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El aparcamiento de Sears & Roebuck: amplio, vacío. A una calle de allí, mi bloque de pisos del Eastside.

Temprano. Luces de sodio sobre el asfalto. Él nos vería.

683 de los grandes metidos en cuatro maletines.

El revólver del 45 sujeto al tobillo con esparadrapo.

Wylie Bullock en el asiento delantero. Esposado, con las manos en el regazo.

A su lado, el machete de la cocina de Exley.

Unos faros acercándose.

Coloqué los maletines del dinero sobre el capó. Sin abrigo, sin pistolera. Que me cacheara.

—Llegas temprano, muchacho.

—Tomo precauciones.

—Dadas tus circunstancias, yo también las tomaría. ¿Y ese tipo que veo en el coche?

—Un piloto. Me llevará al sur.

Echó un vistazo; la ventanilla del pasajero estaba a medio bajar. Bullock mantuvo la calma, con mi gabán sobre las esposas.

—¡Unos maletines magníficos! ¿Has contado cuánto hay?

—Casi setecientos mil.

—¿Es mi parte?

—Sí.

—¿A cambio de…?

—De la seguridad de la gente que dejo aquí.

—¿La gente, en plural, muchacho? ¿Tienes más seres queridos además de tu hermana?

—En realidad, no.

—¡Aaah! Estupendo. ¿Y Vecchio?

—Muerto.

—¿Has traído la prueba que te pedí?

—Está con el dinero.

—Bien. Entonces, dado que Edmund Exley es inabordable y está bastante comprometido, yo diría que aquí nos despedimos.

Me acerqué un poco más, tapándole la visión. Cobertura para Bullock.

—Sigo teniendo curiosidad por algunas cosas.

—¿Cuáles?

Su tono, más alto. Una pizca.

Aún no era el momento de ponerle furioso.

—Madge Kafesjian me contó lo del ciego y los muertos. Me admiró cómo hiciste el trato con J.C. y Phil Herrick.

Dudley soltó una carcajada, un enorme rugido teatral.

Llevé la mano atrás y abrí la puerta de Bullock.

—Entonces era muy atrevido, muchacho. Comprendí las metáforas de la codicia y de la rabia ciega, y no se me pasó por alto lo absurdo de un invidente empuñando un calibre diez.

—Me gustaría haberte visto negociar el trato.

—Fue bastante prosaico. Sencillamente, les dije a los señores Kafesjian y Herrick que su licor fabricado a bajo coste había causado cuatro muertes y un montón de sufrimientos indecibles. Les informé de que, a cambio de un porcentaje de sus beneficios comerciales, tales padecimientos seguirían siendo un asunto que se resolvería estrictamente entre ellos y Dios.

—¿Nada más?

Bullock, murmurando.

—También recurrí a un convincente argumento visual. Una fotografía forense de una joven pareja decapitada pareció ejercer cierto efecto en su respuesta.

Los murmullos, más audibles. Carraspeé para disimularlos.

—Muchacho, ¿ese piloto tuyo habla solo?

Un asomo de recelo. Cuidado con sus manos.

—Muchacho, ¿quieres abrir el maletín que contiene la verificación?

Di otro paso hacia él.

Dudley flexionó las manos una fracción de segundo demasiado deprisa. Pivoté sobre un pie para soltar un rodillazo con la otra pierna. Él esquivó el golpe.

Sendas cuchillas asomando de los puños de la camisa. Cojo un maletín, me cubro con él…

Dos estiletes empuñados con destreza.

Dirigidos contra mí. Dos hojas rasgan el cuero, se clavan en él.

Dejé caer el maletín.

Dudley se plantó ante mí, con los brazos abiertos de par en par.

Bullock saltó del coche con el machete entre las manos.

—¡EL HOMBRE DE LOS OJOS! ¡EL HOMBRE DE LOS OJOS!

Lancé otro rodillazo.

Dudley hincó la rodilla. Bullock se abalanzó sobre él con el machete por delante.

Golpes sin control: las esposas no le dejaban empuñar el arma con comodidad. La hoja le rajó la boca de oreja a oreja. Un golpe de gracia fallido: el machete golpeó el asfalto.

—¡EL HOMBRE DE LOS OJOS!

Bullock, encima de Dudley.

Mordiscos.

Zarpazos.

Buscándole los ojos.

Miro: una órbita vacía, chorreando sangre. Un grito:

—¡NOOO!

Mi voz. Mi revólver, en la mano. Apuntando a los dos hombres hechos un ovillo.

Disparé dos veces. Dos fallos: las balas rebotaron en el pavimento.

Dos tiros más, apuntando a Bullock. La cara del loco reventó.

Una rociada de fragmentos de hueso en mis ojos.

Más disparos, a ciegas. Zumbidos de balas rebotadas, una imagen borrosa.

Dudley sobre Bullock, abriéndole las manos a la fuerza.

Dudley tambaleándose, gritando exultante; volvía a tener el ojo en su sitio.

Cogí el dinero y eché a correr. A mi espalda retumbó el eco: «¡EL HOMBRE DE LOS OJOS! ¡EL HOMBRE DE LOS OJOS!»

Una semana. Reconstrucción:

Corrí la distancia que me separaba de mi bloque de pisos. En el sótano., viejos escondrijos de apuestas ilegales. Guardé allí el dinero. Llamadas desde el teléfono del conserje:

Glenda, larga distancia: abandona, coge el dinero, escóndete. Pete en El Segundo: suelta a Chick; Glenda tiene veinte de los grandes para ti.

Pandemonium en Sears: coches patrulla acudiendo al tiroteo. Bullock, muerto; Dudley, trasladado al hospital. Mi explicación: hablen con el jefe Exley.

Me detuvieron, atendiendo la orden de busca y captura de Exley. Me dejaron hacer una llamada. Telefoneé a Noonan.

Se produjo una batalla por la custodia. LAPD contra los federales: Noonan, victorioso.

Protección a testigo material; sin acusaciones contra mí, todavía.

Una suite en el Statler Hilton. Vigilantes amistosos: Jim Henstell y Will Shipstad.

Un televisor en la habitación. En las noticias:

Mickey Cohen, buen ciudadano, colaborador de los federales.

Bob Cámara de Gas Gallaudet, nueve días desaparecido: ¿Dónde está el fiscal del Distrito?

Visitas frecuentes de Welles Noonan.

Mi táctica: mutismo absoluto.

La suya: amenazas, lógica de abogado.

Exley le visitó el día que cogimos a Bullock. Le propuso un trato:

Un esfuerzo conjunto LAPD/federales: limitación de la investigación a Narcóticos y Dave Klein aporta cuatro testigos. Colaboración asegurada; Exley citó textualmente: «Enterremos el hacha de guerra y trabajemos juntos. Uno de los testigos será un hombre de alto rango del LAPD, más que un declarante hostil. Ese hombre tiene conocimientos muy íntimos sobre la familia Kafesjian y yo diría que podría abrírsele proceso federal por media docena de acusaciones, por lo menos. Creo que su presencia compensará más que de sobras la pérdida de Dan Wilhite, quien, desgraciadamente, se suicidó la semana pasada. Señor Noonan, ese oficial está muy sucio. Lo único que quiero es que sea presentado como un individuo aislado, como un caso totalmente autónomo del LAPD, igual que ha accedido a presentar a la sección de Narcóticos

Lo siguiente: una conferencia de prensa conjunta, LAPD/federales.

Mis «testigos»:

Wylie Bullock, muerto.

Chick V, escondido, probablemente.

Madge, lamentándose en algún rincón.

Dudley Smith, en estado crítico.

Relaciones públicas «críticas». Exley manipuló a la prensa: no salió ni una palabra del asunto Bullock. Ninguna acusación pública contra mí; Bullock, incinerado.

Sin «testigos». Y Noonan, furioso.

Amenazas:

«Procesaré a su hermana por evasión de impuestos

«Entregaré a la Fiscalía las cintas con las grabaciones: Glenda Bledsoe reconoció haber matado a Dwight Gilette

«Tengo grabada su voz diciéndole a un tal Jack, «mátale». Si se niega a hablar conmigo, haré que los agentes federales investiguen entre sus conocidos hasta dar con ese hombre

Mi táctica: mutismo absoluto.

Mi as en la manga: era el único testigo. Y lo sabía TODO.

Los días pasaron lentamente. No más noticias de la «ola de crímenes» en Los Angeles. Noonan y Exley pusieron el sedante: Tommy y J.C., bajo vigilancia federal. Intocables.

Una visita de Ed Exley.

—Creo que me ha robado el dinero. Colabore con Noonan y dejaré que se lo quede. Va a necesitar dinero… y yo no lo voy a echar en falta.

»Sin su testimonio, no podremos tocar a Dudley.

»Si este acuerdo con los federales fracasa, el departamento ofrecerá una imagen vergonzosa de ineficacia.

Mi táctica: mutismo absoluto.

Una visita de Pete B. Cuchicheos:

—Glenda tiene el dinero y me ha pagado lo que me correspondía. Corren rumores de que eres un soplón de los federales y Sam Giancana acaba de anunciar un contrato.

Una visita de dos sabuesos del sheriff:

—Queremos a Glenda Bledsoe por el asunto de Miciak.

Mi táctica: confesión. Le maté yo solo. Dejé caer detalles de las heridas; los tipos de la policía local tragaron. Dijeron que me acusarían de asesinato en primer grado.

Noonan, presente, se plantó: «Utilizaré todo el poder del Gobierno Federal para mantener a este hombre bajo mi única custodia. »

Una llamada. Jack Woods, para confirmar:

—Meg está bien. Sam G. ha hecho correr la voz. Date por muerto.

Noticia vieja.

Días largos, jugando a cartas con Will Shipstad para matar el rato. Intuición: el agente odia el trabajo de federal y odia a Noonan. Le insinué un trato: borrar la cinta de Glenda por treinta de los grandes.

Accedió.

Noonan lo confirmó al día siguiente: «¡Esos técnicos incompetentesUna pataleta fenomenal.

Noches largas; malos sueños: muertes, palizas, sobornos, extorsiones, mentiras.

Malos sueños, insomnio.

Miedo a quedarme dormido por las persistentes pesadillas: Johnny, suplicando; Dudley, tuerto.

Glenda, una imagen difícil de evocar, una voz fácil de oír:

«Tú quieres confesar

Dos noches, seis cuadernos de notas completos. Dave Klein, el Contundente, confiesa

Muertes, palizas, sobornos, extorsiones, comisiones: toda mi carrera en la policía hasta Wylie Bullock. Mentiras, coacciones, promesas incumplidas, juramentos rotos. Exley y Smith, mis cómplices. Que se entere el mundo.

Noventa y cuatro páginas; Shipstad filtró la confesión a Pete B.

Por medio de Pete, copias a Hush-Hush, Los Angeles Times, y la Fiscalía General del Estado.

El tiempo apremiaba y Noonan se volvía loco: quedaba pendiente la conferencia de prensa y me necesitaba en ella.

Amenazas, ofertas, más amenazas

Mi única palabra: «Deme dos días de libertad bajo vigilancia federal. Cuando vuelva a custodia, prepararemos mi declaración

Noonan, a regañadientes, medio fuera de sí: «Está bien

L.A. Herald-Express, 6/12/58:

CONFERENCIA DE PRENSA LAPD FEDERALES,

SUSPENDIDA

El anuncio de la semana pasada sorprendió a todo el mundo: el departamento de Policía de Los Angeles y la Fiscalía Federal del distrito de Southern California celebrarían una conferencia de prensa conjunta. Adversarios durante la investigación sobre el crimen organizado en el Southside que aún tiene en marcha el fiscal Welles Noonan, los dos organismos han mantenido durante los últimos tiempos un trato cualquier cosa menos amistoso. Funcionarios federales acusaron al LAPD de permitir el aumento desorbitado de la delincuencia en el sur y en el centro de la ciudad, mientras que el jefe de Detectives del LAPD, Edmund Exley, acusó al señor Noonan de organizar una campaña de desprestigio contra su departamento por motivos políticos. Estas disensiones finalizaron la semana pasada, cuando los dos hombres ofrecieron a los periodistas declaraciones idénticas. Ahora, la conferencia de prensa de mañana ha sido suspendida precipitadamente, lo cual ha dejado desconcertados a muchos miembros de la comunidad de servidores de la ley y el orden.

La nota de prensa de la semana pasada está redactada con sumo cuidado y sólo insinuaba que se había establecido un esfuerzo conjunto entre el LAPD y los agentes federales, dirigido tal vez a conseguir actas de acusación contra miembros de la sección de Narcóticos del departamento de Policía. Mañana debían hacerse públicos muchos más datos, y una fuente anónima de la Fiscalía Federal ha declarado que, en su opinión, este esfuerzo conjunto se ha visto frustrado debido al incumplimiento de unas promesas oficiales. Preguntado sobre a qué «promesas» se refería, esta fuente concretó: «Un oficial de la Policía de Los Ángeles ha escapado a la custodia federal. Este oficial tenía que haber testificado contra miembros de la brigada de Narcóticos del LAPD y contra una familia de delincuentes con la que dicha brigada ha mantenido una larga relación, y también tenía que haber presentado a declarar a un total de cuatro testigos potenciales más. Estos testigos no han sido aportados y, cuando se permitió al oficial abandonar la custodia durante cuarenta y ocho horas para resolver unos asuntos personales, atacó a su agente de vigilancia y huyó. Para ser sinceros, sin ese hombre, la Fiscalía sólo puede presentar como testigo a Mickey Cohen, un antiguo gángster.»

Especulaciones sobre la ola de crímenes

Esta situación se produce en mitad de una oleada de crímenes estadísticamente sobrecogedora, concentrada en gran parte en el Southside. El índice de homicidios en la ciudad aumentó el mes pasado en un 1600% y, aunque no han querido confirmarlo ni el LAPD ni la Fiscalía, ciertas especulaciones relacionan las muertes en ajustes de cuentas de la última semana en Watts con el tiroteo del mercado de Hollywood Ranch, que también dejó un saldo de cuatro muertos. Añadan a eso la misteriosa desaparición del fiscal del Distrito, Robert Gallaudet, y los homicidios —aún por resolver— de la familia Herrick, el 19 de noviembre pasado, y tendrán lo que el gobernador, Goodwin J. Knight, ha llamado «una situación explosiva. Tengo completa confianza en la capacidad del jefe Parker y del jefe ayudante Exley para mantener el orden, pero uno aún se pregunta qué puede haber causado un aumento tan drástico en la criminalidad».

El jefe Exley se negó a comentar las razones de la suspensión de la conferencia de prensa. Preguntado sobre la reciente ola de crímenes, declaró: «Ha sido una mera coincidencia, los sucesos no guardan relación entre ellos y la situación ya se ha normalizado.»

L.A Mirror, 8/12/58:

EL LAPD SE ADELANTA A LOS FEDERALES

EN UNA JUGADA ARRIESGADA

El jefe de Detectives del departamento de Policía de Los Angeles, Edmund J. Exley, famoso por su firmeza, convocó esta mañana una improvisada rueda de prensa. Se esperaba que Exley hablase de la reciente investigación federal sobre la delincuencia en el Southside y que ofreciera algún comentario sobre las razones que han llevado al LAPD y a la Fiscalía Federal del Distrito a abandonar, según parece, la fugaz «actuación conjunta» en la investigación del crimen organizado en el Southside y en la sección de Narcóticos del propio departamento de Policía.

Sin embargo, Exley no hizo ninguna de ambas cosas. En lugar de ello, mediante una breve declaración preparada, lanzó duras acusaciones contra la sección de Narcóticos y afirmó que él en persona aportaría pruebas incriminatorias a un gran jurado del Condado especialmente reunido para el caso, y que ofrecería voluntariamente informaciones sobre delitos fiscales a la oficina del fiscal federal.

Tras describir Narcóticos como «una unidad policial de funcionamiento autónomo que se había vuelto loca», Exley declaró estar convencido de que «la larga tradición de corrupción» de esa unidad no se ampliaba a otras secciones del LAPD, pero añadió que la sección de Asuntos Internos, bajo su propia supervisión personal, iba a «peinar este cuerpo de Policía como una jauría de sabuesos, para tener la certeza de que la corrupción no se ha extendido más allá».

Exley se negó a responder a las preguntas de los perplejos reporteros, aunque anunció que el oficial responsable de la sección de Narcóticos, el capitán Daniel Wilhite, de 44 años, se ha suicidado recientemente. Exley declaró también que los detectives de Asuntos Internos están entrevistando a diversos agentes de Narcóticos para que accedan a declarar voluntariamente ante el gran jurado.

Preguntado sobre el grado de corrupción de Narcóticos, el jefe Exley lo calificó de «muy alto». «Tengo datos concluyentes que apuntan a que esa sección ha estado en connivencia con una depravada familia de traficantes de estupefacientes durante más de veinte años. Tengo la intención de reformar la sección de Narcóticos de arriba abajo y me propongo desarticular esa organización criminal familiar. Remitiré a la Fiscalía Federal toda la información correspondiente a su jurisdicción, pero el fiscal Welles Noonan debe saber que voy a asumir la responsabilidad principal en la limpieza de mi propia casa».

Revista Hush-Hush, 11/12/58:

¡¡¡LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, AMORDAZADA!!!

J'ACCUSE! J'ACCUSE!

«Nitroglicerina periodística»: éste es el único modo de calificar las 94 páginas que llegaron a la redacción de Hush-Hush hace diez días. Una bomba atómica de acusaciones que también ha sido enviada a un periódico de Los Angeles y a la Fiscalía General del Estado.

Tanto ese periódico como la oficina del fiscal han decidido hacer caso omiso del documento; nosotros hemos optado por publicarlo. La fuente confidencial que trasmitió esta bomba atómica literaria certificó su autenticidad, y en Hush-Hush le creímos. Noventa y cuatro páginas de revelaciones bochornosas, acerbas, candentes. Las confesiones de un policía corrupto de Los Angeles, fugitivo de los gángsters, de la policía y de su propio pasado violento. Nuestros lectores deberían haberlo leído todo aquí el 18 de diciembre, pero ha sucedido algo inesperado.

Gatitos y gatitas, en este asunto estamos pisando un terreno legal resbaladizo. Podemos describir las maquinaciones «legales» que nos han impuesto la censura y nuestros abogados dicen que la descripción general del contenido de ese material que ofrecemos en el párrafo anterior no viola el interdicto «legal» presentado contra nosotros por el departamento de Policía de Los Angeles.

Pero vamos a ir un poco más allá en nuestra descripción: esas 94 páginas habrían hecho doblar la rodilla al LAPD. Nuestro remitente (anónimo, lamentablemente), imperturbable en la confesión de su propia corrupción, acusaba también a conocidos policías de Los Angeles de manejos ilícitos y delictivos a una escala espectacular y afirmaba que mandos del LAPD encubren una compleja red de circunstancias que rodea la reciente ola de crímenes en la ciudad. Revelaciones muy calientes, capaces de levantar ampollas, perfectamente verificables… y no podemos ponerlas por escrito.

Hasta aquí, todo lo que nuestros abogados nos permiten contar de esas 94 páginas. ¿Os ha abierto el apetito? Bien, ahora pasemos a atizar vuestra indignación:

Un empleado nuestro, un hombre encargado de conseguir información por vías electrónicas, tiene un problema de bebida. El hombre vio esas 94 páginas, se dio cuenta de que eran pura dinamita y llamó a un conocido suyo del LAPD. Nuestro empleado, un prófugo de la libertad provisional con varias denuncias pendientes por conducir ebrio, filtró esas páginas a su conocido, que las hizo llegar a la jerarquía policial. El LAPD ha conseguido un requerimiento judicial para impedir su publicación. Nuestro empleado ha sido recompensado: las denuncias contra él han sido declaradas nulas y retiradas. Nuestras 94 escandalosas páginas han sido secuestradas y no podemos publicar ni una sola línea, bajo amenaza de procesamiento.

¿Y ese otro periódico de la ciudad? ¿Y la Fiscalía General del Estado?

No han dado crédito a sus 94 páginas. Las han tachado de bazofia sin pies ni cabeza. Los hechos monstruosos que contienen son demasiado terribles para creerlos posibles.

¿Y el autor? Sigue suelto por ahí, entre los florecientes bajos fondos de nuestra ciudad de Los Angeles Caídos.

¿Conclusión? Tú decides, lector. Expresa tu condena por esta censura fascista. Escríbenos. Escribe al LAPD. Expresa tu indignación. Apoya a un policía corrupto cuyo mea culpa ha resultado demasiado explosivo para hacerlo público.

TITULARES:

L.A. Times, 14/12/58:

CONVOCADO EL GRAN JURADO; DECLARACIONES

DE AGENTES DE «NARCÓTICOS»

L.A. Mirror, 15/12/58:

OÍDOS SORDOS A LAS DENUNCIAS DE «CENSURA»

DE HUSH-HUSH

L.A. Herald-Express, 16/12/58:

EL LAPD DESCALIFICA LAS ACUSACIONES

DE HUSH-HUSH

L.A. Times, 19/12/58:

AGENTES DE NARCÓTICOS, PROCESADOS

L.A. Mirror, 21/12/58:

EXLEY: LAS ACUSACIONES DE HUSH-HUSH,

«ABSURDAS»

L.A. Mirror, 22/12/58:

PRESUNTOS REYES DE LA DROGA, ANTE

EL GRAN JURADO

L.A. Herald-Express, 23/3/58:

POLÉMICA DECISIÓN DEL GRAN JURADO:

LOS KAFESJIAN NO SERÁN PROCESADOS

EL FISCAL DE DISTRITO EN FUNCIONES ADMITE

IRREGULARIDADES EN LOS TESTIMONIOS

DE NARCÓTICOS

L.A. Examiner, 26/12/58:

GALLAUDET SIGUE DESAPARECIDO; CONTINÚA

LA BÚSQUEDA

L.A. Mirror, 27/12/58:

ALCALDE POULSON: «LAS ACUSACIONES

DE HUSH-HUSH, RIDÍCULAS»

L.A. Mirror, 28/12/58:

SE DA POR CONCLUIDA LA INVESTIGACIÓN FEDERAL

SOBRE EL CRIMEN ORGANIZADO

L.A. Herald-Express, 3/1/59:

CONCEDIDA UNA PENSIÓN ESPECIAL A POLICÍA

MAESTRO DE CEREMONIAS

La escena era triste, conmovedora; la antítesis de los recientes titulares policiales: «Agentes de Narcóticos procesados por cohecho.» La escena era la de un policía de Los Angeles malherido, luchando por la vida en una cama de hospital.

Dudley L. Smith, capitán del LAPD. Nacido en Dublín, criado en Los Ángeles, coordinador de agentes encubiertos del Servicio Exterior durante la Segunda Guerra Mundial. Cincuenta y tres años de edad, treinta como policía. Esposa y cinco hijas. Numerosas citaciones al valor, maestro de ceremonias del LAPD, capellán laico. Dudley L. Smith, apuñalado en un altercado con un ladrón hace cinco semanas, se debate hoy por conservar la vida.

Hasta el momento, está ganando la batalla: ha perdido un ojo, está paralizado, ha sufrido lesiones cerebrales y, probablemente, no volverá a caminar. Cuando está lúcido, entretiene a las enfermeras con su acento irlandés y esas bromas de que se dedicará a los anuncios como el hombre del parche en el ojo que anuncia las camisas Hathaway. Pero la mayor parte del tiempo carece de esa lucidez, lo cual resulta penoso.

El LAPD no facilitará más detalles del suceso en el que resultó herido Dudley Smith, pues sus compañeros saben que éste preferiría ahorrar a la familia del ladrón —muerto en el enfrentamiento— la ignominia del conocimiento público de su nombre. Se trata de un asunto lamentable, como lo es el hecho de que Dudley Smith requerirá cuidados sanitarios intensivos el resto de su vida.

Su pensión como policía y sus ahorros no alcanzarían a cubrir el coste y Smith es demasiado orgulloso como para aceptar contribuciones caritativas de miembros del cuerpo. Se trata de un policía legendario, muy apreciado, que ha dado muerte a ocho hombres en el cumplimiento del deber. Conocedor de todo esto, el jefe de Detectives del LAPD, Edmund Exley, solicitó al Consejo Municipal de Los Angeles que ejerciera una prerrogativa apenas utilizada y le concediera una pensión especial, una cantidad que cubriera indefinidamente los costes de su estancia en un centro sanitario equipado con todo lo necesario.

El Consejo Municipal votó y concedió la pensión a Dudley Smith por unanimidad. El jefe Exley declaró a los reporteros: «Es importante que el capitán Smith permanezca bajo control y reciba los cuidados que merece. Se recuperará y podrá vivir el resto de sus días libre de los agotadores problemas del trabajo policial.»

Dudley Smith, héroe. Que esos días sean muchos y pacíficos.