«El enigma, el misterio, pertenecen al propio artista, quedan plasmados de diferentes maneras en su obra para una posible interpretación al alcance de muy pocos, pero debe animar a cualquiera en sus búsquedas. El arte pictórico, en su mayoría encuadrado en un espacio rectangular, condensa un poema expresado con palabras pintadas, como comentó nuestro querido Paul Éluard con gran acierto. Cada persona debe intentar descifrar esas palabras, leer y descubrir lo que transmiten las imágenes con sus propias experiencias, y es aceptable cualquier lectura. En ocasiones, nos atraviesa una especie de rayo o vahído al contemplar una pintura; en esa conmoción se concita y consagra el mensaje poético, sin más razonamientos ni disquisiciones. ¡Que el público vea lo que quiera y… que escuche, que escuche al encontrarse frente a una obra de arte!»
Así concluyó Picasso la charla que había mantenido con Sabartés sobre las posibles interpretaciones del mural que estaba pintando, sobre la manera de acercarse a contemplar una obra pictórica. El secretario le había insistido sobre las múltiples versiones que circulaban en algunos ambientes españoles y artísticos de París, en relación con los motivos que había plasmado en el cuadro. Los rumores corrían como la pólvora de boca a oreja y en el camino se hacían diferentes cábalas sobre el cuadro modulando la realidad del contenido del Guernica.
«Mi única pretensión es expresar de una manera plástica el horror y la indignación ante la injusticia y la muerte de seres inocentes —manifestó Picasso al secretario cuando este le expuso lo que se comentaba por la ciudad—. Y lo hago con el lenguaje que mejor conozco, dando lo mejor de mí mismo, eso es todo».
Era consciente de la importancia del cuadro, de una obra a la que habían rodeado de desproporcionada expectación, según su criterio.
Él aún se debatía sobre decisiones de carácter estético y la intencionalidad del mensaje que contenían las imágenes que estaba creando, tal era el caso sobre cómo proyectaban el dolor. Mantenía la incertidumbre ante este hecho al considerar excesivamente sutil el tratamiento que le estaba dando y todavía perseguía otros enfoques posibles con bocetos a lápiz. Era lo que le preocupaba, mucho más que los dimes y diretes sobre su trabajo.