Jueves, 25 de marzo de 2010, 12.45 h
Mientras daba marcha atrás con su nuevo Mercedes 4 × 4 para ocupar un estupendo hueco junto al restaurante Napolitano, Michael Calabrese no pudo dejar de asombrarse de los cambios que daba la vida. Justo tres años antes estaba haciendo el mismo desplazamiento, pero la situación era muy diferente. En aquella época tenía un miedo atroz, y buenos motivos para creer que le matarían. La situación era tan horrenda que estaba empezando a forjar un plan para desaparecer. Era entonces agente bursátil de Angels Healthcare LLC, que estaba a punto de empezar a cotizar en bolsa sin revelar que era insolvente. Aquel día iba a ver a Vinnie Dominick, con la poco envidiable tarea de confesarle la desgraciada situación que se estaba produciendo. El problema era que Michael había convencido a Vinnie de invertir una enorme cantidad de la mafia, más de quince millones de dólares, en la empresa.
Solo pensar en aquella situación le provocaba un escalofrío de miedo que recorría su espina dorsal, a pesar del desenlace. Angels Healthcare siguió adelante, como Michael había creído al principio, recibió una OPA asombrosa, y ahora era una empresa floreciente, que reportaba cientos de millones a Vinnie y a la organización de Lucia, y millones a Michael. En lugar de ser considerado un lacayo, Michael había sido elevado a la condición de genio e hijo favorito de Rego Park, el barrio de Queens donde Vinnie y él habían crecido.
Michael bajó del coche y tuvo que esperar para cruzar Corona Avenue, una calle de cuatro carriles con mucho tráfico. Cuando se abrió un hueco, corrió y después disminuyó el paso. Esta vez, Michael llegaba como invitado. Después de la visita de Ben aquella mañana, Michael había llamado a Vinnie Dominick para quedar a comer con él y con Saboru Fukuda, con la explicación de que tenía buenas noticias de iPS USA.
Cuando Michael se acercó al restaurante, no pudo reprimir una sonrisa. Además de su nombre, Napolitano, era tan descaradamente italo-americano que parecía un chiste. Con la vana esperanza de resultar más elegante de lo que era, la fachada estaba cubierta de ladrillo falso, montada a base de placas de fibra de vidrio que ni siquiera conseguían dar una sensación de realidad. Debajo de las ventanas había jardineras falsas con flores de plástico anticuadas. Ningún cliente entraba o salía del restaurante, porque estaba cerrado al público para comer. Solo se abría a mediodía para Vinnie, sus fieles secuaces y sus invitados. Era un precio barato que el dueño pagaba a gusto, pues por las noches siempre llenaba el local. El restaurante poseía un atractivo mítico debido a su larga historia de relación con el hampa, sobre todo en los años treinta, durante la ley seca.
Ya dentro, Michael atravesó la cortina de la entrada y se detuvo hasta que sus ojos se adaptaron a la oscuridad. A la izquierda había una barra nueva en forma de U, con copas que colgaban boca abajo de una estructura de madera que corría alrededor del techo de la zona. A un lado, cerca de un grupo de mesas auxiliares, había una chimenea falsa cuyo fuego era un tambor giratorio recubierto de papel de aluminio arrugado. Los troncos eran de hormigón. El origen del fuego era una bombilla roja oculta detrás de un tronco. Sobre la repisa había un gran cuadro tenebroso de la Virgen María con el Niño, en un enorme marco dorado falto de lustre.
A la derecha había codiciados reservados que se extendían hasta las profundidades del restaurante. Los dos primeros estaban ocupados, uno por los colaboradores más cercanos de Vinnie, a varios de los cuales reconoció Michael como antiguos compañeros de clase. Estaba Richie Herns, quien había ocupado el puesto de Franco Ponti como jefe de los secuaces. Franco estaba en la cárcel junto con Angelo Facciolo, las dos personas que siempre habían aterrorizado a Michael. Freddie Capuso, el payaso de la clase, también estaba. Había otros tres individuos de aspecto impresionante a los que Michael no conocía.
Vinnie Dominick estaba sentado a la mesa siguiente. Vio a Michael y le indicó por señas que se acercara. Al lado de Vinnie se sentaba su novia, Carol Cirone, que comía con Vinnie todos los días salvo los domingos, cuando Vinnie se quedaba en casa con su mujer y su familia. Al lado de Carol se encontraba Saboru Fukuda, un hombre menudo y elegante vestido con un soberbio traje Príncipe de Gales hecho a medida. Para Michael, tenía más aspecto de oftalmólogo de la Quinta Avenida que de jefe de una rama de la violenta organización Yamaguchi-gumi.
Cuando Michael se acercó a la mesa, Vinnie se deslizó sobre el asiento de vinilo y se puso en pie.
—Hola, hermano —saludó Vinnie, y envolvió a Michael en un abrazo fraternal. Él también iba vestido de punta en blanco, incluso con más estilo que su invitado de la Yamaguchi-gumi. Mientras Saboru llevaba un pañuelo marrón oscuro cuidadosamente doblado en el bolsillo superior de la chaqueta, Vinnie lucía un colorido pañuelo de seda de Cartier que se desplegaba como una explosión de color.
Con el brazo todavía sobre la espalda de Michael, Vinnie dio un golpecito en el brazo de Saboru para llamar su atención.
—¡Escucha, psycho! Mikey ha llegado —anunció.
Saboru y él pasaban mucho tiempo juntos, a medida que su relación comercial iba floreciendo, y Vinnie utilizaba la palabra psycho en lugar del saiko, de saiko-komon, como juego de palabras humorístico. Saboru lo consideraba divertido, una vez recibidas las explicaciones pertinentes.
Saboru se levantó, hizo una veloz reverencia y entregó a Michael una tarjeta. Michael aceptó la tarjeta después de una rápida y torpe reverencia, y le dio una de las suyas. En el escritorio de su despacho guardaba una colección de tarjetas de Saboru.
—¡Siéntate, siéntate! —repitió Vinnie a Michael, pero después se acordó de Carol—. Escucha, cariño, hemos de hablar de negocios. Ve a sentarte un rato con los chicos —dijo, señalando el grupo del reservado contiguo.
—Quiero quedarme con vosotros —gimió la muchacha.
—Carol, querida —dijo Vinnie poco a poco, sin alzar la voz—. He dicho que te sientes en la mesa de al lado.
Michael sintió que se le erizaba el vello de la nuca. Vinnie era colérico y propenso a la violencia. Durante unos momentos, Vinnie y Carol sostuvieron la mirada. Toda la sala guardó silencio, hasta que Carol cedió y se levantó de la mesa. Cambió de sitio con expresión contrita y malhumorada al mismo tiempo. Al cabo de un instante, las conversaciones se reanudaron en la sala.
—Por favor —dijo Vinnie, e indicó con un ademán a sus dos invitados que se sentaran. Como por arte de magia, apareció un camarero y preguntó a Michael qué deseaba beber, al tiempo que señalaba una botella abierta de Sassicaia, el vino favorito de Michael, y después una cubitera con un pinot grigio y una botella de San Pellegrino.
—Bien, ¿cuál es la buena noticia? —preguntó Vinnie en cuanto sirvieron a Michael vino y agua. En lo tocante a los negocios, Vinnie era impaciente. No le importaba hablar de trivialidades, pero después de los negocios, no antes.
Michael se inclinó hacia Vinnie y habló con una voz que indicaba que iba a decir osas importantes.
—Ayer se firmó un acuerdo exclusivo con Satoshi Machita relativo a las células iPS.
Se hizo el silencio durante un momento. Vinnie y Michael se limitaron a mirarse. Solo se oía la charla de la mesa de al lado, donde los chicos se dedicaban a entretener a Carol. Cuando Michael había hablado por primera vez de iPS USA a Vinnie, se había explayado en detalle sobre la increíble promesa de las células madre y el lamentable enredo que la prometedora ciencia y la industria en ciernes habían encontrado por culpa del problema del aborto. Después explicó cómo esquivaban el problema las células madre inducidas. Consciente de la inteligencia innata de Vinnie, Michael también había relatado los problemas de patente relativos a las células madre y lo importante que sería controlar las grandes patentes. Fue Vinnie quien rompió el silencio por fin.
—¿Y es esa patente de células iPS la que va a ser la madre de todas las patentes?
—Eso cree Ben Corey, y ese tipo es un genio que quiere controlar la medicina regenerativa.
—Y nosotros estaremos con él —anunció Vinnie.
—Codo con codo —corroboró Michael.
Vinnie levantó la copa de vino y la extendió hacia los demás. Exhibía una sonrisa irónica en el rostro.
—Jamás imaginé que el dinero saldría de la asistencia sanitaria. Primero los hospitales, y ahora la biotecnología. Me encanta.
Todos entrechocaron las copas y bebieron.
Vinnie se volvió hacia Saboru.
—Ya te dije que este tipo era grande —dijo mientras hacía un gesto con la cabeza en dirección a Michael.
—¡Gracias! —dijo Saboru varias veces, inclinando la cabeza primero hacia Michael, y después hacia Vinnie.
—Ahora quiero sacar a colación otro tema —dijo Michael, mientras dejaba la copa sobre la mesa y se echaba hacia delante en el asiento, como si estuviera a punto de contar un secreto—. Esta mañana me he reunido con el doctor Corey. Una vez firmado el nuevo contrato, el valor de mercado de la empresa se pondrá por las nubes. Es imposible saber qué valor alcanzará. Además, esta mañana me confió que existe una nueva empresa que controla la patente de un procedimiento que acelerará la eficacia productiva de la fabricación de células madre inducidas. Está interesado en comprar la empresa o, como mínimo, en conseguir la licencia en exclusiva de su propiedad intelectual. La pregunta es: ¿deseáis adquirir más capital antes de la OPA? En tal caso, este sería el momento adecuado.
Tanto Vinnie como Saboru hicieron preguntas, que Michael contestó, azuzando con astucia el interés de sus clientes con el fin de que, si Ben deseaba o necesitaba más capital, estuviera disponible de inmediato.
Después de una interrupción, cuando el camarero se acercó a preguntar qué deseaban comer, Michael abordó el tercer y último tema, y el más delicado, del orden del día: el interés de Ben en distanciar a iPS USA de sus respectivas organizaciones. Cuando terminó y guardó silencio, percibió un cambio de humor. Estaba claro que ni Vinnie ni Saboru se sentían complacidos, pues les ofendía el simple hecho de que hubiera abordado el tema.
—Es bastante tarde para que el doctor Corey piense que no le interesa nuestra ayuda —dijo Saboru. Era este quien había organizado el robo de los cuadernos de laboratorio de la Universidad de Kioto, y sacado a Satoshi y a su familia de Japón vía Honolulú con destino a Nueva York, la misma ruta que utilizaba para las drogas y la pornografía infantil.
—Estoy de acuerdo —repuso Vinnie con la voz particularmente serena que Michael temía, pues presagiaba muy a menudo un acceso de ira.
—No ha sido nuestra intención faltaros al respeto —se apresuró a explicar Michael—. Es algo que el doctor Corey considera conveniente para la empresa, solo si empieza a cotizar en bolsa. Si esta asociación se filtrara durante el proceso, es probable que la empresa tuviera que cancelar la OPA para evitar una investigación del SEC[5].
—Sabe que las propiedades de Lucia están a buen recaudo bajo una serie de empresas fantasma, ¿verdad? —preguntó Vinnie.
—Pues claro —replicó a toda prisa Michael para calmar los ánimos—, y os está tremendamente agradecido por lo que habéis hecho por la empresa. Hasta dijo que destinaría una cantidad de capital considerable para reconocer vuestra contribución especial, llegado el caso.
En aquel momento, Michael creyó que estaba salvado, cuando varios camareros salieron raudos de la cocina con una amplia variedad de pastas humeantes como primer plato. Aliviado, se reclinó en el asiento y respiró hondo. Desde su punto de vista, lo malo de tratar con organizaciones criminales es que uno se sentía al borde de un precipicio.