Jueves, 25 de marzo de 2010, 17.30 h
—¿Estás ocupado? —preguntó Carl Harris, después de asomar la cabeza por la puerta abierta de Ben Corey.
Ben levantó la vista de la revista biomédica que estaba examinando. Su escritorio estaba atestado de otras que llegaban a diario. Era importante para iPS USA conocer todos los avances en la ciencia de las células madre, con el fin de procurar que su control sobre la propiedad intelectual estuviera al día.
—Para ti nunca —contestó Ben—. Entra y siéntate.
—Quería saber cómo había ido tu entrevista con Michael esta mañana.
—Supongo que debería decir que a medias.
—¿Y eso?
—Nuestra entrevista fue bien, pero luego se reunió con Vinnie Dominick y el jefe de la Yamaguchi-gumi, Saboru Fukuda. Michael me llamó hace unos minutos. Dijo que había hablado con ellos primero de iPS RAPID, y que obtuvo buenos resultados. Michael dijo que los dos parecieron muy contentos de aportar más dinero para aumentar su capital, sobre todo después de enterarse de que Satoshi había firmado el contrato ayer. En lo tocante al dinero, todo fue muy positivo, de modo que solo hemos de decidir cómo procedemos: ¿adquisición o licencia? ¿Has hecho progresos en eso?
—He iniciado la auditoría. No llevan tanto tiempo funcionando como para contar con un historial sólido, pero creo que aconsejaré adquirir antes que obtener la licencia. Si consiguen la patente que han solicitado, será un gran negocio y nos conducirá a denunciar su patente. Lo he consultado con la asesoría jurídica, y Pauline está de acuerdo. Me alegro de que nuestros dos ángeles inversores nos apoyen.
—Yo también, pero no les hace mucha gracia cambiar nuestra relación con ellos.
—Bien, no la cambiaríamos en breve plazo, si vamos a pedirles financiación para una segunda ronda.
—No, pero eso no augura que podamos cortar con ellos en el futuro.
—Creo que podremos esperar a que estemos preparados para la OPA.
—Buena idea. En esta coyuntura, podremos enseñarles lo que sacarán en limpio de la OPA, en cuanto tengamos las cifras esperadas. Nos encargaremos de que comprendan que no podemos lanzar la OPA sin que se retiren.
—Tiempo al tiempo —dijo Carl, y se puso en pie—. ¿Vas a quedarte mucho más rato? Ya pasan de las cinco.
Ben dio unos golpecitos sobre la pila de revistas.
—Me quedaré una hora o más. He de reducir el tamaño de este montón. Además, si me marchara ahora pillaría mucho tráfico y me arrepentiría de haberlo dejado.
—Hasta mañana —dijo Carl, y se encaminó hacia la puerta.
—¡Espera! —gritó Ben.
Carl se detuvo y dio media vuelta.
—¿Has visto a Satoshi o sabes algo de él? Le conseguí un espacio de laboratorio en Columbia, y tiene que firmar estos documentos legales, pero creo que hoy no ha hecho acto de presencia.
Carl negó con la cabeza.
—No le he visto. ¿Le has llamado al móvil?
—Sí, media docena de veces. Creo que lo tiene desconectado, porque sale enseguida el buzón de voz.
—Tal vez se ha ido de viaje, como tenía proyectado.
—¿De qué estás hablando?
—Me preguntó hace un par de días dónde podía alojarse en Washington. Dijo que quería ir con su familia.
—¡Mierda! —masculló Ben, y meneó la cabeza.
—¿Qué pasa?
—Ya lo hizo una vez. Desapareció durante una semana con su familia para ir a ver las cataratas del Niágara.
—Bueno, no puedes echarle la culpa. Es libre por primera vez en su vida.
—Sí, maravilloso —dijo con sarcasmo Ben—. Ahora he de preocuparme por él como si fuera un hijo descarriado.
—Pensemos en positivo. Tal vez venga mañana.
—Eso sería estupendo. ¿Por qué intuyo que no va a ser así?