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Bud despertó en el Victory. Anochecía. Había dormido media noche y un día.

Se frotó los ojos; seguía pensando en Spade Cooley. Olió humo de cigarrillo, vio a Dudley sentado junto a la puerta.

—¿Pesadillas, muchacho? Parecías agitado.

Pesadilla: Inez maltratada por la prensa. Era por su culpa, por lo que había hecho para vengarse de Exley.

—Muchacho, mientras dormías me has recordado a mis hijas. Y sabes que te profeso el mismo afecto.

Había empapado las sábanas de sudor.

—¿Qué pasa con el trabajo?

—Escucha. Me he dedicado mucho tiempo a la contención del crimen para que algunos colegas y yo disfrutemos algún día de un apoyo económico, y ese día llegará pronto. Como colega, tendrás una generosa porción. Contaremos con medios fabulosos, muchacho. Imagina los medios para mantener sedada a la carroña negra y arrancar desde allí. Un ridículo italiano a quien te enfrentaste en el pasado está involucrado, y creo que serás muy útil para mantenerlo a raya.

Bud se desperezó, hizo crujir los nudillos.

—Me refería a la reapertura del caso. Habla sin rodeos, por favor.

—Sin rodeos: Edmund Jennings Exley intenta probar cosas malas en contra de Lynn, muchacho. Está echando sal sobre las viejas heridas que te infligió.

Chispazos de cables pelados.

—Sabías lo nuestro. Debí suponerlo.

—Hay muy pocas cosas que yo no sepa, y no hay nada que no haría por ti. El cobarde Exley ha tocado a las únicas dos mujeres que amaste, muchacho. Piensa en buenos modos de hacerle daño.