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Una mujer llamada Thursday Next

«… Nadie podría discutir que tenemos una deuda de gratitud con la Corporación Goliath. Nos ayudaron a recuperarnos tras la Segunda Guerra y no deberíamos olvidarlo. Sin embargo, recientemente, da la impresión de que la Corporación Goliath se va rezagando con respecto a sus promesas de justicia y altruismo. Ahora nos vamos encontrando en la desafortunada posición de seguir pagando una deuda que se saldó hace tiempo; con intereses…»

SAMUEL PRING

Discurso ante el parlamento del Goliathescéptico inglés

Me encontraba en el Cementerio Conmemorativo de OpEspec en Highgate mirando la lápida de Snood. Decía:

FILBERT R. SNOOD

Un buen agente que entregó sus

años a la llamada del deber

—El tiempo no espera por nadie—

OE-12 y OE-5

1953-1985

Dicen que el trabajo te envejece —y a Filbert le había envejecido mucho—. Quizá fuese para mejor que no me hubiese llamado tras el accidente. No habría funcionado y la separación, al producirse —separación que llegaría con seguridad—, podría haber sido excesivamente dolorosa. Coloqué una pequeña piedra sobre su lápida y le dije adiós.

—Tuvo usted suerte —dijo una voz.

Me volví para ver a un hombre bajo vestido con un traje oscuro y caro sentado en el banco opuesto.

—¿Disculpe? —pregunté, desconcertada por la intrusión en mis pensamientos.

El hombre bajo sonrió y me miró con intensidad.

—Me gustaría hablar con usted sobre Acheron, señorita Next.

—Es uno de los ríos que fluye en el mundo subterráneo[3] —le dije—. Busque en la biblioteca local en la sección de mitología griega.

—Me refería a la persona.

Le miré durante un momento, intentando deducir quién era. Llevaba un pequeño sombrero sobre una cabeza redonda a la que habían cortado el pelo para dejarla como una pelota de tenis. Tenía rasgos marcados, labios finos y no era lo que llamarías un ser humano de aspecto atractivo. Exhibía pesada joyería de oro y un alfiler de corbata con un diamante que relucía como una estrella. Sus zapatos de piel estaban cubiertos de manchas blancas y del bolsillo del chaleco le colgaba una cadena de reloj de oro. No estaba solo. De pie junto a él había un joven también vestido con traje oscuro con un bulto donde debía haber una pistola. Había estado tan perdida en mis reflexiones que no me había dado cuenta de que se habían acercado. Supuse que pertenecían a asuntos internos de OpEspec o similar; asumí que Flanker y compañía todavía no habían terminado conmigo.

—Hades ha muerto —me limité a responder, al no estar dispuesta a enredarme.

—Usted no parece creerlo.

—Sí, bien. Me han dado seis meses de permiso debido a estrés causado por el trabajo. El psiquiatra considera que sufro de síndrome de memoria falsa y de alucinaciones. Yo no creería nada de lo que digo, si fuese usted… y eso incluye lo que acabo de decir.

El hombre bajo volvió a sonreír, mostrando un enorme diente de oro.

—No creo que sufra de estrés, señorita Next. Creo que está usted tan cuerda como yo. Si alguien que ha sobrevivido a Crimea, a la policía y a ocho años de complejo trabajo como detective literario viniese y me dijese que Hades seguía con vida, prestaría bastante atención.

—¿Y quién sería usted?

Me entregó una tarjeta bordeada en oro con el logotipo azul oscuro de la Corporación Goliath estampado en relieve.

—Me llamo Schitt —respondió—. Jack Schitt.

Me encogí de hombros. La tarjeta me decía que pertenecía al servicio de seguridad interna de Goliath, una organización en la sombra que se encontraba bien lejos del control del gobierno; por decreto constitucional no respondían ante nadie. La Corporación Goliath disponía de miembros honorarios en ambas cámaras y consejeros financieros en el tesoro. El sistema judicial tenía una buena representación de gente de Goliath en el panel de selección de los jueces del tribunal supremo, y la mayoría de las universidades importantes tenían a un inspector de Goliath en residencia. Nadie se daba cuenta de lo mucho que influían en los asuntos del país, lo que quizá demostrase lo bien que se les daba. Sin embargo, a pesar de toda la benevolencia externa de Goliath, había murmullos de disidencia con respecto a los privilegios permanentes de la Corporación. Sus funcionarios no eran elegidos por el pueblo o el gobierno y sus actividades estaban reconocidas por ley. Sólo un político muy valiente se atrevería a dar voz a su inquietud.

Me senté junto a él en el banco. Hizo que su secuaz se fuese.

—Bien, ¿a qué se debe su interés en Hades, señor Schitt?

—Quiero saber si está vivo o muerto.

—Ha leído el informe del forense, ¿no es así?

—Sólo dice que un hombre de la altura, corpulencia y dentición de Hades se incineró en un coche. Hades ha escapado de cosas peores. Leí su informe; mucho más interesante. No tengo ni idea de por qué esos payasos de OE-1 lo desestimaron con tanta rapidez. Tras la muerte de Tamworth, usted es el único operativo que sabe algo sobre él. Realmente no me preocupa de quién fue la culpa de lo sucedido esa noche. Sólo quiero saber: ¿qué iba a hacer Acheron con el manuscrito de Martin Chuzzlewit?

—¿Quizás extorsión? —aventuré.

—Es posible. ¿Dónde está ahora?

—¿No estaba con él?

—No —respondió Schitt sin alterarse—. En su testimonio dijo que se lo llevó consigo en un maletín de cuero. No se encontró ni rastro en el coche quemado. Si sobrevivió, también lo hizo el manuscrito.

Le miré neutral, preguntándome adónde conducía todo esto.

—Entonces, debió de pasárselo a un cómplice.

—Es posible. El manuscrito podría valer hasta cinco millones en el mercado negro, señorita Next. Mucho dinero, ¿no cree?

—¿Qué está sugiriendo? —pregunté con brusquedad, perdiendo los nervios.

—Nada en absoluto; pero su testimonio y el cadáver de Acheron no acaban de encajar, ¿no es así? Usted dijo que le disparó después de que matase al joven agente.

—Se llamaba Snood —dije enfáticamente.

—Como sea. Pero el cadáver quemado no tenía heridas de disparos a pesar de las muchas veces que usted le disparó mientras estaba disfrazado como Buckett o la vieja.

—Se llamaba señora Grimswold.

Le miré fijamente. Schitt siguió hablando.

—Vi las balas aplastadas. Hubiese obtenido el mismo resultado disparándolas contra un muro.

—Si todo esto tiene algún sentido, ¿por qué no va al grano?

Schitt desenroscó la tapa de un termo y me lo ofreció. Lo rechacé; se sirvió una copa y siguió hablando:

—Creo que usted sabe más de lo que afirma saber. Sólo tenemos su palabra para los acontecimientos de esa noche. Dígame, señorita Next, ¿para qué planeaba usar Hades el manuscrito?

—Ya le dije: no tengo ni idea.

—Entonces, ¿por qué va a trabajar como detective literaria en Swindon?

—Es todo lo que pude conseguir.

—Eso no es cierto. Consistentemente han valorado su trabajo por encima de la media y sus registros indican que no ha vuelto a Swindon en diez años a pesar de que su familia vive allí. Una nota añadida a su expediente habla de «tensiones románticas». ¿Problemas con un hombre en Swindon?

—No es asunto suyo.

—En mi trabajo, me encuentro con muy pocas cosas que no son asunto mío. Hay muchísimas otras cosas que una mujer de su talento podría hacer, ¿pero volver a Swindon? Algo me dice que tiene otro motivo.

—¿Realmente todo eso aparece en mi expediente?

—Así es.

—¿De qué color tengo los ojos?

Schitt pasó de mí y tomó un sorbo de café.

—Colombiano. El mejor. Usted cree que Hades está vivo, Next. Creo que tiene alguna idea de dónde está y estoy dispuesto a suponer que se encuentra en Swindon y que por eso va usted allí. ¿Tengo razón?

Le miré directamente a los ojos.

—No. Simplemente vuelvo a casa para aclarar mi vida.

Jack Schitt siguió sin convencerse.

—No creo que exista el estrés, Next. Sólo gente débil y gente fuerte. Sólo la gente fuerte sobrevive frente a hombres como Hades. Usted es una persona fuerte.

Hizo una pausa.

—Si cambia de opinión, puede llamarme. Pero se lo advierto, la estaré vigilando de cerca.

—Haga lo que quiera, señor Schitt, pero tengo una pregunta para usted.

—¿Sí?

—¿Por qué le interesa Hades?

Jack Schitt volvió a sonreír.

—Me temo que esa información está clasificada, señorita Next. Buenos días.

Se tocó el sombrero, se levantó y se fue. Un Ford negro con lunas tintadas apareció en el exterior del cementerio y se lo llevó con rapidez.

Me quedé sentada y pensé. Le había mentido al psiquiatra de la policía afirmando que estaba bien para trabajar y le había mentido a Jack Schitt afirmando que no lo estaba. Si Goliath se interesaba por Hades y por el manuscrito de Chuzzlewit, sólo podía ser por motivos financieros. La Corporación Goliath era al altruismo lo que Gengis Kan al mobiliario de salón. El dinero llegaba primero a Goliath y nadie confiaba en ellos más allá de lo imprescindible. Puede que reconstruyesen Inglaterra tras la Segunda Guerra, puede que restableciesen la economía. Pero tarde o temprano la nación renovada tendría que sostenerse por sí sola y Goliath era considerada ahora no tanto como un tío benevolente sino como un padrastro tiránico.