lo intenté de nuevo, pero aún tartamudeé.
—¿Chloe? —dijo Derek.
Seguí su mirada hacia mis manos. Me temblaban. Me aferré al collar y tomé aire.
—¿Es tu tía? —preguntó Simon.
Negué con la cabeza.
—No. Yo… —estaba a punto de decir que no sabía quién era, pero no logré pronunciar esas palabras. Sabía quién era. Sólo que no me atrevía a creerlo.
—Escucha, pequeña… Tienes que escuchar…
«Escucha, pequeña». Sabía quién me llamaba así. Conocía esa voz.
—¿Mamá?