Lee continuó sin aparecer y Madeleine siguió siendo Betty y no había nada que yo pudiera hacer respecto de esa transformación. Haciendo caso a la advertencia de los duros de la metropolitana, mantuve mi nariz fuera de su investigación, aunque me preguntaba de continuo si el señor Fuego había decidido poner pies en polvorosa de forma accidental o si lo tenía planeado de antemano. Le eché un vistazo a sus cuentas bancarias y descubrí que disponía de ochocientos dólares de los que no había retirado nada recientemente. Cuando me enteré de que la búsqueda de Lee y su Ford del 40 se había extendido a toda la nación y a México, sin resultado alguno, mi instinto me indicó que había huido al sur de la frontera, donde los Rurales usaban los boletines policiales de los gringos como papel para el retrete. Russ Millard me contó que dos mexicanos, ambos conocidos traficantes de droga, habían sido arrestados en Juárez por el asesinato de Bobby de Witt y Félix Chasco, lo cual me tranquilizó un poco en cuanto a que los de la metropolitana quisieran cargarle el trabajito a Lee… pero, más tarde empezaron a filtrarse rumores desde círculos muy, muy altos. El jefe Horrall había anulado la orden de búsqueda y captura y su decreto era: «Que se esconda si quiere». La secretaria de Thad Green le contó a Harry Sears que, según había oído, Lee sería expulsado de la policía de Los Ángeles si no aparecía en los treinta días siguientes al de su huida.
Enero fue muriendo poco a poco, días lluviosos con sólo un chispazo de emoción. El correo trajo un sobre a la Central. Su dirección estaba compuesta con letras recortadas y dentro había una hoja de papel sin marcas con el siguiente mensaje, también recortado:
HE CAMBIADO DE OPINIÓN.
NO ME DARÍAN UN TRATO JUSTO.
ASESINATO DE LA DALIA JUSTIFICADO.
EL VENGADOR DE LA DALIA NEGRA.
Unida a la hoja con cinta adhesiva iba la foto de un hombre bajo y corpulento que vestía un traje de estilo formal, con el rostro borrado. Ni en la foto ni en el sobre se encontraron huellas u otro tipo de pista y, dado que a los periodistas no se les había comunicado que se esperaba otra carta, para así poder eliminar sospechosos, sabíamos que la carta número dos era auténtica. La opinión reinante en la Central era que la foto representaba al asesino y que así éste se eliminaba simbólicamente de la «imagen» general.
Con las pistas de la película y la carta de la muerta reducidas a polvo, pronto empezó a tener fuerza una segunda opinión: jamás pillaríamos al bastardo. Las apuestas a favor de «Sin resolver» se hicieron tan abundantes que pronto se pagaban a la par; Thad Green le dijo a Russ y al capitán Jack que Horrall iba a terminar con todo aquel embrollo de la Dalia el cinco de febrero, devolviendo un gran número de policías a sus trabajos de costumbre. Según los rumores, yo era uno de los que volverían, con Johnny Vogel como compañero. Me dolía lo de «Mal Aliento» Johnny pero el regreso a la Criminal sería como recobrar el paraíso. Entonces Betty Short existiría sólo en el único sitio donde yo deseaba que existiera… como el punto focal de mi imaginación.