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La orden de Exley apestaba: ningún golpe, Billy y Timmy eran demasiado influyentes para tratarlos con violencia. El juego policía bueno/policía malo apestaba: deberían estar exprimiendo a Dudley en el Victory. Bob Gallaudet se encargó de Max Peltz; Cubo de Basura interrogaba a Miller Stanton. Gallaudet recibió instrucciones de Exley: todo excepto el ángulo Atherton. Pensaba que podía llevar a juicio a Dudley Smith, Exley no le dijo que Dudley y Perkins ya eran cosa hecha. El maldito Exley no le perdía de vista: lo llevó por cada detalle paso a paso, como si fueran amigos que se pudieran tener mutua confianza. El caso, una vez montado, era asombroso. Exley tenía un cerebro del demonio, pero era estúpido si no sabía algo: después de Dudley y Perkins, le tocaba el turno a Preston Exley. Dick Stensland no se conformaría con menos.

Bud observaba: a través de una grieta en la puerta del cuarto de baño. Los maricas estaban sentados lado a lado; Policía Bueno los trataba amablemente. Sí, compraban droga en Fleur-de-Lys; sí, conocían «socialmente» a Pierce Patchett. Sí, Pierce esnifaba H mayúscula, conocían rumores de que vendía libros pornográficos, pero ellos jamás compraban esas cosas. Guantes de seda: los raros pensaban que eran huéspedes de ese hotel lujoso por el asesinato de Patchett. El capitán Exley nunca sería rudo: Preston Exley se postulaba para gobernador, Ray Dieterling financiaba la campaña.

—Caballeros —dijo Exley en voz alta—, hay un viejo homicidio que se podría vincular con la muerte de Patchett.

Bud entró.

—Éste es el sargento White —dijo Exley—. Tiene algunas preguntas que hacer, y luego daremos la reunión por terminada.

Timmy Valburn suspiró.

—Bien, no me sorprende. Miller Stanton y Max Peltz están corredor abajo, y la última vez que la policía nos interrogó a todos fue cuando mataron a ese horrendo personaje, Sid Hudgens. No me sorprende.

Bud acercó una silla.

—¿Por qué dices «horrendo»? ¿Tú lo mataste?

—Sargento, por favor… ¿Tengo facha de asesino?

—Sí, la tienes. Un tío que se gana la vida haciendo de ratón tiene que ser capaz de cualquier cosa.

—Sargento, por favor.

—Además, no te hemos citado hoy por el asunto Hudgens. ¿No te lo ha contado Billy? ¿Una charla de alcoba, quizá?

—Capitán —le dijo Billy Dieterling a Exley—, no me agrada el tono de este hombre.

—Sargento —dijo Exley—, con limpieza, por favor.

Bud rió.

—Eso es gracioso, limpieza en medio de tanta roña. Vosotros os disteis una coartada mutua por lo de Hudgens. Han pasado cinco años y os dais una coartada mutua por Patchett. Me huele mal. Opino que los maricas no se pueden quedar en la misma cama cinco minutos, mucho menos cinco años.

—Animal —dijo Valburn.

Bud sacó una hoja.

—Coartadas en el caso Hudgens. Tú y Billy en la misma cama, Max Peltz follando con una quinceañera. Miller Stanton en una fiesta donde también se encuentra tu amiguito Brett Chase. Hasta aquí, el equipo de Insignia del Honor es impecable. David Mertens el diseñador está en casa con su enfermero, así que quizá también sea raro. Lo que quiero Exley, según lo convenido.

—Sargento, cuidado con el lenguaje y vamos al grano.

Valburn hervía de rabia; Billy Dieterling fingía aburrimiento. Pero algo en las últimas frases había dado en la tecla: los ojos se le habían endurecido.

—Lo cierto es que Sid Hudgens se estaba ensañando con Insignia del Honor cuando lo mataron. Patchett muere cinco años después, y él y Hudgens eran socios. Estos maricas están vinculados con Insignia del Honor y hablaron sobre detalles íntimos de los negocios ilegales de Patchett. Capitán, si camina, habla y grazna como un pato, es un pato…, no un ratón.

—Cuac, cuac, idiota —dijo Valburn—. Capitán, que este hombre recuerde con quién está tratando. Exley, severo:

—Sargento, estos caballeros no son sospechosos. Son entrevistados voluntariamente.

—¡Qué diablos, no veo la diferencia!

Exley, exasperado:

—Caballeros, para terminar con esto de una vez por todas, por favor hablen con el sargento. ¿Alguno de ustedes conocía personalmente a Sid Hudgens?

Dos gestos negativos. Bud continuó: el poema de Exley.

—Si chilla como un ratón y se mueve, es un ratón maricón. Capitán, piense. Estos tíos compraban droga en Fleur-de-Lys, y admitieron que sabían que Patchett esnifaba caballo y distribuía pornografía. Conocen al dedillo las cochinadas de Patchett, pero afirman que no sabían que Patchett y Hudgens eran socios. En mi opinión, debemos preguntarles por las actividades de Patchett para ver qué saben.

Exley alzó las manos, fingiendo impotencia.

—Bien, caballeros, algunas preguntas más específicas. Una vez más, si admiten ustedes algo ilegal lo pasaremos por alto… y no saldrá de esta habitación. ¿Entendido, sargento?

Brillante: hacerles confesar quién preparó la foto con sangre. Cubo de Basura decía que ese material aterraba a Timmy: se lo había mostrado en el 53. Concedido: Exley tenía agallas, pues cuanto más se acercaban al material porno, más se acercaban a su padre y Atherton.

—De acuerdo, capitán.

Timmy y Billy se miraron: gente distinguida vapuleada por tíos vulgares. Exley se adueñó de la escena.

—Y, sargento…, yo haré las preguntas.

—Sí, capitán. Y vosotros decid la verdad. Sabré si estáis mintiendo.

Exley suspiró.

—Sólo unas preguntas. Primero, ¿sabían ustedes que Patchett suministraba prostitutas domiciliarias a sus colegas de negocios?

Dos cabeceos afirmativos.

—También regentaba chicos —dijo Bud—. ¿Alguna vez comprasteis mercancía fuera?

—Ni una palabra más, sargento —dijo Exley.

Timmy se acercó a Billy.

—No honraré esa última pregunta con una respuesta.

Bud le guiñó el ojo.

—Eres simpático. Si alguna vez termino entre rejas, espero que estés en mi celda.

Billy remedó el acto de escupir en el suelo. Exley miró al cielo: Dios nos libre de este pagano.

—Continuemos. ¿Sabían ustedes que Patchett empleaba a un cirujano plástico para alterar quirúrgicamente a sus prostitutas y hacerlas parecidas a estrellas de cine?

—Sí —contestaron ambos.

Exley sonrió como si fuera cosa de todos los días.

—¿También sabían ustedes que esas prostitutas y prostitutos realizaban otras tareas delictivas por instigación de Patchett?

Conducirlos hacia «extorsión», la sociedad Patchett/Hudgens. Exley le había contado la historia: Lorraine/Rita decía que un «fulano» obligaba a Patchett a extorsionar a sus «clientes», justo cuando Pierce preparaba su sociedad con Hudgens. Poco después de la matanza del Nite Owl. Una revelación en ciernes: quizás una conexión con Dudley.

—Contestad al capitán, cabrones.

—Ed, que se calle —dijo Billy—. Esto ha ido demasiado lejos.

Bud rió.

—¿Ed? Vaya, lo olvidé, jefe. Los padres de ustedes son amigos.

Exley se irritó de veras: se sonrojó, tembló.

—White, cierra la boca.

Los raros lo disfrutaron: sonrisas, murmullos.

—Caballeros —dijo Exley—, por favor respondan la pregunta.

Timmy se encogió de hombros. —Concretemos. ¿Qué otras tareas delictivas? —Concretamente, chantaje.

Dos piernas que se rozaban se separaron de golpe. Bud los pilló. Exley se tocó la corbata: A TODA MARCHA.

Revelación: Johnny Stompanato era el «fulano». Johnny Stompanato, viejo artista de la extorsión, sin medios visibles para ganarse la vida. Acierto: Lorraine Malvasi decía que las extorsiones se remontaban a mayo del 53. Para entonces la pandilla de Dudley ya se había puesto de acuerdo con Patchett.

—Sí, chantaje. Los clientes casados, los pervertidos y los maricones son propensos a esa dolencia. Es como un riesgo laboral. ¿Alguna vez te extorsionó uno de tus amigos?

Billy miró al cielo.

—No frecuentamos prostitutas de ningún sexo.

Bud acercó la silla.

—Bien, pero tu dulce novio era socio conocido de un famoso chulo de maricas llamado Bobby Inge. Si grazna como pato, es un pato. Así que a graznar, y canta quién te extorsionaba.

Exley, severo.

—Caballeros, ¿conocen ustedes nombres de prostitutas de Patchett?

—Éste es un animal —replicó Billy—, y no tenemos por qué responder sus preguntas.

—Pamplinas. Si te arrastras por los albañales, tienes que conocer algunas ratas. ¿Alguna vez oíste hablar de un pequeño degenerado llamado Daryl Bergeron? ¿Alguna vez necesitó una mujer y se acostó con su madre? Porque eso hacía Daryl. Jack Cubo de Basura Vincennes tiene un libro con fotos de ambos follando en patines. Estáis flotando en un albañal a bordo de un helado, malditos maricas, así que…

—¡Ed, que se calle! —exclamó Valburn.

—¡Sargento, es suficiente! —ordenó Exley.

Bud, estaba mareado, como si dentro de la cabeza un apuntador le dictara las líneas.

—Al cuerno. Estos tíos están presentes en todos los planes de Patchett.

»Uno de ellos es estrella de TV, el otro tiene un papá famoso. Dos maricones con mucho dinero piden a gritos que los extorsionen. Yo creo que todo encaja.

Exley se apoyó el dedo en el cuello: CALMA.

—El sargento White tiene algo de razón, aunque pido disculpas por su manera de expresarlo. Caballeros, para aclarar las cosas. ¿Alguno de ustedes tiene conocimiento de planes de extorsión que involucraran a Pierce Patchett y/o sus prostitutas?

—No —dijeron ambos.

Bud se preparó para susurrar.

Exley se inclinó hacia delante.

—¿Alguno de ustedes fue alguna vez amenazado con chantaje?

Dos negativas más: dos maricas impregnando de tufo a sudor una habitación bien refrigerada.

—Johnny Stompanato —susurró Bud.

Los maricas se quedaron de una pieza.

—Trapos sucios de Insignia del Honor —dijo Bud—. ¿Eso buscaba él?

Valburn empezó a hablar. Billy lo silenció. Exley: DESPACIO.

El apuntador que tenía en la cabeza dijo NO.

—¿Tema información comprometedora sobre tu padre? ¿El gran Raymond Dieterling?

Exley le indicó que se callara. El apuntador mostró la cara: Dick Stensland respirando gas.

—Información comprometedora. Wee Willie Wennerholm, Loren Atherton y el asesinato de esos chiquillos. ¿Tu padre?

Billy tembló, apuntó hacia Exley.

—¡El padre de él!

Miradas cruzadas, interrumpidas de pronto por los sollozos de Valburn. Billy le ayudó a levantarse, lo abrazó.

—Largo de aquí —dijo Exley—. Ahora. Pueden irse.

Parecía más triste que furioso o asustado.

Billy se llevó a Timmy. Bud caminó hacia la ventana. Exley habló por un micrófono.

—Duane, Valburn y Dieterling van en camino. Seguidles, tú y Don.

Bud le echó una ojeada: un poco más alto, menos corpulento que él. Algo le hizo decir:

—No debí hacer eso.

Exley miró por la ventana.

—Todo terminará pronto.

Bud miró hacia abajo. Fisk y Kleckner esperaban junto a la puerta; los maricas llegaron a la acera corriendo.

Los hombres de Asuntos Internos los siguieron, un autobús los detuvo. Cuando el autobús pasó, Billy y Timmy se habían esfumado. Fisk y Kleckner se quedaron en la calle haciendo el ridículo.

Exley rompió a reír.

Algo hizo reír a Bud.