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Abe's Noshery: las mesas llenas, Abe en la caja registradora. White miró desde fuera.

—Lee Vachss a una mesa de la derecha.

Ed se llevó la mano a la funda del arma: vacía, el juego del suicida. Cubo de Basura abrió la puerta.

Campanillas. Abe miró, metió la mano bajo la caja. Ed vio que Vachss hacía aspavientos, fingía que se alisaba los pantalones. Destello metálico en la cintura.

La gente comía, hablaba. Las camareras atendían. Jack caminó hacia la caja; White vigilaba a Vachss. Destello metálico bajo la mesa.

Ed dio un fuerte empellón a White, arrastrándolo al suelo.

Kikey y Vincennes se arrojaron al suelo.

Fuego cruzado, seis disparos. La luna voló en pedazos, Abe disparó a una pila de mercancía enlatada. Gritos, pánico, disparos a ciegas. Vachss disparó hacia la puerta. Un viejo cayó tosiendo sangre. White se levantó disparando, un blanco móvil. Vachss retrocedió hacia la cocina. Una pistola en la cintura de White. Ed se levantó, la agarró.

Dos armas encañonando a Vachss. Ed disparó. Vachss giró cogiéndose el hombro. White disparó a discreción; Vachss tropezó, se arrastró, se levantó; el arma contra la cabeza de una camarera.

White caminó hacia él. Vincennes avanzó por la izquierda, Ed por la derecha. Vachss voló los sesos de la mujer a quemarropa.

White disparó. Vincennes disparó. Ed disparó. Ningún acierto: el cadáver de la mujer recibió los impactos. Vachss reculó. White corrió; Vachss se limpió sesos de la cara. White vació el revólver: todos los disparos a la cabeza.

Gritos, una estampida hacia la puerta, un hombre que huía esquivando astillas de vidrio. Ed corrió al mostrador, saltó.

Abe en el suelo, manando sangre por el pecho. Ed se le acercó.

—Dame a Dudley por lo del Nite Owl.

Sirenas. Ed se puso la mano en la oreja, se agachó.

—Grandioso. Dios santo, muchacho.

Ed se acercó más.

—¿Quién hizo lo del Nite Owl?

Gorgoteo de sangre.

—Yo. Lee. Johnny Stompanato. Perkins conducía.

—Abe, dame a Dudley.

—Grandioso, muchacho.

Sirenas estridentes. Gritos, pasos.

—El Nite Owl. ¿Por qué?

Abe tosió sangre.

—Droga. Libros porno. Había que liquidar a Cathcart. Lunceford estuvo en la partida que recuperó la droga y frecuentaba el Nite Owl. Tenía fichas de interrogatorios sobre Stompanato, por eso Perkins las robó. El hombre dijo que asustáramos a Patchett. Dos pájaros de un tiro: Duke y Mal. Mal quería dinero porque conocía al hombre de la partida.

—Dame a Dudley. Di que Dudley Smith fue tu cómplice.

Vincennes se agachó. El restaurante vibraba: millones de voces. Sangre en el mostrador. Ed pensó en David Mertens. Una iluminación: la escuela del estudio Dieterling, a un kilómetro de la casa de Billy Dieterling.

—Abe, no puede lastimarte ahora.

Abe empezó a ahogarse.

—Abe…

—Puede, puede, puede.

Se iba. Jack le golpeó el pecho.

—¡Cabrón, danos algo!

Abe murmuró, se arrancó una estrella de oro del cuello.

Mitzvah. Johnny quiere sacar a los tíos de la cárcel. Tren de San Quintín. Dot tiene armas. Vincennes, exaltado.

—Es un tren, no un autobús. Es un intento de fuga. Davey G. lo sabía en su delirio. Exley, el «simpático tren» es el tren de San Quintín. Cohen dijo que los que quisieron liquidarlo en la cárcel están allí.

Ed comprendió:

—LLAMA POR TELÉFONO.

Jack salió a la carrera. Ed se levantó, miró el caos: policías, vidrio astillado, una ambulancia cargando cuerpos. Bud White gritando órdenes, una niñita con el vestido salpicado de sangre comiendo un donut.

Jack regresó, más exaltado.

—El tren salió de Los Ángeles hace diez minutos. Treinta y dos convictos en un vagón, y el teléfono de a bordo no funciona. Llamé a Kleckner y le dije que encontrara a Dot Rothstein. Esto ha sido una trampa, capitán. Kleckner nunca le dejó esa nota a White. Ha tenido que ser Dudley.

Ed cerró los ojos.

—Exley…

—De acuerdo, tú y White, al tren. Llamaré al Departamento del Sheriff y a la Policía de Tráfico y les diré que preparen una distracción.

White se le acercó, le guiñó el ojo.

—Gracias por el empujón —dijo, y pisó la cara de Abe Teitlebaum hasta que Abe dejó de respirar.