IX

Ferdinard y Malhereux no tardaron en localizar la sala de almacén. Era una cámara diáfana, de gran tamaño, con decenas de contenedores alineados contra las rudas paredes. La luz provenía de unos paneles en el techo, pero solamente estaban encendidos la mitad, creando sombras pronunciadas en la estancia.

Y tenían compañía: Enclave había dispuesto allí un par de unidades de extracción, y también seis de las pequeñas arañas robot. Ferdinard supo que estaban esperando para transportar las células de energía, como porteadores personales. El zumbido suave de su maquinaria impregnaba el aire de la habitación.

Ferdinard y Malhereux tenían un plan, así que miraron brevemente antes de ejecutarlo.

—¿Enclave? —preguntó Ferdinard cuando se hubo colocado el casco.

—¿Sí? —preguntó la voz, casi al instante. Malhereux sonrió; casi parecía sonar ansiosa, diferente de su tono desacelerado habitual. Estaba seguro de que, dentro de los parámetros de su programación, el ordenador había esperado con impaciencia la comunicación.

—Estamos en el almacén de células de energía —dijo.

—Perfecto —exclamó la voz.

—Pero hay malas noticias —añadió Ferdinard. La voz no contestó.

—Las células… están todas vacías. Agotadas.

Miró a su compañero, que estaba junto a él, en mitad de la diáfana sala.

—Negativo —respondió Enclave—. Mis sistemas indican que el almacén de células contiene ciento diecinueve unidades, de las cuales ochenta son nuevas, llegadas a la instalación solamente tres días antes de que Enclave perdiera el control. Todas funcionan.

—¿En serio? —preguntó Ferdinard aparentando indiferencia—. Pues entonces hay un problema en alguna parte. O bien los sensores no funcionan o hay un fallo en alguna otra parte.

—Los sensores funcionan —respondió la voz, ahora con suavidad.

—Si los sensores funcionan, hay otros procesos que pueden estar afectados.

—Los sistemas de análisis indican que todos los procesos funcionan.

—Entonces los sistemas de análisis pueden estar dañados —respondió Ferdinard, despacio. Malhereux le miraba, entre divertido y expectante.

Enclave no respondió.

—Parece un fallo del sistema —dijo Malhereux—. Algo serio, sin duda.

—No hay ningún fallo —dijo Enclave.

—Yo me aseguraría —comentó Ferdinard—. No nos cuesta nada. Podemos ir a la sala del servidor central y hacer un diagnóstico.

De pronto, uno de los grandes robots, idéntico al que dieran esquinazo en la Sala de Control, se incorporó cuan alto era con un inesperado y violento movimiento, haciendo mover sus brazos en el aire. Ferdinard se puso derecho, sintiendo que un escalofrío le recorría la espalda. El robot recorrió la distancia que le separaba de ellos con dos grandes zancadas y entonces se detuvo, indeciso. Malhereux contenía la respiración.

El robot se giró a un lado y hacia otro, y luego se encogió sobre sí mismo.

Ferdinard soltó todo el aire de los pulmones, pero Malhereux miraba con suspicacia. O mucho se equivocaba, o Enclave parecía sufrir una especie de debate interno. Presentía el engaño, sabía que algo estaba fuera de lugar, pero no tenía manera de comprobar nada. Era una máquina y solo tenía sus sensores para conectar con la realidad de las cosas. ¿Había mandado el robot, quizá, para que comprobara lo incomprobable? ¿Había sido un arrebato de furia que había cancelado en el último momento?

—De acuerdo —dijo Enclave entonces. Ferdinard abrió tanto los ojos que parecía que se iban a salir de las órbitas—. Iréis a la unidad central y realizaréis un diagnóstico. Pero os mantendréis a menos de un metro de esta unidad.

—Nos retrasará un poco —dijo Ferdinard.

—No tiene importancia —exclamó Enclave al tiempo que los brazaletes producían un sonido agudo—. He marcado en vuestra esquemática la ubicación del servidor. Id allí.

Silencio.

Ferdinard y Malhereux se quitaron otra vez los cascos, pero se miraron inseguros. Ferdinard hizo un gesto hacia el robot, y Malhereux se encogió de hombros. Luego, se acercó a su compañero para hablarle al oído.

—¿Crees que puede oírnos a través de esta cosa?

—Oh. No, no —le contestó, susurrando tanto como le fue posible—. No tiene ningún sistema de recepción de sonido. Pero las salas… podrían.

—¿Cámaras?

—Cámaras, sí. Sensovisión de primera calidad, para los operarios remotos.

Ferdinard asintió.

—Está bien —dijo entonces, hablando con normalidad—. En marcha.