LA CANCIÓN DE LA CEROPLASTIA
A veces, en la callada noche solitaria, cuando Júpiter brilla con fulgor sobre las chimeneas de las casas, y la luna se destaca como una nota de música en el pentagrama de los alambres del telégrafo, cuando las luces de la feria se extinguen, se oye una voz misteriosa a la puerta de las barracas de las figuras de cera, que canta sollozando:
»¡Ceroplastia! ¡Ceroplastia! No eres un arte triunfal. Tus hijos, es cierto, tienen ojos y manos y pies, como los hijos de los hombres, y trajes y sombreros y zapatos, y nadie les impide llevar calzoncillos y hasta polainas; pero tus hijos no alcanzan el aprecio de los inteligentes ni el de los estetas. No se les instala en palacios ni en museos, como a los muñecos del arte griego, a pesar de hallarse estos descalzonados y descamisados; no se les admira: se les relega a las barracas, fuera de la ciudad, como a los atacados por una peste, o a los mendigos miserables. Tus engendros, madama Ceroplastia, no han estado nunca en la pomposa rotonda, ni en la logia, ni en la columnata, ni en el pórtico en que los petulantes hijos del mármol se lucen en una postura amanerada y un poco incómoda; ni en la fuente, ni en el square; no han visto las caravanas de turistas con el Baedeker en la mano contemplándoles con una admiración contratada de antemano por la Agencia Cook; ni el grupo de feas solteronas inglesas en éxtasis mostrando sus amarillos dientes de caballo. Los hijos de la cera no conocen más elogio que el de la fregona y el del soldado. Plebeyez, todo plebeyez.
»¡Ceroplastia! ¡Ceroplastia! No eres un arte triunfal. No, no. Os faltan los adjetivos encomiásticos, hijos de la cera. ¿Dónde está la frase de Goethe o del vizconde de Chateaubriand o, al menos, del vizconde de Arlincourt, en vuestro elogio? Nadie os ha cantado, ni en verso ni en prosa. Únicamente se dice que un santón del comunismo, Esteban Cabet, individuo al parecer poco estético, habló de poblar su Icaria, su ciudad utópica y perfecta, con figurones de cera de hombres ilustres; pero se añade que el mundo se rio cínicamente de la Icaria y de los figurones de cera. Utopía, todo utopía.
»¡Ceroplastia! ¡Ceroplastia! No eres un arte triunfal. Dicen tus impugnadores que eres como la charca donde se pudren las aguas vivas que vienen del monte; que la cera, que cuando sale de la colmena es hermosa, se convierte en repulsiva en tus figuras, y que lo mismo pasa con el cristal y con las telas; añaden que rebajas todos tus materiales, en vez de sublimarlos; que tus factores son buenos y tus productos son malos. Industrialismo, todo industrialismo.
»¡Ceroplastia! ¡Ceroplastia! No eres un arte triunfal. Tus figuras de una discreción un poco repugnante, producen a la mayoría de las gentes inquietud y molestia; les recuerdan, según parece, las momias recubiertas de cera, las imágenes con pelo de las iglesias, los dientes postizos, las piezas de anatomía, los escaparates de los ortopédicos, las cabezas de muestra de los salones de peinar señoras, los maniquíes de los sastres y de los peluqueros, los bustos de los frenólogos…, cosas todas del largo capítulo, de las invenciones desagradables, de las farsas y de las mentiras. Mendacidad, todo mendacidad.
»¡Ceroplastia! ¡Ceroplastia! No eres un arte triunfal. Vuestra composición, hijos de la cera, no os permite vivir en plena Naturaleza. La lluvia y el sol os estropearían el físico.
Vuestras pelucas y uniformes, vuestros pompones y penachos, vuestras chupas y casacas, vuestros calzones, sables y espadas; vuestros trabucos y pistolas viejas, vuestros abanicos y tabaqueras, vuestros pañuelos y puntillas, hablan a la gente, más que de Versalles o de Sans Souci, de tenduchos de prenderos, de traperos y ropavejeros.
»Guardarropía, todo guardarropía.
»¡Ceroplastia! ¡Ceroplastia! No eres un arte triunfal.
Los estetas y los cultos te consideran como un arte macabro y funerario. Recuerdas, según ellos, las pompas fúnebres, las damas repipiadas que se ven en las tumbas modernas esculpidas por un cantero en un mármol que parece azúcar; los angelitos dorados y plateados de los ataúdes, los cuadros de pelo de los antepasados muertos, las reliquias amarillentas, un tanto desagradables, y los exvotos de las capillas, en donde se mezclan los brazos y las piernas de cera con los huevos de avestruz. Funerario, todo funerario.
»¡Ceroplastia! ¡Ceroplastia! No eres un arte triunfal.
Y, sin embargo, sin embargo…, ¡cómo nos seducías cuando éramos chicos! Si desde un punto de vista estético te pueden poner objeciones, no podrán hacer lo mismo pensando en lo moral. Tus ladrones no roban, tus asesinos no matan, tus magistrados no dan sentencias injustas, tus generales son modestos y silenciosos. ¿Se debe pedir algo más? Los hijos de la cera pueden decir: ¿Por qué tal desprecio? ¿No copiamos el dermatoesqueleto del hombre con su vestimenta apropiada? Si no podemos representar el interior de las gentes, ¿qué es esta impotencia sino un acierto? ¿Hay algo más tortuoso, más negro, más entrevesado, más lleno de telarañas que esos cuartos interiores del espíritu humano, sin ventilación y sin luz?
Dejad que el asesino sea un brazo con un puñal que se levanta en el aire; dejad que el magistrado o el profesor sea una bola en forma de cabeza o de calabaza, con un birrete con pompón; dejad que el general no pase de ser una estaca con un hermoso tricornio, con su plumero, y saldréis ganando… ¿Para qué más? Los cultos no se convencen. Viven en plena rutina estética, duermen en compañía del lugar común. Piensan en la Venus de Milo y en el Apolo de Belvedere, en el Moisés de Miguel Angel y en el condottiero de Donatello, y hasta el nombre de ceroplastia, ¡oh, dolor!, les parece ridículo. Amaneramiento, todo amaneramiento. Vanidad, todo vanidad.
»¡Ceroplastia! ¡Ceroplastia! No eres un arte triunfal.
Esta es la voz misteriosa que en la callada noche solitaria se escucha a la puerta de las barracas de las figuras de cera, cuando las luces de la feria se extinguen, cuando Júpiter brilla con fulgor sobre las chimeneas de las casas y la luna se destaca como una nota de música en el pentagrama de los alambres del telégrafo.