Tuve que quedarme unos días, pero no me importaba mientras pudiera comer trucha pescada a dos o tres mil metros de altitud. Llamé a Anne y a Bernie Ohls. También llamé a mi contestador automático. El fiscal de Arizona era un hombre joven, de ojos astutos, y el jefe de policía, uno de los hombres más corpulentos que he visto.
Volví a Los Angeles con tiempo para llevar a Anne a Romanoff, donde cenamos con champán.
—Lo que no puedo comprender —me dijo sorbiendo la tercera copa de espumoso— es por qué te metieron en esto y por qué hicieron salir a un falso Ikky Rosenstein. ¿Por qué no se limitaron a ordenar a los asesinos que hicieran su trabajo?
—No podría decírtelo. A menos que los jefazos se sientan tan seguros que estén dispuestos a gastar bromas. Y a menos que ese tipo, Larsen, que fue a la cámara de gas, fuese más importante de lo que parecía. Sólo tres o cuatro mafiosos importantes han ido a la silla eléctrica, al cadalso o la cámara de gas. No hay ninguno, que yo sepa, condenado a cadena perpetua en los estados que no tienen pena de muerte, como Michigan. Si Larsen era más importante de lo que todos suponíamos, mi nombre podía haber figurado en la lista de espera.
—Pero ¿por qué esperar? —me preguntó—. Podían matarte cuando quisieran.
—Pueden permitirse el lujo de esperar. ¿Quién va a molestarles… Kefauver? Hizo lo que pudo, pero ¿has notado algún cambio en sus tácticas… excepto cuando ellos lo dicen?
—¿Y Costello?
—Tuvo un tropiezo con el impuesto sobre la renta… como Al Capone. Tal vez Al Capone hizo matar a varios centenares de hombres, y mató a unos cuantos personalmente. Pero fueron los muchachos de la renta quienes lo atraparon. El Equipo no volverá a repetir con frecuencia este error.
—Lo que me gusta de ti, aparte de tu enorme encanto personal, es que cuando no conoces una respuesta, te la inventas.
—El dinero me preocupa —dije—. Cinco mil de su dinero sucio. ¿Qué haré con él?
—No seas un idiota toda tu vida. Has ganado el dinero y arriesgado tu vida por él. Puedes comprar una serie de Bonos E; eso limpiará esos billetes. Y en mi opinión, esto sería parte de la broma.
—Dime una buena razón para que la iniciaran.
—Tu reputación es mayor de lo que imaginas. ¿Y si fue el falso Ikky el que la inició? Parece uno de estos tipos superlistos que no pueden hacer nada sencillo.
—El Equipo se encargará de él por hacer sus propios planes… si es que tú tienes razón.
—Si el fiscal no lo hace primero. No puede importarme menos lo que acabe sucediéndole. Más champán, por favor.