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LA SEGUNDA REUNIÓN EN AULIDE

a. Calcante, el hermano de Leucipe y Teonoé, había aprendido el arte de la profecía de su padre Téstor. Un día Teonoé caminaba por la orilla del mar cerca de Troya cuando unos piratas carios la raptaron y se convirtió en la amante del rey ícaro. Téstor salió inmediatamente en su persecución, pero naufragó en la costa de Caria y fue apresado por Ícaro. Varios años después Leucipe, que era una niña cuando se produjeron esos tristes acontecimientos, fue a Delfos en busca de noticias de su padre y su hermana. La Pitonisa le aconsejó que se disfrazara de sacerdote de Apolo y fuera a Caria en busca de ellos. Leucipa, obedientemente, se rapó la cabeza y fue a la corte del rey Ícaro; pero Teonoé, que no descubrió el disfraz, se enamoró de ella y le dijo a uno de los guardias: «¡Trae a ese joven sacerdote a mi dormitorio!» Leucipe, quien tampoco reconoció a Teonoé, temiendo que la condenaran a muerte como impostora, la rechazó; en vista de lo cual Teonoé, como no podía pedir a los sirvientes del palacio que cometieran un sacrilegio matando a un sacerdote, ordenó que lo hiciera uno de los prisioneros extranjeros y envió una espada para que la utilizara.

b. Ahora bien, el prisionero elegido fue Téstor, quien fue al dormitorio en el que estaba encerrada Leucipe, le mostró la espada y desesperadamente le contó su historia. «No te mataré, señor —le dijo—, ¡porque yo también adoro a Apolo y prefiero suicidarme! Pero deja que antes te revele mi nombre: soy Téstor, hijo del argonauta Idmón, un sacerdote troyano». Estaba a punto de hundirse la espada en el pecho cuando Leucipe se la quitó y exclamó: «¡Padre, padre! ¡Yo soy Leucipe, tu hija! No vuelvas esta arma contra ti mismo; utilízala para matar a la abominable concubina del rey Ícaro. ¡Ven, sigúeme!» Corrieron a la habitación de bordar de Teonoé. «¡Ah, lasciva! —gritó Leucipe, irrumpiendo en la habitación y arrastrando tras sí a Téstor—. Prepárate para morir a manos de mi padre, Téstor, hijo de Idmón». Al oír eso, fue Teonoé quien gritó: «¡Padre, padre!». Y después de haber derramado los tres lágrimas de alegría y dado gracias a Apolo, el rey Ícaro los envió generosamente a su patria, cargados con regalos[668].

c. Ahora bien, Príamo, después de rechazar la exigencia de Agamenón de que devolviera a Helena, envió a Calcante, el hijo de Téstor, y sacerdote de Apolo, a que consultase con la Pitonisa de Delfos. Habiendo predicho la caída de Troya y la ruina total de la casa de Príamo, ordenó a Calcante que se uniese a los griegos e impidiese que levantaran el sitio hasta que obtuvieran la victoria. Calcante hizo luego un juramento de amistad con Aquiles, quien lo alojó en su casa, y poco después lo presentó a Agamenón[669].

d. Cuando la flota griega se reunió por segunda vez en Áulide, pero fue retenida allí durante muchos días por vientos contrarios, Calcante profetizó que no podrían zarpar si Agamenón no sacrificaba a Ártemis la más bella de sus hijas. Se discute cuál fue el motivo del enojo de Ártemis. Algunos dicen que, al matar a un ciervo desde larga distancia, Agamenón se jactó: «¡Ártemis misma no habría podido hacerlo mejor!»; o que había matado a su cabra sagrada; o que había prometido ofrecerle la criatura más bella nacida ese año en su reino, que casualmente resultó ser Ifigenia; o que su padre Atreo le había negado un cordero dorado que le debía[670]. De todos modos, Agamenón se negó a hacer lo que se esperaba de él, alegando que Clitemestra jamás dejaría ir a Ifigenia. Pero cuando los griegos juraron: «Transferiremos nuestra fidelidad a Palamedes si sigue obstinándose», y cuando Odiseo, fingiendo que se enojaba, se preparó para volver a su casa, Menelao intervino como reconciliador. Sugirió que Odiseo y Taltibio fuesen en busca de Ifigenia para llevarla a Aulíde con el pretexto de casarla con Aquiles como recompensa por sus temerarias hazañas en Misia. Agamenón aceptó esa artimaña, y aunque inmediatamente envió un mensaje secreto advirtiendo a Clitemestra que no creyera a Odiseo, Menelao lo interceptó, y ella, víctima del engaño, dejó que llevaran a Ifigenia a Áulide.

e. Cuando Aquiles descubrió que se había abusado de su nombre, se encargó de proteger a Ifigenia de todo daño, pero ella consintió noblemente en morir por la gloria de Grecia y ofreció su cuello al hacha de los sacrificios sin una palabra de queja. Algunos dicen que en el momento perentorio Ártemis la llevó al Quersoneso Táurico, sustituyéndola en el altar por una cierva, o una osa, o una anciana. Otros dicen que se oyó un trueno y que, por orden de Ártemis y súplica de Clitemestra, intervino Aquiles, quien salvó a Ifigenia y la envió a Escitia; o que se casó con ella, y que ella, y no Deidamía, dio a luz a Neoptólemo[671].

f. Pero muriera o salvara su vida Ifigenia, dejó de soplar el fuerte viento del nordeste y la flota por fin zarpó. Primeramente hicieron escala en Lesbos, donde Odiseo entró en la liza contra el rey Filomélides, quien obligaba siempre a sus huéspedes a luchar con él; y entre los vítores de todos los griegos presentes lo venció ignominiosamente. Luego desembarcaron en Ténedos, que es visible desde Troya, y estaba entonces gobernada por Tenes, quien, aunque según la opinión común era hijo de Cicno y Proclea, hija de Laomedonte, podía llamar padre a Apolo[672].

g. Este Cicno, hijo de Posidón y Cálice, o Harpale, gobernaba en Colona. Había nacido en secreto y fue abandonado en la orilla del mar, pero lo encontraron unos pescadores que vieron cómo un cisne descendía volando para consolarle. Después de la muerte de Proclea se casó con Pilonóme, hija de Trágaso; ella se enamoró de su hijastro Tenes, pero como no pudo seducirlo le acusó vengativamente de haber tratado de violarla. Llamó al flautista Molpo como testigo, y Cicno, que les creyó, encerró a Tenes y su hermana Hemítea en una urna y los dejó a la deriva en el mar. Fueron arrojados a tierra en la isla de Ténedos, desde entonces llamada Leucofris, que significa «frente blanca[673]». Más tarde, cuando Cicno supo la verdad, hizo que lapidaran a Molpo, enterró viva a Pilonóme y, enterado de que Tenes sobrevivía y se hallaba en Ténedos, se apresuró a ir allá para confesar su error. Pero Tenes, inexorablemente, cortó con un hacha los cables de la nave de Cicno; y de aquí proviene la expresión proverbial para una negativa airada: «Le cortó con un hacha de Ténedos». Sin embargo, al final Tenes se ablandó y Cicno se estableció cerca de él en Ténedos[674].

h. Ahora bien, Tetis había advertido a Aquiles que si alguna vez mataba a un hijo de Apolo moriría a manos de Apolo; y un sirviente llamado Mnémon le acompañaba con el único propósito de recordarle eso. Pero Aquiles, cuando vio que Tenes arrojaba una gran piedra desde un risco contra las naves griegas, nadó hasta la costa e irreflexivamente le atravesó el corazón con la lanza. Luego los griegos desembarcaron y saquearon Ténedos; y dándose cuenta demasiado tarde dé lo que había hecho, Aquiles condenó a muerte a Memnón porque no le había recordado las palabras de Tetis. Enterró a Tenes donde se halla ahora su templo; ningún flautista puede entrar en él, ni se puede mencionar el nombre de Aquiles[675]. Aquiles mató también a Cicno con un golpe en la cabeza, su única parte vulnerable; y persiguió a Hemítea, quien huyó de él transformada en una cierva, pero la habría alcanzado y violado si no la hubiera tragado la tierra. Fue también en Ténedos donde Aquiles se peleó por primera vez con Agamenón, a quien acusó de que le había invitado a unirse a la expedición como una ocurrencia tardía[676].

i. Palamedes ofreció una hecatombe a Apolo Esminteo en agradecimiento por la victoria en Ténedos, pero mientras lo hacía una culebra de agua se acercó al altar y mordió a Filoctetes, el arquero famoso, en el pie. Ni ungüentos ni fomentos sirvieron para nada, y la herida se puso tan fétida y Filoctetes lanzaba gemidos tan fuertes que el ejército ya no podía tolerar su compañía. En consecuencia, Agamenón ordenó a Odiseo que lo llevara a tierra y lo dejara en un distrito desierto de Lemnos, donde vivió durante varios años matando pájaros, y Medón asumió el mando de sus tropas[677].

j. Según otra versión, el accidente se produjo en Crise, un islote frente a Lemnos que luego ha desaparecido bajo el mar. Allí, o bien la ninfa Crise se enamoró de Filoctetes y, cuando él hechazó sus requerimientos, hizo que una víbora le mordiese mientras excavaba la tierra de un altar subterráneo de Atenea Crise; o bien una serpiente que guardaba el templo de Atenea le mordió cuando se acercó demasiado[678].

k. Según una tercera versión, Filoctetes fue mordido en Lemnos misma por una serpiente que envió Hera como castigo porque se había atrevido a encender la pira fúnebre de Heracles. En aquel momento contemplaba extasiado el altar erigido a Atenea por Jasón y se proponía erigir otro a Heracles[679].

l. Según una cuarta versión, Filoctetes fue mordido mientras admiraba la tumba de Troilo en el templo de Apolo Timbreo[680]. Según una quinta, le hirió una de las flechas envenenadas de Heracles. Se dice que Heracles le había hecho jurar que nunca divulgaría el paradero de sus cenizas enterradas, pero cuando los griegos se enteraron de que Troya no podía ser saqueada sin utilizar las flechas de Heracles, fueron en busca de Filoctetes. Aunque al principio negó todo conocimiento de Heracles, terminó diciéndoles exactamente lo que había sucedido en el monte Eta, por lo que le preguntaron ansiosamente dónde podían encontrar la tumba. Se negó a responder a esa pregunta, pero ellos insistieron tanto que fue al lugar, y allí, sin hablar, pisoteó el terreno. Posteriormente, cuando pasaba junto a la tumba en su camino a la guerra de Troya, una de las flechas de Heracles saltó de la aljaba y le atravesó el pie: advertencia de que no se pueden revelar los secretos divinos ni siquiera mediante una señal o insinuación[681].

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1. La obra dramática perdida de la que Higinio ha tomado la fábula de Téstor y sus hijas muestra a los dramaturgos griegos en su aspecto más teatral; carece de valor mitológico.

2. Una versión del mito de la «hija de Jefté» (véase 169.5) parece haber sido confundida con el sacrificio por Agamenón de una sacerdotisa en Áulide, acusada de levantar vientos contrarios mediante la hechicería; Sir Francis Drake ahorcó en una ocasión a uno de sus marineros, un espía a sueldo de Cecil, basándose en la misma acusación. Al parecer, la acción despótica de Agamenón ofendió a la opinión conservadora en su patria, pues las mujeres estaban tradicionalmente exentas del sacrificio. Los taurios, a los que, según se dice, envió Ártemis a Ifigenia, vivían en Crimea y adoraban a Ártemis como matadora de hombres; Orestes, el hijo de Agamenón, cayó en sus garras (véase ll6.í).

3. La lucha de Odiseo con el rey Filomélides, cuyo nombre significa «amado por las ninfas de las manzanas», está tomada probablemente de una ilustración conocida que mostraba la contienda ritual en la que el rey viejo es vencido por el nuevo, que recibe una rama de manzano (véase 53.b).

4. Aquiles mató a un segundo Cicno (véase 162.l); Heracles mató a un tercero (véase 143.g) y Zeus impidió que matara a un cuarto (véase 133.á). El nombre implicaba que los cisnes conducían a esas almas regias al Paraíso Septentrional. Cuando Apolo aparece en las obras de arte antiguas montado en un cisne, o en un carro tirado por cisnes (Overbeck: Griechische Kunstmythologie) en una visita a los Hiperbóreos, es una manera cortés de representar la muerte anual de su representante en el solsticio estival. Entonces los cisnes cantores vuelan hacia el norte para dirigirse a sus criaderos en el círculo Ártico, y mientras vuelan hacen oír dos notas como de trompeta. Por eso dice Pausanias (i.30.3) que los cisnes están versados en el arte de las Musas. «Los cisnes cantan antes de morir»: el alma del rey sagrado parte al son de la música.

5. Se ha asociado a la herida de Filoctetes con muchas localidades diferentes porque la ilustración de la que se deriva esta fábula era muy corriente. Es el rey sagrado de Ténedos, Lemnos, Eubea o cualquier otro Estado de Hélade al que hiere en el pie una flecha envenenada (véase 126.3, 164.l y 166.e) junto al altar de la diosa.

6. Heracles no fue el único rey sagrado cuya tumba siguió siendo un secreto; ésta parece haber sido una práctica común en el Istmo de Corinto (véase 67.;) y entre los hebreos primitivos (Deuteronomio xxxiv.6).

7. Tenes arrojando piedras puede ser una interpretación errónea de una ilustración que muestra a un héroe-sol empujando el canto rodado del sol hacia el cénit (véase 67.2), pues Talos, un héroe-sol cretense, también arrojaba piedras cuando se acercaban los barcos (véase 154.h). En esta ilustración las naves sólo indicarían que Creta, o Ténedos, era una potencia naval.

162
NUEVE AÑOS DE GUERRA

a. Se discute en qué momento los griegos enviaron mensajes a Príamo para exigir que devolviera a Helena y la propiedad de Menelao. Algunos dicen que poco después de haber desembarcado la expedición en Tróade; otros que antes de que las naves se reunieran en Áulide; pero se afirma generalmente que la embajada, compuesta por Menelao, Odiseo y Palamedes, partió de Ténedos[682]. Sin embargo, los troyanos, que estaban decididos a retener a Helena, habrían dado muerte a todos ellos si Antenor, en cuya casa se alojaron, no hubiera impedido esa acción vergonzosa[683].

b. Ofendidos por esta obstinación, los griegos partieron de Ténedos y anclaron sus naves a la vista de Troya. Inmediatamente los troyanos corrieron en tropel a la orilla del mar y trataron de rechazar a los invasores con una lluvia de piedras. Mientras todos los demás vacilaban —inclusive Aquiles, a quien Tetis había advertido que el primero que desembarcase sería el primero que moriría— Protesilao saltó a tierra, mató a varios troyanos y fue muerto por Héctor; o quizá fue Euforbo, o Acates, el amigo de Eneas[684].

c. Este Protesilao, tío de Filoctetes e hijo del Ificles al que Melampo curó de la impotencia, se llamaba anteriormente Yolao, pero se le cambió el nombre a causa de la circunstancia de su muerte[685]. Yace enterrado en el Quersoneso tracio, cerca de la ciudad de Eleo, donde se le rinden ahora honores divinos. Altos olmos, plantados por ninfas, se alzan en su recinto y dan sombra a la tumba. Las ramas que hacen frente a Troya al otro lado del mar echan pronto hojas, pero las pierden al poco tiempo, en tanto que las del otro lado siguen verdes en el invierno. Cuando los olmos crecen a tal altura que las murallas de Troya pueden ser vistas claramente por un hombre apostado en las ramas superiores, se marchitan, pero de las raíces vuelven a brotar vástagos[686].

d. Laodamía, esposa de Protesilao e hija de Acasto (a la que algunos llaman Polidora, hija de Meleagro) lo echaba tanto de menos que tan pronto como él se embarcó para Troya hizo su estatua de bronce, o de cera, y la puso en su lecho. Pero éste era un pobre consuelo, y cuando llegó la noticia de su muerte Laodamía suplicó a los dioses que se compadecieran y permitieran que Protesilao la visitara, aunque sólo fuera durante tres horas. Zeus Omnipotente accedió al pedido de Laodamía y Hermes llevó el ánima de Protesilao desde el Tártaro para que animara la estatua. Hablando con la boca de ésta, Protesilao suplicó a su esposa que no se demorara en seguirlo, y en cuanto hubieron pasado las tres horas ella se mató de una puñalada abrazada a él[687]. Otros dicen que Acasto, el padre de Laodamía, la obligó a volver a casarse, pero ella pasaba sus noches con la estatua de Protesilao, hasta que un día un sirviente que llevaba manzanas para un sacrificio de madrugada miró a través de una grieta en la puerta del dormitorio y la vio abrazada a lo que creyó ser un amante. Corrió a decírselo a Acasto, quien irrumpió en la habitación y descubrió la verdad. Para que su hija no se torturase con un deseo inútil, Acasto ordenó que se quemase la estatua, pero Laodamía se arrojó en las llamas y pereció con ella[688].

e. Según otra tradición, Protesilao sobrevivió a la guerra de Troya y se hizo a la mar con rumbo a su patria. Llevaba como prisionera a Etna, hermana de Príamo. En el camino desembarcó en la península macedonia de Pelene, pero mientras se hallaba en tierra buscando agua Etila convenció a las otras cautivas para que quemaran las naves, y Protesilao, obligado así a quedarse en Pelene, fundó la ciudad de Sición. Pero esto es un error: Etila, con Astioquea y las otras cautivas, quemó las naves junto al río italiano Naveto, que significa «incendio de barcos», y Protesilao no figuraba entre sus apresadores[689].

f. Aquiles fue el segundo griego que desembarcó en la costa troyana, seguido de cerca por sus mirmidones, y mató a Cicno, hijo de Posidón, con una piedra bien lanzada. Inmediatamente los troyanos se desbandaron y corrieron de vuelta a su ciudad, mientras el resto de los griegos desembarcaban y hacían una carnicería en los vencidos. Según otra versión, Aquiles, recordando la suerte corrida por Protesilao, fue el último que desembarcó y luego dio un salto tan prodigioso desde su nave que brotó un manantial donde sus pies golpearon en la tierra. Se dice que en la batalla que siguió Cicno, que era invulnerable, mató a centenares de griegos, pero Aquiles, después de probar inútilmente de abatirle con la espada y la lanza, le golpeó furiosamente en la cara con el puño de la espada, le obligó a retroceder hasta que tropezó con una piedra y cayó, y entonces le puso las rodillas en el pecho y le entranguló con las correas de su yelmo; pero Posidón transformó su alma en un cisne que se alejó volando. Los griegos entonces sitiaron Troya y colocaron sus naves detrás de una estacada[690].

g. Ahora bien, la ciudad estaba destinada a no caer si Troilo podía llegar a los veinte años de edad. Algunos dicen que Aquiles se enamoró de él mientras luchaban juntos y le dijo: «¡Te mataré si no aceptas mis caricias!» Troilo corrió a refugiarse en el templo de Apolo Timbreo, pero Aquiles, sin tener en cuenta la ira del dios y como Troilo seguía mostrándose esquivo, le decapitó en el altar, en el mismo lugar en que él pereció posteriormente[691]. Otros dicen que Aquiles mató de un lanzazo a Troilo mientras adiestraba a sus caballos en el recinto del templo; o que lo indujo a salir de allí ofreciéndole unas palomas, y que Troilo murió con las costillas rotas y el rostro lívido, tan parecida a la del oso fue la forma en que Aquiles le hizo el amor. Otros dicen que Troilo salió de Troya para vengarse después de la muerte de Memnón y se encontró con Aquiles, quien le mató; o que fue hecho prisionero y luego matado públicamente y a sangre fría por orden de Aquiles; y que, como era de edad madura, de piel morena y con una barba larga, difícilmente podía hacer excitar la pasión de Aquiles. Pero cualquiera que fuera la manera en que murió, el causante fue Aquiles y los troyanos lo lloraron tan afligidamente como Héctor[692].

h. Se dice que Troilo amaba a Briseida, la bella hija de Calcante, a la que había dejado en Troya su padre y, como ella no había tomado parte en su deserción, la seguían tratando allí con cortesía. Calcante, quien sabía que Troya tenía que caer, convenció a Agamenón para que la pidiese a Príamo en su nombre, con el fin de que no la hiciesen prisionera de guerra. Príamo dio generosamente su consentimiento y varios de sus hijos acompañaron a Briseida al campamento griego. Aunque había jurado eterna fidelidad a Troilo, Briseida no tardó en transferir su afecto al argivo Diomedes, quien se enamoró apasionadamente de ella y hacía todo lo posible para matar a Troilo cuando se presentaba en el campo de batalla[693].

i. En una expedición nocturna Aquiles capturó a Licaón, a quien sorprendió en el huerto de su padre Príamo, donde cortaba vástagos de higuera para utilizarlos como barandillas de carro. Patroclo llevó a Licaón a Lemnos, y lo vendió al hijo de Jasón, el rey Euneo, quien abastecía con vino a las fuerzas griegas; el precio fue un tazón de plata para mezclas fenicio. Pero Eetión de Imbros lo rescató y volvió a Troya, sólo para que lo matara Aquiles doce días después[694].

j. Aquiles partió entonces con un grupo de voluntarios para saquear el campo troyano. En el monte Ida aisló al dardánida Eneas de su ganado, lo persiguió por las laderas boscosas y, después de matar a los pastores y a Méstor, el hijo de Príamo, se apoderó del ganado y saqueó la ciudad de Lirneso, donde Eneas se había refugiado. Mines y Epístrofe, hijo del rey Eveno, murieron en la lucha, pero Zeus ayudó a Eneas a escapar. La esposa de Mines, otra Briseida, hija de Brises, fue hecha cautiva y su padre se ahorcó[695].

k. Aunque Eneas había conseguido el rapto de Helena por París, permaneció neutral durante los primeros años de la guerra, pues era hijo de la diosa Afrodita y Anquises, el nieto de Tros, y le tenía resentido el desdén que le mostraba su primo Príamo. Pero la incursión provocadora de Aquiles obligó a los dardánidas a unirse por fin a los troyanos. Eneas demostró que era un combatiente hábil y ni siquiera Aquiles le menospreciaba, pues si Héctor era la mano de los troyanos, Eneas era su alma. Su divina madre le ayudaba con frecuencia en la batalla; y en una ocasión en que Diomedes le rompió la cadera arrojándole una piedra le salvó de la muerte; y cuando Diomedes la hirió también a ella con un lanzazo en la muñeca, Apolo sacó a Eneas del campo de batalla para que le curaran Leto y Artemis. En otra ocasión le salvó la vida Posidón, quien, aunque era hostil a los troyanos, respetaba los decretos del destino y sabía que el linaje real de Eneas gobernaría posteriormente en Troya[696].

l. Muchas ciudades aliadas de Troya fueron tomadas por Aquiles: Lesbos, Focea, Colofón, Esmirna, Clazomene, Cima, Egialo, Teños, Adramitio, Dide, Endium, Lineón, Colona, Lirneso, Antandros y otras varias, incluyendo a las Tebas Hipoplaciana, donde otro Eetión, padre de Andrómaca, la esposa de Héctor, y su compañero Podes, gobernaban a los cilicios. Aquiles mató a Eetión y a siete de sus hijos, pero no despojó su cadáver: lo quemó completamente armado, y alrededor del túmulo que levantó las ninfas de la montaña plantaron un bosquecillo de olmos[697]. Entre las cautivas figuraba Astínome, o Criseida, hija de Crises, sacerdote de Apolo en la isla de Ehmintos. Algunos dicen que Astínome era esposa de Eetión; otros, que Grises la había enviado a Lirneso para que estuviera protegida, o para que asistiera a un festival de Artemis. Cuando se distribuyó el botín, Criseida le tocó a Agamenón, y Briseida a Aquiles. Desde la Tebas Hipoplaciana Aquiles también se trajo el rápido caballo Pedaso, que unció a su yunta inmortal[698].

m. Áyax el Grande se embarcó para el Quersoneso Tracio, donde capturó a Polidoro, el hermano de Licaón —su madre era Laótoe— y en Teutrania mató al rey Teutras y se llevó un gran botín, en el que figuraba la princesa Tecmesa, a la que hizo su concubina[699].

n. Cuando se acercaba el décimo año de guerra los griegos dejaron de hacer incursiones en la costa del Asia Menor y concentraron sus fuerzas delante de Troya. Los troyanos reunieron contra ellos a sus aliados: los dardánidas encabezados por Eneas y los dos hijos de Antenor; los ciconios tracios, peonios, paflagonios, misianos, frigios, meonios, caries, licios, etcétera. Sarpedón, el hijo que Laodamía, la hija de Belerofonte había dado a Zeus, mandaba a los licios. Ésta es su historia: cuando Isandro, el hermano de Laodamía, e Hipóloco disputaban el reino se propuso que aquel de ellos que pudiera hacer pasar una flecha a través de un anillo de oro colgado en el pecho de un niño sería el rey. Cada uno de ellos exigió acaloradamente como víctima al hijo del otro, pero Laodamía impidió que se mataran mutuamente ofreciéngose a atar el anillo alrededor del cuello de su propio hijo, Sarpedón. Pasmados ante tan noble abnegación, ambos convinieron en renunciar a sus derechos al reino en favor de Sarpedón, con quien Glauco, el hijo de Hipóloco, gobernaba en aquel momento como co-rey[700].

o. Agamenón había enviado a Odiseo a Tracia en una expedición en busca de forraje y cuando volvió sin nada Palamedes, el hijo de Nauplio, le reconvino por su pereza y cobardía. «No ha sido culpa mía —dijo Odiseo— que no hayamos encontrado cereal. Si Agamenón te hubiera enviado en mi lugar no habrías tenido más éxito que yo». Desafiado así, Palamedes salió inmediatamente y reapareció poco después con una nave cargada con cereal.

p. Tras varios días de meditación tortuosa, Odiseo dio por fin con un plan para vengarse de Palamedes, pues sentía herido su honor. Mandó decir a Agamenón: «Los dioses me han advertido en un sueño que se prepara una traición. Hay que trasladar el campamento durante un día y una noche». Cuando Agamenón ordenó inmediatamente que se hiciera eso, Odiseo enterró en secreto una bolsa llena de oro en el lugar donde había estado la tienda de Palamedes. Luego obligó a un prisionero frigio a escribir una carta como si fuera de Príamo a Palamedes y que decía: «El oro que he enviado es el precio que pediste por traicionar al campamento griego». Después de ordenar al prisionero que entregara esa carta a Palamedes, Odiseo hizo que lo matasen en las inmediaciones del campamento, antes de que pudiera entregarla. Al día siguiente, cuando el ejército volvió al lugar anterior, alguien encontró el cadáver del prisionero y llevó la carta a Agamenón. Palamedes fue sometido a consejo de guerra y, cuando negó enérgicamente que hubiera recibido oro de Príamo ni de ningún otro, Odiseo sugirió que se registrase su tienda. Descubrieron el oro y el ejército entero dio muerte a Palamedes a pedradas como traidor[701].

q. Algunos dicen que Agamenón, Odiseo y Diomedes intervinieron en este complot y que dictaron juntos la carta falsa al frigio y luego sobornaron a un sirviente para que la ocultara con el oro bajo el lecho de Palamedes. Cuando éste fue conducido al lugar de la lapidación exclamó en voz alta: «¡Verdad, lloro por ti, que has muerto antes que yo!»[702].

r. Otros dicen que Odiseo y Diomedes, fingiendo que habían descubierto un tesoro en un pozo profundo, dejaron que Palamedes se introdujera en él sujeto a una cuerda y luego le arrojaron grandes piedras sobre la cabeza; o que lo ahogaron en una excursión de pesca. Y no faltan quienes dicen que Paris lo mató con una flecha. Ni siquiera se está de acuerdo en si murió en la Colona troyana, o en Gerestos, o en Ténedos, pero tiene un altar de héroe cerca de la Metimna lesbia[703].

s. Palamedes había merecido el agradecimiento de sus compañeros por la invención de los dados, con los que mataban el tiempo delante de Troya; dedicó el primer juego en el templo de Tique en Argos. Pero todos envidiaban su sabiduría superior, pues había inventado también los faros, la balanza, las medidas, el disco, el alfabeto y el arte de apostar centinelas[704].

t. Cuando Nauplio se enteró del asesinato se embarcó para Troya y exigió satisfacción, pero se la negó Agamenón, quien había sido cómplice de Odiseo y gozaba de la confianza de todos los caudillos griegos. Así, pues, Nauplio volvió a Grecia con su hijo sobreviviente Éax y llevó falsas noticias a las esposas de los asesinos de Palamedes, diciendo a cada una de ellas: «Tu marido trae de vuelta a una concubina troyana como su nueva reina». Algunas de esas esposas infelices se suicidaron inmediatamente. Otras cometieron adulterio, como Clitemestra, la esposa de Agamenón, con Egisto; Egialea, la esposa de Diomedes, con Cometo, hijo de Esténelo; y Meda, esposa del Idomeneo, con Leuco[705].

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1. La Ilíada trata en orden de sucesión sólo el décimo año del sitio, y cada mitógrafo ha dispuesto los acontecimientos de los años anteriores en un orden diferente. Según Apolodoro (Epitome iii.32-3), Aquiles mata a Troilo, captura a Licaón, se apodera del ganado de Eneas y toma muchas ciudades. Según la Cipria (citada por Proclo: Crestomatía i), los griegos, al no poder tomar Troya por asalto, devastan la región y las ciudades de los alrededores; Afrodita y Tetis consiguen una entrevista de Aquiles y Helena, los griegos deciden volver a sus casas, pero los contiene Aquiles, quien luego se apodera del ganado de Eneas, saquea muchas ciudades y mata a Troilo; Patroclo vende a Licaón en Lemnos, se divide el botín y Palamedes muere lapidado.

2. Según Tzetzes (Sobre Licofrón 307), Troilo sobrevive a Memnón y Héctor. Igualmente, según el frigio Dares, Troilo sucede a Héctor como jefe de las fuerzas troyanas (Dares: 30), hasta que uno de los caballos de su carro es herido y Aquiles le atraviesa con la lanza; Aquiles trata de arrastrar el cadáver, pero le hiere Memnón, a quien mata; los troyanos se refugian en la ciudad y Príamo hace a Troilo y Memnón un funeral magnífico (Dares: 33).

3. La guerra de Troya es histórica y, cualquiera que pueda haber sido su causa inmediata, fue una guerra comercial. Troya dominaba el valioso comercio del Mar Negro en oro, plata, hierro, cinabrio, madera para la construcción de naves, lino, cáñamo, pescado seco, aceite y jade chino. Una vez tomada Troya, los griegos pudieron establecer colonias a todo lo largo de la ruta de comercio oriental, que llegó a ser tan rica como las del Asia Menor y Sicilia. Al final, Atenas, como la principal potencia marítima, fue la que más se benefició con el comercio del Mar Negro, especialmente con la baratura del cereal; y fue la pérdida de una flota que guardaba la entrada del Helesponto la que arruinó en Egospótamos en 405 a. de C. y puso fin a las largas guerras con el Peloponeso. Quizás, en consecuencia, las constantes negociaciones entre Agamenón y Príamo no se relacionaban con la vuelta de Helena tanto como con la restauración de los derechos griegos a entrar en el Helesponto.

4. Es probable que los griegos se prepararan para el ataque final mediante una serie de incursiones en las costas de Tracia y el Asia Menor, con el propósito de descabalar el poderío naval de la alianza troyana; y que mantuvieran un campamento en la desembocadura del Escamandro para impedir que el comercio del Mediterráneo llegase a Troya, o que se realizase en la Llanura la anual Feria de Oriente y Occidente. Pero la Ilíada deja claramente establecido que Troya no fue sitiada en el sentido de que quedaron cortadas sus líneas de comunicación con el interior, y aunque, mientras Aquiles estuvo por allí, los troyanos no se aventuraban a salir de día por la Puerta Dardánida, la única que llevaba al interior (Ilíada v.789); y las lavanderas griegas temían lavar sus ropas en el manantial situado a un tiro de arco de distancia de las murallas (Ilíada xxii.256); sin embargo, los abastecimientos y los refuerzos entraban libremente y los troyanos en poder de Sestos y Abidos, que los mantenían en estrecho contacto con Tracia. El hecho de que los griegos se jactaran tanto de una incursión para robar ganado en el monte Ida, y de otra en el huerto de Príamo, indica que raras veces iban muy lejos tierra adentro. Los vástagos de higuera utilizados para la barandilla del carro de Licaón estaban destinados, al parecer, a ponerlo bajo la protección de Afrodita. En las tablillas anteriores a la guerra de Troya encontradas en Cnosos se mencionan varios «carros cidonios pintados de rojo con ensambladura completa», pero sólo se especifica la madera de las barandillas: es siempre de higuera. Sin embargo, la madera de higuera no era ni mucho menos tan apropiada para ese propósito como otras muchas de que disponían los cretenses y troyanos.

5. Agamenón realizaba una guerra de desgaste, el buen éxito de la cual confiesa Héctor (Ilíada xvii.225 y xviii.287-92) cuando habla del agotamiento de los recursos troyanos causado por la disminución del comercio y la necesidad de subvencionar a los aliados. Los paflagonios, tracios y misios eran productores, no comerciantes, y estaban dispuestos a tratar directamente con los griegos. Sólo los mercantiles licios, que importaban mercaderías del sudeste, parecen haberse preocupado mucho por el destino de Troya, que les aseguraba sus rutas comerciales del norte; de hecho, cuando cayó Troya, el comercio del Asia Menor fue monopolizado por los aliados rodios de Agamenón y los licios se arruinaron.

6. El tratamiento cruel de las mujeres, los suplicantes y los aliados sirve para recordar que la Ilíada no es un mito de la Edad de Bronce. Con la caída de Cnosos (véase 39.7 y 89.1) y la consiguiente desaparición de la pax cretensis, impuesta por la diosa del Mar cretense a todos los países que se hallaban dentro de su esfera de influencia, aparece una nueva moral de la Edad del Hierro: la del tirano conquistador, un pequeño Zeus que no reconoce restricciones divinas. El sacrificio de Ifigenia, la malévola venganza de que Odiseo hace víctima a Palamedes, la venta de Licaón por una copa de plata, la desvergonzada persecución de Troilo por Aquiles y el concubinaje forzoso de Briseida y Criseida son actos típicos de una saga bárbara. Es natural que Palamedes fuera la víctima inocente de una alianza impía entre Agamenón, Odiseo y Diomedes, pues representa la cultura cretense implantada en Argólide; los inventos que se le atribuyen son todos ellos de origen cretense. Su asesinato en un pozo puede haber sido sugerido por la frase: «Verdad, lloro por ti, que has muerto antes que yo» y por la conocida relación de la verdad con los pozos. Palamedes significa «sabiduría antigua» y, como Hefesto, su equivalente lemnio, era un héroe oracular. Sus inventos le muestran como Thoth o Hermes (véase 17.g). Los dados tienen la misma historia que los naipes: eran instrumentos oraculares antes que se los utilizara en los juegos de azar (véase 17.3).

7. El olmo, que no forma parte del calendario de árboles (véase 53.3), está asociado principalmente con el culto de Dioniso, pues los griegos espaldaban las vides con vástagos de olmo; pero las ninfas plantaron olmos alrededor de las tumbas de Protesilao y Eetíón probablemente porque las hojas y la corteza obraban como vulnerarios (Plinio: Historia natural xxiv.33) y prometían ser todavía más eficaces si se las tomaba de las tumbas de príncipes que habían muerto a consecuencia de muchas heridas.

8. El afecto perverso de Laodamía a la estatua de Protesilao puede haberse deducido de la ilustración de una boda sagrada: en algunos sellos nupciales hititas el rey postrado está grabado tan tiesamente que parece una estatua. Las manzanas llevadas por un sirviente y la entrada súbita de Acasto indican que la escena representaba la traición de un rey por una reina en favor de su amante el sucesor, quien corta la manzana fatal que contiene su alma, como en la leyenda irlandesa de Cuchulain Dechtire y Curoi. Briséis (en acusativo Briseida) fue confundida con Crises, o Criseis, hija de Crises, quien había dado un bastardo a Agamenón (véase 116.4), y la leyenda latina medieval de Criseis (en acusativo Criseida) se desarrolló vigorosamente hasta el Testament of Cresseid de Henrysoun y Troilus and Cressida de Shakespeare.

9. Teutrania puede haberse llamado así por el teuthis o pulpo, consagrado a la diosa cretense (véase 81.1), cuya suma sacerdotisa era Tecmesa («la que ordena»). Aunque el mito de Sarpedón es confuso, todos sus elementos son conocidos. Al parecer, el reino de Licia, fundado por otro Sarpedón, tío de otro Glauco —cretenses de habla griega de origen eolio o pelasgo que fueron arrojados al otro lado del mar por los aqueos— era doble, con sucesión matrilineal, y el título de la sacerdotisa de la Luna era Laodamía («domadora del pueblo»). Su rey sagrado parece haber nacido ritualmente «de una yegua» (véase 81.4 y 167.2) (y de aquí su nombre, Hipóloco) e Isandro («hombre imparcial») actuaba como su sucesor. El nombre de Sarpedón («regocijándose en un arca de madera») se refiere, al parecer, a la llegada anual del Niño del Año Nuevo en una embarcación. Aquí el Niño es el interrex, al que Hipóloco entrega su reinado durante un solo día; luego debe ser ahogado en miel, como el Glauco cretense (véase 71.d), o muerto en un accidente de carro, como el Glauco del Istmo (véase 90.1), o traspasado con una flecha por el Hipóloco resucitado, como Learco, el hijo de Atañíante (véase 70.5).

10. Disparar contra una manzana colocada en la cabeza, o contra una moneda colocada en la gorra del propio hijo era una prueba de puntería prescrita a los arqueros medievales, cuyo gremio (como aparece en el Malleus Maleficarum y en la Little Geste of Robín Hood) pertenecía al culto de las brujas pagano tanto en Inglaterra como en la Germania celta. En Inglaterra la prueba tenía por finalidad, al parecer, elegir un «gudeman» para Maid Marian, casándose con la cual se convertía en Robín Hood, señor de la Selva Frondosa. Como el culto de las brujas nórdico tenía mucho en común con la religión neolítica del Egeo, es posible que los licios no pusiesen el anillo en el pecho de un niño, sino en su cabeza, y que representara una serpiente dorada (véase 119.4); o que fuese el anillo de un hacha lo que sostenía en la mano, como aquellos a través de los cuales disparó Odiseo cuando recuperó a Penélope de los pretendientes (véase 17l.h). El mitógrafo ha confundido, quizás, la prueba de la puntería que se exigía a un nuevo candidato a la dignidad de rey con el sacrificio de un interrex.

11. Etila significa «madera ardiente», y el incendio anual de una embarcación puede haber dado origen a la leyenda de Sición. Protesilao («primero del pueblo») tiene que haber sido un título regio tan común que varias ciudades reclamaban su tumba.

163
LA IRA DE AQUILES

a. Llegó el invierno, y como ésta nunca había sido una estación favorable para la lucha entre las naciones civilizadas, los griegos lo pasaron ampliando su campamento y practicando la ballestería. A veces se encontraban con los notables troyanos en el templo de Apolo Timbre, que era territorio neutral; y en una ocasión en que Hécabe hacía allí sacrificios llegó Aquiles con el mismo propósito y se enamoró desesperadamente de su hija Políxena. No se declaró en aquel momento, pero volvió a su tienda atormentado y envió al bondadoso Automedonte a que preguntara a Héctor con qué condiciones podía casarse con Políxena. Héctor contestó: «Ella será tuya el día en que traicione al campamento griego para entregarlo a mi padre Príamo». Aquiles parecía dispuesto a aceptar las condiciones de Héctor, pero renunció a ello de mal humor cuando le informaron que si no traicionaba el campamento debía jurar, en cambio, que mataría a su primo Áyax el Grande y a los hijos del ateniense Plístenes[706].

b. Llegó la primavera y se reanudó la lucha. En la primera batalla de esa estación Aquiles buscó a Héctor, pero el vigilante Heleno le atravesó la mano con una flecha disparada con un arco de marfil, regalo amoroso de Apolo, y se vio obligado a retirarse. Zeus mismo guió la flecha, y lo hizo decidido a aliviar a los troyanos, a los que las incursiones y la consiguiente deserción de ciertos aliados asiáticos habían desalentado mucho, y a molestar a los griegos y hacer que Aquiles se apartase de los otros caudillos[707]. En consecuencia, cuando Crises fue a rescatar a Criseida, Zeus hizo que Agamenón lo despidiese con palabras de oprobio; y Apolo, invocado por Crises, se apostó vengativamente en la proximidad de las naves y se dedicó a arrojar flechas mortales contra los griegos un día tras otro. Centenares de ellos murieron, aunque por suerte no sufrieron los reyes ni los príncipes, y el décimo día Calcante dio a conocer la presencia del dios. Por petición suya Agamenón devolvió de mala gana Criseida a su padre, con regalos propiciatorios, pero se resarció de esa pérdida quitando Briseida a Aquiles, a quien ésta había sido asignada. En vista de ello Aquiles, furioso, anunció que no volvería a intervenir en la guerra; y su madre Tetis, indignada, fue a ver a Zeus, quien le prometió desagraviarla. Pero algunos dicen que Aquiles se mantuvo fuera de la lucha para mostrar su buena voluntad a Príamo como padre de Políxena[708].

c. Cuando los troyanos se dieron cuenta de que Aquiles y sus mirmidones se habían retirado del campo de batalla, se envalentonaron e hicieron una salida vigorosa. Agamenón, alarmado, concedió una tregua, durante la cual París y Menelao debían librar un duelo por la posesión de Helena y el tesoro robado. Pero el duelo resultó indeciso, porque cuando Afrodita vio que París iba perdiendo lo envolvió en una niebla mágica y lo llevó de vuelta a Troya. Hera envió entonces a Atenea para que rompiera la tregua haciendo que Pandaro, hijo de Licaón, arrojase una flecha a Menelao, cosa que ella hizo; al mismo tiempo impulsó a Diomedes a matar a Pándaro y herir a Eneas y su madre Afrodita. Glauco, hijo de Hipoloco, se opuso a Diomedes, pero ambos recordaron la íntima amistad que había unido a sus padres e intercambiaron cortésmente las armas[709].

d. Héctor desafió a Aquiles a un combate cuerpo a cuerpo, y cuando Aquiles contestó que se había retirado de la guerra, los griegos eligieron a Áyax el Grande como su sustituto. Los dos paladines lucharon sin pausa hasta que anocheció, y entonces los heraldos los separaron y cada uno de ellos elogió jadeante el valor y la habilidad del otro. Áyax dio a Héctor el brillante tahalí de púrpura que más tarde lo llevó a la muerte: y Héctor dio a Áyax la espada tachonada con plata con la qué más tarde se suicidaría[710].

e. Se acordó un armisticio y los griegos erigieron un largo túmulo sobre sus muertos y lo coronaron con una pared detrás de la cual excavaron una trinchera profunda y empalizada. Pero se abstuvieron de apaciguar a los dioses que apoyaban a los troyanos y cuando se reanudó la lucha fueron rechazados y obligados a cruzar la trinchera y resguardarse detrás de la pared. Esa noche los troyanos acamparon cerca de las naves griegas[711].

f. Desesperado, Agamenón envió a Fénix, Áyax, Odiseo y dos heraldos para que aplacaran a Aquiles, ofreciéndole innumerables regalos y la devolución de Briseida (debían jurar que ella era todavía virgen) si volvía a combatir. Habría que aclarar que entre tanto Crises se había llevado de vuelta a su hija, quien protestó diciendo que la había tratado muy bien Agamenón y deseaba quedarse con él; estaba encinta en aquel momento y más tarde dio a luz a Crises el Segundo, niño de dudosa paternidad. Aquiles recibió a los delegados con una sonrisa afable, pero rechazó sus ofrecimientos y anunció que zarparía rumbo a su casa a la mañana siguiente[712].

g. Esa misma noche, alrededor de la tercera vela, cuando la luna estaba alta, Odiseo y Diomedes, estimulados por un auspicio favorable de Atenea —una garza a su mano derecha— decidieron hacer una incursión en las líneas troyanas. Dio la casualidad de que tropezaron con Dolón, hijo de Eumelo, quien había sido enviado a hacer la ronda cerca del enemigo, y después de extraerle información por la fuerza, le cortaron la garganta. Acto seguido Odiseo ocultó el gorro de piel de hurón, la capa de piel de lobo, el arco y la lanza de Dolón en un tamarisco y corrió con Diomedes al flanco derecho de la línea troyana, donde, como ahora sabían, acampaba el tracio Reso. A este se lo llama variadamente hijo de la musa Euterpe, o Calíope, y de Deyoneo, o Ares, o Estrimón. Después de asesinar furtivamente a Reso y a doce de sus compañeros mientras dormían, se llevaron sus caballos magníficos, blancos como la nieve y más rápidos que el viento, y en el viaje de vuelta recogieron bajo el tamarisco los despojos de Dolón[713]. La captura de los caballos de Reso era de suma importancia, pues un oráculo había predicho que Troya sería inexpugnable una vez que hubieran comido pienso troyano y bebido en el río Escamandro, lo que no habían hecho todavía. Cuando despertaron los tracios supervivientes y encontraron a Reso muerto y desaparecidos sus caballos, huyeron desesperados y los griegos los mataron a casi todos[714].

h. Pero al siguiente día, tras una lucha feroz en la que fueron heridos Agamenón, Diomedes, Odiseo, Eurípilo y Macaón, el cirujano, los griegos huyeron y Héctor abrió una brecha en su muralla[715]. Estimulado por Apolo, avanzó hacia las naves y, a pesar de la ayuda que les dio Posidón a los dos Ayantes y a Idomeneo, cruzó la línea griega. En ese momento Hera, que odiaba a los troyanos, consiguió que Afrodita le prestara su ceñidor y convenció a Zeus para que fuera a dormir con ella, treta que permitió a Posidón hacer que la batalla cambiara en favor de los griegos. Pero Zeus no tardó en descubrir que le habían engañado, reavivó a Héctor (casi muerto por Áyax con una gran piedra), ordenó a Posidón que saliera del campo de batalla y restableció el valor de los troyanos. Éstos volvieron a avanzar y Medón mató a Perifetes, hijo de Copreo, y a otros muchos paladines[716].

i. Inclusive Áyax el Grande se vio obligado a ceder terreno; y Aquiles, cuando vio que las llamas se elevaban de la popa de la nave de Protesilao, incendiada por los troyanos, olvidó de tal modo su rencor que reunió a sus mirmidones y corrió con ellos en ayuda de Patroclo. Patroclo había arrojado una lanza al grupo de troyanos reunidos alrededor de la nave de Protesilao y traspasado por ella a Pirecmes, rey de los peonios. Al ver eso los troyanos, confundiéndolo con Aquiles, huyeron; y Patroclo apagó el fuego, salvando por lo menos la proa del navío, y derribó a Sarpedón. Aunque Glauco trató de reunir a sus licios para impedir que despojaran el cuerpo de Sarpedón Zeus dejó que Patroclo persiguiera a todo el ejército troyano hacia la ciudad; Héctor fue el primero que se retiró, herido gravemente por Áyax.

j. Los griegos despojaron a Sarpedón de su armadura, pero, por orden de Zeus, Apolo rescató el cadáver, que preparó para el entierro, después de lo cual el Sueño y la Muerte lo llevaron a Licia. Entretanto, Patroclo perseguía a los vencidos y habría tomado Troya él solo si Apolo no se hubiera apresurado a subir a la muralla y a rechazarlo tres veces con un escudo cuando trataba de escalarla. La lucha continuó hasta el anochecer, cuando Apolo, envuelto en una densa niebla, se acercó por detrás a Patroclo y le golpeó fuertemente entre los omóplatos. A Patroclo le saltaron los ojos de la cabeza, su yelmo cayó, su lanza se rompió en pedazos, su escudo cayó a tierra, y Apolo, torvamente le desató el peto. Euforbo, hijo de Pántoo, al observar la situación en que se hallaba Patroclo le hirió sin temor a la represalia, y cuando Patroclo se alejaba tambaleando, Héctor, que había vuelto a la batalla, lo mató de un solo golpe[717].

k. Menelao corrió y mató a Euforbo —de quien se dice, entre paréntesis, que siglos después se reencarnó en el filósofo Pitágoras— y se retiró pavoneándose a su tienda con los despojos, dejando que Héctor despojara a Patroclo de su armadura prestada. Luego reaparecieron Menelao y Áyax el Grande y juntos defendieron el cadáver de Patroclo hasta que anocheció y consiguieron llevarlo a las naves. Pero Aquiles, al enterarse de lo ocurrido, se revolcó en el polvo y se entregó a un arrebato de dolor[718].

l. Tetis se introdujo en la tienda de su hijo llevando una nueva armadura, que incluía un par de valiosas grebas forjadas apresuradamente por Hefesto. Aquiles se puso la armadura, hizo la paz con Agamenón (quien le entregó Briseida inviolada y juró que se la había llevado por ira y no por lujuria) y salió para vengar a Patroclo[719]. Nadie podía hacer frente a su ira. Los troyanos se desbandaron y huyeron al Escamandro, donde los dividió en dos cuerpos, empujando a uno de ellos a través de la llanura hacia la ciudad y acorralando al otro en una curva del río. El dios fluvial, furioso, se lanzó contra él, pero Hefesto se puso de parte de Aquiles y secó las aguas con una llama abrasadora. Los troyanos sobrevivientes volvieron a la ciudad como una manada de ciervos asustados[720].

m. Cuando Aquiles se encontró por fin con Héctor y le obligó a librar un combate singular, los ejércitos de ambas partes retrocedieron y se quedaron observando asombrados. Héctor se volvió y echó a correr alrededor de las murallas de la ciudad. Con esta maniobra esperaba cansar a Aquiles, porque al haber permanecido inactivo durante mucho tiempo lo lógico era que le faltara el aliento. Pero se equivocaba. Aquiles le persiguió tres veces alrededor de las murallas y siempre que trataba de refugiarse en una puerta, contando con la ayuda de sus hermanos, le salía al paso y se lo impedía. Por fin Héctor se detuvo y le hizo frente y entonces Aquiles le atravesó el pecho y rechazando su súplica de moribundo de permitir que rescataran su cadáver para enterrarlo. Después de apoderarse de la armadura, Aquiles cortó la carne detrás de los tendones de los talones de Héctor. Luego pasó unas tiras de cuero por los cortes, las ató a su carro y, fustigando a los caballos Balio, Janto y Pedaso, arrastró el cuerpo hacia las naves a medio galope. La cabeza de Héctor, con sus cabellos negros derramándose a cada lado, levantaba una nube de polvo detrás. Pero algunos dicen que Aquiles arrastró el cuerpo tres veces alrededor de las murallas de la ciudad tirando del tahalí que Áyax le había dado[721].

n. Luego Aquiles enterró a Patroclo. Cinco príncipes griegos fueron enviados al monte Ida en busca de madera para la pira fúnebre, en la cual Aquiles sacrificó no sólo caballos y dos de los nueve sabuesos de Patroclo, sino también doce cautivos troyanos nobles, varios hijos de Príamo entre ellos, cortándoles la garganta. Inclusive amenazó con arrojar el cadáver de Héctor a los otros sabuesos, pero Afrodita se lo impidió. En los juegos fúnebres de Patroclo Diomedes ganó la carrera de carros, y Epeo, a pesar de su cobardía, el pugilato; Áyax y Odiseo empataron en la lucha[722].

o. Todavía consumido por el pesar, Aquiles se levantaba todos los días al amanecer para arrastrar tres veces el cadáver de Héctor alrededor de la tumba de Patroclo. Pero Apolo lo protegía de la corrupción y la laceración y finalmente, por orden de Zeus, Hermes condujo a Príamo al campamento griego en la oscuridad de la noche y convenció a Aquiles para que aceptara un rescate[723]. En esa ocasión Príamo mostró una gran magnanimidad con Aquiles, pues lo encontró dormido en su tienda y podía haberlo matado fácilmente. El rescate en que se convino fue el peso de Héctor en oro. De acuerdo con ello, los griegos colocaron una balanza fuera de las murallas de la ciudad, pusieron el cadáver en un platillo e invitaron a los troyanos a amontonar oro en el otro. Cuando el tesoro de Príamo quedó exhausto de lingotes y joyas y el gran cuerpo de Héctor todavía bajaba su platillo más que el otro, Polixena, que observaba desde la muralla, arrojó sus brazaletes para aportar el peso que faltaba. Lleno de admiración, Aquiles le dijo a Príamo: «De buena gana trocaré a Héctor por Polixena; guarda tu oro, cásame con ella y si luego devuelves Helena a Menelao, me comprometo a hacer la paz entre tu gente y la nuestra.»[724] Príamo, por el momento, se contentó con rescatar a Héctor por el precio en oro convenido, pero prometió que entregaría Polixena a Aquiles sin reserva si él convencía a los griegos para que se fueran sin Helena. Aquiles replicó que haría lo que pudiera y Príamo se fue con el cadáver de Héctor para enterrarlo. Tan grande fue el bullicio que se produjo en los funerales de Héctor —los troyanos con sus lamentos y los griegos tratando de hacer que no se oyeran sus cantos fúnebres con gritos y silbidos— que las aves que volaban sobre ellos caían atontadas por el ruido[725].

p. Por orden de un oráculo los huesos de Héctor fueron llevados posteriormente a la Tebas beoda, donde se halla todavía su tumba junto a la fuente de Edipo. Algunos citan así las palabras del oráculo: «Escuchad, hombres de Tebas que habitáis en la ciudad de Cadmo: Si deseáis que vuestro país sea próspero, rico e intachable llevad los huesos de Héctor, el hijo de Príamo, a vuestra ciudad. Asia los tiene ahora; allí Zeus atenderá a su culto». Otros dicen que cuando una peste hizo estragos en Grecia, Apolo ordenó que volvieran a enterrar los huesos de Héctor en una ciudad griega famosa que no había intervenido en la guerra de Troya.

q. Una tradición completamente distinta hace a Héctor hijo de Apolo y afirma que lo mató la amazona Pentesilea[726].

*

1. Según Proclo (Crestomatía xcix. 19-20), Homerus significa «ciego» más bien que «rehén», que es la traducción habitual; el arte del bardo era una vocación natural para el ciego, pues la ceguera y la inspiración van con frecuencia juntas (véase 105.A). La identidad del Homero original ha sido discutida durante unos dos mil quinientos años. En la tradición más antigua se le considera aceptablemente un jonio de Quíos. Un clan de Homéridas, o «Hijos del Ciego», que recitaban los poemas homéricos tradicionales y llegaron a constituir un gremio (Escoliasta sobre las Odas Nemeas de Píndaro ii.l), tenía su sede en Délos, el centro del mundo jónico, donde se decía que Homero mismo había recitado (Himno Homérico iii. 165-73). Partes de la Ilíada datan del siglo X a. de C; el tema es tres siglos anterior. En el siglo VI recitales no autorizados de la Ilíada ya corrompían lentamente el texto. Pisístrato, tirano de Atenas, ordenó, en consecuencia, una revisión oficial, que confió a cuatro dé los sabios más destacados. Parecen haber realizado bien la tarea, pero como Homero había llegado a ser considerado la autoridad principal en las disputas entre las ciudades, los enemigos de Pisístrato le acusaron de haber interpolado versos con fines políticos (Estrabón: ix.1.10).

2. Los veinticuatro libros de la Ilíada tienen su origen en un poema titulado La ira de Aquiles que quizá podía ser recitado en una sola noche y trataba de la disputa de Aquiles y Agamenón por la posesión de una princesa cautiva. Es improbable que el texto de los acontecimientos centrales haya sido corregido radicalmente desde la aparición de la primera Ilíada de alrededor de 750 a. de C. Sin embargo, las pendencias son tan poco edificantes, y todos los caudillos griegos se comportan tan sanguinaria, engañosa y desvergonzadamente, en tanto que los troyanos, por contraste, se comportan tan bien, que es evidente hacia qué lado se inclinaba la simpatía del autor. Como legatario de los bardos de la corte minoica encontró su hogar espiritual entre las pasadas glorias de Cnosos y Micenas y no junto a las fogatas de campamento de los invasores bárbaros del norte. Homero describe fielmente las vidas de sus nuevos señores, que han usurpado antiguos títulos religiosos al casarse con las herederas de las tribus, y, aunque los llama semejantes a los dioses, sabios y nobles, le causan una profunda repugnancia. Viven de la espada y mueren por la espada, desdeñando el amor, la amistad, la fe y las artes de la paz. Les interesan tan poco los nombres divinos por los que juran que se atreve a burlarse en su presencia de los codiciosos, taimados, pendencieros, lascivos y cobardes Olímpicos que han trastornado el mundo. Uno lo descartaría como un miserable irreligioso si no fuera claramente un adorador secreto de la Gran Diosa de Asia (a la que los griegos han humillado en esta guerra) y si no se vislumbrara su índole afectuosa y honorable cada vez que describe la vida familiar en el palacio de Príamo. Homero se ha inspirado en la epopeya babilonia de Gilgamesh para su relato sobre Aquiles, sustituyendo a Gilgamesh por Aquiles, a Ninsun por Tetis y a Enkidú por Patroclo.

3. El comportamiento histérico de Aquiles cuando se entera de la muerte de Patroclo tiene que haber chocado a Homero, pero encubre las barbaridades del funeral con un lenguaje épico burlesco, seguro de que sus señores no se darán cuenta de lo agudo de la sátira. Puede decirse que, en cierto modo, Homero se anticipó a Goya, cuyos retratos caricaturescos de la familia real española estaban pintados tan magníficamente que podían ser aceptados por las víctimas como parecidos sinceros. Pero la agudeza de la Ilíada como sátira ha sido embotada un tanto por la necesidad que tenían los homéridas de aplacar a sus huéspedes divinos en Délos; Apolo y Artemis debían apoyar a los tróvanos y mostrar dignidad y discreción, al menos en contraste con los dioses depravados del campo heleno. Un resultado de la aceptación de la Iliada por las autoridades de las ciudades griegas como una epopeya nacional fue que nadie volvió a tomar en serio la religión olímpica, y las costumbres griegas nunca dejaron de ser bárbaras, excepto en los lugares donde sobrevivió el culto de los misterios cretenses y los mistagogos exigían a sus iniciados un certificado de buena conducta. La Gran Diosa, aunque ahora estaba oficialmente subordinada a Zeus, siguió ejerciendo una fuerte influencia espiritual en Eleusis, Corinto y Samotracia, hasta la supresión de sus misterios por los primeros emperadores bizantinos. Luciano, quien amaba a Homero y le sucedió como el principal satírico de los Olímpicos, también adoraba a la Diosa, a la que había sacrificado su primer corte de cabello en Hierápolis.

4. Se dice que los huesos de Héctor fueron llevados de Troya a Tebas, pero «Héctor» era el título del rey sagrado tebano con anterioridad a la guerra de Troya; y sufría el mismo desuno cuando terminaba su reinado, destino que consistía en ser arrastrado en un accidente de carro, como Glauco (véase 71.a), Hipólito (véase 101.g), Enómao (véase 109.g) y Abdero (véase 130.d). Como «Áquiles» era también un título más bien que un nombre, el combate puede haber sido tomado de la perdida saga tebana de «La oveja de Edipo», en la que los co-reyes lucharon por el trono (véase 106.2).

164
LA MUERTE DE ÁQUILES

a. La reina de las amazonas Pentelisea, hija de Otrere y Ares, se había refugiado en Troya huyendo de las Erinias de su hermana Hipólita (llamada también Glauce o Melanipa), a la que había matado accidentalmente, bien durante una cacería, o bien, según los atenienses, en la lucha que siguió al casamiento de Teseo con Fedra. Purificada por Príamo, se distinguió mucho en la batalla y dio muerte a numerosos griegos, entre ellos (según se dice) a Macaón, aunque la versión más común hace que le mate Eurípilo, hijo de Télefo[727]. Sacó a Áquiles del campo de batalla en varias ocasiones, y algunos pretenden incluso que ella lo mató y que Zeus, atendiendo a la súplica de Tetis, le devolvió la vida, pero al final él la atravesó con la lanza, se enamoró de su cadáver y cometió necrofilia con él allí mismo[728]. Cuando Áquiles pidió voluntarios para enterrar a Pentesilea, Tersites, un hijo del etolio Agrio y el más feo de los griegos que luchaban delante de Troya, y que había vaciado los ojos de Pentesilea con su lanza cuando ella yacía moribunda, acusó burlonamente a Áquiles de lujuria inmunda y contranatural. Áquiles se volvió y asestó a Tersites un golpe tan fuerte que le rompió todos los dientes y envió su alma al Tártaro[729].

b. Esto causó una gran indignación entre los griegos y Diomedes, que era primo de Tersites y deseaba mostrar su desdén por Áquiles, arrastró el cuerpo de Pentesilea tirándolo de los pies y lo arrojó en el Escamandro; pero lo sacaron del río y lo enterraron en la orilla con grandes honores: algunos dicen que lo hizo Áquiles, y otros que los troyanos. Áquiles se embarcó luego para Lesbos, donde hizo sacrificios a Apolo, Artemis y Leto; y Odiseo, enemigo jurado de Tersites, le purificó del asesinato. Pentesilea moribunda, sostenida por Aquiles, aparece grabada en el trono de Zeus en Olimpia[730]. Su nodriza, la amazona Cleta, al enterarse de que había huido a Troya después de la muerte de Hipólita, salió en su busca, pero los vientos contrarios la llevaron a Italia, donde fijó su residencia y fundó la ciudad de Cíete[731].

c. Príamo había convencido ya a su hermanastro Titono de Asiría para que enviase a Troya a su hijo el etíope Memnón; le sobornó con una vid de oro[732]. En Etiopía se muestra un supuesto palacio de Memnón, aunque cuando Titono emigró a Asiría y fundó Susa, Memnón, que era entonces un niño, había ido con él. A Susa se la llama ahora comúnmente la Ciudad de Memnón, y a sus habitantes asíanos, por Cisia, la madre de Memnón. Su palacio en la Acrópolis subsistió hasta la época de los persas[733].

d. Titono gobernaba la provincia de Persia para el rey asirio Téutamo, el señor de Príamo, quien puso a Memnón al mando de un millar de etíopes, un millar de susanos y doscientos carros. Los frigios muestran todavía el camino escabroso pero directo, con lugares para acampar cada viente la ilómetros más o menos, por el que Memnón, después de subyugar a todas las naciones intermedias, marchó a Troya. Era negro como el ébano, pero el hombre más bello existente, y, como Aquiles, llevaba una armadura forjada por Hefesto[734]. Algunos dicen que condujo un gran ejército de etíopes e indios a Troya por Armenia, y que otra expedición partió por mar de Fenicia a sus órdenes y mandada por un sidonio llamado Falante. Cuando desembarcó en Rodas, los habitantes de la cual estaban en favor de la causa griega, le preguntaron a Falante en público: «¿No te avergüenza, señor, ayudar al troyano París y a otros enemigos declarados de tu ciudad natal?» Los marineros fenicios, que entonces se enteraron por primera vez de adonde iban, lapidaron a Falante por traidor y se establecieron en Yáliso después de repartirse el tesoro y las municiones de guerra que llevaba Falante[735].

e. Entretanto, en Troya, Memnón mató a vanos griegos destacados, entre ellos a Antíloco hijo de Néstor, cuando acudió a salvar a su padre, pues París había matado a uno de los caballos del carro de Néstor y el terror hacía inmanejable a su compañero de yunta[736]. Este Antíloco había sido abandonado cuando era niño en el monte Ida por su madre Anaxibia, o Eurídice, y le había amamantado una perra. Aunque era demasiado joven cuando la expedición zarpó de Áulide al comienzo de la guerra, la siguió algunos años después y pidió a Aquiles que aplacara la ira de Néstor ante su llegada inesperada. Aquiles, complacido con el ánimo belicoso de Antíloco, se comprometió a mediar entre ellos y, por deseo suyo, Néstor presentó su hijo a Agamenón[737]. Antíloco era uno de los griegos más jóvenes, bellos, rápidos y valientes que luchaban en Troya y Néstor, a quien un oráculo había advertido que debía protegerlo contra un etíope, designó a Calionte como su guardián, pero en vano[738]. Los huesos de Antíloco fueron enterrados junto a los de sus amigos Aquiles y Patroclo, a cuyas ánimas acompañó a los Campos de Asfódelos[739].

f. Ese día, con la ayuda de los etíopes de Memnón, los troyanos casi consiguieron incendiar las naves griegas, pero llegó la noche y se retiraron. Después de enterrar a sus muertos, los griegos eligieron a Áyax el Grande para que se enfrentase con Memnón; y a la mañana siguiente había comenzado ya el combate singular cuando Tetis fue en busca de Aquiles, quien estaba ausente del campamento, y le dio la noticia de la muerte de Antíloco. Aquiles se apresuró a volver para vengarse, y mientras Zeus, quien había pedido una balanza, pesaba su destino contra el de Memnón[740], apartó a un lado a Áyax y ocupó su lugar en el combate. El platillo que contenía el destino de Memnón descendió en las manos de Zeus, Aquiles asestó a su adversario el golpe mortal y poco después una cabeza negra y una armadura brillante coronaban la pira ardiente de Antíloco[741].

g. Sin embargo, algunos dicen que los tesalios le tendieron una emboscada a Memnón, y que los etíopes, después de quemar su cuerpo, llevaron las cenizas a Titono; y que ahora están enterradas en una colina que domina la desembocadura del río Esepo, donde una aldea lleva su nombre[742]. Eos, considerada como la madre de Memnón, imploró a Zeus que le otorgase la inmortalidad y algunos honores más. En consecuencia, varias aves hembras fantasmas, llamadas Memnónidas, se formaron con las ascuas y el humo de su pira, se elevaron al aire y volaron tres veces a su alrededor. En la cuarta vuelta se dividieron en dos bandadas, lucharon entre ambas con las garras y los picos y cayeron sobre las cenizas como un sacrificio fúnebre. Las Memnónidas siguen luchando y cayendo sobre su tumba cuando el Sol ha recorrido todos los signos del Zodíaco[743].

h. Según otra tradición, estas aves son las muchachas compañeras de Memnón, las cuales lamentaron su muer te tan excesivamente que los dioses, compadecidos, las transformaron en aves. Hacen una visita anual a su tumba, donde lloran y se laceran hasta que algunas de ellas caen muertas. Los helespontinos dicen que cuando las Memnónidas visitan la tumba de Memnón junto al Helesponto utilizan las alas para rociarla con agua del río Esepo; y Eos sigue derramando lágrimas de rocío por él todas las mañanas. Polignoto pintó a Memnón haciendo frente a su rival Sarpedón y vestido con un manto bordado con esas aves. Se dice que los dioses observan los aniversarios de la muerte de ambos como días de luto[744].

i. Otros creen que los huesos de Memnón fueron llevados a Pafos en Chipre, y desde allí a Rodas, donde su hermana Himera, o Hemera, fue a buscarlos. Los fenicios que se habían rebelado contra Falante permitieron que se los llevara con la condición de que no exigiera la devolución del tesoro robado. Ella accedió a eso y llevó la urna a Fenicia; allí la enterró en Palioquis y luego desapareció[745]. Otros dicen que la tumba de Memnon se halla cerca de Faltón, en Siria, junto al río Badas. Su espada de bronce cuelga de la pared del templo de Asclepios en Nicomedia; y la Tebas egipcia es famosa por una colosal estatua negra —una figura de piedra sentada— que produce un sonido parecido al del rompimiento de la cuerda de una lira todos los días al salir el sol. Todos los pueblos de habla griega lo llaman Memnón, pero no los egipcios[746].

j. A continuación Aquiles derrotó a los troyanos y los persiguió hacia la ciudad, pero su destino estaba ya también decidido. Posidón y Apolo se comprometieron a venga la muerte de Geno y Troilo y a castigar ciertas jactancias insolentes que Aquiles había pronunciado sobre el cadáver de Héctor, y se cosultaron. Velado con una nube y apostado junto a la Puerta Escea, Apolo buscó a París en lo más reñido del combate, dirigió su arco y guió la flecha fatal. Fue a clavarse en la única parte vulnerable del cuerpo de Aquiles, el talón derecho, y murió con terribles dolores[747]. Pero algunos dicen que Apolo, asumiendo la semejanza de Paris, mató personalmente a Aquiles; y ésta fue la versión que aceptó Neoptólemo, el hijo de Aquiles. Durante todo el día se libró sobre el cadáver una batalla feroz. Áyax el Grande mató a Glauco, lo despojó de su armadura, envió ésta al campamento y, a pesar de una lluvia de flechas, llevó el cadáver de Aquiles a través de los enemigos, mientras Odiseo le cubría la retaguardia. Una tempestad enviada por Zeus puso entonces fin a la lucha[748].

k. Según otra tradición, Aquiles fue víctima de un complot. Príamo le había ofrecido a Políxena en matrimonio con la condición de que levantase el sitio de Troya, pero Políxena, que no podía perdonar a Aquiles el que hubiera asesinado a su hermano Troilo, hizo que revelara la vulnerabilidad de su talón, pues no hay secreto que las mujeres no puedan arrancar a los hombres como prueba de amor. A pedido de ella, descalzo y desarmado, a ratificar el acuerdo mediante sacrificios a Apolo Timbreo; luego, mientras Deífobo le abrazaba simulando amistad, Paris, oculto detrás de la imagen del dios, le atravesó el talón con una flecha envenenada o, según algunos, con una espada. Pero antes de morir Aquiles tomó del altar unas teas y las lanzó vigorosamente a su alrededor, matando a muchos tróvanos y servidores del templo[749]. Entre tanto, Odiseo, Áyax y Diomedes, sospechando una posible traición de Aquiles, le habían seguido al templo. Paris y Deífobo se cruzaron con ellos corriendo en la puerta; entraron y Aquiles, al expirar en sus brazos, les pidió que después de la caída de Troya sacrificaran a Políxena en su tumba. Áyax sacó el cadáver del templo en sus hombros; los troyanos trataron de apoderarse de él, pero los griegos consiguieron llevárselo y lo condujeron a las naves. Algunos dicen, por otra parte, que los troyanos vencieron en la pelea y no entregaron el cadáver de Aquiles hasta que les devolvieron el rescate que Príamo había pagado por Héctor[750].

l. Esa pérdida desalentó a los griegos. Sin embargo, Posidón prometió a Tetis que concedería a Aquiles en el Mar Negro una isla en la que las tribus de la costa le ofrecerían sacrificios divinos durante toda la eternidad. Un grupo de nereidas fue a Troya para llorar con ella y permanecieron desoladas alrededor de su cadáver mientras las nueve Musas entonaban el canto fúnebre. El duelo duró diecisiete días y noches, pero aunque Agamenón y los otros caudillos griegos derramaron muchas lágrimas, ninguno de los soldados rasos lamentó mucho la muerte de un traidor tan notorio. El decimoctavo día el cuerpo de Aquiles fue quemado en una pira y sus cenizas, mezcladas con las de Patroclo, fueron guardadas en un cofre de oro hecho por Hefesto, regalo de boda de Dioniso a Tetis; el cofre fue enterrado en el promontorio Sigeo, que dormina el Helesponto, y sobre él los griegos erigieron un alto túmulo como mojón[751]. En una aldea vecina llamada Aquilea hay un templo dedicado a Aquiles y su estatua lleva un arete de mujer[752].

m. Mientras los aqueos realizaban juegos fúnebres en su honor —Eumelo ganó la carrera de carros, Diomedes la pedestre, Áyax el lanzamiento de discos y Teucro la competencia en el disparo de arcos— Tetis sacó el alma de Aquiles de la pira y la llevó a Leucea, una isla de unos veinte estadios de circunferencia, boscosa y llena de animales salvajes y domesticados que se halla frente a la desembocadura del Danubio y que ahora le está consagrada. En una ocasión, cuando cierto crotoniano llamado Leónimo, que había sido herido gravemente en el pecho mientras luchaba con sus vecinos, los locrios espicefirios, hizo una visita a Delfos para preguntar cómo podía curarse, la Pitonisa le dijo: «Ve a Leucea. Allí Áyax el Pequeño, a cuya ánima invocaron sus enemigos para que luchase en su favor, aparecerá y te curará la herida». Volvió algunos meses después, sano y salvo, e informó que había visto a Aquiles, Patroclo, Antíloco, Áyax el Grande y finalmente Áyax el Pequeño, quien le había curado. Helena, ahora casada con Aquiles, le había dicho: «Te ruego, Leónimo, que vayas a Himera y le digas al difamador de Helena que la pérdida de su vista se debe al desagrado de ella». Los marineros que navegan rumbo al norte desde el Bosforo hasta Olbia oyen con frecuencia a Aquiles que canta los versos de Homero al otro lado del agua, y al sonido de su voz acompañan el ruido de cascos de caballos, gritos de guerreros y entrechocar de armas[753].

n. Aquiles yació por vez primera con Helena, no mucho antes de su muerte, en un sueño dispuesto por su madre Tetia. Esta experiencia le causó tal placer que pidió a Helena que se descubriese ante él en la vida real en la muralla de Troya. Ella lo hizo y Aquiles se enamoró desesperadamente. Como él fue su quinto marido, lo llaman Pempto, que quiere decir «quinto», en Creta; Teseo, Menelao, París y Deífobo habían sido sus predecesores[754].

o. Pero otros sostienen que Aquiles sigue bajo el poder de Hades y se queja amargamente de su suerte mientras se pasea por los Campos de Asfódelos; otros, que se casó con Medea y vive regiamente en los Campos Elíseos o en las Islas de los Bienaventurados[755].

p. Por orden de un oráculo se erigió un cenotafio a Aquiles en el antiguo gimnasio de Olimpia; allí, al comienzo del festival, cuando el sol se pone, las eleanas le honran con ritos fúnebres. Los tesalios, por orden del oráculo de Dodona, hacen también sacrificios anuales a Aquiles; y en el camino que lleva de Esparta hacia el norte hay un templo que le construyó Prax, su bisnieto, y que está cerrado al gran público; pero los muchachos a los que se exige que luchen en el cercano bosquecillo de sicómoros entran en él y hacen sacrificios a Aquiles de antemano[756].

*

1. Pentesilea era una de las amazonas vencidas por Teseo y Heracles: es decir, una de las sacerdotisas combatientes de Atenea, derrotadas por los invasores eolios de Grecia (véase 100.1 y 131.2). El episodio ha sido situado en Troya porque, según se dice, la confederación de Príamo comprendía a todas las tribus del Asia Menor. Pentesilea no aparece en la Ilíada, pero el ultraje de su cadáver por Aquiles es característicamente homérico, y como se la menciona en otros muchos textos clásicos, un pasaje acerca de ella pudo muy bien haber sido suprimido por los compiladores de Pisístrato. Dictys Cretensis (iv.2-3) moderniza la fábula: dice que cabalgaba al frente de un gran ejército y que, al encontrar a Héctor muerto, habría vuelto a su país si París no la hubiera sobornado con oro y plata para que se quedase. Aquiles atravesó con la lanza a Pentesilea en su primer encuentro y la hizo caer de la silla tirándole del cabello. Cuando yacía en tierra moribunda los soldados griegos gritaron: «¡Arroja a esa virago a los perros como castigo por sobrepasar la naturaleza de la mujer!» Aunque Aquiles pidió que se le hiciese un funeral honorable, Diomedes tomó el cadáver por los pies y lo arrastró para arrojarlo al Escamandro. En la leyenda griega las viejas nodrizas representan habitualmente a la Diosa como Anciana (véase 24.9) y la nodriza de Pentesilea, Cleta («invocada») no es una excepción.

2. Cisia («hiedra») parece ser un título primitivo de la diosa, llamada de diversos modos, que presidía las orgías de hiedra y vid en Grecia, Tracia, Asia Menor y Siria (véase 168.j); los «cisianos» de Memnón, sin embargo, son una variante de «susianos» («hombres-lirio»), llamados así en honor de la diosa Lirio, Susannah o Astarté. Probablemente Príamo pidió ayuda, no a los sirios, sino a los hititas, que muy bien podían haberle enviado refuerzos por tierra, y también por mar, desde Siria. «Memnón» («resuelto»), un título común de los reyes griegos —intensificado en «Agamemnón» («muy resuelto»)— ha sido confundido aquí con Mnemón, un título del asirio Artajerjes, y con Amenofis, el nombre del Faraón en honor del cual se construyó en Tebas la famosa estatua negra y cantante. Los primeros rayos del sol calentaban la piedra hueca y hacían que el aire interior se expandiese y saliera por la estrecha garganta.

3. Aquiles en su nacimiento, juventud y muerte es aceptable mitológicamente como el antiguo rey sagrado pelasgo, destinado a convertirse en el héroe oracular «sin labios». Su adversario mítico llevaba varios nombres, como «Héctor», «Paris» y «Apolo». Aquí es Memnón, hijo de Cisia. El duelo de Aquiles con Memnón, cada uno de ellos apoyado por su madre, estaba tallado en el Cofre de Cipselo (Pausanias: v.19.1) y en el trono de Apolo en Amidas (Pausanias: iii.18.7); además figura en un gran grupo del pintor Licio que los habitantes de Apolonia le dedicaron en Olimpia (Pausanias: v.22.2). Los dos representan al rey sagrado y su sucesor: Aquiles, hijo de la diosa del Mar, brillante Espíritu del Año Creciente; y Memnón, hijo de la diosa; Hiedra, oscuro Espíritu del Año Menguante, al que se consagra la vid dorada. Se matan el uno al otro alternativamente, en los solsticios invernal y estival; el rey muere siempre a consecuencia de una herida en el talón, y su sucesor es decapitado con una espada. Aquiles, en este sentido antiguo, no corrompido por el comportamiento escandaloso de los caudillos aqueos y dorios que usurparon su nombre, era honrado como héroe en muchos lugares; y la fábula no homérica de la traición de que fue objeto por Políxena, quien le arrancó el secreto de su talón vulnerable, lo coloca junto a Llew Llaw, Cuchulain, Sansón y otros héroes de la Edad de Bronce de buena reputación. Es probable, por tanto, que su lucha con Pentesilea fuera de la misma clase que la de su padre, Peleo, con Tetis (véase 81.d). Quien recibió el mensaje de Helena desde Leucea —que ahora es una isla prisión rumana sin árboles— fue el poeta Estesícoro (véase 31.9 y 159.1).

4. Debido a que Memnón fue del Oriente para ayudar a Príamo se le llamó «hijo de Eos» («la aurora»); y como necesitaba un padre, Titono, el amante de Eos, pareció la elección natural (véase 40.c). Una lucha en el solsticio de invierno entre muchachas disfrazadas de aves de la que da fe Ovidio, es una explicación más probable de las Memnónidas que el que sean encarnaciones fantásticas de chispas que ascienden de un cadáver colocado en la pira; la lucha se libraría originalmente por el cargo de suma sacerdotisa, al estilo libio (véase 8.1).

5. Aquiles, como rey sagrado de Olimpia, era llorado después del solsticio estival, cuando se realizaban en su honor los juegos fúnebres olímpicos; a su sucesor, llamado Idealmente «Crono», se le lloraba después del solsticio de invierno (véase 138.4). En las Islas Británicas estas fiestas caían en el primero de agosto y el día de San Esteban, respectivamente; pero aunque el cadáver del reyezuelo de cresta dorada, el pájaro de Crono, es llevado todavía en procesión por los distritos rurales el día de San Esteban, las Memnónidas británicas suspiran y sollozan sólo por el petirrojo, no por su víctima, el reyezuelo: por el sucesor y no por el rey sagrado.

6. El templo de héroe de Aquiles en Creta debió de ser construido por inmigrantes pelasgos, pero el sicómoro es un árbol cretense. Puesto que la hoja de sicómoro representaba la mano verde de Rea, quizá se llamara a Aquiles Pempto («quinto») para identificarlo con Acésidas, el quinto de sus Dáctilos, es decir el dedo meñique oracular, del mismo modo en que identificaba a Heracles con el primero, el viril pulgar (véase 53.1).

7. La vid de oro de Príamo, con la que sobornó a Titono para que enviara a Memnón, parece haber sido la que dio Zeus a Tros como compensación por el rapto de Ganimedes (véase 29.6).

165
LA LOCURA DE ÁYAX

a. Cuando Tetis decidió conceder las armas de Aquiles al griego más valiente que quedaba vivo delante de Troya, solamente Áyax y Odiseo, que habían defendido juntos el cadáver[757], se atrevieron a reclamarlas. Algunos dicen que Agamenón, quien aborrecía a toda la Casa de Éaco, rechazó las pretensiones de Áyax y repartió las armas entre Menelao y Odiseo, cuya buena voluntad estimaba mucho más[758]; otros dicen que evitó lo odioso de una decisión remitiendo el caso a una reunión de los caudillos griegos, que la resolvieron en votación secreta; o que la remitió a los cretenses y los otros aliados; o que obligó a sus prisioneros troyanos a declarar cuál de los dos reclamantes les había hecho más daño[759]. Pero la verdad es que, mientras Áyax y Odiseo seguían jactándose competitivamente de sus hazañas, Néstor le aconsejó a Agamenón que por la noche enviase espías para que escuchasen al pie de las murallas de Troya la opinión imparcial de los enemigos al respecto. Los espías oyeron lo que decían unas muchachas que conversaban entre ellas: cuando una elogió a Áyax por haber retirado el cadáver de Aquiles del campo de batalla entre una tormenta de proyectiles, otra, por instigación de Atenea, replicó: «¡Tonterías! Hasta una esclava habría hecho lo mismo una vez que alguien le ha puesto un cadáver en los hombros; pero si le hubieran puesto armas en la mano habría estado demasiado asustada para utilizarlas. Odiseo, y no Áyax, sufrió el embate más fuerte de nuestro ataque[760]».

b. En consecuencia, Agamenón concedió las armas a Odiseo. Él y Menelao nunca se hubiesen atrevido, por supuesto, a insultar a Áyax de esta manera si Aquiles hubiera estado vivo, pues Aquiles quería entrañablemente a su valiente primo. Fue el mismo Zeus quien provocó la querella[761].

c. Con una ira muda, Áyax decidió vengarse de sus compatriotas griegos aquella misma noche; pero Atenea le enloqueció e hizo que se lanzara espada en mano contra las vacas y las ovejas tomadas de las granjas troyanas como parte del botín común. Tras una gran matanza, encadenó a los animales sobrevivientes y los llevó al campamento, donde continuó su matanza. Eligió dos carneros de patas blancas, cercenó la cabeza y la lengua a uno de ellos, al que tomó por Agamenón o Menelao, y ató el otro a una columna, donde lo azotó con un ronzal, gritando insultos y llamándole pérfido Odiseo[762].

d. Por fin recobró el juicio y, completamente desesperado, llamó a Eurísaces, hijo con Tecmesa, y le entregó el enorme escudo séptuple del cual había recibido su nombre. «El resto de mis armas será enterrado conmigo cuando muera», dijo. Teucro, el hermanastro de Áyax e hijo de Hesíone, la hermana cautiva de Príamo, se hallaba en aquel momento en Misia, pero Áyax le dejó un mensaje designándolo guardián de Eurísaces, a quien debía llevar a casa de sus abuelos Telamón y Euribea en Salamina. Luego, después de decir a Tecmesa que eludiría la ira de Atenea bañándose en agua de mar y encontrando un trozo de tierra no hollada en el que pudiera enterrar con seguridad la espada, salió, decidido a matarse.

e. Fijó en tierra la espada —la misma que le había dado Héctor a cambio del tahalí de púrpura— con la punta hacia arriba, y después de pedir a Zeus que le hiciera saber a Teucro dónde se podía encontrar su cadáver; a Hermes que condujera su alma a los Campos de Asfódelos; y a las Erinias que le vengaran, se arrojó sobre ella. La espada, que detestaba lo que Áyax le pedía, se dobló en la forma de arco, y ya había amanecido cuando por fin consiguió suicidarse poniendo la punta bajo su axila vulnerable[763].

f. Entretanto Teucro volvió a Misia y estuvo a punto de que lo mataran los griegos, indignados por la matanza de su ganado. Calcante, a quien no se había otorgado la previsión profética del suicidio, llevó aparte a Teucro y le aconsejó que encerrara a Áyax en su tienda, pues le había enloquecido la ira de Atenea. Podalirio, hijo de Asclepio, se mostró de acuerdo; era un médico tan experto como su hermano Macaón el cirujano y el primero que diagnosticó la locura de Ajax por sus ojos llameantes[764]. Pero Teucro se limitó a sacudir la cabeza, pues Zeus le había informado ya de la muerte de su hermano, y salió tristemente con Tecmeas en busca del cadáver.

g. Encontró a Áyax tendido en un charco de sangre y Teucro se quedó consternado. ¿Cómo podía volver a Salamina y hacer frente a su padre Telamón? Mientras se hallaba allí tirándose de los pelos se presentó Menelao y le prohibió enterrar a Áyax, a quien había que dejar a merced de los voraces milanos y los piadosos buitres. Teucro lo envió a paseo y, dejando que Eurísaces, vestido de suplicante, expusiera mechones de su cabello, del de Teucro y del de Tecmesa, para guardar así el cadáver de Áyax —sobre el que Tecmesa había extendido su túnica—, se presentó airado ante Agamenón. Odiseo intervino en la subsiguiente disputa y no sólo instó a Agamenón para que permitiera los ritos fúnebres, sino que además se ofreció a ayudar a Teucro a realizarlos. Teucro no aceptó ese servicio, aunque agradeció la cortesía de Odiseo. Finalmente Agamenón, por consejo de Calcante, permitió que Áyax fuese enterrado en un ataúd de suicida en el cabo Reteo, y no que fuera quemado en una pira como si hubiera caído honorablemente en la batalla[765].

h. Algunos sostienen que la causa de la querella entre Áyax y Odiseo fue la posesión del Paladio y que se produjo después de la caída de Troya[766]. Otros niegan que Áyax se suicidara y dicen que, como era invulnerable al acero, los troyanos lo mataron con terrones de arcilla, como les había aconsejado un oráculo. Pero quizá se trataba de otro Áyax[767].

i. Posteriormente, cuando Odiseo visitó los Campos de Asfódelos, Áyax fue la única ánima que permaneció alejada de él, y rechazó sus excusas de que Zeus había sido responsable de su desgracia. Para entonces Odiseo había regalado prudentemente las armas a Neoptólemo, el hijo de Aquiles; aunque los eolios que más tarde se establecieron en Troya dicen que las perdió en un naufragio cuando regresaba a su casa y que Tetis consiguió que las olas las depositasen junto a la tumba de Áyax en Reteo. Durante el reinado del emperador Adriano la mar gruesa abrió la tumba y se descubrió que sus huesos eran de tamaño gigantesco; basta con decir que las rótulas eran tan grandes como los discos que emplean los muchachos en el pentatlón. Por orden del emperador los volvieron a enterrar inmediatamente[768].

j. Los habitantes de Salamina dicen que cuando murió Áyax apareció una flor nueva en su isla: blanca, con matices rojos, menor que un lirio y, como el jacinto, con letras que decían Ai! Ai! («¡Ay, ay!»). Pero se cree generalmente que la nueva flor nació de la sangre de Áyax cuando cayó, pues las letras también quieren decir Aias Aiacides: «Áyax el Eácida». En la plaza del mercado de Salamina hay un templo de Áyax con una imagen de ébano; y no lejos del puerto se muestra un canto rodado en el que se sentó Telamón para contemplar la nave que se llevó a sus hijos a Áulide[769].

k. Teucro volvió por fin a Salamina, pero Telamón le acusó de fratricidio en segundo grado, pues no había apoyado la pretensión de Áyax a las armas en disputa. Le prohibió desembarcar y tuvo que defenderse desde el mar mientras los jueces le escuchaban en la orilla; el propio Telamón se había visto obligado a hacer lo mismo por su padre Éaco cuando le acusó de haber asesinado a su hermano Foco. Y así como Telamón había sido declarado culpable y desterrado, así también lo fue Teucro, fundándose en que no había llevado de vuelta los huesos de Áyax, ni a Tecmesa ni Eurísaces; lo que desmostraba negligencia. Se dirigió a Chipre, donde, con el favor de Apolo y el permiso del rey sidonio Belo, fundó la otra Salamina[770].

l. Los atenienses honran a Áyax como uno de sus héroes epónimos e insisten en que Fileo, el hijo de Eurísace, se hizo ciudadano ateniense y les entregó la soberanía de Salamina[771].

*

1. Aquí el elemento mitológico es pequeño. Áyax quizás aparecía en alguna ilustración chipriota atando el carnero a una columna, no porque se hubiera vuelto loco, sino porque ésa era una forma de sacrificio introducida en Chipre desde Creta (véase 39.2).

2. El jacinto de Homero es la espuela de caballero azul —hyacinthos grapta— que tiene en la base de sus pétalos marcas que se parecen a las letras griegas primitivas AI; estaba también consagrada al Jacinto cretense (véase 21.8).

3. Los huesos de Áyax que ordenó volver a enterrar Adriano, como los de Teseo (véase 104.i), probablemente pertenecían a algún héroe mucho más antiguo. Pisístrato utilizó la supuesta relación de Áyax con el Ática para reclamar la soberanía de la isla de Salamina que ejercía anteriormente Megara, y se dice que apoyó su reclamación mediante la inserción de versos fraguados (véase 163.1) en el canón homérico (Ilíada ii.458-559; Aristóteles: Retórica i.15; Plutarco: Solón 10). Ata es una forma vieja de gata («tierra») y atas («Áyax») significaría «campesino».

4. Matar a un hombre con terrones de arcil la en lugar de hacerlo con espadas era un medio primitivo de evitar la culpabilidad por homicidio; y el asesinato de este otro Áyax debe de haber sido, por tanto, obra de sus parientes y no del enemigo troyano.

5. Que Odiseo y Áyax disputaran la posesión del Paladio es históricamente importante, pero Sófocles ha confundido descuidadamente a Áyax el Grande con Áyax el Pequeño (véase 166.2).

166
LOS ORÁCULOS DE TROYA

a. Aquiles había muerto y los griegos comenzaban a desesperar. Calcante profetizó que Troya no podría ser tomada sino con la ayuda del arco y las flechas de Heracles. En consecuencia, Odiseo y Diomedes fueron enviados a Lemnos para que se los pidieran a Filoctetes, quien los poseía en aquel momento[772].

b. Algunos dicen que Fímaco, pastor del rey Actor e hijo de Dolofión había alojado a Filoctetes y curado su herida apestosa durante los últimos diez años. Otros afirman que algunos de los soldados melibeos de Filoctetes se habían establecido a su lado en Lemnos y que los Asclepíadas ya le habían curado con tierra de Lemnos antes que llegara la delegación; o que Filio o Pelio, un hijo de Hefesto, lo hizo. Se dice que luego Filoctetes conquistó ciertas pequeñas islas situadas frente a las costa troyana para el rey Euneo, desalojando a la población caria, bondad que agradeció Euneo concediéndole el distrito de Acesa en Lemnos[773]. Por lo tanto, se explica, Odiseo y Diomedes no necesitaban tentar a Filoctetes con ofrecimientos de tratamiento médico; fue voluntariamente con ellos, llevando el arco y las flechas, con el propósito de ganar la guerra para los griegos y gloria para sí mismo. Según otra versión, la delegación se encontró con que había muerto hacía tiempo a consecuencia de la herida y convenció a sus herederos para que les dejaran llevar el arco[774].

c. La verdad es, no obstante, que Filoctetes se había quedado en Lemnos, sufriendo mucho, hasta que Odiseo le convenció con engaños para que entregara el arco y las flechas; pero Diomedes (y no, como algunos dicen equivocadamente, Neoptólemo) no quiso complicarse en el robo y aconsejó a Filoctetes que exigiera la devolución de su propiedad. Entonces intervino el dios Heracles: «Ve con ellos a Troya, Filoctetes —le dijo— y yo enviaré a un asclepíada para que te cure; pues Troya debe caer por segunda vez con mis flechas. Te elegirán entre los griegos como el combatiente más temerario de todos. Matarás a Paris, tomarás parte en el saqueo de Troya y enviarás a tu casa el botín, reservando la parte mejor para tu padre Peante. Pero recuerda: no puedes tomar a Troya sin Neoptólemo, hijo de Aquiles, ¡ni puede hacerlo él sin ti!»[775].

d. Filoctetes obedeció y cuando llegó al campamento griego lo bañaron con agua dulce y dejaron que durmiera en el templo de Apolo. Mientras dormía, el cirujano Macaón le cortó de la herida la carne podrida, vertió en ella vino y le aplicó hierbas curativas y la piedra serpentina. Pero algunos dicen que Podalirio, el médico hermano de Macaón, se encargó de la curación[776].

e. Tan pronto como estuvo curado, Filoctetes desafió a Paris a un combate con arcos. La primera flecha que disparó no hizo blanco, la segunda atravesó la mano del arco de Paris, la tercera le cegó el ojo derecho, y la cuarta le dio en el tobillo hiriéndole de muerte. A pesar del intento de Menelao de matar a Paris, éste consiguió salir renqueando del campo de batalla y refugiarse en Troya. Esa noche los troyanos lo llevaron al monte Ida, donde suplicó a su anterior amante, la ninfa Enone, que le curara, pero inspirada por un odio inveterado a Helena, ella, cruel, movió negativamente la cabeza y lo llevaron de vuelta para que muriera. Poco después Enone se arrepintió y corrió a Troya con un cesto lleno de drogas curativas, pero lo encontró ya muerto. En un frenesí de dolor saltó desde la muralla, o se ahorcó, o murió quemada en su pira; nadie recuerda cómo fue la cosa. Algunos excusan a Enone diciendo que habría curado a Paris inmediatamente si su padre no lo hubiera impedido; se vio obligada a esperar a que él saliera de casa antes de llevar las drogas y luego llegó demasiado tarde[777].

f. Heleno y Deífobo disputaron entonces la mano de Helena, y Príamo apoyaba a Deífobo fundándose en que había mostrado el mayor valor; pero, aunque su casamiento con Paris había sido dispuesto por los dioses, Helena no podía olvidar que seguía siendo reina de Esparta y esposa de Menelao. Una noche un centinela la sorprendió tratando de deslizarse por una cuerda de la muralla con el propósito de escaparse. La llevaron ante Deífobo, quien se casó con ella por la fuerza, con gran disgusto de los otros troyanos. Heleno abandonó inmediatamente la ciudad y fue a vivir con Arisbe en las laderas del monte Ida[778].

g. Al enterarse por Calcante de que solamente Heleno conocía los oráculos secretos que protegían a Troya, Agamenón envió a Odiseo para que le acechara y lo llevara al campamento griego. Dio la casualidad de que Heleno se hallaba como huésped de Crisis en el templo de Apolo Timbreo cuando llegó Odiseo en su busca, y se mostró bastante dispuesto a revelar los oráculos con la condición de que se le diera un hogar seguro en algún país lejano. Explicó que había abandonado Troya, no porque temiera la muerte, sino porque ni él ni Eneas podían perdonar el sacrilego asesinato de Aquiles por París en aquel mismo templo y por el que todavía no se había dado cumplida satisfacción a Apolo[779].

h. —Así sea. No me ocultes nada y te garantizaré la vida y la seguridad —le dijo Odiseo.

—Los oráculos son breves y claros —respondió Heleno—. Troya caerá este verano si cierto hueso de Pélope es llevado a vuestro campamento, si Neoptólemo sale a combatir, y si el Paladio de Atenea es robado de la ciudadela, porque no se puede abrir brecha en las murallas mientras siga allí[780].

Agamenón envió inmediatamente mensajeros a Pisa en busca del omóplato de Pélope. Entretanto Odiseo, Fénix y Diomedes se embarcaron para Esciros, donde convencieron a Licomedes para que dejara que Neoptólemo fuera a Troya; algunos dicen que entonces sólo tenía doce años de edad. El ánima de Aquiles se le apareció a su llegada, y en adelante se distinguió tanto en el consejo como en la guerra. Odiseo le entregó de buena gana las armas de Aquiles[781].

i. Eurípilo, hijo de Télefo, reforzó a los troyanos con un ejército de misios, y Príamo, que había ofrecido a su madre Astíoque una vid de oro si él iba, lo desposó con Casandra. Eurípilo demostró que era un combatiente resuelto y mató al cirujano Macaón; éste es el motivo por el que en el templo de Asdepio en Pérgamo, donde todos los servicios religiosos comienzan con un himno celebrando a Télefo, no se puede pronunciar en ocasión alguna el nombre de su hijo Eurípilo. Néstor llevó a Pilos los huesos de Macaón y los enfermos son curados en el templo de Gerania; su estatua de bronce enguirnaldada domina el lugar sagrado llamado «El Rosal». El propio Eurípilo fue muerto por Neoptólemo[782].

j. Poco antes de la caída de Troya las disensiones entre los hijos de Príamo se hicieron tan feroces que autorizó a Antenor para que negociara la paz con Agamenón. A su llegada al campamento griego, Antenor, por odio a Deífobo, convino en entregar traidoramente el Paladio y la ciudad a Odiseo; su precio fue la dignidad de rey y la mitad del tesoro de Príamo. Le dijo a Agamenón que se podía contar también con la ayuda de Eneas[783].

k. Trazaron juntos un plan, y para realizarlo Odiseo le pidió a Diomedes que le azotara sin piedad; luego, manchado con sangre, sucio y cubierto de harapos, consiguió que le admitieran en Troya como un esclavo fugitivo. Sólo Helena le conoció a pesar de su disfraz, pero cuando le interrogó en privado la engañó con respuestas evasivas. Sin embargo, no pudo rechazar una invitación para que fuera a su casa, donde ella le bañó, le ungió y le vistió con ropas finas; y una vez establecida su identidad sin duda alguna, Helena juró solemnemente que no lo denunciaría a los troyanos —hasta entonces sólo había confiado en Hécabe— si él le revelaba todos los detalles de su plan. Helena le explicó que la tenían como prisionera en Troya y deseaba volver a su patria. En aquel momento entró Hecabe. Odiseo se arrojó a sus pies, llorando de terror, y le suplicó que no lo denunciara. Cosa sorprendente, ella accedió. Odiseo se apresuró a volver, guiado por Hecabe, y llegó a donde estaban sus amigos a salvo y con abundante información; pretendió haber matado a varios troyanos que no querían abrirle las puertas[784].

l. Algunos dicen que Odiseo robó el Paladio en esta ocasión, él solo. Otros dicen que a él y a Diomedes, como favoritos de Atenea, los eligieron para hacerlo y que subieron a la ciudadela por un túnel estrecho y fangoso, mataron a los guardias que dormían y juntos se apoderaron de la imagen que la sacerdotisa Teano, esposa de Antenor, les entregó voluntariamente[785]. La versión común, no obstante, es que Diomedes escaló la muralla subiéndose a los hombros de Odiseo, porque la escala era corta, y entró en Troya solo. Cuando reapareció con el Paladio en los brazos los dos volvieron al campamento juntos, bajo la luna llena, pero Odiseo deseaba para sí toda la gloria. Se colocó detrás de Diomedes, a cuyos hombros estaba atada la imagen, y lo habría matado si Diomedes no hubiera visto la sombra de su espada, pues la luna estaba todavía baja en el firmamento. Se volvió, desenvainó su espada, desarmó a Odiseo, le ató las manos y lo llevó a las naves dándole repetidamente puntapiés y golpes. De aquí la frase «coacción de Diomedes» aplicada con frecuencia a aquellos cuyos actos obedecen a una coerción[786].

m. Los romanos pretenden que Odiseo y Diomedes se llevaron solamente una copia del Paladio exhibida públicamente, y que Eneas, cuando cayó Troya, rescató la imagen auténtica, pasándola a escondidas con el resto de su bagaje sagrado y la llevó sin peligro a Italia[787].

*

1. Todo esto es pura novela o drama, con excepción del robo del Paladio, la misteriosa negativa de Hécabe a denunciar a Odiseo (véase 168J) y la muerte de París a consecuencia de una herida en el tobillo (véase 92.10, 126.3 y 164.l). El omóplato de Pélope era probablemente de marfil de marsopa (véase 109.5). La versión que hace a Filoctetes morir envenenado —por las flechas de Heracles empapadas en la sangre de la Hidra— parece ser la más antigua (véase 162.1).

2. Pausanias informa (v.13.3): «Cuando los griegos volvían de Troya, la nave que transportaba el omóplato de Pélope se hundió frente a Eubea durante una tormenta. Muchos años después un pescador eritreo llamado Damármeno («domador de velas») recogió en su red un hueso que era de un tamaño tan asombroso que lo ocultó en la arena mientras iba a preguntar al oráculo de Delfos de quién era aquel hueso y qué debía hacer con él. Apolo había dispuesto que una embajada elea llegase el mismo día en busca de un remedio para una peste. La Pitonisa respondió a los eleos: “Recuperad el omóplato de Pélope”. Y a Damármeno le dijo: “Entrega tu hueso a estos embajadores”. Los eleos le recompensaron bien haciendo la custodia del hueso hereditaria en su casa. Ya no podía verse cuando visité Elide: sin duda el tiempo y la acción del agua marina en la que había estado durante tan largo tiempo lo habían convertido en polvo».

167
EL CABALLO DE MADERA

a. Atenea inspiró a Prilis, hijo de Hermes, la sugestión de que se podría entrar en Troya por medio de un caballo de madera; y Epeo, hijo de Panopeo, un fócense del Parnaso, se ofreció voluntariamente para construir uno bajo la inspección de Atenea. Luego, por supuesto, Odiseo reclamó el mérito de esta estratagema[788].

b. Epeo había llevado treinta naves desde las Cicladas a Troya. Desempeñaba el oficio de acarreador de agua en la casa de Atreo, como aparece en el friso del templo de Apolo en Cartea, y aunque era un pugilista hábil y un artesano consumado, había, nacido cobarde como castigo divino por haber faltado su padre a la palabra dada, pues Panopeo había jurado falsamente en nombre de Atenea que no desfalcaría parte alguna del botín tafiano conquistado por Anfitrión. La cobardía de Epeo se hizo proverbial desde entonces[789].

c. Construyó un enorme caballo hueco con tablones de pino, con un escotillón en un costado y grandes letras talladas en el otro que lo dedicaban a Atenea: «En agradecida anticipación del regreso a salvo a sus hogares, los griegos dedican esta ofrenda a la Diosa[790]». Odiseo convenció a los más valientes de los griegos para que subieran al caballo, completamente armados, por una escala de cuerdas y se introdujeran por el escotillón en su vientre. Se da variadamente su número como veintitrés, más de treinta, cincuenta, y lo que es un tanto absurdo, tres mil. Entre ellos estaban Menelao, Odiseo, Diomedes, Esténelo, Acamante, Toante y Neoptólemo. Engatusado, amenazado y sobornado, Epeo se unió también al grupo. Subió el último, introdujo la escala de cuerdas tras de sí y, como era el único que sabía hacer funcionar el escotillón, se sentó junto a la cerradura[791].

d. Al anochecer, los demás griegos que estaban a las órdenes de Agamenón siguieron las instrucciones de Odiseo, que consistían en incendiar su campamento, hacerse a la mar y esperar frente a Ténedos y las islas Calidnes hasta la noche siguiente. Sólo Sinón, primo hermano de Odiseo y nieto de Autólico, se quedó encargado de encender un fuego como señal de regreso[792].

e. Al amanecer los exploradores troyanos informaron que el campamento griego estaba reducido a cenizas y que su ejército se había ido dejando un caballo gigantesco en la costa. Príamo y varios de sus hijos salieron para verlo y se quedaron contemplándolo con asombro. Timetes fue el primero que rompió el silencio. «Puesto que esto es un don para Atenea —dijo—, propongo que lo introduzcamos en Troya y lo subamos a su ciudadela». «¡No, no! —exclamó Capis— Atenea ha favorecido a los griegos durante demasiado tiempo; debemos quemarlo inmediatamente o abrirlo para ver qué contiene su vientre». Pero Príamo declaró: «Timetes tiene razón. Lo llevaremos sobre rodillos para que nadie profane la propiedad de Atenea». El caballo resultó demasiado ancho para que pudiera pasar por las puertas. Incluso cuando ensancharon la brecha en la muralla se atrancó cuatro veces. Con enormes esfuerzos los troyanos lo subieron a la ciudadela, pero al menos tomaron la precaución de volver a cerrar la brecha en la muralla. Siguió otra agitada discusión cuando Casandra anunció que el caballo contenía hombres armados, y le apoyó el adivino Laocoonte, hijo de Antenor, a quien algunos llaman equivocadamente hermano de Anquises. Gritó: «¡Necios, no confiéis en los griegos ni siquiera cuando os traen regalos!» Y dicho eso arrojó su lanza, que se clavó vibrando en el ijar del caballo e hizo que dentro de él se entrechocaran las armas. Se oyeron gritos de: «¡Quemémoslo! ¡Arrojémoslo por la muralla!» Pero los partidarios de Príamo suplicaron: «Dejadlo donde está[793]».

f. La discusión fue interrumpida por la llegada de Sinón, a quien conducían encadenado un par de soldados troyanos. Sometidos a interrogatorio declaró que Odiseo trataba hacía mucho tiempo de matarlo porque conocía el secreto del asesinato de Palamedes. Añadió que los griegos estaban sinceramente cansados de la guerra y habrían vuelto a sus casas meses antes, pero el mal tiempo ininterrumpido les había impedido hacerlo. Apolo les había aconsejado que aplacasen a los vientos con sangre, como cuando quedaron demorados en Áulide. «En vista de ello —continuó Sinón— Odiseo obligó a Calcante a adelantarse y le pidió que nombrara a la víctima. Calcante no quiso responder inmediatamente y se retiró durante diez días, al cabo de los cuales, sin duda sobornado por Odiseo, entró en la tienda donde se realizaba el consejo y me señaló. Todos los presentes aceptaron de buena gana el veredicto, aliviados porque no los habían elegido como víctima propiciatoria. Me encadenaron, pero comenzó a soplar un viento favorable, mis compañeros se apresuraron a embarcarse y yo aproveché la confusión para escaparme».

g. Príamo, engañado, aceptó a Sinón como suplicante y ordenó que le quitaran las cadenas. «Ahora habíanos del caballo», le dijo amablemente. Sinón explicó que los griegos habían perdido el favor de Atenea, del que dependían, cuando Odiseo y Diomedes robaron el Paladio de su templo. Tan pronto como lo llevaron a su campamento las llamas envolvieron tres veces la imagen y sus miembros comenzaron a sudar en prueba de la ira de la diosa. En vista de ello, Calcante aconsejó a Agamenón que se embarcaran para su patria y reunieran una nueva expedición en Grecia bajo mejores auspicios, dejando el caballo como una ofrenda aplacatoria a la diosa. «¿Por qué lo han hecho tan grande?», preguntó Príamo. Sinón, bien aleccionado por Odiseo, contestó: «Para impedir que lo introdujeseis en la ciudad. Calcante predice que si despreciáis esta imagen sagrada, Atenea os arruinará; pero una vez que esté dentro de Troya podréis reunir a todas las fuerzas de Asia, invadir Grecia y conquistar Micenas[794]».

h. «Ésas son mentiras —gritó Laocoonte— y parecen inventadas por Odiseo. ¡No le creas, Príamo!» Y añadió: «Te ruego, señor, que me permitas sacrificar un toro a Posidón. Cuando vuelva espero ver este caballo de madera reducido a cenizas». Es necesario explicar que los troyanos habían dado muerte lapidándolo a su sacerdote de Posidón nueve años antes y decidieron no sustituirlo hasta que la guerra pareciera haber terminado. Ahora eligieron a Laocoonte echando suertes para que propiciara a Posidón. Ya era el sacerdote de Apolo Timbreo, a quien había irritado casándose y engendrando hijos a pesar del voto de celibato y, lo que era peor, yaciendo con su esposa Antíope a la vista de la imagen del dios[795].

i. Laocoonte se retiró para elegir una víctima y preparar el altar, pero, como advertencia de que se acercaba la perdición de Troya, Apolo envió dos grandes sierpes marinas llamadas Porces y Caribea, o Curisia, o Períbea, que corrieron hacia Troya desde Ténedos y las islas Calidnes[796].

Salieron a tierra y, enroscándose alrededor de los miembros de Antifante y Timbreo, al que algunos llaman Melanio, los hijos mellizos de Laocoonte, los estrujaron hasta causarles la muerte. Laocoonte corrió a salvarlos, pero murió también miserablemente. Las serpientes se deslizaron luego hasta la ciudadela y mientras una se enroscaba en los pies de Atenea la otra se refugió detrás de su égida. Algunos dicen, sin embargo, que sólo murió uno de los hijos de Laocoonte y que eso sucedió en el templo de Apolo Timbreo y no junto al altar de Posidón; otros que Laocoonte escapó a la muerte[797].

j. Este terrible prodigio sirvió para convencer a los troyanos de que Sinón había dicho la verdad. Príamo dio por supuesto equivocadamente que a Laocoonte se le castigaba por haber herido el caballo con su lanza y no por haber insultado a Apolo. Inmediatamente dedicó el caballo a Atenea y aunque los seguidores de Eneas se retiraron alarmados a sus chozas en el monte Ida, casi todos los troyanos de Príamo comenzaron a celebrar la victoria con banquetes y fiestas. Las mujeres recogieron flores en las orillas del río, adornaron con ellas la crin del caballo y extendieron una alfombra de rosas alrededor de sus cascos[798].

k. Entretanto, dentro del vientre del caballo, los griegos temblaban de terror y Epeo lloraba en silencio, en un arrebato de miedo. Solamente Neoptólemo no mostraba emoción alguna, ni siquiera cuando la punta de la lanza de Laocoonte atravesó los tablones cerca de su cabeza. Una vez tras otra hacía señas a Odiseo para que ordenara el ataque —pues Odiseo tenía el mando— y asía su lanza y el puño de la espada amenazadoramente. Pero Odiseo no lo permitía. Por la tarde Helena salió del palacio y dio tres veces la vuelta al caballo, palmeando sus costados, y, como para divertir a Deífobo que la acompañaba, atormentó a los griegos ocultos imitando por turno la voz de cada una de sus esposas. Menelao y Diomedes, agazapados en el centro del caballo junto a Odiseo, sintieron la tentación de salir cuando oyeron pronunciar su nombre, pero él les contuvo y, al ver que Antielo estaba a punto de contestar, le tapó la boca con la mano y, según dicen algunos, le estranguló[799].

l. Esa noche, agotados por los banquetes y las orgías, los troyanos durmieron profundamente y ni siquiera el ladrido de un perro rompía el silencio. Pero Helena permanecía despierta y una brillante luz redonda ardía sobre su habitación como una señal para los griegos. A la medianoche, poco antes de que saliera la luna llena —la sétima del año—, Sinón salió furtivamente de la ciudad para encender un fuego de señal en la tumba de Aquiles y Antenor blandió una antorcha[800].

Agamenón contestó a las señales encendiendo astillas de madera de pino en un fanal en la cubierta de su nave, que estaba al pairo a unos pocos tiros de flecha de la costa; y toda la flota se acercó a la orilla. Antenor se acercó cautelosamente al caballo e informó en voz baja que todo se hallaba bien, y Odiseo ordenó a Epeo que abriera la puerta[801].

m. Equión, hijo de Porteo, fue el primero que salió dando un gran salto, pero cayó y se rompió el cuello; los demás descendieron por la escala de cuerdas de Epeo. Unos corrieron a abrir las puertas a sus compañeros que habían desembarcado y otros dieron muerte a los centinelas soñolientos que guardaban la ciudadela y el palacio, pero Menelao sólo podía pensar en Helena y corrió directamente a su casa[802].

*

1. Los comentadores clásicos de Homero no estaban satisfechos con la fábula del caballo de madera. Sugirieron, variadamente que los griegos utilizaron una máquina parecida a un caballo para derribar la muralla (Pausanias: i.23.10); que Antenor hizo entrar a los griegos en Troya por un postigo en el que estaba pintado un caballo; o que la señal de un caballo era utilizada para distinguir a los griegos de sus enemigos en la oscuridad y la confusión; o que cuando Troya fue traicionada los oráculos prohibieron el saqueo de cualquier casa marcada con la señal de un caballo, y así se respetó a las de Antenor y a las de otros; o que Troya cayó a causa de una acción de caballería; o que los griegos, después de incendiar su campamento, se ocultaron detrás del monte Hipio («del Caballo»).

2. Es muy probable que Troya fuese tomada por medio de una torre de madera con ruedas, cubiertas con cueros de caballo húmedos para protegerla contra las flechas incendiarias, y empujada hacia la parte notoriamente débil de las defensas: la cortina occidental que había construido Éaco (véase 158.5). Pero esto difícilmente explicaría la leyenda de que los caudillos griegos se ocultaron en el «vientre» del caballo. Quizá los homéridas inventaron esto para explicar una ilustración ya no inteligible que mostraba una ciudad amurallada, una reina, una asamblea solemne y el rey sagrado en el acto de renacer, con la cabeza por delante, de una yegua, que era el animal sagrado tanto de los troyanos (véase 48.j) como de los eácidas (véase 8,j). Una yegua de madera de pino, el árbol del nacimiento (véase 51.5) puede haber sido utilizada en esta ceremonia, así como una vaca de madera facilitó el casamiento sagrado de Minos y Pasífae (véase 88.í). La lucha entre Odiseo y Antielo, ¿se dedujo, quizá, de una ilustración que mostraba a los mellizos disputando en el seno materno? (véase 73.2).

3. La fábula del hijo, o los hijos, de Laocoonte recuerda la de las dos serpientes estranguladas por Heracles (véase 119.2). Según algunas versiones, su muerte ocurrió en el templo de Apolo, y Laocoonte mismo, como Anfitrión, escapó ileso. En realidad las serpientes se limitarían a limpiar los oídos de los muchachos para darles facultades proféticas. Antífante significa, al parecer, «profeta», «el que habla en lugar» del dios.

4. En el nivel divino esta guerra se libró entre Afrodita, la diosa del Mar troyana, y Posidón, el dios del Mat griego (véase 169J) y de aquí la supresión por Príamo del sacerdocio de Posidón.

5. Las imágenes que sudan han sido un fenómeno repetido desde la caída de Troya; los dioses romanos adoptaron posteriormente esta señal de advertencia, y lo mismo han hecho los santos católicos que los han sustituido.

6. En la saga primitiva la reputación de valor de Epeo era tal que su nombre se aplicaba irónicamente a los bravucones; y del bravucón al cobarde no hay más que un corto paso (véase 88.10).

168
EL SAQUEO DE TROYA

a. Al parecer, Odiseo había prometido a Hécabe y Helena que a todos los que no ofrecieran resistencia se les perdonaría la vida. Pero los griegos se deslizaron en silencio por las calles iluminadas por la luna, entraron en las casas indefensas y cortaron la garganta a los troyanos que dormían. Hécabe se refugió con sus hijas bajo un antiguo laurel en el altar erigido a Zeus del Patio, donde impidió que Príamo corriese a lo más reñido del combate. «Quédate con nosotros, señor —le suplicó— en este lugar seguro. Eres demasiado anciano y débil para luchar». Príamo, a regañadientes, hizo lo que ella le pidió, hasta que pasó corriendo su hijo Polites, perseguido de cerca por los griegos, y cayó traspasado ante sus propios ojos[803]. Maldiciendo a Neoptólemo, quien le había asestado el golpe mortal, Príamo le atacó ineficazmente con la lanza, ante lo cual lo sacaron de los escalones del altar, ahora enrojecidos con la sangre de Polites, y lo mataron despiadadamente en el umbral de su propio palacio. Pero Neoptólemo, recordando sus deberes filiales, arrastró el cadáver hasta la tumba de Aquiles en el promontorio Sigeo, donde dejó que se pudriera decapitado y sin enterrar[804].

b. Entretanto Odiseo y Menelao habían ido a la casa de Deífobo, donde libraron el más sangriento de todos sus combates, del que salieron victoriosos solamente con la ayuda de Atenea. Se discute quién de los dos mató a Deífobo. Algunos inclusive dicen que Helena misma le hundió una daga en la espalda, y que esta acción, y la vista de sus pechos desnudos, debilitó de tal modo la resolución de Menelao, quien había jurado: «¡Ella morirá!», que arrojó su espada y la condujo a salvo a las naves. El cadáver de Deífobo fue mutilado atrozmente, pero Eneas le erigió más tarde un monumento en el cabo Reteo[805].

Odiseo vio que Glauco, uno de los hijos de Antenor, huía por una calle perseguido enérgicamente por un grupo de griegos. Intervino y al mismo tiempo salvó al hermano de Glauco, Helicaón, que estaba gravemente herido. Menelao colgó luego una piel de leopardo sobre la puerta de la casa de Antenor, como una señal de que había que respetarla[806]. A Antenor, su esposa Téano y sus cuatro hijos se les permitió que se fueran en libertad llevándose todos sus bienes; algunos días después se embarcaron en la nave de Menelao y se dirigieron primeramente a Cirene, luego a Tracia y finalmente a Henética en el Adriático[807]. Henética se llamaba así porque Antenor se hizo cargo del mando de ciertos refugiados de la Enete paflagonia, cuyo rey Pilémenes había muerto en Troya, los encabezó en una guerra afortunada contra los euganeos de la llanura del norte de Italia. Al puerto y el distrito donde desembarcaron se les llamó «Nueva Troya» y ahora se los conoce con el nombre de venedanos. También se dice que Antenor fundó la ciudad de Padua[808].

c. Según los romanos, la única otra familia troyana perdonada por los griegos fue la de Eneas, quien, como Antenor, había instado últimamente a entregar a Helena y a la conclusión de una paz justa; Agamenón, al ver que se ponía al venerable Anquises sobre los hombros y lo llevaba hacia la Puerta Dardánida sin una sola mirada de soslayo, ordenó que no se molestase a un hijo tan piadoso. Sin embargo, algunos dicen que Eneas estaba ausente en Frigia cuando cayó la ciudad[809]. Otros, que defendió Troya hasta el final y luego se retiró a la ciudadela de Pérgamo y, tras una segunda resistencia valiente, envió a su gente al monte Ida a cubierto de la oscuridad y los siguió tan pronto como pudo con su familia, su tesoro y las imágenes sagradas; y que, habiéndole ofrecido los griegos condiciones honorables, pasó a la Pelene tracia y murió allí o en Orcómeno ciudad de Arcadia. Pero los romanos dicen que en sus viajes llegó por fin al Lacio, fundó la ciudad de Lavinio y, muerto en batalla, fue transportado al Cielo. Todas éstas son fábulas; la verdad es que Neoptólemo lo llevó cautivo a bordo de su nave como el botín más honorable conquistado por cualquiera de los griegos, y lo retuvo para el rescate, que a su debido tiempo pagaron los dardánidas[810].

d. Laódice, la esposa de Helicaón (a la que algunos llaman esposa de Télefo) había yacido con el ateniense Acamante cuando éste fue a Troya con la embajada de Diomedes diez años antes y dio a luz en secreto a un hijo llamado Múnito, al que una esclava de Helena llamada Etra —madre de Teseo y por tanto bisabuela del niño— había criado para ella. Cuando cayó Troya se hallaba Laódice en el templo de Tros, junto a las tumbas de Cila y Munipo, cuando se abrió la tierra y la tragó ante los ojos de todos[811].

e. En la confusión, Etra huyó con Múnito al campamento griego, donde Acamante y Demofonte la reconocieron como su abuela, largo tiempo perdida y a la que habían jurado salvar o rescatar. Demofonte fue inmediatamente a ver a Agamenón y le pidió que la repatriase, juntamente con su compañera de cautiverio, la hermana de Pirítoo. Menesteo de Atenas apoyó su súplica, y como Helena había mostrado con frecuencia que aborrecía a Etra poniéndole un pie en la cabeza y tirándole del cabello, Agamenón dio su consentimiento, pero obligó a Demofonte y Acamante a renunciar a sus pretensiones a cualquier otro botín troyano. Por desgracia, cuando Acamante desembarcó en Tracia en su viaje de regreso a su casa, Múnito, que le acompañaba, murió a consecuencia de una mordedura de serpiente[812].

f. Tan pronto como comenzó la matanza en Troya Casandra huyó al templo de Atenea y se asió a la imagen de madera que había reemplazado al Paladio robado. Allí la encontró Áyax el Pequeño y trató de llevársela, pero ella se abrazó a la imagen tan fuertemente que tuvo que llevársela también cuando consiguió sacar de allí a Casandra para hacerla su concubina, que era el destino común de todas las mujeres troyanas. Pero Agamenón reclamó a Casandra como la recompensa particular por su propio valor, y Odiseo, servicialmente, hizo correr el rumor de que Áyax había violado a Casandra en el templo, que era por lo que la imagen tenía los ojos vueltos hacia el Cielo, como si estuviera horrorizada[813]. Así se convirtió Casandra en el premio de Agamenón, mientras Áyax se ganaba el odio de todo el ejército; y cuando los griegos estaban a punto de embarcarse Calcante advirtió al consejo que había que aplacar a Atenea por la ofensa hecha a su sacerdotisa. Para complacer a Agamenón, Odiseo propuso entonces que se lapidase a Áyax, pero él lo evitó acogiéndose a sagrado en el altar de Atenea, donde juró solemnemente que Odiseo mentía como de costumbre; y tampoco Casandra confirmó la acusación de violación. Sin embargo, no se podía dejar de tener en cuenta la profecía de Calcante; por tanto Áyax manifestó su pesar por haber sacado por la fuerza la imagen y se ofreció a expiar su delito. La muerte le impidió hacerlo, pues la nave en que volvía a Grecia naufragó en las Rocas llamadas Giras. Cuando consiguió llegar a tierra Posidón partió las rocas con su tridente y le hizo perecer ahogado; o, según dicen algunos, Atenea pidió prestado el rayo de Zeus y le mató con él. Pero Tetis enterró su cadáver en la isla de Miconos, y sus compatriotas llevaron luto durante todo un año, y ahora anualmente lanzan al agua un barco con velas negras, cargado con regalos, y lo incendian en su honor[814].

g. La ira de Atenea recayó luego sobre el territorio de Opunte en Lócride y el oráculo de Delfos advirtió a los ex súbditos de Áyax que no se librarían del hambre y la peste si no enviaban dos muchachas a Troya todos los años durante mil años. En consecuencia, las Cien Casas de Lócride han soportado desde entonces esa carga como prueba de su nobleza. Eligen las muchachas echando suertes y las desembarcan en plena noche en el promontorio Reteo, cambiando cada vez la estación; con ellas van parientes que conocen el país y pueden introducirlas a hurtadillas en el templo de Atenea. Si los troyanos sorprenden a las muchachas las lapidan, las queman por contaminar el territorio y diseminan sus cenizas en el mar; pero una vez dentro del templo están a salvo. Entonces les cortan el cabello, les dan la sencilla vestimenta de esclava y pasan la vida haciendo las tareas domésticas del templo hasta que las reemplaza otro par de muchachas. Sucedió hace muchos años que cuando los trarianos se apoderaron de Troya y mataron a una sacerdotisa locria en el templo mismo, los locrios decidieron que su larga penitencia había terminado y en consecuencia no enviaron más muchachas; pero, como volvieron el hambre y la peste, se apresuraron a reanudar la antigua costumbre, la terminación de la cual sólo ahora se acerca a su fin. Estas muchachas se introducen en el templo de Atenea por un pasaje subterráneo cuya entrada secreta está a alguna distancia de las murallas y lleva a una alcantarilla lodosa que utilizaron Odiseo y Diomedes cuando robaron el Paladio. Los troyanos no tienen idea de cómo consiguen entrar las muchachas y nunca saben en qué noche debe llegar el relevo, por lo que rara vez las sorprenden y entonces sólo por casualidad[815].

h. Después de la matanza, la gente de Agamenón saqueó e incendió Troya, dividió el botín, arrasó las murallas y sacrificó holocaustos a sus dioses. El consejo había discutido durante un tiempo qué se debía hacer con el hijo infante de Héctor, Astianacre, llamado también Escamandrio, y cuando Odiseo recomendó la extirpación sistemática de los descendientes de Príamo, Calcante resolvió el destino del niño profetizando que, si se le dejaba sobrevivir, vengaría a sus padres y su ciudad. Aunque todos los otros príncipes se negaron a cometer el infanticidio, Odiseo arrojó de buena gana a Astianacte desde las murallas[816]. Pero algunos dicen que Neoptólemo, a quien había tocado como premio Andrómaca, la viuda de Héctor, en el reparto del botín, arrancó a Astianacte de sus brazos anticipándose a la orden del consejo, lo hizo girar alrededor de su cabeza asiéndolo por un pie y lo lanzó contra las rocas de abajo[817]. Y otros dicen que Astianacte se mató saltando desde la muralla mientras Odiseo recitaba la profecía de Calcante e invocaba a los dioses para que aprobaran el rito cruel[818].

i. El consejo discutió también el destino de Políxena. Cuando yacía moribundo Aquiles había pedido que la sacrificasen en su tumba, y más recientemente se les había aparecido en sueños a Neoptólemo y a otros caudillos amenazándoles con retener a la flota en Troya con vientos contrarios hasta que cumplieran lo que había pedido. También se oyó una voz que se quejaba desde la tumba: «¡Es injusto que no se me haya concedido parte alguna del botín!» Y en el promontorio Reteo apareció un espectro con armadura dorada que gritó: «¿Os vais, griegos? ¿Y dejaréis mi tumba sin rendirle honores?»[819].

j. Calcante declaró que no se debía negar Políxena a Aquiles quien la amaba. Agamenón disentía, alegando que ya se había derramado bastante sangre, tanto de ancianos y niños como de guerreros, para saciar la venganza de Aquiles, y que los muertos por famosos que fueran, no tenían derecho a la vida de las mujeres. Pero Demofonte y Acamante, a quienes no se había dado la parte justa en el botín, gritaron que Agamenón exponía esa opinión sólo para complacer a Casandra, la hermana de Políxena, y hacer que se sometiera más fácilmente a sus abrazos. Preguntaron: «¿Qué merece el mayor respeto, la espada de Aquiles o el lecho de Casandra?» Los ánimos se caldearon y Odiseo intervino y convenció a Agamenón para que cediese[820].

k. El consejo ordenó a Odiseo que fuese en busca de Políxena e invitó a Neoptólemo a oficiar como sacerdote. Políxena fue sacrificada en la tumba de Aquiles, a la vista de todo el ejército, que se apresuró a hacerle un entierro honorable; inmediatamente comenzaron a soplar vientos favorables[821]. Pero algunos dicen que la flota griega había llegado ya a Tracia cuando apareció el ánima de Aquiles amenazándoles con vientos contrarios, y que Políxena fue sacrificada allí[822]. Otros dicen que ella fue por su propia voluntad a la tumba de Aquiles antes de que cayera Troya y se arrojó sobre la punta de una espada, expiando así el mal que le había hecho[823].

l. Aunque Aquiles había matado a Polidoro, el hijo de Príamo con Laótoe, el más joven y más querido de sus hijos, sobrevivió otro príncipe del mismo nombre. Era hijo de Príamo y Hécabe y lo habían puesto a salvo en el Quersoneso tracio, donde lo crió su tía Ilíone, esposa del rey Polimestor. Ilíone trató a Polidoro como si fuera un verdadero hermano de Deífobo, el hijo que había dado a Polimestor. Agamenón, siguiendo la política de extirpación de Odiseo, envió entonces mensajeros a Polimestor prometiéndole a Electra por esposa y una dote de oro si se deshacía de Polidoro. Polimestor aceptó el soborno, pero no pudo decidirse a hacer daño a un niño al que había jurado proteger, y en cambio mató a su propio hijo Deífobo en presencia de los mensajeros, quienes volvieron engañados. Polidoro, quien no conocía el secreto de su nacimiento pero se daba cuenta de que era la causa de que Ilíone se alejase de Polimestor, fue a Delfos y preguntó a la Pitonisa: «¿Qué les pasa a mis padres?» La Pitonisa contestó: «¿Tiene tan poca importancia que tu ciudad sea reducida a cenizas, tu padre asesinado y tu madre esclavizada para que vengas a hacerme una pregunta como ésa?» Volvió a Tracia muy preocupado, pero encontró que nada había cambiado desde su partida. «¿Puede haberse equivocado Apolo?», se preguntaba. Ilíone le dijo la verdad e, indignado porque Polimestor había asesinado a su único hijo a cambio de oro y la promesa de otra reina, primeramente le cegó y luego le apuñaló[824].

m. Otros dicen que a Polimestor le amenazaron los griegos con una guerra implacable sí no entregaba a Polidoro y que cuando lo hizo llevaron al niño a su campamento y ofrecieron cambiarlo por Helena. Como Príamo se negó a discutir la propuesta, Agamenón ordenó que lapidaran a Polidoro al pie de las murallas de Troya y luego envió su cadáver a Helena con este mensaje: «Muestra esto a Príamo y pregúntale si lamenta su decisión». Fue un acto de despecho inexcusable, porque Príamo había dado su palabra de que no entregaría a Helena mientras estuviera bajo la protección de Afrodita y estaba dispuesto a rescatar a Polidoro con la rica ciudad de Antandro[825].

n. Odiseo obtuvo a Hécabe como su parte del botín y la llevó al Quersoneso tracio, donde ella pronunció invectivas tan horribles contra él y los otros griegos por su barbarie y sus prevaricaciones que no tuvieron más remedio que matarla. Su alma tomó la forma de una de las espantosas perras negras que siguen a Hécate, se arrojó al mar y nadó hacia el Helesponto; en consecuencia al lugar de su entierro le llamaron «La Tumba de la Perra[826]». Según otra versión de la fábula, después del sacrificio de Políxena, Hécabe encontró el cadáver de Polidoro que había arrojado el agua a la costa, pues su yerno Polimestor lo había matado por el oro con que Príamo costeaba los gastos de su educación. Llamó a Polimestor, prometiéndole que le comunicaría el secreto de un tesoro oculto entre las ruinas de Troya, y cuando él, se acercó con sus dos hijos sacó del pecho una daga, mató a los niños y le sacó los ojos a Polimestor; exhibición de ingenio que le perdonó Agamenón a causa de su edad y sus desgracias. Los nobles tracios se habrían vengado de Hécabe con flechas y piedras, pero ella se transformó en una perra llamada Mera y echó a correr de un lado a otro aullando tristemente, por lo que se retiraron confusos[827].

o. Algunos dicen que Antenor fundó un nuevo reino de Troya, sobre las ruinas del viejo. Otros, que Astianacte sobrevivió y llegó a ser rey de Troya después de la partida de los griegos, y que, cuando lo expulsaron Antenor y sus aliados, Eneas volvió a ponerlo en el trono, en el que, sin embargo, le sucedió más tarde Ascanio, el hijo de Eneas, como se había profetizado. Fuera como fuere, Troya nunca volvió a ser más que una sombra de lo que había sido anteriormente[828].

*

1. El tratamiento considerado de que hizo objeto Odiseo a renegados como Antenor y Calcante contrasta aquí con la deslealtad que mostró con sus honrados compañeros Palamedes, Áyax el Grande, Áyax el Pequeño y Diomedes, y con su salvaje tratamiento de Astianacte, Polidoro y Políxena; pero como Julio César y Augusto pretendían descender de Eneas —otro traidor perdonado por Odiseo y considerado en Roma como un modelo de piedad— las implicaciones satíricas se pierden para los lectores modernos. Es lástima que no hayan sobrevivido los términos exactos de las invectivas de Hécabe contra Odiseo y sus compañeros de deshonor, las cuales expresaban sin duda los verdaderos sentimientos de Homero; pero su conversión en la Hécate cretense, Mera, o Escila, la perra marina (véase 16.2, 91.2 y 170.d) indica que él consideraba válidas las maldiciones, pues los reinos fundados en la barbarie y la mala fe no podían jamás prosperar. Mera era el emblema de Escila en el firmamento, el Can Menor, y cuando aparecía se ofrecían sacrificios humanos en Maratón, Ática; la víctima más famosa fue el rey Icario (véase 79.1), con cuya hija se había casado Odiseo y cuya suerte compartiría, en consecuencia, en el mito original (véase 159.d).

2. El caso bien autentificado de las muchachas locrias es uno de los más extraños de la historia de Grecia, pues la supuesta violación de Casandra por Áyax el Pequeño fue negada por mitógrafos respetables como una mentira de Odiseo, y es evidente que las muchachas locrias consiguieron entrar en Troya como una cuestión de orgullo cívico y no como una penitencia. Los troyanos ciertamente intentaron no dejarlas entrar si podemos confiar en el relato de Eneas Táctico —trata del peligro de construir ciudades con entradas secretas— y que las trataran como «una profanación del territorio» si las sorprendían y como esclavas si conseguían entrar, está de acuerdo con esta opinión. Áyax el Pequeño era hijo del locrio Oileo, cuyo nombre, que tenía también un guerrero troyano al que mató Agamenón (Ilíada xi.9.3), es una forma primitiva de «lio»; y la Ilio de Príamo, al parecer, había sido colonizada en parte por los locrios, una tribu pre-helena de léleges (Aristóteles: Fragmento 560; Dionisio de Halicarnaso: i.17; Estrabón: xiii.1.3 y 3.3). Ellos dieron el nombre del monte locrio Friconis a la que hasta entonces se llamaba Cime, y gozaba del derecho hereditario de proporcionar a Atenea una cuota de sacerdotisas (véase 158.S). Seguían ejerciendo ese derecho mucho tiempo después de la guerra de Troya —cuando la ciudad había perdido su poder político y se había convertido en un lugar de peregrinación sentimental— con gran disgusto de los troyanos, quienes consideraban a las muchachas sus enemigos naturales.

3. La maldición, que se hizo efectiva durante mil años, terminó alrededor del año 264 a. de C., lo que correspondería con la fecha deliana (y por tanto homérica) de la guerra de Troya, aunque Eratóstenes la calculó cien años después. El túnel secreto de Odiseo ha sido descubierto en las ruinas de Troya, y lo describe Walter Leaf en su Troy: A Study in Homeric Geography (London, 1912, págs. 126-44). ¿Pero por qué Téano se hizo traidora y entregó el Paladio? Probablemente porque siendo locria —Téano era también el nombre de la famosa poetisa de la Lócride Epicefiria— estaba en desacuerdo con la política comercial antilocria de Príamo o sabía que Troya tenía que caer y deseaba poner la imagen en lugar seguro antes que se apoderase de eüa Agamenón. Homero la hace hija del tracio Cisco, y había por lo menos una colonia locria en Tracia, a saber, Abdera (véase 130.c). Sin embargo, como locria, Téano consideraría la descendencia matrilinealmente (Polibio: xii.5.6); y probablemente se apodó Ciseis, «mujer de hiedra», en honor de Atenea, cuyo principal festival se celebraba en el mes de la hiedra (véase 52.3).

4. Sófocles, en el Argumento de su Áyax, menciona una. disputa entre Odiseo y Áyax acerca del Paladio después de la caída de Troya, pero sin duda se trataba de Áyax el Pequeño, pues Áyax el Grande ya se había suicidado. Podemos suponer, en consecuencia, que Áyax el Pequeño, más bien que Diomedes, llevó a Odiseo por el túnel para apoderarse del Paladio con la connivencia de su compatriota Téano; que Odiseo acusó a Áyax el Pequeño de haber tratado con violencia a una sacerdotisa no locria que se asió a la imagen que Téano ayudaba a sacar; y que más tarde Áyax, aunque confesó su error, explicó que había sido todo lo suave posible dadas las circunstancias. Tal acontecimiento habría justificado que los troyanos de los siglos posteriores trataran de impedir que las muchachas locrias ejercieran sus derechos como sacerdotisas troyanas; y que representaran su continua llegada como una penitencia por el delito de Áyax, aunque Atenea ya le había castigado sumariamente con un rayo; y que las trataran como sirvientas. Odiseo puede haber insistido en acompañar a Áyax el Pequeño a la ciudadela basándose en que Zacinto, el antepasado epónimo de sus súbditos los zacintos, figuraba en una lista de reyes troyanos primitivos.

5. Esto explicaría también que Hécabe no denunciara a Odiseo a los troyanos cuando entró en la ciudad como espía. También a ella se la llama «hija de Cisco»; ¿era otra locria de Tracia que consintió que Áyax se llevase el Paladio? Hécabe no tenía motivos para querer a Odiseo, y su razón para facilitar su escapatoria sólo puede haber sido impedir que él la denunciase a los troyanos. Sin duda Odiseo salió silenciosamente por la alcantarilla y no, como se jactó, por la puerta, «después de matar a muchos troyanos». Probablemente pidió a la anciana Hécabe como su parte del botín porque ella había sido una testigo material del robo del Paladio y deseaba cerrarle la boca. Sin embargo, parece que ella reveló todo antes de morir.

6. Una de las causas principales de la guerra de Troya (véase 158.r y 160.h) fue el rapto por Telamón de Hesíone, la hermana de Príamo y madre de Áyax el Grande y, por tanto, pariente de Áyax el Pequeño; esto indica una larga fricción entre Príamo y los locríos de Grecia. Patroclo, que causó a los troyanos tan grandes bajas, era, no obstante, otro locrio y se le describe como hermano de Abdero.El nombre de Astianacte («rey de la ciudad») y la solemnidad de la discusión acerca de su muerte sugieren que la ilustración en que se basa la fábula representaba el sacrificio ritual de un niño y la dedicación de una nueva ciudad, costumbre antigua en el Mediterráneo oriental (1 Reyes xvi.34).

7. Los aliados de Agamenón no gozaron durante mucho tiempo de los frutos de su victoria en Troya. Entre 1100 y 1050 a. de C. la invasión doria aniquiló la cultura micénica en el Peloponeso y le sucedió la Edad del Oscurantismo; pasaron uno o dos siglos antes que los jonios, obligados por los dorios a emigrar al Asia Menor, iniciaran su renacimiento cultural, basado sólidamente en Homero.

8. Las andanzas de Eneas corresponden a la mitología romana, y no a la griega, y en consecuencia han sido omitidas aquí.

169
LOS REGRESOS

a. «Salgamos inmediatamente —dijo Menelao— mientras se mantiene el viento». «No —le replicó Agamenón—, primeramente hagamos sacrificios a Atenea». «¡Nosotros, los griegos, nada le debemos a Atenea! —le dijo Menelao—. Defendió durante demasiado tiempo la ciudadela troyana». Los hermanos se separaron disgustados el uno con el otro y nunca más volvieron a verse, pues en tanto que Agamenón, Diomedes y Néstor tuvieron un buen viaje de vuelta a su patria, a Menelao le azotó una tormenta enviada por Atenea y perdió todas sus naves menos cinco. Éstas fueron arrastradas a Creta, desde donde cruzó el mar hasta Egipto y pasó ocho días en aguas meridionales sin poder volver. Visitó Chipre, Fenicia, Etiopía y Libia, cuyos príncipes le recibieron hospitalariamente y le hicieron muchos valiosos regalos. Por fin llegó a Faros, donde la ninfa Idotea le aconsejó que capturase a su padre profético, el dios marino Proteo, que era el único que podía decirle cómo le sería posible romper el hechizo adverso y conseguir un viento favorable. En consecuencia, Menelao, y tres compañeros se disfrazaron con pieles de foca malolientes y esperaron en la orilla del mar hasta que se les unieron al mediodía centenares de focas que formaban el rebaño de Proteo. Luego apareció Proteo mismo y se durmió entre las focas; entonces Menelao y sus compañeros se apoderaron de él, y aunque se transformó sucesivamente en león, serpiente, pantera, jabalí, agua corriente y árbol frondoso, lo retuvieron firmemente y le obligaron a profetizar. Anunció que Agamenón había sido asesinado, y que Menelao debía hacer otra visita a Egipto y propiciar a los dioses con hecatombes. Así lo hizo, y tan pronto como erigió un cenotafio a Agamenón junto al río de Egipto comenzaron a soplar por fin vientos favorables. Llegó a Esparta acompañado por Helena el mismo día en que Orestes vengó el asesinato de Agamenón[829].

b. Muchas naves, aunque no transportaban a caudillos notables, naufragaron en la costa de Eubea, porque Nauplio había encendido un fuego de señal en el monte Cafareo para atraer a sus enemigos a la muerte, simulando que los guiaba al refugio del golfo Pagaseo; pero este crimen llegó a conocimiento de Zeus, y por culpa de un fuego de señal falso Nauplio encontró la muerte muchos años después[830].

c. Anfíloco, Calcante, Podalirio y otros pocos fueron por tierra a Colofón, donde murió Calcante, como se había profetizado, al encontrarse con un adivino más sabio que él, nada menos que Mopso, el hijo de Apolo y de Manto, la hija de Tiresias. En Colofón crecía una higuera silvestre cubierta con frutos, y Calcante, con el deseo de avergonzar a Mopso, le desafió así:

—¿Puedes, querido colega, decirme exactamente cuántos higos se podrán recoger de este árbol?

Mopso cerró los ojos, como quien confía en la visión interior más que en el cómputo vulgar, y contestó:

—Desde luego: primeramente diez mil higos, luego una fanega egineta de higos, cuidadosamente pesada; sí, y sobrará un higo.

Calcante rió desdeñosamente por ese higo sobrante, pero cuando arrancaron los higos del árbol se demostró que la intuición de Mopso era infalible.

—Para descender de miles a cantidades menores, querido colega —dijo a su vez Mopso con una sonrisa—, ¿puede decirme cuántos cochinillos hay en el vientre de esta cerda preñada, y cuántos de cada sexo parirá, y cuando?

—Ocho cochinillos, todos machos, y los parirá dentro de nueve días —contestó Calcante al azar, con la esperanza de irse antes que se pudiera comprobar su cálculo.

—Yo soy de diferente opinión —replicó Mopso, volviendo a cerrar los ojos—. Yo calculo tres cochinillos y sólo uno de ellos macho; y. nacerán mañana al mediodía, ni un minuto antes ni un minuto después.

Mopso acertó una vez más y Calcante murió de angustia. Sus compañeros lo enterraron en Nothium[831].

d. El tímido Podalirio, en vez de preguntar a sus amigos proféticos dónde debía establecerse, prefirió consultar a la Pitonisa de Delfos, la que le aconsejó irritada que fuera a donde no sufriera daño alguno aunque se cayera el firmamento. Después de pensarlo mucho eligió un lugar de Caria llamado Sirmo. Rodeado de montañas. Esperaba que sus cumbres soportaran el firmamento azul si alguna vez a Adas se le resbalase de los hombros. Los italianos erigieron a Podalirio un altar de héroe en el monte Drío de Daunia, en la cumbre del cual el ánima de Calcante mantiene ahora un oráculo basado en los sueños[832].

e. Entre Mopso y Anfíloco se produjo una disputa. Habían fundado juntos la ciudad de Malo en Cilicia, y cuando Anfíloco se retiró a su ciudad, Argos Anfíloca, Mopso, quedó como único soberano. Anfíloco, disgustado con el estado de las cosas en Argos, volvió al cabo de doce meses a Malo con la esperanza de reasumir sus poderes anteriores, pero Mopso le dijo rudamente que se fuera. Cuando los perplejos habitantes de Malo sugirieron que se decidiese la disputa mediante un combate singular, los dos rivales lucharon y se mataron mutuamente. Las piras fúnebres estaban colocadas de modo que Mopso y Anfíloco no pudieron intercambiar impropias miradas ceñudas durante su cremación, pero sus almas se unieron de algún modo en una amistad tan afectuosa que establecieron un oráculo común, el cual ha logrado una reputación de verídico todavía mayor que el de Apolo en Delfos. Todas las preguntas se hacen por escrito en tablillas de cera, y las respuestas se dan en sueños, al precio notablemente bajo de dos monedas de cobre por cada una[833].

f. Neoptólemo se embarcó para su patria tan pronto como hubo ofrecido sacrificios a los dioses y al ánima de su padre; y evitó la gran tempestad que alcanzó a Menelao e Idomeneo por haber seguido el consejo profético de su amigo Heleno y haberse dirigido apresuradamente a Molosia. Después de matar al rey Fénix y de casar a su madre con Heleno, quien así se hizo rey de los molosios y fundó una nueva capital, Neoptólemo llegó por fin a Yolco[834]. Allí heredó el reino de su abuelo Peleo, a quien habían expulsado los hijos de Acasto[835], pero por consejo de Heleno no se quedó para disfrutarlo. Quemó sus naves y fue tierra adentro al de Pambrotis en el Epiro, cerca del oráculo de Dodona, donde le recibió un grupo de parientes lejanos. Vivaqueaban bajo mantas soportadas por lanzas clavadas en tierra. Neoptólemo recordó las palabras de Heleno: «Cuando encuentres una casa con cimientos de hierro, paredes de madera y techo de lana, detente, haz sacrificios a los dioses y construye una ciudad». Allí tuvo dos hijos más con Andrómaca, a saber Píelo y Pérgamo.

g. Su fin no fue glorioso. Fue a Delfos y pidió satisfacción por la muerte de su padre Aquiles, a quien, según se decía, Apolo, disfrazado de Paris, había matado en su templo de Troya. Cuando la Pitonisa se lo negó fríamente, saqueó y quemó el templo. Luego fue a Esparta y alegó que Menelao le había prometido a Hermíone en matrimonio delante de Troya, pero que el abuelo de ella, Tindáreo, se la había dado en cambio a Orestes, el hijo de Agamenón. Como a Orestes le perseguían las Erinias y pesaba sobre él una maldición divina era justo, según él, que Hermíone fuese su esposa. A pesar de las protestas de Orestes, los espartanos aceptaron su alegato y el casamiento se realizó en Esparta. Pero como Hermíone resultó estéril, Neoptólemo volvió a Delfos, entró en el templo ennegrecido por el humo que Apolo había decidido reconstruir y preguntó por qué había de ocurrir eso.

h. Se le ordenó que ofreciera sacrificios aplacadores al dios y, mientras los hacía, se encontró con Orestes en el altar. Orestes le habría matado allí mismo si Apolo, previendo que Neoptólemo debía morir por otra mano ese mismo día, no lo hubiera impedido. Ahora bien, la carne de los sacrificios ofrecidos al dios en Delíos ha sido siempre un derecho de los servidores del templo, pero Neoptólemo, que lo ignoraba, no pudo soportar que la carne de los bueyes que había degollado fuese retirada ante sus ojos y trató de impedirlo por la fuerza. «¡Librémonos de este pendenciero hijo de Aquiles!», dijo la Pitonisa lacónicamente; y al momento un fociante llamado Maquereo mató a Neoptólemo con el cuchillo de los sacrificios.

—Enterradlo bajo el umbral de nuestro nuevo santuario —ordenó la Pitonisa—. Era un guerrero famoso y su alma lo guardará contra todos los ataques. Y si se ha arrepentido sinceramente de su insulto a Apolo, dejadle que presida las procesiones y los sacrificios en honor de los héroes como él.

Pero algunos dicen que Orestes instigó el asesinato[836].

i. El ateniense Demofonte hizo escala en la Tracia a su regreso a Atenas, y allí Filis, una princesa bisalta, se enamoró de él. Se casó con ella y se convirtió en rey. Cuando se cansó de Tracia y decidió reanudar su viaje, Filis nada pudo hacer para retenerlo. «Debo ir a Atenas y saludar a mi madre, a la que no veo desde hace once años», dijo Demofonte. «Debías haber pensado en eso antes de aceptar el trono —le respondió Filis, llorando—. No es legal que te ausentes durante más de unos pocos meses a lo sumo». Demofonte juró por todos los dioses del Olimpo que estaría de vuelta dentro del año, pero Filis sabía que mentía. Le acompañó hasta el puerto llamado Eneodo y allí le dio un cofrecito. «Esto contiene un talismán —le dijo—. Ábrelo solamente cuando hayas abandonado toda esperanza de volver a mí».

j. Demofonte no tenía intención de ir a Atenas. Siguió hacia el sudeste en dirección a Chipre, donde fijó su residencia; y cuando pasó el año Filis le maldijo en nombre de la Madre Rea, tomó un veneno y murió. A esa misma hora la curiosidad hizo que Demofonte abriese el confrecito y la vista de su contenido —¿quién sabe lo que era?— le enloqueció. Montó en su caballo y se alejó al galope presa del pánico, golpeándose la cabeza con el plano de la espada, hasta que tambaleó y cayó. La espada se le escapó de la mano, se clavó en tierra con la punta hacia arriba y le traspasó al ser arrojado por la cabeza del caballo.

Se relata la historia de otra princesa tracia llamada Filis que se enamoró de Acamante, el hermano de Demofonte, y cuando las tormentas demoraron su regreso de Troya, murió de pena y se transformó en un almendro. A estas dos princesas se las ha confundido con frecuencia[837].

k. Diomedes, como Agamenón y otros, experimentó la enemistad enconada de Afrodita. Primeramente naufragó en la costa de Licia, donde el rey Lico lo habría sacrificado a Ares si la princesa Calírroe no le hubiera ayudado a escapar; y, cuando llegó a Argos, se encontró con que a su esposa Egialea la había convencido Nauplio para que viviera en adulterio con Cometo, o, según dicen algunos, con Hipólito. Se retiró a Corinto y allí supo que su abuelo Éneo necesitaba ayuda contra ciertos rebeldes. En consecuencia, se embarcó para Etolia y volvió a ponerlo firmemente en el trono. Pero algunos dicen que Diomedes se había visto obligado a salir de Argos mucho antes de la guerra de Troya, a su regreso de la afortunada campaña tebana de los Epígonos; y que luego Agamenón le ayudó a reconquistar su reino[838]. Pasó el resto de su vida en la Daunia italiana, donde se casó con Evipe, hija del rey Dauno, y construyó muchas ciudades famosas, incluyendo Brundisium (Brindisi), que puede haber sido por lo que Dauno, impulsado por los celos, le asesinó cuando era ya anciano y lo enterró en una de las islas llamadas ahora Diomedanas. Pero según otra versión, desapareció de pronto en virtud de un acto de magia divina, y sus compañeros se transformaron en aves apacibles y virtuosas que todavía anidan en esas islas. Los sacerdotes de Atenea en la Lucería apulia conservan su armadura dorada y le adoran como dios en el Véneto y en toda la Italia meridional[839].

l. Nauplio había inducido también a la infidelidad a Meda, la esposa de Idomeneo. Tomó como amante a un tal Leuco, pero éste no tardó en arrojar a ella y a Clisitera, la hija de Idomeneo, del palacio y mató a las dos en un templo en el que se habían acogido a sagrado. Luego Leuco indujo a diez ciudades a retirar su fidelidad al rey legítimo y usurpó el trono. Sorprendido por una tormenta cuando se dirigía a Creta, Idomeneo juró que dedicaría a Posidón la primera persona que encontrase, y dio la casualidad de que fuese su propio hijo, o, según dicen algunos, otra de sus hijas. Estaba a punto de cumplir su promesa cuando una pestilencia afectó a la región e interrumpió el sacrificio. Leuco tenía ahora una buena excusa para desterrar a Idomeneo, quien emigró a la región salentina de Calabria y vivió allí hasta su muerte[840].

m. Pocos de los otros griegos volvieron a sus casas, y los que lo hicieron encontraron que sólo les esperaban perturbaciones. Filoctetes fue expulsado por rebelde de su ciudad de Melibea en Tesalia y huyó a la Italia meridional, donde fundó Petelia y Crimisa cerca de Cretona, y envió a algunos de sus seguidores a que ayudaran a Egesto a fortificar Egesta en Sicilia. Dedicó su famoso arco en Crimisa, en el templo de Apolo Demente, y cuando murió lo enterraron junto al río Síbaris[841].

n. Vientos contrarios obligaron a Guneo a ir al río Cinips en Libia y allí fijó su residencia. Fidipo con sus coanos fue primeramente a Andros y desde allí a Chipre, donde se había establecido también Agapenor. Menesteo no reanudó su reinado en Atenas, pero aceptó el reino vacante de Melos; algunos dicen, no obstante, que murió en Troya. Los seguidores de Elcnor naufragaron en las costas del Epiro y ocuparon Apolonia; los de Protesilas cerca de Pelene, en el Quersoneso Tracio; y los rodios de Tlepólemo en una de las islas Ibéricas, desde donde un grupo de ellos navegó otra vez hacia el oeste con rumbo a Italia y recibieron la ayuda de Filoctetes en su guerra contra los bárbaros lucanios[842]. La fábula de los viajes de Odiseo es ahora un entretenimiento homérico para veinticuatro noches.

o. Solamente Néstor, quien se había mostrado siempre justo, prudente, generoso, cortés y respetuoso con los dioses, volvió sano y salvo a Pilos, donde gozó de una ancianidad feliz, sin que le perturbasen las guerras, y rodeado por hijos valientes e inteligentes. Pues así lo decretó Zeus Omnipotente[843].

*

1. Los autógrafos hacen que Afrodita luche contra los griegos porque, como diosa del Amor, había apoyado el rapto de Helena por París. Pero era también la diosa del Mar a la que invocaban los troyanos para destruir la confederación comercial patrocinada por Posidón; y las tormentas supuestamente desencadenadas por Atenea y Posidón para que los victoriosos no pudieran volver con seguridad tuvieron que ser primeramente atribuidas a ella. Este principio de venganza permitía a muchas ciudades de Italia, Libia, Chipre y otras partes pretender que habían sido fundadas por héroes que naufragaron a su regreso de Troya, más bien que por refugiados de la invasión doria de Grecia.

2. Enterrar a un joven guerrero bajo el umbral de un templo era una práctica común, y como Neoptólemo había incendiado el viejo templo de Delfos, la Pitonisa lo eligió naturalmente como víctima cuando sobre sus ruinas se erigió un nuevo templo. Los anteriores guardianes del umbral eran Agamedes y Trofonio (véase 84.b).

3. Rea, quien santificó el objeto misterioso encerrado en el cofrecito de Demórente, se llamaba también Pandora, y este mito puede ser, por tanto, una versión anterior de cómo Pandora, la esposa de Epimeteo, abrió la caja de rencores (véase 39.;): una advertencia para los hombres que curiosean los misterios de las mujeres, más bien que lo contrario, «Mopso» era un título regio en Cilicia en el siglo VIII a.de C.

4. Las aves en que se transformaron los seguidores de Diomedes son descritas como «virtuosas» evidentemente para distinguirlas de sus crueles aves vecinas, las Sirenas (véase 154.2 y 3, 170.7).

5. Meandro («buscando un hombre») hizo un voto como el de Idomeneo cuando dedicó a la Reina del Qelo la primera persona que le felicitase por su toma de Pesinunte por asalto; y esa persona fue su hijo Arquelao («gobernante del pueblo»). Meandro lo mató y luego el remordimiento le hizo arrojarse al río (Plutarco: Sobre los ríos ix-1). Una versión más conocida del mismo mito se encuentra en Jueces xi.30 ss, donde Jefté promete a Jehová sacrificarle a su hija sí triunfa en la guerra. Estas variantes indican que Idomeneo prometió el sacrificio de un varón a Afrodita, y no a Posidón; como hizo Meandro a la Reina del Cielo y Jephté sin duda a Anatha, quien exigía tales ofrendas quemadas en sus montañas sagradas de Judea. Parecería, ciertamente, que el sacrificio de un príncipe real en agradecimiento por una campaña afortunada era en un tiempo una práctica común —Jonatán habría sido muerto por su padre, el rey Saúl, después de la victoria en las cercanías de Michmash, si el pueblo no hubiera protestado— y que la interrupción del sacrificio de Idomeneo, como la del de Abrahán en el monte Moriah, o la del Ataníante en el monte Lafistio (véase 70.d) era una advertencia de que esta costumbre ya no agradaba al Cielo. La sustitución de un príncipe por una princesa, como en la fábula de Jephté, o en el relato del Primer Mitógrafo Vaticano acerca del juramento de Idomeneo, señala la reacción anti-matriarcal característica de la saga heroica.

6. Los viajes de Menelao por el Mediterráneo meridional están en relación con las piraterías aqueas y las tentativas de colonización. Según Janto, un historiador lidio primitivo, la ciudad fenicia de Ascalón fue fundada por Aséalo («inculto»), hermano de Pélope, y por tanto antepasado colateral de Menelao. Asimismo, cuando Josué conquistó Canaán en el siglo XIII a. de C., los hombres de Gibeón (Agabón en un texto de la versión griega de los Setenta, con el significado de Astu Achaivon, «la ciudad de los aqueos») fueron como suplicantes a ver a Josué a la manera griega y alegaron que no eran cananeos nativos, sino hivitas, es decir, aqueos del otro lado del mar. Josué reconoció sus derechos como guardianes de los bosques sagrados y extractores del agua sagrada (Josué ix). Parece por el versículo 9 que recordaron a Josué la antigua liga marítima de Keftiu presidida por Minos de Cnosos y a la que habían pertenecido en un tiempo tanto los aqueos como la gente de Abrahán. Abrahán que fue al Delta con los reyes hicsos, casó a su hermana Sara con el «Faraón», es decir, con el gobernante cnosiano de Faros, entonces el principal depósito comercial de la confederación. Pero en la época de Menelao, Cnosos yacía en ruinas, los confederados se habían convertido en piratas y los habían derrotado los egipcios en la batalla de Piari (1229 a. de C.) —«Los atrapé como aves de caza, fueron arrastrados, encerrados y muertos en la playa, sus naves y mercaderías cayeron en el mar»— y Faros, que ya no era el puerto más grande del mundo antiguo, se convirtió en un mero criadero de focas. Un desastre submarino había sumergido las obras del puerto (véase 39.2) y en los tiempos clásicos primitivos el comercio exterior pasaba por Naucratis, el entrepót milesio (véase 25.6).

7. La lucha de Menelao con Proteo es una versión degenerada de un mito conocido: la diosa Foca Tetis ha sido masculinizada convirtiéndola en Proteo, y Menelao, en vez de esperar a que se quite la piel de foca y luego abrazarse amorosamente a la diosa, como hizo Peleo (véase 81.1-3), utiliza una piel de foca como disfraz, llama a tres hombres para que le ayuden y no exige a su cautivo más que una respuesta oracular. Proteo se transforma rápidamente, como hizo Tetis con Peleo, o como hizo Dioniso-Zagreo, asociado con Faros (véase 27.7), cuando le amenazaron los titanes. La lista homérica de sus transformaciones es confusa: se han enchufado dos o tres órdenes de sucesión de las estaciones. El león y el jabalí son emblemas inteligibles de un año de dos estaciones (véase 69.1); y también lo son el toro, el león y la serpiente de agua de un año de tres estaciones (véase 27.4 y 123.1); la pantera está consagrada a Dioniso (véase 27.4); y el «árbol frondoso», paralelo en la fábula de Periclímeno, se refiere, quizás, a los árboles sagrados de los meses (véase 53.3 y 139.1). Los cambios de Proteo constituyen una novela divertida, pero son completamente inapropiados para el contexto oracular a menos que la verdadera fábula sea que, tras un reinado de ocho años y la muerte anual de un interrex a la manera cretense, Menelao se convirtió en el héroe oracular de una colonia establecida junto al Río de Egipto (véase 112.j).

170
LOS VIAJES DE ODISEO

a. Odiseo, quien se hizo a la mar desde Troya con el conocimiento seguro de que debía viajar durante otros diez años antes de volver a Ítaca, hizo escala primeramente en la Ismaro cicona y la tomó por asalto. En el saqueo sólo perdonó a Maro, sacerdote de Apolo, quien, agradecido, le ofreció varias jarras de vino dulce; pero los cicones del interior vieron la columna de humo que se extendía a gran altura sobre la ciudad incendiada y atacaron a los griegos mientras bebían en la costa, diseminándolos en todas direcciones. Cuando Odiseo consiguió reunir y reembarcar a sus hombres con numerosas bajas, un fuerte viento nordeste lo llevó a través del mar Egeo hacia Citera[844]. El cuarto día, durante una calma tentadora, trató de doblar el cabo Malea y seguir hacia el norte hasta Ítaca, pero el viento volvió a soplar con más violencia que anteriormente. Tras nueve días de peligro y desgracia apareció a la vista el promontorio libio donde viven los lotófagos. Ahora bien, el loto es un frutó sin cuesco, de color de azafrán y del tamaño de una haba, que crece en racimos dulces y saludables, aunque tiene la propiedad de hacer que quienes lo comen pierdan por completo el recuerdo de su país; algunos viajeros, no obstante, lo describen como una especie de manzana de la que se obtiene una sidra fuerte. Odiseo desembarcó para acarrear agua y envió una patrulla de tres hombres; éstos comieron el loto que les ofrecieron los nativos y en consecuencia olvidaron su misión. Al cabo de un rato salió a buscarlos al, frente de un grupo de auxilio, y aunque sintió la tentación de probar el loto se contuvo. Llevó a los desertores de vuelta por la fuerza, los encadenó y partió sin más rodeos[845].

b. Luego llegó a una isla fértil y muy boscosa, habitada únicamente por innumerables cabras montesas, y mató algunas de ellas para alimentarse. Ancló allí toda la flota, con excepción de una sola nave en la que salió a explorar la costa opuesta. Resultó que era el país de los feroces y bárbaros Cíclopes, llamados así a causa del gran ojo redondo que tenían en el centro de la frente. Habían olvidado el arte de la herrería que practicaban sus antepasados para Zeus y ahora eran pastores sin leyes, asambleas, naves, mercados ni conocimiento de la agricultura. Vivían hurañamente separados unos de otros, en cavernas excavadas en las colinas rocosas. Al ver una de esas cavernas con una entrada alta y en la que colgaba una rama de laurel, más allá de un corral cercado con grandes piedras, Odiseo y sus compañeros entraron sin saber que la propiedad pertenecía a un cíclope llamado Polifemo, hijo gigante de Posidón y la ninfa Toosa, al que le encantaba comer carne humana. Los griegos se acomodaron y encendieron una gran fogata, y luego mataron y asaron varios cabritos que encontraron encerrados en el fondo de la caverna; se sirvieron también el queso que había en unos cestos que colgaban de las paredes, y comieron alegremente. Hacia el anochecer apareció Polifemo. Introdujo su rebaño en la caverna y cerró la entrada con una losa de piedra tan grande que veinte yuntas de bueyes apenas habrían podido moverla; luego, sin advertir que tenía huéspedes, se sentó para ordeñar a sus ovejas y cabras. Por fin levantó la cabeza del balde y vio a Odiseo y a sus compañeros reclinados alrededor del hogar. Les preguntó de mal humor qué tenían que hacer en su caverna. Odiseo le contestó: «Amable monstruo, somos griegos que volvemos a nuestra patria después del saqueo de Troya. Te ruego que recuerdes tu deber con los dioses y nos trates hospitalariamente». Como respuesta, Polifemo resopló, asió a dos marineros por los pies, les hizo saltar los sesos golpeándolos contra el suelo y devoró los cadáveres crudos, gruñendo mientras lamía los huesos como cualquier león montes.

c. Odiseo habría deseado vengarse sangrientamente antes que amaneciera, pero no se atrevió, porque sólo Polifemo era lo bastante fuerte como para retirar la piedra de la entrada. Pasó la noche con la cabeza entre las manos trazando un plan de huida mientras Polifemo roncaba terriblemente. Para desayunarse el monstruo rompió la crisma a otros dos marineros, después de lo cual salió silenciosamente con su rebaño por delante y cerró la caverna con la misma lápida. Pero Odiseo tomó una estaca de madera de olivo verde, la afiló y endureció un extremo en el fuego y luego la ocultó bajo un montón de estiércol. Esa noche volvió el cíclope y comió dos más de los doce marineros, después de lo cual Odiseo le ofreció cortésmente un cuenco lleno con el vino fuerte que le había dado Maro en Ismaro; por fortuna, había llevado a tierra un odre lleno de vino. Polifemo bebió ávidamente, pidió un segundo cuenco, pues en toda su vida había probado una bebida más fuerte que el suero de la leche, y condescendió a preguntar a Odiseo su nombre.

—Mi nombre es Oudeis —contestó Odiseo—; o al menos así me llaman todos, para abreviar.

Ahora bien, «Oudeis» significa «Nadie».

—Te comeré el último, amigo Oudeis —le prometió Polifemo.

d. Tan pronto como el cíclope cayó en un profundo sueño de borracho, pues el vino no había sido mezclado con agua, Odiseo y los compañeros que quedaban calentaron la estaca en las ascuas del fuego y luego la clavaron en el ojo único de Polifemo y la retorcieron en él, haciendo fuerza Odiseo desde arriba, como cuando se taladra un agujero en la tablazón de un barco. El ojo silbaba y Polifemo lanzó un horrible gemido, que hizo que todos sus vecinos acudieran corriendo desde cerca y de lejos para saber qué sucedía.

—¡Estoy ciego y sufro terriblemente! —les gritó Polifemo—. ¡Y Nadie tiene la culpa!

—¡Pobre infeliz! —contestaron ellos—. Si, como dices, nadie tiene la culpa, debes ser víctima de una fiebre delirante. ¡Ruego a nuestro Padre Posidón que te cure y deja de hacer tanto ruido!

Se fueron refunfuñando y Polifemo se dirigió a la entrada de la caverna, apartó la lápida de piedra y buscando a tientas con las manos esperaba atrapar a los griegos sobrevivientes cuando trataban de escapar. Pero Odiseo tomó unos mimbres y ató a cada uno de sus compañeros por turno bajo el vientre de un carnero, el del centro de un grupo de tres, distribuyendo el peso igualmente. Él eligió un carnero enorme, el conductor del rebaño, y se colocó bajo su vientre, asiéndose a la lana con manos y pies.

e. Al amanecer Polifemo dejó que su rebaño saliera a pacer, palpando suavemente sus lomos para asegurarse de que nadie estuviese montado sobre ellos, Se detuvo un rato conversando lastimeramente con el animal bajo el cual se ocultaba Odiseo y le preguntó: «¿Por qué, querido carnero, no sales el primero como de costumbre? ¿Te compadeces de mí en mi desgracia?» Pero por fin lo dejó pasar.

f. Así Odiseo consiguió liberar a sus compañeros y llevar un rebaño de carneros gordos a la nave. Ésta fue lanzada rápidamente al agua y los hombres tomaron los remos y comenzaron a alejarse; Odiseo no pudo abstenerse de gritar una despedida irónica. Por respuesta, Polifemo les lanzó una gran roca que cayó a poca distancia delante de la nave formando un remolino en el agua que casi la envió otra vez a tierra. Odiseo se echó a reír y gritó: «Si alguien te pregunta quién te ha cegado, contéstale que no ha sido Oudeis, sino Odiseo de Ítaca». El cíclope, furioso, suplicó en voz alta a Posidón: «¡Concédeme, Padre, que si mi enemigo vuelve alguna vez a su casa, sea tarde y mal, en nave ajena, después de perder a todos sus compañeros, y encuentre nuevas cuitas en su morada!» Lanzó otra roca todavía mayor y esta vez cayó a poca distancia de la popa de la nave, de modo que la ola que levantó los llevó rápidamente a la isla donde los esperaban ansiosamente los otros compañeros de Odiseo. Pero Posidón escuchó a Polifemo y le prometió la venganza pedida[846].

g. Odiseo se dirigió hacia el norte y poco después llegó a la Isla de Éolo, Guardián de los Vientos, quien les agasajó espléndidamente durante todo un mes; el último día entregó a Odiseo un odre que contenía los vientos y le explicó que mientras el cuello estuviera bien atado con un hilo de plata todo marcharía bien. Dijo que no había encerrado al suave Viento Oeste, que iba a llevar la flota ininterrumpidamente por el Mar Jónico hacia Ítaca, pero Odiseo podía soltar los otros uno por uno si por algún motivo necesitaba alterar su curso. Ya se podía divisar el humo que ascendía por las chimeneas del palacio de Odiseo, cuando éste se quedó dormido, abrumado por el cansancio. Sus tripulantes, que esperaban ese momento, desataron el saco, que parecía contener vino. Inmediatamente los Vientos salieron todos juntos rugiendo en dirección a su isla, llevándose al navío por delante, y Odiseo no tardó en encontrarse de nuevo en la isla de Éolo. Con profusas excusas solicitó nueva ayuda, pero le dijeron que se fuera y empleara esta vez los remos, pues no le darían ni un soplo del Viento Oeste. «No puedo ayudar a un hombre al que se oponen los dioses», le gritó Éolo, y le cerró la puerta en la cara[847].

h. Tras siete días de viaje, Odiseo llegó al país de los lestrigones, gobernado por el rey Lamo, del que algunos dicen que se hallaba en la parte noroeste de Sicilia. Otros lo sitúan en las cercanías de Formias, en Italia, donde la noble Casa de Lamia pretende descender del rey Lamo; y esto parece creíble, ¿pues quién confesaría que desciende de caníbales, a menos que tratara de una tradición común[848]?. En el país de los lestrigones la noche y la mañana están tan cerca una de otra que los pastores que conducen sus rebaños a casa cuando se pone el sol saludan a los que conducen a los suyos al campo al amanecer. Los capitanes de Odiseo entraron audazmente en el puerto de Telépilo, el cual, con excepción de una entrada estrecha, está rodeado por riscos abruptos, y amarraron sus naves cerca de un camino de carros que subía por un valle. Odiseo, que era más cauto, amarró su barco a una roca fuera del puerto, después de enviar tres exploradores tierra adentro en misión de reconocimiento. Los exploradores siguieron el camino hasta que encontraron una muchacha que sacaba agua de un manantial. Resultó que era una hija de Anfítates, un caudillo lestrigón a cuya casa los condujo. Pero allí fueron tratados despiadadamente por una horda de salvajes que se apoderó de uno de ellos y lo mató para el cocido; los otros dos huyeron a toda velocidad, pero los salvajes, en vez de perseguirlos, fueron a las cimas de los riscos y desde allí arrojaron a las naves un diluvio de piedras antes que los tripulantes pudieran botarlas al agua. Luego bajaron a la playa y mataron y devoraron a los marineros con toda comodidad. Odiseo escapó cortando el cable de su bajel con una espada y exhortó a sus compañeros a que remaran vigorosamente para salvar la vida[849].

i. Dirigió la única nave que le quedaba hacia el este y tras un largo viaje llegó a Eea, la isla de la Aurora, gobernada por la diosa Circe, hija de Helio y Perse, y por tanto hermana de Ectes, el terrible rey de Cólquíde. Circe era hábil en toda clase de encantamientos, pero quería poco a la especie humana. Cuando echaron suertes para decidir quién se quedaría vigilando el navío y quién saldría para explorar la isla, le tocó al querido compañero de Odiseo, Euríloco, desembarcar con otros veintidós tripulantes. Descubrió que Eea abundaba en robles y otras clases de árboles, y por fin llegó al palacio de Circe, construido en un gran claro hacia el centro de la isla. Lobos y leones rondaban por los alrededores, pero en vez de atacar a Euríloco y sus compañeros se enderezaban sobre las patas traseras y les acariciaban. Se habría podido tomar a aquellos animales por seres humanos, y en realidad lo eran, aunque los habían transformado así los hechizos de Circe.

j. Circe se hallaba en el vestíbulo, cantando mientras tejía, y cuando el grupo de Euríloco la llamó a gritos salió sonriendo y los invitó a comer en su mesa. Todos entraron alegremente, excepto Euríloco, quien, sospechando un engaño, se quedó afuera y atisbo ansiosamente por las ventanas. La diosa sirvió una comida de queso, cebada, miel y vino, para los marineros hambrientos; pero estaba drogada, y tan pronto como comenzaron a comer les tocó en el hombro con su varita y los transformó en puercos. Luego, abrió inexorablemente la portezuela de una pocilga, los encerró en ella, les echó unos puñados de bellotas y frutos del cornejo en el suelo fangoso y los dejó allí revolcándose.

k. Euríloco volvió llorando e informó a Odiseo de la desgracia ocurrida, quien tomó su espada y salió decidido a salvarlos, pero sin un plan fijo en la cabeza. Con gran sorpresa se encontró con el dios Hermes, quien le saludó cortésmente y le ofreció un remedio contra la magia de Circe: una flor blanca perfumada con la raíz negra, llamada moly, que sólo los dioses pueden reconocer y elegir. Odiseo aceptó el don agradecido y siguió su camino hasta el palacio de Circe, quien también le agasajó a él. Cuando hubo tomado la comida mezclada con drogas, Circe levantó la vara y le tocó con ella en el hombro, mientras le ordenaba: «Ahora ve a la pocilga y échate con tus compañeros». Pero Odiseo había olido a escondidas la flor de moly, por lo que no quedó encantado, y se levantó de un salto espada en mano. Circe cayó llorando a sus pies y le suplicó: «¡Perdóname y compartirás mi lecho y reinarás en Eea conmigo!» Como sabía que las hechiceras poseen el poder de enervar y destruir a sus amantes, extrayéndoles secretamente la sangre en pequeñas ampollas, Odiseo hizo jurar solemnemente a Circe que no tramaría ninguna nueva travesura contra él. Ella juró por los dioses benditos y, después de proporcionarle un delicioso baño caliente, vino en copas de oro y una sabrosa cena servida por una venerable ama de llaves, se dispuso a pasar la noche con él en un lecho con colcha de púrpura. Pero Odiseo no quiso responder a sus requerimientos amorosos hasta que accedió a liberar no sólo a sus compañeros, sino también a todos los otros marineros encantados por ella. Una vez hecho eso se quedó de buena gana en Eea hasta que ella le hubo dado tres hijos: Agrio, Latino y Telégono[850].

l. Odiseo anhelaba continuar su viaje y Circe le dejó ir. Pero primeramente debía hacer una visita al Tártaro y buscar allí al adivino Tiresias, quien le profetizaría la suerte que le esperaba en Ítaca, si llegada alguna vez a ella, y después. «El soplo del Viento Norte conducirá tu nave —le dijo Circe— hasta que hayas atravesado el océano y llegues al bosque de Perséfone, notable por sus álamos negros y sus añosos sauces. En el punto donde los ríos Flegetonte y Cocito desembocan en el Aqueronte cava una zanja y sacrifica un carnero joven y una oveja negra, que yo misma proporcionaré, a Hades y Perséfone. Deja que la sangre entre en la zanja y mientras esperas a que llegue Tiresias ahuyenta a todas las otras ánimas con tu espada. Deja que Tiresias beba todo lo que quiera y luego escucha atentamente su consejo».

m. Odiseo obligó a sus hombres a embarcarse, aunque se mostraban renuentes a dejar la agradable Eea por el país de Hades. Circe les proporcionó un viento favorable que los llevó rápidamente al Océano y a las lejanas fronteras del mundo donde a los Cimerios, rodeados de niebla, ciudadanos de la Oscuridad Perpetua, se les niega la vista del Sol. Cuando avistaron el Bosque de Perséfone desembarcó Odiseo e hizo exactamente lo que le había aconsejado Circe. La primera ánima que apareció en la zanja fue la de Elpenor, uno de sus propios marineros que pocos días antes, borracho, se había dormido en el techo del palacio de Circe y, al despertar aturdido, cayó a tierra y se mató. Odiseo había abandonado Eea tan apresuradamente que no advirtió la ausencia de Elpenor hasta que era ya demasiado tarde, y ahora le prometió un entierro decente. «¡Pensar que has llegado aquí a pie más rápidamente que yo en la nave!», exclamó. Pero negó a Elpenor el menor sorbo de la sangre, aunque él se lo pidió lastimeramente.

n. Una multitud mixta de espíritus se reunió alrededor de la zanja, hombres y mujeres de todas las épocas y todas las edades, entre los que se hallaban Anticlea, la madre de Odiseo, pero ni siquiera a ella le dejó beber antes de que lo hiciera Tiresias. Por fin apareció Tiresias, quien lamió la sangre agradecidamente y aconsejó a Odiseo que mantuviera a sus hombres bajo un control severo una vez que estuvieran a la vista de Sicilia, su próxima recalada, para que no sintieran la tentación de robar el ganado del titán-sol Hiperión. Debía esperar grandes dificultades en Ítaca, y aunque podría vengarse de los bribones que devoraban allí sus bienes, sus viajes no terminarían todavía. Debía tomar un remo y llevarlo al hombro hasta que llegara a una región interior donde ningún hombre salaba la carne y donde confundirían al remo con un bieldo. Si entonces hacía sacrificios a Posidón podría volver a Ítaca y gozar de una ancianidad dichosa, pero al final la muerte le llegaría del mar.

o. Después de dar las gracias a Tiresias y de prometerle la sangre de otra oveja negra a su regreso de Ítaca, Odiseo permitió por fin a su madre que saciara su sed. Ella le dio más noticias de su casa, pero guardó un silencio discreto acerca de los pretendientes de su nuera. Cuando se hubo despedido, las almas de numerosas reinas y princesas se agolparon para beber la sangre. A Odiseo le causó gran complacencia encontrarse con personajes tan conocidos como Antíope, Yocasta, Cloris, Pero, Leda, Ifimedia, Fedra, Procris, Ariadna, Mera, Clímene y Enfila.

p. Luego conversó con un grupo de excompañeros: Agamenón, quien le aconsejó que desembarcara en Ítaca secretamente; Aquiles, a quien alegró informándole de las grandes hazañas de Neoptólemo; y Áyax el Grande, quien todavía no le había perdonado y se alejó torvamente. Odiseo vio también a Minos juzgando, a Orion cazando, a Tántalo y Sísifo sufriendo, y a Heracles —o más bien su espectro, pues Heracles asiste cómodamente a los banquetes de los dioses inmortales—, quien le compadeció por sus largos trabajos[851].

q. Odiseo navegó sin inconveniente de vuelta a Eea, donde enterró el cadáver de Elpenor y colocó su remo en el túmulo como recuerdo. Circe le recibió alegremente y le dijo: «¡Qué temeridad ha sido haber visitado el país de Hades! Una muerte basta para la mayoría de los hombres, pero ahora tú tendrás dos». Le advirtió que a continuación tenía que pasar por la Isla de las Sirenas, cuyas bellas voces encantaban a todos los que navegaban por las cercanías. Esas hijas de Aqueloo, o, según dicen algunos, de Forcis, y la musa Terpsícore, o Estérope, hija de Portaón, tenían rostros de muchacha, pero patas y plumas de aves, y se dan muchas versiones diferentes para explicar esa peculiaridad: como que jugaban con Core cuando la raptó Hades, y que Deméter, ofendida porque no habían acudido en su ayuda, les dio alas y dijo: «¡Idos y buscad a mi hija por todo el mundo!» O que Afrodita las transformó en aves porque, por orgullo, no querían entregar su virginidad a los dioses ni los hombres. Pero ya no pueden volar, porque las Musas les vencieron en un certamen musical y les arrancaron las plumas de las alas para hacerse coronas. Ahora permanecen sentadas, cantando en una pradera entre los montones de huesos de los marineros a los que han arrastrado a la muerte. «Tapa los oídos de tus hombres con cera de abejas —le aconsejó Circe— y si tú deseas escuchar su música, haz que tus marineros te aten de manos y pies al mástil y oblígales a jurar que no te soltarán por muy rudamente que les amenaces.» Circe previno a Odiseo acerca de otros peligros que les esperaban cuando él fue a despedirse; y luego partió, llevado una vez más por un viento favorable.

r. Cuando el navío se acercaba a la Isla de las Sirenas, Odiseo siguió el consejo de Circe, y las sirenas cantaron tan dulcemente, prometiéndole el conocimiento previo de todos los futuros acontecimientos en la tierra, que gritó a sus compañeros, amenazándoles con la muerte si no lo soltaban, pero, obedeciendo sus órdenes anteriores, lo único que hicieron fue atarlo todavía más fuertemente al mástil. Así la nave siguió navegando sin peligro y las sirenas, sintiéndose vejadas, se suicidaron[852].

s. Algunos creen que había solamente dos sirenas; otros, que eran tres, a saber: Parténope, Leucosia y Ligia; o Pisínoe, Agláope y Telxiepia; o Aglaofeme, Telxíope y Molpe. Otros nombran a cuatro: Teles, Redne, Telxíope y Molpe[853].

t. El siguiente peligro de Odiseo consistía en el paso entre dos riscos, en uno de los cuales se refugiaba Escila, y en el otro Caribdis, su compañera monstruosa. Caribdis, hija de la Madre Tierra y Posidón, era una mujer voraz que había sido arrojada por el rayo de Zeus al mar y ahora, tres veces al día, aspiraba el agua en gran volumen y poco después la vomitaba. Escila, en un tiempo bella hija de Hécate Gratéis y Forcis, o Forbante —o de Equidna y Tifón, Tritón o Tirrenio— había sido transformada en un monstruo semejante a un perro con seis cabezas espantosas y doce patas. Eso había hecho Circe, celosa del amor que sentía por ella el dios marino Glauco; o Anfítrite, igualmente celosa del amor de Posidón. Se apoderaba de los marineros, les rompía los huesos y los devoraba lentamente. Casi lo más extraño de Escila era su gañido, no más fuerte que el plañido de un cachorro recién nacido. Tratando de eludir a Caribdis, Odiseo se acercó un poco excesivamente a Escila, la cual, inclinándose sobre la borda, arrebató de la cubierta a seis de sus marineros más capaces, llevándose a uno en cada boca, y los llevó a las rocas, donde los devoró cómodamente. Ellos chillaron y tendieron las manos hacia Odiseo, pero él no se atrevió a tratar de salvarlos y siguió adelante[854].

u. Odiseo siguió este rumbo para evitar las Rocas Errantes o Chocantes entre las cuales sólo había conseguido pasar el Argo; no sabía que ahora estaban asentadas fijamente en el lecho del mar. Pronto llegó a la vista de Sicilia, donde el Titán-Sol Hiperión, al que algunos llaman Helio, apacentaba siete manadas de magníficas vacas, a razón de cincuenta por cada rebaño, y grandes rebaños de robustas ovejas. Odiseo hizo que sus hombres juraran solemnemente que se contentarían con las provisiones que les había dado Circe y no robarían una sola vaca. Entonces desembarcaron y amarraron el navío, pero el Viento Sur sopló durante treinta días, comenzó a escasear la comida y aunque los marineros cazaban o pescaban todos los días, era poco lo que conseguían. Al fin Euríloco, desesperado por el hambre, llevó aparte a sus compañeros y les indujo a matar parte del ganado, en compensación por lo cual, se apresuró a añadir, erigirían a Hiperión un templo magnífico a su regreso a Ítaca, se apoderaron de varias vacas, las mataron, sacrificaron a los dioses los fémures y la grasa y asaron buena carne suficiente para un banquete de seis días.

v. Odiseo se horrorizó cuando despertó y vio lo que había sucedido y lo mismo le pasó a Hiperión cuando se enteró de ello por Lampecia, su hija y jefa de las vaqueras. Hiperión se quejó a Zeus, quien, al ver que la nave de Odiseo había sido botada al agua de nuevo, envió una súbita tormenta del oeste que derribó el mástil, haciéndolo caer sobre la cabeza al timonel; luego descargó un rayo en la cubierta. La nave se hundió y todos los que iban a bordo se ahogaron, con excepción de Odiseo. Éste consiguió amarrar el mástil y la quilla flotantes con una cuerda de cuero de buey y se sentó a horcajadas en esa embarcación provisional. Pero comenzó a soplar un viento del sur que lo llevó de nuevo hacia el remolino de Caribdis. Odiseo se asió al tronco de una higuera silvestre arraigada en lo alto del risco y colgado de ella esperó sin cejar a que el mástil y la quilla fuesen tragados y vomitados de nuevo; luego se asentó otra vez en ellos y se alejó remando con los brazos. Tras nueve días de ir a la deriva desembarcó en la isla Ogigia, donde vivía Calipso, la hija de Tetis y Océano, o quizá de Nereo, o Atlante[855].

w. Bosquecillos de alisos, álamos negros y cipreses, con buhos, halcones y locuaces cuervos marinos posados en sus ramas ocultaban la gran cueva de Calipso. Una parra se extendía a través de la entrada. Perejil y lirios crecían densamente en una pradera adjunta, regada por cuatro claros riachuelos. Allí la bella Calipso recibió a Odiseo cuando salió a tierra tambaleando y le ofreció comida abundante, bebidas fuertes y una parte de su blando lecho. «Si te quedas conmigo —le dijo— gozarás de la inmortalidad y de una juventud eterna». Algunos dicen que fue Calipso, y no Circe, quien le dio su hijo Latino, además de los mellizos Nausítoo y Nasínoo.

x. Calipso retuvo a Odiseo en Ogigia durante siete años —o quizá durante sólo cinco— y trató de hacer que olvidara a Ítaca, pero él se cansó pronto de sus abrazos y solía sentarse abatido en la costa, mirando fijamente el mar. Por fin, aprovechando la ausencia de Posidón, Zeus envió a Hermes con la orden de que Calipso dejara en libertad a Odiseo. Ella no podía hacer otra cosa que obedecer y, en consecuencia, le dijo a Odiseo que construyera una balsa, que ella abastecería suficientemente con un saco de cereal, odres con vino y agua y carne seca. Aunque Odiseo sospechaba una trampa, Calipso juró por el Éstige que no le engañaría y le prestó un hacha, una azuela, taladros y todas las otras herramientas necesarias. Sin necesidad de que le alentara, Odiseo improvisó una balsa con una veintena de troncos de árbol enlazados, la botó al agua con rodillos, dio a Calipso un beso de despedida y partió empujado por una suave brisa.

y. Posidón había estado visitando a sus intachables amigos los etíopes, y cuando volvía a casa por el mar en su carro alado vio de pronto la balsa. Al momento arrojó a Odiseo por la borda una ola gigantesca y las ricas ropas que llevaba lo arrastraron a las profundidades del mar hasta que sus pulmones parecían a punto de estallar. Pero como era un buen nadador, consiguió quitarse las ropas, volver a la superficie y subir de nuevo a la balsa. La compasiva diosa Leucotea, anteriormente Ino, esposa de Atamante, se posó junto a él adoptando la forma de una gaviota. En el pico tenía un velo y le dijo a Odiseo que se lo enrollase alrededor de la cintura antes de volver a sumergirse en el mar. Le prometió que ese velo le salvaría. Odiseo vacilaba en obedecer, pero cuando otra ola hizo añicos la balsa enrolló el velo a su alrededor y se alejó nadando. Como Posidón estaba ya de vuelta en su palacio submarino de las cercanías de Eubea, Atenea se atrevió a enviar un viento que calmase las olas al paso de Odiseo, quien dos días después fue arrojado a la costa, completamente agotado, en la isla de Drepane, entonces ocupada por los feacios. Allí se tendió al abrigo de un matorral junto a un arroyo, se cubrió con hojas secas y se durmió profundamente[856].

z. A la mañana siguiente la hermosa Nausícaa, hija del rey Alcínoo y la reina Arete, la pareja real que en otro tiempo se había mostrado tan bondadosa con Jasón y Medea, fue a lavar sus ropas en el arroyo. Cuando terminó la tarea se puso a jugar a la pelota con sus esclavas. La pelota fue a caer en el agua, las mujeres gritaron acongojadas y Odiseo se despertó alarmado. Estaba desnudo, pero utilizó una frondosa rama de olivo para ocultar su desnudez, se acercó sigilosamente y dirigió palabras tan dulces a Nausícaa que ella lo tomó discretamente bajo su protección y lo condujo a su palacio. Allí Alcínoo hizo numerosos regalos a Odiseo y, después de escuchar el relato de sus aventuras, lo envió a Ítaca en un buen navío. Sus acompañantes conocían bien la isla. Anclaron en el puerto de Forcis, pero decidieron no perturbar su profundo sueño, lo llevaron a la playa y lo dejaron suavemente en la arena, depositando los regalos de Alcínoo bajo un árbol cercano. Posidón, no obstante, estaba tan molesto por la bondad de los feacios con Odiseo que golpeó el navío con la palma de la mano cuando volvía a Drepane y lo convirtió con tripulantes y todo en piedra. Alcínoo se apresuró a sacrificar doce toros selectos a Posidón, quien ahora amenazaba con privar a la ciudad de sus dos puertos arrojando una gran montaña entre ellos; y algunos dicen que así lo hizo. «¡Esto nos enseñará a no ser hospitalarios en el futuro!», le dijo Alcínoo a Arete amargamente[857].

*

1. Apolodoro nos dice (Epítome vii.29) que «algunos han tomado la Odisea como el relato de un viaje alrededor de Sicilia». Samuel Butler llegó independientemente a la misma opinión e interpretó a Nausícaa como un autorretrato de la autora, una noble siciliana joven y talentosa del distrito de Érix. En su Authoress of the Odyssey aduce el conocimiento íntimo que se muestra de la vida doméstica en la corte, en contraste con el conocimiento incompleto de la navegación y de la economía pastoral, y hace hincapié en «la preponderancia del interés femenino». Señala que sólo una mujer podía haber hecho que Odiseo se entrevistase con las mujeres famosas del pasado antes que con los hombres famosos y, en su discurso de despedida a los feacios, expusiese la esperanza en que «continuarán complaciendo a sus esposas e hijos», en vez de lo contrario (Odisea xiii.44-5); o hacer que Helena diese palmadas en el Caballo de Madera y embromase a los hombres que estaban adentro (véase 167. a). Es difícil no estar de acuerdo con Butler. El estilo ligero, humorístico, ingenuo y vivo de la Odisea es casi seguramente femenino. Pero Nausícaa ha combinado y localizado en su Sicilia natal dos leyendas diferentes, ninguna de las dos inventadas por ella: el regreso semi-histórico de Odiseo de Troya, y las aventuras alegóricas de otro héroe —llamémosle Ulises— que, como Sísifo, el abuelo de Odiseo (véase 67.2) no quería morir al término de su período de soberanía. La leyenda de Odiseo incluiría la incursión en Ismaro, la tempestad que lo llevó lejos al sudoeste, el regreso por Sicilia e Italia, el naufragio en Drépane (Corfú) y su venganza final de los pretendientes. Todos, o casi todos, los otros episodios corresponden a la fábula de Ulises. El país de los lotos, la caverna del cíclope, el puerto de Telépilo, Eea, el Bosque de Perséfone, la Isla de las Sirenas, Ogigia, Escila y Caribdis, las profundidades del mar, e inclusive la Bahía de Forcis, todos ellos son diferentes metáforas de la muerte que eludía. A esas elusiones se puede agregar su ejecución de la anciana Hécabe, llamada también Mera o Can Menor, a la que debía haber sido sacrificado el sucesor de Icario (véase 168.1).

2. Tanto Escilax (Periplus 10) como Herodoto (iv.77) sabían que los lotófagos eran una nación que vivía en la Libia occidental cerca de la matriarcal Gindanes. Su producto principal era el sabroso y nutritivo cordia myxa, un fruto dulce y pegajoso que crecía en racimos parecidos a los de la uva, y que, prensado y mezclado con cereal (Plinio: Historia natural xiii.32; Teofrasto: Historia de las plantas iv.3.1), en una ocasión alimentó a un ejército que marchaba contra Cartago. Se ha confundido al cordia myxa con el rhamnus zizyphus, una especie de manzana silvestre que da una sidra áspera y tiene cuesco en vez de pepitas. El olvido producido por la comida de lotos se explica a veces como debido a la fuerza de su bebida, pero comer loto no es lo mismo que beber loto. Por tanto, como el hecho de que el rey sagrado probase una manzana que le daba la Belle Dame Sans Merci equivalía a aceptar la muerte por sus manos (véase 33.7 y 133.4), el cauto Ulises, quien sabía que los reyes y guerreros pálidos languidecían en el Infierno a causa de una manzana, se negó a probar el rhamnus. En una balada escocesa del culto de las brujas a Tomás el Rimador se le advierte que no debe tocar las manzanas del Paraíso que le muestra la Reina de Elphame.

3. La caverna del cíclope es claramente un lugar de muerte y el grupo de Odiseo se componía de trece hombres: el número de los meses durante los que reinaba el rey primitivo. El Polífemo de un solo ojo, que a veces tiene una madre bruja, aparece en los cuentos populares de toda Europa y su origen puede remontarse hasta el Caucaso; pero los doce compañeros sólo figuran en la Odisea. Cualquiera que pueda ser el significado del cuento caucásico, A. B. Cook, en su Zeus (págs. 302-23) demuestra que el ojo del cíclope era un emblema solar griego. Sin embargo, cuando Odiseo cegó a Polifemo para evitar que lo devorase como a sus compañeros, el Sol siguió brillando. Sólo el ojo del dios Baal, o Moloch, o Tesup, o Polifemo («famoso»), que exigía el sacrificio humano, había sido sacado, y el rey se llevó triunfalmente los carneros robados. Como el escenario pastoral del cuento caucásico se conservó en la Odisea, y su monstruo tenía un solo ojo, se lo pudo confundir con uno de los cíclopes pre-helenos, famosos forjadores de metal cuya cultura se había extendido a Sicilia y que quizá tenían un ojo tatuado en el centro de la frente como una marca de clan (véase 3.2).

4. Telépilo, que significa «la puerta lejana [del Infierno]», se halla en el extremo norte de Europa, el País del Sol de Medianoche, donde el pastor que vuelve a casa saluda al que sale de ella. A esa región fría, «detrás del Viento Norte», corresponden las Rocas Errantes o Chocantes, es decir, los témpanos de hielo (véase 151.1), y también los cimerios, cuya oscuridad al mediodía complementaba su sol de medianoche en junio. Fue quizás en Telépilo donde Hera cles luchó con Hades (véase 139.1); si es así, la batalla se realizó durante su visita a los Hiperbóreos (véase 125.1). Los lestrigones («de una raza muy dura») eran quizás habitantes de los fiordos noruegos, de cuyo comportamiento bárbaro se advertía a los mercaderes de ámbar cuando iban a Bornholm y la costa meridional del Báltico.

5. Eea («lamento») es una isla de la muerte típica donde la conocida diosa de la Muerte canta mientras teje. La leyenda de los argonautas la sitúa a la entrada del golfo adriático; puede ser muy bien Lussin, cerca de Pola (véase 148.9). Circe significa «halcón», y tenía un cementerio en Cólquide, en el que había sauces dedicados a Hécate. Los hombres transformados en animales sugieren la doctrina de la metemsicosis, pero el cerdo está consagrado particularmente a la diosa Muerte y los alimenta con cornejo de Crono, el alimento rojo de la muerte, por lo que quizá son simplemente espectros (véase 24.11 y 33.7). Los gramáticos no han podido decidir qué era el moly de Hermes. Tzetzes (Sobre Licofrón 679) dice que los farmacéuticos lo llaman «ruda silvestre»; pero la descripción de la Odisea indica el ciclamino silvestre, que es difícil encontrar, además de tener pétalos blancos, bulbos oscuros y un olor muy dulce. Escritores clásicos posteriores atribuyeron el nombre «moly» a una especie de ajo con flor amarilla que, según se creía, brotaba (como la cebolla, la escila y el verdadero ajo) cuando menguaba la luna más bien que cuando crecía, y de aquí que sirviera como contraencantamiento de la magia lunar de Hécate. Marduk, el héroe babilonio, olió una hierba divina como antídoto del olor nocivo de la diosa marina Tiamat, pero en la epopeya no se describe su especie (véase 35.5).

6. El bosque de álamos negros de Perséfone se hallaba en el Tártaro del lejano occidente y Odiseo no «descendió» a él, como Heracles (véase 134.c), Eneas y Dante, aunque Circe suponía que lo había hecho (véase 31.a). Flegetonte, Cocito y Aqueronte pertenecen propiamente al Infierno subterráneo. Sin embargo, la autora de la Odisea poseía pocos conocimientos geográficos y apelaba a los vientos Oeste, Sur y Norte al azar. Odiseo debía haber sido llevado por los vientos del este a Ogigia y el Bosque de Perséfone, y por los vientos del sur a Telépilo y Eea; sin embargo, tenía alguna justificación para hacer que Odiseo navegara rumbo al este a Eea, como el País de la Aurora, donde los héroes Orion y Titono habían encontrado la muerte. Las entradas de las tumbas micénicas en forma de colmenas hacen frente al este; y Circe, por ser hija de Helio, tenía a Eos («aurora») como tía.

7. Las sirenas (véase 154.3) aparecían talladas en los monumentos funerarios como ángeles de la muerte que cantaban himnos fúnebres al son de la lira, pero también se les atribuía propósitos eróticos con los héroes a los que lloraban; y como se creía que el alma se alejaba volando en forma de ave, se las representaba, como a las Harpías, en forma de ave de presa que esperaban a apresarla y protegerla. Aunque eran hijas de Forcis, o Infierno, y por tanto primas hermanas de las Harpías, no vivían bajo la tierra o en cavernas, sino en una isla sepulcral verde parecida a Eea u Ogigia; y eran particularmente peligrosas cuando no soplaba el viento al mediodía, la hora de las insolaciones y las pesadillas de la siesta. Puesto que se las llama también hijas de Aqueloo, su isla puede haber sido originalmente una de las Equínades, en la desembocadura del río Aqueloo (véase 142J). Los sicilianos las situaban cerca del cabo Pelero (ahora Faro) en Sicilia; los latinos, en las islas Sirenusas, cerca de Napóles o en Capri (Estrabón: i. 12. Véase 154.d y 3).

8. «Ogigia», el nombre de otra isla sepulcral, parece ser la misma palabra que «Océano», y Ogen es la forma intermedia; y Calipso («oculta» u «ocultadora») es una diosa de la Muerte más, como lo demuestra su caverna rodeada por alisos —consagrados al dios de la Muerte, Crono, o Bran— en cuyas ramas se posan sus cuervos marinos, o chovas (véase 98.j) y sus propios buhos y halcones. El perejil era un emblema de luto (véase 106J) y el lirio una flor de la muerte (véase 85.1). Prometió a Odiseo una juventud eterna, pero él deseaba la vida y no la inmortalidad heroica.

9. Escila («la que se desgarra»), hija de Forcis, o Hécate, y Caribdis («la que hunde chupando») son títulos de la diosa del Mar destructora. Estos nombres se atribuyeron a las rocas y corrientes de ambos lados del estrecho de Mesina, pero se los debe entender en un sentido más amplio (véase 16.2 y 91.2). Leucotea (véase 70.4) como gaviota era la diosa del Mar llorando un naufragio (véase 45.2). Como a la diosa del Mar cretense se la representaba también como un pulpo (véase 81.1) y Escila arrastró a los tripulantes de la nave de Odiseo, es posible que los cretenses que comerciaban con la India conocieran grandes variedades tropicales desconocidas en el Mediterráneo, a las que se atribuyen estos hábitos peligrosos. La descripción del gañido de Escila tiene mayor importancia mitológica que la que parece a primera vista: la identifica con los sabuesos de la muerte blancos y de orejas rojas, la Jauría Espectral, los Sabuesos de Gabriel de la leyenda británica, que persiguen a las almas de los condenados. Eran los antiguos perros de caza egipcios, consagrados a Anubia y que todavía se crían en la isla de Ibiza, los cuales cuando persiguen a su presa hacen un ruido «interrogante» parecido al plañido de los cachorros o a la música de los barnaclas migrantes (véase Diosa Blanca, p. 411).

10. Sólo dos episodios que se producen entre la escaramuza de Odiseo con los cicones y su llegada a Feacia parecen no relacionarse con el rechazo de la muerte repetido nueve veces: a saber, su visita a la Isla de Éolo y el robo del ganado de Hiperión. Pero los vientos a cargo de Éolo eran espíritus de los muertos (véase 43.5); y el ganado de Hiperión es el que robó Heracles en su décimo trabajo, esencialmente una perturbación del Infierno (véase 132.1). Que Odiseo alegara que no había intervenido en la incursión significa poco; tampoco su abuelo materno, Autólico (véase 160.c) confesó su robo del ganado solar (véase 67.c).

11. Odiseo, cuyo nombre, que significa «enojado», representa al rey sagrado de rostro rojo (véase 27.12) recibe en latín el nombre de «Ulises» o «Úlixes» —palabra formada probablemente con oulos, «herida», e isches «muslo»—, con referencia a la herida causada por el colmillo de un jabalí que su anciana nodriza reconoció cuando volvió a Ítaca (véase l60.c y 171.g). Era una forma común de la muerte de un rey que le hiriese en el muslo un jabalí, pero de algún modo Odiseo había sobrevivido a la herida (véase 18.7 y 151.2).

171
LA VUELTA DE ODISEO AL HOGAR

a. Cuando Odiseo se despertó no reconoció al principio su isla natal, a la que Atenea había hecho objeto de un encantamiento deformante. Poco después se presentó ella disfrazada de muchacho pastor y escuchó su larga y mentirosa narración de cómo era un cretense que, después de matar al hijo de Idomeneo, había huido hacia el norte en una nave sidonia y allí fue arrojado a tierra contra su voluntad. «¿Qué isla es ésta?», preguntó. Atenea rió y acarició la mejilla de Odiseo. «¡Eres, ciertamente, un mentiroso maravilloso! —le dijo—. Si no hubiera conocido la verdad me habrías engañado fácilmente. Pero lo que me sorprende es que no hayas descubierto mi disfraz. Soy Atenea; los feacios te desembarcaron aquí siguiendo mis instrucciones. Lamento que hayas tardado tantos años en volver a tu casa, pero yo no me atrevía a ofender a mi tío Posidón ayudándote demasiado abiertamente». Le ayudó a guardar en una cueva las calderas, los trípodes, los mantos de púrpura y las copas de oro que le habían regalado los feacios, y luego lo transformó de manera que no se le podía reconocer: le marchitó la piel, le adelgazó y blanqueó el cabello rojizo, lo vistió con sucios harapos y lo llevó a la choza de Eumeo, el anciano y fiel porquerizo del palacio. Atenea acababa de volver de Esparta, adonde había ido Telémaco para preguntar a Menelao, recién vuelto de Egipto, si podía darle alguna noticia de Odiseo. Ahora hay que explicar que, dando por supuesta la muerte de Odiseo, no menos que ciento doce príncipes jóvenes e insolentes de las islas que formaban el reino —Duliquio, Samos, Zacinto e Ítaca— cortejaban a su esposa Penélope, cada uno con la esperanza de casarse con ella y ocupar el trono; y habían convenido entre ellos en asesinar a Telémaco a su regreso de Esparta[858].

b. Cuando pidieron por primera vez a Penélope que decidiera entre ellos, ella declaró que sin duda Odiseo debía vivir todavía, porque su futura vuelta al hogar había sido predicha por un oráculo digno de confianza; y más tarde, como le apremiaban fuertemente, prometió tomar una decisión tan pronto como terminara la mortaja que debía tejer en previsión de la muerte del anciano Laertes, su suegro. Pero esta tarea le llevó tres años, pues lo que tejía de día lo destejía por la noche, hasta que al fin los pretendientes se dieron cuenta de la treta. Durante todo ese tiempo se divertían en el palacio de Odiseo, bebían su vino, comían sus cerdos, ovejas y vacas y seducían a sus sirvientas[859].

c. A Eumeo, quien recibió a Odiseo bondadosamente, le hizo otro relato falso, aunque le declaró bajo juramento que Odiseo vivía y se dirigía a su hogar. Telémaco desembarcó inesperadamente, eludiendo los planes para asesinarlo de los pretendientes, y fue directamente a la choza de Eumeo; Atenea le había hecho volver apresuradamente de Esparta. Pero Odiseo no reveló su identidad hasta que Atenea se lo permitió y le devolvió mágicamente su verdadero aspecto. Siguió una conmovedora escena de reconocimiento entre padre e hijo. Pero Eumeo no estaba todavía en el secreto y no se permitió a Telémaco que diera la noticia a Penélope.

d. Disfrazado otra vez de mendigo, Odiseo fue a espiar a los pretendientes. En el camino se encontró con el cabrero Melencio, quien le increpó con palabras groseras y le dio un puntapié en la cadera, pero Odiseo no quiso vengarse inmediatamente. Cuando llegó al patio del palacio encontró al viejo Argo, en un tiempo famoso perro de caza, tendido en un estercolero, sarnoso, decrépito y atormentado por las pulgas. Argo movió al verlo el rabo descarnado y dejó caer las orejas lacias, pero no pudo salir al encuentro de Odiseo, quien a hurtadillas se enjugó una lágrima mientras Argo expiraba[860].

e. Eumeo condujo a Odiseo a la sala de los banquetes, donde Telémaco, simulando que no sabía quién era, le ofreció hospitalidad. Apareció Atenea, aunque inaudible e invisible para todos menos para Odiseo, y le sugirió que recorriese la sala mendigando migajas a los pretendientes, pues así se enteraría de qué cíase de hombres eran. Él lo hizo y vio que eran no menos tacaños que rapaces. El más desvergonzado de todos, Antínoo de Ítaca (a quien dio una versión completamente diferente de sus aventuras) le arrojó airadamente un escabel. Odiseo, pasándose la mano por el hombro magullado, apeló a los otros pretendientes, quienes estuvieron de acuerdo en que Antínoo debía haberse mostrado más cortés; y Penélope, cuando sus doncellas le informaron del incidente, quedó escandalizada. Hizo llamar al supuesto mendigo, con la esperanza de que le diera noticias de su perdido esposo. Odiseo prometió ir a la sala de recibo regia esa noche y decirle a Penélope todo lo que deseaba saber[861].

f. Entre tanto, un robusto mendigo de Ítaca apodado Iro porque, como la diosa Iris, hacía todos los mandados que se le ordenaban, trató de arrojar a Odiseo del umbral. Como él no quiso moverse, Iro le desafió a un pugilato, y Antínoo, riendo cordialmente, ofreció al vencedor las entrañas de una cabra y un asiento en la mesa de los pretendientes. Odiseo se recogió los andrajos, los sujetó debajo del cinturón deshilachado que llevaba y se enfrentó a Iro. El bellaco retrocedió al ver sus abultados músculos, pero las mofas de los pretendientes le impidieron emprender una fuga precipitada. Luego Odiseo lo derribó de un solo golpe, cuidando de no llamar demasiado la atención asestándole uno mortal. Los pretendientes aplaudieron, se burlaron, disputaron, se acomodaron para su banquete vespertino, brindaron por Penélope, quien se presentó para recibir de todos ellos regalos de boda (aunque sin la intención de tomar una decisión definitiva) y al anochecer se dispersaron a sus diversos alojamientos[862].

g. Odiseo ordenó a Telémaco que sacara las lanzas que colgaban de las paredes de la sala de banquetes y las guardara en la armería mientras él iba a ver a Penélope. Ella no le reconoció y él le relató un cuento largo y minucioso describiendo un encuentro con Odiseo, quien, según dijo, había ido a consultar al oráculo de Zeus en Dodona, pero pronto estaría de vuelta en Ítaca. Penélope le escuchó atentamente y ordenó a Euriclea, la anciana nodriza de Odiseo, que le bañara los pies. Euriclea reconoció en seguida la cicatriz que tenía en el muslo y lanzó un grito de alegría y sorpresa, pero Odiseo le asió la marchita garganta y le obligó a guardar silencio. Penélope no se dio cuenta del incidente, pues Atenea distrajo su atención[863].

h. Al siguiente día, en otro banquete, Agelao de Same, uno de los pretendientes, preguntó a Telémaco si no podía convencer a su madre para que tomase una decisión. Penélope anunció inmediatamente que estaba dispuesta a aceptar a cualquier pretendiente que emulase la hazaña de Odiseo haciendo pasar una flecha a través de doce anillos de hacha, estando las hachas colocadas en línea recta con los mangos clavados en una zanja. Les mostró el arco que debían utilizar; era el que le había dado Ifito a Odiseo veinticinco años antes, cuando fue a protestar en Mesena por el robo hecho en Ítaca de trescientas ovejas y sus pastores. En un tiempo perteneció a Éurito, el padre de Ifito, a quien Apolo mismo había enseñado el arte de la ballestería, pero a quien Heracles venció y mató. Algunos de los pretendientes trataron de estirar la cuerda del arma poderosa, pero no lo consiguieron, ni siquiera después de ablandar la madera con sebo. En consecuencia se decidió aplazar la prueba hasta el día siguiente. Telémaco, quien fue el que estuvo más cerca de realizar la hazaña, dejó el arco al advertir una señal de Odiseo. En seguida Odiseo, a pesar de las protestas y los insultos vulgares —durante los cuales Telémaco se vio obügado a ordenar a Penélope que volviera a su habitación— tomó el arco, lo estiró fácilmente e hizo vibrar la cuerda melodiosamente para que todos la oyeran. Apuntó cuidadosamente y disparó una flecha que pasó a través de los doce anillos. Entretanto Telémaco, que había salido apresuradamente, volvió a entrar con una espada y una lanza y Odiseo mostró por fin quién era hiriendo a Antínoo en la garganta.

i. Los pretendientes se levantaron de un salto y corrieron a las paredes, pero se encontraron con que las lanzas ya no estaban en sus lugares habituales. Eurímaco pidió misericordia, y cuando Odiseo se la negó, desenvainó la espada y le acometió, pero una flecha le atravesó el hígado y cayó moribundo. Siguió una lucha feroz entre los pretendientes desesperados armados con espadas y Odiseo, armado únicamente con el arco, pero apostado delante de la entrada principal de la sala. Telémaco corrió a la armería y volvió con escudos, lanzas y yelmos para armar a su padre, Eumeo y Filecio, los dos fieles sirvientes que estaban junto a él, pues aunque Odiseo había matado a muchos pretendientes, casi se le habían agotado las flechas. Melancio, quien se había deslizado a hurtadillas por una puerta lateral para llevar armas a los pretendientes, fue sorprendido y muerto en su segunda visita a la armería, antes que consiguiera armar a más de unos pocos. La matanza continuó y Atenea, en forma de golondrina, revoloteó gorjeando por la sala hasta que todos los pretendientes y sus partidarios yacían muertos, con la única excepción del heraldo Medonte y el bardo Femio, a quienes Odiseo perdonó la vida porque no le habían hecho daño activamente y porque sus personas eran sacrosantas. Luego se detuvo para preguntar a Euriclea, quien había encerrado a las mujeres del palacio en sus alojamientos, cuántas de ellas habían permanecido fieles a su causa. Ella contestó: «Sólo doce se han deshonrado, señor». Llamó a las sirvientas culpables y les obligó a limpiar la sangre derramada en la sala con esponjas y agua, y cuando terminaron ese trabajo las ahorcó en fila. Patearon un poco, pero pronto terminó todo. Luego Eumeo y Filecio cortaron a Melancio las extremidades —la nariz, las manos, los pies y los órganos genitales— y las arrojaron a los perros[864].

j. Por fin Odiseo, reunido al cabo con Penélope y con su padre Laertes, les relató sus diversas aventuras, esta vez ateniéndose a la verdad. Se acercó una fuerza de rebeldes de Ítaca, parientes de Antínoo y de los otros pretendientes muertos, y al ver que superaban en número a Odiseo y sus amigos, el anciano Laertes intervino vigorosamente en la lucha, que marchaba bastante bien para ellos, hasta que Atenea medió e impuso una tregua[865]. Entonces los rebeldes inicaron una acción legal conjunta contra Odiseo y designaron como juez a Neoptólejmo, rey de las islas del Epiro. Odiseo convino en aceptar el veredicto, y Neoptólemo dictaminó que debía dejar su reino y no volver a él hasta que pasaran diez años, durante los cuales los herederos de los pretendientes debían compensarle por sus depredaciones, con pagos a Telémaco, quien sería el rey[866].

k. Pero faltaba todavía aplacar a Posidón y Odiseo partió a pie, como le había aconsejado Tiresias, a través de las montañas del Epiro, llevando un remo al hombro. Cuando llegó a Tesprotis las campesinos le preguntaron: «Extranjero, ¿por qué un bieldo en primavera?» En consecuencia sacrificó un carnero, un toro y un jabalí a Posidón y quedó perdonado[867]. Como no podía volver a Ítaca todavía, se casó con Calídice, reina de los tesprotios, y mandó su ejército en una guerra contra los brigios, bajo la dirección de Ares; pero Apolo exigió una tregua. Nueve años después Polipetes, el hijo de Odiseo con Calídice, subió al trono de Tesprotis y Odiseo volvió a Ítaca, que gobernaba entonces Penélope en nombre de su joven hijo Poliportes; Telémaco había sido desterrado a Cefalenia porque un oráculo anunció: «¡Odiseo, tu propio hijo te matará!» En Ítaca le llegó la muerte a Odiseo desde el mar, como había predicho Tiresias. Su hijo con Circe, Telégono, que navegaba en busca de él, hizo una incursión en Ítaca, a la que confundió con Corcira, y Odiseo salió para rechazar el ataque. Telégono le mató en la orilla y el arma fatal era una lanza reforzada con el espinazo de una pastinaca. Después de pasar en el destierro el año que exigía la costumbre, Telégono se casó con Penélope y Telémaco lo hizo con Circe, y así las dos ramas de la familia se unieron estrechamente[868].

l. Algunos niegan que Penélope se mantuvo fiel a Odiseo. Lo acusan de haber tenido relaciones amorosas con Anfínomo de Duliquio, o con todos los pretendientes por turno, y dicen que el fruto de esa unión fue el monstruoso dios Pan, a la vista del cual Odiseo huyó avergonzado a Etolia, después de enviar a Penélope deshonrada a casa de su padre Icario en Mantinea, donde todavía se muestra su tumba. Otros dicen que tuvo a Pan con Hermes, y que Odiseo se casó con una princesa etolia, la hija del rey Toante, engendró con ella a su hijo menor Leontófono y murió anciano y próspero[869].

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1. El asesinato de los pretendientes por Odiseo pertenece a la alegoría de Ulises: es un ejemplo más de la resistencia del rey sagrado a morir al término de su reinado. Es decir, que interviene en el certamen con los arcos realizado para elegir a su sucesor (véase 135.1) y mata a todos los candidatos. Una prueba de ballestería primitiva que debía realizar el candidato al reino parece haber consistido en hacer pasar una flecha por un anillo colocado en la cabeza de un niño (véase 162.10).

2. En ninguna parte sugiere directamente la Odisea que Penélope fuera infiel a su marido durante su larga ausencia, aunque en el Libro xviii.281-3 fascina a los pretendientes con su coquetería, obtiene de ellos regalos y muestra una preferencia decidida por Anfínomo de Duliquio (Odisea xvi. 394-8). Pero Odiseo no confía en ella lo bastante para revelar quién es hasta que ha matado a sus rivales; y su madre, Anticlea, demuestra que hay algo que ocultar cuando no le dice ni una palabra acerca de los pretendientes (Odisea xi.180 y ss.). Él relato arcaico que hace a Penélope madre de Pan con Hermes, o alternativamente con todos los pretendientes, se refiere, al parecer, a la diosa Penélope y sus primitivas orgías primaverales (véase 26.2). Su engaño de Odiseo y su posterior vuelta a Mantinea, otra fábula arcaica, son un recuerdo de la insolencia de él al obligarle a acompañarle a Ítaca, contrariando la antigua costumbre matrilocal (véase 160.e). Pero Nausícaa, la autora, relata el asunto a su manera, favoreciendo a Penélope. Acepta el sistema patriarcal en el que ha nacido y prefiere la ironía suave a la sátira aguda de la Ilíada. La diosa es ahora desalojada por Zeus Omnipotente, los reyes ya no son sacrificados en su honor y la era del mito ha terminado. ¡Muy bien! Eso no perturba mucho a Nausícaa con tal que pueda seguir bromeando y jugando a la pelota con sus afables sirvientas, tirar del pelo a quienes le desagradan, escuchar los cuentos de la anciana Euriclea y manejar a su gusto a su padre, Alcínoo.

3. Así la Odisea nos deja con Laertes, Odiseo y Telemaco, una tríada patriarcal masculina de héroes apoyados por Atenea nacida de Zeus y vencedora de sus enemigos; mientras que las sirvientas cuelgan en hilera por su falta de discreción, para mostrar que Nausícaa desaprueba la promiscuidad premarital porque abarata el mercado matrimonial. El final ha sido conservado por otros mitógrafos. Odiseo es desterrado a Tesprotia, y Telémaco a Cefalonia, mientras Penélope se queda tranquilamente en el palacio, gobernando en nombre de su hijo Poliportes. Debe cumplirse, por supuesto, la profecía de Tiresias: Odiseo no morirá tranquilamente en la ancianidad, como el respetado y locuaz Néstor. La muerte debe alcanzarle a la manera tradicional que él se proponía abolir: el Niño del Año Nuevo cabalgando en el lomo de un delfín le traspasará con una lanza armada con una pastinaca. Lo mismo le sucedió a Catreo de Rodas, su hijo Altémenes le mató accidentalmente en la playa (véase 93.2). Las lanzas con pastinaca, utilizadas también por los polinesios, causan heridas inflamadas que los griegos y los latinos consideraban incurables (Eliano: Naturaleza de los animales i.56); la pastinaca (trygon pastinaca) es común en el Mediterráneo. Se dice que Heracles fue herido por una (véase 123.2).

4. El casamiento de Telémaco con Circe, y el de Telégono con Penélope, sorprenden a primera vista. Sir James Frazer (Apolodoro ii p. 303, Loeb) relaciona estas uniones al parecer incestuosas con la regla en virtud de la cual en las sociedades polígamas un rey heredaba todas las concubinas de su padre, con excepción de su propia madre (2 Samuel xvi.21 y ss.). Pero la poligamia nunca fue una institución griega, y ni Telémaco, ni Telégono, ni Edipo un Niño del Año Nuevo, «nacido de la ola hinchada», que mató a su padre y se casó con la viuda Yocasta (véase l05.e), ni Hilo, el hijo de Heracles, que se casó con su madrastra Yole (véase I45.e), eran polígamos. Cada uno de ellos se limitó a matar y suceder al Rey del Año Viejo en el antiguo estilo mítico, llamándose a partir de entonces hijo suyo. Esto explica por qué Telémaco se dispone a disparar el arco —lo que le habría dado a Penélope por esposa—, pero desiste al advertir el ceño de Odiseo, es un detalle que sobrevive de la fábula de Ulises, conservado sin examen crítico en la Odisea.

5. ¿Quién sabe si el cabello rojo de Odiseo tiene algún significado mítico (véase 133.8), o si es una peculiaridad personal que no viene al caso, como sus piernas cortas, perteneciente a algún aventurero de Sicilia al que Nausícaa ha retratado como Odiseo? Autólico, desde luego, lo llamó «el enojado» al nacer (véase 160.c) y el cabello rojo es asociado tradicionalmente con el mal humor. Pero aunque tiene el aspecto de epopeya, la Odisea es la primera novela griega y, por tanto, completamente irresponsable en lo que concierne a los mitos. He sugerido las posibles circunstancias de su composición en otra novela: La hija de Homero.