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A bordo del avión pensé en todas las cosas que debería explicarle a Kay, para que un nuevo cimiento de mentiras no destruyera las vidas de los dos… o de los tres.

Debería saber que era un detective sin placa, que durante un mes del año 1949 tuve el valor, la inteligencia y la voluntad necesarias para hacer sacrificios. Debería saber que la pasión de ese tiempo me haría siempre vulnerable, fácil presa de oscuras curiosidades. Debería creer que la más firme de todas mis decisiones era no permitir que ninguna de ellas le hiciera daño a ella.

Y debería saber que era Elizabeth Short quien nos estaba dando esa segunda oportunidad.

Cuando nos aproximábamos a Boston, el avión fue engullido por las nubes. Sentí que todo mi cuerpo se cargaba de miedo, que me volvía pesado, como si la inminente reunión y la paternidad me hubieran convertido en una piedra que caía hacia el abismo. Entonces busqué a Betty; un deseo, casi una plegaria. Las nubes se abrieron y el avión empezó a bajar, y en el crepúsculo había una gran ciudad iluminada a nuestros pies. Le pedí a Betty que me dejara llegar sano y salvo, a cambio de mi amor.

FIN