Al llegar a casa, después de la cena con los amigos en el Café de Flore, a Pablo se le hizo imposible conciliar el sueño. Estuvo leyendo periódicos españoles pasados de fecha que le había enviado su cuñado. Era tarde, pero solicitó una conferencia con Barcelona. Al otro lado del auricular tardó en escuchar la voz de Juan, trufada con la de alguna operadora con un sonido prácticamente inaudible.
—¿Me oyes? —repetía el cuñado desde la capital catalana a través de la defectuosa señal telefónica—. Te puedo asegurar que tu madre está bien. Le diré mañana que has llamado. De aquí, ya estarás enterado, estamos algo más tranquilos en Barcelona, aunque la guerra se estanca y es imposible determinar cuándo finalizará ni el bando que ganará.
—No puedes pensar así —replicó el pintor disgustado por lo que acababa de escuchar.
—Es mi impresión, Pablo. Si hubiera un poco de cabeza…
La voz desde el otro lado del auricular se fue apagando; al cabo de unos segundos regresó con algo de fuerza mezclada con una especie de arenilla que molestaba a los tímpanos.
—… un acuerdo entre todos, sí, y aunar esfuerzos con la misma intención dejándose de rencillas internas —repetía su cuñado, el doctor Vilató—. Pero hacen todo lo contrario, entre otras razones porque muchos, los más radicales, pueden aprovecharse con el río revuelto y sacar ventaja de la situación.
Pablo insistió a Juan para que cruzase la frontera con la familia:
—De lo contrario, dile a mi madre que iré a recogerla yo mismo, a pesar de los riesgos que suponga ese viaje…
Se lo pidió como otras veces, ofreciéndoles además todo lo que estuviera a su alcance para buscarles el mejor acomodo y las condiciones más convenientes, incluso para que el doctor pudiese desarrollar su carrera profesional en París.
—Tengo amigos, Juan, y me sería fácil buscarte un buen destino en Francia.
Pablo era consciente de que, mientras Juan Vilató no se decidiera a dar el paso para refugiarse en Francia, su madre permanecería en Barcelona con Lola y con los nietos. Al igual que en anteriores ocasiones, temió no haber sido capaz de convencerle.