72

Ahora todas las líneas se entrecruzaban en tinta.

Mutilaciones en tinta roja. Un tintero derramando sangre. Personajes de caricatura en una marquesina con Raymond Dieterling, Preston Exley, un elenco estelar del crimen. Tinta de colores: rojo, verde por los dólares del soborno. Negro por el luto: los actores de reparto muertos. White y Vincennes lo sabían, probablemente se lo contarían a Gallaudet. Se despidió en el hotel sabiéndolo. Podía prevenir a su padre o no prevenirlo, y al final sería lo mismo. Podía seguir en marcha o sentarse en la sala para ver cómo su vida estallaba en la televisión.

Largas horas. No se decidía a usar el teléfono. Encendió la TV, vio a su padre en una ceremonia de la autopista, se metió el revólver en la boca mientras el hombre decía trivialidades. El revólver amartillado. Un anuncio. Sacó cuatro balas, hizo girar el cilindro, se apoyó el cañón en la cabeza y apretó el gatillo dos veces; cámaras vacías. No pudo creer que lo había hecho. Arrojó el arma por la ventana. Un borracho la recogió de la acera y disparó al cielo. Ed rió, sollozó, descargó puñetazos en los muebles.

Más horas de no hacer nada.

Sonó el teléfono. Ed lo cogió a tientas.

—¿Sí?

—Exley, ¿estás ahí? Habla Vincennes.

—Sí, ¿qué pasa?

—Estoy en la oficina con White. Hemos recibido una llamada. New Hampshire Norte 2206, la casa de Billy Dieterling. Billy y un desconocido muertos. Fisk ya está trabajando en ello. Exley, ¿estás ahí?

No, no, no. Sí.

—Ya voy…, estaré allí.

—Vale. A propósito, White y yo no le hemos contado a Gallaudet lo que dijo Stanton. Pensé que querrías saberlo.

—Gracias, sargento.

—Dale gracias a White. Él era tu motivo de preocupación.

Fisk le salió al encuentro. Un edificio imitación Tudor alumbrado por reflectores. Coches patrulla, coches del laboratorio en el parque.

Ed se acercó a la carrera; Fisk habló telegráficamente:

—Una vecina oyó gritos, esperó media hora y llamó. Vio a un hombre que salía a la carrera, subía al coche de Billy Dieterling y arrancaba. Chocó contra un árbol, se apeó y corrió. Tomé una declaración. Blanco, sexo masculino, cuarentón, físico común. Capitán, prepárese para un espectáculo.

Fogonazos dentro.

—Ciérralo herméticamente —dijo Ed—. Ni Homicidios, ni polizontes de esa sección, ni reporteros. Y no quiero que el padre de Dieterling se entere. Di a Kleckner que custodie el coche y consígueme a Timmy Valburn. Encuéntralo. ¡Ya!

—Capitán, se nos escaparon. Lo siento, quizá fue culpa nuestra.

—No importa. Sólo haz lo que te digo.

Fisk corrió a su coche; Ed entró, miró.

Billy Dieterling en un diván blanco empapado de sangre. Un cuchillo en la garganta; dos cuchillos en el estómago. El cuero cabelludo en el suelo, clavado a la alfombra con un picahielos. A pocos metros: un hombre blanco y cuarentón, destripado, con cuchillos en las mejillas y dos tenedores en los ojos. Cápsulas de barbitúricos empapadas en la sangre del suelo.

Ninguna labor «artística»: el asesino ya estaba más allá de esa frontera.

Ed entró en la cocina. Patchett a Lux, en el 39: «Tengo sustancias químicas para impedir que lastime a nadie, y tú le hiciste cirugía plástica». Armarios caídos; tenedores y cucharas en el piso. Ray Dieterling en el 39: «Un chivo expiatorio en el cual cree». Huellas sanguinolentas aquí y allá: el asesino merodeando en busca de más ornamentos. Lux: «Le conseguiré un cuidador». Un trozo de cuero cabelludo en el fregadero. «Preston Exley era ahora el gran contratista». La sanguinolenta huella de una mano en la pared, un psicópata aspirando a una lista de honor en la historia del crimen.

Ed miró la huella con ojos entornados; protuberancias y remolinos. Devaneo de psicópata: la mano apretada allí para dejar su firma.

De vuelta al salón. Jack Cubo de Basura con media docena de técnicos. Fogonazos de flashes. Bud White no estaba.

—El otro hombre es Jerry Marsalas —le dijo Jack—. Es enfermero, y es el cuidador de ese tío de Insignia del Honor, David Mertens, el diseñador de los platós. Muy callado, tiene epilepsia o algo parecido.

—¿Cicatrices de cirugía plástica?

—Cicatrices de injertos en el cuello y la espalda. Una vez lo vi sin camisa.

Un enjambre de técnicos. Ed condujo a Vincennes al porche. Aire fresco, reflectores brillantes.

—Mertens tiene la edad adecuada para ser ese chico mayor del que hablaba Stanton —dijo Jack—. Lux lo operó, así que Miller no lo habría reconocido en el plató. Por los injertos de la espalda, debieron de operarlo varias veces. Cielos, qué cara tienes. ¿Llegarás hasta el final?

—No lo sé. Quiero un día más para ver qué conseguimos sobre Dudley.

—Y ver si White trata de joderte. Podía contar toda la historia a Gallaudet, pero no lo ha hecho.

—White está tan loco como todos en este asunto.

Jack rió.

—Sí, como tú. Jefe, si tú y Gallaudet queréis un procedimiento normal, será mejor que encerréis a ese chico. Está dispuesto a matar a Dudley y Perkins, y créeme que lo hará.

Ed rió.

—Le dije que podía hacerlo.

—¿Permitirías que él…?

—Jack —interrumpió Ed—, haz esto. Vigila la casa de Mertens e intenta encontrar a White. Luego…

—Está persiguiendo a Perkins. ¿Cómo…?

—Sólo trata de hallarlo. Quedamos mañana a las nueve en casa de Mickey Cohen, con o sin White. Vamos a prevenirle sobre Dudley.

Vincennes miró en torno suyo.

—No veo a nadie de Homicidios.

—Tú y Fisk recibisteis la llamada, así que en Homicidios no saben nada. Puedo mantenerlo dentro de la jurisdicción de Asuntos Internos veinticuatro horas. Es nuestro hasta que la prensa se entere.

—Entonces, ¿Ninguna orden general de captura contra Mertens?

—Llamaré a gente de Asuntos Internos. Es un psicótico delirante. Le pillaremos.

—Supongamos que lo encuentro. No querrás que hable de los viejos tiempos, cuando tu padre es parte de esto.

—Cógelo vivo. Quiero hablar con él.

—White estará loco, pero tú le ganas por mucho —dijo Vincennes.

Ed cerró el caso herméticamente.

Llamó a Parker, le dijo que tenía un doble homicidio relacionado con Asuntos Internos y mantendría en secreto la identidad de las víctimas. Despertó a cinco hombres de Asuntos Internos, les dio instrucciones sobre David Mertens, los envió a buscarlo. Persuadió a la vecina que había hecho la denuncia de tomar un sedante, acostarse y prometer que no revelaría el nombre «Billy Dieterling» a la prensa. Los reporteros llegaron. Ed los aplacó diciendo que eran cadáveres anónimos y los mandó a paseo. Caminó hasta la esquina y examinó el coche. Kleckner lo custodiaba: un Packard Caribbean con las ruedas delanteras sobre la acera, el guardabarros abollado contra un árbol. El asiento del conductor, el salpicadero, la palanca de cambios: ensangrentados, huellas sanguinolentas en el exterior del parabrisas. Kleckner arrancó las matrículas; Ed le dijo que se llevara el coche, lo guardara y se uniera a la búsqueda. Llamadas de cortesía desde una cabina telefónica: el comandante de guardia de la sección Rampart, el examinador médico del depósito de cadáveres. Una mentira: Parker quería callar las muertes durante veinticuatro horas, no quería declaraciones a la prensa, no quería revelar los resultados de la autopsia. Las cuatro menos veinte de la mañana y ningún oficial de Homicidios en la escena del delito: carta blanca de Parker.

Cierre hermético.

Ed regresó a la casa. Tranquilidad: ni reporteros ni curiosos. Marcas con cintas: ningún cadáver. Técnicos espolvoreando sustancias, guardando pruebas. Fisk en la puerta de la cocina, nervioso.

—Capitán, tengo a Valburn. Inez Soto está con él. Fui a Laguna por una corazonada. Usted me dijo que la señorita Soto lo conocía.

—¿Qué te ha dicho Valburn?

—Nada, que sólo hablaría con usted. Le di la noticia, y ha llorado todo el viaje. Dice que está dispuesto a declarar.

Inez salió. Pesadumbre. Uñas carcomidas.

—Es tu culpa. Te culpo por haber instigado a Billy.

—No sé a qué te refieres, pero lo lamento.

—Me hiciste espiar a Raymond y ahora has provocado esto.

Ed se le acercó. Ella le dio bofetadas, puñetazos.

—¡Déjanos a todos en paz!

Fisk la aferró, la llevó afuera. Con suavidad, hablándole en voz baja. Ed caminó por el pasillo mirando las habitaciones.

Valburn en un cuarto, arrancando fotos de la pared. Ojos brillantes y vidriosos, voz demasiado vibrante.

—Si sigo haciendo cosas, estaré bien.

Arrancó una foto colectiva.

—Necesito una declaración completa.

—Oh, la tendrás.

—Mertens mató a Hudgens, Billy y Marsalas, además de Wee Willie y esos otros niños. Necesito el porqué. Timmy, mírame.

Timmy cogió una foto enmarcada.

—Hemos estado juntos desde 1949. Tuvimos nuestras pequeñas indiscreciones, pero siempre permanecimos juntos y nos amábamos. No me des un discurso sobre la caza del asesino, Ed. No lo soportaría. Te diré lo que quieras saber, pero trata de no ser déclassé.

—Timmy…

Valburn arrojó el marco contra la pared.

—¡David Mertens, maldito seas!

El vidrio se astilló. La foto aterrizó boca arriba: Raymond Dieterling sosteniendo un tintero.

—Empieza con la pornografía. Jack Vincennes te habló de ello hace cinco años, y pensó que retenías información.

—¿Es otro tercer grado?

—No hagas que lo sea.

Timmy cogió una pila de marcos.

—Jerry Marsalas obligó a David a crear esa extraña… basura. Jerry era un malvado. Había sido compañero de David durante años, y regulaba las drogas que lo mantenían… relativamente normal. A veces le subía y le bajaba las dosis, y ponía a David a hacer obras de arte comercial para quedarse con el dinero. Raymond le pagaba a Jerry para que cuidara de David. Le consiguió a David el puesto en Insignia del Honor para que Billy también cuidara de él… Billy estuvo a cargo de los cámaras desde que se inició la serie.

—No te adelantes —dijo Ed—. ¿Dónde consiguieron Marsalas y Mertens los modelos?

Timmy abrazó sus fotografías.

—Fleur-de-Lys. Marsalas había usado ese servicio durante años. Pagaba a prostitutas cuando tenía dinero, y conocía a muchas de las antiguas chicas de Pierce y a muchas personas… sexualmente audaces de quienes le hablaban las chicas. Descubrió que muchos clientes de Fleur-de-Lys sentían inclinación por la pornografía especializada, y persuadió a algunas de las antiguas chicas de Pierce de permitirle fisgonear en sus fiestas sexuales. Jerry tomaba fotos, David tomaba fotos, y Jerry aumentó las dosis de David y le hizo preparar los montajes. La tinta color sangre fue idea de David. Jerry contrató a un director artístico del estudio para hacer libros con las fotos y se los llevó a Pierce. ¿Me sigues? No sé qué sabes tú. —Ed sacó la libreta.

—Miller Stanton nos contó algunas cosas. Patchett y Dieterling eran socios en la época del caso Atherton, y tú sabes que responsabilizo a Mertens por esas muertes. Sigue; si necesito aclaraciones, te las pediré.

—De acuerdo. Por si no lo sabes, las fotos con tinta eran similares a las heridas de las víctimas de Atherton. Pierce no lo sabía cuando vio los libros, supongo que sólo los policías vieron las fotos del archivo. Tampoco sabía que David Mertens era la nueva identidad del asesino de Wennerholm, así que cuando Marsalas elaboró su plan para vender los libros y pidió financiación, Patchett pensó que eran sólo libros obscenos que comprometían a sus prostitutas y sus clientes. Rechazó la oferta de Marsalas, pero compró algunos de los libros para venderlos a través de Fleur-de-Lys. Luego Marsalas acudió a su hombre. Duke Cathcart, y él acudió a los hermanos Englekling. Fisk me insinuó que todo esto se relaciona con el Nite Owl, pero yo no…

—Te lo contaré luego. Estás hablando de principios del 53, te sigo. Sólo sigue contando ordenadamente.

Timmy dejó sus fotografías.

—Luego Patchett acudió a Sid Hudgens. Él y Hudgens iban a ser socios en un negocio de extorsión sobre el cual no sé nada, y Pierce le habló a Hudgens de Marsalas y sus libros pornográficos. Hizo investigar a Marsalas, y sabía que asistía al plató de Insignia del Honor, lo cual interesó a Hudgens, pues siempre había querido publicar un artículo sobre la serie en Hush-Hush. Pierce le dio a Hudgens algunos de los libros que se había quedado de Fleur-de-Lys, y Hudgens habló con Marsalas. Pidió información sobre las estrellas de la serie y amenazó a Jerry con denunciar sus negocios sucios si no cooperaba. Jerry le dio algunos datos blandos sobre Max Peltz, y poco después se publicaron. Luego asesinaron a Hudgens, y desde luego fue Jerry quien instigó a David. Le bajó la dosis y lo volvió loco. David regresó a sus viejos hábitos…, como cuando mató a esos niños. Marsalas lo hizo porque temía que Hudgens continuara con la extorsión. Fue con David y robó los archivos de Insignia del Honor de la casa, incluido un archivo inconcluso sobre él y David. No creo que supiera que Pierce ya tenía copias de los archivos que él y Hudgens pensaban usar para sus chantajes, ni que Pierce conocía el banco donde Hudgens guardaba sus archivos originales.

Tres preguntas clave; primero más corroboración.

—Timmy, cuando Vincennes te interrogó hace cinco años, actuaste sospechosamente. ¿Sabías que Mertens preparaba los libros?

—Sí, pero no sabía quién era David. Sólo sabía que Billy lo vigilaba, así que no le dije nada a Jack. Pregunta número uno.

—¿Cómo sabes todo esto? Todo lo que has contado.

Los ojos de Timmy se pusieron vidriosos.

—Lo descubrí esta noche. Después del hotel, Billy quiso que explicara las insinuaciones de ese horrendo polizonte acerca de Johnny Stompanato. Billy conocía casi toda la historia desde hacía años, pero quería conocer el resto. Fuimos a la casa de Raymond en Laguna. Raymond conocía los hechos más recientes a través de Pierce, y le contó a Billy toda la historia. Yo sólo escuché.

—Inez estaba allí.

—Sí, ella lo oyó todo. Te culpa a ti, primor. La caja de Pandora y todo eso.

Ella lo sabía, su padre quizá lo supiera. Un informe completo equivaldría a una revelación pública.

—Conque Patchett suministraba la droga que mantuvo dócil a Mertens todos estos años.

—Sí, está fisiológicamente enfermo. Tiene inflamaciones cerebrales periódicamente, y entonces es cuando se pone más peligroso.

—Y Dieterling le consiguió el trabajo en Insignia del Honor para que Billy pudiera cuidarlo.

—Sí. Después de la muerte de Hudgens, Raymond leyó algo acerca de las mutilaciones y le recordaron las de los chiquillos asesinados. Se puso en contacto con Patchett, sabiendo que era amigo de Hudgens. Raymond le reveló a Pierce la identidad de David, y Pierce se quedó aterrado. Raymond tenía miedo de alejar a David de Jerry, y le ha pagado mucho dinero a Jerry para mantenerlo dopado.

Pregunta número dos.

—Estabas esperando ésta, Timmy: ¿Por qué Ray Dieterling se ha tomado tanto trabajo por David?

Timmy hizo girar una foto: Billy con un hombre de cara abotargada.

—David es el hijo ilegítimo de Raymond. Es el hermanastro de Billy, y míralo, Terry Lux le hizo tantos cortes que en comparación con mi dulce Billy es tan feo que ni puedes mirarlo.

Congoja. Ed decidió continuar antes de que Timmy se derrumbara.

—¿Qué ha pasado esta noche?

—Anoche, Raymond le explicó a Billy todo lo ocurrido hasta Sid Hudgens. Billy no sabía nada. Me pidió que me quedara en Laguna con Inez. Dijo que se llevaría a David de la casa de Jerry y lo liberaría gradualmente de las drogas. Debió intentarlo y Marsalas contraatacó. Vi esas píldoras en el suelo… Dios, David debió volverse loco. No entendió quién era bueno y quién era malo y…

Tercera.

—En el hotel reaccionaste al oír el nombre de Stompanato. ¿Por qué?

—Hace años que Stompanato extorsiona a los clientes de Pierce. Me pilló con otro hombre y me sonsacó parte de la historia de Mertens. No mucho, sólo que Raymond pagaba para cuidar de David. Fue…, fue antes de que yo supiera tanto. Stompanato prepara un informe para exprimir a Raymond. Amenazó a Billy con notas, pero no creo que sepa quién es David. Billy trataba de convencer a su padre de hacerlo matar.

El sol irrumpió por una ventana. Iluminó a Timmy cuando rompió a llorar. Sostenía la foto de Billy, una mano sobre la cara de David.