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Richard el Texano se ha marchado hoy. Ha vuelto a Austin. Lo he acompañado al aeropuerto y los dos íbamos tristes. Nos hemos quedado un buen rato en la acera antes de que él entrase en la terminal.

—¿Y a quién voy a dar caña yo si no es a Elizabeth Gilbert? —dijo con un suspiro, añadiendo—: Lo del ashram ha sido una buena experiencia, ¿no? Tienes mucha mejor cara que hace unos meses, como si te hubieras quitado algo de ese muermo con el que andabas.

—Estoy muy contenta últimamente, Richard.

—Pues ten en cuenta que, si echas mucho de menos tu sufrimiento, siempre vas a poder llevártelo cuando te vayas, porque te estará esperando en la puerta.

—No pienso llevármelo.

—Así se habla.

—Me has ayudado mucho —le digo—. Eres como un ángel con las manos peludas y las uñas de los pies destrozadas.

—Es verdad. Se me quedaron así en Vietnam y nunca se han recuperado, las pobres.

—Podía haber sido peor.

—Para muchos tíos lo fue. Yo, al menos, tengo las dos piernas enteras. La verdad es que en esta reencarnación he tenido bastante suerte, nena. Y tú también. No lo olvides. En tu siguiente vida te puede tocar ser una de esas pobres mujeres indias que se pasan el día partiendo piedras en la cuneta de la carretera. Entonces sí que verías el lado chungo de la vida. Así que valora lo que tienes, ¿vale? Procura cultivar siempre la gratitud. Así vivirás más tiempo. Ah, una cosa, Zampa. ¿Me haces un favor? Olvida el pasado y vive la vida, ¿de acuerdo?

—Es lo que estoy haciendo.

—Me refiero a que te busques un nuevo amor. Tómate el tiempo necesario para recuperarte, pero recuerda que tendrás que acabar compartiendo tu corazón con alguien. No levantes un monumento a David ni a tu exmarido.

—No pienso —le dije.

Y, de repente, me di cuenta de que era verdad. No lo iba a hacer. El sufrimiento acumulado del amor perdido y los errores pasados pareció atenuarse ante mis propios ojos gracias al poder curativo del tiempo, la paciencia y la gracia divina.

Entonces Richard me dijo algo que me hizo volver de golpe a las realidades más básicas de la vida.

—Ya sabes lo que dicen, cielo, que la mejor manera de superar un viejo amor es tumbarse debajo de un nuevo amor.

Solté una carcajada.

—Vale, Richard, lo pillo. Y ahora ya puedes irte tranquilo a Texas.

—Más me vale —dijo, echando una mirada al lúgubre aparcamiento del aeropuerto indio—. Porque estando aquí de pie no veo que me esté poniendo más guapo.