Una mujer llamada Thursday Next
«No era como lo había imaginado. Creía que Thornfield Hall sería más grande y estaría decorada con más lujo. Había un intenso olor a cera y el aire del pasillo de arriba estaba frío. Apenas había luz en la casa y los pasillos parecían extenderse hasta una oscuridad negra como la tinta. Era adusta y nada atractiva. De todo eso me di cuenta, pero de lo que más me di cuenta fue del silencio; el silencio de un mundo libre de máquinas voladoras, tráfico y grandes ciudades. La era industrial acababa de comenzar; el planeta había alcanzado su fecha de caducidad.»
THURSDAY NEXT
Una vida en OpEspec
Me tambaleé un poco tras realizar el salto; se había producido un brillante destello de luz y un breve estallido de estática. Me encontré en el pasillo del dormitorio principal, algunas líneas antes de donde Hobbes se había llevado a Jane. El fuego ardía y Jane instintivamente se metió en situación, abriendo la puerta y saltando a la habitación de Rochester para verter un aguamanil lleno de agua sobre la cama en llamas. Miré rápidamente a mi alrededor por el pasillo oscuro, pero no había ni rastro de Hades; al otro extremo vi a Grace Poole llevándose a Bertha al ático. La loca miró por encima del hombro y sonrió con demencia. Grace Poole siguió sus ojos y me miró con desaprobación. De pronto me sentí muy ajena; este mundo no era el mío y yo no pertenecía aquí. Di un paso atrás cuando Jane salió corriendo de la habitación de Rochester para buscar más agua; en el rostro, me di cuenta, había una expresión de gran alivio. Sonreí y me permití un vistazo al interior del dormitorio. Jane había logrado extinguir el fuego y Rochester maldecía al encontrarse en un charco de agua.
—¿Hay una inundación? —preguntó.
—No, señor —respondió ella—, pero se ha producido un fuego. Arriba; ya lo he apagado. Le traeré una vela.
Rochester me vio en la puerta y me guiñó un ojo antes de volver rápidamente sus rasgos al gesto de consternación.
—En nombre de todos los elfos de la Cristiandad —dijo, con los ojos henchidos de lágrimas por su regreso—, ¿es Jane Eyre? ¿Qué me ha hecho…?
Salí, segura de que en casa el libro estaría empezando a reescribirse a sí mismo en esa página. La referencia al «Agente de negro» quedaría sobrescrita y con suerte, Hades mediante, las cosas regresarían a la normalidad. Recogí la vela que habían dejado en la alfombra y la volví a encender al salir Jane, le sonreí en respuesta a sus gracias, la cogió de mis manos y regresó a su dormitorio. Yo caminé por el pasillo, admiré un cuadro de Landseer especialmente bueno y me senté en una silla Regencia, una de un par. Aunque la casa no era grande, ofrecía todo tipo de lugares para que Acheron se ocultase. Dije su nombre para hacerle saber que le perseguía y oí que una puerta se cerraba de golpe en algún punto de la casa. Abrí una contraventana y vi la figura inconfundible de Hades atravesando rápidamente el jardín bajo la luz de la luna. Vi cómo la forma se disolvía entre las sombras. Estaría a salvo en el campo pero yo seguía teniendo la sartén por el mango. Yo sabía cómo volver a abrir la puerta y él no; consideraba poco probable que me hiciese daño. Me volví a sentar y pensaba en Daisy Mutlar y Landen cuando me quedé dormida. Me desperté de golpe cuando se abrió la puerta del dormitorio de Rochester y Edward salió. Sostenía una vela y habló con Jane en la puerta.
—… debo visitar el tercer piso. No se mueva, recuerde, y tampoco llame a nadie.
Caminó en silencio por el pasillo y susurró:
—Señorita Next, ¿sigue ahí?
Me puse en pie.
—Aquí estoy, señor.
Rochester me agarró por el brazo y me llevo por el pasillo y hasta el descansillo de las escaleras. Se detuvo, dejó la vela sobre una mesa baja y cogió mis manos entre las suyas.
—Le doy las gracias, señorita Next, ¡desde el fondo de mi corazón! El tormento ha sido como un infierno en vida; ¡sin saber si mi amada Jane regresaría o cuándo lo haría!
Hablaba con ansia y pasión totalmente genuinas; me pregunté si Landen me había llegado a amar como Rochester amaba a Jane.
—Era lo mínimo que podía hacer, señor Rochester —respondí alegre—, después de que tan amablemente atendiese mis heridas aquella noche frente al almacén.
Rechazó mis palabras con un gesto de la mano.
—¿Va a regresar de inmediato?
Bajé la vista.
—No es tan fácil, señor. Hay otro intruso en el libro aparte de mí.
Rochester caminó hasta la barandilla. Habló sin volverse.
—¿Es él, no?
—¿Le conoce? —pregunté, sorprendida.
—Posee varios nombres. ¿Tiene un plan?
Le expliqué el uso de la señal y le dejé claro que para mí lo más seguro sería permanecer en Thornfield hasta que el libro se hubiese terminado. Luego me llevaría a Hades conmigo, de una forma u otra.
—El final del libro —murmuró Rochester con tristeza—. Cómo odio el final. La simple idea de que mi dulce Jane viaje a la India con ese cobarde de St. John Rivers me hiela la sangre. —Se armó de valor—. Pero al menos tengo algunos meses de verdadera felicidad antes de ese momento. Venga, debe de tener hambre. —Caminamos por el pasillo y me hizo un gesto para que le siguiese, hablando mientras caminaba—. Sugiero que intentemos atraparle después de que Jane se vaya… —se estremeció visiblemente al pensarlo—… tras la boda. Nos quedaremos totalmente solos mientras Jane se lleva la narrativa con ella a Moor House y esos primos fatuos. No vuelvo a salir en el libro, por lo que podemos hacer lo que nos dé la gana, y estaré en mejores condiciones de ayudar. Sin embargo, como ha supuesto bien, no debe hacer nada que afecte a Jane; esta novela está escrita en primera persona. Yo puedo salir y hablar con usted cuando a todos los efectos no formo parte de la historia. Pero debe prometerme que se mantendrá alejada de Jane. Yo hablaré en privado con la señora Fairfax y con Adèle; ellas lo comprenderán. Los sirvientes, Mary y John, harán lo que yo les diga.
Habíamos llegado a una puerta y Rochester llamó con impaciencia. Se produjeron gruñidos y golpes y finalmente un personaje muy desarreglado apareció en la puerta.
—Señora Fairfax —dijo Rochester—, ésta es la señorita Next. Se quedará con nosotros durante un mes o dos. Quiero que le traiga algo de comida y que se encargue de que le preparen una cama; ha venido desde muy lejos y creo que necesita alimento y descanso. Me agradaría que no discutiese su presencia con nadie, y le agradecería que se las ingeniase para que la señorita Next y la señorita Eyre no se encuentren. Apenas necesito recalcarle lo importante que es.
La señora Fairfax me miró de arriba abajo, quedó especial y simultáneamente intrigada y conmocionada por mi coleta y vaqueros, y luego asintió y me llevó hasta el comedor.
—Volveremos a hablar mañana, señorita Next —dijo Rochester, con una sonrisa rompiendo su rostro inquieto—. Y vuelvo a darle las gracias.
Se volvió y me dejó con la señora Fairfax, quien empezó a bajar las escaleras. El ama de llaves me indicó que esperase en el comedor mientras me traía algo de comer. Regresó pronto con pedazos fríos de carne y algo de pan. Comí con ansia, mientras Pilot —que me pareció había entrado cuando Hades salió— olisqueó mis pantalones y agitó la cola totalmente emocionado.
—La recuerda —comentó lentamente la señora Fairfax—, yo sin embargo llevo trabajando aquí muchos años y no recuerdo haberla visto nunca.
Rasqué la oreja de Pilot.
—Una vez le lancé un palo. Cuando estaba de paseo con su amo.
—Comprendo —respondió la señora Fairfax, con suspicacia—. ¿Y cómo conoce usted al señor Rochester?
—Yo, ah, conocí a los Rochester en Madeira. Conocí a su hermano.
—Comprendo. Una gran tragedia —entrecerró los ojos—. Entonces, ¿conoce a los Mason?
—No muy bien.
Volvió a mirarme los vaqueros.
—¿De donde viene las mujeres llevan calzones?
—Muy a menudo, señora Fairfax.
—¿Y de dónde viene usted? ¿Londres?
—Mucho más lejos.
—¡Ah! —dijo la señora Fairfax con una sonrisa de complicidad—. ¡Osaka!
Se fue, dejándome a solas con Pilot, habiéndome arrancado la promesa de que no le alimentaría de la mesa. Regresó diez minutos más tarde con una bandeja de té, luego me dejó durante otra media hora para preparar una habitación. Me llevó hasta una habitación en el segundo piso con una bonita vista desde la fachada de la casa. Yo había insistido en que Pilot se quedase conmigo, y durmió contra la puerta cerrada, de alguna forma presintiendo el peligro posible en que podría encontrarse su nueva ama. Tuve un sueño nervioso y soñé que Hades se reía de mí.
Mientras dormía, Victor y los demás en la oficina de detectives literarios en Swindon celebraban el regreso de la narrativa a la novela. Aparte de una breve mención a la señora Fairfax haciendo ruidos la noche del fuego en el dormitorio, todo iba más o menos como lo recordaban. Habían llamado a un miembro de la Federación Brontë para que examinase el texto mientras se escribía a sí mismo durante las últimas doscientas páginas, que hasta ese momento habían estado en blanco. El estudioso de Brontë se sabía el libro de memoria, y su expresión de satisfacción no les dio razón para quejarse.
Me desperté con el sonido de Pilot rascando la puerta para que le dejasen salir. La abrí en silencio y miré fuera. Pude ver a Jane recorriendo el pasillo, cerré la puerta con rapidez y miré la hora. Eran apenas las 6 de la mañana, y sólo estaban despiertos algunos miembros del personal doméstico. Esperé un par de minutos, dejé salir a Pilot y luego le seguí, con cuidado no fuese a encontrarme con Jane. La mañana pasó con casi todos los miembros de la casa arreglando el dormitorio de Rochester, por tanto, después del desayuno estaba saliendo de la casa cuando la señora Fairfax me detuvo.
—Señorita Next —anunció el ama de llaves—. El señor Rochester me ha explicado los acontecimientos de la última semana y debo añadir mi agradecimiento al suyo.
Lo dijo sin emoción pero yo no tenía duda de que era sincera. Añadió:
—Me ha ordenado que proteja la casa contra agentes que deseen causar daño a la señorita Eyre.
Miré por la ventana; desde donde nos encontrábamos, podía ver a un peón de la hacienda haciendo guardia con un enorme mango de pico. Mientras le mirábamos, echó un vistazo hacia la casa y salió de nuestra vista. Unos momentos más tarde, la propia Jane salió por la puerta, miró a su alrededor, respiró hondo el aire vigorizante de la mañana y luego regresó al interior. Después de unos momentos, el peón reapareció y ocupó su puesto una vez más.
—La señorita Eyre no debe saber que la vigilamos y la protegemos —dijo la señora Fairfax con severidad.
—Comprendo.
La señora Fairfax asintió y me miró con aire crítico.
—¿De donde viene las mujeres van con la cabeza sin cubrir?
—Con frecuencia.
—Aquí no es aceptable —dijo con reproche—. Venga conmigo y la pondré presentable.
La señora Fairfax me llevó hasta su cuarto y me entregó un sombrero junto con una gruesa capa negra que me cubría hasta los pies. Le di las gracias y la señora Fairfax hizo una reverencia cortés.
—¿El señor Rochester está hoy en casa? —pregunté.
—Ha salido en viaje de negocios. Tengo entendido que fue a la casa del señor Eshton; hay todo un grupo allí. El coronel Dent estará presente, junto con lord Ingram. No espero que regrese antes de una semana.
—Con todo lo que está pasando aquí, ¿cree que es lo mejor?
La señora Fairfax me miró como si fuese una niña.
—No lo comprende, ¿verdad? Después del incendio el señor Rochester se ausenta durante una semana. Así es como sucede.
Quería hacer más preguntas, pero el ama de llaves se disculpó y me quedé sola. Encaucé mis ideas, alisé la capa y salí al exterior para dar una vuelta a la casa y asegurarme de que todo estuviese seguro. Todos los peones de la hacienda me saludaron respetuosamente al pasar, cada uno de ellos llevaba algún tipo de arma. Con la esperanza de que ninguno de ellos tuviese que enfrentarse a él, atravesé el jardín en la dirección que había seguido Hades la noche antes. Justo estaba atravesando las grandes hayas cerca de la verja baja cuando una voz familiar me llamó.
—¿Tenemos alguna oportunidad contra él?
Era Rochester. Se encontraba de pie detrás de uno de los grandes troncos, mirándome con una gran preocupación grabada en el rostro.
—Todas las posibilidades, señor —respondí—. Sin mí está atrapado aquí; si quiere regresar, tiene que negociar.
—¿Y dónde está?
—Iba a probar en el pueblo. ¿No se supone que usted está en la casa del señor Eshton?
—Quería hablar con usted antes de irme. Hará usted lo que pueda, ¿no?
Le aseguré que haría todo lo que estuviese en mi mano y luego partí para el pueblo.
Millcote era un pueblo de bastante buen tamaño. Llegué al centro, donde encontré una iglesia, una parada de diligencias, tres posadas, un banco, dos pañeros, un mercader de bienes en bolsa y otras tiendas. Era día de mercado y el pueblo estaba muy atareado. Nadie me miró dos veces mientras recorría los puestos que estaban llenos hasta arriba con productos de invierno y caza. Aparte del ligero olor a tinta que dominaba la escena, bien podría haber sido real. El primer hostal que encontré era The George. Como en el libro aparecía nombrado, supuse que ofrecería la mejor oportunidad.
Entré y pregunté al hostelero si un hombre de gran estatura se había hospedado allí esa mañana. El propietario proclamó que no, pero que no era la única posada del pueblo. Le di las gracias y salí por la puerta, pero me detuve de inmediato al oír el sonido incongruente de un obturador. Me di la vuelta lentamente. Detrás de mí tenía a una pareja japonesa, vestida con ropas de la época pero con uno de los dos sosteniendo una enorme cámara Nikon. La mujer intentó ocultar a toda prisa ese anacronismo evidente y empezó a arrastrar al hombre para sacarlo de la puerta.
—¡Esperen!
Se detuvieron y se miraron nerviosos.
—¿Qué hacen aquí? —pregunté incrédula.
—En visita desde Osaka —afirmó la mujer, a lo que el hombre, que no parecía hablar inglés, asintió vigorosamente y empezó a consultar una guía de Brontë escrita en japonés.
—¿Cómo…?
—Me llamo señora Nakajima —anunció la mujer—, y éste es el señor Suzuki.
El hombre me sonrió y emocionado me dio la mano.
—¡Esto es una locura! —dije con furia—. ¿Intentan decirme que los dos son turistas?
—Efectivamente —admitió la señora Nakajima—. Realizo el salto una vez al año y me traigo conmigo a un visitante. No tocamos nada y jamás hablamos con la señorita Eyre. Como puede ver, vamos vestidos de acuerdo a la época.
—¿Japoneses? ¿En la Inglaterra de mediados del siglo diecinueve?
—¿Por qué no?
Efectivamente, por qué no.
—¿Cómo lo hace?
La mujer se encogió de hombros.
—Simplemente puedo —respondió con sencillez—. Pienso intensamente, digo unas líneas de la novela y, bien, aquí estoy.
No tenía tiempo para esto.
—Escúcheme. Me llamo Thursday Next. Trabajo con Victor Analogy en el departamento de detectives literarios de Swindon. ¿Ha oído lo del robo del manuscrito?
Asintió con la cabeza.
—Hay una presencia tenebrosa en el libro, pero mi plan para extraerla depende de que yo sea la única forma de salir. No se detendrá ante nada por emplearla a usted para salir si tiene la más remota posibilidad. Le imploro que vuelva a saltar a su lugar de origen mientras todavía pueda.
La señora Nakajima lo consultó durante un tiempo con su cliente. Me explicó que el señor Suzuki tenía la esperanza de ver a Jane si fuese posible, pero que si regresaba tendría que devolverle el dinero. Yo repetí mi posición sobre la cuestión y al final aceptaron. Les seguí hasta su habitación y esperé mientras hacían las maletas. La señora Nakajima y el señor Suzuki me dieron la mano, se agarraron con fuerza y se evaporaron. Agité la cabeza con tristeza. Parecía que quedaban muy pocos lugares que el turismo no hubiese tocado.
Abandoné el calor de la posada por el frío del exterior y dejé atrás un puesto que vendía tubérculos para llegar a The Millcote, donde pregunté por cualquier nuevo cliente.
—¿Y quién desea ver al señor Hedge? —preguntó el posadero, escupiendo y luego limpiando una tosca jarra de cerveza.
—Dígale que la señorita Next desea verle.
El posadero se perdió escaleras arriba y regresó en su momento.
—Habitación siete —respondió bruscamente, y volvió a sus tareas.
Acheron estaba sentado junto a la ventana, dando la espalda a la puerta. No se movió cuando entré.
—Hola, Thursday.
—¿Señor Hedge?
—Los pueblerinos de la Inglaterra del siglo diecinueve eran muy supersticiosos. Me pareció que Hades podría resultarles un poco fuerte.
Se volvió para mirarme, sus penetrantes ojos azules parecían escrutar mi interior. Pero su poder sobre mí se había apagado; no podía leerme como había leído a otros. Se dio cuenta de inmediato, medio sonrió y volvió a mirar por la ventana.
—Se ha vuelto fuerte, señorita Next.
—Me crezco frente a la adversidad.
Rió brevemente.
—Debería haberme asegurado de matarte delante del apartamento de Styx.
—¿Y acabar con la diversión? Tu vida hubiese sido considerablemente más aburrida sin mí y el resto de OpEspec para animártela.
Pasó de mí y cambió de tema.
—Una persona tan llena de recursos como tú jamás habría venido aquí sin una forma de salir. ¿Qué es, Thursday? ¿Un código preestablecido para hacer saber a Mycroft cuándo debe abrir el portal?
—Algo así. Si me das el manual de instrucciones y a Polly, te prometo que tendrás un juicio justo.
Hades rió.
—Me parece que estoy más allá de cualquier juicio justo. Podría matarte ahora y siento grandes ganas de hacerlo, pero la idea de quedarme atrapado en esta narrativa durante la eternidad me impide esa acción. Intenté llegar a Londres, pero es imposible; los únicos lugares que existen en este mundo son los que Charlotte Brontë describe y que aparecen en la narración. Gateshead, Lowood… Incluso me sorprende que haya tanto de este pueblo. Dame la palabra clave para salir de aquí y tendrás el manual y a Polly.
—No. Primero me darás el manual y a mi tía.
—¿Ves? Un impasse. Pero querrás esperar a que el libro se escriba de nuevo, ¿no?
—Evidentemente.
—Entonces, no te daré problemas hasta el momento en que Jane abandona definitivamente Thornfield. Después, negociaremos.
—No negociaré, Hades.
Hades agitó la cabeza lentamente.
—Negociará usted, señorita Next. Puede que seas desagradablemente santurrona, pero ni siquiera tú soportarías la idea de pasar el resto de tu vida en este lugar. Eres una mujer inteligente; estoy seguro de que se te ocurrirá algo.
Suspiré y regresé al exterior, donde el bullicio de los compradores y los tenderos era un alivio bienhallado tras el alma oscura de Hades.