Elegir sus trampas

El ritmo de nuestra vida se desarrolla por períodos, muy semejantes, salvo en que se presentan de una manera que los hace irreconocibles. El acontecimiento-trampa o la persona-trampa, son tanto más peligrosos cuanto que dependen, por su propia cuenta, de la misma ley y llevan sinceramente la máscara.

A la larga, el sufrimiento nos da el alerta y señala multitud de trampas. Pero, a menos de una negativa insípida a vivir, hay que aceptar ciertas trampas, a pesar de la seguridad que entrañan de tener consecuencias funestas. La sabiduría consiste en estar loco cuando las circunstancias valen la pena de estarlo.

Goethe es uno de los primeros que ha hablado de una verdad del arte, obtenida con lo contrario de la realidad (a propósito de un grabado de Rembrandt). Hoy, toda investigación es admitida como investigación. Es difícil de imaginar la soledad de Ucello. «Ese pobre Paolo —dice Vasari—, poco versado en la ciencia de la equitación, habría hecho una obra maestra si no hubiese representado a su caballo levantando las dos patas del mismo lado, lo cual es imposible». Ahora bien, toda la nobleza de la obra a que se refiere Vasari procede de ese contraste, de ese acto de presencia del artista, por medio del cual se afirma y exclama a través de los siglos: «Ese caballo es un pretexto. Me impide morir. ¡Aquí estoy!».

Escena de Orfeo