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EL CUARTO TRABAJO: EL JABALÍ DE ERIMANTO

a. El cuarto trabajo impuesto a Heracles consistió en capturar vivo al Jabalí de Erimanto, animal feroz y enorme que frecuentaba las laderas cubiertas de cipreses del monte Erimanto y los matorrales del monte Lampea en Arcadia; y hacía estragos en la región que rodeaba a Psófide[239]. El monte Erimanto se llama así por un hijo de Apolo al que había cegado Afrodita porque la había visto bañarse desnuda; Apolo se vengó transformándose en un jabalí y mató a Adonis, el amante de Afrodita. Sin embargo, la montaña está consagrada a Artemis[240].

b. Heracles, al pasar por Fóloe en su viaje al Erimanto —donde mató a Sauro[241], un bandido cruel— fue agasajado por el centauro Folo, hijo de Sileno[242] con una de las ninfas del fresno. Folo sirvió a Heracles carne asada, pero él prefería la cruda y no se atrevió a abrir el cántaro de vino comunal de los centauros hasta que Heracles le recordó que era el mismo cántaro que, cuatro generaciones antes, Dioniso había dejado en la cueva precisamente para aquella ocasión[243]. Los centauros se enojaron cuando olieron el vino fuerte. Armados con grandes rocas, abetos desarraigados, teas y hachas de carnicero, irrumpieron en la cueva de Folo. Cuando Folo se ocultó aterrado, Heracles rechazó audazmente a Aquio y Agrio, sus dos primeros atacantes, con una descarga de teas[244]. Néfele, la abuela nublosa de los centauros, hizo que cayera un fuerte chaparrón que aflojó la cuerda del arco de Heracles y dejó el piso resbaladizo. A pesar de ello Heracles se mostró digno de sus hazañas anteriores y mató a varios centauros, entre ellos a Orio e Hileo. Los otros huyeron a Malea, donde se acogieron a la protección de su rey Quirón[245], quien había sido arrojado del monte Pelión por los lapitas[246].

c. Una flecha arrojada por el arco de Heracles atravesó el brazo de Élato y se clavó temblando en la rodilla de Quirón. Apenado por el accidente sufrido por su viejo amigo, Heracles le extrajo la flecha y aunque Quirón mismo proporcionó vulnerarios para curar la herida, resultaron inútiles y se retiró gritando a la cueva; pero no podía morir, porque era inmortal. Prometeo se ofreció más tarde a aceptar la inmortalidad en su lugar y Zeus aprobó ese arreglo; pero algunos dicen que Quirón prefirió la muerte no tanto por el dolor que sufría como porque ya estaba cansado de su larga vida[247].

d. Los centauros huyeron en varias direcciones: unos con Euritión a Fóloe; otros con Neso al río Eveno; algunos al monte Malea, y otros más a Sicilia, donde los destruyeron las Sirenas. Posidón recibió a los restantes en Eleusis y los ocultó en una montaña. Entre los que Heracles mató posteriormente estaba el arcadio Hómado, que había tratado de violar a Alcíone, la hermana de Éuristeo; vengando así noblemente una ofensa inferida a un enemigo, Heracles conquistó gran fama[248].

e. Entretanto, Folo, mientras enterraba a sus parientes muertos, extrajo una de las flechas de Heracles y la examinó. «¿Cómo una criatura tan robusta pudo sucumbir por un mero rasguño?», se preguntaba. Pero la flecha se le deslizó de los dedos, le atravesó el pie y lo mató. Inmediatamente Heracles interrumpió la persecución y volvió a Fóloe, donde enterró a Folo con honores extraordinarios al pie de la montaña que había recibido su nombre. Fue en esa ocasión cuando el río Anigro adquirió el mal olor que ahora tiene desde su fuente misma en el monte Lapito, porque un centauro llamado Pilenor, a quien Heracles había herido con una flecha, huyó a lavarse su herida en él. Sin embargo, algunos sostienen que Melampo[249] había causado el hedor algunos años antes arrojando en el Anigro los objetos pestilentes utilizados para purificar a las hijas de Preto[250].

f. Heracles partió luego para cazar al jabalí por las orillas del río Erimanto. Apresar con vida a un animal tan salvaje era una tarea de una dificultad extraordinaria; pero él lo desalojó de un matorral con fuertes gritos, le hizo ir a un profundo ventisquero y allí saltó sobre su lomo. Lo ató con cadenas y lo llevó vivo a hombros hasta Micenas; pero cuando supo que los argonautas se reunían para su viaje a Cólquide dejó el jabalí fuera de la plaza del mercado y, en vez de esperar nuevas órdenes de Euristeo, que estaba oculto en su tinaja de bronce, salió con Hilas para unirse a la expedición. No se sabe quién mató al jabalí capturado, pero sus colmillos se conservan en el templo de Apolo en Cumas[251].

g. Según algunas versiones, Quirón fue herido accidentalmente por una flecha que le atravesó el pie izquierdo mientras él, Folo y el joven Aquiles agasajaban a Heracles en el monte Pelión. Nueve días después Zeus colocó la imagen de Quirón entre las estrellas como el Centauro. Pero otros sostienen que el Centauro es Folo, quien fue honrado por Zeus así porque superaba a todos los hombres en el arte de profetizar valiéndose de las visceras. El Arquero del Zodíaco es también un centauro: Croto, quien vivía en el monte Helicón y era muy querido por sus hermanas adoptivas, las Musas[252].

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1. Los jabalíes estaban consagrados a la Luna a causa de sus colmillos en forma de media luna y parece que el heredero que mataba y castraba a su mellizo el rey sagrado se disfrazaba de jabalí cuando lo hacía (véase 18.7 y 151.2). El ventisquero en que fue vencido el Jabalí de Erimanto indica que este trabajo se realizó en el solsticio hiemal. Aquí Heracles es el niño Horus y venga la muerte de su padre, Osiris, en su tío Set, quien se presenta disfrazado de jabalí; la prohibición egipcia de comer carne de jabalí se levantaba sólo en el Solsticio hiemal. La ceremonia yuletida de la cabeza de jabalí tenía su origen en este mismo triunfo del nuevo rey sagrado sobre su rival. Adonis es asesinado para vengar la muerte de Erimanto, el heredero del año anterior, cuyo nombre, «adivinando mediante la suerte», indica que fue elegido echando suertes para matar al rey sagrado. Como el monte Erimanto estaba consagrado a Ártemis, y no a Afrodita, tuvo que ser Ártemis quien se bañó, y el rey sagrado, y no su heredero, quien la vio hacerlo (véase 22.i).

2. Es probable que la batalla de Heracles con los centauros, como la batalla análoga en la boda de Pirítoo (véase 102.2) representara originalmente el combate ritual entre un rey recientemente instalado y sus adversarios con disfraz de animales. Sus armas tradicionales eran las flechas, una de las cuales, para establecer su soberanía, disparaba hacia cada una de las cuatro partes del firmamento, y una quinta directamente al aire. Quizá este mito es también un testimonio de las guerras fronterizas entre los helenos y los montañeses prehelenos de la Grecia septentrional.

3. Flechas envenenadas que caían en, o eran disparadas contra, una rodilla o un pie causaron la muerte no sólo de Folo y Quirón, sino también de Aquiles, el discípulo de Quirón (véase 92.10 y 164.;), todos ellos reyes sagrados de Magnesia, cuyas almas recibían naturalmente las sirenas. La presencia de centauros en Malea se deriva de una tradición local según la cual Sileno, el padre de Folo, nació allí (Pausanias: iii.25.2); a los centauros se los representaba con frecuencia como mitad cabras más bien que como mitad caballos. Su presencia en Eleusis, donde Posidón los ocultó en una montaña, indica que cuando el iniciado en los misterios celebraba un casamiento sagrado con la diosa intervenían en la ceremonia bailarines vestidos de caballos.

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EL QUINTO TRABAJO: LOS ESTABLOS DE AUGÍAS

a. El quinto trabajo de Heracles consistió en limpiar en un día los sucios establos del rey Augías. Euristeo se imaginaba alegremente el asco que sentiría Heracles al tener que cargar el estiércol en cestos y llevarlos lejos de allí en hombros. Augías, rey de Elide, era hijo de Helio o Eleo y Naupidame, hija de Anfidamante; o, según dicen algunos, de Ifíboe. Otros dicen que era hijo de Posidón. En manadas y rebaños era el hombre más rico de la tierra, pues, por designio divino, los suyos eran inmunes a todas las enfermedades e inimitablemente fértiles, y además no malparían jamás. Aunque en casi todos los casos producían hembras, Augías contaba, no obstante, con trescientos toros negros con patas blancas y doscientos toros sementales rojos; además con doce magníficos toros plateados consagrados a su padre Helio. Estos doce defendían a sus rebaños contra las fieras que merodeaban por allí, provenientes de las colinas boscosas[253].

b. Ahora bien, en los establos y los rediles de Augías no habían recogido el estiércol desde hacía muchos años, y aunque el hedor apestoso no afectaba a los animales mismos, difundía su pestilencia por todo el Peloponeso. Además, los prados del valle estaban cubiertos por una capa de estiércol tan espesa que no se los podía arar para cultivar los cereales[254].

c. Heracles saludó a Augías desde lejos y se comprometió a limpiar los establos antes del anochecer, a cambio de la décima parte del ganado. Augías rió incrédulamente y llamó a Fileo, su hijo mayor, para que fuese testigo del ofrecimiento de Heracles. «Jura que realizarás el trabajo antes del anochecer», exigió Fileo. El juramento que hizo Heracles en nombre de su padre fue el primero y el último que hizo durante toda su vida. Augías juró también que cumpliría su parte del trato. En aquel momento Faetonte, el guía de los doce toros blancos, atacó a Heracles confundiéndolo con un león; Heracles le asió por el cuerno izquierdo, le obligó a bajar el cuello y lo derribó por la fuerza[255].

d. Por consejo del eleo Menedemo y con la ayuda de Yolao, Heracles primeramente abrió la pared de los establos en dos lugares y luego desvió los ríos vecinos Alfeo y Penco, o Menio, de modo que sus aguas corrieron a través de los establos, los limpiaron y luego limpiaron también los rediles y los pastos del valle. Así Heracles realizó este trabajo en un solo día, saneando el territorio y sin siquiera mancharse el dedo meñique. Pero Augías, al enterarse por Copreo de que Heracles había limpiado los establos por orden de Euristeo, se negó a pagarle la recompensa y hasta se atrevió a negar que Heracles había cerrado un trato[256].

e. Heracles sugirió que se sometiese el caso a un arbitraje, pero cuando los jueces ocuparon sus asientos y Fileo, citado por Heracles, testimonió la verdad, Augías se levantó irritado y los expulsó a ambos de Elide afirmando que le había engañado Heracles, pues los dioses fluviales, y no él, habían hecho el trabajo. Para empeorar las cosas, Euristeo no quiso contar este trabajo como uno de los doce, porque Heracles había estado a sueldo de Augías.

f. Fileo fue luego a Duliquio, y Heracles a la corte de Dexámeno, rey de Oleno, a cuya hija Mnesímaca liberó posteriormente del centauro Euritión.

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1. Este mito confuso parece fundarse en la leyenda de que a Heracles, como a Jasón, se le ordenó que domase dos toros, los unciese, limpiase una colina cubierta con matorrales y luego la arase, sembrase y recogiese la cosecha en un solo día: las tareas habituales que se imponían a un candidato a la dignidad de rey (véase 152.3). En este caso la colina tenía que ser limpiada, no de árboles y piedras, como en las versiones celtas del mito, sino de estiércol, probablemente porque el nombre del heraldo de Euristeo que transmitió la orden era Copreo («hombre del estiércol»). Sir James Frazer, comentando a Pausanias (v.10.9), cita un cuento escandinavo, «El ama», en el que un príncipe que desea conquistar a la hija de un gigante tiene que limpiar primeramente tres establos. Por cada horquilla de estiércol que extrae reaparecen diez. La princesa le aconseja entonces que de vuelta a la horquilla y utilice el mango. Así lo hace, y pronto quedan limpios los establos. Frazer sugiere que en la versión original Atenea puede haber dado a Heracles el mismo consejo; más probablemente, no obstante, el cuento escandinavo es una variante de este Trabajo. El ganado de Augías no viene al caso en la fábula, excepto para explicar la gran cantidad de estiércol que había que sacar. El estiércol del ganado, como demuestra el mito, no era apreciado por los agricultores griegos. Hesíodo, en sus Trabajos y Días, no lo menciona; y H. Mitchel (Economics of Anciens Greece) demuestra que el apacentamiento del ganado en las tierras en barbecho estaba prohibido en varios arrendamientos antiguos. El perro Argo de Odiseo se acostaba, ciertamente en un estercolero utilizado para abonar las tierras (Odisea xvii.299), pero dondequiera que pueda haber sido escrita la Odisea —y ciertamente no lo fue en el continente griego— las referencias a la agricultura y a la arboricultura indican una supervivencia de la práctica cretense. Según algunos mitógrafos, Augías era hijo de Eleo, que significa nada más que rey de Elide; según otros, era hijo de Posidón, lo que sugiere que era eolio. Pero aquí se confunde Eleo con Helio, el dios Sol corintio; y en consecuencia se atribuye a Augías un rebaño de ganado sagrado, como el que poseía Sísifo (véase 67.1). El número de cabezas de esos rebaños era 350, que representaba doce lunaciones completas menos los cinco días de fiesta sagrados del año egipcio (véase 42.1). Que se trataba de ganado lunar lo demuestran sus colores, rojo, blanco y negro (véase 90.3); y los toros blancos representan esas doce lunaciones: estos ganados sagrados se robaban con frecuencia —como hizo el mismo Heracles en su décimo trabajo— y la consecuencia de su disputa con Augías fue que consiguió también esos doce toros.

2. El quinto trabajo, que propiamente se relaciona sólo con las tareas del arado, la siembra y la recolección de la cosecha, de hecho ha sido confundido con otros dos: el décimo, o sea el robo de los bueyes de Gerión, y el séptimo, o sea la captura del toro blanco de Posidón en Creta, el cual, sin embargo, no fue utilizado para arar. En el culto de Posidón —de quien se dice también que era el padre de Augías— los jóvenes luchaban con toros, y la lucha de Heracles con Faetonte, como la de Teseo con el Minotauro, se comprende mejor como un rito de la coronación: mediante el contacto mágico con el cuerno del toro se adquiría la capacidad de fertilizar la tierra y ganaba el título de Potidan, o Posidón, que se daba al amante elegido de la diosa Luna. De igual modo, en una disputa amorosa, Heracles luchó con el río Aqueloo, representado como un hombre con cabeza de toro, y le rompió su cornucopia (véase 141.d). La desviación del Alfeo indica que la ilustración de la que se ha deducido este episodio mostraba a Heracles retorciendo al toro de Creta por los cuernos, a la orilla de un río donde pacía numeroso ganado. Se confundió a este toro con un dios fluvial y se interpretó la escena como significando que había desviado el río para limpiar los campos con el fin de que se pudiesen arar.

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EL SEXTO TRABAJO: LAS AVES ESTINFÁLIDAS

a. El sexto trabajo de Heracles consistió en extirpar a las innumerables aves de pico, alas y garras de bronce y devoradoras de hombres, consagradas a Ares, que, asustadas por los lobos del Barranco de los Lobos en el camino de Orcómene, habían huido al Pantano de Estínfalo[257]. Allí procreaban y andaban por el agua junto al río del mismo nombre y de vez en cuando remontaban el vuelo en grandes bandadas para matar a hombres y animales descargando una lluvia de plumas de bronce y al mismo tiempo un excremento venenoso que arruinaba las mieses.

b. Cuando llegó al pantano, al que rodeaba un espeso bosque, Heracles se vio en la imposibilidad de ahuyentar a las aves con flechas, pues eran demasiado numerosas. Además, el pantano no parecía lo bastante sólido para que un hombre pudiera caminar por él, ni lo bastante líquido para utilizar una embarcación. Mientras Heracles permanecía en la orilla sin saber qué hacer Atenea le dio un par de címbalos de bronce hechos por Hefesto; o quizá fuera una matraca. Desde una estribación del monte Cilene, que domina el pantano, Heracles tocó los címbalos, o sacudió la matraca, produciendo tal estrépito que las aves levantaron el vuelo formando una gran bandada y enloquecidas por el terror. Derribó a muchas de ellas mientras volaban frente a la isla de Ares en el Mar Negro, donde más tarde las encontraron los argonautas; algunos dicen que Heracles iba con los argonautas en esa ocasión y mató a muchas más de esas aves[258].

c. Las aves estinfálidas son del tamaño de las grullas y se parecen mucho a los ibis, sólo que sus picos pueden atravesar un peto de metal y no son encorvados. También se crían en el desierto de Arabia y allí causan todavía más daño que los leones y los traspasan. Los cazadores árabes han aprendido a llevar corazas protectoras de corteza trenzada, en las que se enredan los picos mortales, pudiendo ellos asir y retorcer los cuellos de sus atacantes. Es posible que una bandada de esas aves emigrara de Arabia al pantano de Estínfalo y éste diera su nombre a toda la especie[259].

d. Según algunas versiones, las llamadas Aves Estinfálidas eran mujeres: hijas de Estínfalo y Ornis[260], a quienes mató Heracles porque le negaron la hospitalidad. En Estínfalo, en el antiguo templo de Ártemis Estinfálida, hay imágenes de esas aves colgadas del techo, y detrás del edificio hay estatuas de doncellas con patas de ave. Allí también Témeno, un hijo de Pelasgo, fundó tres templos en honor de Hera; en el primero se la adoraba como Niña, pues Témeno la había criado; en el segundo como Novia, porque se casó con Zeus; y en el tercero como Viuda, porque había repudiado a Zeus y se había retirado a Estínfalo[261].

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1. Aunque Atenea sigue ayudando a Heracles, este trabajo no pertenece a la serie de tareas relacionadas con el matrimonio, sino que lo glorifica como curador que expulsa a los demonios de la fiebre, identificados con las aves del pantano. Las aves con yelmo que aparecen en las monedas estinfalias son espátulas, primas de las grullas, que aparecen en tallas medievales inglesas chupando el aliento de enfermos. Son en realidad sirenas con patas de ave, personificaciones de la fiebre; y los címbalos, o matracas, eran utilizados en la antigüedad (y todavía lo son en los pueblos primitivos) para ahuyentar a los demonios de la fiebre. Ártemis era la diosa que tenía el poder de infligir o curar la fiebre con sus «flechas misericordiosas».

2. El pantano de Estínfalo solía crecer en tamaño considerablemente siempre que el cauce subterráneo por el que salían sus aguas se cerraba, como sucedió en la época de Pausanias (viii.22.6); e Ifícrates, cuando sitió la ciudad, lo habría cerrado deliberadamente si no se lo hubiera impedido una señal del cielo (Estrabón: viii.8.5.). Es posible que en una versión de la fábula Heracles desecara el pantano abriendo el cauce, como había desecado anteriormente la llanura de Tempe (Diodoro Sículo: iv.18).

3. El mito, no obstante, parece tener un significado histórico tanto como ritual. Al parecer, un colegio de sacerdotisas arcadias que adoraban a la Triple Diosa como Doncella, Novia y Anciana, se refugió en Estínfalo después de haber sido expulsadas del Barranco de los Lobos por invasores que adoraban a Zeus Lobuno; y Mnaseas ha explicado razonablemente la expulsión o matanza de las Aves Estinfálidas como la supresión de ese colegio de hechiceras por Heracles, es decir, por una tribu de aqueos. El nombre Estínfalo sugiere prácticas eróticas.

4. Las «aves árabes de pico fuerte» de Pausanias pueden haber sido demonios insoladores mantenidos a raya por petos de corteza espinosa, a los que se confundió con los avestruces de fuerte pico que los árabes cazan todavía. Leucerodes, «garza blanca», es el nombre griego de la espátula; se dice que un antepasado de Herodes el Grande fue un esclavo del templo de Heracles Tirio (Africano, citado por Eusebio: Historia eclesiástica i.6.7), lo que explica el nombre de la familia. La espátula se relaciona estrechamente con el ibis, otra ave de pantano, consagrada al dios Thoth, inventor de la escritura, y el Heracles Tirio, como su equivalente celta, era un protector de la cultura, que hizo famosa a Tiro (Ezequiel xxviii.12). En la tradición hebrea, su sacerdotisa Hiram de Tiro intercambió adivinanzas con Salomón.

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EL SÉPTIMO TRABAJO: EL TORO DE CRETA

Euristeo ordenó a Heracles, para su séptimo trabajo, que capturara al Toro de Creta; pero se discute mucho si era el toro enviado por Zeus y que transportó a Europa a través del mar hasta Creta, o el que Minos dejó de sacrificar a Posidón y engendró al Minotauro con Pasífae. En esa época hacía estragos en Creta, especialmente en la región regada por el río Tetris, desarraigando las mieses y derribando las paredes de los huertos[262].

b. Cuando Heracles se embarcó para Creta, Minos le ofreció toda la ayuda que podía, pero él prefirió apoderarse del toro sin ayuda de nadie, aunque arrojaba llamas abrasadoras. Tras una larga lucha, consiguió llevar al monstruo a Micenas, donde Euristeo lo dedicó a Hera y lo dejó en libertad. Pero Hera, quien aborrecía un don que redundaba en la gloria de Heracles, llevó al toro primeramente a Esparta y luego, a través de Arcadia y del Istmo, a la Maratón ática, desde donde posteriormente Teseo lo llevó a Atenas para sacrificarlo a Atenea[263].

c. Sin embargo, muchos siguen negando la identidad de los toros cretense y maratonio[264].

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1. El combate con un toro, o un hombre disfrazado de toro —uno de los trabajos rituales impuestos al candidato a la dignidad de rey (véase 123.1)— aparece también en la fábula de Teseo y el Minotauro (véase 98.2) y de Jasón y los toros de Eetes que exhalaban fuego (véase 152.3). Cuando la inmortalidad implícita en la dignidad de rey sagrado era ofrecida por fin a cada iniciado en los misterios de Dioniso, la captura de un toro y su dedicación a Dioniso Plutodotes («dador de riqueza») se convirtió en un rito común, tanto en Arcadia (Pausanias: viii.19.2) como en Lidia (Estrabón: xiv.144), donde Dioniso tenía el título de Zeus. Su principal teofonía era como toro, pero también aparecía en la forma de un león y una serpiente (véase 27.4). El contacto con el cuerno del toro (véase 127.2) capacitaba al rey sagrado para fertilizar la tierra en nombre de la diosa Luna produciendo la lluvia; la explicación mágica era que el bramido de un toro presagiaba tronadas, para causar las cuales se hacía girar, en consecuencia, rbombi, o bramaderas. También se lanzaban antorchas para simular los relámpagos (véase 68.a) y sugerían la respiración ígnea del toro.

2. A Dioniso se le llama Plutodotes («dador de riqueza») a causa de su cornucopia, arrancada de un toro, que era oríginalmente un talismán acuático (véase 142.h); provenía del Zagreo cretense, y entre las transformaciones de Zagrco figuran un león, una serpiente con cuernos, un toro y «Crono que produce la lluvia» (véase 30.3).

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EL OCTAVO TRABAJO: LAS YEGUAS DE DIOMEDES

a. Euristeo ordenó a Heracles, para su octavo trabajo, que se apoderara de cuatro yeguas salvajes del rey tracio Diomedes —se discute si era hijo de Ares y Cirene o nacido de una relación incestuosa entre Asteria y su padre Atlante—, quien gobernaba a los belicosos bistones y cuyos establos, en la ahora desaparecida ciudad de Tirida, eran el terror de la Tracia. Diomedes mantenía a las yeguas atadas con cadenas de hierro a unos pesebres de bronce y las alimentaba con la carne de sus huéspedes confiados. Una versión de la fábula hace de ellas caballos sementales, y no yeguas, y les da los nombres de Podargo, Lampón, Janto y Deino[265].

b. Con algunos voluntarios Heracles se embarcó para Tracia y en el camino visitó a su amigo el rey Admeto de Feras. Cuando llegó a Tirida, venció a los mozos de mulas de Diomedes y llevó las yeguas al mar, donde las dejó en una loma a cargo de sus valido Abdero, y luego volvió para rechazar a los bistones que corrían en su persecución. Como los otros le superaban en número, los venció abriendo ingeniosamente un canal que hizo que el mar inundase la llanura baja, y cuando sus enemigos se dieron media vuelta y echaron a correr, él los persiguió, dejó aturdido a Diomedes con un golpe de su clava, arrastró su cuerpo alrededor del lago que se había formado y lo puso delante de sus yeguas, que desgarraron su carne todavía viva. Una vez aplacada por completo su hambre —pues durante la ausencia de Heracles habían devorado también a Abdero— las dominó sin mucha dificultad[266].

c. Según otra versión, Abdero, aunque era natural de Opunte en Lócride, estaba al servicio de Diomedes. Algunos dicen que era hijo de Hermes, y otros que del amigo de Heracles, Menecio de Opunte y, en consecuencia, hermano de Patroclo, el que murió en Troya[267]. Después de fundar la ciudad de Abdera junto a la tumba de Abdero, Heracles se apoderó del carro de Diomedes y unció a él las yeguas, aunque hasta entonces no conocían el freno ni la brida. Las condujo rápidamente a través de las montañas hasta Micenas, donde Euristeo las dedicó a Hera y las dejó en libertad en el monte Olimpo. Más tarde las devoraron las fieras; sin embargo, se sostiene que sus descendientes sobrevivieron hasta la guerra de Troya, e inclusive hasta la época de Alejandro Magno. Las ruinas del palacio de Diomedes se muestran todavía en Cartera Come, y en Abdera se siguen celebrando juegos atléticos en honor de Abdero; incluyen las competencias habituales con excepción de la carrera de carros, lo que explica la fábula de que Abdero murió cuando las yeguas devoradoras de hombres destrozaron el carro al que las había uncido[268].

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1. Embridar a un caballo cimarrón con el propósito de celebrar una ceremonia de sacrificio (véase 75.J) parece haber sido un rito de la coronación en algunas regiones de Grecia. El dominio de Arión por Heracles (véase 138.g) —hazaña realizada también por Onco y Adrasto (Pausanias: viii.25. 5)— es análoga a la captura de Pegaso por Belerofonte. Este mito ritual se ha combinado en este caso con una leyenda según la cual Heracles, quizá representando a los teanos que tomaron Abdera a los tracios (Herodoto: 1.168) anuló la costumbre de que unas mujeres feroces con máscaras de caballo persiguieran y devoraran al rey sagrado al final de su reinado (véase 27.d); en lugar de eso se le mataba en un accidente de carro organizado (véase 71.1, 101.g y 109.j). La omisión de la carrera de carros en los juegos fúnebres de Abdera indica la prohibición de este sacrificio revisado. Podargo se llama así por la harpía Podarge, madre de Janto, un caballo inmortal que le dio Posidón a Peleo como regalo de bodas (véase 81.m); Lampo recuerda a Lampón, uno de los caballos de Eos (véase 40.a). La afirmación de Diodoro de que esas yeguas fueron dejadas en libertad en el Olimpo puede significar que el culto a los caballos caníbales sobrevivió allí hasta la época helenista.

2. Los canales, túneles o cauces naturales subterráneos eran descritos con frecuencia como obra de Heracles (véase 127.d, 138.d y 142.3).

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EL NOVENO TRABAJO: EL CINTURÓN DE HIPÓLITA

a. El noveno trabajo de Heracles fue conseguir para Admete, la hija de Euristeo, el cinturón de oro de Ares que llevaba Hipólita, la reina de las Amazonas. En un barco, o, según dicen algunos, en nueve, y con una compañía de voluntarios, entre los que se hallaban Yolao, Telamón de Egina, Peleo de Yolco y, según algunas versiones, Teseo de Atenas, Heracles se embarcó para el río Termodonte[269].

b. Las amazonas eran hijas de Ares y la náyade Harmonía, nacidas en los valles de la Acmonia frigia; pero algunos llaman a su madre Afrodita, u Otrere, hija de Ares[270]. Al principio vivían junto al río Amazonio, que ahora lleva el nombre de Tanáis, en honor a un hijo de la amazona Lisipe, quien ofendió a Afrodita con su desprecio del matrimonio y su afición a la guerra. En venganza, Afrodita hizo que Tanáis se enamorara de su madre, pero en vez de ceder a una pasión incestuosa se arrojó al río y se ahogó. Para evitar los reproches de su ánima Lisipe condujo a sus hijas alrededor de la costa del Mar Negro a una llanura situada junto al río Termodonte, que nace en las altas montañas amazonias. Allí formaron tres tribus, cada una de las cuales fundó una ciudad[271].

c. Entonces, como ahora, las amazonas sólo reconocían la descendencia materna y Lisipe había dispuesto que los hombres debían realizar todas las tareas domésticas, mientras las mujeres luchaban y gobernaban. En consecuencia rompían los brazos y las piernas de los niños recién nacidos con el fin de incapacitarlos para pelear o viajar. Estas mujeres contranaturales, a las que los escitas llamaban eórpatas, no mostraban respeto por la justicia ni por la decencia, pero eran guerreras famosas y las primeras que emplearon la caballería[272]. Llevaban arcos de bronce y cortos escudos en forma de media luna; sus yelmos, ropas y ceñidores estaban hechos con pieles de fieras[273]. Lisipe, antes de emprender la lucha, fundó la gran ciudad de Temiscira y venció a todas las tribus hasta el río Tañáis. Con el botín de sus campañas erigió templos a Ares y otros a Artemis Taurópola, cuyo culto estableció. Sus descendientes extendieron el imperio amazónico hacia el oeste, a través del río Tanáis, hasta Tracia, y en la costa meridional hacia el oeste, a través del Termodonte, hasta Frigia. Tres famosas reinas amazonas, Marpesa, Lampado e Hipo, se apoderaron de gran parte del Asia Menor y Siria y fundaron las ciudades de Efeso, Esmirna, Cirene y Mirina. Otras fundaciones de las amazonas son Thiba y Sinope[274].

d. En Efeso erigieron una imagen de Artemis debajo de un haya, donde Hipo ofreció sacrificios, después de lo cual sus acompañantes realizaron primeramente una danza de escudos y luego una danza en círculo, con aljabas ruidosas, golpeando la tierra al unísono, con acompañamiento de caramillos, pues Atenea no había inventado todavía la flauta. El templo de Artemis Efesia, construido posteriormente alrededor de su imagen y al que no iguala en magnificencia ni siquiera el de Apolo en Delfos, figura entre las siete maravillas del mundo; dos arroyos, ambos llamados Seleno y que fluyen en direcciones opuestas, lo rodean. Fue en esa expedición cuando las amazonas se apoderaron de Troya. Príamo era todavía un niño. Pero mientras algunos destacamentos del ejército de las amazonas volvían a su país cargados con un botín cuantioso, las demás, que se quedaron para consolidar su poder en el Asia Menor, fueron expulsadas por una alianza de tribus bárbaras y perdieron a su reina Marpesia[275].

e. Cuando Heracles fue a visitar a las amazonas todas ellas habían vuelto ya al río Termodonte y sus tres ciudades eran gobernadas por Hipólita, Antíope y Melanipa. En el camino se detuvo en la isla de Paros, famosa por su mármol, que el rey Radamantis había legado a Alceo, un hijo de Androgeo; pero cuatro hijos de Minos, Eurimedonte, Grises, Nefalión y Filolao, se habían establecido también allí. Cuando un par de los tripulantes de Heracles desembarcaron para ir en busca de agua, los hijos de Minos los asesinaron y Heracles, indignado, mató a los cuatro y apremió a los parios de tal modo que le mandaron enviados ofreciéndole, en compensación por la muerte de los marineros, a cualesquiera dos hombres que eligiera para que fuesen sus esclavos. Satisfecho con esta propuesta, Heracles levantó el sitio y eligió al rey Alceo y a su hermano Esténelo, a quienes llevó a bordo de su barco. Luego navegó a través del Helesponto y el Bosforo hasta Mariandino en Misia, donde le hospedó el rey paflagonio Lico, hijo de Dáscilo y nieto de Tántalo[276]. En recompensa, apoyó a Lico, en una guerra con los bébrices y mató a muchos, incluyendo a su rey Migdón, hermano de Amico, y reconquistó gran parte de la Paflagonia que estaba en poder de los bébrices; se la devolvió a Lico, quien llamó al territorio Heraclea en su honor. Más tarde Heraclea fue colonizada por los megarenses y tanagrenses por consejo de la Pitonisa de Delfos, quien les dijo que instalaran una colonia junto al Mar Negro, en una región dedicada a Heracles[277].

f. Cuando llegó a la desembocadura del río Termodonte, Heracles ancló su barco en el puerto de Temiscira, donde Hipólita le hizo una visita y, atraída por su cuerpo musculoso, le ofreció el cinturón de Ares como prenda de amor. Pero entretanto Hera había ido de un lado a otro, disfrazada de amazona, difundiendo el rumor de que aquellos extranjeros se proponían raptar a Hipólita, en vista de lo cual las guerreras, irritadas, montaron en sus caballos y se lanzaron contra el navío. Heracles, sospechando una traición, mató a Hipólita inmediatamente, le quitó el cinturón, se apoderó de su hacha y de otras armas y se preparó para defenderse. Dio muerte una tras otra a todas las caudillas de las amazonas y puso en fuga a su ejército tras una gran matanza[278].

g. Algunos dicen, sin embargo, que Melanipa cayó en una emboscada y fue rescatada por Hipólita al precio del cinturón; o viceversa. O que Teseo se apoderó de Hipólita y regaló su cinturón a Heracles, quien, en cambio, le permitió hacer a Antíope su esclava. O que Hipólita se negó a dar a Heracles su cinturón y ambos libraron una batalla campal; ella fue derribada de su caballo y él se lanzó sobre ella con la clava en la mano y le ofreció perdonarle la vida, pero Hipólita prefirió morir antes que rendirse. Inclusive se dice que el cinturón pertenecía a una hija de Briareo, el de las Cien Manos[279].

h. A su regreso de Temiscira, Heracles pasó otra vez por Mariandino e intervino en los juegos fúnebres de Priolao, el hermano del rey Lico, quien había sido muerto por los misios y por quien se entonan todavía cantos fúnebres. Heracles libró un pugilato con el campeón mariandino Ticia, le arrancó todos los dientes y lo mató con un golpe en la sien. En prueba de su pesar por este accidente subyugó a los misios y los frigios en beneficio de Dáscilo, pero también venció a las bitinios hasta la desembocadura del río Rebas y la cumbre del monte Colone, y reclamó su reino para él. Los paflagonios de Pélope se le rindieron voluntariamente. Sin embargo, tan pronto como se fue Heracles los bébrices a las órdenes de Ámico, hijo de Posidón, se apoderaron de nuevo del territorio de Lico y extendieron su frontera hasta el río Hipio[280].

i. Desde allí Heracles se dirigió a Troya y liberó a Hesíone de un monstruo marino; luego continuó su viaje a Eno, en Tracia, donde le hospedó Poltis; y en el momento en que se iba a hacer a la mar otra vez mató en la playa de Eno al insolente hermano de Poltis, Sarpedón, un hijo de Posidón. Luego venció a los tracios establecidos en Tasos y donó la isla a los hijos de Androgeo, a los que había llevado de Paros; y en Torone le desafiaron a una lucha Polígono y Telégono, hijos de Proteo, y mató a los dos[281].

j. Cuando volvió por fin a Micenas, Heracles entregó el cinturón a Euristeo, quien se lo dio a Admete. En cuanto al resto del botín tomado a las amazonas, ofreció sus ricas túnicas al templo de Apolo en Delfos, y el hacha de Hipólita a la reina Ónfale, quien la incluyó entre las regalías sagradas de los reyes lidios. Posteriormente la llevaron a un templo cario de Zeus Labrador y la colocaron en la mano de su imagen divina[282].

k. Todavía hay amazonas en Albania, cerca de Cólquide, pues las llevaron allá desde Temiscira al mismo tiempo que a sus vecinos los gargarenses. Cuando estuvieron a salvo en las montañas de Albania los dos pueblos se separaron: las amazonas se instalaron al pie de las montañas del Caucase, alrededor del río Mermodas, y los gargarenses inmediatamente al norte. En un día señalado de cada primavera grupos de jóvenes amazonas y de jóvenes gargarenses se reúnen en la cumbre de la montaña que separa sus territorios y después de realizar un sacrificio conjunto, pasan dos meses juntos gozando del trato sexual durante la noche. Tan pronto como una amazona queda encinta vuelve a su territorio. Las niñas que nacen se hacen amazonas y a los niños los envían a los gargarenses[283], quienes, como no tienen medio de averiguar su paternidad, los distribuyen echando suertes entre sus chozas[284]. En tiempos recientes la reina de las amazonas Minicia salió de su corte albanesa al encuentro de Alejandro Magno en Hircania, lugar frecuentado por los tigres y pasó en su compañía trece días, con la esperanza de tener hijos con él, pero murió poco después sin haberlos tenido[285].

l. A estas amazonas del Mar Negro hay que distinguirlas de las aliadas libias de Dioniso que en un tiempo habitaban en Héspera, una isla del lago Tritonis tan rica en árboles frutales, ovejas y cabras que no necesitaban cultivar cereales. Después de apoderarse de todas las ciudades de la isla, con excepción de la sagrada Mene, la sede de los comedores de pescado etíopes (que explotan minas de esmeraldas, rubíes, topacios y sarda) vencieron a los libios y nómadas de la vecindad y fundaron la gran ciudad de Quersoneso, llamada así por estar edificada en una península[286]. Desde esta base atacaron a los atlantes, la nación más civilizada al oeste del Nilo, cuya capital se halla en la isla atlántica de Cerne. Mirina, la reina amazona, contaba con una fuerza de treinta mil guerreras a caballo y tres mil de infantería. Todas ellas llevaban arcos que, cuando se retiraban, utilizaban para lanzar flechas certeras a sus perseguidores, y estaban acorazadas con las pieles de las casi increíblemente grandes serpientes libias.

m. Mirina invadió el país de los atlantes, les infligió una derrota decisiva, pasó a Cerne y se apoderó de la ciudad; luego pasó a cuchillo a todos los hombres, esclavizó a las mujeres y los niños y arrasó las murallas de la ciudad. Cuando los restantes atlantes accedieron a rendirse, los trató con justicia, se hizo amiga de ellos y, en compensación por la pérdida de Cerne, construyó la nueva ciudad de Mirina, donde instaló a los cautivos y a todas las otras personas que deseaban vivir allí. Como los atlantes se ofrecieron a rendirle honores divinos, Mirina los protegió contra la tribu vecina de los gorgones, a muchos de los cuales mató en una batalla campal, además de tomar no menos de tres mil prisioneros[287]. Pero aquella noche, mientras las amazonas celebraban la victoria con un banquete, los prisioneros les robaron las espadas y, a una señal, el cuerpo principal de los gorgones que se había reunido y ocultado en un robledal, se lanzó desde todos lados y dio muerte a las compañeras de Mirina.

n. Mirina consiguió escapar —sus seguidoras muertas yacen enterradas bajo tres grandes túmulos llamados todavía los Túmulos de las Amazonas— y, después de atravesar la mayor parte de Libia, entró en Egipto con un nuevo ejército, protegió al rey Horus, el hijo de Isis, y emprendió la invasión de Arabia. Algunos sostienen que fueron estas amazonas libias, y no las del Mar Negro, quienes conquistaron el Asia Menor; y que Mirina, después de elegir los lugares más convenientes de su nuevo imperio, fundó varias ciudades en la costa, entre ellas Mirina, Gime, Pitane, Priene y otras tierra más adentro. También se apoderó de algunas de las islas del Egeo, entre ellas Lesbos, donde construyó la ciudad de Mitilene, el nombre de una hermana que la había acompañado en la campaña. Mientras Mirina se dedicaba todavía a conquistar las islas una tormenta alcanzó a su flota, pero la Madre de los Dioses hizo que todas las naves llegaran a salvo a Samotracia, entonces deshabitada, y que Mirina consagró a la diosa, erigiéndole altares y ofreciéndole sacrificios espléndidos.

o. Mirina pasó luego a la Tracia, donde el rey Mopso y su aliado, el escita Sípilo, la vencieron en un gran combate en el que murió Mirina. El ejército de las amazonas no se recuperó de esa derrota; vencidas por los tracios en frecuentes encuentros, las amazonas sobrevivientes se retiraron finalmente a Libia[288].

*

1. Si Admete era el nombre de la princesa por la cual Heracles realizó todos estos trabajos nupciales, la acción de quitarle el ceñidor en la cámara matrimonial debía haber señalado el final de sus trabajos. Pero primeramente Admete habría tenido que luchar con él, como luchó Hipólita, y como luchó Pentesilea con Aquiles (véase 164.a y 2), o Thetis con Peleo (véase 81.k), cuya introducción en la fábula se explica así. En ese caso habría pasado por sus transformaciones habituales, lo que indica que la Hidra semejante al pulpo era Admete —la serpiente guardiana del oro a la que venció como Ladón (véase 133.a)— y que puede haberse transformado también en un cangrejo (véase 124.e), una cierva (véase 125.c), una yegua salvaje (véase 16.l) y una nube (véase 126.b) antes que él consiguiera conquistar su virginidad.

2. Una tradición acerca de sacerdotisas armadas subsistía todavía en Éfeso y otras ciudades del Asia Menor; pero los mitógrafos griegos, habiendo olvidado la existencia anterior de colegios análogos en Atenas y otras ciudades de la Grecia misma, enviaron a Heracles en busca del cinturón de Hipólita al Mar Negro, donde seguían activas las tribus matriarcales (véase 100.1). Un sistema de tres tribus es la regla general en la sociedad matriarcal. Que el cinturón perteneciera a una hija de Briareo («fuerte»), uno de los gigantes de cien manos, indica una versión primitiva de la fábula de las pruebas nupciales en la Grecia septentrional.

3. Admete es otro nombre de Atenea, quien sin duda aparecía en las ilustraciones aguardando y armada, observando las hazañas de Heracles y ayudándole cuando se hallaba en dificultades. Atenea era Neith, la diosa del Amor y la Batalla de los libios (véase 8.1); su equivalente en el Asia Menor era la gran diosa Luna Marian, Mirina, Ay-Mari, Mariamne o Marienna, que dio su nombre a Mariandina —«Duna de Marian»— y a Mirian, la ciudad de los lemnios ginocráticos (véase 149.1) y a quien adoraban los troyanos como «Mirina Saltadora» (Homero: Ilíada ii.814). «Esmirna» es también «Mirina» precedida por el artículo definido, Ma rienna, la forma sumeria, significa «Madre muy fértil», y la Artemis efesía era una diosa de la fertilidad.

4. Se dice que a Mirina le sorprendió una tormenta y le salvó la Madre de los Dioses —en honor de la cual erigió altares en Samotracia—, porque ella misma era la Madre de los Dioses y sus ritos salvaban a los marineros del naufragio (véase 149.2). Casi del mismo modo se adoraba en la antigüedad a la diosa madre en Tracia, la región del río Tanáis (Don), Armenia y toda el Asia Menor y Siria. La expedición de Teseo a Amazonia, mito que sigue el modelo del de Heracles, confunde el tema y ha inducido a los mitógrafos a inventar la ficticia invasión de Atenas por las amazonas y los escitas unidos (véase l00.c).

5. Que las amazonas instalaron una imagen bajo un haya efesia es un error cometido por Calimaco, quien, por ser egipcio, no sabía que las hayas no se dan tan al sur; debió de ser una palmera datilera, símbolo de fertilidad (véase 14.2) y un recuerdo del origen libio de la diosa, pues su estatua estaba adornada con grandes dátiles dorados, a los que generalmente se cometía el error de tomar por pechos. La derrota de las amazonas por Mopso es la fábula de la derrota de los hititas por los mosquianos alrededor de 1200 a. de C.; los hititas eran originalmente patriarcales, pero bajo la influencia de las sociedades matriarcales del Asia Menor y Babilonia habían aceptado el culto de la diosa. En Hattusas, su capital, Garstang ha descubierto recientemente une relieve escultórico que presenta a una diosa de la batalla; Garstang opina que el culto de la Artemis efesia es de origen hitita. Las victorias sobre las amazonas obtenidas por Heracles, Teseo, Dioniso, Mopso y otros recuerdan, en realidad, los reveses sufridos por el sistema matriarcal en Grecia, Asia Menor, Tracia y Siria.

6. Estéfano de Bizancio (sub Paros) constata la tradición de que Paros era una colonia cretense. La expedición de Heracles allá se refiere a una ocupación helena de la isla. Su dádiva de Tasos a los hijos de Androgeo, es una referencia a su captura por una fuerza de parios mencionada en Tucídides iv.104: esto sucedió hacia el final del siglo VIII a. de C. Los cúbeos colonizaron Torone más o menos en el mismo tiempo; se representa a Torone («reina chillona») como una hija de Proteo (Estéfano de Bizancio sub Torone). El hacha doble de Hipólita (labrys) no fue colocada, sin embargo, en la mano de Zeus Labrador en lugar de un rayo; era ella misma un rayo y Zeus la llevaba con permiso de la diosa cretense que gobernaba en Libia.

7. Los gargarenses son los gogarenios a los que Ezequiel llama Gog (Ezequiel xxxviii y xxxix).

8. En este relato de Mirina, Diodoro Sículo cita tradiciones libias primitivas que habían adquirido ya un viso de cuentos de hadas; se ha establecido, no obstante, que en el tercer milenio a. de C. emigrantes neolíticos salieron de Libia en todas direcciones, probablemente expulsados por una inundación de sus campos (véase 39.3-6). El Delta del Nilo estaba poblado en gran parte por libios.

9. Según Apolonio de Rodas (i. 1126-9), Ticia era «uno de los tres únicos dáctilos («dedos») ideos que pronuncian sentencias». Nombra a otro dáctilo, «Cilenio». He demostrado (La Diosa Blanca p. 393) que en la magia de los dedos Ticia, el dáctilo, representaba al dedo del corazón; que Cilenio, alias Heracles, era el pulgar, y que Dáscilo, el tercer dáctilo, era el índice, como implica su nombre (véase 53.1). Estos tres dedos levantados, mientras el cuarto y el meñique están vueltos hacia abajo, hacían la «bendición frigia». Originalmente dada en nombre de Mirina, ahora la emplean los sacerdotes católicos en nombre de la Trinidad cristiana.

10. Ticio, a quien mató Apolo (véase 21.d), puede ser una doble etimología de Ticia. La toma de la isla de Cerne por Mirina parece una adición tardía y no autorizada de la fábula. Cerne ha sido identificada con Fedallah, cerca de Fez; o con Santa Cruz, cerca del cabo Ghir, o (más verosímilmente) con Arguin, un poco al sur de Cabo Blanco. Fue descubierta y colonizada por el cartaginés Hanno, quien dijo que se hallaba tan lejos de las Columnas de Heracles como se hallan éstas de Cartago, y se convirtió en el gran emporio del comercio del África Occidental.

11. Ya basta en cuanto a los elementos míticos del noveno trabajo. Sin embargo, la expedición de Heracles a Termodonte y sus guerras en Misia y Frigia no deben ser descartadas como completamente antihistóricas. Como el viaje del Argo (véase 148.10) registran las aventuras comerciales griegas en el Mar Negro, quizás hasta una época que se remonta a mediados del segundo milenio a. de C; y la intrusión de los minias desde Yolcos, los aqueos desde Egina y los argivos en esas aguas indican que, aunque Helena puede haber sido bella y haberse fugado con Paris de Troya, no fue su rostro el que hizo hacerse a la mar a un millar de naves, sino los intereses mercantiles. Aquiles, el hijo de Peleo; Ajax, el hijo de Telamón, y Diomedes el argivo se hallaban entre los aliados griegos de Agamenón que insistían en que Príamo debía concederles el libre paso por el Helesponto del que gozaban sus padres, a menos que quisiese que su ciudad fuera saqueada como lo había sido la de Laomedonte y por la misma razón (véase 137.1). De aquí la dudosa pretensión de los atenienses de que habían estado representados en la expedición de Heracles por Teseo, en el viaje del Argo por Palero y en Troya por Menesteo, Demofonte y Acamante. Con esto se proponían justificar su eventual dominio del comercio en el Mar Negro que les había dado la destrucción de Troya y la decadencia de Rodas (véase 159.2, 160.2-3 y 162.3).

132
EL DÉCIMO TRABAJO: LOS BUEYES DE GERIONES

a. El décimo trabajo de Heracles consistió en llevar los famosos bueyes de Geriones desde Eritrea, una isla situada cerca de la corriente del Océano, sin pedirlos ni pagarlos. Geriones, hijo de Crisaor y Calírroe, hija ésta del titán Océano, era rey de Tartesos en España, y tenía fama de ser el hombre más fuerte del mundo[289]. Había nacido con tres cabezas, seis brazos y tres cuerpos unidos en la cintura. Los bueyes rojos de Geriones, animales de una belleza maravillosa, estaban guardados por el pastor Euritión, hijo de Ares, y el perro bicéfalo Órtro —anteriormente propiedad de Atlante— nacido de Tifón y Equidna[290].

b. Durante su paso por Europa Heracles mató muchas fieras y cuando por fin llegó a Tartesos erigió un par de columnas frente por frente a los dos lados del estrecho, una en Europa y la otra en África. Algunos sostienen que los dos continentes estaban unidos en otro tiempo y que él abrió un canal entre ellos, o separó los riscos; otros dicen que, al contrario, estrechó el paso existente para impedir que entraran las ballenas y otros monstruos marinos[291].

c. Helio lanzó sus rayos sobre Heracles, quien encontrando imposible trabajar con semejante calor, tomó su arco y disparó una flecha contra el dios. «¡Basta!», exclamó Helio enojado. Heracles se excusó por su malhumor y aflojó el arco inmediatamente. Para no dejarse superar en cortesía, Helio le prestó a Heracles su copa de oro, que tenía la forma de un nenúfar, y se embarcó en ella para Eritia; pero el titán Océano, para probarle, hizo que la copa se agitara violentamente en las olas. Heracles volvió a estirar su arco, lo que asustó a Océano y le hizo calmar el mar. Según otra versión, Heracles se embarcó para Eritia en una urna de bronce, utilizando su piel de león como vela[292].

d. Cuando llegó, subió al monte Abas. El perro Ortro corrió hacia él ladrando, pero Heracles lo mató con la clava, y Euritrón, el pastor de Geriones, que corrió en ayuda de Ortro, murió del mismo modo. Luego Heracles se llevó el ganado. Menetes, que apacentaba el ganado de Hades en las cercanías —pero Heracles no había tocado este ganado— llevó la noticia a Geriones. Desafiado a combatir, Heracles arremetió contra el costado de Geriones y le atravesó los tres cuerpos con una sola flecha; pero algunos dicen que se mantuvo firme y le disparó tres flechas. Como Hera se apresuró a acudir en ayuda de Geriones, Heracles la hirió con una flecha en el pecho derecho, y ella huyó. Así se apoderó del ganado sin pedirlo ni pagarlo, y se embarcó en el vaso de oro, en el que navegó hasta Tartesos y se lo devolvió agradecido a Helio. De la sangre de Geriones nació un árbol que, en la época en que salen las Pléyades, da frutas sin cuesco parecidas a cerezas. Pero Geriones no murió sin sucesión. Su hija Eritia llegó a ser por Hermes la madre de Nórax, quien condujo una colonia a Cerdeña, antes de la época de Hilo, y allí fundó Nora, la ciudad más antigua de la isla[293].

e. El paradero de Eritia, llamada también Eritrea o Eritria, es discutido. Aunque algunos la describen como una isla situada más allá de la corriente del Océano, otros la sitúan frente a la costa de Lusitania[294]. Otros más la identifican con la isla de León, o con un islote de las cercanías en el que se construyó anteriormente la ciudad de Gades y donde los pastos son tan abundantes que la leche no da suero, sino sólo cuajada, y al ganado hay que aplicarle ventosas cada cincuenta días para que no se ahogue por exceso de sangre. El islote, consagrado a Hera, se llama Eritia o Afrodisia. León, la ciudad en que se halla la actual ciudad de Gades, se llamaba Cotinusa por sus olivos, pero los fenicios le cambiaron el nombre por el de Gadira, o «Ciudad Cercada». En el cabo occidental se hallan el templo de Crono y la ciudad de Gades; en el oriental un templo de Heracles, notable por una corriente que mengua con la pleamar y crece con la marea menguante; y Geriones, está enterrado en la ciudad, igualmente famosa por un árbol secreto que toma formas diversas[295].

f. Según otra versión, no obstante, el ganado de Geriones no pastaba en isla alguna, sino en las laderas de las montañas de la parte más lejana de España, frente al Océano; y «Geriones era un título del famoso rey Crisaor que gobernaba en todo el país, y cuyos tres hijos fuertes y valientes le ayudaban a defender su reino, cada uno de ellos al frente de un ejército reclutado entre razas belicosas. Para luchar con éstas, Heracles reunió una gran expedición en Creta, el lugar de nacimiento de su padre Zeus. Antes de partir los cretenses le rindieron honores espléndidos y, en recompensa, liberó a su isla de osos, lobos, serpientes y otros animales dañinos, de los cuales sigue siendo inmune. En primer lugar se embarcó para Libia, donde dio muerte a Anteo, hizo una matanza con las fieras que infestaban el desierto y dio al país una fertilidad no superada. Luego hizo una visita a Egipto, donde mató a Busiris[296]; a continuación sé dirigió hacia el oeste, a través de África del Norte, y de paso aniquiló a los gorgones y las amazonas libias, fundó la ciudad de Hecatómpilo, ahora Capsa, en la Numidia meridional, y llegó al océano en las cercanías de Gades. Allí erigió columnas en cada lado del estrecho y, cruzando éste con su ejército hasta España, se encontró con que los hijos de Crisaor, con sus tres ejércitos, se hallaban acampados a alguna distancia uno de otro. Los venció y destruyó, a cada uno por turno, y finalmente se llevó los famosos bueyes de Geriones, dejando el gobierno de España a cargo del más digno de los habitantes sobrevivientes[297].

g. A las Columnas de Heracles se las identifica habitualmente con el monte Calpe en Europa y el Abile, o Abílyx en África. Otros dicen que son las islitas de las cercanías de Gades, la mayor de las cuales está consagrada a Hera. Sin embargo, todos los españoles y libios toman literalmente la palabra «columnas» y las sitúan en Gades, donde hay unas columnas de bronce consagradas a Heracles, de ocho codos de altura y que llevan inscrito el costo de su construcción; allí los marineros ofrecen sacrificios siempre que vuelven a salvo de un viaje. Según los habitantes de Gades mismo, un oráculo ordenó al rey de Tiro que fundara una colonia cerca de las columnas de Heracles y envió sucesivamente tres grupos de exploración. El primero, creyendo que el oráculo se había referido a Abile y Calpe, desembarcó en el estrecho, donde se halla ahora la ciudad de Exitani; el segundo navegó unas doscientas millas más allá del estrecho, hasta una isla consagrada a Heracles, frente a la ciudad española de Onoba; pero a ambos grupos les desanimaron agüeros desfavorables cuando ofrecieron sacrificios y volvieron a su patria. El tercer grupo llegó a Gades, donde erigió un templo a Heracles en el cabo oriental y fundó con buen éxito la ciudad de Gades en el occidental[298].

h. Sin embargo, algunos niegan que fue Heracles quien erigió esas columnas y afirman que Abile y Calpe se llamaron primeramente «las Columnas de Crono» y luego las «Columnas de Briareo», un gigante cuyo poder se extendía hasta allí; pero que, como el recuerdo de Briareo (llamado también Egeón) se fue apagando, se les cambió el nombre en honor de Heracles, quizá porque la ciudad de Tartesos, que se halla a sólo ocho kilómetros de Calpe, fue fundada por él y se la solía llamar Heraclea. Todavía se ven allí grandes murallas antiguas y astilleros[299]. Pero se debe recordar que al Heracles anterior se le llamaba también Briareo. El número de las Columnas de Heracles se da habitualmente como dos; pero algunos hablan de tres o cuatro[300]. También se informa acerca de supuestas Columnas de Heracles en la costa septentrional de Germania, en el Mar Negro, en la extremidad occidental de Galia y en la India[301].

i. Un templo de Heracles se alza en el Promontorio Sagrado de Lusitania, el punto más occidental del mundo. A los visitantes se les prohibe entrar en el recinto por la noche, que es cuando los dioses se alojan allí. Quizá cuando Heracles erigió sus columnas para marcar los límites extremos para la navegación legítima ése fue el lugar que eligió[302].

j. Se discute mucho cómo llevó luego el ganado a Micenas Algunos dicen que unió momentáneamente por la fuerza a Abile y Calpe y pasó a Libia por el puente que resultó de esa unión; pero según una versión más probable pasó por el territorio de la que es ahora Abdera, una colonia fenicia, y luego a través de España, dejando atrás a algunos de sus seguidores como colonos[303]. En los Pirineos cortejó y enterró a la princesa bébrice Pirene, de la que tornó su nombre esa cordillera; se dice que el río Danubio tiene allí su fuente, cerca de una ciudad que también lleva su nombre en honor suyo. Luego visitó Galia, donde abolió la bárbara costumbre nativa de matar a los extranjeros, y conquistó tantos corazones con sus hazañas generosas que pudo fundar una gran ciudad a la que llamó Alesia, o «Viajante», en conmemoración de sus viajes. Los galos siguen honrando a Alesia como el hogar y la ciudad-madre de todo su país —no fue conquistada hasta el reinado de Calígula— y pretenden descender de la unión de Heracles con una alta princesa llamada Calata, quien le eligió como amante y engendró a ese pueblo guerrero[304].

k. Cuando Heracles llevaba el ganado de Geriones a través de Liguria, dos hijos de Posidón llamados Alebión y Dercino trataron de robárselo, pero ambos fueron muertos. En una etapa de su batalla con las fuerzas ligurias hostiles a Heracles se le acabaron las flechas y se arrodilló, llorando, herido y exhausto. Como el terreno era de mantillo blando, no podía encontrar piedras para arrojarlas al enemigo —Ligis, el hermano de Alebión, era su jefe— hasta que Zeus, compadecido de sus lágrimas, oscureció la tierra con una nubes de la que cayó una lluvia de piedras, y con ellas pudo Heracles poner en fuga a los ligures. Zeus puso entre las estrellas una imagen de Heracles luchando contra los ligures; es la constelación llamada Engonase. Otro recuerdo de esta batalla sobrevive en la tierra: es la llanura ancha y circular que se extiende entre Marsella y la desembocadura del Ródano, a unos veintitrés kilómetros del mar, llamada la «Llanura Pedregosa» porque en ella hay muchas piedras del tamaño del puño de un hombre, y también manantiales de agua salada[305].

l. A su paso por los Alpes Ligurios Heracles abrió un camino apropiado para sus ejércitos y bagajes y también destruyó todas las cuadrillas de ladrones que infestaban el paso antes de entrar en la actual Galia Cisalpina y Etruria. Sólo después de haber recorrido toda la costa de Italia y haber cruzado a Sicilia se le ocurrió: «¡He tomado un camino equivocado!» Los romanos dicen que al llegar al Albula —posteriormente llamado Tíber— le recibió el rey Evandro, un desterrado de Arcadia. Al anochecer cruzó el río a nado, llevando por delante al ganado, y se acostó para descansar en un lecho de hierbas[306]. En una profunda cueva cercana vivía un pastor enorme, horrible y de tres cabezas llamado Caco, un hijo de Hefesto y Medusa, que era el terror y la deshonra del Bosque Aventino, y arrojaba llamas por cada una de sus tres bocas. Cráneos y brazos humanos colgaban clavados sobre los dinteles de su cueva y dentro de ella la tierra relucía con la blancura de los huesos de sus víctimas. Mientras Heracles dormía, Caco le robó sus dos mejores bueyes, así como cuatro novillos, que arrastró hacia atrás tirándoles de los rabos a su guarida 18[307].

m. A la primera luz de la aurora Heracles se despertó e inmediatamente advirtió que la faltaban aquellos animales. Después de buscarlos en vano, estaba a punto de seguir adelante con los demás cuando una de las novillas robadas mugió a causa del hambre. Heracles observó que el sonido provenía de la cueva, pero encontró la entrada cerrada por una roca que ni siquiera habrían podido mover diez yuntas de bueyes; sin embargo, la apartó a un lado como si hubiera sido un guijarro y, sin atemorizarse por las llamas humeantes que arrojaba Caco, luchó con él y le machacó la cara hasta dejarla hecha pulpa[308].

n. Ayudado por el rey Evandro, Heracles erigió un altar a Zeus y sacrificó en él a uno de los bueyes recuperados, y luego tomó disposiciones para organizar su propio culto. Pero los romanos relatan esta fábula para glorificarse a sí mismos; pues la verdad es que no fue Heracles quien mató a Caco y ofreció sacrificios a Zeus, sino un pastor gigantesco llamado Gárano o Recáranos, aliado de Heracles[309].

o. El rey Evandro gobernaba mediante su ascendiente personal más bien que por la fuerza: le veneraban particularmente por su conocimiento de las letras, adquirido de su madre proíética, la ninfa arcadia Nicóstrata o Temis; era hija del río Ladón, y aunque estaba casada con Equeno, tuvo a Evandro con Hermes. Nicóstrata persuadió a Evandro para que matara a su supuesto padre, y cuando los arcadios desterraron a ambos, fue con él a Italia, acompañado por un cuerpo de pelasgos[310]. Allí, unos sesenta años antes de la guerra de Troya, fundó la pequeña ciudad de Palantino, en la colina junto al río Tíber, llamada posteriormente monte Palatino; el sitio lo eligió Nicóstrata: y pronto no hubo un rey más poderoso que Evandro en toda Italia. Nicóstrata, llamada ahora Carmenta, adaptó el alfabeto pelasgo de trece consonantes que Cadmo había traído de Egipto para formar el latino de quince consonantes. Pero algunos afirman que fue Heracles quien enseñó a los súbditos de Evandro el uso de las letras, que es por lo que comparte un altar con las Musas[311].

p. Según los romanos, Heracles liberó al rey Evandro del tributo que debía pagar a los etruscos, mató al rey Fauno, quien tenía la costumbre de sacrificar a los extranjeros en el altar de su padre Hermes; y engendró a Latino, el antepasado de los latinos, con la viuda, o la hija, de Fauno. Pero los griegos sostienen que Latino era hijo de Circe y Odiseo. En todo caso, Heracles suprimió el sacrificio cronio anual de dos hombres, que eran arrojados al Tíber, y obligó a los romanos a utilizar en su lugar muñecos; inclusive ahora, en el mes de mayo, cuando la luna está llena, la principal virgen Vestal, colocada en el Pons Sublicius de madera de roble, arroja imágenes blanqueadas de ancianos, hechas con juntos y llamados «Argivos» a la corriente amarilla[312]. Se cree también que Heracles fundó Pompeya y Herculano, luchó con gigantes en los Campos Flegreos de Cumas y construyó una calzada de una milla de longitud a lo largo del golfo Lucrino, a la que ahora se llama el Camino Heracliano, por el cual condujo al ganado de Gerión[313].

q. Se dice, además, que se acostó para descansar cerca de la frontera de Regio y Lócris Epicefiria y como le molestaban mucha las cigarras, suplicó a los dioses que las acallasen. Su súplica fue atendida inmediatamente y desde entonces nunca se ha oído cantar a las cigarras en el lado regiano del río Alece, aunque cantan fuertemente en el lado locrio. Ese día un toro se separó del rebaño, se introdujo en el mar y nadó hasta Sicilia. Heracles lo persiguió y lo encontró oculto entre los rebaños de Érix, rey de los elimos, hijo de Afrodita y de Butes[314]. Érix, que era luchador y púgil, le desafió a un torneo quíntuple. Heracles aceptó el desafío, con la condición de que Érix apostase su reino contra el toro huido, y venció en las cuatro primeras pruebas; finalmente, en la lucha, levantó a Érix a gran altura en el aire, lo arrojó contra la tierra y lo mató, con lo cual demostró a los sicilianos que no todos los nacidos de una diosa son necesariamente inmortales. De esta manera Heracles conquistó el reino de Érix, que dejó a sus habitantes para que disfrutaran de él hasta que uno de sus propios descendientes fuera a reclamarlo[315].

r. Algunos dicen que Érix —cuyo campo de lucha se muestra— tenía una hija llamada Psófide, quien dio a Heracles dos hijos: Equefrón y Prómaco. Habiendo sido criados en Erimanto, cambiaron el nombre de esta ciudad por el de su madre Psófide y construyeron un altar a Afrodita Ericina del que hoy sólo quedan las ruinas. Los altares dedicados a los héroes Equefrón y Prómaco perdieron su importancia desde hace mucho tiempo y a Psófide se la considera habitualmente como una hija de Janto, el nieto de Árcade[316].

s. Continuando su viaje a través de Sicilia, Heracles llegó al lugar donde ahora se halla la ciudad de Siracusa; allí ofreció sacrificios e instituyó el festival anual junto al precipicio sagrado de Cíane, por el cual Hades llevó a Core al mundo subterráneo. A los que honraron a Heracles en la llanura de Leontini les dejó un recuerdo imperecedero de su visita. Cerca de la ciudad de Agirio las huellas de los cascos de su ganado quedaron impresas en un camino de piedra como si hubiera sido de cera;

y, considerando eso como un indicio de su inmortalidad, Heracles aceptó que los habitantes le rindieran los honores divinos que hasta entonces había rechazado firmemente. Luego, en agradecimiento por sus favores, formó un lago de cuatro estadios de circunferencia fuera de las murallas de la ciudad y erigió templos locales a Yolao y Geriones[317].

t. De vuelta a Italia en busca de otro camino que le lelvara a Grecia, Heracles condujo su ganado por la costa oriental hasta el Promontorio Lacinio, donde el gobernante, el rey Lacinio, pudo jactarse más tarde de que había hecho huir a Heracles, lo que hizo simplemente construyendo un templo a Hera, a la vista del cual Heracles se marchó disgustado. Nueve kilómetros más adelante Heracles mató accidentalmente a Crotón, lo enterró con todos los honores y profetizó que en el futuro se alzaría allí una gran ciudad que llevaría su nombre. Heracles cumplió esa profecía después de su deificación: apareció en un sueño a uno de sus descendientes, el argivo Miscelo, y le amenazó con un castigo terrible si no conducía un grupo de colonos a Sicilia y fundaba la ciudad; y cuando los argivos estaban a punto de condenar a Miscelo a muerte por violar su prohibición de emigrar cambió milagrosamente todos los guijarros negros de la votación en blancos[318].

u. Heracles se proponía luego llevar el ganado de Geriones a través de Istria al Epiro, y desde allí al Peloponeso por el Istmo. Pero a la entrada del Golfo Adriático Hera envió un tábano que hizo huir espantado al ganado y lo llevó a través de la Tracia al desierto escita. Allí Heracles lo persiguió y una noche fría y tormentosa se envolvió en la piel de león y se quedó dormido en una colina pedregosa. Cuando se despertó se encontró con que las yeguas de su carro, a las que había desunido para que pacieran, también faltaban. Anduvo por todas partes en su busca hasta que llegó a un distrito boscoso llamado Hilea, donde un ser extraño, medio mujer y medio serpiente, le gritó desde una cueva. Le dijo que ella tenía sus yeguas, pero sólo se las devolvería si se hacía su amante. Heracles accedió, aunque con cierta renuencia, y la besó tres veces; en vista de ello la mujer con cola de serpiente le abrazó apasionadamente, y cuando, por fin, Heracles quedó en libertad para irse, ella le preguntó: «¿Qué será de los tres hijos que tengo ahora en el seno? Cuando lleguen a la virilidad, ¿quieres que los instale aquí, donde soy la dueña o que te los envíe?»

v. «Cuando crezcan, obsérvalos cuidadosamente —contestó Heracles—. Y si alguno de ellos encorva este arco como yo lo encorvo y se ciñe con este cinturón como yo me ciño, elígelo como el gobernante de tu país.» Dicho eso, le dio uno de sus dos arcos y su cinturón, que tenía una copa de oro colgando de su broche; y luego siguió su viaje. Ella llamó a los trillizos Agatirso, Gelono y Escítes. Los dos mayores se mostraron incapaces de realizar las tareas que había indicado su padre, por lo que ella los desterró; pero Escites consiguió hacer las dos cosas y dejó que se quedara, convirtiéndose en el antepasado de todos los reyes escitas, que hasta el presente llevan copas de oro en sus cinturones[319]. Sin embargo, otros dicen que fue Zeus y no Heracles quien se acostó con la mujer con cola de serpiente, y que, cuando los tres hijos que tuvo con ella gobernaban todavía el país cayeron del firmamento cuatro objetos de oro; un arado, un yugo, un hacha de combate y una copa. Agatirso fue el primero que corrió para recogerlo, pero cuando se acercó el oro llameó y le quemó las manos. Gelono fue rechazado del mismo modo. Pero cuando se acercó Escites, el más joven, el fuego se apagó inmediatamente y así él pudo llevar a su casa los cuatro tesoros de oro y los hermanos mayores accedieron a cederle el reino[320].

w. Heracles, después de haber recuperado sus yeguas y la mayor parte del ganado extraviado, los llevó a través del río Estrimón, que represó con piedras para ese propósito, y no encontró más aventuras hasta que el pastor gigante Alcioneo, quien se había apoderado del Istmo de Corinto, arrojó una roca sobre el ejército que una vez más seguía a Heracles y aplastó no menos de doce carros y el doble de jinetes. Éste era el mismo Alcioneo que robó dos veces el ganado sagrado de Helio: desde Eritia y desde la ciudadela de Corintio. Corrió hacia adelante, recogió la roca y esta vez la lanzó contra Heracles, quien la devolvió con su clava y así mató al gigante. Todavía se ve esa roca en el Istmo[321].

*

1. El tema principal de los trabajos de Heracles es su ejecución de ciertas hazañas rituales antes de ser aceptado como consorte de Admete, o Auge, o Atenea, o Hipólita, o como quiera que se llamara la reina. Este extravagante décimo trabajo puede haberse relacionado originalmente con el mismo tema si es que se refiere a la costumbre helénica patriarcal según la cual el marido compraba a su novia con los procedimientos de un robo de ganado. En la Grecia homérica se las valoraba según el ganado, como sucede todavía en algunas partes del África Oriental y Central. Pero se han agregado al mito otros elementos que no vienen al caso, como la visita a la Isla Occidental de los Muertos y su regreso afortunado cargado con el botín; la fábula irlandesa antigua análoga es la de Cuchulain, quien penetró en el Infierno —Dun Scaith, «ciudad de las sombras»— y volvió con tres vacas y una caldera mágica, a pesar de las tormentas que los dioses de los muertos desencadenaron contra él. La urna de bronce en la que Heracles navegó a Eritia era una nave apropiada para una visita a la Isla de los Muertos, y quizá se la ha confundido con la caldera de bronce. En la Undécima Tablilla de la epopeya de Gilgamesh babilonia, Gilgamesh hace un viaje análogo a una isla sepulcral a través del mar de los muertos, utilizando como vela sus ropas. Este episodio llama la atención a muchos puntos de semejanza entre los mitos de Heracles y Gilgamesh; la fuente común es probablemente sumeria. Como Heracles, Gilgamesh mata a un león monstruoso y lleva su piel (véase 123.e); ase a un toro del cielo por los cuernos y lo domina (véase 129.b); descubre una hierba secreta que proporciona la invulnerabilidad (véase 135.h); hace el mismo viaje que el Sol (véase 132.d); y visita el Jardín de las Hespérides, donde, después de matar a un dragón enroscado en un árbol sagrado, es recompensado con dos objetos sagrados procedentes del mundo subterráneo (véase 133.e). Las relaciones de Gilgamesh con su compañero Enkidu se parecen mucho a las de Teseo, el Heracles ateniense, con su compañero Pirítoo, quien desciende al Tártaro y no logra regresar (véase 103.C y d); y la aventura de Gilgamesh con los escorpiones ha sido atribuida al beocio Orion (véase 41.3).

2. Las colonias griegas pre-fenicias instaladas en España, Galia e Italia bajo la protección de Heracles han contribuido al mito; y en el sentido geográfico las Columnas de Heracles —a las que un grupo de colonos llegó alrededor del año 1100 a. de C.— son Ceuta y Gibraltar.

3. No obstante, en un sentido místico celto-ibérico, las Columnas son abstracciones alfabéticas. «Marwnad Ercwlf», antiguo poema gales del Libro Rojo de Hergest, trata del Heracles celta —a quien los irlandeses llamaban «Cara Solar de Ogma» y Luciano «Ogmio» (véase 125.1)— y cuenta cómo Ercwlf erigió «cuatro columnas de la misma altura coronadas con oro rojo», al parecer las cuatro columnas de cinco letras cada una que formaban el alfabeto bárdico de veinte letras llamado el Boibel-Loth (Diosa Blanca, p. 175). Parece que, alrededor del año 400 a. de C., este nuevo alfabeto, cuyos nombres de las letras griegas se referían al viaje celestial de Heracles en la copa del sol, su muerte en el monte Eta y sus poderes como fundador de ciudades y juez (Diosa Blanca, p. 263) reemplazó al alfabeto de los árboles Beth-Luis-Nion, los nombres de las letras del cual se referían al sacrificio homicida de Crono por las mujeres salvajes (Diosa Blanca, p. 391). Puesto que las Gorgonas tenían un bosquecillo en Eritia —«Isla Roja», identificada por Ferécides como la isla de Gades— y puesto que «árboles» en todos los idiomas celtas significan «letras», yo interpreto «el árbol que toma diversas formas» como el alfabeto Beth-Luis-Nion, cuyo secreto guardaban las Gorgonas en su bosquecillo sagrado hasta que Heracles las «aniquiló». En este sentido, la incursión de Heracles de Eritia, donde mató a Geriones y el perro Ortro —el astro Sirio— se refiere a la sustitución del alfabeto de Crono por el alfabeto de Heracles.

4. Hesíodo (Teogonia 287) llama a Geriones tricephalon, «de tres cabezas»; otra interpretación de lo cual es tricarenon, que significa lo mismo. «Tricarenon» recuerda a Torvos Trigarenus, el dios celta con dos manos izquierdas que aparece en compañía de grullas y un toro en el altar de París derribando un sauce. Geryon, palabra que no tiene significado en griego, parece ser una forma desusada de Trigaranus. Puesto que lo mismo en la tradición griega que en la irlandesa las grullas están asociadas con los secretos alfabéticos (véase 52.6) y con los poetas, Geriones parece ser el guardián de la Diosa del alfabeto anterior: en realidad Crono acompañado por los dáctilos. En la isla sepulcral de Eritia, Crono-Geriones, quien era en un tiempo un héroe solar del tipo de Heracíes-Briareo, se había convertido en un dios de los muertos, con Ortro como su Cerbero; y este décimo trabajo, por tanto, ha sido confundido con el duodécimo y Menetes figura en ambos. Aunque el «fruto sin cuesco parecido a la cereza» nacido de la sangre de Geriones puede haber sido la baya de madroño, que se da en España, ha influido en la fábula el carácter sagrado que para Crono-Saturno tiene el cornejo de frutos más tempranos (Diosa Blanca p. 223), que produce un tinte rojo como el coscojo. El papel de Crisaor en la fábula es importante. Su nombre significa «falce de oro», el arma asociada con el culto de Crono, y se decía que era hijo de la gorgona Medusa (véase 33.b, 73.h y 138.j).

5. Nórax, nieto de Geriones por Eritia y Hermes —se dice que Hermes llevó el alfabeto de árboles de Grecia a Egipto y volvió con él—, parece ser una grafía errónea de Norops, la palabra griega para «cara solar». Esta genealogía ha sido invertida por los mitógrafos irlandeses; según éstos, su propio Geriones, cuyas tres personas se llamaban Brian, Iuchar e Iucharba —una forma de Varuna, Mitra e Indra— tenía a Ogma por abuelo, y no por nieto, y su hijo era el dios Sol celtíbero Lugh, Llew o Lugo. También insisten en que el alfabeto les había llegado de Grecia por España. El cuervo de Crono estaba consagrado a Lugo, según Plutarco, quien constata (Sobre los ríos y las montañas v) que «Lugdunum» —Lyón, la fortaleza de Lugo— «se llamaba así porque un auspicio de cuervos sugirió la elección de su ubicación, pues lug significa cuervo en el dialecto alobrógico».

6. Verrio Flaco parece haber sido mal interpretado por Servio; es más probable que dijera que «Garano (Gerión) tricéfalo, y no Caco, era el nombre de la víctima de Heracles, y que Evandro ayudó a Heracles». Esto estaría de acuerdo con la versión de que la madre de Evandro, Carmenta, suprimió el alfabeto de trece consonantes, el Beth-Luis-Nion de Crono, en favor del Boibel-Loth de quince consonantes de Heracles-Ogma (Diosa Blanca p. 380). El rey Juba, al que Plutarco cita como diciendo que Heracles enseñó a los súbditos de Evandro el empleo de las letras, era un magistrado honorario de Gades, y sin duda conocía muy bien la ciencia alfabética local. En esta fábula de Evandro se describe claramente a Heracles como un enemigo del culto de Crono, puesto que suprime el sacrificio humano. Sus andanzas por Italia y Sicilia han sido inventadas para explicar los numerosos templos que se le erigieron en esos países; y su quíntupla competencia con Érix, para justificar las expediciones colonizadoras del siglo VI que el heráclida Peníatlos de Cnido y el espartano Dorio hicieron a la región de Érix. El Heracles venerado en Agirá, ciudad siciliana, puede haber sido un antepasado que llevó a los sículos a través del estrecho desde Italia alrededor del año 1050 a. de C. (Tucídides: vi.2.5). También se le hace visitar Escitia; los colonos griegos de las costas occidental y septentrional del Mar Negro incorporaron a un Heracles escita, un héroe arquero (véase 119.3) en el misceláneo décimo trabajo. Su desposada, la mujer con cola de serpiente, era una diosa Tierra, madre de las tres tribus escitas principales mencionadas por Herodoto; en otra versión del mito, representada por la balada inglesa de The Laidley Worm, cuando él le ha besado tres veces se transforma en «la mujer más bella que jamás se había visto».

7. La anécdota de Alcioneo parece haberse desprendido del mito del ataque de los gigantes al Olimpo y de su derrota a manos de Heracles (véase 35.rf-e). Pero el robo por Alcioneo del ganado de Helio en Eritia, y otra vez en la ciudadela de Corinto, es una versión más antigua del robo del ganado de Gerión por Heracles, pues su propietario era un consorte solar activo de la diosa Luna, no un dios de los muertos desterrado y debilitado.

8. La flecha que Heracles disparó contra el sol del mediodía sería la que disparó contra el cénit durante la ceremonia de su coronación (véase 126.2 y 135.1).

133
EL UNDÉCIMO TRABAJO: LAS MANZANAS DE LAS HESPÉRIDES

a. Heracles había realizado esos diez trabajos en el término de ocho años y un mes, pero Euristeo, descontando el segundo y el quinto, le impuso dos más. El undécimo trabajo consistió en conseguir los frutos del manzano de oro, regalo de bodas de la Madre Tierra a Hera con el que ésta se había mostrado tan complacida que lo plantó en su jardín divino. Este jardín se hallaba en las laderas del monte Atlas, donde los jadeantes caballos del carro del Sol terminaban su viaje y donde las ovejas y las vacas de Atlante, mil rebaños de cada clase de esos animales, vagaban por los pastos de su innegable propiedad. Cuando un día descubrió Hera que las hijas de Atlante, las Hespérides, a quienes había confiado el árbol, hurtaban las manzanas, hizo que el dragón Ladón, siempre vigilante, se enroscara alrededor del árbol como su guardián[322].

b. Algunos dicen que Ladón era hijo de Tifón y Equidna; otros que era el hijo menor de Ceto y Forcis; otros que era hipo partenogenésico de la Madre Tierra, Tenía cien cabezas y hablaba con varias lenguas[323].

c. Se discute igualmente si las Hespérides vivían en el monte Atlas en el País de los Hiperbóreos, o en el monte Atlas de la Mauritania, o en alguna parte más allá del Océano, o en dos islas situadas en las cercanías del promontorio llamado el Cuerno Occidental, que se halla cerca de la Hesperia etiópica, en las fronteras de África. Aunque las manzanas pertenecían a Hera, Atlante sentía por ellas un orgullo de jardinero y, cuando Temis le advirtió: «Un día, dentro de mucho tiempo, Titán, tu árbol será despojado de su oro por un hijo de Zeus», Atlante, que todavía no había sido castigado con el terrible trabajo de soportar el globo celestial sobre sus hombros, construyó sólidas murallas alrededor del huerto y expulsó de su territorio a todos los extranjeros; puede muy bien haber sido él quien puso a Ladón como guardián de las manzanas[324].

d. Heracles, quien no sabía en qué dirección se hallaba el Jardín de las Hespérides, marchó a través de Iliria hasta el río Po, el hogar del dios marino oracular Nereo. En el camino cruzó el Equedoro, pequeño arroyo macedonio donde Cicno, hijo de Ares y Pirene, le desafió a un duelo. Ares actuó como segundo de Cicno y puso en orden a los combatientes, pero Zeus lanzó un rayo entre ellos y renunciaron a la lucha. Cuando por fin Heracles llegó al Po, las ninfas del río, hijas de Zeus y Temis, le mostraron a Nereo dormido. Él asió al viejo y venerable dios marino y, sujetándolo a pesar de sus muchas transformaciones proteicas, le obligó a profetizar cómo se podían conseguir las manzanas de oro. Algunos dicen, no obstante, que Heracles acudió a Prometeo, para que le diese esa información[325].

e. Nereo había aconsejado a Heracles que no arrancase las manzanas personalmente, sino que emplease a Atlante como su agente, aliviándolo entretanto de su carga fantástica; en consecuencia, cuando llegó al Jardín de las Hespérides le pidió a Atlante que le hiciera ese favor. Atlante habría realizado casi cualquier trabajo con tal de tener una hora de respiro, pero temía a Ladón, al que Heracles mató inmediatamente con una flecha que disparó por encima de la pared del jardín. Heracles inclinó la espalda para recibir el peso del globo celestial y Atlante se alejó y volvió poco después con tres manzanas arrancadas por sus hijas. La sensación de libertad le pareció deliciosa. «Yo mismo llevaré sin falta estas manzanas a Euristeo —dijo— si tú sostienes el firmamento durante unos pocos meses más». Heracles simuló que accedía pero como Nereo le había advertido que no debía aceptar oferta alguna de esa clase pidió a Atlante que soportase el globo durante sólo un momento más, mientras él se ponía un almohadón en la cabeza. Atlante se dejó engañar fácilmente, dejó las manzanas en el suelo y volvió a ponerse el firmamento en los hombros; inmediatamente Heracles recogió las manzanas y se alejó con una despedida irónica.

f. Al cabo de algunos meses Heracles le llevó las manzanas a Euristeo, quien se las devolvió; él las entregó entonces a Atenea, quien las dio otra vez a las ninfas, pues era ilegal que la propiedad de Hera saliese de sus manos[326]. Como sentía sed después de este trabajo, Heracles golpeó la tierra con los pies e hizo surgir una corriente de agua que más tarde salvó la vida de los argonautas cuando estaban a punto de morirse de sed en el desierto de Libia. Entretanto Hera, que lloraba a Ladón, puso su imagen entre las estrellas como la constelación de la Serpiente[327].

g. Heracles no volvió a Micenas por un camino directo. Primeramente atravesó la Libia, cuyo rey Anteo, hijo de Posidón y de la Madre Tierra, tenía la costumbre de obligar a los extranjeros a luchar con él hasta dejarlos exhaustos, matándolos después; pues no sólo era un atleta fuerte y hábil, sino que además cuando tocaba la tierra se renovaba su fuerza. Guardaba los cráneos de sus víctimas para techar un templo dedicado a Posidón[328]. No se sabe si Heracles, que estaba decidido a poner fin a esa práctica bárbara, desafió a Anteo o si Anteo le desafió a él. Sin embargo, Anteo demostró que no era una víctima fácil; era un gigante que vivía en una cueva situada bajo un alto risco, donde se alimentaba con la carne de los leones y dormía en la tierra desnuda para conservar y aumentar su fuerza ya colosal. La Madre Tierra, que todavía no era estéril después de haber dado a luz al gigante, había concebido a Anteo en una cueva libia y tenía más motivos para jactarse de él que inclu sive de sus monstruosos hijos mayores, Tifón, Ticio y Briareo. Les habría ido mal a los olímpicos si hubiera luchado contra ellos en las Llanuras de Flegras.

h. En preparación para la lucha los dos combatientes se quitaron sus pieles de león, pero mientras que Heracles se frotaba con aceite a la manera olímpica, Anteo se derramó arena caliente sobre los miembros por si el contacto con la tierra por medio de las plantas de los pies resultaba insuficiente. Heracles se proponía reservar su fuerza y cansar a Anteo, pero cuando consiguió tenderlo en tierra le sorprendió ver que los músculos del gigante se hinchaban y que el contacto con la Madre Tierra infundía nueva vida a sus miembros. Los combatientes volvieron a asirse y al poco tiempo Anteo se dejó caer por su propia voluntad sin esperar a que Heracles lo derribase, lo que hizo que este último comprendiera lo que sucedía y, en vista de ello, lo levantó a gran altura en el aire, le rompió las costillas y, a pesar de los hondos gemidos de la Madre Tierra, lo mantuvo en alto hasta que murió[329].

i. Algunos dicen que esta lucha se realizó en Lixo, una pequeña ciudad de Mauritania situada a unos ochenta kilómetros de Tánger, cerca del mar, donde se muestra una loma como la tumba de Anteo. Los nativos creen que si se sacan de esa loma unas pocas canastas de tierra lloverá y seguirá lloviendo hasta que las vuelvan a poner en su lugar. También se pretende que los Jardines de las Hespérides se hallaban en la isla cercana, donde hay un altar de Heracles; pero, con excepción de unos pocos acebuches, no queda allí rastro alguno de huerto. Cuando Sertorio[330] se apoderó de Tánger abrió la tumba para ver si el esqueleto de Anteo era tan grande como lo describía la tradición. Con gran asombro suyo vio que medía sesenta codos, por lo que imediatamente volvió a cerrar la tumba y ofreció a Anteo sacrificios de héroe. Se dice en la localidad que o bien Anteo fundó Tánger, llamada anteriormente Tingis, o bien que Sófax, el hijo que Tinger, la viuda de Anteo, tuvo con Heracles, reinó en ese país y dio a la ciudad el nombre de su madre. El hijo de Sófax, Diodoro, dominó a muchas naciones africanas con un ejército griego reclutado entre los colonos micénicos que Heracles había instalado allí[331]. Los mauritanos son de origen oriental y, como los farusios, descendían de ciertos persas que acompañaron a Heracles al África; pero algunos sostienen que son descendientes de los cananeos a los que el israelita Josué expulsó de su país[332].

j. A continuación Heracles hizo una visita al Oráculo de Amón, donde solicitó una entrevista con su padre Zeus; pero Zeus se mostró renuente a manifestarse y, como Heracles insistió, desolló un carnero, se cubrió con el vellón, con la cabeza del carnero ocultando la suya, y le dio ciertas instrucciones. De aquí que los egipcios den a sus imágenes de Zeus Amón una cara de carnero. Los tebanos sacrifican carneros sólo una vez al año, cuando al final del festival de Zeus, desuellan a un solo carnero y utilizan su vellón para cubrir la imagen de Zeus, después de lo cual los adoradores se golpean el pecho en señal de duelo por la víctima y la entierra en una tumba sagrada[333].

k. Heracles se dirigió luego hacia el sur y fundó una ciudad de cien puertas llamada Tebas en honor de su ciudad natal; pero algunos dicen que Osiris la había fundado ya. Durante todo este tiempo el rey de Egipto era el hermano de Anteo, Busiris, un hijo de Posidón y Lisianasa, la hija de Épafo, o, según dicen otros, de Anipe, hija del río Nilo[334]. Ahora bien, el reino de Busiris había sufrido en un tiempo la sequía y el hambre durante ocho o nueve años y él había mandado llamar a unos augures griegos para que le aconsejasen. Su sobrino, un adivino chipriota culto llamado Frasio, Trasio o Tasio, hijo de Pigmalión, anunció que el hambre cesaría si cada año se sacrificaba a un extranjero en honor de Zeus. Busiris comenzó con Frasio mismo y después sacrificó a otros huéspedes casuales, hasta que llegó Heracles, quien dejó que los sacerdotes lo arrastraran al altar. Le ataron el cabello con una venda y Busiris, invocando a los dioses, estaba a punto de levantar el hacha de los sacrificios cuando Heracles rompió sus lazos y mató a Busiris, al hijo de Busiris, Anfídamas, y a todos los sacerdotes presentes[335]

l. Luego Heracles atravesó Asia y se detuvo en Termidrae, el puerto de la Lindo rodia, donde desunció uno de los bueyes del carro de un labrador, lo sacrificó, y comió su carne, mientras el dueño aguardando en cierta montaña, le maldecía desde lejos. De aquí que los lindios, sigan profiriendo maldiciones cuando hacen sacrificios a Heracles. Por fin llegó a las montañas del Cáucaso, donde Prometeo había estado encadenado durante treinta años —o mil, o treinta mil años— mientras todos los días un buitre, nacido de Tifón y Equidna, le desgarraba el hígado. Hacía tiempo que Zeus se había arrepentido de su castigo, porque desde entonces Prometeo le había advertido bondadosamente que no se casase con Tetis, para que no engendrase a alguien más importante que él; y ahora, cuando Heracles le suplicó que perdonase a Prometeo, se lo concedió sin vacilar[336]. Pero como le había condenado a un castigo eterno, Zeus estipuló que, para que Prometeo siguiese pareciendo un prisionero, llevase un anillo hecho con sus cadenas y engastado con una piedra caucasia, y éste fue el primer anillo que llevó un engaste. Pero los sufrimientos de Prometeo estaban destinados a durar hasta que algún inmortal fuera voluntariamente al Tártaro en su lugar; en consecuencia Heracles recordó a Zeus que Quirón deseaba renunciar al don de la inmortalidad desde que había sufrido una herida incurable. Por lo tanto, ya no quedaba impedimento alguno y Heracles, invocando a Apolo Cazador, mató al buitre atravesándole el corazón y puso a Prometeo en libertad[337].

m. La humanidad comenzó a llevar anillos en honor de Prometeo, y también guirnaldas, porque cuando quedó en libertad se ordenó a Prometeo que se coronase con una guirnalda de sauces, y Heracles, para acompañarle, se puso una de acebuche[338].

n. Zeus Omnipotente puso la flecha entre las estrellas como la constelación de Sagitario; y hasta el presente los habitantes de las montañas del Cáucaso consideran al buitre como el enemigo de la humanidad. Queman sus nidos con dardos llameantes y le tienden trampas para vengar los sufrimientos de Prometeo[339].

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1. Las diferentes ubicaciones de las Hespérides representan diferentes opiniones acerca de lo que constituía el Lejano Oeste. Una versión colocaba el escenario de este trabajo en Berenice, anteriormente llamada la ciudad de las Hespéridas (Plinio: Historia natural v.5), Eusperides (Herodoto: iv.171), o Eusperites (Herodoto: iv.198), pero que cambió su nombre por el de la esposa de Tolomeo Evergetes. Estaba construida en Pseudopenias (Estrabón: xvii.3.20), el promontorio occidental del Golfo de Sirtes. Esta ciudad, bañada por el río Latón, o Letón, tenía un bosquecillo sagrado llamado «Jardines de las Hespérides». Además, el Latón desembocaba en un Lago Hesperio; y en las cercanías había otro, el Lago Tritonis, que encerraba a una islita con un templo de Afrodita (Estrabón: loc. cit.; Plinio: loc. cit.), al cual se decía a veces que pertenecía el manzano (Servio sobre la Eneida de Virgilio iv.485). Herodoto (loc. cit.) lo describe como una de las pocas partes fértiles de la Libia; en los mejores años la tierra producía el céntuplo.

2. Además de estas disputas geográficas había varias explicaciones racionales del mito. Una opinión era que las manzanas eran en realidad hermosas ovejas (melón significa tanto «oveja» como «manzana»), u ovejas con una lana roja peculiar que parecía de oro, las cuales eran guardadas por un pastor llamado Dragón, al que las hijas de Héspero, las Hespérides, solían llevar la comida. Heracles se llevó las ovejas (Servio sobre la Eneida de Virgilio: loc. cit.; Diodoro Sículo: iv.26) y mató (Servio: loc. cit) o raptó al pastor (Palefato: 19). Palefato (loc. cit) hace a Héspero natural de la Mileto caria, que era todavía famosa por sus ovejas, y dice que aunque Héspero había muerto mucho tiempo antes de la llegada de Heracles, sus dos hijas le sobrevivían.

3. Otra opinión era que Heracles rescató a las hijas de Atlante, que habían sido raptadas en el huerto de su familia por sacerdotes egipcios, y Atlante, agradecido, no sólo le dio el objeto de su trabajo, sino que además le enseñó la astronomía por añadidura. Pues Atlante, el primer astrónomo, sabía tanto que llevaba el globo celestial en los hombros, por decirlo así; y de aquí que se diga que Heracles le tomó el globo (Diodoro Sículo: iii.60 y iv.27). Heracles se convirtió ciertamente en el Señor del Zodíaco, pero el titán astrónomo a quien reemplazó era Ceo (alias Thoth) y no Atlante (véase 1.3).

4. La verdadera explicación de este trabajo se debe encontrar, no obstante, en el ritual más bien que en la alegoría. Se demostrará (véase 148.5) que el candidato a la dignidad del rey tenía que vencer a una serpiente y apoderarse de su oro; y eso fue lo que hizo Heracles tanto en este caso como en su lucha con la Hidra. Pero el oro del que se apoderó no debía tener la forma de manzanas de oro; éstas se las dio al final de su reinado la diosa Triple como su pasaporte para el Paraíso. Y en este contexto fúnebre la Serpiente no era su enemiga, sino la forma que su ánima oracular asumiría después de haber sido sacrificado. Ladón tenía cien cabezas y hablaba con diversas lenguas porque muchos héroes oraculares podían llamarse «Heracles»: es decir, que habían sido representantes de Zeus y se habían dedicado al servicio de Hera. El Jardín de las tres Hespérides —cuyos nombres las identifican con la puesta del sol (véase 33.7 y 39.1)— es situado en el Lejano Oeste, porque la puesta del sol era un símbolo de la muerte del rey sagrado. Heracles recibió las manzanas al final de su reinado, correctamente registrado como un Gran Año de cien lunaciones. Había tomado la carga del rey sagrado de su predecesor, y con ella el título de «Atlante», «el que sufre largamente». Es probable que la carga fuese originalmente no el globo, sino el disco solar (véase 67.2).

5. El comportamiento de Nereo sigue el modelo del de Proteo (véase 169.a), a quien Menelao consultó en Faros (Homero: Odisea iv.581 y ss.). Se dice que Heracles remontó el Po porque llevaba al País de los Hiperbóreos (véase 125. b). Sabemos que los regalos envueltos en paja que los hiperbóreos enviaban a Délos siguieron esa ruta (Herodoto: iv. 33). Pero aunque su país era en un sentido Gran Bretaña —como centro del culto de Bóreas— en otro era Libia y en otro el Cáucaso; y el Paraíso se hallaba en el Lejano Oeste o en lo recóndito del Viento Norte, la región misteriosa a la que volaban los gansos silvestres en el verano (véase 161.4). Las andanzas de Heracles ilustran esta incertidumbre. Si iba en busca del Paraíso libio debía haber consultado con el rey Proteo de Faros (véase 169.a); si iba en busca del Paraíso caucásico, con Prometeo (lo que es, en verdad, la versión de Apolodoro); si iba en busca del nórdico, a Nereo, quien vivía cerca de las fuentes del Po y cuyo comportamiento se parecía al de Proteo.

6. Los huesos de Anteo eran probablemente los de una ballena varada, alrededor de la cual nació una leyenda en Tánger: «Esto tiene que haber sido un gigante. Sólo Heracles pudo haberlo matado. ¡Heracles, que erigió esas enormes columnas en Ceuta y Gibraltar!» Una lucha entre el candidato a la dignidad de rey y los campeones locales era una costumbre muy extendida: la lucha con Anteo por la posesión del reino, como la lucha de Teseo con Escirón (véase 96.3), o la de Odiseo con Filomelides (véase 161./), deben ser entendidas en este sentido. Praxiteles, el escultor del Partenón, consideraba la derrota de Anteo como un trabajo aparte (Pausanias: iv.11.4).

7. Una antigua asociación religiosa unía a Dodona con Amón; y el Zeus adorado en cada una de ellas era original mente un rey pastor sacrificado anualmente, como en los montes Pelión y Lafistio. Heracles hizo bien en visitar a su padre Zeus cuando pasó por Libia; Perseo había hecho lo mismo en su viaje al Oriente, y Alejandro Magno siguió su ejemplo siglos después.

8. El dios Set era pelirrojo, y los busirios necesitaban, por lo tanto, víctimas con cabello de ese color para ofrecerlas a Osiris, a quien asesinó Set. Los pelirrojos eran raros en Egipto, pero comunes entre los helenos (Diodoro Sículo: i.88; Plutarco: Sobre Isis y Osiris 30, 33 y 73). La muerte de Busiris por Heracles puede referirse a alguna acción punitiva realizada por los helenos, cuyos compatriotas habían sido acechados y muertos; hay pruebas de una colonia helena primitiva en Chemmis.

9. Las maldiciones proferidas durante los sacrificios a Heracles (véase 143.a) recuerdan la bien establecida costumbre de maldecir e insultar al rey desde una colina cercana mientras lo coronan, con el fin de guardarlo de los celos divinos. A los generales romanos se les insultaba igualmente en sus triunfos mientras asumían la personalidad de Marte. Pero los sembradores maldecían también a la semilla mientras la diseminaban en los surcos.

10. La liberación de Prometeo parece haber sido una fábula moral inventada por Esquilo y no un mito auténtico (véase 39.h). El hecho de que llevara una guirnalda de sauce —corroborado en un espejo etrusco— indica que había sido dedicado a la diosa Luna Anatha, o Neitii, o Atenea (véase 9.1). Quizá originalmente se le ataba con tiras de sauce al altar del sacrificio en el festival otoñal de la diosa (véase 116.4).

11. Según una leyenda, Tifón mató a Heracles en Libia, y Yolao le volvió a la vida aplicando una codorniz a las ventanas de su nariz (Eudoxo de Cnido: Circuito de la Tierra i, citado por Ateneo: ix.ll). Pero fue al tirio Heracles Melkarth a quien el dios Esmún («el que evocamos»), o Asclepio, resucitó de ese modo. El significado es que el año comienza en marzo con la llegada de las codornices desde el Sinaí, y que entonces se celebraban orgías en honor de la diosa (véase 14.3).

134
EL DUODÉCIMO TRABAJO: LA CAPTURA DE CERBERO

a. El último, y el más difícil, trabajo de Heracles fue sacar al perro Cerbero del Tártaro. Como medida preliminar, fue a Eleusis, donde solicitó que le permitiesen participar en los Misterios y llevar la corona de mirto[340]. En nuestros tiempos cualquier griego de buena reputación puede ser iniciado en los misterios de Eleusis, pero en la época de Heracles sólo se admitía a los atenienses, por lo que Teseo sugirió que lo adoptase cierto Filio. Filio lo hizo, y cuando Heracles quedó purificado de su matanza de los centauros, porque nadie que tuviera las manos manchadas con sangre podía presenciar los Misterios, le inició debidamente Museo, el hijo de Orfeo, actuando Teseo como su padrino[341]. Pero Eumolpo, el fundador de los Misterios Mayores, había ordenado que no se admitiese a ningún extranjero, y en consecuencia los eleusinos, poco dispuestos a rechazar el pedido de Heracles, pero dudando de que su adopción por Filio lo calificara como un verdadero ateniense, establecieron los Misterios Menores para favorecerle. Otros dicen que Deméter misma le honró fundando en esa ocasión los Misterios Menores[342].

b. Todos los años se realizan dos series de Misterios eleusinos: los Mayores en honor de Deméter y Core, y los Menores en honor de Core solamente. Los Misterios Menores, una preparación para los mayores, son un recuerdo dramático del destino de Dioniso que realizan los eleusinos en Agre, junto al río Iliso, en el mes Antesterión. Los ritos principales son el sacrificio de una cerda, que los iniciados lavan primeramente en el río Cántaro, y su subsiguiente purificación por un sacerdote que lleva el nombre de Hidrano[343]. Luego tienen que esperar por lo menos un año para que puedan participar en los Misterios Mayores, que se realizan en Eleusis mismo en el mes de Boedromio, y además deben jurar ante el mistagogo que guardarán secreto antes de ser preparados para ello. Entretanto no se les permite entrar en el templo de Deméter y esperan en el vestíbulo durante las solemnidades[344].

c. Una vez purificado y preparado de este modo, Heracles descendió al Tártaro desde el Ténaro laconio; o, según dicen algunos, desde la península Aquerusia, cerca de Heraclea en el Mar Negro, donde se muestran todavía las marcas de su descenso a una gran profundidad. Le guiaron Atenea y Hermes, pues siempre que, agotado por sus trabajos, llamaba desesperado a Zeus, Atenea se apresuraba a descender para consolarle[345]. Aterrado por el ceño de Heracles, Caronte lo condujo a través del río Estigia sin vacilar, en castigo por lo cual Hades lo tuvo encadenado durante todo un año. Cuando Heracles desembarcó de la desvencijada embarcación todos los espíritus huyeron, excepto Meleagro y la gorgona de Medusa. A la vista de Medusa desenvainó la espada, pero Hermes le tranquilizó diciéndole que sólo era un fantasma; y cuando apuntó con una flecha a Meleagro, quien llevaba puesta una armadura brillante, Meleagro le dijo sonriendo: «Nada tienes que temer a los muertos», y ambos conversaron amistosamente durante un rato; al final Heracles se ofreció a casarse con la hermana de Meleagro, Deyanira[346].

d. Cerca de las puertas del Tártaro Heracles encontró a sus amigos Teseo y Pirítoo atados a sillas crueles; arrancó a Teseo de su silla y lo puso en libertad, pero se vio obligado a dejar allí a Pirítoo. Luego retiró la piedra bajo la cual Deméter había aprisionado a Ascálafo; y a continuación, deseoso de complacer a las ánimas con un regalo de sangre caliente, mató una de las vacas de Hades. Su pastor, Menetes o Menecio, hijo de Ceutónimo, le desafió a luchar, pero Heracles le asió por la cintura y le rompió las costillas. Al ver eso Perséfone, que había salido de su palacio y saludado a Heracles como un hermano, intervino y le suplicó que perdonara la vida a Menetes[347].

e. Cuando Heracles pidió que le entregaran a Cerbero, Hades, quien se hallaba junto a su esposa, le contestó torvamente: «Es tuyo, si puedes dominarlo sin emplear la clava ni las flechas». Heracles encontró al perro encadenado a las puertas del Aqueronte y lo asió resueltamente por el cuello, del cual salían tres cabezas, cada una con una cabellera de serpientes. Cerbero levantó el rabo cubierto de púas para golpearle, pero Heracles, protegido por la piel de león, no aflojó su apretón hasta que Cerbero se sintió ahogado y cedió[348].

f. Cuando volvía del Tártaro Heracles se tejió una corona con el árbol que Hades había plantado en los Campos Elíseos en recuerdo de su amante, la bella ninfa Leuce. Las hojas exteriores de esa corona siguieron siendo negras, porque ése es el color del mundo subterráneo, pero las que rozaban con las sienes de Heracles se pusieron de un color blanco plateado a causa de su sudor glorioso. De aquí que se le consagre el álamo blanco, o tiemblo; su color significa que Heracles trabajó en ambos mundos[349].

g. Con la ayuda de Atenea, Heracles volvió a cruzar el río Estigio sin peligro, y luego medio arrastró y medio llevó a Cerbero por el precipicio de las cercanías de Trecén, por el que Dioniso había conducido a su madre Sémele. En el templo de Artemisa Salvadora, construido por Teseo, sobre la boca de ese precipicio, hay ahora altares dedicados a las divinidades infernales. En Trecén se muestra también una fuente descubierta por Heracles y que lleva su nombre frente al lugar donde estaba anteriormente el palacio de Hipólito[350].

h. Según otra versión, Heracles arrastró a Cerbero, atado con cadenas adamantinas, por un camino subterráneo que llevaba a la sombría cueva de Acone, cerca de Mariandina en el Mar Negro. Como Cerbero se resistía, desviando los ojos de la luz y del sol y ladrando furiosamente con sus tres bocas, su baba salió volando a través de los campos verdes e hizo brotar la planta venenosa llamada acónito, y también hecateis, porque Hécate fue la primera que la utilizó. Según otra versión, Heracles volvió al aire superior por el Ténaro, famoso por su templo parecido a una cueva delante del cual había una imagen de Posidón; pero no se sabe si algún camino llevaba alguna vez allí al Infierno, pues ha estado cerrado desde entonces. Por fin, algunos dicen que salió por el recinto de Zeus Lafistio, en el monte Lafistio, donde hay una imagen de Heracles el de los Ojos Alegres[351].

i. Pero todos están de acuerdo por lo menos en que cuando Heracles llevó a Cerbero a Micenas, Euristeo, que estaba ofreciendo un sacrificio, le entregó una porción de esclavo, reservando los mejores trozos para sus propios parientes; y en que Heracles manifestó su justo resentimiento matando a tres de los hijos de Euristeo: Perimedes, Euribio y Erípilo[352].

j. Además del acónito, Heracles descubrió también los siguientes simples: el heracleón u «orégano silvestre» que lo cura todo; el heracleón siderio, con su tallo delgado, su flor roja y sus hojas parecidas a las del coriandro, el cual crece en las cercanías de los lagos y ríos y es un remedio excelente para todas las heridas causadas por el hierro; y la hiosciamina, o beleño, que causa el vértigo y la locura. El heracleón ninfeo, que tiene una raíz parecida a una clava, se llamó así por cierta ninfa abandonada por Heracles y que murió de celos; hace impotentes a los hombres durante doce días[353].

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1. Este mito parece haber sido deducido de una ilustración que mostraba a Heracles descendiendo al Tártaro, donde Hécate, la Diosa de los Muertos, le recibía en la forma de un monstruo de tres cabezas —quizá con una cabeza por cada una de las estaciones (véase 31.1 y 75.2)— y, como una consecuencia natural de su obsequio de las manzanas de oro, lo conducía a los Campos Elíseos; en realidad era Cerbero el que llevaba a Heracles, y no al contrario. La versión familiar es un resultado lógico de su elevación a la divinidad: un héroe debe permanecer en el Infierno, pero un dios puede salir de él y llevarse a su carcelero. Además, la deificación de un héroe en una sociedad que anteriormente adoraba solamente a la diosa implica que el rey ha desafiado a la costumbre inmemorial y se ha negado a morir por ella. Así la posesión de un perro de oro era prueba de la soberanía del rey supremo aqueo y de haber eludido la tutela matriarcal (véase 24.4). La presencia de Menetes en el Tártaro, y el robo por Heracles de una de las reses de Hades, demuestran que el décimo trabajo es otra versión del duodécimo: una perturbación en el Infierno (véase 132.1). A juzgar por el correspondiente mito gales, el padre de Menetes, aunque deliberadamente «sin nombre», era el dios-aliso Bran, o Foroneo, o Crono; lo que está de acuerdo con el contexto del décimo trabajo.

2. Los misterios Mayores de Eleusis eran de origen cretense y se realizaban en el mes Boedromión («corriendo en busca de ayuda»), que en Creta era el primer mes del año, aproximadamente septiembre, y se llamaba así, según Plutarco (Teseo 27), para conmemorar la derrota de las amazonas por Teseo, lo que significa su supresión del sistema matriarcal. Originalmente, los Misterios parecen haber sido la preparación del rey sagrado, en el equinoccio de otoño, para su próxima muerte en el solsticio hiemal —de aquí la corona de mirto premonitoria (véase 109.4)— en la forma de un drama sacro, que le avisaba qué podía esperar en el Infierno. Después de la abolición de los sacrificios del varón regio, una característica del matriarcado, los Misterios quedaron abiertos para todos aquellos a los que se juzgaba merecedores de la iniciación; como en Egipto, donde el Libro de los Muertos daba un consejo análogo, cualquier hombre de buena reputación podía convertirse en un Osiris purificándose de toda impureza y pasando por una muerte fingida. En Eleusis, Osiris estaba identificado con Dioniso. Las hojas del álamo blanco eran un símbolo sumerio de renacimiento y en el calendario de los árboles celta el álamo blanco representaba al equinoccio otoñal (véase 52.3).

3. Los Misterios Menores, que se convirtieron en una preparación para los Mayores, parecen haber sido un festival pelasgo independiente que se basaba también en la esperanza del renacimiento, pero se ralizaba a comienzos de febrero, en la Candelaria, cuando los árboles echan por primera vez hojas, que es lo que significa «Antesterión».

4. Ahora bien, puesto que a Dioniso se le identificaba con Osiris, Sémele tiene que ser Isis; y sabemos que Osiris no sacó a Isis del Infierno, sino que ella le sacó a él. Por lo tanto, la ilustración de Trecén mostraría a Sémele llevando a Dioniso de vuelta al aire superior. La diosa que guía igualmente a Heracles es también Isis; y su rescate de Alcestis se dedujo probablemente de la misma ilustración: él es conducido, no conduce. Su salida por el recinto del monte Lafistio constituye una variante interesante. No hay caverna alguna en la cumbre, y el mito tiene que referirse a la muerte y la resurrección del rey sagrado que se celebraba allí, rito que contribuyó a formar la leyenda del Vellocino de Oro (véase 70.2 y 148.10).

5. El acónito, un veneno y paralizante, era utilizado por las hechiceras tesalias para preparar su ungüento flotante; entumecía los pies y las manos y daba la sensación de elevarse del suelo. Pero como era también un febrífugo, a Heracles, que ahuyentó a las aves de la fiebre de Estinfalia, se le atribuyó su descubrimiento.

6. El orden de sucesión de las hazañas de Heracles varía considerablemente. Diodoro Sículo e Higinio disponen los Doce Trabajos en el mismo orden que Apolodoro, excepto que ambos colocan al cuarto antes que el tercero, y al sexto antes que el quinto; y que Diodoro coloca al duodécimo antes que el undécimo. Casi todos los mitógrafos están de acuerdo en que la muerte del León de Nemea fue el primer trabajo, pero en el orden de sucesión que establece Higinio de «los doce trabajos de Heracles impuestos por Euristeo» (Fábula 30) le precede el estrangulamiento de las serpientes. En un lugar Diodoro Sículo asocia la muerte de Anteo y de Busiris con el décimo trabajo (iv.17-18); en otro, con el undécimo (iv.27). Y en tanto que algunos autores hacen que Heracles navegue con los argonautas en su juventud (Silio Itálico: i.512), otros colocan esta aventura después del cuarto trabajo (Apolonio de Rodas: i.122); y otros después del octavo (Diodoro Sículo: iv.15). Pero algunos le hacen realizar el noveno (Valerio Flaco: Argonautica v.91) y el duodécimo (ibid.: ii.382), y romper los cuernos de «ambos toros» (ibid.: i.36) antes de partir con los argonautas; y otros niegan que navegara con ellos, fundándose en que entonces servía como esclavo a la reina Ónfale (Herodoto, citado por Apolodoro: i.9.19).

7. Según Licofrón 1328, Heracles fue iniciado en los Misterios de Eleusis antes de emprender el noveno trabajo; pero Filócoro (citado por Plutarco: Teseo 26) dice que Teseo le había iniciado en el método de su ejecución (ibid.: 30), y que él le sacó del Tártaro durante el duodécimo trabajo (Apolodoro: ii.5.12). Según Pausanias (i.27.7), Teseo sólo tenía siete años más cuando Heracles llegó a Trecén con la piel del león; y despejó el Istmo de malhechores en su viaje a Atenas, en la época en que Heracles servía a Ónfale (Apolodoro: ii.6.3). Eurípides creía que Heracles había luchado con Cicno, el hijo de Ares, antes de emprender el octavo trabajo (Alcestes 501 y ss.); Propercio (iv.19.41), que ya había visitado el Tártaro cuando mató a Caco; y Ovidio (Fasti v.388), que Quirón murió accidentalmente cuando Heracles casi había terminado sus trabajos, y no durante el cuarto.

8. Albrico (22) da la lista de los siguientes doce trabajos en este orden, con explicaciones alegóricas: derrota de los centauros en una boda; muerte del león; rescate de Alcestis del Tártaro y encadenamiento de Cerbero; conquista de las manzanas de las Hespérides; destrucción de la Hidra; lucha con Aqueloo; muerte de Caco; robo de las yeguas de Diomedes; derrota de Anteo; captura del jabalí; robo del ganado de Gerión; sostén del firmamento.

9. Varios trabajos y hazañas secundarias de Heracles estaban representados en el trono de Apolo en Amidas (Pausanias: iii.18.7-9), y en el altar de bronce de Atenea en la acrópolis espartana (Pausanias: iii.17.3). Las esculturas de Praxíteles en el gablete del templo de Heracles en Tebas mostraban la mayoría de los doce trabajos, pero faltaban las aves estinfálicas, y la lucha con Anteo reemplazaba a la limpieza de los establos de Augías. El evidente deseo de muchas ciudades de asociarse con los trabajos de Heracles indica que casi el mismo drama ritual de las tareas matrimoniales, como preliminares de la coronación, se representaba en una extensa zona.

135
EL ASESINATO DE ÍFITO

a. Cuando Heracles volvió a Tebas una vez terminados sus trabajos, dio a Megara, su esposa, que entonces tenía treinta y tres años, en matrimonio a su sobrino y auriga Yolao, que tenia sólo dieciséis, haciendo la observación de que su unión con ella había sido desdichada[354]. Luego buscó una esposa más joven y más afortunada; y, habiéndose enterado de que su amigo Éurito, hijo de Melanio, rey de Ecalia, había ofrecido casar a su hija Yole con el arquero que pudiera disparar sus flechas a mayor distancia que él y que sus cuatro hijos, se encaminó hacia allá. Apolo le había dado a Éurito un excelente arco y le había enseñado él mismo a manejarlo, y ahora Éurito afirmaba que superaba al dios en puntería; sin embargo, a Heracles no le resultó nada difícil vencer esta prueba. El resultado desagradó a Éurito excesivamente y, cuando se enteró de que Heracles había repudiado a Megara después de asesinar a sus hijos, se negó a concederle la mano de Yole. Después de beber mucho vino para adquirir confianza, le dijo a Heracles: «Nunca podrías compararte conmigo y con mis hijos como arquero si no empleases de mala fe flechas mágicas que no pueden errar el blanco. Declaro esta competencia nula y, en todo caso, yo no confiaría mi amada hija a un rufián como tú. Además, eres esclavo de Euristeo y, como es claro, sólo mereces que te apalee un hombre libre». Dicho eso, expulsó a Heracles del palacio. Heracles no tomó represalias inmediatamente, como podía haber hecho muy bien, pero juró vengarse[355].

b. Tres de los hijos de Éurito, a saber Deyón, Clito y Toxco, habían apoyado a su padre en sus deshonestas pretensiones. Sin embargo, el mayor, que se llamaba Ifito, declaró que Yole, con toda justicia, debía haber sido entregada a Heracles; y cuando, poco tiempo después, doce yeguas madres de fuertes cascos y doce robustos muletos desaparecieron de Eubea, se negó a creer que Heracles era el ladrón. En realidad los había robado un ladrón muy conocido llamado Autólico, quien les cambió mágicamente el aspecto y los vendió al confiado Heracles como si fueran suyos[356]. ífito siguió las huellas de las yeguas y los muletos y descubrió que llevaban hacia Tirinto, lo que les hizo sospechar que, después de todo, Heracles se vengaba del insulto que le había inferido Éurito. Al encontrarse de pronto frente a frente con Heracles, quien acababa de volver de rescatar a Alcestis, ocultó sus sospechas y se limitó a pedirle que le aconsejara al respecto. Heracles no reconoció por la descripción de Ifito a los animales que le había vendido Autólico, y con su cordialidad habitual prometió buscarlos si ífito consentía en ser su huésped. Sin embargo, adivinó que se le sospechaba de robo, lo que amargó su corazón sensible. Después de un gran banquete llevó a Ifito a lo alto de la torre más elevada de Tirinto y le dijo: «Mira a tu alrededor y dime si tus yeguas están paciendo por estos alrededores». «No las veo», confesó Ifito. «Entonces, me has acusado falsamente en tu corazón de ser un ladrón», gritó Heracles, furioso, y lo arrojó desde lo alto de la torre[357].

c. Heracles fue poco después a ver a Neleo, el rey de Pilos, y le pidió que le purificara, pero Neleo no quiso hacerlo, porque Éurito era aliado suyo. Y ninguno de sus hijos, con excepción del menor, Néstor, quiso recibir a Heracles, quien por fin convenció a Deífobo, el hijo de Hipólito, para que le purificara en Amidas. Sin embargo, seguía teniendo malos sueños y fue a preguntar al oráculo de Delfos cómo podía librarse de ellos[358]. La pitonisa Jenoclea se negó a responder a esa pregunta. «Asesinaste a tu huésped —le dijo—. ¡Yo no tengo oráculos para los que son como tú!» «¡Entonces me veré obligado a instituir un oráculo propio!» exclamó Heracles. Dicho eso, despojó al templo de sus ofrendas votivas e inclusive se llevó el trípode en el que se sentaba Jenoclea. «Heracles de Tirinto es un hombre muy diferente de su homónimo canopeo», dijo la pitonisa severamente mientras él se llevaba el trípode; quería decir que el Heracles egipcio había ido en una ocasión a Delfos y se había comportado con cortesía y veneración[359].

d. Apolo, indignado por esa acción, luchó con Heracles, hasta que Zeus separó a los combatientes con un rayo y les obligó a estrecharse las manos amistosamente. Heracles devolvió el trípode sagrado y los dos juntos fundaron la ciudad de Gitio, donde ahora se alzan juntas en la plaza del mercado las imágenes de Apolo, Heracles y Dioniso. Entonces Jenoclea le dio a Heracles el siguiente oráculo: «Para librarte de tu aflicción debes ser vendido como esclavo durante todo un año y el precio que obtengas debe ser entregado a los hijos de Ifito[360]. Zeus está enojado porque has violado las leyes de la hospitalidad, cualquiera que haya sido la provocación». «¿De quién debo ser esclavo?», preguntó Heracles humildemente. «La reina Ónfale de Lidia te comprará», contestó Jenoclea. «Obedezco —dijo Heracles—, pero algún día esclavizaré al hombre que. me ha impuesto este sufrimiento, ¡y también a toda su familia!»[361]. Sin embargo, algunos dicen que Heracles no devolvió el trípode y que cuando mil años después Apolo se enteró de que lo habían llevado a la ciudad de Feneo castigó a sus habitantes cerrando el canal que Heracles había abierto para dar salida a las intensas lluvias e inundó la ciudad[362].

e. Es corriente otra versión completamente distinta de estos acontecimientos. Según ella el eubeo Lico, hijo de Posidón y Dirce, atacó Tebas durante una sedición, mató al rey Créente y usurpó el trono. Creyendo la información de Copreo de que Heracles había muerto, Lico trató de seducir a Megara y cuando ella se resistió, les habría matado a ella y a sus hijos si Heracles no hubiera vuelto del Tártaro justamente a tiempo para vengarse. Al punto Hera, de la que Lico era el favorito, volvió loco a Heracles, quien mató a Megara y a sus propios hijos, así como a su valido, el etolio Estiquio[363]. Los tebanos, que muestran la tumba de los hijos, dicen que Heracles habría matado también a su padre adoptivo Anfitrión si Atenea no le hubiera golpeado con una gran piedra dejándolo insensible; y la señalan diciendo: «Lo apodamos la Castigadora». Pero en realidad Anfitrión había muerto mucho antes en la campaña de Orcómeno. Los atenienses alegan que Teseo, agradecido a Heracles por haberlo sacado del Tártaro, llegó en aquel momento con un ejército ateniense para ayudar a Heracles contra Lico. Se quedó horrorizado ante el asesinato, pero prometió a Heracles todos los honores durante el resto de su vida y después de su muerte, y lo llevó a Atenas, donde Medea curó su locura con medicamentos. Luego Sícalo le purificó una vez más[364].

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1. En la sociedad matrilineal el divorcio de una esposa regia implica el abandono del reino que ha constituido su parte matrimonial; y parece probable que, una vez relajadas en Grecia las convenciones antiguas, un rey sagrado podía evitar la muerte al final de su reinado abandonando su reino y casándose con la heredera de otro. Si es así, la objeción de Éurito a Heracles como su yerno no sería que había matado a sus hijos —las víctimas anuales sacrificadas mientras reinaba en Tebas—, sino que había eludido el deber regio de morirse. La conquista de una novia mediante una hazaña de ballestería era una costumbre indo-europea: en el Mahabharata, Arjuna consigue así a Draupadi, y en el Ramayana Rama encorva el fuerte arco de Shiva y consigue a Sita. Además, el disparo de una flecha hacia cada uno de los puntos cardinales de la brújula y otra hacia el cénit (véase 126.2 y 132.8) formaba parte de los ritos del casamiento regio en la India y Egipto. Las yeguas pueden haber figurado en el sacrificio con ocasión del casamiento de Heracles y Yole, cuando él llegó a ser rey de Ecalia (véase 81.4). Ifito, en todo caso, es el sustituto del rey arrojado desde las murallas tebanas al final de cada año, o en cualquier otro momento para aplacar a alguna divinidad irritada (vése 105.6, 106.; y 121.3).

2. Que Heracles se apoderara del trípode de Delfos se refiere, al parecer, a una toma del templo por los dorios; así como el rayo lanzado por Zeus entre Apolo y Heracles se refiere a la decisión de que a Apolo se le debía permitir que mantuviera su Oráculo en vez de cederlo a Heracles con la condición de que sirviera los intereses dorios como patrón de los dimanos, una tribu perteneciente a la Liga Doria. Era notorio que los espartanos, que eran dorios, dominaban al Oráculo de Delfos en la época clásica. Eurípides omite el episodio del trípode en su Heracles porque en el año 421 a. de C. los atenientes habían sido derrotados por el Tratado de Nicias en su intento de mantener la soberanía de los focenses en Delfos; los espartanos insistieron en hacer de él un estado títere separado que dominaban ellos. A mediados del siglo IV, cuando se reanudó la disputa, los focenses se apoderaron de Delfos y se apropiaron de algunos de sus tesoros para reclutar fuerzas en su propia defensa, pero sufrieron una gran derrota y fueron destruidas todas sus ciudades.

3. El reproche de la Pitonisa parece significar que los dorios, que habían conquistado el Peloponeso, se llamaban «Hijos de Heracles» y no le mostraban el mismo respeto que sus predecesores aqueos, eolios y jonios, cuyas vinculaciones religiosas eran con los libios agricultores del Delta de Egipto más bien que con los reyes ganaderos helenos; la predecesora de Jenociea, Herófila («amada de Hera») era hija de Zeus y Lamia y la llamaban «Sibila» los libios a los que gobernaba (Pausanias: x.12.1; Eurípides; Prólogo de Lamia). Cicerón confirma esta opinión cuando niega que el hijo de Alcmena (es decir, el Heracles pre-dorio) fue quien luchó con Apolo por el trípode (Sobre la naturaleza de los dioses iii). Posteriormente se hicieron tentativas, en nombre de la decencia religiosa, para enmendar la disputa entre el Apolo focense y el Heracles dorio. Así Plutarco, sacerdote de Delfos, sugiere (Diálogo sobre la E en Delfos 6) que Heracles llegó a ser un adivino y un lógico experto y «parece haberse apoderado del trípode en una amistosa rivalidad con Apolo». Al describir la venganza de Apolo sobre los habitantes de Feneo, suprime discretamente el hecho de que fue Heracles quien les había abierto el canal (véase 138.a).

136
ÓNFALE

a. Heracles fue llevado a Asia y ofrecido en venta como un esclavo anónimo por Hermes, patrón de todas las transacciones financieras importantes, quien después entregó el dinero de la compra, tres talentos de plata, a los huérfanos de Ifito. Sin embargo, Éurito prohibió tercamente que sus nietos aceptasen una compensación monetaria, alegando que sólo con sangre se podía pagar la sangre; y lo que sucedió con la plata sólo Hermes lo sabe[365]. Como había predicho la Pitonisa, Heracles fue comprado por Ónfale, reina de Lidia, mujer que sabía hacer buenos negocios; y él le sirvió fielmente durante un año o durante tres, liberando el Asia Menor de los bandidos que la infestaban[366].

b. Esta Ónfale, hija de Yárdano y, según algunos autores, madre de Tántalo, había heredado el reino de su infortunado esposo Tmolo, hijo de Ares y Teógona cuando cazaba en el monte Carmanorio —llamado así en honor de Carmanor, hijo de Dioniso y Alexírroe, quien fue muerto allí por un jabalí— Tmolo se enamoró de una cazadora llamada Arripe, casta acompañante de Artemis. Arripe, sorda a las amenazas y las súplicas de Tmolo, huyó al templo de su señora, donde, sin tener en cuenta su santidad, él la violó en el lecho mismo de la diosa. Arripe se colgó de una viga después de invocar a Artemis, quien inmediatamente soltó a un toro enloquecido; Tmolo fue lanzado al aire, cayó sobre estacas puntiagudas y piedras afiladas y murió atormentado. Teoclímeno, su hijo con Ónfale, lo enterró donde yacía y cambió el nombre de la montaña por el de Tmolo; una ciudad del mismo nombre edificada en sus laderas fue destruida por un gran terremoto durante el reinado del emperador Tiberio[367].

c. Entre los muchos trabajos secundarios que Heracles realizó durante su servidumbre figuró la captura de los dos Cercopes efesios que constantemente le impedían dormir. Eran dos hermanos mellizos llamados Pásalo y Acmón; u Oíos y Euríbato; o Silos y Tribalos, hijos de Océano y Tía, y los tramposos y mentirosos más consumados que ha conocido la humanidad, y recorrían el mundo realizando continuamente nuevos engaños. Tía les había advertido que se apartaran de Heracles, y sus palabras: «Mis trascritos blancos, todavía tenéis que encontraros con el gran trasero negro» se han hecho proverbiales y «trasero blanco» significa ahora «cobarde, vil o lascivo[368]». Solían zumbar alrededor del lecho de Heracles como moscones, hasta que una noche los asió, los obligó a reasumir su forma natural y se los llevó colgando cabeza abajo de un palo que llevaba al hombro. Ahora bien, el trasero de Heracles, que no quedaba cubierto por la piel del león, se había quemado y puesto tan negro como un escudo de cuero viejo a causa de la exposición al sol y de las respiraciones ígneas de Caco y el toro de Creta, y los Cercopes se echaron a reír de una manera inmoderada al verse colgados cabeza abajo y contemplándolo. Su alborozo sorprendió a Heracles, y cuando se enteró de la causa se sentó en una roca y se echó a reír con tantas ganas que ellos le convencieron para que los dejase en libertad. Pero aunque conocemos una ciudad asiática que se llama Cercopia, las guaridas de los Cercopes y una roca llamada «Trasero Negro» se exhiben en las Termópilas, por lo que es probable que este episodio se haya producido en otra, ocasión[369].

d. Algunos dicen que los Cercopes fueron transformados en piedras por haber tratado de engañar a Zeus; otros, que Zeus castigó su fraude transformándolos en monos con largo pelo amarillo y enviándolos a las islas italianas llamadas Pitecusas[370].

e. En un barranco lidio vivía un tal Sileo, quien solía apoderarse de todos los extranjeros que pasaban por allí y los obligaba a trabajar en su viña; pero Heracles arrancó las vides por sus raíces. También, cuando los lidios de Itona comenzaron a saquear el territorio de Ónfale, Heracles recuperó el botín y arrasó su ciudad[371]. Y en Celenes vivía Litierses el labrador, hijo bastardo del rey de Minos, quien ofrecía hospitalidad a los viajeros, pero les obligaba a competir con él en la recolección de la cosecha. Si su fuerza se debilitaba los azotaba, y por la noche, cuando había ganado ya la competencia, los deca pitaba y ocultaba sus cuerpos en gavillas, y mientras lo hacía cantaba lúgubremente. Heracles hizo una visita a Celenes para rescatar al pastor Dafnis, un hijo de Hermes que, después de haber buscado por todo el mundo a su amada Pimplea, raptada por los piratas, por fin la había encontrado entre las esclavas de Litierses. Dafnis fue desafiado a la competencia de la cosecha, pero Heracles ocupó su lugar y venció a Litierses, a quien decapitó con una hoz, arojando luego su tronco al río Meandro. Dafnis no sólo recuperó a su Pimplea, sino que además Heracles le dio a ésta como dote el palacio de Litierses. Los segadores frigios todavía cantan en honor de Litierses un canto fúnebre de la cosecha que se parece mucho al que se canta en honor de Mañeros, hijo del primer rey de Egipto, quien también murió en el campo de la cosecha[372].

f. Finalmente, junto al río Ságaris de Lidia Heracles mató a una serpiente gigantesca que destruía a los seres humanos y las cosechas, y la agradecida Ónfale, quien por fin descubrió su identidad y ascendencia, lo dejó en libertad y lo envió de vuelta a Tirinto cargado con regalos; y Zeus creó la constelación Ofiuco para conmemorar la victoria. Este río Ságaris, dicho sea de paso, se llamaba así por un hijo de Mindón y Alexírroe, quien, enloquecido por la Madre de los Dioses por haber menospreciado sus Misterios e insultado a sus sacerdotes eunucos, se ahogó en sus aguas[373].

g. Ónfale había comprado a Heracles como un amante más bien que como un luchador. Él engendró con ella a tres hijos, a saber: Lamo, Agelao, antepasado del famoso rey Creso que trató de inmolarse en una pira cuando los persas se apoderaron de Sardes; y Laomedonte[374]. Algunos añaden un cuarto, Tirreno, o Tirseno, que inventó la trompeta y condujo a emigrantes lidios a Etruria, donde adoptaron el nombre de tirrenios; pero es más probable que Tirreno fuera hijo del rey Atis y un remoto descendiente de Heracles y Ónfale[375]. Por una de las mujeres de Ónfale, llamada Malis, Heracles era ya padre de Cleodeo o Cleolao, y de Alceo, fundador de la dinastía lidia que el rey Creso desalojó del trono de Sardes[376].

h. A Grecia llegaron informes de que Heracles había desechado su piel de león y su corona de álamo temblón y llevaba en cambio collares de joyas, brazaletes de oro, turbante femenino, mantón de púrpura y ceñidor meonio. Pasaba el tiempo, según los rumores, rodeado por lascivas muchachas jonias, cardando lana que tomaba de un cesto bruñido, o hilando; y temblando, mientras hacía eso, cuando su ama le reprendía. Ella le golpeaba con su chinela dorada cuando sus dedos torpes rompían el huso, y le obligaba a relatar sus anteriores hazañas para entretenerse; sin embargo, al parecer, él no se avergonzaba. De aquí que los pintores mostraran a Heracles vestido con faldas amarillas y dejándose peinar y manicurar por las doncellas de Ónfale, mientras ella aparecía vestida con la piel del león y manejando su clava y su arco[377].

i. Sin embargo, lo que había sucedido no era más que esto: un día en que Heracles y Onfale visitaban las viñas de Tmolo, ella con una túnica purpúrea con bordados de oro y el cabello perfumado, y él sosteniendo galantemente una sombrilla dorada sobre la cabeza de ella, Pan los vio desde una alta colina. Se enamoró de Ónfale y se despidió de las diosas de la montaña exclamando: «¡En adelante ella sola será mi amor!». Ónfale y Heracles llegaron a su destino, una gruta apartada, donde se divirtieron cambiando las ropas. Ella le puso un cinturón de malla absurdamente pequeño para su cintura y su túnica purpúrea. Aunque Ónfale aflojó las cintas todo lo posible, él rompió las mangas, y los lazos de sus sandalias eran demasiado cortos para abarcar el empeine de Heracles.

j. Después de cenar fueron a dormir en lechos separados, pues habían prometido hacer al amanecer un sacrificio a Dioniso, quien exige la pureza marital de sus devotos en esas ocasiones. A la medianoche Pan se deslizó en la gruta y buscando a tientas en la oscuridad encontró lo que creía que era el lecho de Ónfale, porque quien dormía en él estaba vestido de seda. Con manos temblorosas levantó las sábanas del lecho desde el fondo y se introdujo en él, pero Heracles se despertó, extendió una pierna y lo arrojó de una patada como un gusano a través de la gruta. Al oír un fuerte estrépito y un grito, Ónfale saltó de su lecho y pidió luces, y cuando éstas llegaron, ella y Heracles se echaron a reír hasta llorar al ver a Pan tendido en un rincón y curándose las magulladuras. Desde ese día Pan aborrece las vestimentas y exige que sus funcionarios asistan desnudos a sus ritos; fue él quien se vengó de Heracles difundiendo el rumor de que su caprichoso cambio de ropas con Ónfale era habitual y perverso[378].

*

1. Carmanor tiene que haber sido un título de Adonis (véase 18.7), también muerto por un jabalí. No se puede fechar la profanación del templo de Artemis por Tmolo, ni tampoco la orden de que Heracles debía compensar a Éurito por el asesinato de su hijo. Sin embargo, ambos acontecimientos parecen tener un origen histórico. Es probable que Ónfale represente a la Pitonisa, la guardiana del omphalus de Delfos, quien concedió la compensación, haciendo a Heracles esclavo de un templo hasta que la pagase, y que, como «Ónfale» era también el nombre de una reina india, los mitógrafos cambiaran el escenario de la esclavitud para ajustado a otra serie de tradiciones.

2. Los Cercopes, como demuestran sus diversos pares de nombres, eran ceres, o rencores, que aparecían en la forma de sueños engañosos y malévolos, y se los podía contrarrestar apelando a Heracles, que era el único que tenía poder contra la Pesadilla (véase 35.3-4). Aunque al principio se los representaba como simples espectros, como Cécrope (cuyo nombre es otra forma de cercops) en obras de arte posteriores figuran como cercopithecoi, «monos» quizás a causa de la asociación de Heracles con Gibraltar, una de sus Columnas, desde donde los mercaderes y cartagineses los llevaban como animales favoritos a las damas griegas y romanas ricas. Los monos no parecen haber frecuentado las islas de Isquia y Prócida, situadas al norte de la bahía de Napóles y a las que los griegos llamaban Pitecusas; su nombre se refiere realmente a los pithoi, o cántaros, que se hacían allí (Plinio: Historia natural iii.6.12).

3. La costumbre de los viñadores de apoderarse de un extranjero y matarlo en la estación de la vendimia, en honor del espíritu de la Vid, estaba muy difundida en Siria y el Asia Menor; y un sacrificio de la cosecha análogo se realizaba en esos países y en Europa. Sir James Frazer ha tratado este tema exhaustivamente en su Golden Eougb. A Heracles se le atribuye aquí la abolición del sacrificio humano, reforma social de la que los griegos se enorgullecían, inclusive cuando sus guerras se hacían cada vez más salvajes y destructoras.

4. Los autores clásicos hicieron de la esclavitud de Heracles a Ónfale una alegoría de con qué facilidad un hombre fuerte se convierte en esclavo de una mujer lasciva y ambiciosa; y el hecho de que consideraran al ombligo como la sede de la pasión femenina explica suficientemente el nombre de Ónfale en este sentido. Pero la fábula se refiere, más bien, a una etapa anterior en la evolución del reinado sagrado del matriarcado al patriarcado, cuando el rey, como consorte de la reina, tenía el privilegio de representarla en las ceremonias y los sacrificios, pero sólo si se ponía las ropas de ella. Reveillout ha demostrado que éste era el sistema que se seguía en Lagash en la época sumeria primitiva, y en varias obras de arte cretenses aparecen hombres que.llevan vestimentas femeninas con propósitos sacrificiales, no sólo la falda pantalón moteada, como en el sarcófago de Hagia Triada, sino incluso, como en un fresco del palacio de Cnosos, la falda con volantes. La esclavitud de Heracles se explica por las costumbres matriarcales de los nativos del África Occidental: en Loango, Daura y los Abrons, como ha señalado Briffault, el rey es de origen servil y carece de poder; en Agonna, Latuka, Ubemba y otras partes sólo hay una reina, la cual no se casa, sino que toma amantes serviles. Además, un sistema análogo sobrevivió hasta la época clásica entre la antigua nobleza locrense que tenía el privilegio de enviar sacerdotisas a la Atenea troyana (véase 158.8); se les obligó a emigrar en 683 a. de C. de la Grecia central a la Lócrida Epicefiria, en el extremo sur de Italia, «a causa del escándalo que causaban los amoríos indiscriminados de las mujeres nobles con esclavos» (véase 18.8). Estas locrenses, que eran de origen no heleno y hacían una virtud de la promiscuidad prenupcial al estilo cretense, cario o amerita (Clearco: 6), insistían en la sucesión estrictamente matrilineal (Dionisios: Descripción de la Tierra 365-7; Polibio: xii.ob). Las mismas costumbres deben de haber sido generales en la Grecia prehelénica e Italia, pero solamente en Bagnara, cerca de las ruinas de la Lócrida Epicefiria, se recuerda al presente la tradición matriarcal. Las mujeres de Bagnara llevan faldas largas y plisadas y hacen descalzas sus diligencias comerciales que duran varios días, dejando a los hombres el cuidado de los niños; pueden llevar en la cabeza hasta un peso de dos quintales. Los hombres se toman vacaciones en la primavera durante la estación del pez espada, ocasión en que muestran su habilidad con el arpón; y en el verano, cuando van a las colinas a hacer carbón de leña. Aunque el patrono oficial de Bagnara es San Nicolás, ninguna mujer de Bagnara reconoce su existencia, y el sacerdote de su parroquia se queja de que prestan más atención a la Virgen que a su Hijo, pues la Virgen ha sucedido a Core, la Doncella, por cuyo templo magnífico era famosa Lócride en la época clásica.

137
HESIONE

a. Después de servir como esclavo a la reina Ónfale Heracles volvió a Tirinto, recuperada por completo la cordura, e inmediatamente proyectó una expedición contra Troya[379]. Sus motivos eran los siguientes. Él y Telamón, a su regreso del país de las amazonas, o cuando desembarcaron con los argonautas en Sigeo, quedaron sorprendidos al encontrar a Hesíone, la hija de Laomedonte, completamente desnuda con excepción de sus joyas, encadenada a una roca en la costa troyana[380]. Por lo visto, Posidón había enviado a un monstruo marino para castigar a Laomedonte por no haberles pagado a él y a Apolo la cantidad estipulada cuando construyeron las murallas de la ciudad y cuidaron sus ganados. Algunos dicen que debía haberles sacrificado todo el ganado nacido en su reino durante aquel año; otros, que les había prometido sólo un salario bajo como peones, pero que aun así les defraudó en más de treinta dracmas troyanos. En venganza, Apolo envió una peste y Posidón ordenó a su monstruo que devorara a los habitantes de las llanuras y arruinara sus campos derramando agua de mar sobre ellos. Según otra versión, Laomedonte cumplió sus obligaciones con Apolo, pero no con Posidón, quien en consecuencia envió la peste y el monstruo[381].

b. Laomedonte fue a ver al oráculo de Zeus Amón, el cual le aconsejó que abandonase a Hesíone en la orilla del mar para que el monstruo la devorara. Pero él se negó obstinadamente a hacerlo a menos que los nobles troyanos le dejasen primeramente sacrificar a sus hijas. Desesperados, consultaron con Apolo, quien, no menos enojado que Posidón, les dio poca satisfacción. La mayoría de los padres enviaron inmediatamente a sus hijas al exterior para salvarlas del peligro, pero Laomedonte trató de obligar a cierto Fenodamante, que había mantenido a sus tres hijas en su casa, a abandonar a una de ellas, en vista de lo cual Fenodamante arengó a la asamblea, alegando que Laomedonte era el único responsable de su desgracia y se le debía hacer sufrir por ello sacrificando a su hija. Al final se decidió echarlo a suertes, recayendo en Hesíone, que en consecuencia fue atada a la roca donde la encontró Heracles[382].

c. Heracles rompió sus ligaduras, fue a la ciudad y se ofreció a destruir al monstruo a cambio de los dos incomparables caballos, o yeguas, inmortales y blancos como la nieve, que podían correr por encima del agua y de los trigales con la velocidad del viento y que Zeus le había dado a Laomedonte como compensación por el rapto de Ganimedes. Laomedonte se apresuró a aceptar la propuesta[383].

d. Con la ayuda de Atenea, los troyanos construyeron a Heracles una alta muralla que servía para protegerlo del monstruo cuando sacaba la cabeza del mar y avanzaba por la llanura. Al llegar a la muralla abrió sus grandes fauces y Heracles se introdujo en su garganta plenamente armado. Pasó tres días en el vientre del monstruo y salió de él victorioso, aunque la lucha le había costado todos los pelos de su cabeza[384].

e. Lo que sucedió después es muy discutido. Algunos dicen que Laomedonte dio Hesíone a Heracles como prometida —convenciéndole al mismo tiempo para que la dejase junto con las yeguas en Troya mientras él iba con los argonautas— pero que, después de conquistado el Vellocino de Oro, le dominó la codicia y se negó a darle a Heracles ni su hija Hesione ni las yeguas. Otros dicen que se había negado a ello uno o dos meses antes, cuando Heracles fue a Troya en busca de Hilas[385].

f. La versión más circunstancial, no obstante, es que Laomedonte engañó a Heracles sustituyendo los caballos inmortales por otros mortales, en vista de lo cual Heracles amenazó con hacer la guerra contra Troya y se hizo a la mar lleno de cólera. Primeramente visitó la isla de Paros, donde erigió un altar a Zeus y Apolo, y luego el Istmo de Corinto, donde profetizó la condena de Laomedonte; finalmente reclutó soldados en su propia ciudad de Tirinto[386].

g. Laomedonte, entretanto, había matado a Fenodamante y vendido sus tres hijas a mercaderes sicilianos que habían ido a comprar víctimas para los espectáculos con fieras; pero en Sicilia las liberó Afrodita, y la mayor, Egesta se acostó con el río Crimiso que tomó la forma de perro, y le dio un hijo, Egesto, llamado Acestes por los latinos[387]. Este Egesto, ayudado por Elimo, el hijo bastardo de Anquises y a quien llevó desde Troya, fundó las ciudades de Egesta, llamada más tarde Segesta; Entella, por el nombre de su esposa; Érix y Asea. Se dice que Egesta volvió más tarde a Troya y allí se casó con Capis, quien la hizo madre de Anquises[388].

h. Se discute si Heracles se embarcó para Troya con dieciocho largas naves de cincuenta remeros cada una, o con sólo seis pequeñas embarcaciones y escasas fuerzas[389]. Pero entre sus aliados se hallaban Yolao, Telamón hijo de Éaco, Peleo, el argivo Oícles y el beocio Deímaco[390].

i. Heracles había encontrado a Telamón en Salamina banqueteando con sus amigos. Inmediatamente le ofrecieron la copa de vino de oro y le invitaron a hacer la primera libación a Zeus; hecho esto, levantó las manos hacia el cielo y suplicó: «¡Oh, Padre, envía a Telamón un buen hijo con una piel dura como la del león y un valor equivalente!». Pues había visto que Peribea, la esposa de Telamón, estaba a punto de dar a luz. Zeus envió su águila en respuesta y Heracles aseguró a Telamón que la súplica sería otorgada; y, ciertamente, tan pronto como terminó el banquete, Peribea dio a luz al gran Áyax, a quien Heracles envolvió en la piel de león, haciéndole así invulnerable, excepto en el cuello y en la axila, donde se había interpuesto la aljaba[391].

j. Al desembarcar cerca de Troya, Heracles dejó a Oicles custodiando las naves, mientras él conducía a los otros paladines al asalto de la ciudad. Laomedonte, tomado por sorpresa, no tuvo tiempo para reunir su ejército, pero entregó a la gente del pueblo espadas y antorchas y los condujo apresuradamente a quemar la flota. Oícles resistió hasta morir, librando una noble acción de retaguardia mientras sus compañeros lanzaban las naves al agua y huían. Laomedonte se apresuró a volver a la ciudad y, tras una escaramuza con las fuerzas rezagadas de Heracles, consiguió volver a entrar y cerrar las puertas a su espalda.

k. Como no tenía paciencia para emprender un largo sitio, Heracles ordenó un asalto inmediato. El primero que abrió una brecha en la muralla y penetró en la ciudad fue Telamón, que eligió la cortina occidental construida por su padre Éaco por ser el lugar más débil, pero Heracles le siguió de cerca, enloquecido por los celos. Telamón, quien se dio cuenta de pronto de que la espada desenvainada de Heracles amenazaba a sus partes vitales, tuvo la presencia de ánimo suficiente para agacharse y recoger unas grandes piedras desprendidas de la muralla. «¿Qué estás tramando?», rugió Heracles. «Erijo un altar a Heracles el Vencedor, Heracles el que Desvía los Males» —contestó el ingenioso Telamón—. «Dejo a tu cargo el saqueo de Troya[392]». Heracles le dio las gracias brevemente y siguió corriendo. Luego dio muerte a Laomedonte y todos sus hijos, con excepción de Podarces, el único que había sostenido que se debían dar a Heracles las yeguas inmortales; y saqueó la ciudad. Después de saciar su venganza recompensó a Telamón con la mano de Hesíone, a quien dio permiso para rescatar a cualquiera de sus compañeros de cautiverio. Ella eligió a Podarces. «Muy bien —dijo Heracles—, pero antes debe ser vendido como esclavo». En consecuencia, Podarces fue puesto en venta y Hesíone lo redimió a cambio del velo dorado con que se envolvía la cabeza; desde entonces Podarces recibió el nombre de Príamo, que significa «redimido». Pero algunos dicen que era un mero infante en esa época[393].

l. Después de incendiar Troya y de arrasar sus caminos, Heracles puso a Príamo en el trono y se hizo a la mar. Hesíone acompañó a Telamón hasta Salamina, donde ella le dio a Teucro; se discute si como hijo legítimo ó como bastardo[394]. Más tarde Hesíone abandonó a Telamón, huyó al Asia Menor y cruzó a nado a Mileto, donde el rey Arión la encontró oculta en un bosque. Allí dio a Telamón un segundo hijo, Trambelo, al que Arión crió como propio, y le nombró rey de los parientes asiáticos de Telamón, los léleges; o, según dicen algunos, de los lesbios. Cuando, durante la guerra de Troya, Aquiles invadió Mileto, mató a Trambelo, y al enterarse demasiado tarde de que era hijo de Telamón, sintió una gran pena[395].

m. Algunos dicen que Oícles no murió en Troya, sino que vivía todavía cuando las Erinias enloquecieron a su nieto Alcmeón. Se muestra su tumba en Arcadia, cerca del recinto Megalopolitano de Bóreas[396].

n. Heracles partió por mar de Tróade, llevándose consigo a Glaucia, hija del río Escamandro. Durante el sitio había sido la amante de Deímaco, y cuando éste murió en la batalla acudió a Heracles en busca de protección. Heracles la llevó en su nave, muy gozoso porque sobrevivía el linaje de un amigo tan valiente, pues Glaucia estaba encinta y más tarde dio a luz un hijo llamado Escamandro.

o. Ahora bien, mientras el Sueño amodorraba a Zeus, Hera ordenó a Bóreas que produjese una tormenta, para obligar a Heracles a desviar su rumbo hacia la isla de Cos. Zeus despertó furioso y amenazó con arrojar al Sueño desde el aire superior al golfo del Erebo; pero él acudió como suplicante a la Noche, a la que ni Zeus se atrevía a disgustar. En su frustración comenzó a sacudir a los dioses del Olimpo. Algunos dicen que fue en esta ocasión cuando encadenó a Hera por las muñecas a las vigas y ató yunques a sus tobillos, y cuando arrojó a Hefesto a la tierra. Después de desahogar así su malhumor por completo, sacó a Heracles de la isla de Cos y lo llevó de nuevo a Argos, donde sus aventuras son descritas de diversas maneras[397].

p. Algunos dicen que los cósanos le tomaron equivocadamente por un pirata y trataron de impedir que se acercara apedreando su nave. Pero él desembarcó por la fuerza, tomó la ciudad de Astipalea en un asalto nocturno y mató al rey, Eurípilo, hijo de Posidón y Astipalea. A él le hirió Calcodonte, pero le salvó Zeus cuando estaba a punto de ser muerto[398]. Otros dicen que atacó a Cos porque se había enamorado de Calcíope, hija de Euripilo[399].

q. Según otra versión, cinco de las seis naves de Heracles zozobraron en la tormenta. La sobreviviente fue a encallar en Laceta, en la isla de Cos, y él y sus compañeros sólo pudieron salvar las armas del naufragio. Mientras exprimían el agua del mar de sus ropas pasó por las cercanías un rebaño de ovejas y Heracles pidió al pastor merope, un tal Antágoras, que les regalase un carnero; Antágoras, que era muy fuerte, desafió a Heracles a luchar con él, ofreciéndole el carnero como premio. Heracles aceptó el desafío, pero cuando los dos luchadores se asieron, los amigos meropes de Antágoras acudieron en su ayuda, y los griegos hicieron lo mismo en ayuda de Heracles, por lo que siguió una pelea general. Agotado por la tormenta y por el número de sus enemigos, Heracles interrumpió la lucha y huyó a la casa de una robusta matrona tracia, con cuyas ropas se disfrazó y así consiguió escapar[400].

r. A una hora más avanzada de ese día, revivificado por la comida y el sueño, volvió a luchar con los meropes y los venció; después de lo cual se purificó de la sangre vertida y, todavía vestido con ropas femeninas, se casó con Calcíope, quien le hizo padre de Tésaloa. Ahora se ofrecen sacrificios anuales a Heracles en el campo en que se libró esa batalla; y los novios cósanos visten ropas femeninas cuando reciben a sus novias en su casa como hace el sacerdote de Heracles en Antimaquia antes de comenzar un sacrificio[401].

s. Las mujeres de Astipalea estaban ofendidas con Heracles y le insultaron, por lo que Hera las honró poniéndoles cuernos como las vacas; pero algunos dicen que éste fue un castigo que les impuso Afrodita por haberse atrevido a elogiar su belleza como superior a la de ella[402].

t. Después de haber arrasado a Cos y casi haber aniquilado a los meropes, Heracles, guiado por Atenea, fue a Flegras, donde ayudó a los dioses a ganar su batalla contra los gigantes[403]. Desde allí fue a Beocia, donde, por su insistencia, Escamandro fue elegido rey. Escamandro dio su nombre al río Inaco, y a un arroyo cercano le dio el nombre de su hija Glaucia; también dio a la fuente Acidusa el nombre de su esposa, de la que tuvo tres hijas, a las que se honra localmente con el nombre de las «Doncellas[404]».

*

1. Esta leyenda se refiere al saqueo de la quinta, o prehomérica, ciudad de Troya; probablemente por los minias, es decir, los griegos eolios, apoyados por los léleges cuando un terremoto oportuno derribó sus macizas murallas (véase 158.5). Por la leyenda del Vellocino de Oro conjeturamos que Laomedonte se oponía a las aventuras mercantiles tanto de los léleges como de los minias en el Mar Negro (véase 148.10), y que la única manera de meterlo en razón fue destruir su ciudad, que dominaba el Helesponto y la llanura del Escamandro, donde se realizaba anualmente la feria de Oriente y Occidente. El noveno trabajo se refiere a empresas de la misma clase en el Mar Negro (véase 131.11). Ayudó al trabajo de Heracles un terremoto que se produjo alrededor de 1260 a. de C.

2. La liberación de Hesíone por Heracles, análoga a la de Andrómeda por Perseo (véase 73.7), se deriva claramente de una ilustración común en Siria y el Asia Menor: la victoria de Marduk sobre el monstruo marino Tiamat, una emanación de la diosa Ishtar, cuyo poder anuló aquél encadenándola a una roca. Heracles es tragado por Tiamat y desaparece durante tres días antes de volver a salir luchando. Así también, según un cuento moral hebreo basado en la misma ilustración al parecer, Jonás pasó tres días en el vientre de la ballena; y el representante de Marduk, el rey de Babilonia, pasaba todos los años un período alejado del trono, durante el cual se suponía que luchaba con Tiamat (véase 71.1, 73.7 y 103.1). El caballo solar blanco de Marduk o Perseo se convierte aquí en la recompensa por la liberación de Hesíone. La pérdida del cabello por Heracles destaca su carácter solar: el corte de los cabellos del rey sagrado cuando terminaba el año simbolizaba la reducción de su fuerza mágica, como en la fábula de Sansón (véase 91.1). Cuando reaparecía no tenía más cabello que un infante. El rescate de Podarces por Hesíone puede representar la intervención de la reina madre de Seha (¿Escamandro?) ante el rey hitita Mursilis en favor de su travieso hijo Manapadattas.

3. Las tres hijas de Fenodamante representan a la diosa Luna en tríada, gobernando la isla triangular de Sicilia. El perro estaba consagrado a ella como Ártemis, Afrodita y Hécate. Los sicilianos de habla griega eran aficionados a las epopeyas homéricas, como los romanos, y se mostraban igualmente ansiosos de reivindicar una ascendencia troyana por inseguros que fueran los fundamentos. Las tres hijas de Escamandro representan a la misma diosa en Beocia. Que Glaucia le diera un hijo a Escamandro no era extraordinario. Según el seudo-Esquinas (Diálogos 10.3), las novias troyanas solían bañarse en el río y gritaban: «¡Escamandro, toma mi virginidad!»; lo cual indica un período arcaico en el que se creía que el agua del río vivificaba sus matrices (véase 68.2).

4. A qué conquista helénica de la isla heládica de Cos se refiere la visita de Heracles es inseguro, pero el hecho posterior de que el novio vistiera ropas de mujer para recibir a la novia en su hogar parece ser una concesión a la anterior costumbre matrilocal según la cual ella le recibía a él en su hogar, y no al contrario (véase 160.3). En Cos se realizaría una danza de la vaca análoga al rito argivo en honor de la diosa Luna lo (véase 56.1). En Antimaquia el rey sagrado se hallaba todavía en la etapa primitiva de ser el delegado de la reina y en consecuencia estaba obligado a llevar un vestido femenino (véase 18.S y 136.4).

5. Las yeguas de Laomedonte eran de la misma casta que las engendradas por Bóreas en Troya (véase 29.e).

6. El Inaco era un río argivo; Plutarco parece ser el único autor que habla de un Inaco o Escamandro beocio.

138
LA CONQUISTA DE ELIDE

a. No mucho después de su regreso Heracles reunió una fuerza de tirintios y arcadios, a la que se unieron voluntarios de las familias más nobles de Grecia, y marchó contra Augías, rey de Elide, por quien sentía rencor con motivo del quinto trabajo[405]. Pero Augías, previendo su ataque, se había preparado para resistir designando como sus generales a Eurito y Ctéato, hijos de su hermano Actor y Molíone, o Moline, hija de Molo, y dando una participación en el gobierno de Elide al valiente Amarinceo, a quien se describe habitualmente como hijo del emigrante tesalio Pitio[406].

b. A los hijos de Actor se los llama Moliones, o Moliónidas, por su madre, para distinguirlos de los del otro Actor que se casó con Egina. Eran mellizos, nacidos de un huevo de plata, y superaban en fuerza a todos sus contemporáneos; pero, a diferencia de los Dioscuros, estaban unidos por la cintura desde su nacimiento[407]. Los Moliónidas se casaron con las hijas mellizas del centauro Dexámeno y, una generación después, sus hijos reinaban en Elide conjuntamente con el nieto de Augías y el hijo de Amarinceo. Cada uno de estos cuatro mandaba diez naves en la expedición a Troya. Actor poseía ya una participación en el reino por su madre Hermine, hija de Neleo, cuyo nombre dio él a la ahora desaparecida ciudad de Hirmine[408].

c. Heracles no se cubrió de gloria en esta guerra elea. Se enfermó y cuando los Moliones derrotaron a su ejército, que estaba acampado en el centro de Elide, los corintios intervinieron y proclamaron la Tregua ístmica. Entre los heridos por los Moliones se hallaba Ificles, el hermano mellizo de Heracles; sus amigos lo llevaron desfallecido a Feneo en Arcadia, donde más tarde moriría y se convertiría en héroe. Trescientos sesenta cleonenses murieron también valientemente luchando en el lado de Heracles, y él les cedió los honores que le habían otorgado los Nemeos después de haber matado al león[409]. Se retiró a Oleno, la patria de su amigo Dexámeno, suegro de los Moliones, a cuya hija menor, Deyanira, desfloró después de prometerle casarse con ella. Cuando Heracles siguió adelante, el centauro Euritión pidió la mano de Deyanira, que Dexámeno no se atrevió a negarle; pero el día de la boda reapareció Heracles de improviso, mató a Euritión y sus hermanos y se llevó a Deyanira. Algunos dicen, sin embargo, que la prometida de Heracles se llamaba Mnesímaca o Hipólita, basándose en que a Deyanira se la considera más habitualmente como hija de Éneo. Dexámeno había nacido en Bura, famosa por su oráculo de los dados de Heracles[410].

d. Cuando Heracles volvió a Tirinto, Euristeo le acusó de tener proyectos respecto a la dignidad regia en la que él había sido confirmado por Zeus, y lo desterró de Argólide. Con su madre Alcmena y su sobrino Yolao, Heracles se unió a Ificles en Feneo, donde tomó por amante a Laónome, hija de Guneo. A través del centro de la llanura fenecía abrió un cauce para el río Aroanio, de unos cincuenta estadios de longitud y treinta pies de profundidad, pero el río no tardó en abandonar ese canal, que se ha derrumbado acá y allá, y volvió a su cauce anterior. También abrió profundas grietas al pie de los montes Péneos para desviar el agua de las inundaciones; éstas sirvieron bien sus propósitos, salvo que en una ocasión, después de un turbión, el Aroanio creció e inundó la antigua ciudad de Feneo; las marcas que indican hasta dónde llegó la inundación se ven todavía en la ladera de la montaña[411].

e. Después, habiéndose enterado de que los habitantes de Elide enviaban una procesión para honrar a Posidón en el Tercer Festival ístmico, y de que los Moliones presenciarían los juegos y tomarían parte en los sacrificios, Heracles les tendió una emboscada en un bosquecillo situado junto al camino más abajo de Cleonas, y mató a los dos, y también a su primo Éurito, hijo del rey Augías[412].

f. Molíone se enteró pronto de quién había matado a sus hijos e hizo que los eleos exigieran una reparación a Euristeo, fundándose en que Heracles era natural de Tirinto. Cuando Euristeo negó su responsabilidad por las fechorías de Heracles, a quien había desterrado, Molíone pidió a los corintios que excluyeran a todos los argivos de los Juegos ístmicos hasta que dieran una reparación por el asesinato. Ellos se negaron a hacerlo, en vista de lo cual Molíone maldijo a todos los eleos que intervinieran en el festival. Su maldición se respeta todavía: ningún atleta de Elide se apunta en los Juegos ístmicos[413].

g. Heracles pidió a Onco que le prestara el caballo Arión de negras crines, lo domó, reclutó un nuevo ejército en Argos, Tebas y Arcadia y saqueó la ciudad de Elide. Algunos dicen que mató a Augías y sus hijos, restauró a Fileo, el rey legítimo, y lo puso en el trono de Elide ordenando que las viudas de los eleos muertos se acostaran con sus soldados; las viudas rogaron conjuntamente a Atenea que pudieran concebir al primer abrazo. Su súplica fue atendida y, en agradecimiento, fundaron un templo dedicado a la Madre Atenea. Tan general fue la alegría por este acontecimiento afortunado que al lugar donde se habían unido con sus nuevos maridos y al arroyo que corre por él lo llamaron Bady, palabra elea que significa «agradable». Heracles entregó luego el caballo Arión a Adraste, alegando que, después de todo, prefería luchar a pie[414].

h. Más o menos en esa época Heracles conquistó su título de Búfago o «comedor de bueyes». La cosa sucedió así: Lepreo, hijo de Caucón y Astidamía, quien fundó la ciudad de Lepreo en Arcadia (el distrito derivaba su nombre de la lepra que había atacado a los pobladores anteriores), había aconsejado tontamente al rey Augías que encadenase a Heracles cuando éste pidió que le pagase por haber limpiado los establos. Al saber que Heracles se dirigía a la ciudad, Astidamía convenció a Lepreo para que lo recibiera cortésmente y le pidiera perdón. Heracles se lo concedió, pero desafió a Lepreo a una competencia triple: arrojar el disco, beber un balde de agua tras otro y comer un buey. Aunque Heracles ganó en el lanzamiento del disco y la bebida del agua, Lepreo comió el buey en menos tiempo que él. Engreído con el triunfo, Lepreo desafió a Heracles a un duelo, y el último lo mató inmediatamente con la clava; su tumba se exhibe en Figalia. Los lepreos, que adoran a Deméter y a Zeus del Álamo Blanco, han sido siempre súbditos de Elide; y si alguno de ellos gana un premio en Olimpia, el heraldo le declara eleo de Lepreo. Los eleos siguen honrando a Augías como héroe, y sólo durante el reinado del espartano Licurgo se les convenció para que olvidaran su enemistad con Heracles y le hicieran a él también sacrificios, y por ese medio evitaron una pestilencia[415].

i. Después de la conquista de la Elide Heracles reunió su ejército en Pisa y utilizó el botín para establecer el famoso Festival Olímpico de cada cuatro años y los Juegos de ese nombre en honor de su padre Zeus; según dicen algunos, era solamente la octava competencia atlética que se realizaba[416]. Después de medir un recinto para Zeus y de haber cercado el Bosque Sagrado, se salió del estadio, llamó a una loma vecina «La Colina de Crono» y erigió seis altares a los dioses olímpicos: uno para cada par de ellos. Al hacer los sacrificios a Zeus quemó los muslos de las víctimas en un fuego de madera de álamo blanco cortada de árboles que crecían junto al río tesprotio Aquerón; también fundó un hogar para los sacrificios en honor de su bisabuelo Pélope y le asignó un altar. Como en esa ocasión le molestaron mucho las moscas, ofreció un segundo sacrificio a Zeus Desviador de las Moscas, quien las envió zumbando al otro lado del río Alfeo. Los eleos siguen haciendo sacrificios a ese Zeus cuando expulsan a las moscas de Olimpia[417].

j. Ahora bien, en la primera luna llena después del solsticio de verano todo estaba dispuesto para el Festival, excepto que el valle carecía de árboles que lo protegieran del sol. En consecuencia, Heracles volvió al País de los Hiperbóreos, donde había admirado los icebuches que crecían en las fuentes del Danubio, y convenció a los sacerdotes de Apolo para que le dieran uno con el fin de plantarlo en el recinto de Zeus. Cuando volvió a Olimpia ordenó que el arbitro etolio coronase a los vencedores con sus hojas, las cuales serían su única recompensa, porque él había realizado sus trabajos sin que se los pagase Euristeo. Este árbol, llamado «El Olivo de la Corona Justa», se alza todavía en el Bosque Sagrado detrás del templo de Zeus. Las ramas para las coronas las corta con una hoz de oro un niño de noble cuna cuyos padres deben estar vivos[418].

k. Algunos dicen que Heracles ganó todas las pruebas por falta de contrincante, pues nadie se atrevía a competir con él; pero la verdad es que todas se disputaron con entusiasmo. Sin embargo, no se pudo encontrar competidores para el pugilato, hasta que Zeus, disfrazado, condescendió a entrar en k liza. La lucha terminó en empate, Zeus se reveló a su hijo Heracles, todos los espectadores lo aclamaron y la luna llena brilló como si fuera de día[419].

l. Pero, según la leyenda más antigua, los Juegos Olímpicos fueron fundados por el Heracles Dáctilo, y fue éste quien llevó el olivo silvestre del País de los Hiperbóreos. Los talismanes y amuletos en honor de Heracles Dáctilo son muy utilizados por las hechiceras, que sienten poco respeto por Heracles hijo de Alcmena. Él altar de Zeus, que se alza a la misma distancia entre el templo de Pélope y el de Hera, pero frente a ambos, se dice que fue construido por este Heracles anterior, como el altar de Pérgamo, con las cenizas de los fémures de las víctimas que sacrificó Zeus. Una vez al año, en el día decimonono del mes eleo Elafio, los adivinos sacan las cenizas de la Sala del Consejo y después de humedecerlas con agua del río Alfeo —pues ninguna otra serviría— aplican al altar una nueva capa de esta mezcla[420].

m. Esto no supone, sin embargo, negar que el Heracles hijo de Alcmena volviera a fundar los Juegos, pues en Elide se muestra un antiguo gimnasio cercado en el que se adiestran los atletas. Altos sicómoros se alzan entre las pistas de carrera y al recinto se le llama Jisto, porque Heracles se ejercitó allí raspando cardos. Pero el cretense Clímeno, hijo de Cardo, un descendiente de los dáctilos, había celebrado el Festival sólo cincuenta años después del Diluvio de Deucalión, y luego habían hecho lo mismo Endimión, y Pélope, y Amitaón, hijo de Creteo, Pelias y Neleo, y algunos dicen que Augías[421].

n. El Festival Olímpico se celebra a un intervalo de alternativamente cuarenta y nueve y cincuenta meses, según el calendario, y ahora dura cinco días: desde el 11 hasta el 15 del mes en que cae. Los heraldos proclaman un armisticio completo en toda Grecia durante todo ese mes, y no se permite que asista ningún atleta que se haya hecho culpable de alguna felonía o delito contra los dioses. Originalmente el festival era organizado por los písanos, pero después del regreso final de los heráclidas sus aliados etolios se instalaron en Elide y se encargaron de esa tarea[422].

o. En el lado septentrional de la Colina de Crono se aloja una serpiente llamada Sosípolis en el templo de Ilitía; una virgen sacerdotisa con velo blanco la alimenta con tortas de miel y agua. Esta costumbre recuerda un milagro que ahuyentó a los arcadios cuando lucharon contra la tierra santa de Elide: una mujer desconocida se presentó ante los generales de Elide con un niño de pecho y se lo entregó como su paladín. Ellos le creyeron, y cuando ella colocó al niño entre los dos ejércitos se convirtió en una serpiente; los arcadios huyeron, perseguidos por los eleos, y sufrieron terribles bajas. El templo de Ilitía señala el lugar donde la serpiente desapareció en la Colina de Crono. En la cumbre se ofrecen sacrificios a Crono en el equinoccio de la primavera, en el mes de Elafión, por sacerdotisas llamadas «Reinas[423]».

*

1. Este mito se refiere, al parecer, a una desafortunada invasión aquea del Peloponeso occidental seguida, al final del siglo XIII a. de C., por una segunda, afortunada, a la que se ha confundido, no obstante, con la invasión doria del siglo XI a. de C, pues Heracles era también un héroe dorio. El asesinato de Euritión puede haberse deducido de la misma ilustración nupcial en la que aparecía la muerte de Folo. La excavación por Heracles del canal del Arcano corre pareja con hazañas análogas de Elide (véase 121.d), Beoda (véase 142.3) y Tracia (véase 130.8); y los honores tributados a los trescientos sesenta cleonenses se refieren probablemente a un misterio calendario, pues trescientos sesenta son el número de los días del año egipcio que excluye a los cinco consagrados a Osiris, Horus, Set, Isis y Neftis.

2. La lepra asociada con Lepreo era vitíligo, enfermedad de la piel causada por alimentos en mal estado que podía curar la diosa Luna del álamo blanco (Diosa Blanca, páginas 611-12); la verdadera lepra no llegó a Europa hasta el siglo I a. de C.

3. El titulo de Búfago de Heracles se refería originalmente a la comida de un buey por sus adoradores.

4. Sosípolis tiene que haber sido el espíritu de Crono, cuyo nombre se le dio a la loma y cuya cabeza fue enterrada en su ladera septentrional para proteger al estadio que se hallaba detrás, cerca de la confluencia del Cladeo y el Alfeo. Su equivalente británico Bran guardaba igualmente la Colina de la Torre que domina a Londres (véase 146.2). El equinoccio de la primavera, cuando nacen los cervatillos, se da durante el mes del aliso del calendario de los árboles, llamado también Elafión («del cervatillo») y está consagrado peculiarmente a Crono-Bran (Diosa Blanca, pp. 222-23). Esto indica que, originalmente, el Año Nuevo de Elide comenzaba en el solsticio de primavera, como en parte de Italia, cuando el rey del año viejo, llevando cuernos como Acteón (véase 22.1), era muerto por las mujeres enfurecidas, o «Reinas»; Heracles el dáctilo pertenece a este culto (véase 53.¿). Los Pelópidas parecen haber modificado el calendario cuando llegaron con su carro y su marsopa solares, haciendo que los juegos fúnebres celebraran la muerte y el sobreseimiento de Zeus, el rey sagrado, en el solsticio estival, por su sucesor, así como el rey se vengaba del sucesor en el solsticio hiemal. En la época clásica, por tanto, el Año Nuevo de Elide se celebraba en el verano. La mención de Pélope indica que el rey era devorado sacriíicialmente y las cenizas de sus huesos se mezclaban con agua para revocar el altar de la Diosa. A él se le llamaba el Zeus Verde, o Aquiles (véase 164.5), y también Heracles.

5. El acebuche, utilizado en Grecia para expulsar a los demonios y rencores del año viejo, que tomaban la forma de moscas, fue introducido desde Libia, donde tenía su origen el culto del Viento Norte (véase 48.1 y 133.5), más bien que del norte. En Olimpia sería el muérdago (o loranthus) y no el acebuche, lo que el niño cortaba con una hoz de oro (véase 1.1 y 50.2); el acebuche figuraba en el calendario de los árboles hiperbóreos (véase 119.3). La carrera pedestre que corrían las muchachas por el puesto de sacerdotisa de Hera fue el primer acontecimiento celebrado, pero cuando el año único del reinado del rey se prolongó convirtiéndolo en el Gran Año de nominalmente cien meses —para permitir una sincronización más exacta del tiempo solar y el lunar— el rey reinaba durante la mitad de ese período y su sucesor durante la otra mitad. Posteriormente ambos reinaban concurrentemente con el título de Moliones y estaban unidos no menos estrechamente que los reyes de Esparta (véase 74.1). Es posible que se diera en Grecia un caso de hermanos siameses para reforzar la metáfora. Pero la división de la Elide por Augías, de la que informa Homero, demuestra que en una etapa todavía posterior el rey sagrado retenía una tercera parte de su reino cuando debía retirarse, como hizo Preto en Argos. Es evidente que Amarinceo obtuvo su parte mediante la conquista.

6. Moliones es quizás el título de la diosa Luna elea, la patrona de los Juegos, y significa «Reina del Moli», el moli es una especie de ajo silvestre que en otras partes contrarrestaba la magia lunar (véase 170.5). Se la llamaba también Agameda («muy sagaz»), y éste es el nombre de la hechicera de Augías, quien «conocía todas las drogas que produce la tierra» (Homero: Ilíada xi.739-41). En la Grecia clásica, «Atenea la Madre» era un concepto extraño e indecoroso y tenía que ser disculpado dando explicaciones (véase 25.2 y 141.í), pero la tradición de Elide indica que se habían celebrado orgías eróticas en su honor junto al río Bady.

7. La doma de Arión, al parecer, formaba parte del rito de la coronación en la Onco arcadia (véase 130.1).

139
LA TOMA DE PILOS

a. A continuación Heracles saqueó e incendió la ciudad de Pilos, porque sus habitantes habían salido en ayuda de Elide. Mató a los hijos de Neleo, excepto el menor, Néstor, que estaba en Gerania, pero el propio Neleo escapó con vida[424].

b. Atenea, defensora de la justicia, luchó en favor de Heracles, y Pilos fue defendida por Hera, Posidón, Hades y Ares. Mientras Atenea combatía con Ares, Heracles se enfrentó con Posidón, con la clava contra el tridente, y le obligó a retroceder. Luego corrió en ayuda de Atenea, con la lanza en la mano, y en la tercera embestida atravesó el escudo de Ares y arrojó a éste de cabeza a tierra; luego, con una poderosa lanzada en el muslo de Ares, penetró profundamente en la carne divina. Ares huyó angustiado al Olimpo, donde Apolo le puso ungüentos calmantes en la herida y le curó en menos de una hora; en consecuencia volvió a luchar, hasta que una de las flechas de Heracles le atravesó el homblo y le obligó a abandonar definitivamente el campo de batalla. Entretanto, Heracles había herido también a Hera en el pecho derecho con una flecha de tres púas[425].

c. El hijo mayor de Neleo, el argonauta Periclímeno, estaba dotado por Posidón con una fuerza ilimitada y el poder de asumir la forma que deseara, de ave, animal o árbol. En esta ocasión se transformó primeramente en un león, luego en una serpiente y al cabo de un rato, para evitar el escrutinio, se posó en el tachón del yugo de los caballos de Heracles en la forma de una hormiga, una mosca o una abeja[426]. Heracles, advertido disimuladamente por Atenea, reconoció a Periclímeno y tomó su clava, ante lo cual Periclímeno se transformó en un águila y trató de picotearle en los ojos, pero una flecha disparada súbitamente por Heracles se le clavó bajo el ala. Cayó a tierra y al caer la fecha le atravesó el cuello y lo mató. Algunos dicen, no obstante, que huyó y se puso a salvo; y que Heracles había atacado a Posidón en una ocasión anterior, después de la muerte de Ifito, cuando Neleo se negó a purificarle; y que la lucha con Hades tuvo lugar en la otra Pilos de Elide, cuando Heracles fue desafiado por haberse llevado a Cerbero sin permiso[427].

d. Heracles entregó la ciudad de Mesena a Néstor, para que la administraran sus descendientes, recordando que Néstor no había intervenido en el robo del ganado de Gerión que él conducía; y no tardó en quererle todavía más que a Hilas y Yolao. Fue Néstor el primero que juró por Heracles[428].

e. Los eleos, aunque ellos mismos reconstruyeron Pilos, aprovecharon la debilidad de los pilianos para oprimirlos de manera mezquina. Neleo conservó su paciencia hasta que un día, habiendo enviado un carro y un tronco de cuatro caballos campeones a un concurso para competir por un trípode en los Juegos Olímpicos, se enteró de que Augías se había apoderado de ellos y enviado al auriga de vuelta a pie. En vista de ello, ordenó a Néstor que hiciera una incursión de represalia en la llanura de Elide; y Néstor consiguió apoderarse de cincuenta vacadas, cincuenta rebaños de ovejas, cincuenta piaras de cerdos, cincuenta rebaños de cabrás, y ciento cincuenta yeguas zainas, muchas con potrillos, venciendo a los eleos que se le opusieron y ensangrentando su lanza en esa su primera lucha. Los heraldos de Neleo convocaron luego a todos los habitantes de Pilos con quienes los eleos tenían alguna deuda y después de repartir el botín entre los reclamantes, reservando la parte del león para Néstor, ofreció sacrificios generosos a los dioses. Tres días después los eleos avanzaron contra Pilos en orden de batalla —entre ellos los dos hijos huérfanos de los Moliones, que habían heredado su título— y cruzaron la llanura desde Trioesa. Pero Atenea se presentó por la noche para advertir y reunir a los pilianos; y cuando se libró la batalla Néstor, que iba a pie, derribó a Amarinceo, el jefe de los eleos, se apoderó de su carro y pasó como una tempestad entre las filas eleas, apoderándose de otros cincuenta carros y dando muerte a cien hombres. Los Moliones también habían caído bajo su lanza activa si Posidón no los hubiera envuelto en una niebla impenetrable y alejado de allí. Los eleos, perseguidos con vehemencia por el ejército de Néstor, huyeron hasta la Roca Olenia, donde Atenea mandó hacer alto[429].

f. Se concedió una tregua, Amarinceo fue enterrado en Buprasión y se le otorgaron juegos fúnebres en los que intervinieron numerosos pilianos. Los Moliones ganaron la carrera de carros acorralando a Néstor en el recodo, pero se dice que él venció en todos los otros juegos: la lucha, el pugilato, la carrera pedestre y el lanzamiento de jabalina. Es justo añadir que el principal testigo de esas hazañas era el propio Néstor en su locuaz ancianidad, pues por gracia de Apolo, quien le concedió los años de que habían sido privados sus tíos maternos, vivió tres siglos y ningún contemporáneo sobrevivía para desmentirle.

*

1. La toma de Pilos parece ser otro episodio de la invasión aquea del Peloponeso en el siglo XIII a. de C. Hera, Posidón, Hades y Ares, los dioses más viejos, ayudan a Elide; los más jóvenes, Atenea renacida de la cabeza de Zeus y Heracles como hijo de Zeus, se les oponen. La derrota de Periclímeno, el que cambiaba de forma, por Heracles puede indicar la supresión de un sacrificio de niños en el Año Nuevo; y la facultad de Periclímeno de tomar la forma de cualquier árbol se refiere, al parecer, a la sucesión de trece meses por los cuales pasaba el interrex en su danza ritual, pues cada mes tenía como emblema un árbol, desde el acebuche hasta el mirto (véase 52.3 y 169.6). La herida de Hades presenta a Heracles como el paladín destinado a evitar la tumba y hacerse inmortal (véase 145.h); además, según Homero (Ilíada v.319 y ss.), hirió a Hades en Pilos, «entre los cadáveres», lo que puede significar igualmente: «en la puerta, entre los muertos»; la puerta era la del mundo subterráneo, quizás en el Lejano Norte (véase 170.4). Si es así, Hades es un sustituto de Crono, a quien Heracles venció en la isla sepulcral de Eritia (véase 132.d), y el combate es una repetición del duodécimo trabajo, cuando penetró en el Infierno. Los aliados pilianos de Heracles, significativamente ayudados por Atenea, son descritos por Homero (Ilíada xi.617 y 761) como aqueos, aunque la dinastía de Neleo era en realidad eolia.

2. La herida de Hera por Heracles en el pecho derecho con una flecha de tres púas parece ser una alegoría de la invasión doria del Peloponeso occidental, cuando las tres tribus que se consideraban Hijas de Heracles humillaron el poder de la diosa de Elide (véase 146.1).

140
LOS HIJOS DE HIPOCOONTE

a. Heracles decidió atacar a Esparta y castigar a los hijos de Hipocoonte. No sólo se habían negado a purificarle después de la muerte de Ifito y luchado contra él a las órdenes de Neleo sino que además habían asesinado a su amigo Eono. Sucedió que Eono, hijo de Licimio, quien había acompañado a Heracles a Esparta, se paseaba por la ciudad cuando, al pasar por delante del palacio de Hipocoonte, un gran sabueso moloso corrió hacia él y para defenderse, le arrojó una piedra que le golpeó en el hocico. Los hijos de Hipocoonte acudieron corriendo y le golpearon con garrotes. Heracles corrió en ayuda de Eono desde el otro extremo de la calle, pero llegó demasiado tarde. Eono fue muerto a garrotazos y Heracles, herido en la palma de la mano y en el muslo, huyó al templo de Deméter Eleusina en las cercanías del monte Taigeto, donde Asclepio le ocultó y curó sus heridas[430].

b. Heracles reunió un pequeño ejército y fue entonces a Tegea en Arcadia, donde rogó a Cefeo, el hijo de Aleo, que se le uniera con sus veinte hijos. Al principio Cefeo se negó, pues temía por la seguridad de Tegea si la abandonaba. Pero Heracles, a quien Atenea había dado un mechón de la cabellera de la Gorgona en un jarrón de bronce, se lo regaló a Aérope, la hija de Cefeo: la dijo que. si la ciudad fuese atacada ella debía mostrar la guedeja tres veces desde las murallas, dando la espalda al enemigo, el cual huiría inmediatamente. Pero, como lo demostraron los acontecimientos Aérope no necesitó utilizar ese talismán[431].

c. Así Cefeo se unió a la expedición contra Esparta, en la que, debido a la mala suerte, él y diecisiete de sus hijos mueron. Algunos dicen que también fue muerto Ificles, pero es probable que fuera el argonauta etolio así llamado y no el hijo de Anfitrión. El ejército de Heracles sufrió pocas otras bajas, en tanto que los espartanos perdieron a Hipocoonte y sus doce hijos, más numerosos soldados de alto grado, y su ciudad fue tomada por asalto. Heracles restauró luego a Tindáreo, dejándole el reino en administración para sus propíos descendientes[432].

d. Como Hera, inexplicablemente, no se le había opuesto en esta campaña, Heracles le erigió un templo en Esparta y le sacrificó cabras, pues no tenía otras víctimas a su disposición. Los espartanos son, en consecuencia, los únicos griegos que apodan a Hera «comedora de cabras» y le ofrecen esos animales. Heracles erigió también un templo a Atenea de los Justos Merecimientos; y en el camino a Terapno un altar a Asclepio Cotileo en recuerdo de la herida que sufrió en la mano y que él le curó. Un templo de Tegea, llamado «El Hogar Común de los Arcadios», es notable por su estatua de Heracles con la herida en el muslo[433].

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1. Aquí el mito de Heracles se convierte en una saga; y se introduce un seudo-mito para explicar ciertas anomalías como la Hera Comedora de Cabras, el Asclepio del Hueco en la Mano, el Heracles del Muslo Herido y la larga inmunidad a la captura de Tegea. Pero las mujeres furiosas de Hera habían devorado en otro tiempo a Zagreo, Zeus y Dioniso en la forma de cabra montes; la estatua de Asclepio probablemente contenía medicinas en el hueco de la mano; la herida en el muslo de Heracles le sería hecha por un jabalí (véase 157.e) y los tegeos pueden haber exhibido una cabeza de Gorgona en sus puertas como un amuleto profiláctico. Atacar a una ciudad protegida de este modo era, por decirlo así, violar a la diosa doncella Atenea, superstición que fomentaban también los atenienses.

2. Siempre que Heracles deja una ciudad aquea, etolia, siciliana o pelasga en administración para sus descendientes, se trata de un intento de justificar su toma posterior por los dorios (véase I52.q y 6; 143.d y I46.f).

141
AUGE

a. Aleo, rey de Tegea, hijo de Afidas, se casó con Neera, hija de Pereo, quien le dio como hijos a Augeo, Cefeo, Licurgo y Afidamante. Un antiguo templo de Atenea Alea, fundado en Tegea por Aleo, todavía contiene un lecho sagrado de la diosa[434].

b. Cuando, en una visita a Delfos, el oráculo advirtió a Aleo que los dos hermanos de Neera morirían a manos del hijo de su hija, se apresuró a volver a su casa y designó a Auge sacerdotisa de Atenea, amenazándole con matarla si no se mantenía casta. Si Heracles fue a Tegea en su camino para combatir con el rey Augías o a su regreso de Esparta es motivo de discusión, pero en todo caso Aleo lo recibió hospitalariamente en el templo de Atenea. Allí, enardecido por el vino, Heracles violó a la sacerdotisa virgen junto a una fuente que puede verse todavía al norte del templo; sin embargo, como Auge no gritó, a menudo se ha insinuado que fue allá obedeciendo a una cita[435].

c. Heracles siguió su viaje y en Estinfalia engendró a Everes con Parténope, la hija de Esfinfalo; pero entretanto la peste y el hambre afligieron a Tegea, y Aleo, informado por la Pitonisa de que se había cometido un delito en el recinto sagrado de Atenea, fue a él y encontró a Auge muy avanzada en su embarazo. Aunque ella lloró y declaró que Heracles la había violado en un ataque de embriaguez, Aleo no la creyó. La arrastró al mercado de Tegea, donde ella se arrodilló en el lugar donde se halla al presente el templo de Ilitía, famoso por su imagen de «Auge de Rodillas[436]». Como le daba vergüenza matar a su hija en público, Aleo encargó al rey Nauplio que la ahogara. Nauplio, en consecuencia, salió con Auge para Nauplia, pero en el monte Partenio empezó a sentir dolores de parto, y alegando alguna excusa se introdujo en un bosque. Allí dio a luz un hijo, al que ocultó en un matorral, y volvió a donde Nauplio la esperaba pacientemente junto al camino. Sin embargo, como no tenía la intención de ahogar a una princesa cuando podía venderla a buen precio en el mercado de esclavos, vendió a Auge a unos comerciantes carios que acababan de llegar a Nauplia, los cuales, a su vez, la vendieron a Teutrante, rey de la Teutrania misia[437].

d. El hijo de Auge fue amamantado por una gama en el monte Partenio (donde ahora tiene un recinto sagrado) y lo encontraron unos ganaderos que lo llamaron Télefo y lo llevaron a su amo, el rey Corito. Al mismo tiempo, por una coincidencia, los pastores de Corito descubrieron al hijo infante de Atalanta, que ella había dado a Meleagro, abandonado en la misma ladera de la montaña: le llamaron Partenopeo, que quiere decir «hijo de una virginidad perforada», porque Atalanta pretendía que seguía siendo virgen[438].

e. Cuando Télefo llegó a la virilidad acudió al Oráculo de Delfos para que le informara acerca de sus padres. El oráculo le dijo: «Navega en busca del rey Teutrante el misio». En Misia encontró a Auge, ahora casada con Teutrante, por quien supo que ella era su madre y Heracles su padre; y eso lo podía creer él muy bien, pues ninguna mujer había dado nunca a Heracles un hijo que se le pareciera tanto. Teutrante dio inmediatamente a Télefo su hija Argíope en matrimonio y le nombró heredero del reino[439].

f. Otros dicen que Télefo, después de haber matado a Hipotoonte y Nereo, sus tíos maternos, fue silencioso y mudo a Misia en busca de su madre. «El silencio de Télefo» se hizo proverbial, pero Partenopeo le acompañó como portavoz[440]. Sucedió que el famoso argonauta Idas, hijo de Afareo, estaba a punto de apoderarse del trono de Misia, y Teutrante, desesperado, prometió renunciar a él en favor de Télefo y darle en matrimonio su hija adoptiva si expulsaba a Idas. En consecuencia Télefo, con la ayuda de Partenopeo, venció a Idas en una sola batalla. Ahora bien, sucedía que la hipa adoptiva de Teutrante era Auge, quien no reconoció a Télefo, ni él sabía que ella era su madre. Fiel a la memoria de Heracles, ella ocultó una espada en su dormitorio la noche de la boda y habría matado a Télefo al entrar si los dioses no hubieran interpuesto una gran serpiente entre ellos. Auge arrojó la espada alarmada y confesó sus intenciones homicidas. Luego apostrofó a Heracles, y Télefo, que estaba a punto de cometer un matricidio, tuvo la inspiración de gritar: «¡Oh madre, madre!». Cayeron llorando el uno en brazos dd otro y al siguiente día volvieron con las bendiciones de Teutrante a su país natal. En Pérgamo se muestra la tumba de Auge junto al río Caico. Los habitantes de Pérgamo pretenden ser emigrantes arcadios que cruzaron el Asia con Télefo y le ofrecen sacrificios de héroe[441].

g. Otros dicen que Télefo se casó con Astíoque, o Laódice, hija del troyano Príamo. Y otros que Heracles había yacido con Auge en Troya cuando fue allá en busca de los caballos inmortales de Laomedonte. Y otros más que Aleo encerró a Auge y su hijo infante en un arca que confió a las olas, y que, bajo el cuidado vigilante de Atenea, el arca navegó a la deriva hacia el Asia Menor y fue lanzada a tierra en la desembocadura del Caico, donde el rey Teutrante se casó con Auge y adoptó a Télefo[442].

h. Este Teutrante, en una ocasión en que cazaba en el monte Teutras, persiguió a un jabalí monstruoso que huyó al templo de Ártemis Ortosia. Estaba a punto de penetrar en él cuando el jabalí gritó: «¡Perdóname la vida, mi señor! ¡Soy el niño de pecho de la Diosa!» Teutrante no le hizo caso y lo mató, con lo que ofendió a Ártemis tan profundamente que devolvió la vida al jabalí, castigó a Teutrante con costras de lepra y lo envió delirando a la cumbre de la montaña. Sin embargo, su madre, Leucipe, se apresuró a ir al bosque, llevando consigo al adivino Poliido, y apaciguó a Ártemis con generosos sacrificios. Teutrante se curó de su lepra por medio de la piedra antipates, que todavía se encuentra en cantidades en la cumbre del monte Teutras; en vista de ello Leucipe erigió un altar a Ártemis Ortosia y mandó hacer un jabalí mecánico con cabeza de hombre enteramente de oro y que cuando se le persigue se refugia en el templo y pronuncia las palabras «¡Perdóname la vida!»[443].

i. Mientras Heracles se hallaba en Arcadia hizo una visita al monte Ostracina, donde sedujo a Fíalo, hija del héroe Alcimedonte. Cuando dio a luz un hijo llamado Ecmágoras, Alcimedonte los echó a ambos de su cueva para que murieran de hambre en la montaña. Ecmágoras se echó a llorar lastimosamente y un grajo bien intencionado voló en busca de Heracles, imitó el sonido del llanto y así lo llevó al árbol donde estaba Fíalo, amordazada y atada por su cruel padre. Heracles los puso en libertad y el niño llegó a la edad viril. Al manantial cercano se le llama desde entonces Cisa, que quiere decir grajo[444].

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1. El lecho de Atenea en Tegea y la supuesta violación por Heracles de su sacerdotisa Auge, identifican a esta Atenea con Neith, o Anadia, una diosa Luna orgiástica cuya sacerdotisa realizaba un casamiento anual con el rey sagrado para conseguir buenas cosechas. Reliquias de esta costumbre se encontraron en el templo de Heracles en Roma, donde su desposada se llamaba Acca —equivalente de la Diosa Blanca peloponesa Acó— y en Jerusalén, donde, antes de las reformas religiosas del destierro, parece haberse celebrado un casamiento sagrado todos los meses de septiembre entre el Sumo Sacerdote, representante de Jehová, y la diosa Anatha. El profesor Raphael Patai resume las pruebas del casamiento en Jerusalén en su Man and Temple (pp. 88-94, Londres, 1947). Los niños divinos que se suponían nacidos de esas uniones se convertían en los espíritus del cereal del año siguiente; así, Atenea Alea era una diosa del cereal, patrona de los molinos harineros. Los numerosos hijos que engendró Heracles con ninfas atestiguan la preponderancia de esta teoría religiosa. Sólo se le atribuye una hija anómala, Macaría («bendita»). El mito de Auge ha sido relatado para explicar una emigración arcadia a Misia, probablemente bajo la presión de los aqueos; y también las festividades tegeatas en honor del dios del Año Nuevo como cervatillo, las cuales, a juzgar por el fragmento de Hesíodo, tenían su equivalente en Tróade.

2. Que Augea y su hijo fueran a la deriva en un arca hasta el río Caico —escena ilustrada en el altar de Pérgamo y en las monedas pergamesas— significa simplemente que el culto de Auge y Télefo había sido importado en Misia por colonos tegeatas, y que Auge, como la diosa Luna, se suponía que iba en su nave de la media luna a las celebraciones del Año Nuevo. La subsiguiente transformación de Atenea de desposada orgiástica en casta doncella guerrera ha introducido la confusión en la fábula: en algunas versiones Teutrante se convierte en el novio de Auge, pero en otras la adopta piadosamente. La versión de Higinio se basa en algún drama posterior y artificial.

3. El mito del jabalí de oro se refiere en parte a las propiedades curativas de la piedra antipathes del monte Teutras; y en parte, quizás, a una costumbre misia de vengar la muerte de Adonis, quien había sido muerto por Apolo en la forma de un jabalí. Parece que al representante de Adonis, un hombre que vestía una piel de jabalí con colmillos dorados, se le perdonaba la vida si podía refugiarse de sus perseguidores en el templo de la hermana de Apolo, Ártemis. Los reyes de Tegea, la ciudad natal de Auge, eran, según parece, muertos habitualmente por jabalíes (véase 140.1 y 157.e).

4. La aventura de Fíalo con el grajo es una fantasía anecdótica que explica supuestamente el nombre del manantial, que originalmente puede haber estado consagrado a un clan cuyo tótem era el grajo.

142
DEYANIRA

a. Después de pasar cuatro años en Feneo, Heracles decidió dejar el Poleponeso. Al frente de una gran fuerza arcadia fue por mar a Calidón, en Etolia, donde fijó su residencia. Como no tenía en aquel momento hijos legítimos ni esposa, cortejó a Deyanira, la supuesta hija de Éneo, cumpliendo así la promesa que le había hecho al ánima de su hermano Meleagro. Pero Deyanira era realmente la hija del dios Dioniso con Altea, la esposa de Éneo, como se había hecho evidente cuando murió Meleagro y Artemis transformó a sus dolientes hermanas en pintadas, pues Dioniso convenció entonces a Artemis para que permitiera que Deyanira y su hermana Gorge conservaran su forma humana[445].

b. Muchos pretendientes acudían al palacio de Éneo en Pleurón para pedir la mano de la hermosa Deyanira, quien conducía un carro y practicaba el arte de la guerra, pero todos abandonaron sus pretensiones cuando se encontraron en rivalidad con Heracles y el dios fluvial Aqueloo. Todos saben que el inmortal Aqueloo aparece en tres formas: como toro, como serpiente moteada y como hombre con cabeza de toro. Corrientes de agua fluyen constantemente de su barba hirsuta y Deyanira habría preferido morir a casarse con él[446].

c. Cuando Éneo llamó a Heracles para que defendiera su petición, Heracles se jactó de que si se casaba con Deyanira, ella no sólo tendría a Zeus como suegro, sino además gozaría de la gloria refleja de sus doce trabajos. Aqueloo (entonces en forma de hombre con cabeza de toro) se burló de eso, haciendo notar que también él era un personaje muy conocido, padre de todas las aguas griegas, y no un extranjero andariego como Heracles, y que el oráculo de Dodona había ordenado a todos los visitantes que le ofrecieron sacrificios. Luego insultó a Heracles diciendo:

—¡O bien no eres hijo de Zeus o tu madre es adúltera.

Heracles le replicó con el ceño fruncido:

—Soy más hábil en la lucha que en la discusión ¡y no soporto que se insulte a mi madre!

d. Aqueloo se quitó su vestidura verde y luchó con Heracles hasta que cayó de espaldas y entonces hábilmente se transformó en una serpiente moteada y se escapó culebreando. «¡Yo estrangulé serpientes cuando estaba en la cuna!», rió Heracles, y se agachó para asirle por la garganta. Entonces Aqueloo se transformó en un toro y le embistió. Heracles se hizo ágilmente a un lado y, asiéndole por los cuernos, lo derribó con tanta fuerza que le partió el cuerno derecho. Aqueloo se retiró avergonzado y ocultó su desperfecto bajo una corona de ramas de sauce[447]. Algunos dicen que Heracles repuso el cuerno roto a Aqueloo a cambio del cuerno de la Cabra Amaltea; y otros que las náyades transformaron el cuerno en el de Amaltea y que Heracles se lo ofreció a Éneo como regalo de boda[448]. Otros dicen que durante el duodécimo trabajo llevó el cuerno al Tártaro, llenado por las Hespérides con los frutos de oro, y al que ahora se llama Cornucopia, como un regalo para Plutón, ayudante de Tique[449].

e. Después de casarse con Deyanira, Heracles marchó con los calidonios sobre la ciudad tesprota de Éfira —más tarde Cíquiro—, donde venció y mató al rey Fileo. Entre los cautivos estaba la hija de Fileo, Astíoque, por la que Heracles se convirtió en padre de Tlepólemo; aunque algunos dicen que la madre de Tlepólemo era Astidamía, hija de Amintor, a la que Heracles raptó en la Éfira elea, ciudad famosa por sus venenos[450].

f. Por consejo de un oráculo Heracles avisó entonces a su amigo Tespio: «Conserva a siete de tus hijos en Tespia, envía tres a Tebas y ordena a los otros cuarenta que colonicen la isla de Cerdefia». Tespio obedeció. Los descendientes de los que fueron a Tebas siguen recibiendo honores allí, y los descendientes de los que se quedaron en Tespia, los llamados Demuchos, gobernaron la ciudad hasta tiempos recientes. Las fuerzas que condujo a Cerdeña Yolao incluían contingentes tespianos y atenienses y esa fue la primera expedición colonial griega en la que los reyes pertenecían a un linaje distinto del de la gente común. Después de vencer a los habitantes de Cerdeña en una batalla Yolao dividió la isla en provincias, plantó olivos y la hizo tan fértil que desde entonces los cartagineses han estado dispuestos a soportar inmensas dificultades y peligros para apoderarse de ella. Fundó la ciudad de Olbia, y estimuló a los atenienses a fundar la de Ogrila. Con el consentimiento de los hijos de Tespio, quienes consideraban a Yolao como su segundo padre, impuso a los colonos su propio nombre y los llamó Yoleeos, y ellos todavía hacen sacrificios al Padre Yolao como los persas al Padre Ciro. Se ha dicho que Yolao volvió más tarde a Grecia pasando por Sicilia, donde algunos de sus seguidores se establecieron y le concedieron ritos de héroe; pero según los tebanos, que deberían saberlo, nunca volvió ninguno de los colonios[451].

g. En un banquete celebrado tres años después Heracles se enojó con un joven pariente de Éneo llamado variamente Eunomo, Eurínomo, Enomo Arquías o Querias, hijo de Arquíteles, a quien le dijeron que vertiera agua en las manos de Heracles y torpemente le salpicó las piernas. Heracles golpeó al muchacho en las orejas con más fuerza que la prevista y lo mató. Aunque Arquíteles le perdonó el accidente, Heracles decidió sufrir el castigo debido en el destierro y se fue con Deyanira y con el hijo de ambos, Hilo, a Traquis, la residencia de Ceix, el sobrino de Anfitrión[452].

h. Un accidente análogo había ocurrido en Fliunte, ciudad situada al este de Arcadia, cuando Heracles volvía del Jardín de las Hespérides. Como no le gustó la bebida que le sirvió, golpeó a Ciato, el copero, con un dedo solamente, pero no obstante lo mató. Una capilla en memoria de Ciato se construyó contra el templo de Apolo en Fliunte[453].

i. Algunos dicen que Heracles luchó con Aqueloo antes del asesinto de Ifito, que fue la causa de su traslado a Traquis; otros, que fue allá la primera vez que le desterraron de Tirinto[454]. De todos modos, fue con Deyanira al río Eveno, entonces en plena creciente, y allí el centauro Neso, alegando que era el barquero autorizado por los dioses y que lo habían elegido a causa de su rectitud, se ofreció, por una pequeña retribución, a transportar a Deyanira sin que se mojara a través del río mientras Heracles nadaba. Heracles accedió, y pagó a Neso el precio, arrojó su clava y su arco al otro lado del río y se sumergió en él. Pero Neso, en vez de cumplir lo prometido, echó a correr en la dirección opuesta con Deyanira en los brazos; luego la arrojó a tierra y trató de violarla. Ella gritó pidiendo ayuda a Heracles, que se apresuró a recoger su arco, apuntó cuidadosamente y le atravesó a Neso el pecho desde casi un la ilómetro de distancia.

j. Al arrancarse la flecha, Neso le dijo a Deyanira: «Si mezclas el semen que he derramado en la tierra con la sangre de mi herida, le añades aceite de oliva y untas secretamente la camisa de Heracles con la mezcla, no volverás a tener motivos para quejarte de su infidelidad». Deyanira se apresuró a recoger los ingredientes en un tarro, que luego cerró y guardó sin decir a Heracles una palabra del asunto[455].

k. Según otra versión de la fábula, Neso ofreció a Deyanira la lana empapada en su propia sangre y le dijo que tejiera con ella una camisa para Heracles. Según una tercera versión, le dio su propia camisa manchada con sangre como un talismán amoroso y luego huyó a la vecina tribu de los locrios, donde murió a consecuencia de la herida, pero su cuerpo se pudrió sin que lo enterraran al pie del monte Tafiaso e inficionó a la región con su hedor malsano, y de aquí que a los locrios se los llame ozolios. El manantial junto al cual murió todavía hiede y contiene coágulos de sangre[456].

l. Por Deyanira, Heracles era ya padre de Hilo, Ctesipo, Gleno y Hodites, así como de Macaría, su única hija[457].

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1. La fábula de las hermanas de Meleagro tiene por fin explicar un culto de la pintada dedicado a Ártemis en Leros (véase 80.3).

2. La afición de Deyanira a la guerra la revela como una representante de la diosa de la batalla pre-olímpica Atenea, con cuyos casamientos sagrados en diferentes localidades se relaciona principalmente esta parte de la leyenda de Heracles (véase 141.1).

3. La lucha de Heracles con Aqueloo, como la de Teseo con el Minotauro, debe ser interpretada como parte del ritual del casamiento regio. El Toro y la Serpiente representan al año creciente y menguante —«el toro que es el padre de la serpiente, y la serpiente cuyo hijo es el toro»— y a ambos dominaba el rey sagrado. Un cuerno de toro, considerado desde los tiempos más primitivos como la sede de la fertilidad, hacía rey al candidato a la dignidad regia que lo asía cuando luchaba con un verdadero toro o con un adversario con máscara de toro. El héroe babilonio Enkidu, mellizo mortal de Gilgamesh y devoto de la Reina del Cielo, asió al Toro del Qelo por los cuernos y lo mató con su espada; y la conquista de una cornucopia era un trabajo nupcial que se impuso al héroe gales Peredur en el Mabinogion (véase 148. j). En Creta, el culto del toro había sucedido al de la cabra montes, cuyo cuerno era igualmente potente. Pero parece que la ilustración que mostraba esta pugna ritual fue interpretada por los griegos como una ilustración de la lucha de Heracles con el río Aqueloo: a saber, la represa y el desagüe del Paraqueloitis, un trayecto de tierra formado con el aluvión del Aqueloo, que había ido uniendo lentamente las islas Equínades con la tierra firme; y la consiguiente recuperación de una gran zona de tierra de labrantío. Se atribuía con frecuencia a Heracles proezas de ingeniería como éstas (Estrabón: x.2.19; Diodoro Sículo: iv.35). El sacrificio ordenado por el oráculo de Dodona difícilmente pudo haber sido para el río Aqueloo; más probablemente se le impuso a Aquelois, la diosa Luna «que ahuyenta el dolor».

4. Éunomo y Ciato serían muchachos víctimas, sustitutos del rey sagrado al término de su reinado.

5. La violación de Deyanira intentada por Neso recuerda las escenas turbulentas en la boda de Pirítoo, cuando Teseo (el Heracles ateniense) intervino para salvar a Hipodamía del ataque del centauro Euritión (véase 102.d). Como a los centauros se los representaba originalmente como hombres cabras, la ilustración en que se basa el episodio mostraba probablemente a la Reina cabalgando en la espalda del rey cabra, como hacía en las celebraciones de la Víspera de Mayo de la Europa septentrional antes de su casamiento sagrado; Euritión es el «intruso», un personaje estereotipado que hicieron familiar las comedias de Aristófanes y que todavía aparece en las fiestas nupciales del norte de Grecia. El ejemplo mítico más antiguo de intruso es el mismo En la idu: interrumpió el casamiento sagrado de Gilgamesh con la diosa Erech y le desafió a luchar. Otro intruso es Agenor, quien trató de arrebatar Andrómeda a Perseo en su fiesta nupcial (véase 73.l).

6. Los primeros pobladores de Cerdeña, libios neolíticos, consiguieron sobrevivir en las partes montañosas; las posteriores inmigrantes —cretenses, griegos, cartagineses, romanos y judíos— trataron de retener los distritos de la costa, pero la malaria los venció siempre. Sólo durante los últimos pocos años se ha contenido la mortalidad rociando los charcos donde se crían los mosquitos de la malaria.

7. «Ozolio» («hediente»), el apodo dado a los lóenos instalados en las cercanías de Focis, para distinguirlos de sus parientes opuntianos y epicefirios, probablemente se refería a su costumbre de llevar pieles de cabra sin curtir que exhalaban un olor fétido cuando el tiempo estaba húmedo. Los locrios mismos preferían derivar esa palabra de ozoi, «sarmientos de vid» (Pausanias: x.38.i), a causa de la primera cepa plantada en su país (véase 38.7).