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Un mes después recibí una carta de Kay.

Sioux Falls, S. D.

17/8/49

Querido Dwight,

Ignoro si has vuelto a la casa y por ello no sé si esta carta te llegará. He buscado los periódicos de Los Ángeles en la biblioteca y sé que ya no estás en el Departamento de Policía, por lo que ése es otro sitio al cual no puedo escribirte. Tendré que limitarme a mandar la carta y esperar a ver qué ocurre.

Estoy en Sioux Falls y vivo en el hotel Plainsman. Es el mejor de la ciudad y desde pequeña siempre he querido vivir en él. Por supuesto, no me lo había imaginado así. Lo único que deseaba era quitarme el sabor de Los Ángeles de la boca y Sioux Falls es todo lo contrario a Los Ángeles que puedes encontrar sin marcharte a la Luna.

Mis amigas de la escuela están todas casadas y tienen niños y dos de ellas son viudas de guerra. Todo el mundo habla de la guerra como si aún continuara, y las inmensas praderas que hay junto al pueblo están siendo preparadas para construir casas en ellas. Las que han edificado por el momento son tan feas y brillantes, con unos colores tan chillones… Me hacen echar de menos nuestra vieja casa. Sé que la odias pero fue un santuario durante nueve años de mi vida.

Dwight, he leído todos los periódicos y esa basura de la revista. Debo haber contado una docena de mentiras, por lo menos. Mentiras por omisión y mentiras de las que saltan a la vista. Sigo preguntándome qué pasó, aunque, en realidad, no quiero saberlo. Sigo preguntándome por qué no se mencionó nunca a Elizabeth Short. Tendría que haberme sentido bien, haber pensado que hice lo justo, pero me pasé la última noche en mi habitación, dedicada a contar el número de mentiras, sin hacer nada más. Todas las mentiras que te dije y las cosas que nunca llegué a contarte, ni tan siquiera cuando las cosas iban bien entre nosotros. Me da demasiada vergüenza decirte el número al que llegué.

Me dan pena. Y admiro lo que hiciste con Madeleine Sprague. Nunca supe lo que significaba para ti pero sé lo que te costó su arresto. ¿Mató en realidad a Lee? ¿O no es más que otra mentira? ¿Por qué soy incapaz de creerlo?

Tengo un poco de dinero que Lee me dejó (ya lo sé, una mentira por omisión), y dentro de unos días me iré al este. Quiero estar lejos de Los Ángeles, en algún lugar fresco, bonito y viejo. Quizá Nueva Inglaterra, los Grandes Lagos tal vez. Sólo sé que cuando vea ese lugar, lo reconoceré.

Con la esperanza de que esto llegue a ti,

Kay

P. D. ¿Sigues pensando en Elizabeth Short? Yo pienso en ella continuamente. No la odio, pienso en ella, nada más. Resulta extraño, después de todo este tiempo.

K. L. B.

Conservé la carta y la releí doscientas veces por lo menos. No pensaba en su significado o en las implicaciones que tenía respecto a mi futuro, o al de Kay, o al de los dos juntos. Lo único que hacía era volver a leerla, y pensar en Betty.

Tiré el archivo de El Nido a la basura y pensé en ella. H. J. Caruso me dio un trabajo de vendedor de coches, y pensaba en ella mientras cantaba las maravillas de los modelos de 1950. Pasé junto a la Treinta y Nueve y Norton, vi que construían casas en ese solar vacío, y pensé en ella. No ponía en duda la moralidad de haber dejado libre a Ramona, no me preguntaba si Betty lo aprobaría o no. Pensaba en ella, nada más. Y había hecho falta que Kay, siempre la más lista de los dos, se encargara de hacer que lo viera todo con claridad.

Su segunda carta tenía remite de Cambridge, Massachussets, y venía en un sobre del Harvard Motor Lodge.

11/9/49

Querido Dwight:

Sigo siendo una mentirosa, una cobarde, pierdo el tiempo con rodeos. Lo he sabido desde hace dos meses y sólo ahora he reunido el valor suficiente para contártelo. Si esta carta no llega a ti tendré que telefonear a la casa o a Russ Millard. Es mejor que antes pruebe suerte con esto.

Dwight, estoy embarazada. Tuvo que ocurrir más o menos un mes antes de que te fueras, esa vez horrible. Espero la criatura para Navidad y quiero que nazca.

Aquí está la huida-avance patentada marca Kay Lake. Por favor, ¿me llamarás o me escribirás? ¿Pronto? ¿Ya?

Ésas son las grandes noticias. En cuanto a la P. D. de mi última carta, ¿te pareció algo extraña? ¿Elegíaca? Bueno, ha ocurrido algo realmente extraño y gracioso.

No paraba de pensar en Elizabeth Short. En cómo trastornó todas nuestras vidas y en que ni tan siquiera la conocimos. Cuando llegué a Cambridge (¡Dios, cómo adoro las comunidades académicas!), recordé que había crecido cerca de aquí. Fui a Medford, me quedé a cenar y me puse a charlar con un ciego que estaba sentado a la mesa de al lado. Tenía ganas de conversar y mencionó a Elizabeth Short. Al principio él estaba triste y luego se animó. Me habló de un policía de Los Ángeles que vino a Medford hace tres meses para descubrir al asesino de «Beth». Describió tu voz y tu estilo de hablar hasta la última coma. Me sentí orgullosa pero no le dije que ese policía era mi esposo, porque no sé si aún lo eres.

Llena de preguntas,

Kay

Ni llamé ni escribí. Puse en venta la casa de Lee Blanchard y tomé un vuelo a Boston.