DEDICATORIA A JEAN DESBORDES
Hasta el sol tiene manchas. Su corazón no las tiene. Me ofrece usted a diario este espectáculo: su sorpresa de saber que el mal existe.
Acaba usted de escribir Los Trágicos, un libro que está por encima de las sintaxis. Cita en él a guisa de epígrafe cuatro versos míos. Le ofrezco estas notas a cambio, porque posee usted al natural esa ligereza profunda que imita un poco el opio.