Revivían viejos tiempos; Stanton bebía champaña. Jack soltó su parrafada: Patchett/Hudgens, pornografía, heroína, el Nite Owl. Intuía que Miller sabía algo; intuía que quería hablar.
Evocaciones: cómo enseñó a Miller a hacer de policía; cómo llevó a Miller a Central Avenue para buscarle una mujer y terminó arrestando a Art Pepper. Gallaudet asomó la cabeza, dijo que Max Peltz estaba limpio.
Las anécdotas sobre Max les llevaron otra media hora. Miller se puso melancólico: el 58 sería la última temporada de la serie. Lástima que habían dejado de verse, pero el Gran V estaba demasiado loco, un paria en la industria del cine. White y Exley discutían al lado. Jack fue al grano.
—Miller, ¿hay algo que te mueres por contarme? —No sé, Jack. Son historias viejas.
—Esta historia es vieja. Conoces a Patchett, ¿no?
—¿Cómo lo sabes?
—Deducción. Y el archivo del capitán decía que Patchett financió algunos filmes de Dieterling. Stanton miró la copa: vacía.
—De acuerdo, conozco a Patchett desde hace tiempo. Es toda una historia, pero no sé cómo se relaciona con lo que te interesa.
Jack oyó que la puerta lateral rozaba la alfombra.
—Sólo sé que te mueres por contarme algo desde que dije «Patchett».
—Demonios, no me siento como un verdadero policía frente a ti. Me siento como un actor gordo a punto de perder su serie.
Jack miró hacia otro lado para darle un respiro.
—Sabes que yo era el niño regordete de las series de Dieterling en otros tiempos. La gran estrella era Wee Willie Wennerholm. Yo veía a Patchett en la escuela del estudio y sabía que era una especie de socio de Dieterling, porque nuestra profesora estaba deslumbrada por él y nos contó quién era.
—¿Y?
—Y Wee Willie fue secuestrado y descuartizado por el doctor Frankenstein. Conoces el caso, fue famoso. La policía pilló a un tío llamado Loren Atherton. Dijo que había matado a Willie y a todos esos niños. Jack, ésta es la parte dura.
—Pues cuéntala deprisa.
Muy deprisa.
—El señor Dieterling y Patchett vinieron a verme. Me dieron tranquilizantes y me dijeron que tenía que ir con ese chico mayor y visitar la jefatura de policía. Yo tenía catorce años, el chico mayor tendría diecisiete. Patchett y el señor Dieterling: me dieron instrucciones, y fuimos a la jefatura. Hablamos con Preston Exley, que entonces era detective. Repetimos lo que nos habían dicho Patchett y el señor Dieterling: que habíamos visto a Atherton merodeando por la escuela del estudio. Identificamos a Atherton y Exley nos creyó.
Una pausa teatral.
—Demonios —dijo Jack—. ¿Y?
Más despacio.
—Nunca volví a ver al chico mayor, y ni siquiera recuerdo el nombre. Atherton fue condenado y ejecutado, y no me pidieron que declarara en el juicio. Llegamos al 39. Yo todavía estaba con Dieterling, pero hacía un papel menor. El señor Dieterling llevó un pequeño contingente del estudio a la inauguración de la autopista de Arroyo Seco, una aparición publicitaria. Preston Exley era ahora el gran contratista y cortó la cinta. Oí una charla entre Dieterling, Patchett y Terry Lux. Tú lo conoces.
Un hormigueo.
—Miller, continúa.
—Nunca olvidaré lo que dijeron, Jack. Patchett le dijo a Lux: «Tengo sustancias químicas para impedir que lastime a nadie, y tú le hiciste cirugía plástica» Lux dijo: «Le conseguiré un cuidador». Nunca olvidaré el timbre de la voz de Dieterling. Dijo: «Y yo le di a Preston Exley un chivo expiatorio en el cual cree, además de Loren Atherton. Y pienso que el hombre me debe demasiado como para perjudicarme».
Jack se palpó: creía que había dejado de respirar. Jadeos a sus espaldas. Se volvió y vio a Exley y White en la puerta: juntos, paralizados.