Capítulo 17

Observé a Simon alejándose, después me sequé las lágrimas con una manga y fui en dirección a las luces de la casa. Acababa de rebasar el lindero del bosque cuando se abrió la puerta trasera y la luz se derramó por el patio, hasta entonces en penumbra. Luego una silueta corpulenta bloqueó la luz.

—No —susurré—. Ahora no. Limítate a volver ahí dentro…

La hoja se cerró de un portazo, y aún podía oír su eco mientras Derek cruzaba el patio, directo a su objetivo.

Busqué a mi alrededor, intentando desesperadamente encontrar por dónde huir, pero sin éxito. Avanzar y enfrentarme a Derek, o huir corriendo hacia Simon y enfrentarme a ambos. Continué andando.

—¿Dónde está Simon? —me espetó.

Me sentí aliviada, pero confiaba en mí misma lo suficiente como para hablar, así que me limité a señalar el bosque por encima de mi espalda.

—¿Te ha dejado? ¿Aquí fuera? ¿De noche?

—Se le cayó algo —farfullé, intentando dejarlo atrás—. No andará muy lejos.

Se colocó frente a mí sin hacer ruido, cortándome el paso.

—¿Estás llorando? —preguntó.

—No, yo… —esquivé su mirada—. Sólo es polvo. Del camino. Simon está por ahí.

Intenté de nuevo rebasarlo, pero se encorvó intentando echar un vistazo a mi cara. Al ver que lo evitaba, me cogió de tacto de sus dedos y con el corazón desbocado.

Me dije que Simon se equivocaba. Yo nunca sería tan idiota como para colarme por Derek. Pero lo había hecho. Al tenerlo tan cerca, mi estómago no hacía más que dar pequeñas volteretas. Y no era por miedo. Ya hacía tiempo que no tenía miedo.

—Has llorado —dijo, en un tono más suave. Después su respiración se interrumpió y regresó el rugido al soltar—: ¿Qué hizo Simon…? —se mordió la lengua, tragándose las palabras y con las mejillas coloradas como si le avergonzase la mera idea de creer que Simon podría ser el responsable.

—¿Qué ha pasado? —dijo.

—Nada. Sólo que no funcionó.

—¿No funcionó? —hablaba despacio, como si estuviese decodificando una lengua extranjera—. ¿Por qué?

—Habla con Simon.

—Hablo contigo. ¿Qué le has hecho?

Me erguí. Pero tenía razón. Yo le había hecho algo a Simon. Lo había herido. ¿Y por qué razón? ¿Por algo parecido a haberme enamorado como una idiota de un tipo que la mayor parte del tiempo apenas me toleraba? ¿Era ésa la clase de chica que era yo? ¿La que escogía al patán en lugar de al majo?

—La he cagado. Otra vez. Estás impresionado, seguro. Y, ahora, déjame ir dentro…

Me cortó de nuevo el paso.

—Chloe, ¿qué has hecho?

Di un paso hacia un lado, pero él hizo lo mismo.

—Te gusta, ¿verdad? —me preguntó.

—Sí, me gusta. Pero no…

—¿No qué?

—Habla con Simon, es él quien cree…

—¿Que cree qué?

Un paso más. Un bloqueo más.

—¿Que cree qué?

—Que hay alguien más —escupí, antes de poder contenerme. Respiré profunda y temblorosamente—. Él cree que hay alguien más.

—¿Quién?

Estuve a punto de decirle: «No lo sé, algún chaval de la escuela, supongo», pero por la expresión de Derek era evidente que ya conocía la respuesta. La expresión de su rostro… Me había sentido humillada cuando Simon me acusó de gustarme Derek, pero aquello no fue nada comparado a cómo me sentí al ver la expresión de Derek. No sólo había sorpresa, sino también sobresalto. Sobresalto y horror.

—¿Yo? —preguntó—. ¿Simon cree que tú y yo estamos…?

—No, no es eso. Él sabe que no lo estamos…

—Bien, pues ¿qué es lo que piensa Simon?

—Que me gustas —las palabras volvieron a salir disparadas antes de que pudiese detenerlas. Pero en esa ocasión no me importó, ya me había humillado por completo, y en esos momentos sólo quedaba vacío y vergüenza. Todo lo que quería era quitarlo de mi camino, y si decirle eso hacía que se marchara corriendo despavorido, pues mejor.

Sin embargo, no corrió. Se limitó a quedarse mirándome, y eso fue aún peor. Me sentí como la mayor perdedora de la escuela, admitiendo frente al chico más molón del instituto que le gustaba. Él se quedó allí, con la boca abierta, como si no me hubiese oído bien.

—No me gustas —dije de inmediato. No me costó decirlo, porque, en ese momento, era cierto—. No me gustas —volví a decir al ver que continuaba mirándome.

—Será mejor que no —su voz era un ronquido grave, y el ceño volvió a su sitio cuando al final se retiró—. Será mejor que no, porque le gustas a Simon.

—Lo sé.

—Simon ha tenido a chicas llamándolo cada día desde que cumplió los doce años. Lo seguían en la escuela. Incluso hablaban conmigo para intentar acercarse a él. Chicas monas. Chicas admiradas.

—Entonces, debería estar emocionada porque un chico como él mire en mi dirección, ¿no?

—Por supuesto que no. No quería decir…

—Ya sé lo que querías decir. Debería sentirme afortunada por haber estado cerca cuando sus posibilidades de elección eran…, bueno, ninguna, porque de otro modo jamás hubiese tenido una oportunidad.

—No he dicho eso, lo que estoy diciendo…

—Qué más da.

Giré en redondo y me marché en dirección opuesta. Me cortó el paso.

—Le gustas a Simon, Chloe. Sí, vale, ha salido con cantidad de chicas. Pero le gustas de verdad, y yo pensaba que él a ti.

—Y es verdad. Sólo que no…, no de ese modo, creo.

—Entonces no deberías haberle dado pie a pensar que sí era de ese modo.

—¿Crees que lo engatusé? ¿Por qué iba a hacerlo? No tengo muchos sobresaltos en la vida, así que, vale, voy a engañar a un chico majo, le haré tener esperanzas y luego me divertiré dejándolo, ¿es eso lo que crees? ¿Cómo iba a saber cómo me sentiría hasta que no salimos y…? —me callé. No podía salir airosa de esa discusión. No importaba lo que dijese, yo seguiría siendo el putón desalmado que había herido a su hermano.

Me volví y comencé a caminar a lo largo del lindero del bosque.

—¿Adónde vas?

—No vas a dejarme entrar en la casa. Estoy segura de que Simon tampoco me quiere andando por allí. Así que creo que daré un paseo por el bosque a la luz de la luna.

—Ah, no, no vas a hacer eso —saltó colocándose frente a mí—. No puedes vagar por ahí sola y de noche. No es seguro.

Levanté la mirada hacia él. Sus ojos verdes brillaron en la oscuridad, reflejando la luz de la luna como los de un gato. Había desaparecido su ceño fruncido. Y también se había esfumado su actitud desafiante, sustituida por una rigidez alrededor de la boca, una preocupación que le nublaba los ojos; y al ver ese cambio evidente, tuve ganas de…

No sé de lo que tuve ganas. Darle una patada en la espinilla parecía una buena opción. Por desgracia, estallar en lágrimas parecía algo más probable, pues en eso residía el problema, en la contradicción de Derek que yo parecía no poder manejar, por mucho empeño que pusiese en el intento.

En un momento dado se plantaba delante de mí haciendo que me sintiese una estúpida y una inútil. Y un instante después se mostraba como entonces: indeciso, preocupado e inquieto. Entonces me decía a mí misma que sólo se trataba de su instinto de lobo, instándolo a protegerme quisiese o no, pero cuando adquiría ese aspecto, como de haberme llevado demasiado lejos y lamentarlo… Ese aspecto indicaba que de veras se preocupaba por mí.

Me volví hacia la arboleda y reanudé el paseo.

—Iré con cuidado. Esta noche no se levantará ningún muerto. Vuelve a meterte en casa, Derek.

—¿Crees que eso es todo lo que me preocupa? El Grupo Edison…

—Puede estar acampado ahí fuera ahora mismo, esperando a que nos aventuremos en lo más profundo y oscuro del bosque. Si creyeses eso jamás habrías dejado salir a Simon.

—No es que me gustara la idea. Pero me prometió que regresaríais antes del anochecer; por eso estaba a la puerta, a punto para salir a buscaros —me cogió del brazo, lo soltó de inmediato y, en lugar de eso, me sujetó por la manga—. Sólo…

Se calló. Me volví a tiempo de verlo con la mirada fija en el bosque, la barbilla levantada, las narinas hinchadas y el semblante tenso.

—No me salgas ahora con eso —dije.

—¿Salir con qué?

—Simular que hueles algo apostado ahí fuera. A alguien.

—No, creí… —volvió a inhalar, y después negó bruscamente con la cabeza—. No es nada, supongo. Sólo —se frotó la nuca, hizo un ligero gesto de dolor y entonces advertí el sudor en su rostro brillando a la luz de la luna. Sus ojos destellaban más resplandecientes de lo habitual. Resplandor febril. La transformación se acercaba.

«Ahora no. No por favor, ahora no. Es lo último que necesito ahora».

Me soltó la manga.

—Bien, ve a dar un paseo.

Salí y me quedé en el patio. No era tan idiota como para salir al bosque sólo para fastidiarlo. Apenas había caminado siete metros cuando me di la vuelta para ver adónde se había ido. Estaba cinco pasos por detrás de mí, siguiéndome sin hacer ruido.

—Derek… —suspiré.

—Necesito un poco de aire fresco. Sigue.

Otros siete metros. Él continuaba tras mis pasos. Me volví y levanté la mirada, fulminándolo. Se detuvo y allí quedó, con el rostro impasible.

—Bien —dije—. Me iré a casa. Tú puedes ir a rescatar a Simon antes de que el Grupo Edison lo rapte.

Me siguió hasta la puerta y después esperó mientras yo entraba, antes de salir en busca de su hermano.