Bud llegó a Los Ángeles al amanecer en un autobús de San Francisco. La ciudad parecía extraña y nueva, como todo lo demás en su vida. Cogió un taxi y se adormiló, se despertaba a ratos oyendo la voz de Ellis Loew. «Parece un caso magnífico, pero los homicidios múltiples son traicioneros y Spade Cooley es famoso. Pondré al equipo de la Fiscalía de Distrito en eso, y tú no te metas por el momento». Lynn: llamadas, el teléfono descolgado. Extraño, pero típico: cuando Lynn quería dormir, quería dormir.
No podía creer lo que pasaba en su vida. Era desconcertante. Al bajar del taxi halló una nota en la puerta, con membrete del sargento Duane W. Fisk.
Sargento White:
El capitán Exley quiere verle de inmediato (algo relacionado con la revista Whisper y un cadáver bajo una casa). Preséntese cuanto antes en Asuntos Internos al regresar a Los Ángeles.
Bud se rió, hizo las maletas: ropa, papeles sobre los asesinatos de prostitutas, el Nite Owl. Serían de Dudley si los pedía. Arrojó la nota en el inodoro y orinó sobre ella.
Se dirigió a Gardena, se alojó en el Victory: una habitación con sábanas limpias, calentador, sin manchas de sangre en las paredes. No dormiría. Preparó café, trabajó.
Todo lo que sabía sobre Spade Cooley: media página de escritura borrosa.
Cooley era un cantante/violinista de Oklahoma, un tío algo flaco, cuarentón. Tenía un par de discos de éxito, su espectáculo de TV había tenido resonancia.
El bajista, Burt Arthur Perkins, alias «Doble», había estado preso por practicar sodomía con perros, y se rumoreaba que tenía muchos socios conocidos en el hampa.
Investigación.
Lamar Hinton decía que Spade fumaba opio, Spade tocó en la sala Lariat de San Francisco, frente al lugar donde había muerto Chrissie Renfro. Chrissie murió con opio en el organismo; Spade tocaba ahora en El Rancho Klub de Los Ángeles, cerca del apartamento de Lynette Ellen Kendrick. Lamar Hinton decía que Dwight Gilette —ex chulo de Kathy Janeway— suministraba prostitutas para las fiestas de Cooley.
Circunstancial, pero sólido.
Un teléfono de pared. Bud llamó a la oficina del forense del condado.
—Exámenes médicos, Jensen.
—Sargento White. Quiero hablar con el doctor Harris. Sé que está ocupado, pero es sólo un momento.
—Aguarde, por favor.
Segundos de espera.
—Sargento, ¿qué es esta vez?
—Un detalle del informe de la autopsia.
—Usted ni siquiera está en la jurisdicción del condado.
—Contenido del estómago y corriente sanguínea de Lynnete Kendrick. Vamos.
—Eso es fácil, porque Kendrick ganó nuestro premio al mejor estómago la semana pasada. ¿Preparado? Salchichas con saverkraut, patatas fritas, Coca-Cola, opio, esperma. Cielos, vaya última cena.
Bud colgó. Ellis Loew decía quédate fuera. Kathy Janeway decía ADELANTE.
Fue al Strip, reconstruyó los hechos.
Primero: El Rancho Klub, cerrado. «Spade Cooley y su Banda Rítmica de Cowboys todas las noches». Una foto publicitaria junto a la puerta: Spade, Perkins, otros tres tíos con aire sureño. Ninguno tenía muchos anillos, una pista pegada al pie: «Representados por Nat Penzler Associates, La Cienega Norte 653, Los Ángeles».
Enfrente: el Hot Dog Hut, salchichas y patatas en el menú. Sunset Strip junto a Crescent Heights: zona frecuentada por prostitutas. A un kilómetro y pico, en Melrose y Sweetzer: el apartamento de Lynette Ellen Kendrick.
Fácil.
Spade la recogió tarde, sin testigos.
Tenía comida y droga, propuso una noche acogedora, se llevó a Lynette a casa.
Se doparon, comieron. Spade la mató a golpes, la violó tres veces después de la muerte.
Bud enfiló hacia La Ciénega. El 653: una casa de pino. «Nat Penzler Assoc». junto al buzón. Abrió la puerta: una muchacha preparando café. Bud entró
—¿En qué puedo servirle? —preguntó la chica.
—¿Está el jefe?
—El señor Penzler está hablando por teléfono. ¿En qué puedo servirle yo?
Una puerta con «N.P.» en letras de bronce. Bud la abrió de un empellón.
—¡Oye, estoy hablando por teléfono! —gritó un viejo—. ¿Qué eres, cobrador? ¡Oye, Gail! ¡Dale una revista a este payaso!
Bud mostró la placa. El hombre colgó el teléfono, se apartó del escritorio.
—¿Eres Nat Penzler?
—Llámame Natsky. ¿Buscas un representante? Puedo conseguirte un papel de energúmeno. Tienes esa facha de neanderthal que se lleva ahora.
Bud pasó por alto el comentario.
—Eres el agente de Spade Cooley, ¿verdad?
—Verdad. ¿Quieres unirte a la banda de Spade? Spade gana mucho dinero, pero mi criada negra canta mejor que él, así que quizá pueda conseguirte un puesto. Al menos como guardia de seguridad en El Rancho. Muchas hembras, hijo. Un alce como tú podría correrse una gran juerga.
—¿Has terminado, papá?
Penzler se sonrojó.
—Señor Natsky para ti, cavernícola.
Bud cerró la puerta.
—Necesito una lista de las actuaciones de Cooley de aquí hasta el 51. ¿Quieres ser amable o no?
Penzler se levantó, se apoyó contra sus archivos.
—El espectáculo terminó, Godzilla. Nunca divulgo información sobre mis representados, ni siquiera bajo amenaza de una citación. Así que lárgate y regresa un día a comer, digamos el día doce de nunca.
Bud arrancó el cable del teléfono de la pared. Penzler abrió el cajón de arriba.
—¡Sin rudezas, cavernícola! ¡Hago mi mejor trabajo con la cara!
Bud hojeó las carpetas, encontró «Cooley, Donnel Clyde», y la arrojó en el escritorio. Una foto cayó sobre el secante: Spade, cuatro anillos en diez dedos. Hojas rosadas, hojas blancas, diez hojas azules.
Actuaciones clasificadas por años.
Penzler se quedó mascullando. Bud cotejó fechas.
Jane Mildred Hamsher, 8/3/51, San Diego. Spade en El Cortez Sky Room. Abril del 53, Kathy Janeway, la Banda Rítmica en Bido Lito's, sur de Los Ángeles. Sharon, Sally, Chrissie Virginia, Maria, hasta Lynette, Bakersfield; Needles, Arizona; San Francisco; Seattle; vuelta a Los Ángeles. Nómina de pagos: Perkins como bajista casi siempre, baterías y saxos que iban y venían, Spade Cooley siempre a la cabeza, en esas ciudades y en esas fechas.
Hojas azules empapadas: el sudor de Bud.
—¿Dónde se aloja la banda?
—En el Biltmore, y no te he dicho nada.
—Me alegra, porque esto es homicidio en primer grado y yo nunca he estado aquí.
—Soy como la Esfinge, te lo juro. Por Dios, Spade y su escoria. Por Dios, ¿sabes cuánto ganó el año pasado?
Comunicó la pista a Ellis Loew; Loew se enfureció.
—¡Te dije que no te metieras! Tengo a tres hombres civilizados en el caso, y les pasaré este dato, pero tú olvídalo y regresa al Nite Owl. ¿Entendido?
Bud entendió. Kathy Janeway seguía diciendo ADELANTE.
El Biltmore.
Se obligó a conducir despacio, aparcar en la entrada trasera y preguntar cortésmente al conserje dónde se encontraba el grupo del señor Cooley.
—La suite El Presidente —dijo el conserje—, piso nueve.
Dio las gracias con tanta calma que todo comenzó a ir a cámara lenta y por un segundo creyó que estaba nadando.
Subir la escalera fue como nadar contra la corriente. La pequeña Kathy insistía. MÁTALO. La suite: puertas dobles, filigranas de oro, águilas, banderas americanas. Movió el picaporte, abrió las puertas.
Un lugar elegante estropeado por la bazofia: tres sureños dormidos en el suelo. Botellas vacías, ceniceros caídos. Spade no estaba.
Puertas: a la derecha se oían ruidos. Bud la abrió de un puntapié.
Perkins en la cama mirando dibujos animados. Bud sacó el arma.
—¿Dónde está Cooley?
Perkins se metió un mondadientes en la boca.
—De camino a una borrachera, y yo sigo el mismo rumbo. Si quieres verlo, ven esta noche a El Rancho. Quizás aparezca.
—Tonterías. El es la gran atracción.
—Casi siempre. Pero últimamente Spade tuvo ausencias, así que a veces lo reemplazo. Canto tan bien como él y soy más guapo, así que a nadie le importa. Oye, ¿quieres largarte y dejarme a solas con mi diversión?
—¿Dónde está bebiendo?
—Guarda ese revólver, chico. A lo sumo puedes acusarlo de no pagar el mantenimiento de sus hijos, y Spade siempre paga, tarde o temprano.
—No, homicidio, y he oído que le gusta el opio. Perkins escupió el mondadientes.
—¿Qué has dicho?
—Prostitutas. ¿A Spade le gustan las jóvenes?
—No le gusta matarlas, sólo jugar a esconder la polla, como tú y yo.
—¿Dónde está?
—Hombre, no soy un soplón.
Culatazos. Perkins gritó, escupió dientes.
El volumen del televisor subió: chicos pidiendo Cornflakes de Kellogg's. Bud lo apagó de un disparo.
Perkins cantó.
—¡Mira en los fumaderos de opio de Chinatown y déjame en paz!
Kathy decía MÁTALO. Bud pensó en su madre por primera vez en años.