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Dos poemas escritos en un ashram de India.

Primero

Todo este rollo del néctar y la felicidad me está cabreando ya.

Tú, colega, no sé qué pensarás,

pero llegar a Dios no es sólo incienso y tal.

Es más bien lo del gato en el palomar:

Soy el gato, pero aúllo si me quieren cazar.

Llegar a Dios es una reivindicación laboral,

porque no hay paz sin acuerdo.

Pero la bronca es tan monumental

que la policía llega y se va.

El camino hacia Dios lo supo trillar

un indio enjuto y moreno, muerto ya,

que se pateó los lodos de su país,

descalzo, famélico, febril,

durmiendo hoy bajo un puente, mañana en un portal.

Un sin techo buscando el Gran Hogar.

Es él quien me pregunta: «Liz, ¿te has enterado ya?

¿Sabes dónde está tu casa? ¿Sabes adónde vas?».

Segundo

Pero…

si pudiera hacerme unos pantalones

con la hierba de este jardín,

lo haría.

Si pudiera enrollarme

con todos los eucaliptos del bosque de Ganesha,

juro que lo haría.

Estos días sudé rocío,

solté escoria,

restregué la barbilla contra un árbol,

que tomé por la pierna del maestro.

No puedo adentrarme más.

Si pudiera comerme el barro de este sitio,

servido en un lecho de nidos de pájaro,

me tomaría la mitad,

y dormiría sobre el resto.